domingo, 23 de mayo de 2010

Las causas de fondo de las recurrentes crisis financieras globales

24-05-2010
Henry C. K. Liu
New Deal 2.0

Graves crisis financieras globales se han venido sucediendo década tras década: el desplome de 1987, la crisis financiera asiática de 1997 y la crisis crediticia de 2007. Esa recurrente pauta ha sido generada por la total desregulación financiera a escala planetaria. Pero las causas de fondo han sido la hegemonía del dólar y el Consenso de Washington.

El caso de Grecia

Siguiendo un malhadado asesoramiento neoliberal y fundamentalista de mercado, Grecia abandonó su moneda nacional, el dracma, a favor del euro en 2002. Este paso, críticamente cargado de consecuencias, permitió al Gobierno griego beneficiarse de la fortaleza del euro –no derivada, huelga decirlo, de la fortaleza de la economía griega, sino de la fortaleza de las economías más fuertes de la eurozona— para contratar préstamos a tasas de interés más bajas, respaldadas con el colateral de activos griegos denominados en euros. Con nuevo crédito disponible, Grecia se emborrachó con el gasto financiado por la deuda, con proyectos de elevado perfil, como las Olimpíadas de Atenas 2004, que dejaron a la nación griega con una enorme deuda soberana no denominada en su moneda nacional. Estos empréstitos públicos en tiempos de auge significaban una manifiesta distorsión de las políticas económicas keynesianas de financiación del déficit, consistentes en enfrentarse a las recesiones cíclicas respaldándose en los excedentes acumulados en los ciclos de auge. Lo que hizo Grecia, al revés, fue acumular masivamente deuda mientras se hinchaba su burbuja económica inducida por la deuda.

La trampa del euro

Al adoptar el euro, una moneda gestionada por la política monetaria del supranacional Banco Central Europeo (BCE), Grecia abdicó voluntariamente de su soberanía en materia de política monetaria nacional, y eso en la confianza, falsamente confortable, de que una política monetaria supranacional diseñada para las economías más robustas de la eurozona funcionaría también para una Grecia endeudada hasta las cejas. Como Estado miembro de la eurozona, Grecia puede ingresar y tomar prestados euros sin verse afectada por tasas de cambio, pero no puede emitir euros aun a costa de inflación. La incapacidad de emitir euros expone a Grecia al riesgo de quiebra de la deuda soberana en caso de déficit fiscal prolongado, y la deja sin las opciones abiertas a una solución monetaria nacional independiente, como la devaluación de la moneda nacional.

A despecho de la verborrea sobre el euro como incipiente alternativa al dólar como moneda de reserva, el euro no es en realidad sino otra moneda derivada del dólar. A pesar de que el PIB de la Unión Europea es mayor que el de los EEUU, el dólar sigue dominando los mercados financieros en todo el mundo como moneda de referencia a causa de la hegemonía política del dólar, que exige la denominación en dólares de todas las mercancías básicas. El petróleo puede comprarse con euros, pero aprecios sujetos al valor de cambio del euro en relación con el dólar. Ocurre, simplemente, que la Unión Europea, no posee el poder geopolítico que los EEUU vienen teniendo desde el final de la II Guerra Mundial.

La hegemonía del dólar y el Consenso de Washington

El crecimiento económico bajo la hegemonía política del dólar exige que las naciones que participan en los mercados sigan las reglas del Consenso de Washington, un término acuñado en 1990 por un economista del Institute of International Economics, John Williamson, para resumir la sincronizada ideología de los economistas del establishment radicados en Washington, una ideología que reverberó a escala planetaria durante un cuarto de siglo como evangelio de las reformas económicas indispensables para el crecimiento en una economía de mercado globalizada. Esa ideología ha metido a buena parte del globo en crisis financieras recurrentes.

Inicialmente aplicado a América Latina, y finalmente a todas las economías en vías de desarrollo, el Consenso de Washington ha terminado por ser sinónimo de la doctrina del neoliberalismo globalizado o fundamentalismo de mercado y a describir, en un angosto marco de limitaciones ideológicas, un conjunto de prescripciones políticas universales fundadas en principios de libre mercado y disciplina monetaria. Promueve para todas las economías control macroeconómico, apertura comercial, medidas microeconómicas favorables al mercado, privatización y desregulación en beneficio de una fe ideológicamente dogmática en la capacidad del mercado para resolver más eficientemente cualquier problema socioeconómico. Con el oscurantismo dogmático va también la resuelta negativa a admitir la obvia contradicción entre la pretendida eficiencia teórica del mercado y la empírica incapacidad para erradicar la pobreza o las crecientes desigualdades de ingresos y riqueza.

Vuelve la pugna entre el capital y los salarios

El crecimiento del capital financiero ha de lograrse a expensas del crecimiento del capital humano. El equilibrio monetario sin perturbaciones inflacionarias ha de lograrse manteniendo los salarios bajos a través del desempleo estructural. Las bolsas de pobreza en la periferia se consideran en el precio necesario para la prosperidad del centro. Dogmas de ese jaez confieren al desempleo y a la pobreza, verdadera catástrofe económica, una inmerecida aura de respetabilidad conceptual. La intervención del Estado ha sido traída a colación sobre todo para reducir el poder de los trabajadores en el mercado a favor del capital y favorecer mecanismos de mercado descaradamente predatorios.

El conjunto de reformas prescritas por el Consenso de Washington se compone de 10 directrices: 1) disciplina fiscal; 2) reorientación del gasto público hacia áreas que ofrezcan rendimientos económicos elevados; 3) reformas fiscales para bajar los tipos marginales y ensanchar la base fiscal; 4) liberalización de los tipos de interés; 5) tasas de cambio competitivas; 6) liberalización del comercio; 7) liberalización de la inversión exterior directa (IED); 8) privatización; 9) desregulación; y 10) afianzamiento de los derechos de propiedad privada.

Los Estados abdican de sus responsabilidades

Esas directrices vienen a sumarse por doquiera a una reducción generalizada del papel central del Estado en la economía, de su primaria obligación de proteger a los débiles frente a los fuertes, de fuera y de dentro. El desempleo y la pobreza se ven entonces como fenómenos temporales, morralla transitoriamente caída en el proceso de selección natural de los mercados, efectos inevitables de una evolución económica que, a largo plazo, generará una economía más robusta.

Los economistas neoliberales arguyen que el desempleo y la pobreza, plagas económicas letales en el corto plazo, pueden traer consigo beneficios macroeconómicos en el plazo largo. Hay gente para todo: también algunos historiadores arguyen perversamente que la Peste Negra (1348) tuvo consecuencias beneficiosas a largo plazo para la sociedad europea.

La resultante escasez de fuerza de trabajo empujó, a corto plazo, al alza los salarios a mediados del siglo XIV, y el súbito incremento de la mortalidad trajo consigo una sobreabundancia de bienes, lo que hizo que se desplomaran los precios. Esas dos tendencias provocaron causalmente un incremento del nivel de vida de los supervivientes. Sin embargo, la escasez de mano de obra causada por la Peste Negra forzó a los terratenientes a frenar el proceso de liberación de los siervos y a extraer más trabajo de ellos. En reacción a eso, los campesinos se sirvieron en muchos frentes de su acrecido poder de mercado para exigir un tratamiento más equitativo o para aligerar las cargas soportadas. Frustrados, los gremios se rebelaron en las ciudades y los campesinos se rebelaron en el campo. La Jacquerie francesa de 1358, la Revuelta Campesina en la Inglaterra de 1381, la Rebelión Catalana de 1395, así como muchas revueltas en Alemania, muestran hasta qué punto llegó la mortalidad a quebrantar las relaciones económicas y sociales tradicionales.

El neoliberalismo ha generado en el último cuarto de siglo una situación que se traduce en violentas protestas políticas en todo el globo, siendo la forma más extremista de las mismas el terrorismo. Pero al menos la plaga bubónica fue desencadenada por la naturaleza, no por una idea fija ideológica humana. Y el neoliberalismo mantiene a los trabajadores en el desempleo, pero vivos, con ayudas de subsistencia, al tiempo que conserva una perpetua reserva de trabajo excedente para evitar que los salarios suban a causa de escasez de fuerza de trabajo, lo que monta tanto como eliminar hasta los crueles beneficios a largo plazo de la Peste Negra.

Encogimiento del Estado

El Consenso de Washington se ha venido caracterizando como un “encogimiento del Estado” (Informe anual de la las Naciones Unidas, 1998) y un “nuevo imperialismo” (M. Shahid Alam, “Does Sovereignty Matter for Economic Growth?”, 1999). Pero el daño real provocado por ese Consenso dista aún mucho de reconocerse comúnmente: en lo que realmente consiste es en un conjunto de prescripciones para generar Estados fracasados entre las economías en vías de desarrollo que participan en los mercados financieros globalizados. Incluso en las economías desarrolladas, el neoliberalismo genera un síndrome, tan peligroso como generalmente inadvertido, de Estado fallido. [1]

NOTA: [1] Véase mi artículo del 3 de febrero de 2005: World Order, Failed States and Terrorism, señaladamente la primera parte (de 10): The Failed State Cancer. El presente artículo resume un trabajo extenso publicado en Asia Times.

Henry C.K. Liu es un reconocido analista económico y político que escribe regularmente en Asia Times. Es consejero del Roosevelt Institute norteamericano, y forma parte del equipo rector de la revista New Deal 2.0.

Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3342

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¿Por qué Arizona?

24-05-2010
Jorge Durand
La Jornada

Arizona es un entidad de Estados Unidos atípica. Forma parte del legendario Far West, donde los hombres portaban y usaban pistolas para hacer valer sus derechos o pretensiones.
Fue considerado como territorio hasta 1912, en que finalmente logró la categoría de Estado. El último en lograrlo, exceptuando Alaska. Ha sido una tierra de frontera, de conquista. Allí se fraguó el último acto de rapiña, dígase venta o, mejor dicho, compra del territorio nacional: La Mesilla, de 76.845 kilómetroa cuadrados.

Era tierra de indios indómitos: apaches, navajos, pimas; de guerreros de leyenda como Cochise y Gerónimo. También de bandidos sociales como el enigmático Joaquín Murrieta, que si no nació en Chile, debe haberlo hecho en Trincheras, en el desierto de Altar, frontera con Arizona, donde tenía parientes. La agricultura, la ganadería y las minas definen a Arizona y a sus trabajadores.

Fue tierra de refugio para los indios Yaquis que huían de la guerra que les había declarado Don Porfirio. Desde ahí contrabandeaban armas para sus hermanos que seguían en la lucha. Eran fervientes seguidores de la Santa de Cabora, que también se refugió en Arizona, ella protegía a los indios, los bendecía y animaba en su lucha contra el mal gobierno. Todavía queda un grupo de indios Yaquis en Arizona, reconocidos como minoría india por el gobierno americano que vive en Guadalupe.

En ese poblado, muy cerca de Fenix (ahora Phoenix), subsiste una plaza tan gigantesca como polvorienta. Un territorio que no ha tocado la urbanización de esta ciudad en expansión, quizá porque allí viven muchos indios y mexicanos. Allí están enclavadas dos iglesias memorables y entrañables: la pequeña capilla yaqui y la más grande española, que lleva por nombre Nuestra Señora de Guadalupe. En una se realizan ritos indios, en la otra occidentales. Guadalupe parece ser un pueblo muerto en vida, desolado y azotado por el calor y el viento. Ahora por las huestes del sheriff Joe Arpaio y sus secuaces, uno de los principales promotores e instigadores de la ley SB 1070.

