lunes, 20 de abril de 2009

Evolución de la correlación internacional de fuerzas


Entrevista con Thierry Meyssan

18 de abril de 2009

DesdeBeirut (Líbano)


En entrevista concedida a la asociación Igualdad y Reconciliación, Thierry Meyssan describe los componentes y proyectos de la nueva administración estadounidense.

En su opinión, luego del paréntesis Bush-Cheney de la guerra en Irak, Washington vuelve hoy al consenso post-11 de septiembre y a sus contradicciones de los años 2001-2002. Pero el desgaste militar en Irak y la crisis financiera de Wall Street obligan al Imperio a reconsiderar estrategias y plazos para continuar la globalización.

ENTREVISTA
I&R: Señor Thierry Meyssan, ya no se le ve a usted en Francia. ¿Qué está haciendo?
Thierry Meyssan: Estoy viviendo en el Líbano. Después de la llegada de Sarkozy al poder, recibí amenazas directas de altos funcionarios franceses. Amigos del ministerio de Defensa me informaron que Estados Unidos me considera un peligro para su seguridad nacional. En el marco de la OTAN, [Estados Unidos] solicitó a los servicios aliados que me neutralizaran y ciertos franceses querían hacer méritos. Así que decidí irme, no sólo de Francia sino de la zona de la OTAN. Después de pasar algún tiempo en Caracas y Damasco, pasando por Moscú, me instalé en Beirut, donde me puse al servicio de la Resistencia.
I&R: ¿En qué está trabajando en este momento?
Thierry Meyssan: Estoy trabajando en un libro de análisis sobre la administración Obama, sus orígenes, su composición, sus proyectos, etc. El mes que viene saldrá una primera edición, limitada a unos pocos ejemplares y dirigida a algunos líderes. Más tarde, durante el otoño, saldrá otra edición en varios idiomas para el público en general. Estoy viviendo exclusivamente de lo que escribo y colaboro con periódicos y revistas en el sector de la política internacional, en el Medio Oriente y en Rusia.

