domingo, 31 de mayo de 2009

Los principios de neolengua


George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair, ciudadano inglés. Nace en la India el 25 de Junio del 1903 y muere en Londres el 21 de enero de 1950). Escritor y periodista, profundamente comprometido con la lucha antiimperialista, regresa de la guerra civil española, en la que participó como voluntario del lado de la República, profundamente afectado por la represión sangrienta que el Partido Comunista Estalinista realizó, en mitad del asedio franquista de Cataluña, contra los anarquistas y los trotskistas catalanes, el año 1937.
El año 1848 escribe su famosa obra 1984, el epílogo de la cual titulará Los Principios de la Neolengua.

En relación con la reescritura de la Historia, Orwell decía en su libro Mi Guerra Civil Española: "Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas «líneas de partido». Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la guerra civil española? (...) Sin embargo, es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad. (...) El objetivo tácito de esa argumentación es un mundo de pesadilla en el que el jefe, o la camarilla gobernante, controla no sólo el futuro sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas, y después de las experiencias de los últimos años no es una conjetura hecha a tontas y a locas."
***
LOS PRINCIPIOS DE LA NEOLENGUA

Neolengua era la lengua oficial de Oceanía y fue creada
para solucionar las necesidades ideológicas del Ingsoc
o Socialismo Inglés.
En el año 1984 aún no había nadie
que utilizara la neolengua como elemento único de comunicación,
ni hablado ni escrito. Los editoriales del
Times estaban escritos en neolengua, pero era un tour
de force que solamente un especialista podía llevar a cabo.

Se esperaba que la neolengua reemplazara a la vieja lengua
(o inglés corriente, diríamos nosotros) hacia el año
2050. Entretanto iba ganando terreno de una manera
segura y todos los miembros del Partido tendían, cada
vez más, a usar palabras y construcciones gramaticales
de neolengua en el lenguaje ordinario. La versión utilizada
en 1984, comprendida en las ediciones novena y
décima del Diccionario de Neolengua, era provisional, y
contenía muchas palabras superfluas y formaciones arcaicas
que más tarde se suprimirían. Aquí nos referiremos
a la última versión, la más perfeccionada, tal como
aparece en la onceava edición del Diccionario.
La intención de la neolengua no era solamente proveer
un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos
mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también
imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que
se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada
de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier
pensamiento herético, es decir, un pensamiento
divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente
impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento
depende de las palabras. Su vocabulario estaba
construido de tal modo que diera la expresión exacta y a
menudo de un modo muy sutil a cada significado que
un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo
todos los demás sentidos, así como la posibilidad de llegar
a otros sentidos por métodos indirectos. Esto se con-
seguía inventando nuevas palabras y desvistiendo a las
palabras restantes de cualquier significado heterodoxo,
y a ser posible de cualquier significado secundario. Por
ejemplo: la palabra libre aún existía en neolengua, pero
sólo se podía utilizar enafirmaciones como «este perro
está libre de piojos», o «este prado está libre de malas
hierbas». No se podía usar en su viejo sentido de «políticamente
libre» o «intelectualmente libre», ya que la libertad
política e intelectual ya no existían como conceptos
y por lo tanto necesariamente no tenían nombre. Aparte
de la supresión de palabras definitivamente heréticas,
la reducción. del vocabulario por sí sola se consideraba
como un objetivo deseable, y no sobrevivía ninguna palabra
de la que se pudiera prescindir. La finalidad de la
neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del
pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo
el número de palabras al mínimo indispensable.
La neolengua se basaba en la lengua inglesa tal como
ahora la conocemos, aunque muchas frases de
neolengua, incluso sin contener nuevas palabras, serían
apenas inteligibles para el que hablara el inglés actual.
Las palabras de neolengua se dividían en tres clases distintas,
conocidas por los nombres de vocabulario A, vocabulario
B (también llamado de palabras compuestas)
y vocabulario C. Lo más simple sería discutir cada clase
separadamente, pero las peculiaridades gramaticales de
la lengua pueden ser tratadas en la sección dedicada al
vocabulario A, ya que las mismas reglas se aplicaban a
las tres categorías.