Arizona tiene una larga frontera con México, que alcanza los 624 kilómetros. No obstante, la inmensa mayoría de la población de Arizona es blanca (79,8 por ciento) según la terminología y las últimas estimaciones del American Community Survey 2006-2008. Los hispano-latinos son una minoría: en 1990 era apenas 688.000, en la siguiente década alcanzaron el millón y, finalmente, en 2006 la población latina es de 1.877.267, de los cuales son de origen mexicano 1.681.834. Sin duda se trata de un crecimiento notable de la población hispana, y sobre todo mexicana, en Arizona.

No podía ser de otro modo. Es el resultado directo de la política migratoria estadunidense que ha tenido como uno de sus principales objetivos disuadir dl cruce subrepticio por medio del incremento de los costos y riesgos. La manera de hacerlo es clara y transparente. Se sellaron las tradicionales puertas de entrada por California y Texas y se desviaron los flujos hacia los desiertos de Altar y Sonora que tienen frontera con Arizona. De acuerdo con datos del Mexican Migration Project en 1990 la mayoría de migrantes irregulares mexicanos (67 por ciento) cruzaba por Tijuana, Baja California, en cambio por Sonora sólo cruzaba eel 9 por ciento. La situación cambió en 2003, por Sonora cruzaba 66 por ciento y por Baja California 16 por ciento.

Además de ser mayoritariamente blanca, la población de Arizona está residencialmente concentrada en el condado de Maricopa, donde viven dos tercios de la población del estado. Y es en el área metropolitana de Phoenix donde se han efectuado la mayor cantidad de operativos antinmigrantes, donde los trabajadores migrantes son visibles y por tanto perseguidos y estigmatizados, no así en las zonas rurales. Por ejemplo, no hay noticias de arrestos y redadas en el condado de Yuma, fronterizo con México y con una gran actividad agrícola. Es ampliamente conocido que la mayoría de los trabajadores agrícolas son indocumentados, pero no los persiguen porque son la base laboral estratégica de toda la industria agrícola estadunidense.

Sucede algo similar con las detenciones de tráfico. Según una investigación realizada por la American Civil Liberties Union de Arizona (ACLU), al analizar más de medio millón de infracciones, durante julio de 2006 y junio de 2007, perciben un claro sesgo que afecta a la gente de color: negros, latinos e indios americanos. También hay un sesgo importante de acuerdo con la ubicación de las carreteras, mientras que en el sur los latinos detenidos son 36 por ciento, en promedio, en dos autopistas del norte los latinos detenidos son 17 por ciento. La investigación y los datos aportados en el juicio correspondiente en una corte federal, contra el estado de Arizona, indican que hay claro sesgo en contra de los latinos. Por eso la investigación se titula “Driving While Black or Brown” que viene del código DWI “Driving While Intoxicated” que se utiliza para prevenir y perseguir a los conductores que manejan en estado de ebriedad.

Sin embargo, lo interesante del rumbo que está tomando la lucha en contra de la ley SB 1070 es que se enmarca dentro la lucha en contra de la discriminación. En Estados Unidos rigen dos principios fundamentales: se presume que todos son inocentes y que todos son iguales ante la ley. Sin embargo la ley de Arizona va en contra de estos dos principios. Si se sospecha que alguien es ilegal no se presume inocencia sino culpabilidad. Y el mecanismo para arrancar la ley pone en evidencia que se aplicará de manera discriminatoria. A los blancos de Arizona no se les va a preguntar si tienen o no papeles, eso los hace diferentes frente a la ley.

De una y otra forma se va conformando un nuevo espectro político en Estados Unidos y se va perfilando una posible alianza entre negros y latinos. Un camino tortuoso, lleno de incomprensiones y racismos mutuos. Pero los une una evidencia irrefutable y una constatación cotidiana: la pertenencia a una misma clase social y la discriminación que sufren día a día. Dos motivos, más que suficientes, para trabajar unidos y superar sus propios miedos y prejuicios.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/05/23/index.php?section=opinion&article=025a1eco

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El Ejército Israelí Prepara Evacuaciones Masivas en Caso de Guerra

Al-Manar
20/05/2010

Los medios israelíes informaron el lunes que el Mando del Frente Interno del Ejército de ocupación israelí está diseñando un plan para la evacuación masiva de colonos en el caso de ataques con misiles y cohetes, añadiendo que los misiles de Hezbollah pueden atacar cualquier lugar en los territorios ocupados.

El plan será estudiado como parte de las maniobras del Mando del Frente Interno. Responsables de defensa israelíes se están preparando para diversos escenarios de guerra, incluyendo masivos ataques con misiles en el frente interno.

Las autoridades de ocupación israelíes asumen que gran número de cohetes y misiles serían lanzados contra las zonas próximas a la frontera norte. Otros cohetes con cabezas más pesadas irían dirigidos al área del Gran Tel Aviv y algunas bases militares podrían convertirse también en primeros objetivos.

Fuentes israelíes en el Mando del Frente Interior dijeron que en caso de guerra, el Estado sólo evacuaría a los colonos de ciertas áreas como la frontera norte, que puede ser atacada por un fuente bombardeo.

El principal desafío, señaló un oficial del Frente Interior a Haaretz, consiste en ayudar a los colonos que saldrían de sus hogares por propia iniciativa.

“En 1991, algunos iban a trabajar durante el día y por la noche querían reunirse con sus familias en el centro de la ciudad porque la región de Dan estaba considerada un área de alto riesgo,” dijo un oficial. “Pero en aquel tiempo cayeron sólo 42 misiles. Esta vez los escenarios contemplan ataques con miles de misiles y cohetes.”

Algunos colonos podrían decidir que es mejor trasladarse a áreas de riesgo menor, añadió.

Durante la Segunda Guerra de Líbano en 2006, muchos colonos del Norte huyeron al centro del país y los asentamientos de Cisjordania, que estaban fuera del alcance de los misiles de Hezbollah en aquel tiempo.

“Será imposible ignorar ya ese fenómeno. Tendremos que preparanos para cientos de miles de evacuados durante una guerra. Creemos que el 70% hará sus propios preparativos para alojarse en las casas de parientes o en hoteles,” dijo el oficial israelí.

El jefe del Mando del Frente Interior, Yair Golan, escribió recientemente un documento que subraya los principales puntos del plan de evacuación. Este documento fue distribuido al Estado Mayor General y el Ministerio de Defensa israelíes.

El Estado debería ser responsable de ayudar a las autoridades locales que alberguen a los colonos procedentes de zonas de alto riesgo, escribió Golan. Deben ser procurados fondos a las autoridades que lo necesiten; deben encontrarse edificios públicos que sirvan como refugios temporales y las autoridades deben tener voluntarios, doctores y trabajadores sociales preparados.

Golan también propone que se hagan listas de familias dispuestas a recibir a evacuados. Las áreas subterráneas, como aparcamientos, deberían ser consideradas como posibles lugares de residencia, así como las ciudades de tiendas en reservas naturales e incluso las bases del Ejército de bajo riesgo.

La preparación de los asentamientos que reciban a colonos que huyan de las áreas de alto riesgo implicará lazos más estrechos entre el Ejército israelí y las autoridades locales, un proceso que se inició en la Guerra de Julio de 2006. Sesenta y ocho asentamientos tomarán parte en las maniobras de la próxima semana.

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En el euro se decide el destino de la UE

24-05-2010
Jürgen Habermas
Sin Permiso / El País

El filósofo alemán Jürgen Habermas exige a los Estados una mayor implicación política para defender a la UE de los ataques financieros y muestra que la Alemania actual no está en el mejor momento para asumir el liderazgo.

Días decisivos: Occidente celebra el 8 de mayo y Rusia el 9 de mayo la victoria sobre la Alemania nacionalsocialista; también aquí, en Alemania, se habla de día de la liberación. Este año, las fuerzas de la alianza que lucharon contra Alemania (con la participación de una unidad polaca) celebraron conjuntamente un desfile de la victoria. En la Plaza Roja de Moscú Angela Merkel estaba justo al lado de Vladímir Putin. Su presencia confirmaba el espíritu de aquella nueva Alemania surgida en la posguerra, cuyas distintas generaciones no han olvidado que también fueron liberadas, a costa de los mayores sacrificios, por el Ejército ruso.
La canciller llegó desde Bruselas, donde había tratado de una derrota de un tipo completamente distinto. La imagen de la conferencia de prensa en la que se anunció la decisión de los jefes de Gobierno de la UE sobre el fondo de rescate común para contrarrestar los ataques al euro traicionaba la convulsa mentalidad no de aquella nueva Alemania, sino de la Alemania de hoy. La chirriante foto muestra las caras petrificadas de Merkel y Nicolas Sarkozy: unos jefes de Gobierno exhaustos que ya no tienen nada que decirse. ¿Acabará siendo esa foto el referente iconográfico del fracaso de una manera de ver Europa que ha marcado su historia durante más de medio siglo?

Mientras que en Moscú Merkel estaba a la sombra de la tradición de la antigua República Federal, este 8 de mayo pasado, en Bruselas, la canciller dejaba tras sí algo distinto: la lucha de semanas de una empedernida defensora de los intereses nacionales del Estado económicamente más poderoso de la UE. Apelando al ejemplo de la disciplina presupuestaria alemana, había bloqueado una acción conjunta de la Unión que habría respaldado a tiempo la credibilidad de Grecia frente a una especulación que buscaba la quiebra del Estado. Una serie de declaraciones de intenciones ineficaces había impedido una acción preventiva conjunta. Grecia como un caso aislado.

Hasta que no se ha producido la última conmoción bursátil, la canciller no ha cedido, ablandada por el masaje anímico colectivo del presidente de Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo. Por temor a las armas de destrucción masiva de la prensa amarillista parecía haber perdido de vista la potencia de las armas de destrucción masiva de los mercados financieros. No quería de ninguna manera una eurozona sobre la que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pudiera decir al día siguiente: quien no quiera la unificación de las políticas económicas, debe olvidarse también de la Unión Monetaria.

La cesura

Desde entonces, todos los afectados empiezan a vislumbrar el alcance de la decisión que se tomó el 8 de mayo de 2010 en Bruselas. Las medidas de emergencia sobre el euro adoptadas de la noche a la mañana han tenido consecuencias distintas de las de todos los bail outs habidos hasta la fecha. Como ahora es la Comisión quien suscribe los créditos en los mercados representando a la Unión Europea en su conjunto, este mecanismode crisis se ha convertido en un instrumento de comunidad que transforma las bases económicas de la Unión Europea.

El hecho de que a partir de ahora los contribuyentes de la zona euro avalen solidariamente los riesgos presupuestarios del resto de los Estados miembros supone un cambio de paradigma. Se ha tomado conciencia así de un problema reprimido desde hacía mucho tiempo. La crisis financiera, amplificada a crisis de Estado, nos trae el recuerdo de los errores originales de una Unión Política incompleta que se ha quedado a mitad de camino. En un espacio económico de dimensiones continentales, sumamente poblado, surgió un Mercado Común con una moneda parcialmente común, sin que al mismo tiempo se introdujeran competencias que sirvieran para coordinar eficazmente las políticas económicas de los Estados miembros.