I&R: ¿Cómo analiza usted la evolución de la política estadounidense?
Thierry Meyssan: Actualmente existe un relativo consenso sobre el comprobado fracaso de la política de Bush, el exagerado despliegue militar, las nefastas consecuencias del unilateralismo para las relaciones con los aliados y la pérdida de liderazgo. Desde 2006, James Baker y Lee Hamilton, quienes presidían una comisión creada por el Congreso para evaluar la estrategia en Irak, han venido reclamando un regreso a una posición más inteligente. Aconsejaron una retirada de Irak y un prudente acercamiento a los países vecinos (Siria, Irán), indispensable para evitar que la partida de los soldados estadounidenses se convierta en una debacle, como en Vietnam. Lograron la eliminación de Donald Rumsfeld e impusieron como sucesor de éste último a un miembro de su propia comisión, Robert Gates. Pero congelaron la política de «remodelamiento del Gran Medio Oriente», no lograron que George Bush y Dick Cheney renunciaran a ella. Por eso tuvieron que organizar una ruptura utilizando a Barack Obama.
En realidad, Barack Obama ya había sido lanzado a la carrera por [un puesto en] el Senado federal y por la presidencia desde el aňo 2004. Entró en escena durante la convención demócrata de investidura de John Kerry. En aquel entonces no era más que oscuro parlamentario de la Asamblea de Illinois, pero ya estaba siendo dirigido y entrenado por Abner Mikva y sus hombres (Jews for Obama -judíos por Obama-), y tenía el apoyo de la finanza anglosajona (Goldman Sachs, JP Morgan, Excelon…). Las multinacionales inquietas por la pérdida de mercados por causa del aumento del antiimperalismo (Business for Diplomatic Action), los partidarios de la Comisión Baker-Hamilton, los generales en desacuerdo con las erráticas aventuras de los neoconservadores, y otros sectores fueron uniéndose a él.
Los franceses a menudo creen que el presidente de Estados sale de una elección de segundo grado en la que participan grandes electores. Eso es falso. Lo elige un colegio cuyos miembros son designados por un grupo de notables. En 2002 la Corte Suprema recordó que el voto ciudadano era puramente consultivo y que el gobernador de la Florida podía nombrar a los delegados [representantes] de su Estado al colegio electoral sin siquiera esperar el conteo del escrutinio general.
En ese sistema oligárquico, lo que existe es un partido único con dos corrientes: los republicanos y los demócratas. Jurídicamente no constituyen dos entidades separadas. Son los Estados quienes organizan las elecciones primarias, no los seudopartidos. Así que no es nada sorprendente que Joe Biden y Barack Obama sean ambos viejos amigos de John McCain. John McCain preside el Instituto Republicano Internacional, órgano del Departamento de Estado encargado de corromper a los partidos de derecha a través del mundo; mientras que Obama trabaja en el seno del Instituto Demócrata Nacional, presidido por Madeleine Albright y encargado de corromper a los partidos de izquierda. Obama, McCain y Albright participaron juntos en la desestabilización Kenya, durante una operación de la CIA, para imponer como primer ministro a un primo de Obama.
Digo todo esto para que se entienda que Obama no apareció por arte de magia. Es un especialista de la acción secreta y de la subversión. Ha sido reclutado para hacer una labor muy específica.
Los objetivos de la heteróclita coalición que lo apoya son globalmente los mismos, pero no existe entre sus componentes un consenso en cuanto a los detalles. Ello explica la increíble batalla provocada por las nominaciones y el lado constantemente ambiguo de los discursos de Obama.
Cuatro polos están actualmente en pugna:
El polo Defensa, alrededor de Brent Scowcroft, de los generales contrarios a Rumsfeld y, por supuesto, de Robert Gates, hoy por hoy el verdadero amo de Washington. Aconsejan poner fin a la privatización de los ejércitos, una salida «honorable» de Irak, pero también aconsejan proseguir el esfuerzo estadounidense en Afganistán para no dar la impresión de una desbandada, y, para terminar, un acuerdo con los iraníes y los sirios. Para ellos, Rusia y China siguen siendo rivales a los que hay que aislar y paralizar. Ven la crisis financiera como una guerra que va a costar la pérdida de programas de armamentos y que obligará a reducir el formato de los ejércitos, aunque estos deben mantener una superioridad relativa. No les importa perder algo de poderío, si siguen siendo los más fuertes.
Los departamentos del Tesoro y del Comercio, alrededor de Tim Geithner y Paul Volcker, los dos protegidos de la familia Rockefeller. Ambos provienen de la Pilgrim’s Society y cuentan con el apoyo del Grupo de los Treinta, del Peterson Institute y de la Comisión Trilateral. Los apoyan la reina Isabel II [de Gran Bretaña] y quieren salvar simultáneamente Wall Street y la City. Para ellos la crisis es un duro golpe ya que los ingresos de la oligarquía financiera están en caída libre, pero es sobre todo una oportunidad ideal para concentrar el capital y aplastar toda resistencia contra la globalización. De momento, se verán obligados a reducir su nivel de vida para no dar lugar a revoluciones sociales, pero al mismo tiempo pueden enriquecerse comprando lo mejor de la industria a cambio de algunas migajas. A lo largo plazo, proyectan instaurar no un impuesto mundial por el derecho a respirar –sería demasiado burdo– pero sí un gravamen global sobre el CO2 y una Bolsa de derechos de emisión –que es casi lo mismo, pero con la apariencia de algo ecologista. Contrariamente a lo que piensa el Pentágono, este grupo aconseja una alianza con China, sobre todo teniendo en cuenta que ese país posee el 40% de los bonos del Tesoro estadounidense, pero también como forma de impedir la aparición de un bloque asiático cuyo eje sería China y que absorbería parte de las materias primas africanas.