El vocabulario A. El vocabulario A consistía en las palabras
de uso cotidiano: cosas como comer, beber, trabajar,
vestirse, subir y bajar escaleras, conducir vehículos,
cuidar el jardín, cocinar y cosas por el estilo. Se
componía prácticamente de palabras que ya poseemos -
palabras como golpear, correr, perro, árbol, azúcar, casa,
campo—; pero en comparación con el vocabulario inglés
de hoy en día, su número era extremadamente pequeño,
al mismo tiempo que sus significados eran más rigurosamente
restringidos. Todas las ambigüedades y distintas
variaciones de significado habían sido purgadas. En
tanto que fuera posible, una palabra de neolengua de
este tipo quedaba reducida simplemente a un sonido
preciso que expresaba un concepto claramente entendido.
Hubiera sido totalmente inconcebible utilizar el vocabulario
A para propósitos literarios o para discusiones
políticas o filosóficas. Su intención era la de expresar
pensamientos simples y objetivos, casi siempre relacionados
con objetos concretos o acciones físicas.
La gramática de la neolengua tenía dos grandes peculiaridades.
La primera era una intercambiabilidad casi
total entre las distintas partes de la oración. Cualquier
palabra de la lengua (en principio esto era aplicable incluso
a palabras abstractas como si o cuando) se podía
usar como verbo, nombre, adjetivo o adverbio. Entre la
forma del verbo y la del nombre, cuando eran de la misma
raíz, no había nunca ninguna variación y así esta
regla por sí misma suponía la destrucción de muchas de
las formas arcaicas. La palabra pensamiento, por ejemplo,
no existía en neolengua. En su lugar existía pensar,
que hacía la función de verbo y de nombre. Aquí no se
seguía ningún principio etimológico. En otros casos se
conservaba el sustantivo original y en otros casos el verbo.
Incluso cuando un nombre y un verbo de significado
parecido no tenían una relación etimológica, con frecuencia
se suprimía el uno o el otro. No existía, por ejemplo,
una palabra como cortar, ya que su significado quedaba
lo suficientemente cubierto por el nombre-verbo cuchillo.
Los adjetivos se formaban añadiendo el sufijo lleno
al nombre-verbo, y los adverbios añadiendo demodo. Así,
por ejemplo, rapidolleno quería decir rapidez, y
rapidodemodo significaba rápidamente. Se conservaron
algunos adjetivos de hoy en día como bueno, fuerte, gran-
de, negro, blando, pero en un número muy reducido.
Por otra parte, su necesidad era mínima, ya que se llegaba
a cualquier significado adjetival añadiendo lleno a
un sustantivo-verbo. No se conservaron ninguno de los
adverbios hoy existentes exceptuando algunos que acababan
en demodo; la terminación demodo era invariable.
La palabra bien, por ejemplo, se sustituyó por
buenmodo. Además, a cualquier palabra -y esto, como
principio, se aplicaba a todas las palabras del idioma-,
se le daba sentido de negación añadiendo el prefijo in o
se le daba fuerza con el. sufijo plus, o para aumentar el
énfasis, dobleplus. Así por ejemplo, infrio, significaba
«caliente», mientras que plusfrio y doblepulsfrio significaban
respectivamente «muy frío» y «extraordinariamente
frío». También era posible, como en el inglés de hoy en
día, modificar el significado de casi todas las palabras
con preposiciones afijas como, ante, post, sobre, sub, etc.
A base de este método fue posible disminuir enormemente
el vocabulario. Poniendo por caso la palabra bueno,
ya no habría necesidad de la palabra malo ya que el
significado requerido se expresaba tan bien o incluso
mejor por inbueno. Lo único necesario, en el caso de que
dos palabras formaran una pareja de significación opuesta,
era decidir cuál suprimir. Oscuridad, por ejemplo,
podia ser reemplazada por inluz o luz por inoscuro, según
lo que se prefiera. La segunda característica de la
gramática de la neolengua era su regularidad. Aparte de
algunas excepciones abajo mencionadas, todas las
inflexiones seguían las mismas reglas. Así, en todos los
verbos el pretérito y el participio pasado eran el mismo y
terminaban en ed (En Inglés. En español acabarían con
la misma letra o seguirían como los verbos regulares,
ejemplo: robé, hace, pensé, comer, comí. Los ejemplos
ingleses robar, pensar en español ya son verbos y no
justifican el ejemplo). El pretérito de pensar, pensé, de
robar, robé, y así en toda la lengua; todas las otras for-
mas: mandó, dio, habló, trajo, cogido, etc. fueron abolidas.
