viernes, 17 de julio de 2009

El estado de golpe: El caso de Núria Pòrtulas, equiparar disidencia con delincuencia


17-07-2009
David Fernández
Vilaweb

Ayer, a las 10.30, técnica y aparentemente, Núria Pòrtulas se sentó en el banquillo de los acusados de la madriguera de excepción de la Audiencia Nacional española. No solamente ella. Cerca de ella, de manera imperceptible pero real, comparecían también, bien incómodamente, todo el Departamento de Interior, la División de Información de los Mossos d'Esquadra y Joan Saura mismo. Porque, al mismo tiempo y conjuntamente, se juzgaba un determinado modo, nefasto y perverso, de entender el antiterrorismo y de equiparar disidencia con delincuencia.

Cuando entre acometidas policíacas y seis detenciones, Núria se sentó para afrontar una petición fiscal de cinco años por 'colaboración' con una banda armada inexistente, Saura también ponía un pie en el tribunal especial. Porque era el momento, dos años y medio después, de poder desmontar la fantasía policíaca que ha construido el caso y la cobertura política, re llenita de medias verdades y de mentiras enteras, de los que la han amparado. Empezaba a hundirse la causa sumarísima que sacudió las comarcas de la circunscripción de Gerona en febrero de 2007 y, tal vez, todo se ha empezado a disolver como un «terrón de azúcar que se te escapa entre los manos», como reconoció a Joan Delort mismo hace bien poco en relación con el pretendido jihadismo del Raval.

De entrada, ya era así antes de empezar, porque el ministerio fiscal mismo pedía la pena mínima prevista por el código penal y reconocía la falta de toda prueba más allá de carteles y adhesivos. De salida, ya veremos qué pasa: como se libra de esta Núria, cómo se libran de esta Saura y compañía y su velo de espeso silencio. Pero queda claro que los invisibles que ajustan los hilos y se entusiasmen con la chapucera guerra preventiva decidieron llevar a Núria al TOP que es todavía la Audiencia Nacional española, porque es el único espacio paradisiaco del viejo sueño parapolicíaco donde se puede condenar sin pruebas.

Y sin embargo, antes del partido judicial, ya se acumulaban los cúmulos de despropósitos acumulados en los informes redactados desde algún despacho de los bocados. Cuatro ejes construyendo una acusación espuria que late entre Kafka y el absurdo de Ionescu. Primera supuesta prueba: la acusada 'es de ideología anarquista'; descubrimiento inútil, Núria nunca se ha escondido y ya lo sabíamos antes de empezar. Segunda: que además de identificarse con las ideas libertarias en el país de Ferrer i Guardia, del Noi del Sucre y de Puig Antich, ejerce consecuentemente. Es decir, que los mozos han demostrado al detalle todas las protestas públicas en que ha participado, en un atestado que cambia de nuevo los roles de acusadores y acusados: porque la única cosa que demuestran es hasta qué extremos ha llegado el control social en nuestro país, que Núria llevaba el megáfono en una manifestación (¡oooh!) y que son totalmente incapaces de acreditar una sola ilicitud penal. ¡Ayer lo volvieron a demostrar, rehuyendo deliberadamente que los delitos de base ideológica, propios del derecho penal de enemigo hitleriano que juzga aquello que eres y no aquello que haces, es el ADN de las repúblicas bananeras. En el caso que comentamos, para ser precisos, de las monarquías bananeras.

Más. Tercera hipótesis que los tumbará: no hay ninguna banda armada. La excusa aducida era que Núria había participado en campañas de solidaridad por la liberación de Joan Surroche, encarcelado en Italia por la quema de trenes implicados en la deportación de inmigrantes. La justicia italiana mismo, en la ópera bufa de la democracia berlusconiana, lo ha absuelto. Por lo tanto, la hipotética banda armada unipersonal ya se ha desvanecido. No existe. ¡Venga ya!

El cuarto cebo, en fin, es el más dramáticamente tragicómico: la sospecha, sospechosamente sin pruebas, que Núria se disponía a hacer «un paso más». Como conversación de bar de carretera entre mozos de la división de información con tres gintonics de más, pase. Como indicio judicial sometido a contradicción es ridículo, a menos que se les acuda citar como perita a la pitonisa Aramis Fuster, que a estas alturas me merece mucha más confianza que los mossos que desfilaron ayer por la Audiencia Nacional española para intentar probar aquello que no puede probarse. Porque el salto al vacío finalmente, no la ha hecho Núria: lo han hecho los mossos precipitándose al abismo de detener sin pruebas. Y después llega el juicio y resulta de que las pruebas todavía no han aparecido. Caray. Que se lo hagan mirar, mejor hoy que mañana. ¡Porque, si hay que funcionar sobre la base de la expansión difusa de la sospecha permanente contra determinadas ideas, tendrían que empeñarse en ampliar aún más las cárceles! O se les harán pequeñas. Afortunadamente, y lo saben, hay unos cuantos en este rincón de mundo que continúan ejerciendo el derecho fundamental de pensar, de disentir y de actuar. A plena luz y a cara descubierta.

Dos procesos, pues, y uno tercero todavía más insondable. Lo que nos interpela directamente, a nosotros mismos: como no nos podemos permitir el lujo de callar o estas cosas continuarán pasando; como no tendríamos que perder nunca la capacidad de indignación contra atropellos insoportables; como nos deseducan mirando a otra lado; y como la clase política es experta a esconder a la cabeza bajo el ala. De la conjunción de los tres procesos prospera, finalmente, el debate sobre modelos sociales y modelos policíacos. La batalla que dirime las tensiones permanentes entre la libertad sacrificada en el altar de la seguridad y los costes imposibles de los derechos civiles de la guerra preventiva con los correspondientes estragos siniestros. Si la condenan, continuaremos diciendo que nos vuelan culpables y que no somos en absoluto inocentes. Si lo absuelven, como anhelamos muchos, habrá que continuar desmenuzando la ley del silencio de la impunidad.

13 de julio de 2009, pues: nosotros y Núria y su pequeño Guantánamo local. Y ellos. Los invisibles de la división de información. Y la factura pagada anticipadamente por Núria: detenida incomunicada el 7 de febrero de 2007, encarcelada 120 días en la estepa castellana por cortesía de la policía autonómica y desde ayer con lo desaparece de Dàmocles que dirime la supervivencia de la libertad concreta o la losa de la victoria del miedo y de la (in)seguridad.

Quizás funcionar así no sea en absoluto un golpe de estado. Pero es el estado de golpe. Con toda la artillería para transformarnos, de ciudadanos libres a súbditos sumisos. En el caso que comentamos, además, con la vieja manía, menudeada y enquistada, condensada en una parábola cínica pero oportuna: la que dice que el poder es como un violín. Se coge con la izquierda y se toca con la derecha. Éste es el drama y el fraude. De veras.

Por eso tengo ganas de leer la sentencia pronto. Ganas del día siguiente. De un día siguiente en libertad para Núria. Para decir a Saura: ¿y ahora qué, rey? ¿Y ahora qué?


Publicado en catalán en Vilaweb el 14 de julio de 2009 http://www.vilaweb.cat/www/mailobert?id=3609157


Traducción de Joan Tafalla (Espai Marx).



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