El polo del Departamento de Estado, alrededor de Hillary Clinton, cristiana fundamentalista, miembro de una secta muy secreta, la Fellowship Foundation (conocida como «La» Familia). Es el refugio de los sionistas, el último espacio protegido de los neoconservadores, hoy en vías de desaparición. Aconsejan un apoyo incondicional a Israel, con una pizca de realismo porque saben que el entorno ha cambiado. Ya no será posible bombardear el Líbano como en 2006, porque el Hezbollah dispone ahora de eficaces armas antiaéreas. Ya no será posible penetrar en Gaza como en 2008 porque el Hamas adquirió cohetes antitanques Kornet. Y si Estados Unidos tiene problemas para pagar las cuentas de Tel Aviv, es poco probable que los sauditas puedan tomar su lugar por mucho tiempo. Así que hay que ganar tiempo, haciendo algunas concesiones de ser necesario, y encontrarle a Israel alguna utilidad estratégica. La principal misión de la señora Clinton consiste en mejorar la imagen de Estados Unidos, no mediante las relaciones públicas (o sea, justificando la política de Washington) sino a través de la publicidad (o sea, vendiendo las cualidades reales o imaginarias del modelo estadounidense). En ese contexto, los sionistas tendrían que respaldar el proyecto Korbel-Albright-Rice de transformación de la ONU en un amplio foro impotente y de creación de una organización que competiría [con las Naciones Unidas], la Comunidad de las Democracias, que se apoyaría en su brazo armado: la OTAN. Por el momento, están ocupados saboteando la conferencia de Durban II que, en lugar de celebrar la «única democracia del Medio Oriente», está denunciando el régimen que ocupa el poder en Tel Aviv. Con el secretario de Estado adjunto, James Steinberg, ellos ven la crisis financiera como una Blitzkrieg. Habrá muchas pérdidas, pero es hora de acabar con los rivales y de tomar el control por sorpresa. Su problema no es acumular riquezas mediante compras y fusiones sino poner a su gente en los ministerios de Finanzas de todo el mundo y a la cabeza de las instituciones bancarias.
Y, finalmente, está el Consejo de Seguridad Nacional, bajo la influencia de Zbignew Brzezinski, quien fue profesor de Obama en Columbia. Este órgano abandonaría su tradicional papel de coordinador para convertirse en un verdadero puesto de mando. Lo dirige el general Jones, quien fue comandante supremo de la OTAN y uno de los fundadores del Africa Command. Para ellos, la crisis financiera es una crisis de la estrategia imperial. Es el enorme endeudamiento, contraído para poder financiar la guerra en Irak, lo que precipitó el derrumbe económico de Estados Unidos. Contrariamente a lo sucedido en 1929, la guerra no será la solución sino el problema. Por consiguiente, hay que trabajar simultáneamente en tres direcciones: forzar el regreso de los capitales a Estados Unidos acabando con los paraísos fiscales competidores y desestabilizando las economías de los países desarrollados (como en la experiencia desarrollada en Grecia); mantener la ilusión del poderío militar estadounidense mediante la continuación de la ocupación en Afganistán; y ahogar la nacientes alianzas Siria-Irán-Rusia, sobre todo entre Rusia y China (la Organización de Cooperación de Shangai). El Consejo va a priorizar todas las formas de acción clandestina para que el Pentágono disponga del tiempo que necesita para reorganizarse.
Obama está tratando de contentar a todo el mundo, lo cual da lugar a la confusión reinante.
I&R: ¿Cómo ve usted la evolución de la situación en el Medio Oriente, a la luz de la nueva administración?
Thierry Meyssan: Existe consenso sobre una cuestión: Washington tiene que lograr reducir la tensión en esa región, sin abandonar por ella a Israel. Hay dos opciones sobre el tapete, pero la aplicación de cualquiera de las dos exigirá el apoyo de las corrientes más radicales. Es por eso que Washington promovió un gobierno Netanyahu-Lieberman en Israel y va a permitir que el Hamas y el Hezbollah ganen las próximas elecciones en los territorios palestinos y en Líbano.
El primer escenario, trazado por Zbignew Brzezinski, prevé simultáneamente el reconocimiento de un Estado palestino y la naturalización de los refugiados palestinos en los países en que se encuentren. Todo esto iría acompañado de dinero para indemnizar a los Estados que absorban a los refugiados y para desarrollar Gaza y Cisjordania. Además, una fuerza de interposición de la OTAN garantizaría el mantenimiento de esa paz, por mandato de la ONU. Nicolas Sarkozy apoya ese plan.
El segundo enfoque es más duro para los dos protagonistas. Establece que hay que obligar a los israelíes a abandonar sus exigencias más extravagantes, mientras que obligaría a los palestinos a considerar Jordania como su patria natural. Sería una paz más económica para Washington y realizable a largo plazo, aunque difícil de aceptar para ambas partes, y que implicaría de paso el fin de la monarquía hachemita. Uno de los promotores de esa fórmula es el embajador Charles Freeman, a quien el lobby sionista acaba de obligar a renunciar a la presidencia del Consejo Nacional de Inteligencia, pero que dispone de sólido apoyo en el aparato estatal.
I&R: A su entender, ¿qué formula va a imponerse?
Thierry Meyssan: Ninguna porque la crisis económica es tan grande que desembocará en una dislocación de Estados Unidos y en el fin del Estado de Israel.
Washington tendrá que moderar de nuevo sus ambiciones. Tendrá probablemente que replegarse hacia el mantenimiento del statu quo. Su acción se limitará a impedir que nuevos actores vengan a ocupar su lugar.