Los plurales de hombre, buey, vida eran hombres,
bueys, vidas.
La única clase de palabras a las que todavía se les
permitía inflexiones irregulares eran los pronombres, los
relativos, los adjetivos demostrativos y los verbos auxiliares.
Todos estos seguían su uso antiguo excepto que
«quien» había sido suprimido por innecesario y los tiempos
condicionales de deber, debería, habían caído en
desuso ya que habían sido cubiertos por «haría, habría
hecho». Había también ciertas irregularidades en la formación
de palabras creadas por la necesidad del habla
fácil y rápida.
Una palabra que fuese difícil de pronunciar o que podía
entenderse incorrectamente, se estimaba ipso
facto una mala palabra; así que ocasionalmente, por
la eufonía, se insertaban letras en una palabra o se conservaba
una forma arcaica. Pero esta necesidad tenía
más relación sobre todo con el vocabulario B. La razón
de la importancia concedida a la facilidad de la pronunciación,
se aclarará más tarde en este ensayo.
El vocabulario B: El vocabulario B consistía en palabras
que habían sido construidas deliberadamente con
propósitos políticos. Es decir, palabras que no solamente
tenían en todos los casos implicaciones políticas sino
que además poseían la intención de imponer una deseable
actitud mental en la persona que las utilizaba. Sin
una compresión total de los principios del Ingsoc era
difícil usar estas palabras correctamente. En algunos
casos se podían traducir a la vieja lengua o incluso a
palabras tomadas del vocabulario A, pero ello exigía una
larga parrafada y siempre se perdían ciertos énfasis. Las
palabras del vocabulario B eran una especie de taquigrafía
verbal que a menudo englobaban toda una serie
de ideas expresadas en unas pocas sílabas y a la vez con
un sentido más exacto y más fuerte que en el lenguaje
ordinario. Las palabras B eran en todos los casos palabras
compuestas. (Palabras compuestas corno «hablarsubir
» también se encontraban, claro está, en el vocabulario
A, pero no eran más que abreviaciones de conveniencia
y no tenían ideología de ningún color en especial).
Consistían en dos o más palabras juntadas de un
modo fácilmente pronunciable. El resultado era siempre
un verbo-nombre y se utilizaba según las reglas normales.
Pongamos un único ejemplo: la palabra bienpensar,
que significa de un modo general «ortodoxia», o si uno
quiere tomarla como verbo, «pensar de un modo ortodoxo
». Su declinación era la siguiente: nombre-verbo,
bienpensar; pretérito y participio pasado, bienpensado;
participio presente, bienpensante; adjetivo, bienpensadolleno;
adverbio, bienpensadamente; nombre verbal,
bienpensado.
Las palabras B no se construían de acuerdo con ningún
plan etimológico. Las palabras podían ser de cualquier
parte de la lengua, se podían poner en un orden
cualquiera y ser mutiladas de modo que las hiciera de
fácil pronunciación a la vez que indicaban su derivación.
En la palabra crimenpensar (pensamientocrimen),
por ejemplo, el pensar iba detrás mientras que en
pensarpol (Policía del Pensamiento) iba primero y en la
última palabra, policía había perdido las tres sílabas finales.
Dada la dificultad de asegurar la eufonía, las formaciones
irregulares eran más comunes en el vocabulario
B que en el vocabulario A. Por ejemplo, las formas
adjetivadas de Miniver, Minipax y Minimor eran, respectivamente,
Miniverlleno, Minipaxlleno y Minimorlleno, simplemente
porque verdadlleno, pazlleno y amorlleno eran
algo difíciles de pronunciar. En principio, de todos modos,
todas las palabras B se modulaban del mismo modo.