Hoy ya nadie puede rechazar de plano, calificándola de irrazonable, la exigencia formulada por el presidente del Fondo Monetario Internacional de un "gobierno económico europeo". Los modelos de una política económica "conforme a las reglas" y de un presupuesto "disciplinado", según lo establecido en el Pacto de Estabilidad, no están a la altura de los desafíos de una adaptación flexible a constelaciones políticas en rápida transformación. Claro que hay que sanear los presupuestos nacionales. Pero no se trata únicamente de las trapacerías griegas o de las ilusiones de bienestar españolas, sino de una equiparación político-económica de los niveles de desarrollo dentro de un espacio monetario con economías nacionales heterogéneas. El pacto de Estabilidad, que precisamente Francia y Alemania tuvieron que dejar en suspenso en 2005, se ha convertido en un fetiche. No bastará con endurecer las sanciones para equilibrar las consecuencias no deseadas de la deseada asimetría entre la completa unificación económica de Europa y su incompleta unificación política.

Incluso la sección de Economía del Frankfurter Allgemeine Zeitung considera que "la unión monetaria está en la encrucijada". El periódico atiza con un escenario de horror la nostalgia por el marco alemán en contra de los "países con monedas débiles", mientras que una amoldable canciller habla repentinamente de que los europeos deben buscar "una mayor integración económica y financiera". Pero no hay, a lo ancho y a lo largo, huella alguna de la conciencia de una profunda cesura. Unos confunden la conexión causal entre la crisis del euro y la crisis bancaria y apuntan exclusivamente el desastre a la falta de disciplina presupuestaria. Otros se afanan denodadamente en reducir el problema de la falta de coordinación entre las políticas económicas nacionales a una mera cuestión de mejora de la gestión.

La Comisión Europea quiere que el fondo de rescate, de duración limitada, se mantenga a largo plazo, además de inspeccionar los planes presupuestarios nacionales, incluso antes de que estos se hayan sometido a los parlamentos nacionales. No es que estas propuestas sean descabelladas. Pero es una falta de vergüenza sugerir que semejante intervención de la Comisión en el derecho presupuestario de los parlamentos no tocaría los tratados y no aumentaría de forma inaudita el déficit democrático que se arrastra desde hace tanto tiempo. Una coordinación eficaz de las políticas económicas debe conllevar un reforzamiento de las competencias del Parlamento de Estrasburgo; también planteará, en otros ámbitos políticos, la necesidad de una mejor coordinación.

Los países de la zona euro se enfrentan a la alternativa entre una profundización de la cooperación europea y la renuncia al euro. No se trata de la "vigilancia recíproca de las políticas económicas" (Trichet), sino de una actuación común. Y la política alemana está mal preparada para esto.

Cambio generacional y nueva indiferencia

Tras el Holocausto, hicieron falta esfuerzos de décadas -desde Adenauer y Heinemann, pasando por Brandt y Helmut Schmidt, hasta Weizsäcker y Kohl- para el retorno de la República Federal al círculo de las naciones civilizadas. No bastaba con la astuta táctica marcada por el ministro de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, de orientarse a Occidente por razones de oportunidad. Era precisa una transformación, infinitamente trabajosa, de la mentalidad de toda la población. Lo que acabó por propiciar un talante conciliador en nuestros vecinos europeos fueron, en primer término, la transformación de las convicciones normativas y el cosmopolitismo de las generaciones más jóvenes, crecidas en la República Federal. Y, naturalmente, en la actividad diplomática marcaron la pauta las convicciones creíbles de los políticos en activo durante aquella época.

El manifiesto interés de los alemanes por una unificación europea pacífica no era suficiente para desactivar la desconfianza hacia ellos, históricamente fundamentada. Los alemanes occidentales parecían conformarse con la división nacional. A ellos, con el recuerdo de sus excesos nacionalistas, no habría de resultarles difícil renunciar a la reivindicación de sus derechos de soberanía, asumir en Europa el papel del principal contribuyente neto y, si hacía falta, adelantar créditos que, en cualquier caso, redundaban en beneficio de la República Federal. El compromiso alemán, para ser convincente, tenía que tener un arraigo normativo. Jean-Claude Juncker ha descrito bien esa prueba de esfuerzo cuando, en alusión al frío cálculo de intereses de Angela Merkel, echaba en falta la disposición a "aceptar riesgos en la política interna en pro de Europa".

La nueva intransigencia alemana tiene raíces profundas. Ya con la reunificación se transformó la perspectiva de una Alemania que había crecido y se ocupaba de sus propios problemas. Más importante fue la quiebra de las mentalidades que se produjo tras la marcha de Helmut Kohl. Con la excepción de un Joschka Fischer prematuramente agotado, desde la toma de posesión de Gerhard Schröder gobierna una generación normativamente desarmada que permite que una sociedad cada vez más compleja le imponga un trato cortoplacista con los problemas del día a día. Consciente de la reducción de los márgenes de juego político, renuncia a fines y a intenciones de transformación política, por no hablar de un proyecto como la unificación de Europa.

Hoy las élites alemanas disfrutan de una recuperada normalidad nacional estatal. Al final de un largo camino hacia Occidente han adquirido su certificado de madurez democrática y pueden volver a ser como los demás. Ha desaparecido aquella nerviosa disposición a acomodarse con mayor prontitud a la constelación posnacional de un pueblo vencido también moralmente y obligado a la autocrítica. En un mundo globalizado todos deben aprender a incorporar a la propia perspectiva la de los otros, en vez de retraerse a la mezcla egocéntrica de esteticismo y optimización del beneficio. Un síntoma político del retroceso de la disposición a aprender son las sentencias sobre los tratados de Maastricht y Lisboa del Tribunal Constitucional alemán, que se aferran a superados dogmatismos jurídicos relativos a la soberanía. La mentalidad del ensimismado coloso centroeuropeo, que gira en torno a sí misma y que carece de ambición normativa, ya no es ni siquiera garantía de que la Unión Europea se mantendrá en su tambaleante status quo.

La adormecida conciencia de crisis

Cambiar de mentalidad no es razón alguna para hacer reproches; pero la nueva indiferencia tiene consecuencias para la percepción política del desafío actual. ¿Quién está realmente dispuesto a sacar de la crisis bancaria aquellas conclusiones que la cumbre del G-20 de Londres plasmó en bellas declaraciones de intenciones... y a luchar por ellas?

Por lo que respecta a la doma del asilvestrado capitalismo financiero, nadie puede engañarse sobre la voluntad mayoritaria de las poblaciones. Por primera vez en la historia del capitalismo, en el otoño de 2008 sólo pudo salvarse la columna vertebral del sistema económico mundial, impulsado por los mercados financieros, gracias a las garantías de los contribuyentes. Y este hecho -que el capitalismo no pueda ya reproducirse por sus solas fuerzas- se ha fijado desde entonces en las conciencias de los ciudadanos que, como ciudadanos-contribuyentes, tuvieron que salir fiadores del fracaso del sistema.

Las exigencias de los expertos están sobre la mesa. Se está hablando sobre el aumento de los fondos propios de los bancos, una mayor transparencia para las actuaciones de los fondos especulativos de inversión, la mejora de los controles de las bolsas y las agencias de calificación de riesgos financieros, la prohibición de instrumentos especulativos llenos de imaginación pero dañinos para las economías nacionales, la imposición de una tasa a las transacciones financieras, el reforzamiento de las provisiones bancarias, la separación de la banca de inversión y comercial o la disgregación preventiva de los complejos bancarios demasiados grandes para caer. En la cara de Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank y astuto lobbista mayor de la banca alemana, se reflejaba un cierto nerviosismo cuando la periodista televisiva Maybrit Illner le daba a elegir entre algunos de estos "instrumentos de tortura" de los legisladores.

No es que la regulación de los mercados financieros sea tarea sencilla. Para llevarla a cabo también se requiere, sin duda, el conocimiento especializado de los banqueros más taimados. Pero las buenas intenciones fracasan no tanto por la complejidad de los mercados como por la pusilanimidad y falta de independencia de los Gobiernos nacionales. Fracasan por una apresurada renuncia a una cooperación internacional que se ponga como fin el desarrollo de las capacidades de actuación políticas de las que se carece... y ello en todo el mundo, en la Unión Europea y en primerísimo lugar dentro de la zona euro. En el asunto de la ayuda a Grecia, los negociantes y especuladores en divisas creyeron antes el hábil derrotismo empresarial de Ackermann que la tibia aprobación de Merkel al fondo de rescate del euro; realmente, no tienen confianza alguna en la decidida disposición a cooperar de los países de la zona euro. ¿Cómo podrían ser de otra manera las cosas en una Unión que derrocha sus energías en peleas de gallos para llevar a las figuras más grises a los cargos más influyentes?

En épocas de crisis, incluso los individuos pueden hacer historia. Nuestra enervada élite política, que prefiere seguir los titulares del Bildzeitung, no puede convencerse a sí misma de que son las poblaciones quienes impiden una unificación europea más profunda. Saben perfectamente que el retrato demoscópico de la opinión de la gente no es lo mismo que el resultado de la formación de una voluntad democrática deliberativamente constituida de los ciudadanos. Hasta hora, no ha habido en país alguno una sola elección europea o un solo referéndum en el que se haya decidido sobre algo que no sean temas y listas electorales nacionales. Sin mencionar siquiera la miopía nacional-estatal de la izquierda (y aquí no hablo sólo del partido alemán La Izquierda), hasta este momento todos los partidos políticos nos deben el intento de conformar políticamente la opinión pública mediante una Ilustración a la ofensiva.

Con un poco de nervio político, la crisis de la moneda común puede acabar produciendo aquello que algunos esperaron en tiempos de la política exterior común europea: la conciencia, por encima de las fronteras nacionales, de compartir un destino europeo común.

Jürgen Habermas es el filósofo alemán más reconocido internacionalmente.

Traducción de Jesús Alborés Rey


El País, 23 mayo 2010

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3329

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El FMI ¿salva o ahoga a la Unión Europea?

Según Paul Volcker, director del Consejo de la Reactivación Económica en la Casa Blanca, los europeos deben aceptar una gobernanza externa y establecer la paridad entre el euro y el dólar.

24-05-2010
Hedelberto López Blanch
Rebelión

Las drásticas medidas económicas aplicadas en varios países europeos tras la crisis surgida en Grecia, han permitido que el Fondo Monetario Internacional (FMI) se este convirtiendo en el inspector financiero del orbe como propuso en febrero de este año su director Dominique Strauss-Kahn durante una reunión del Comité de Bretton Woods celebrada en Washington.

El FMI, surgido en 1944 (junto al Banco Mundial) como mecanismo de dominación de los países capitalistas, había ejercido el control financiero sobre las naciones pobres del mundo y hace varios años comenzó a sufrir un declive al ser rechazado por imponer políticas neoliberales y de libre comercio a sus deudores, con empréstitos leoninos, que han llevado la pobreza a millones de personas en el orbe.

