sábado, 29 de mayo de 2010

Netanyahu, te puedes ir al infierno


Las dos condiciones imposibles de cumplir de Netanyahu

30-05-2010
Khalid Amayreh
The Voice of Palestine
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El primer ministro israelí Benyamin Netanyahu ha estado imponiendo unas condiciones imposibles que él dice que deben cumplir los palestinos para que sea posible la paz.
En una entrevista publicada en el jueves 27 de mayo el Primer Ministro sionista afirmó con la arrogancia y autosuficiencia que le caracterizan que las dos condiciones más importantes para la paz en Oriente Medio eran que los palestinos reconocieran la identidad judía de Israel y que aceptaran que la limpieza étnica de 1948 era un hecho histórico irreversible.

En otras palabras, para que tenga lugar la paz los palestinos deben esta dispuestos a aceptar la naturaleza judeo-nazi de Israel, una naturaleza que priva de todos los derechos humanos y de todas las libertades civiles a los no judíos que viven en la odiosa entidad conocida como Israel.

Para aquellos que todavía no lo entiendan, “Estado judío” significa una cosa: significa que los aproximadamente 1.700.000 palestinos cuyos antepasados y antepasadas no fueron expulsados cuando el funesto Estado de Israel malnació hace más de 62 años tendrían que ser expulsados antes o después sobre la base de que Israel es un Estado judío y ellos no son judíos.

Es tan simple como eso, independientemente de las evasivas y de las mentiras cuidadosamente urdidas por la clase dirigente israelí y sus expertos en relaciones públicas.

Puede que algunos altos cargos sionistas estén deseosos de mostrar cierta magnanimidad con los ciudadanos no judíos de Israel sugiriendo que a cualquier persona que acepte sinceramente los edictos de Shulhan Aruch y abrace el judaísmo talmúdico se le puede permitir que permanezca en el Estado judío. Sin embargo, esta argucia sólo se tolerará si el neófito está de acuerdo en soportar un atroz periodo de prueba de veinte años o más durante el cual la menor desviación de las prescripciones talmúdicas sería suficiente para invalidar irreversiblemente su estatuto de exención.

Nosotros que observamos a diario la afrenta del salvaje discurso general israelí y observamos a Israel moverse bastante histéricamente hacia una patriotería e intolerancia religiosa no debemos engañarnos a nosotros mismos aceptando la barata mentira urdida por la máquina de propaganda de que Israel es a la vez un Estado judío y democrático.

En última instancia, todos nosotros sabemos y el mundo entero sabe que este mantra barato es un oxímoron inherente. Es más, ¿cómo puede Israel ser judío y democrático a la vez cuando las leyes religiosas consideran a los residentes no judíos que viven bajo dominio israelí como “transportistas de agua y cortadores de madera”, mientras que una verdadera democracia concede un estatuto igual a todos sus ciudadanos, independientemente de su fe y de su raza?

Por lo tanto, uno se encuentra ante el hecho inexorable de que Israel está usando su falaz mantra de que es a la vez judío y democrático únicamente como una cortina de humo para diluir su auténtica naturaleza fascista y nefanda, a saber, como un Estado fascista que en esencia difiere poco en este sentido del desaparecido régimen de apartheid sudafricano o de la Alemania nazi.

¿Qué más se puede decir de un Estado que dice abiertamente a una amplia parte [de la población] que o bien abraza cierta religión o se va o se conforma con ser una minoría duramente discriminada?

Más concretamente, se debería tener en cuenta que las personas a las que va dirigido esto no son inmigrantes, o trabajadores extranjeros, o expatriados ciudadanos de un país lejano. Estamos hablando de los habitantes originarios de Palestina que llevaban viviendo en esta tierra mucho antes de que las tribus khazari decidieran convertirse al judaísmo hace varios siglos.

Por ello, es fundamental para la supervivencia del pueblo palestino que estas condiciones similares a las nazis sean rechazadas de plano ya que reconocer a Israel como un Estado judío implicaría apoyar los futuros planes judíos de expulsar a millones de palestinos de su patria ancestral.

Probablemente algunos palestinos ingenuos, incluyendo a los actuales e imbéciles dirigentes consideran estas exigencias de Adolph Netanyahu “no imposibles” o “no difíciles de digerir” sobre la base de que, al menos de facto, Israel ya es un Estado judío y que reconocerlo como tal no es más que reconocer la realidad.

Sin embargo, hay que recordar a estos crédulos y así llamados dirigentes que el hecho de que Israel se considere a sí mismo un Estado judío es una cosa y el de que los palestinos lo reconozcan como un Estado judío es otra completamente diferente.

Lo último significa que damos nuestro consentimiento a una posible limpieza étnica de nuestros hermanos y hermanas, un derecho que no tenemos derecho a tener ya que la enorme comunidad palestina en Israel, que constituye per se una baza central en el enfrentamiento histórico con el sionismo, es la única que está cualificada para determinar su propio futuro.

Por consiguiente, todos los palestinos sinceros se resistirán enérgicamente a cualquier manipulación de esta cuestión extremadamente sensible y la condenarán firmemente.

Pasemos al segundo punto. ¿Este virulento supremacista jazaro, Netanyahu, quiere que el pueblo palestino y sus dirigentes declaren que la nefanda limpieza étnica de nuestro pueblo fue un hecho histórico ineluctable y que los millones de refugiados expulsado a los cuatro rincones del mundo tendían que ser reasentados en otra parte?

Pero, ¿quién se cree que es este racista khazari?

El pueblo palestino pertenece a Palestina exactamente igual que el pueblo jordano pertenece a Jordania y los iraquíes pertenecen a Iraq. Es más, si los palestinos estuvieran buscando una patria alternativa, hace tiempo que habrían aceptado compensaciones y ser reasentados [en otros lugares].

Pero, NO, estas personas quieren volver a su tierra originaria de la que fueron expulsados a punta de pistola para permitir que el odioso mocoso viera la luz del día.

Por lo tanto, ningún dirigente palestino debe permitirse, ni se le debe permitir, caer en esta perniciosa trampa aunque la causa palestina continúe sin resolver todavía muchos años más.

Al fin y al cabo, no hay ningún texto celestial que diga que el problema palestino se debe resolver bajo el reinado de Abu Mazen o de Abu Tal o Abu Cual.

Nosotros, los verdaderos hijos e hijas de Palestina no prostituiremos los derechos inalienables de nuestro pueblo, especialmente el derecho al retorno de millones de atormentados refugiados que esperan la hora de volver a sus hogares y pueblos.

No estamos exhaustos por la larga espera. Podemos esperar todavía, esperar y esperar. Nuestro modelo de conducta no es Abu Mazen, ni siquiera Abu Ammar [Arafat]. Nuestro modelo de conducta fundamental es Saladino.

Sesenta y dos años son prácticamente nada en la larga historia de Palestina.

Al final, estos odiosos invasores tendrán en última instancia el mismo destino fatal que tuvieron las Cruzadas.

Fuente: http://www.palestine-info.co.uk/en/default.aspx?xyz=U6Qq7k%2bcOd87MDI46m9rUxJEpMO%2bi1s7l8X4MPxe09eiCJEMwhKL0pWZOhxedZaBPBUUTOP2bhKB7m0NmmdH9DIGd29D9YVpMkmBZ%2b53M3HhIpoR3QjP%2byEpKMqvwUcFNe6WB9LFIWo%3d
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