Algunas de las palabras B tenían significados muy
sutiles, apenas inteligibles para quien no dominara la
lengua en su totalidad. Consideremos, por ejemplo, una
frase típica del editorial del Times como ésta: «Viejos pensadores
incorazonsentir Ingsoc». El modo más sencillo
de entender esto en la Viejalengua sería: «Como que se
formaron con las ideas de antes de la Revolución, no
pueden tener una comprensión emocional de los principios
del socialismo Inglés». Pero ésta no es una traducción
adecuada. En primer lugar, para lograr captar el
significado de la frase arriba mencionada, habría que
tener una idea clara de lo que se entiende por Ingsoc. Y
además, sólo una persona totalmente educada en el
Ingsoc podía apreciar toda la fuerza de la palabra
corazonsentir, que implicaba una ciega y entusiasta aceptación
difícil de imaginar hoy; de la palabra viejopensar,
que estaba inextricablemente mezclada con la idea de
maldad y decadencia. Pero la función especial de ciertas
palabras de neolengua, de las que viejopensar era una,
no era tanto expresar su significado como destruirlos.
Estas palabras, pocas en número, por supuesto, habían
extendido su significado hasta el punto de contener,
dentro de ellas mismas, toda una serie de palabras que
como quedaban englobadas por un solo término comprensivo,
ahora podían ser relegadas y olvidadas. La
mayor dificultad con la que se encontraban los
compiladores del Diccionario de Neolengua no era inventar
nuevas palabras, sino la de precisar, una vez inventadas
aquéllas, cuál era su significado. Es decir, precisar
qué series de palabras quedaban invalidadas con
su existencia. Tal como ya hemos visto con la palabra
libre, las palabras que en su día hubieran tenido un significado
herético, a veces se conservaban por conveniencia
pero limpias de los significados indeseables.
Innombrables palabras como honor, justicia, moralidad,
internacionalismo, democracia, ciencia y religión simplemente
habían dejado de existir. Unas cuantas palabras
hacían de tapadera y, al encubrirlas, las abolían.
Todas las palabras agrupadas bajo los conceptos de li-
bertad e igualdad, por ejemplo, se contenían en una sola,
bienpensar, mientras que todas las palabras reunidas
bajo los conceptos de objetividad y racionalismo quedaban
comprendidas en la única palabra viejopensar. Mayor
precisión hubiera sido peligrosa. Lo que se requería
de un miembro del Partido era un punto de vista similar
al de los antiguos hebreos que sabían, sin saber mucho
más, que todas las naciones aparte de la suya adoraban
a «dioses falsos». No necesitaban saber que estos dioses
se llamaban Baal, Osiris, Moloch, Ashtaroth, etc. Probablemente
cuanto menos supiesen sobre ellos, mejor para
su ortodoxia. Conocían a Jehová y sus mandamientos;
sabían, por lo tanto, que todos los dioses con otros nombres
y atributos eran dioses falsos. De manera parecida,
el miembro del Partido sabía lo que constituía la correcta
norma de conducta, y de un modo increíblemente vago
y general lo que podía apartarle de ella. Su vida sexual,
por ejemplo, estaba totalmente regulada por las dos palabras
de neolengua sexocrimen (inmoralidad sexual) y
buensexo (castidad). El sexocrimen cubría infracciones
de todo tipo: fornicación, adulterio, homosexualidad y
otras perversiones y, además, el coito normal practicado
por placer. No había necesidad de nombrarlos separadamente,
ya que todos eran igualmente culpables y merecían
la muerte. En el vocabulario C, que consistía en
palabras técnicas y científicas, existía la necesidad de
dar nombres especializados a ciertas aberraciones sexuales,
pero el ciudadano normal no las necesitaba. Éste
sabía lo que se quería decir buensexo, es decir, el coito
normal entre marido y mujer con el solo propósito de
engendrar hijos y sin placer físico por parte de la mujer;
todo lo demás era sexocrimen. En neolengua era casi
imposible seguir un pensamiento herético más allá de la
percepción de su carácter herético; a partir de este punto
faltaban las palabras necesarias. Ninguna palabra en
el vocabulario B era ideológicamente neutral. Muchas
eran eufemismos. Palabras como, por ejemplo,
gozocampo (campo de trabajos forzados) o Minipax (Ministerio
de la Paz, es decir, Ministerio de la Guerra) significaban
exactamente lo opuesto de lo que parecían indicar.