La crisis surgida en Estados Unidos en 2008, cuyos desastrosos efectos se han extendido por todas las regiones, motivaron a que Washington y las naciones desarrolladas buscaran mecanismos para salvar al desprestigiado organismo.

En marzo de 2009, el Grupo de los 20 (G-20, encabezado por Estados Unidos y varios países europeos) se reunió en Londres para adoptar medidas urgentes para ese salvataje.

La mayor crisis capitalista desde la ocurrida en 1930 amenazaba no sólo con el debilitamiento de sistema sino también con sus mecanismos de dominación financiera como han sido el FMI y el Banco Mundial.

En la reunión londinense el G-20 triplicó las reservas del FMI en 750.000 millones de dólares para convertirlo en una especie de Banco Central del mundo que intervenga en los países para supuestamente evitar el derrumbe de sus miembros acosados por los ahogos económicos.

Asimismo, le entregaron además 250.000 millones en nuevas emisiones de giros, y al Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) 100.000 millones a cada uno. No existían dudas, como sobrevivencia del sistema, era imperioso salvaguardar los métodos de libre comercio, propiedad privada, la recuperación del dólar como moneda internacional y mantener las políticas neoliberales.

Como era lógico suponer, a Estados Unidos (es decir, al dueño) el FMI no le exigió ninguna medida para que controle sus graves problemas económicos y financieros que aún no ha podido resolver y que afectan al mundo entero.

Pero el derrumbe financiero en Grecia y su posible extensión a otros miembros de la Unión Europea, facilitaron la entrada del FMI en el ruedo y se ha posibilitado la solicitud de Strauss-Kahn de convertir al organismo en “supervisor del sistema financiero mundial”.

Grecia, con sus graves problemas económicos, resultó el conejillo de Indias y la puerta de entrada para el FMI en la zona euro de la Unión Europea.

La república helénica gastó por encima de sus ingresos y posibilidades, lo que la llevó a un déficit fiscal de 13,6% y a una deuda pública del 115,1% de su Producto Interno Bruto (PBI), que han motivado numerosas protestas sociales en los últimos cuatro meses.

Sin solución nacional independiente posible, presionada por los mercados y prestamistas a los cuales debía rembolsar 9.000 millones en bonos el pasado 19 de mayo, el primer ministro George Papandreou aceptó el plan de rescate financiero propuesto por la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le concede 110.000 millones de euros para tres años, de éstos 30.000 provendrán del Fondo, con la condición de imponer un durísimo plan de ajuste económico y social. Este año llegarán a sus arcas 45.000 millones.

Entre las medidas aparecen la eliminación de dos salarios extraordinarios de los funcionarios y disminución de sus salarios en un 35%; el aumento de los impuestos del 21% al 23%; se rebajarán las pensiones y la edad de jubilación se fijará a los 67 años; al alcohol y el tabaco se les agregará un gravamen del 10%; están previstas por el Ejecutivo la privatización y semi privatización de empresas estatales.

Grecia espera ahorrar 30.000 millones de euros para rebajar hasta el 2,6% en 2014 su actual déficit público que se acerca al 14%. Según el acuerdo, Atenas debe recortar el déficit hasta un 8,1% este año, 7,6% en 2011, 6,5% en 2012, 4,9% en 2013 y 2,6% en 2014.

El semanario alemán Der Spiegel, informó de que todas las medidas y acciones serán controladas por el Banco Central Europeo y el FMI. Este último podría vigilar las cuentas griegas durante todo un decenio.

Especialistas de la Unión Europea indican que los recortes en los gastos implicarán que la economía caerá un 4% en el 2010, es decir, el doble de lo previsto. Asimismo, crecerá el desempleo y se perderá poder de compra de la población en un país donde uno de cada cinco ciudadanos es pobre.

Los sindicatos han llamado a incrementar las medidas de fuerza contra los acciones del gobierno por considerarlas de amplio carácter “antisocial”, lo cual pone en vilo la estabilidad de la nación.

Como la crisis puede extenderse a otras naciones europeas, como España, Portugal, Italia e Irlanda que también tienen fuertes deudas y en los últimos años han sufrido pérdida de competitividad, varios gobiernos han cedido a los reclamos del Fondo.

Ese es el caso del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, quien hasta hace pocos días declaraba que no tomaría ninguna medida que afectara a la población.

El Gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con un déficit fiscal de 11,2% anunció sin ambages que reducirá los salarios del sector público en 5% y en 2011 se congelarán. A los ministros se les rebajará el salario en 15%, se eliminará el cheque de 2.500 euros por cada hijo nacido y se anula la entrega de 600 millones a la ayuda oficial a las naciones en desarrollo.

El objetivo es ahorrar 15.000 millones de euros y bajar el déficit al 9% en un año. La nación ibérica cuenta con la negativa cifra de un 20% de desempleo y los recortes influirán negativamente en la población menos favorecida.

La felicitación de Strauss a Zapatero no se hizo esperar y en una conversación por teléfono le aseguró que las medidas anunciadas son “apropiadas y ajustadas” a la situación actual.

En Italia, el ministro para la Simplificación Legislativa, Roberto Caldeoli anunció que el gobierno pronto presentará un ajuste presupuestario para ayudar a la economía el cual implicará sacrificio para todos.

Con los recortes se pretende disminuir el déficit presupuestario en cerca de 25.000 millones de euros durante los próximos dos años, para llevarlo por debajo de la meta del 3,0% del Producto Interno Bruto en el 2012. Portugal ha anunciado que seguirá esos derroteros.

Otros miembros de la UE, aunque no de la zona euro, como Gran Bretaña, Rumania y Bulgaria estudian medidas para reducir déficit económicos.

En definitiva, la Unión Europea, promotora junto con Estados Unidos de llevar a muchos pueblos del mundo hacia un sistema capitalista de globalización neoliberal y de privatizaciones vive hoy una de sus mayores crisis mientras el Fondo Monetario, eufórico, ofrece y impone sus recetas dirigidas a salvar los intereses de los ricos en detrimento de los pobres.

rCR

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Resistir a la Nakba

24-05-2010
Joseph Massad
Al-Ahram/Kana'an on line

1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que, por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración, sino el testimonio de que la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su marcha.

Lo mas difícil de entender en la moderna historia de Palestina y de los palestinos es el significado de la Nakba. ¿Es la Nakba un acontecimiento puntual que tuvo lugar y terminó en 1948, o es algo más? ¿Qué significan los intentos políticos de cosificar la Nakba y convertirla en un acontecimiento del pasado que se conmemora anualmente y ante cuyo formidable simbolismo nos inclinamos? ¿Cuáles son los efectos de la Nakba, episodio histórico que lamentamos pero que, en última instancia, terminamos aceptando como algo perteneciente al pasado?

Me atrevo a sugerir que convertir la Nakba en un acontecimiento del pasado, en un hecho consumado que no podemos sino aceptar, admitir y, finalmente trascender (por más que sea cierto que para ir hacia delante no podemos sino dejar la Nakba atrás), es una decisión que tiene también otras lecturas. Se ha llegado incluso a sugerir que si Israel reconoce y pide perdón por la Nakba, los palestinos perdonarían y olvidarían y los efectos de la Nakba que, a su vez, serían relegados a conmemoraciones históricas no muy diferentes a las que han tenido lugar este año.

En mi opinión, el significado de la Nakba es completamente diferente y el esfuerzo por limitarla este año a un 60 aniversario constituye un grave error. Porque, en efecto, la Nakba es mucho más antigua que esos 60 años y sigue además, a pleno rendimiento, recorriendo la historia al tiempo que acumula sobre las espaldas del pueblo palestino más y mayores calamidades cada día. Sostengo por tanto que la Nakba es un acontecimiento que dura ya 127 años y que no ha terminado todavía. 1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración sino el testimonio de que la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su marcha. Insisto por tanto en que este año no se conmemora el 60 aniversario de la Nakba sino el año más que nos toca soportar su brutalidad; insisto también en que la historia de la Nakba nunca fue un hecho histórico limitado sólo a nuestro pasado sino, decididamente, la única y verdadera historia de nuestro presente.

El significado de NAKBA

Aunque la Nakba sea una palabra traducida al Inglés con el significado de catástrofe, desastre o calamidad, estas traducciones no consiguen abarcar todas las ramificaciones y matices de su significado en lengua árabe. La Nakba es un acto perpetrado por el sionismo y sus colaboradores contra Palestina y los palestinos que ha convertido a este pueblo en mankubin (1). Ni la lengua inglesa ni la española tienen una buena traducción para esta palabra, a menos que la forcemos un poco para calificar a los palestinos como “pueblo sometido a la catástrofe, a la calamidad”. Pero a diferencia del significado griego de la palabra catástrofe que significa cataclismo producido por la Naturaleza o del latino desastre, que significa accidente calamitoso que se produce cuando las estrellas no se encuentran en el alineamiento correcto, Nakba es un acto de destrucción deliberada ejercido sobre todo un país y su gente. La palabra fue acuñada por el intelectual árabe Constantino Zureik en su breve libro AGOSTO 1948 acerca de una Nakba que se estaba produciendo en el mismo momento en el que él se encontraba escribiendo aquellas paginas, de la misma manera que se está produciendo ahora, en el mismo momento en que yo escribo estas líneas.

Hay que decir también que desde el primer momento los palestinos se resistieron a la lógica racista y colonial de la Nakba, luchando contra los colonialistas, primero desde 1880 a1890 y después en 1910, 20, 30, 50, 60 y hasta nuestros días. Si la resistencia palestina fue incapaz de prevenir la expulsión masiva de más de la mitad de su pueblo y no pudo impedir tampoco el descarado robo de la mayor parte de sus tierras, tuvo sin embargo más éxito en lo que se refiere a la derrota de la memoria oficial sionista. En efecto, la memoria ha sido siempre un componente clave en la resistencia Palestina. Cuando los palestinos insisten en nombrar a su país, a sus ciudades y sus pueblos con sus nombres originales, no sólo están rechazando los vulgares nombres con los que el sionismo ha ido re-nombrando su tierra, sino que están construyendo una memoria geográfica que Israel se ha empeñado en hacer desaparecer, incluso físicamente. La crueldad sionista ha sido tal que, durante los 50 primeros años después su creación, Israel ha seguido insistiendo no sólo en que los palestinos no existían como pueblo sino, ni siquiera, como nombre y que incluso este nombre palestinos no debería siquiera pronunciarse.

Y es que para los sionistas esta palabra funciona como una suerte de encantamiento que tendría el poder de hacerlos desaparecer. No andan muy equivocados pues esta palabra, en si misma, la mejor forma de resistencia contra la memoria oficial, se constituye a sí misma en fuente de resistencia, tanto en la vida como en la cultura palestina, en su identidad y en su sentido de la nacionalidad, cosas que Israel había creído erradicar para siempre y cuya simple supervivencia constituye una amenaza para esa operación de la memoria basada en la invención ficticia de una no-Palestina o de unos no-palestinos.

