viernes, 5 de junio de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -IX


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Segundo hadíz - II
Ostentación (riyá)

Primer nivel

Consta de varias partes
Has de saber que la ostentación en cuestiones relativas a las creencias y los conocimientos religiosos es, de todas la clases de ostentación, la peor y sus consecuencias son también las peores y provoca una oscuridad mayor y más profunda que ningún otro tipo de ostentación.

Si quien sufre de este tipo de ostentación no cree en realidad en aquello que manifiesta, es uno de los hipócritas para los que ha sido decretado el fuego y la destrucción eterna y cuyo castigo es el más severo.
Pero si cree en lo que manifiesta, pero hace gala de ello para conseguir la admiración y el afecto de los demás, no puede ser calificado de hipócrita, pero su ostentación causa que la luz de la fe escape de su corazón y su lugar pase a ser ocupado por la oscuridad de la incredulidad, ya que, tal persona, aunque desde el principio del asunto es un politeísta que padece un ligero politeísmo, ya que entrega a la gente sus creencias verdaderas y sus conocimientos religiosos, cuando deberían ser pura y únicamente para Dios, puesto que la Verdad Altísima es el único dueño de esa esencia sagrada, dando a los demás participación en ello y permitiendo que Satanás se apodere de ello, haciendo que ese acto del corazón no sea ya para Dios.
En uno de los capítulos, explicaremos que la fe es uno de los actos del corazón y no únicamente algo intelectual.
Como dice un noble hadíz: «Toda ostentación es politeísmo.» Pero este vicio, esta atrocidad, esta oculta crueldad y este hábito degradante, termina finalmente por destruir las buenas acciones de la persona, por permitir que en su corazón entre otro aparte de Dios.
Poco a poco la oscuridad de este vicio causa que la persona marche sin fe de este mundo. Esta fe imaginaria que posee no es más que un concepto sin sentido, un cuerpo sin alma y una cáscara sin fruto, inaceptable para Dios, como indica ese hadíz transmitido por Ali ibn Sálem y recogido en el excelente libro Al-Kafi, que dice: «Escuche decir a Abu Abdel lah, sobre él la paz: Dijo Dios poderoso y majestuoso: Yo soy el mejor de los socios. Yo no acepto el acto de quien asocia conmigo a otros en lo que hace. Sólo acepto de él lo que hace únicamente para Mí.»

Es evidente, por lo tanto, que Dios no presta a los actos del corazón si no son puros, ni los acepta y se los transfiere al otro socio que es aquel para quien se ha hecho alarde de ellos.
Después, las prácticas del corazón realizadas para otro que Dios traspasan los límites del politeísmo y entran en el terreno de la pura incredulidad. De manera que se puede decir que esa persona pasa a formar parte de los hipócritas. Mientras su politeísmo es débil también su hipocresía es débil. El pobre desgraciado piensa que es un creyente pero es un politeísta al principio y al final deviene un hipócrita y probará el castigo reservado a los hipócritas.
¡Ay de aquel cuyos actos acaban en hipocresía!

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