Algunas palabras, por otro lado, traducían una
franca y despreciativa comprensión por la naturaleza real
de la sociedad de Oceanía. Por ejemplo, prolealimento
significaba la porquería de entretenimiento y falsas noticias
que el Partido daba a las masas. Otras palabras
además eran ambivalentes, teniendo la connotación de
«bueno» cuando eran aplicadas al Partido y de «malo»
cuando eran aplicadas al enemigo. Pero además había
gran cantidad de palabras que a primera vista parecían
meras abreviaciones y que extraían su color ideológico
no de su significado sino de su estructura. Hasta donde
fuera posible todo lo que pudiera tener un significado
político de cualquier tipo entraba en el vocabulario B.
Los nombres de organizaciones, grupos de personas,
doctrinas, países o instituciones o edificios públicos,
habían quedado recortados de forma muy sencilla, es
decir, una sola palabra fácilmente pronunciable con el
menor número de sílabas y que conservaba la derivación
original. En el Ministerio de la Verdad, por ejemplo,
el Departamento de Registro donde trabajaba Winston
Smith se llamaba Regdep, el Departamento de Ficción
se llamaba Ficdep, el Departamento de Teleprogramas
se llamaba Teledep, etc. La finalidad no era sólo ganar
tiempo. Incluso en las primeras décadas del siglo veinte,
las palabras y frases abreviadas habían sido uno de los
rasgos característicos del lenguaje político y era notorio
que la tendencia a usar abreviaturas de este tipo era
más marcada en países y organizaciones totalitarias.
Ejemplos de ello son palabras tales como Nazi, Gestapo,
Comintern, Imprecorr y Agitrop. Al principio esta práctica
se había adoptado instintivamente, pero en neolengua
se utilizaba con un propósito consciente. Habían obser-
vado que abreviando un nombre se estrechaba y alteraba
sutilmente su significado, perdiendo la mayoría de
asociaciones de ideas que de otra manera habría mantenido.
Las palabras Internacional Comunista, por ejemplo,
evocan la imagen polifacético de solidaridad humana,
banderas rojas, barricadas, Karl Marx y la Comuna
de París. La palabra Comintern, por otro lado, sólo sugiere
una organización tupida y cerrada, con una doctrina
concreta. Se refiere a algo tan fácilmente reconocible
y limitado en su propósito como una silla o una mesa.
Comintern es una palabra que se puede pronunciar casi
sin pensar, mientras que Internacional Comunista, es una
frase en la que uno tiene que detenerse por lo menos
unos momentos. Del mismo modo. las asociaciones ideológicas
que la palabra Miniver evoca son menores y más
controlables que las sugeridas por Ministerio de la Verdad.
Ésta era la razón del hábito de abreviar siempre
que fuera posible, así como también el casi exagerado
cuidado que dedicaban a facilitar la pronunciación de
las palabras. En neolengua, la obsesión de la euforia
pesaba más que cualquier otra consideración, salvo la
exactitud del significado. Si era necesario, siempre se
sacrificaba la regularidad de la gramática en aras de la
euforia. Y con razón, ya que lo que se requería, sobre
todo por razones políticas, eran palabras cortas y de significado
inequívoco que pudieran pronunciarse rápidamente
y que despertaran el mínimo de sugerencias en la
mente del parlante. Las palabras del vocabulario B incluso
ganaban en fuerza por el hecho de ser tan parecidas.