La contra-memoria palestina está en directa confrontación con los logros de una Nakba diseñada para hacer olvidar el nombre de Palestina como nombre geográfico y una ofensa a los esfuerzos de la Nakba actual y pretende hacernos olvidar que los palestinos son una nación al poner el énfasis en una historia pre-Nakba. La supervivencia de los palestinos desde que comenzó la Nakba, y a pesar de los continuos esfuerzos que se han hecho para acabar con ellos, convierte la Nakba en una victoria sionista muy poco rentable. Es en este contexto es donde se comprende mejor la insistencia israelí de dar a los ciudadanos palestinos de Israel el nombre de árabes israelíes burdo intento de condenar su “palestinidad” al silencio. La insistencia sionista en que los refugiados palestinos se establezcan en sus actuales lugares de acogida haciendo que esos países les concedan su nacionalidad, es otro intento más de erradicar su nombre de la faz de la tierra.

Que hace un decenio Israel admitiera finalmente la existencia de un pueblo palestino fue sólo al precio de reducir su número a un tercio del total. Al firmar los Acuerdos de Oslo, Israel acordó con los colaboracionistas palestinos y sus líderes el precio que la Autoridad Palestina tendría que pagar para que Israel empezara a llamar a Cisjordania y a Gaza por sus verdaderos nombres. El precio fue nada menos que la "despalestinización "del resto del pueblo palestino. A cambio, los líderes colaboracionistas palestinos, bajo el disfraz de los Acuerdos de Génova, aceptarían que se triplicara el número de habitantes de un Israel reconocido públicamente como el Estado de TODOS los judíos del mundo (2) excluyendo, eso sí, a los ciudadanos palestinos que han vivido siempre ahí y sobre los que el Estado de Israel, por supuesto, gobierna.

Pero este acuerdo doloso no ha tenido éxito. Por mucho que la Autoridad Palestina haya intentado legitimarse a si misma siempre se ha visto como lo que en realidad es: a saber, un engendro del ocupante israelí no muy diferente a todos esos regimenes de marionetas que existen en Asia y África al servicio de sus antiguos amos colonialistas; la misma función que, por otra parte, cumplieron los Judenraete o Consejos Judíos creados por los nazis en los getos de la Polonia ocupada y que tenían la misión de controlar la vida de los judíos a través de los impuestos o de servicios públicos tales como Correos; o, también, como en los Batustanes que la Sudáfrica del apartheid creó como sustitutos de las tribus. El intento de la Autoridad Palestina de monopolizar el poder de nombrar a los palestinos o a los judíos fracasó igual que fracasaron los numerosos intentos que los precedieron. Y es que los palestinos insisten en seguir utilizando su nombre dentro de su propio país y, por otra parte, los judíos no-israelíes insisten en que están bien donde están y no quieren adquirir la nacionalidad israelí no importa cuanta ayuda pudiera prestarles el Gobierno de Israel. Es decir, las políticas de los nombres son las políticas del poder y la resistencia. El poder de nombrar es capaz de crear falsas historias o ficciones que pudieran ir en contra de la estricta realidad. Mientras que Israel ha conseguido imponer un cierto número de realidades físicas y geográficas sobre el terreno, su esfuerzo por erradicar la memoria histórica ha fracasado. Los palestinos siguen estando ahí para impedirlo.

La Nakba es ahora.

Ha existido siempre, es decir desde que el término Nakba empezó a utilizarse para denominar las tumultuosas acciones de 1948, un esfuerzo subterráneo que intenta redefinir su significado como algo perteneciente al pasado y no como un acontecimiento todavía en curso. No se trata de un esfuerzo epistemológico sino estrictamente elegido desde el punto de vista político. Identificar la Nakba como un hecho pasado y acabado es, a todas luces, declararle irreversible. Es insistir en el matiz de que no se podrá volver a hacer ningún esfuerzo por redefinirlo, que no existirá posibilidad alguna de levantar ningún obstáculo a su paso. Es garantizar su legitimidad histórica y política y aceptar todas sus consecuencias como algo perfectamente natural. De esta manera, la resistencia de los ciudadanos palestinos de Israel, de acuerdo con la versión sionista, no sería una verdadera resistencia anticolonialista o una que persiguiera legítimos derechos civiles nacionales sino, más bien una lucha absurda que propondría nada menos que revisar el significado de la Nakba.

Que Israel haya aprobado, en distintos campos, más de 20 leyes cuyo único objetivo es institucionalizar de alguna manera los privilegios raciales y religiosos de los judíos y sus deberes sobre los ciudadanos no-judíos, es un hecho que se nos presenta como una consagración de la normalidad de la Nakba, algo que, por su parte, los palestinos continúan negándose a aceptar. En realidad, algunos líderes israelíes, Tzip Livni entre ellos, han sugerido que los ciudadanos palestinos de Israel deberían emigrar a países que pudieran garantizarles sus derechos nacionales en lugar de seguir dentro de Israel donde NUNCA podrán conseguirlos como consecuencia directa del desarrollo de la Nakba actual. Muy a menudo se dice que “pueblos más importantes que ellos” optaron en otros tiempos por autodesplazarse de unos países que se negaban a reconocer sus derechos y emigraron a otros que se comprometieron a respetarlos. Puede que haga referencia, sin ir más lejos, a esos judíos europeos en su día responsables de la Nakba palestina. Según esta teoría, si los palestinos de Israel quieren seguir dentro de Israel, se verán forzados a aceptar la normalidad de la Nakba y, por lo tanto, su nuevo status como mankubin por lo que nunca podrían acceder a los mismos derechos de los judíos. El rechazo de estos palestinos a las consecuencias de la Nakba es, precisamente, lo que hace que quieran revertir sus efectos exigiendo a Israel que renuncie a sus leyes racistas para que, de esta forma, pueda llegar a transformarse en un verdadero estado israelí, que no judío. Israel siempre y ahora también el Presidente Bush, ha insistido en que las consecuencias de la Nakba tienen que ser aceptadas por todos los palestinos. Estas consecuencias son, en primer lugar, que fue la Nakba la que transformó a Palestina en un “Estado judío” (y no al revés); En segundo lugar, que se trata de una situación NO reversible y, por último, que no importa cuanto trabajen los movimientos civiles por los derechos humanos o lo que pueda conseguir la resistencia, esta situación ya no tiene vuelta de hoja. Sin embargo, los ciudadanos palestinos de Israel siguen negándose a aceptar este planteamiento y continúan resistiendo el mero concepto de reversibilidad. Por lo tanto, su difícil situación, dice Israel, no es consecuencia de la Nakba, sino de su irreductible empeño en resistirse a ella.

Se dice también que los refugiados palestinos que languidecen en los campos desde hace 60 años tienen las mismas características de otros refugiados que, como consecuencia de las guerras, llenan el mundo de los siglos XX y XXI. Que sus problemas, por tanto, no tienen relación alguna con las acciones sionistas llevadas a cabo en 1947-1948 y que son la causa directa de su expulsión. Pero Israel sigue insistiendo en que la causa directa de estas desgracias fue, en primer lugar, su negativa a asentarse en esos lugares de exilio así como la negativa de los países árabes que los acogieron a darles su nacionalidad. Los refugiados, siguen insistiendo los sionistas, sufren no a causa de la Nakba, sino por su negativa a aceptar la Nakba y a ellos mismos como mankubin.

Esto mismo ocurre con los palestinos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. Sus problemas, dicen los sionistas, surgieron a raíz de una guerra internacional que tuvo lugar en 1967 y cuya causa fue, precisamente, que los árabes seguían negándose a aceptar la Nakba de 1948 como un hecho permanente. Si los palestinos y sus aliados se hubieran limitado a aceptarla, las calamidades que les afligen habrían terminado.

Insistir en que la Nakba es un acto de destrucción en presente continuo es negarse a reconocer que sus objetivos han sido alcanzados. La resistencia palestina es lo único que, por tanto, explica el incompleto trabajo de la Nakba y su brutalidad siempre creciente. Israel y sus partidarios internacionales siguen insistiendo en que los palestinos tienen la obligación de reconocer la Nakba y aceptar su derrota. Aceptar también su expulsión, su ciudadanía de tercera dentro del Estado de Israel, aceptar la conquista de 1967… y que, una vez aceptadas estas cosas, sus calamidades habrían terminado. El único problema, según Israel, es que a los palestinos no les da la gana de dejar de luchar contra ella.

En 1880, cuando los colonos europeos judíos les expulsaron de las tierras que habían adquirido de los grandes propietarios absentistas y que ellos habían venido cultivando hacía siglos, los campesinos palestinos se resistieron como pudieron a la Nakba. En 1930 la resistencia palestina adoptó la forma de una gran sublevación que durante tres años se enfrentó no sólo a las fuerzas sionistas sino también a los británicos que las apoyaban. En 1947/48 cuando la mayor parte de su país fue conquistado y confiscado por las leyes racistas del Estado judío, los palestinos siguieron luchando. Todavía hoy, según Israel y el New York Times, la resistencia a la Nakba continúa tanto en Cisjordania como en Gaza lo que, de hecho, ha ido creado un gran número de Nakbas. Si los palestinos aceptaran de una vez la permanente situación de sitio que Israel ha montado sobre ellos en Gaza, la mayor prisión del mundo al aire libre, el Estado sionista de Israel no se vería forzado a bombardearles y a matar a sus hijos y a destruir sus casas, se limitaría, simplemente a matarlos de hambre pero manteniéndolos a salvo dentro de los reducidos límites de ese cómodo apartheid.

Si los palestinos aceptaran de una vez por todas su status de mankubin, la Nakba, un proceso todavía en marcha, podría, al fin, considerarse acabado. Esta visión colonial del concepto conquista no resulta desde luego excepcional, ni se ve limitado a los israelíes. ¿No fue, ahora hace cinco años, cuando la resistencia iraquí hizo frente a los planes estadounidenses de inavasión de Iraq que el Presidente Bush proclamó como “misión cumplida”? También aquí la resistencia iraquí al proceso de destrucción desencadenado por los estadounidenses sería la verdadera causa de esta destrucción y lo que en realidad impediría que la misión de ejército USA se diese por terminada.

¿Qué es entonces lo que mueve a los palestinos a resistirse a la Nakba impuesta por Israel? Moshe Dayan dio, hace tiempo, una elocuente descripción de los hechos: "Todos y cada uno de nuestros pueblos se han construido sobre los antiguas pueblos árabes. Nadie recuerda cómo se llamaban estos pueblos y yo no se lo reprocho, porque los libros de geografía que incluían esos nombres tampoco existen ya. Y no sólo han desaparecido los libros: la NAHALAL judía se levantó sobre MAHLUL; GVAT sobre JIBTA, SARID sobre HANEIFA y KFAR-JEHOSHUA sobre TEL-SHAMAN. No hay un solo lugar en este país que no tuviera antes alguna población árabe.”

