viernes, 19 de junio de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -XIII


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Segundo hadíz - VI
Ostentación (riyá)

Una invitación a la sinceridad

Debes saber que el verdadero Señor del reino y el auténtico Otorgador de bendiciones, Aquel que nos ha entregado todos estos dones, ha previsto todo esto que existe en el mundo para nosotros desde antes de que nosotros llegásemos a él.

Él es quien concibió para nosotros estos alimentos delicados y provistos de materias nutrientes adecuadas a nuestros débiles estómagos. Él es quien nos educa y nos sirve con un amor innato a Su esencia, a pesar de no estar obligado a servirnos. Él es quien ha creado el aíre que respiramos y todo lo que nos rodea, así como el resto de los favores, manifiestos y ocultos, de manera adecuada a nuestras necesidades. Así mismo ha dispuesto todo lo que existe en el otro mundo y en el mundo intermedio antes de que nosotros vayamos a ellos y nos ha pedido que purifiquemos el corazón para poder recibirle y recibir Sus favores y alcanzar así nuestras metas y obtener lo que nos beneficia.
A cambio de ello, nosotros Le desobedecemos y no Le escuchamos y actuamos en contra de aquello que provoca Su satisfacción. ¡Que gran opresión cometemos!
El resultado de esa rebelión contra el Señor de los mundos se traduce inevitablemente es opresión contra nosotros mismos sin que a Él le alcance el menor daño. No podemos escapar a Su control y gobierno. Para Él es igual si somos idólatras o monoteístas, conozcamos a Dios o creamos en la purificación del alma, a Él pertenecemos.
Si somos incrédulos o politeístas, a nosotros mismos nos perjudicamos, ya que:
En verdad, Dios no tiene necesidad de nadie ni de nada de lo que existe en el Universo.
No tiene necesidad de nuestra adoración , de nuestra pureza, de nuestro sometimiento.
Si le desobedecemos, adoramos falsos dioses junto a Él o mantenemos dos caras y una doble moral, no dañamos Su poderío en lo más mínimo. Pero, debido a que Él es el «más misericordioso de los misericordioso» (Arhama ar-Rahimín), en Su infinita misericordia y Su ilimitada sabiduría nos ha enseñado cuál es el camino correcto y cuál el equivocado, donde está la belleza y donde la fealdad y nos ha advertido de los peligros y dificultades que se encuentran en el sendero hacia la perfección humana y la verdadera felicidad.
Dios Altísimo, con esa guía y orientación, e incluso con nuestros actos de adoración, nuestros actos de purificación y de sometimiento, nos ha otorgado un favor inmenso, cuya importancia no podremos llegar a comprender mientras los ojos de nuestra visión interior no se abran y no alcancemos a vislumbrar el mundo intermedio que existe entre ambos mundos.
Mientras permanezcamos en este mundo estrecho y oscuro y sometidos a las limitaciones del espacio y el tiempo no podremos percibir con claridad la ilimitada grandeza divina ni imaginar en nuestros actos de adoración y purificación el gran favor que Dios nos ha hecho al otorgarnos tal guía y orientación.
No se te ocurra suponer que nosotros hacemos algún favor a los grandes profetas y a los santos de Dios o a los sabios de la comunidad que nos han guiado y nos guían hacía la felicidad y la pureza y nos salvan de la ignorancia, las tinieblas y la desgracia y nos han invitado al mundo de la luz, la felicidad y la grandeza, soportando todo tipo de dificultades para poder educarnos y salvarnos de las tinieblas que acompañan inevitablemente a la falsas creencias y a la ignorancia compuesta y de los castigos y presión que acompañan a los hábitos y a los comportamientos viciosos.
Ellos han procurado y procuran salvarnos de las odiosas formas e imágenes de pesadilla que en el otro mundo adoptan nuestros malos actos y hacernos alcanzar unas luces, alegrías, paz y tranquilidad que no podemos llegar a imaginar.
Este mundo terrenal, con toda su grandeza, es tan pequeño en comparación con el otro que no cabe en él ni una sola de las mansiones del Paraíso. Nuestros ojos no tiene capacidad para ver un solo cabello de los seres celestiales de grandes ojos (hur ul-ain), todo ello formas celestiales que adoptan las creencias, la moral y los actos a los cuales nos han invitado los grandes profetas y en especial el dueño del discernimiento universal y del mandato global, el sello de los profetas, la paz y las bendiciones sean con él y con su familia purificada.
Ellos, gracias a la inspiración divina, han percibido, visto y escuchado esas verdades y nos han invitado a participar de ellas, pero nosotros, pobres desgraciados, como niños que, no solo se niegan a obedecer a las gentes juiciosas, sino que las denigran, nos comportamos con ellos siempre con rebeldía, enfrentándoles y discutiéndoles, mientras que esas almas puras y llenas de certeza y esos espíritus buenos, debido a la conmiseración y misericordia que han tenido con los siervos de Dios, jamás han cesado de invitarnos a seguir ese camino a pesar de nuestra ignorancia, llevándonos a la fuerza o de buen grado hacia nuestra felicidad y hacia el Paraíso, sin pedirnos a cambio de ello salario o recompensa.
Cuando el noble Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, limita su recompensa a que «améis a mi familia» es posible que la forma que ese amor y afecto adopte en el otro mundo sea la más luminosa de todas las formas y, también, para nuestro propio beneficio y para hacernos llegar a la felicidad y a la misericordia.
Por lo tanto, la recompensa por habernos traído el mensaje divino es a nosotros a quien nos beneficia. Nosotros, pobres desgraciados, ¿Cómo podemos favorecerles a ellos? ¿Qué beneficio les reporta ellos nuestra purificación y las virtudes que seamos capaces de obtener? ¿Qué favor hacemos nosotros o ustedes a los sabios de nuestra comunidad? Estamos en deuda con cada uno de los seres que nos ha guiado al buen sendero, desde esa persona que explica las cuestiones de la ley islámica, pasando por el noble Profeta y llegando a la Esencia Sagrada de la Verdad, ensalzada sea Su majestad, cada cual en su nivel y posición espiritual y no podremos pagarles en este mundo ni siquiera una parte de esa deuda. Este mundo no es el lugar adecuado para pagar esa deuda: Es a Dios y a Su Mensajero y a Su amigos a quien se debe estar agradecidos.
Tal y como Dios Altísimo ha dicho:
No penséis que me habéis hecho un favor abrazando el Islam. Es Dios Quien os ha hecho un favor a vosotros guiándoos a la fe, si es que sois sinceros.
En verdad, Dios conoce lo que está oculto a los sentidos en los cielos y en la Tierra y Dios ve claramente lo que hacéis.
Por lo tanto, si, cuando proclamamos nuestra fe en Dios, fuésemos sinceros, esa misma fe que proclamamos sería un favor que Dios nos hace. Dios ve el mundo que está oculto a los sentidos, por lo tanto conoce las formas que revisten en él nuestros actos y cómo son la forma de nuestra fe y de nuestro Islam en el mundo oculto a los sentidos. Nosotros, pobres, como no tenemos información de la realidad, buscamos el conocimiento en los sabios y pensamos que les estamos haciendo un favor, Creemos que cuando seguimos al doctor de la ley más sabio le hacemos un favor, cuando la realidad es que son ellos quienes nos hacen un favor a nosotros, aunque no lo sepamos. Así, esa comprensión equivocada de quién favorece a quién, destruye nuestras buenas acciones y nos envía a Siyyín.

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