Casi invariablemente estas palabras bienpensar,
Minipax, prolealimento sexocrimem, gozocampo, Ingsoc,
corazonsentir, pensarpol y muchas otras eran palabras
de dos o tres sílabas con el acento tónico igualmente
distribuido entre la primera sílaba y la última. Su uso
fomentaba una especie de conversación similar a un
cotorreo, a la vez roto y monótono; era esto precisamen-
te lo que pretendían. La intención era formar un lenguaje,
sobre todo el que versaba sobre materias no neutrales
ideológicamente, tan independiente como fuera posible
de la conciencia. En asuntos, de la vida cotidiana,
sin duda era necesario, o algunas veces necesario, reflexionar
antes de hablar, pero un miembro del Partido,
llamado a emitir un juicio político o ético, debía ser capaz
de disparar las opiniones correctas tan automáticamente
corno una ametralladora las balas. Su entrenamiento
lo preparaba para ello, el lenguaje le daba un
instrumento casi infalible y la textura de las palabras,
con su sonido duro y una especie de fealdad salvaje de
acuerdo con el espíritu del Ingsoc, acababan de completar
el proceso. Además contribuía el hecho de tener pocas
palabras donde escoger. En relación con el nuestro,
el vocabulario de la neolengua era mínimo, y continuamente
inventaban nuevos modos de reducirlo. Desde
luego, la neolengua difería de la mayoría de otros lenguajes
en que su vocabulario se empequeñecía en vez de
agrandarse. Cada reducción era una ganancia, ya que
cuanto menor era el área para escoger, más pequeña
era la tentación de pensar. En definitiva, se esperaba
construir un lenguaje articulado que surgiera de la laringe
sin involucrar en absoluto a los centros del cerebro.
Este objetivo se explicita francamente en la palabra
de neolengua hablapato, que significa «cuacuar como un
pato»; como otras palabras de neolengua, hablapato era
de significado ambivalente. Si las opiniones cuacuadas
eran ortodoxas, sólo implicaban alabanza y cuando el
Times se refería a uno de los oradores del Partido como a
un dobleplusbueno cuacuador estaba emitiendo un caluroso
y valioso cumplido.
El vocabulario C. El vocabulario C era complementario
de los otros dos y contenía totalmente términos científicos
y técnicos. Éstos se parecían a los términos científicos
en uso hoy en día y procedían de las mismas raíces,
pero se tomó el cuidado habitual para definirlos rápidamente,
y despojarlos de los significados indeseables.
Se atenían a las mismas reglas gramaticales que las
palabras de los otros dos vocabularios. Muy pocas palabras
C tenían uso en las conversaciones cotidianas o en
el lenguaje político. Cualquier científico o técnico podía
encontrar todas las palabras necesarias en la lista dedicada
a su especialidad, pero sólo tenía una mínima idea
de las palabras de las otras listas. Solamente unas cuantas
palabras eran comunes a todas las listas y no existía
un vocabulario que expresase la función de la ciencia
como actitud mental o como método intelectual independiente
de sus ramas particulares. No había, de hecho,
palabra para designar la «Ciencia», quedando cualquier
significado que pudiera tener suficientemente cubierto
por la palabra Ingsoc.
Por lo que se ha explicado, podrá verse que en
neolengua la expresión de opiniones heterodoxas de bajo
nivel era casi imposible. Era factible, claro está, emitir
herejías de un tono muy crudo y elemental, como una
especie de blasfemia. Hubiera sido posible, por ejemplo,
decir el «Gran Hermano inbueno». Pero esta aseveración,
que a un oído, ortodoxo le sonaba como una manifiesta
absurdidad, no podría haber sido sostenida con argumentos
racionales, ya que faltaban las palabras necesarias.
Sólo podían sostenerse ideas contrarias al Ingsoc
de una manera vaga y sin palabras, y formularlas en
unos términos muy genéricos que mezclaban y condenaban
todo tipo de herejías, sin definirlas particularmente.