El éxito de la resistencia palestina a la Nakba ha forzado a un proceso semejante que ha obligado a dar un nombre a las victorias israelíes y sionistas. Y ese nombre es el nombre por el que se las conoce hoy día en casi todo el mundo y también, aunque de manera mucho más limitada, en Estados Unidos. De manera que haciéndonos eco de las palabras de M. Dayan podríamos decir que: La resistencia palestina y su victimización ha venido a reemplazar el sentido de cada una de las conquistas y victorias sionistas. Probablemente ninguno de ustedes recuerde ya el nombre de estas victorias y tampoco nosotros podríamos reprochárselo ya que los libros de historia sionistas y la misma propaganda que una vez les confirió su legitimidad, ya no las considera legítimas. Y no solamente han perdido legitimidad estos libros o esta propaganda, sino que las victorias sionistas e israelíes que reseñaban tampoco se reconocen ya como tales. El concepto Nakba ha venido así a ocupar el de guerra de independencia israelí; apartheid reemplazó al de soberanía israelí; expulsión de los palestinos al Plan Dalet o incluso al de regreso de los judíos a su hogar ancestral; racismo institucionalizado y legal en Israel ha venido a sustituir al de democracia israelí; el de ciudadanos palestinos de Israel reemplazó al de árabes israelíes; Pueblo palestino al de comunidades-no judías de Pâlestina” tal y como la Declaración de Balfour se había atrevido a describirlas y, last but not least, el maftul palestino sustituyó al cus-cus israelí que, por su parte, continua intentando reemplazar al maftul palestino original (3). En fin, que se podría decir que no hay una sola victoria en este país a la que los palestinos no sigan desafiando, resistiéndose contra ella.

Como de forma inquebrantable continúan también resistiéndose a la Nakba y negándose a abandonar sus tierras; con huelgas, manifestaciones y desobediencia civil; a través del arte, la música y la danza; de la poesía, el teatro y la novela; escribiendo su propia historia y reafirmando su propia geografía; con denuncias ante los tribunales internaciones y las Naciones Unidas. Y también con piedras y armas. La no aceptación del derecho de resistencia que les acoge (y que está garantizado y legalizado por la ley internacional) no se limita por supuesto al uso de las armas, sino que afecta igualmente al arte, los libros, la música, a sus manifestaciones o incluso a sus reclamaciones, en todos los foros de la ONU, para que se enseñe su historia, se cuente la Nakba, se la recuerde e incluso, se rememore.

La Nakba que a finales del siglo XIX planificaron los sionistas incluía la ocupación de toda Palestina, la expulsión de la población árabe nativa silgue siendo una realidad incontestable que todavía continua su andadura. Pero mientras que las adquisiciones de tierra dieron comienzo en 1880 y el saqueo masivo tuvo lugar en 1948, Israel, a día de hoy, no ha conseguido todavía hacerse con la totalidad de Palestina. La confiscación permanente de tierras en la Jerusalén Oriental y Cisjordania constituye una parte muy importante de la Nakba actual. Los planes sionistas para convertir a la población de árabes palestinos de Israel en ARABREIN, también. Si de acuerdo con las leyes internacionales Israel no ha podido todavía expulsar a todos los palestinos ha planeado sin embargo una astuta alternativa con el objetivo, primero, de esconder detrás de un muro a todos aquellos a los que no ha podido expulsar, acotando así un espacio al que denominaría “Estado palestino” y, en segundo lugar, confinar dentro de los limites acotados por ese muro a todos aquellos palestinos que residen “fuera”, y en primer lugar a los ciudadanos palestinos residentes en Israel. El resultado, por supuesto, sería la creación de un ARABREIN ISRAEL incontaminado protegido al otro lado del muro. Hoy día, la resistencia a esta nueva Nakba esta siendo activamente castigada por Israel con la colaboración de la Autoridad Palestina y la de los gobiernos árabes patrocinados por los EEEUU.

La destrucción de más de 500 pueblos palestinos no se produjo, de repente, en 1948. Se trata de un proceso continuo que se ha venido desarrollando a lo largo de todos los años que siguieron a la conquista sionista. La expulsión de los palestinos dio comienzo en 1880, en el terrible mes de noviembre de 1947 pero es indispensable recordar que los sionistas habían expulsado a 400.000 palestinos antes del 14 de Mayo de 1948. Muchos cientos de miles más serían expulsados en los meses y años que siguieron, a lo largo de toda la década de los 50 y de nuevo a partir de 1967. Pero las expulsiones aún no han terminado. La sola presencia de los palestinos es la razón principal de que Israel pretenda deshacerse de ellos. Si los palestinos aceptasen abandonar Palestina por su propia voluntad, Israel ha asegurado que no habría más expulsiones. Me gustaría señalar que la insistencia sionista en este tipo de autodesplazamiento no se dirige sólo contra los palestinos. Desde su nacimiento hasta nuestros días, el sionismo e Israel han pedido encarecidamente y siguen pidiéndolo, que toda la judería del mundo se traslade a Israel. Igual que los palestinos, la mayoría de los judíos que viven fuera de Israel siguen resistiéndose a abandonar sus hogares. Mientras que Israel ya no puede atraer a los judíos que viven fuera (y hubo tiempos en que sí pudo) sigue sin embargo siendo perfectamente capaz de expulsar a los palestinos no importa cuánto se le puedan resistir.

La resistencia es ahora

La resistencia palestina, ya lo hemos mencionado, es activa en muchos frentes. Una de las más importantes campañas organizada por los palestinos de Israel propone la abolición de todas sus leyes racistas. En este sentido las organizaciones palestinas dentro de Israel han publicado numerosas propuestas y documentos. Pero esta campaña debería internacionalizarse. Las Naciones Unidas, y otro tipo de organizaciones y foros internacionales, tendrían que presionar a Israel para que se deshiciera de ellas. Esta propuesta para nada demagógica, no como la que se propuso en la ONU en 1975 que intentaba igualar la definición de sionismo y racismo), intenta demostrar que Israel es un Estado institucionalmente racista que gobierna a través de unas leyes racistas que han de ser abolidas.

De igual manera, los palestinos y sus aliados han organizado una campaña internacional para que no se invierta en Israel y se boicoteen sus proyectos y que habrá de durar, al menos, hasta que cese en sus violaciones de la ley internacional y deje de ocupar Cisjordania y Gaza. Ésta es otra campaña en marcha que ha obtenido, hasta ahora, un buen número de victorias.

Pero nada de esto quiere decir que los palestinos no sigan soportando grandes penalidades. El sufrimiento de los gazatíes no ha hecho sino crecer a lo largo de estos últimos años puesto que Israel los castiga por negarse a aceptar no sólo el estado de hecho del PALESTINENSERRAT ISRAEL sino también el que los colaboracionistas palestinos han impuesto en Cisjordania e intentan con todas sus fuerzas imponer en Gaza en un esfuerzo ilegítimo por derrotar al Gobierno democráticamente elegido por todos los palestinos. Los crímenes de guerra de Israel contra la población de Gaza son el pan nuestro de cada día. A los gazatíes no les queda otra salida que no sea resistir.

Al resistirse a la Nakba, los palestinos han dado en el clavo del proyecto sionista que se ha esforzado tanto en transformar la Nakba en un recuerdo. Al resistirse a Israel, los palestinos han obligado al mundo a ser testigos de la Nakba como una realidad presente; un hecho que, contrariamente a lo que dicen los sionistas, sigue siendo algo reversible. Y esto es precisamente lo que amarga a Israel y al sionismo: su incapacidad manifiesta para completar su misión de colonizar toda Palestina, expulsar a sus pobladores palestinos y reunir en esta colonia a todos los judíos del mundo. Y esto también lo que mantiene a los sionistas y a su proyecto en estado de continua inquietud y, también, en presente continuo.

Aunque Israel utilice esta situación para proyectarse a sí mismo como una víctima de sus propias víctimas, no le ha quedado otro remedio que ir aceptando, inconsciente pero también conscientemente, que el proyecto sionista no es irreversible. La crueldad que ha demostrado y continúa demostrando, con la población palestina es directamente proporcional a su convencimiento de que los árabes palestinos siguen siendo capaces de acabar con los logros obtenidos hasta ahora y reinvertir su proyecto colonial. El problema de Israel no es que sepa que en todo ese país de colonos no existe un solo lugar que no estuviera antes habitado por palestinos, sino que esta convencido de que, hoy por hoy, no existe tampoco un solo lugar en ese imaginario “Estado judío” que haya conseguido librarse de sus habitantes árabes palestinos que, además, piensan seguir reclamando lo que es suyo

Que la Nakba sea un proceso inacabado se debe a que los palestinos se han negado siempre a convertirse en mankubines. Lo que estamos viendo en las conmemoraciones de este año no es solamente un año mas de la Nakba sino las conmemoraciones de un año más en ese esfuerzo de resistir a la Nakba. Aquéllos que aconsejan a nuestro pueblo que acepte la Nakba saben bien que aceptarla sería precisamente lo que les obligaría a tragar con todas sus consecuencias sin restricción alguna. Pero los palestinos no son tontos y están convencidos de que la única forma de acabar con la Nakba es seguir resistiendo.

NOTAS:

Transposición fonética de una palabra árabe formada a partir de la raíz NAKBA y que aquí se traduce como desposeídos. (Nota de la traductora).
es decir, no sólo de los judíos que VIVEN YA dentro de él, sino también, de cualquier otro ciudadano del mundo cuya religión sea la judía.
Joseph Massad es profesor asociado de Historia Política Moderna del Mundo Arabe en la Universidad de Columbia de New Cork. Es autor del libro Vigencia de la Cuestion Palesina. Este trabajo apareció en Al- Ahram y se reproduce ahora con el permiso del autor.

Traducción para el CSCA: Pilar Salamanca

Fuente: lhttp://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti285.htm

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Crisis y murmullos: €uro: la hipótesis de lo peor

El director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, y la canciller alemana, Angela Merkel. Al no poder reimplantar el Deutschemark, Alemania ha tenido que aceptar que Europa recurriera a un préstamo del FMI.



por Jean-Michel Vernochet*

La crisis presupuestaria griega, que ya se ha convertido en crisis del euro, no es la fatal consecuencia de una autorregulación de los mercados, sino de un ataque deliberado. Para Jean-Michel Vernochet, dicha crisis es parte de una guerra económica dirigida, desde Washington y Londres, siguiendo los mismos principios que las actuales guerras militares: con la utilización de la teoría de los juegos y la estrategia del caos constructor. El objetivo final es obligar a los europeos a integrarse a un Bloque Atlántico, o sea a un imperio en el que automáticamente van a tener que pagar el déficit presupuestario anglosajón a través de un euro dolarizado. Un primer paso en esa dirección se ha concretado ya con el acuerdo concluido entre la Unión Europea (UE) y el FMI, acuerdo que otorga al Fondo Monetario Internacional una tutela parcial sobre la política económica de la UE.

El ataque financiero del que Grecia ha sido objeto debido a su deuda soberana y a su potencial insolvencia ha resultado ser, en realidad, una ofensiva contra el euro y no tener más que una lejana vinculación con las taras y carencias estructurales de la propia economía helénica.
Se trata por cierto de «vicios» de los que también adolecen además la mayoría de los países post-industriales, que han adquirido la mala costumbre de vivir por encima de sus posibilidades reales y de depender del crédito, dando así lugar a una inflación galopante de la deuda, a una «burbuja» condenada –como cualquier otra– a terminar rompiéndose.

Todo parece indicar, sin embargo, que tras la brutalidad del ataque y más allá de una simple ansia por saquear las economías europeas se perfilan además otros objetivos, esencialmente de orden geopolítico, objetivos que han sido trazados de forma especialmente deliberada ya que los apetitos de anónimos depredadores financieros no justifican, por acentuados que sean, la intensidad y la duración de una ofensiva que, a corto plazo, amenaza con hacer volar en pedazos la eurozona, la Unión de los 27, e incluso mucho más...