I&R: ¿Qué aconseja usted, a título personal?
Thierry Meyssan: Los 5 millones de judíos, los 9 millones de palestinos y el resto de la población de Palestina deben reunirse en el seno de un Estado único basado en el principio de «un hombre, un voto». Esa es por demás, en mi opinión, la única solución que evite a largo plazo la expulsión de los judíos. Hay que recordar el caso del apartheid en Sudáfrica, donde muchos anunciaban que su fin provocaría la expulsión o el exterminio de los blancos. Y ya se sabe lo pasó. La muerte de Arafat no representa un obstáculo porque hay otros Mandela en Palestina. El verdadero problema está en encontrar un De Clerk en el bando israelí. El Hamas apoyaría sin dudas esa solución, ya que tendría la aprobación del pueblo. Mientras más se retrasen los plazos, más difícil será llegar a una solución pacífica. La CIA está estudiando, además, el escenario más catastrófico, con una sublevación sangrienta que expulsaría a 2 millones de judíos hacia Estados Unidos.

I&R: ¿Y qué pasaría, a su entender, con Siria e Irán? ¿Cree usted que sea posible la guerra?
Thierry Meyssan: No creo que se violen los acuerdos secretos entre los militares estadounidenses, Siria a Irán. Estados Unidos no tiene los medios necesarios, ni tampoco el deseo.
En primer lugar, [Estados Unidos] sabe que la amenaza nuclear iraní es una mentira fabricada por ellos mismos, como mismo inventaron las armas iraquies de destrucción masiva. Lo cierto es que el imam Khomeiny había condenado como inmorales la fabricación y el uso de la bomba atómica y no se ven en Irán grupos capaces de ignorar esa premisa. En segundo lugar, la política de George Bush empujó a Teherán y a Damasco hacia los brazos de Moscú, que está preparando además una conferencia internacional de paz para el Medio Oriente. En lo adelante, es para Washington una prioridad el lograr desmantelar esa naciente alianza y tratar de atraer nuevamente a Irán y Siria. Por supuesto, es probable que estos últimos aumenten sus exigencias y que se cuiden de caer en uno de los dos bandos. Finalmente, Estados Unidos siente que está en situación de urgencia. Su economía se está derrumbando y es posible que no tenga ya por mucho tiempo la posibilidad de seguir defendiendo a Israel a tan alto costo. Sobre todo si se tiene en cuenta que Tsahal [el ejército israelí] ya no es el de antes. El ejército israelí ya no es invencible. Ha ido acumulando fracasos en el Líbano, en Gaza y también, no podemos olvidarlo, en Georgia.

I&R: Ya nos dijo usted que está viviendo en el Líbano. ¿Cuál es la situación allá?
Thierry Meyssan: La Alianza Nacional reunida alrededor de la Corriente Patriótica Lire de Michel Aoun y del Hezbollah de Hasan Nasrallah va a ganar las próximas elecciones, sin lugar a dudas, si las elecciones logran desarrollarse libremente. La familia Hariri podrá sobrevivir solamente mientras las grandes potencias cuenten con ella para cobrar impuestos y para obligar al pueblo a pagar la deuda externa del Líbano, sin tener en cuenta que la mitad de esa deuda proviene del enriquecimiento ilícito de la propia familia Hariri. El criminal de guerra Walid Joumblatt –nada más y nada menos que vicepresidente de la Internacional Socialista– e incluso los neofascistas, como el asesino patológico Samir Geagea, se verán abandonados por quienes los financian. Esos sicarios han perdido su eficacia y ya no resultan presentables.
El Tribunal Especial para el Líbano, encargado de instruir el caso Hariri y diferentes asesinatos políticos, se dejará caer en el olvido o dará lugar a una gran sorpresa. Fue concebido como una máquina de guerra para acusar a Siria, poner a ese país al margen de la comunidad internacional y convertirlo en blanco de una agresión militar. Supe que recibió nuevos elementos durante las últimas. Estos refutan la supuesta culpabilidad de Siria y ponen a Arabia Saudita en el banquillo de los acusados. Es sobre esa base que hay que analizar la recuperación del control de Arabia Saudita por parte del rey Abadía y la eliminación de los ministros que financiaron la lucha contra el Hezbollah y el Hamas. Volviendo a las elecciones legislativas libanesas de junio, la cuestión es saber si la victoria de la Resistencia ascenderá a un 55 o a un 70%.
Eso dependerá esencialmente de que surja o no una nueva fuerza cristiana que siembre la división o que organice una acción de diversión alrededor del presidente Sleimane. En definitiva, los colaboradores de Estados Unidos y de Israel negociarán quizás un compromiso, mientras estén en situación de hacerlo. El país estaría abocado entonces a la designación de un millonario como primer ministro (Saad Hariri o algún otro), pero éste se vería a la cabeza de un gobierno enteramente controlado por la Resistencia nacional. Sería una fórmula muy oriental: los honores y el primer plano para los perdedores mientras que el verdadero poder se mantendría en la sombra. La ventaja de esa solución reside en eliminar toda justificación para una intervención militar contra el Líbano.

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