De hecho, sólo podía utilizarse la neolengua para
fines heterodoxos traduciendo de un modo ilegítimo algunas
de las palabras a la Viejalengua. Por ejemplo, «Todos
los hombres son iguales» era una afirmación posible
en neolengua, pero en el mismo sentido en que «Todos
los hombres tienen el pelo rojo» pudiera serlo en
Viejalengua. No contiene ningún error gramatical, pero
expresa una no-verdad palpable como que todos los hombres
son de la misma estatura, peso o fuerza. El concepto
de igualdad política ya no existía y por lo tanto esta
significación secundaria había sido limpiada de la palabra
igual. En 1984, cuando Viejalengua era todavía el
medio normal de comunicación, teóricamente existía el
peligro de que al usar palabras de neolengua uno recordara
sus significados originales. En la práctica no era
dificil, para alguien bien versado en el doblepensar, evitar
que esto ocurriera, pero dentro de dos generaciones
se evitaría incluso la posibilidad de este peligro. Una
persona creciendo con neolengua como único lenguaje,
no sabría nunca que había tenido antes la acepción de
«igualdad política», o que «libre» había significado anteriormente
«intelectualmente libre», del mismo modo que,
por ejemplo, una persona que no hubiera oído hablar
nunca de ajedrez, podría saber los segundos significados
aplicables a la reina y a la torre. Por lo tanto, quedaría
descartada la posibilidad de cometer muchos crímenes
y errores simplemente porque no tenían nombre y,
en consecuencia, son inimaginables. Y era de esperar
que con el paso del tiempo las características que distinguían
a la neolengua, se volverían más y más acusadas:
sus palabras irían disminuyendo, sus significados
cada vez más restringidos y más remoto el peligro de
utilizarlos impropiamente. Al desaparecer la Viejalengua
se habría roto el último lazo con el pasado. La historia
ya se había reescrito, pero algunos fragmentos de la vieja
literatura sobrevivían aquí y allá, imperfectamente
censurados, y mientras persistiera el conocimiento de la
Viejalengua era posible leerlos. En el futuro tales fragmentos,
incluso si sobrevivieran, serían inteligibles e
intraducibles. Era imposible traducir un pasaje de
Viejalengua a Neolengua, salvo que se refiriera a algún
proceso técnico, a hechos de la vida cotidiana o bien
fuese ya de tendencia ortodoxa (bienpensante sería la
expresión en neolengua). En la práctica, esto suponía
que ningún libro escrito antes de 1960 podía traducirse
por completo. La literatura anterior a la Revolución sólo
podía estar sujeta a una traducción ideológica, o sea, a
una alteración tanto de las palabras como del sentido.
Tomemos por ejemplo el tan conocido pasaje de la Declaración
de la Independencia:
Entendemos que son verdades evidentes el que todos
los hombres han sido creados iguales, que han sido dotados
por su Creador con ciertos derechos: inalienables,
entre los que se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad. Y que, para asegurar estos derechos,
se han instituido entre los hombres los gobiernos,
cuyo poder depende del consentimiento de los Gobernados.
Y que cuando cualquier forma de gobierno perjudica
estos fines, el pueblo tiene derecho a alterarla o abolirla
e instituir una nueva ...
Hubiera sido imposible traducir este párrafo a
neolengua conservando el sentido del original. La traducción
más aproximada consistiría en tragarse todo el
pasaje como crimental. Una traducción completa sólo
podía ser ideológica, con lo que las palabras de Jefferson
se habrían convertido en un panegírico sobre el gobierno
absoluto.
Buena parte de la literatura del pasado ya se había
transformado en esto. Consideraciones de prestigio aconsejaban
conservar el recuerdo de algunas figuras históricas,
poniendo al mismo tiempo algunas de sus grandes
acciones en relación con la filosofía del Ingsoc. Varios
escritores como Shakespeare, Milton, Swift, Byron,
Dickens y otros estaban en proceso de traducción. Una
vez terminado este trabajo, sus escritos originales, junto
con el resto que hubiera sobrevivido de la literatura
del pasado, sería destruido. Estas traducciones eran un
proceso lento y difícil y no se esperaba que fueran terminadas
antes de la primera o segunda década del siglo
veintiuno. Había también gran cantidad de literatura
meramente utilitaria -manuales técnicos indispensables
y cosas por el estilo- que debían ser tratados del mismo
modo. Para dar tiempo a este trabajo preliminar, se fijó
una fecha tan lejana como el año 2050 para la adopción
definitiva de la neolengua.

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