La repetición de las crisis que han caracterizado las dos últimas décadas y una rápida interpretación del desplazamiento de los peones sobre el Gran Juego del «Tablero euroasiático» permiten apreciar que Europa se ha convertido en escenario de una verdadera guerra geoeconómica (que es al fin y al cabo una guerra en toda la extensión de la palabra), de una batalla que por cierto ya tiene potencialmente perdida.

En efecto, la adopción — ante los insistentes reclamos de la Casa Blanca — de un plan europeo destinado a poner a flote la deuda pública de los Estados miembros de la Unión Europea, no sólo no constituye ninguna panacea, o sea que no es una solución duradera para la crisis presupuestaria de carácter estructural que está afectando a «todos» los Estados occidentales, sino que va en el sentido deseado por el mentor estadounidense de una rápida integración de la Unión Europea, condición obligatoria para la constitución de un verdadero bloque occidental.

Este plan europeo responde a una crisis de confianza, de solvencia (ampliamente artificial al principio, pero que se ha hecho contagiosa y que está teniendo un efecto de bola de nieve), a través de una recapitalización de los Estados, como si se tratara de una simple crisis de liquidez. Se trata de un plan europeo de 750 000 millones de euros, superior por lo tanto al plan Paulson –de 700 000 millones de dólares– destinado, después de la debacle de los establecimientos financieros estadounidenses de septiembre del año 2008, a ponerlos a flote recurriendo a los fondos públicos.
Una solución cuyos efectos estamos viendo en este momento al comprobar que la recapitalización del sector financiero privado ha tenido como aberrante consecuencia un tremendo crecimiento de la deuda de los Estados a ambos lados del Atlántico.

Después de haber desatado la recesión, o sea luego de haber inutilizado el motor económico, la crisis financiera nacida en Estados Unidos ha agotado por lo tanto los recursos fiscales de los Estados, haciendo así más difícil aún el servicio de una deuda cada vez más considerable.
Pero la Unión Europea acaba de poner más deuda dentro de la deuda con estos 750 000 millones de euros que gravarán aún más sus presupuestos nacionales (ya que la tasa media de endeudamiento de la eurozona es actualmente de un 78%), y lo hace supuestamente para «restaurar la confianza de los mercados»…

En aras de obtener ese resultado, la Unión Europea acaba de ponerse –voluntariamente– a la merced del Fondo Monetario Internacional, que va a concederle préstamos por unos 250 000 millones de euros. Y se trata del mismo FMI cuyo papel parecía consistir, hasta ahora, en apoyar a las tambaleantes economías del Tercer Mundo a golpe de planes de llamados ajustes estructurales. Es por lo tanto una entidad supranacional con vocación «mundialista» la que va a encargarse, de cierta manera, de supervisar más o menos directamente las estructuras de gobernanza económica de las que la Unión Europea seguramente se dotará si la eurozona no explota antes espontáneamente.

Se trata de estructuras de carácter integrativo que ya viene reclamando gritos Paul Volcker, el director del Consejo para el Redespegue Económico (de Estados Unidos) en la Casa Blanca, quien desde Londres critica duramente a los dirigentes europeos exigiendo un nuevo fortalecimiento del euro, algo que estadounidenses y británicos necesitan tremendamente para mantener a flote sus propias economías.

Hay señalar de paso que fue posiblemente muy a su pesar que la canciller alemana se resignó a suscribir este gigantesco plan de apoyo a los países de la eurozona que están enfrentando dificultades, mientras que su homólogo francés –según un persistente rumor– la amenazaba con volver al franco si ella no se plegaba. Si bien es cierto que «a la hormiga no le gusta prestar lo que tiene», un regresp al Deutsch Mark equivaldría a firmar la sentencia de muerte de la economía alemana ya que, al tener una moneda demasiado fuerte, Alemania no podría seguir exportando su producción industrial, que constituye la base de su economía. Bastó ese chantaje para obligar a Berlín a que aceptara, contra su voluntad, someterse a las condiciones que imponía la administración Obama.

Dictados estadounidenses que conducen a una enorme trampa: ¡los capitales obtenidos como préstamo en el mercado o prestados por el FMI para el salvamento de los «PIIGS» [1] en peligro de caer en la cesación de pagos deben apoyarse en estructuras que garanticen en definitiva la solvencia del euro! Moneda cuya solidez sólo podrá verse asegurada por las instituciones federales que Jacques Attali viene promoviendo incansablemente a través de nuestros medios de difusión cuando reclama «la creación de una Agencia Europea del Tesoro, inmediatamente autorizada a obtener préstamos en nombre de la Unión, y de un Fondo Presupuestario Europeo, que inmediatamente recibiría un mandato para controlar los gastos presupuestarios de los países cuya deuda sea superior al 80% del PIB».

A fin de cuentas, se trata ni más ni menos de poner a los Estados bajo un tutelaje económico con el pretexto de salvar la eurozona, al parecer condenada a una inevitable bancarrota… ya que el abandono de la moneda única constituye un tabú que nadie parece dispuesto a tratar de modificar.

Algunos proyectos van más lejos aun y ya tienen previsto que los presupuestos de los Estados de la eurozona estén totalmente sometidos al control y a las decisiones de un triunvirato conformado por la Comisión de Bruselas, el Banco Central Europeo y el Eurogrupo.
¿Qué pasaría entonces con la voluntad popular y con el Parlamento de Estrasburgo?

Pero nadie se preocupa por denunciar el sofisma o el paralogismo que constituye esa fórmula de integración económica y de regreso a la confianza en los mercados. En primer lugar, ¿por qué habría que permitir que sean los mercados los que impongan su propia ley?
¿No sería además el momento adecuado para cuestionar el capitalismo accionarial, anónimo y voluble, que ha demostrado ser capaz de arruinar a las naciones en función de sus antojos o de sus cálculos?

La gobernanza económica europea no es, en ese sentido, la solución adecuada, como tampoco lo es la inundación de liquidez como respuesta a la actual crisis. El excesivo endeudamiento provocado por el «plan» es sin dudas una solución falsa impuesta desde el exterior con el objetivo de encadenarnos más aun, a nosotros los europeos, a los mercados de capitales y a su indescriptible dictadura.

La idea de la gobernanza económica nace del mismo principio ya que se trata, para decirlo con claramente, de algo insensato en la medida en que esa idea no tiene en cuenta las diferencias que existen entre las diversas sociedades implicadas en todas las etapas de la construcción europea: tipos o modelos de crecimiento, regímenes fiscales y sociales, etc. Se trata de una «idea» que no es tal, y no lo es porque tiene un carácter extremadamente ideológico… se trata en realidad de un proyecto tras el cual se esconden un gran número de segundas intenciones que no tienen nada que ver con la prosperidad económica ni con el bienestar de los pueblos de la Unión Europea.

Algunos se han dado cuenta, muy acertadamente, de que la crisis no era más que el medio y el pretexto para precipitar la imposición de un férreo sistema federal a los 27 [Estados miembros de la Unión Europea], a despecho de las voluntades populares a las que ya se impuso el Tratado de Lisboa de la manera más solapada. Una crisis que es y que sigue siendo –no perdamos de vista este importante factor– artificial, fabricada, en una palabra, es lo contrario de una «fatalidad» inherente a lo que supuestamente sería una vida autónoma y desencarnada de los mercados dirigidos por una «mano invisible».

Un proceso que tiene la reputación de ser «infernal» pero que, para ser anónimo, no deja de estar muy estar vinculado a las figuras de carne y hueso de los grandes manipuladores de dinero y de otros personajes que dan órdenes y que hacen con las bolsas lo que les viene en ganas. Es por eso que Estados Unidos mantiene un doble discurso a través de dos voces diferentes. La de los «mercados» y la de su presidente, quien interviene para sermonear a los europeos y exigirles que estabilicen su moneda o, en otras palabras, las políticas económicas europeas indisolublemente vinculadas a la salud, buena o mala, de su moneda.

Sin embargo, ¡no vayan a creer ustedes ni por instante que eso puede ser una forma de injerencia en los asuntos de la Europa continental!
¿Se imaginan ustedes a Angela Merkel o a Nicolas Sarkozy intimando a la Casa Blanca a hacer una buena limpieza en Manhattan?

La otra voz es la de quienes hacen lo que les da la gana con los mercados… o sea, los que dan las órdenes desde el anonimato, aquellos que ni los propios gobiernos pueden identificar, como confesó tan lastimeramente la ministra de Finanzas de Francia, Christine Lagarde.
Los que hacen subir y bajar las bolsas a su antojo, como el gato juega con el ratón, anticipando las altas y bajas que ellos mismos provocan artificialmente.

El reclutamiento de esos oligarcas se desarrolla, en primer lugar, entre los representantes de la alta finanza, de los complejos militaro-industriales, de los megagrupos del petróleo y de la química o de la ingeniería genética, pero también se reclutan entre los ideólogos y teóricos que se dedican a legitimar el «sistema», nuevos sacerdotes de la religión de la ganancia como nuevo monoteísmo, el del mercado. Pero esa gente tiene en realidad un discurso muy diferente.

Según Paul Volcker, director del Consejo de la Reactivación Económica en la Casa Blanca, los europeos deben aceptar una gobernanza externa y establecer la paridad entre el euro y el dólar. ¿Qué otra explicación puede tener si no la evidente contradicción entre las inquietudes expresadas por el presidente Obama –por lo demás legítimas ya que Estados Unidos necesita un euro fuerte, que penalice las exportaciones europeas dando así cierta ventaja a las industrias estadounidenses, útil regalo debido a sus déficits abismales (1 400 millones de dólares) y sobre todo para apoyar el esfuerzo de guerra actualmente en marcha en Irak, Afganistán y Pakistán– y la continuación de la desestabilización a fondo de las economías occidentales mediante reiterados ataques de los mercados contra el euro?

Por muy voraces, inconsecuentes e incluso irracionales que puedan ser los «operadores», estos están concientes de que la continuación de la ofensiva contra el euro está poniendo en peligro a todo el sistema y puede precipitar a la economía mundial en una nueva fase de caos.
¿Por qué prosigue entonces este baile al borde del abismo? Nadie podrá hacernos creer esa estupidez de que los mercados viven su propia vida, que son incontrolables y que todo esto sólo se debe a un acelerón de la máquina económica… En pocas palabras, que todo esto «no es culpa de nadie» sino la simple consecuencia de una imposibilidad de manejar los actores y los irracionales patinazos de los mercados.

Digamos entonces claramente que el riesgo de derrumbe de todo el sistema es parte esencial de la partida que se está jugando en este momento. Los grandes jugadores, fríos y calculadores, son adeptos declarados de la «teoría de los juegos» (de Neumann y Morgenstem), concepción probabilista que sirvió de basamento a lo que fue la doctrina de la disuasión nuclear… El ganador es aquel que sea capaz de ir más lejos en la mortal apuesta. Un ejemplo que reviste un enorme parecido con lo que actualmente estamos viviendo: una creciente desestabilización de las economías europeas, con consecuencias nada despreciables del otro lado del Atlántico.

Agreguemos a eso que el caos financiero, monetario y económico, de ambos lados del Atlántico, representa una oportunidad extremadamente favorable para quienes, digámoslo una vez más, se benefician con la resaca de los números de la Bolsa, provocando y anticipando los accesos de pánico y de euforia para jugar indistintamente con las tendencias al alza o la baja en mercados que se han vuelto histéricamente erráticos.
A principios del siglo 20, el economista Werner Zombart teorizaba sobre la «destrucción creadora» (posteriormente retomada por Joseph Schumpeter).

Desde entonces, esa idea ha venido abriéndose paso a través, entre otras, de la teoría matemática del francés René Tom (la llamada teoría de las «catástrofes»). Revisada y corregida por Benoit Mandelbrot, esta última se aplicará, a través de la geometría de los fractales, a la vida de los mercados, vistos desde entonces como una entidad sometida a la teoría del caos, decididamente muy de moda.

Mientras tanto, el economista Friedrich Von Hayek, uno de los teóricos del neoliberalismo, pretendió promover la economía liberal a la categoría de ciencia exacta. De esa manera, según su biógrafo Guy Sorman, «el liberalismo converge con las más recientes teorías físicas, químicas y biológicas, en particular la ciencia del caos formalmente enunciada por Ilya Prigogine. En la economía de mercado, al igual que en la Naturaleza, el orden nace del caos: la espontánea combinación de millones de decisiones y de informaciones no conduce al desorden sino a un orden superior»… No hay mejor imagen que esa ya que nos entrega la clave que permite interpretar la crisis.

A fines de los años 1990, los neoconservadores adeptos de Leo Strauss llevan a su lógico paroxismo el nuevo dogma del desorden superior convirtiéndose en apologistas del caos constructor como supuesta legitimación de todas las guerras de conquista del siglo 19. Desde ese punto de vista, es posible ver el caos en pleno trabajo en el Gran Medio Oriente, al igual que en este mismo instante en Europa.

Podemos tener la certeza de que el nuevo orden regional que los grandes organizadores del caos pretenden hacer surgir de la actual crisis será una Europa unificada, centralizada y federativa, bajo la tutela directa de Estados Unidos a través de la Reserva Federal estadounidense, que hará del Banco Central Europeo una simple sucursal, y bajo la mirada vigilante del FMI, representante o emanación de un poder mundial emergente, tan desterritorializado como tentacular.

Resulta bastante evidente que el endiosamiento del mercado asociado a la idea de un «caos constructor», completada a su vez por un uso intensivo de la teoría de los juegos manipulada por adeptos de la demolición, constituye una mezcla bastante explosiva que está a punto de explotarnos en la cara. Y es importante señalar aquí que el «caos» (intencional) es hoy en día una forma de gobernar, de transformar la sociedad y de conquistar sin lucha, una versión dura del conocido divide y vencerás, al que se recurre aunque sea a costa de la supervivencia de las naciones y los pueblos.

A fin de cuentas, lo importante es poner a Europa de rodillas. Grecia –que es ciertamente uno de los países más débiles de la eurozona, aunque no mucho más que Italia, España, Irlanda o Portugal– ha sido hasta ahora una especie de electrón suelto que obstaculiza una plena integración de los Balcanes a la trama geoestratégica estadounidense.

A modo de conclusión temporal, si la Unión Europea, en el marco de la crisis, avanza a marcha forzada hacia una gobernanza económica federativa, entrará entonces en una fase que la llevará hacia la atribución de un poder prácticamente discrecional a la Comisión Europea, que se compone esencialmente de tecnócratas no electos y reclutados en función de una indestructible obediencia atlantista. Dicho claramente, ello significaría la desaparición de los Estados-Naciones europeos.

De hecho, ya nada se opondrá a que Europa sea integrada a un Bloque Transatlántico. Con el tiempo, la fusión del euro y del dólar sellará la unión del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo. Es evidente que no se trata de simples especulaciones sino de una real proyección de las tendencias arquitectónicas que visiblemente se están aplicando en el marco de un proceso de redistribución o de recomposición geopolítica del mapa mundial. Lo cual equivale a decir que, si no se desintegra la eurozona, el destino de los pueblos europeos parece definitivamente sellado, o sea encadenado para bien y para mal al «Destino manifiesto» de Estados Unidos, independientemente de una reforma del sistema económico mundial.

Los financieros perderán quizás algunas plumas en ese proceso si la comunidad internacional se pone de acuerdo para fijar límites a sus apetitos mediante la reglamentación de los mercados. En todo caso, lo cierto es que los promotores del caos constructor habrán ganado la partida al crear las condiciones para nuevos incendios.

Ya que «lo peor», que a menudo han mencionado en Francia individuos tan influyentes como Bernard Kouchner y Jacques Attali, resulta ser sin embargo lo menos improbable cuando los gobiernos, al verse con la espalda contra la pared, no tienen otra posibilidad que «huir hacia delante». En Kuwait, en 1991, y en Irak, en 2003, entre los objetivos apenas ocultos de la guerra, ocupaban un lugar importante la reactivación del motor económico a través de los proyectos privados de reconstrucción… por no mencionar otros intereses más evidentes y más inmediatos, como los combustibles fósiles, las ventas de armas y todos los mercados que de ellos se derivan.

Cualesquiera que sean los acuerdos entre Turquía e Irán sobre el enriquecimiento de uranio con fines médicos, cualesquiera que sean las contrariedades diplomáticas que esos acercamientos entre aliados y enemigos de Estados Unidos impliquen para el Departamento de Estado, basta con releer las fábulas de Jean de La Fontaine para saber que... ¡la retórica del lobo siempre prevalece ante la del cordero!

En el actual contexto de extrema fragilidad de la economía mundial, tenemos que prever que la salida de la crisis tendrá que pasar por la dolorosa puerta del caos constructor.

Jean-Michel Vernochet

Ex periodista de la publicación francesa Figaro Magazine y profesor de la Escuela Superior de Periodismo (ESJ-Paris). Su obra de más reciente publicación se titula Europe, chronique d’une mort annoncée (Europa, crónica de una muerte anunciada) ediciones de l’Infini, 2009.

[1] Juego de palabras ideado por los financieros anglosajones ya que las iniciales de Portugal-Italy-Ireland-Greece-Spain (Portugal-Italia-Irlanda-Grecia-España) conforman la sigla PIIGS, que se pronuncia en inglés igual que «pigs» (puercos).

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Nuevas denuncias contra otro centro de menores

Lunes 24 de mayo de 2010
Nodo50

En pleno debate sobre el endurecimiento de penas a menores, se suceden las denuncias de malos tratos a las entidades gestoras de centros terapéuticos y de reforma

“Para los educadores somos como una lata de atún: nos vacían, nos llenan de lo que quieren y nos sueltan”. Quien dice esto es Keko, una chica que ha pasado por dos centros de reforma de la Comunidad de Madrid un chalé llamado Puerta Bonita, que gestiona la empresa Siglo XXI, y el Madroño, de titularidad pública. Acompaña a tres menores en unas jornadas sobre privación de libertad convocadas por la Federación de Estudiantes Libertarios en la Universidad Autónoma de Madrid. Keko estuvo encerrada a raíz de una pelea entre dos grupos de adolescentes en la que uno resultó apuñalado. Todo su grupo fue condenado por el mismo hecho (según la ley del menor existen “delitos en grupo”), pero las medidas impuestas fueron completamente distintas para cada uno de los chavales.

Fármacos como regalices

Juan Carlos, Cristian y Álvaro pasaron uno, dos y tres años respectivamente en el centro terapéutico de Galapagar (Madrid). La denuncia, de algunas de las víctimas, de los métodos del centro en los juzgados de Plaza de Castilla, ha sido trasladada a una sala de Collado Villalba en la que se investigará la responsabilidad de Ignacio Jiménez San Segundo, director de la empresa Mental Consulting S.L., que gestiona el centro de Galapagar, y de su directora, Elena Domingo Moneo. Juan Carlos relata cómo le suministraban fármacos aunque entró allí sin ningún diagnóstico médico.

Cuenta que los educadores les obligaban a bajar al patio y les duchaban con agua fría, o cómo les obligaban a ir al patio en invierno y no les dejaban salir. Comenta Santiago, el educador que les acompaña a las charlas y que les ha ayudado a denunciar su caso, que el uso de las palabras es fundamental para entender cómo funcionan los centros de menores. Cuando Juan Carlos habla de “contenciones” se refiere a que los educadores del centro “te estampan contra una pared, te tiran al suelo, te retuercen el brazo y te clavan la rodilla en la espalda”, para “tranquilizarles”. A las contenciones les seguía el aislamiento en la habitación. Allí podían estar hasta 48 horas seguidas sin salir más que para ir al baño, algunas noches atados a una cama con correas. Si se le pregunta si alguien del Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF), responsable de su tutela, conocía la situación, Álvaro cuenta que algunas veces visitaban el centro, siempre con previo aviso, y que entonces los empleados de Galapagar tapaban con una sábana la cama en la que los engrilletaban.

Aunque se trate de un centro de régimen abierto, el aislamiento acarrea que los menores no acudan al instituto. Algo ilegal que, sin embargo, es “método de castigo o recompensa” en estos centros, como denunció la oficina del Defensor del Pueblo en el informe sobre centros de menores que presentó en primavera de 2009 en el Senado. Los chavales se quejan de la vulneración sistemática de su derecho a la intimidad: “cualquier educador, el guardia de la finca, lo saben todo sobre tu vida. En las asambleas te hacen contar lo que has hecho el fin de semana y si se te escapa algo lo utilizan para dejarte sin permiso el fin de semana siguiente. Cuando hablas por teléfono te siguen para oír lo que dices y, si no les gusta, te dejan sin salir el fin de semana siguiente”, explica Álvaro, quien está a punto de cumplir 18 años.

Álvaro denuncia que en el centro repartían los psicofármacos “como si fueran regalices” y que era frecuente que los educadores “llamaran al dueño [Ignacio Jiménez San Segundo]” para que éste decidiera que a los chicos se les administrara Risperdal, un medicamento para el tratamiento de la esquizofrenia. “Un compañero pidió que le dieran cuatro o cinco y se los tomó todos juntos para intentar suicidarse”, cuenta el joven, quien explica que, a pesar de que la sedación de los internos es una práctica constante, “en los informes personales nunca se hace ninguna referencia a ella”.

El IMMF, responsable de la tutela de estos menores, ha negado que en sus centros se hayan vulnerado los derechos fundamentales de los internos. Por su parte, la Oficina del Defensor del Pueblo, que ha criticado las prácticas de las empresas encargadas de la tutela de menores, considera que “hay contenido suficiente” para que se inicie una investigación sobre el centro de Galapagar.

Ilegalidades flagrantes

“Si estás aislada tienes que pedir permiso para ir al váter y se va de una en una. Si te meas te sancionan”, cuenta Keko, que pasó por los centros de Puerta Bonita y Madroño. “Había partes del reglamento que no supe que eran ilegales hasta que salí. Por ejemplo, no sabía que no tienen derecho a obligarte a desnudarte integralmente para los registros, no sabía que fuera ilegal que nos obligaran a hacer sentadillas desnudas”. Tampoco es legal que los registros en las celdas se produzcan sin que esté presente la menor, algo recurrente, según cuenta Keko, quien considera que la peor parte se la llevan las extranjeras, que no saben a qué atenerse porque no hay traducción del flexible régimen interno de los centros.

Fuente: Diagonal

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