Reseña de "De vagos y maleantes. Michel Foucault en España", de Valentín Galván
Luis Roca Jusmet
Rebelión
28-05-2010
Jean Braudillard escribió hace tiempo un ensayo con el provocador título de Olvidar a Foucault. En su momento podía tener su sentido, ya que la moda Foucault exigía una cierta desmitificación. Pero afortunadamente Foucault ya no es una moda y sí un pensador muy potente que sobrevive al mercado de las ideas.
El presente trabajo se enmarca dentro de lo que podemos llamar sociología de la filosofía. Valentín Galván nos ofrece un estudio muy riguroso sobre el impacto de Foucault en la época de la Transición. Pero lo hace desde una hipótesis muy atractiva, que es que fue recibido en nuestro país como una caja de herramientas desde un cruce entre los sectores marginados en lucha y los medios académicos del país. En EEUU, en cambio, su influencia fue estrictamente académica y su elaboración básicamente retórica. En México, en cambio, fueron los intelectuales comprometidos en la lucha directa y radical los que lo absorbieron. Resulta sorprendente saber que Rafael Guillén, el Subcomandante Marcos, líder del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, fue un entusiasta lector de Foucault. El interés del libro, tal como está planteado y desarrollado, no sólo es sociológico sino también político. Forma parte de una reflexión necesaria sobre la otra cara de la Transición. Es una cara oculta, que ahora está empezando a aparecer en diversas ediciones y que había estado silenciada por la versión más legitimadora de la forma cómo se llevó la Transición española tras la muerte de Franco.
Personalmente viví esta época y recuerdo todas estas luchas marginales de la que nos habla Valentín Galván. Las luchas de presos, muy fuertes en u momento, han quedado totalmente relegados al olvido, al igual que las luchas de los colectivos críticos con la psiquiatría oficial. La pregunta es si los cambios que forzaron a nivel legal e institucional fueron suficientes y si no ha sido así porque han desaparecido estos movimientos. Respecto a la lucha del movimiento feminista y homosexual está claro también los cambios que se produjeron y que en la lucha interna entre reformistas y radicales ganaron los primeros. Una cuestión que me parece muy sugerente es la influencia de Foucault en la crítica radical a la institución educativa. No hace mucho escribí un artículo en El Viejo Topo sobre la relación que establecía Foucault entre la escuela y el poder, escrito que pretendía ser el inicio de una reflexión sobre el tema, al que este libro nos presenta valiosos materiales. Habría que pensar cómo la lucha contra la escuela autoritaria, la escuela como encierro ha perdido fuerza por una serie de factores que en conjunto han producido un efecto perverso. Éste efecto es que sectores críticos han sido reciclados como ideólogos de un sistema educativo que cuestionando formalmente la escuela autoritaria ha conducido al desastre actual. La consecuencia es que frente a la postura falsa y complaciente de los socioliberales que la defienden sólo parece clara la alternativa de una vuelta a los antiguos valores que los foucaltianos criticaron en su momento. Incluso supuestos sectores de la izquierda radical se han apuntado al carro y sólo algunos sectores cómo los agrupados en la Redires parecen proponer opciones que recuperen aquellas críticas.
Otro aspecto que llama la atención es que entre los sectores en lucha que fueron permeables a las propuestas de Foucault no se encuentre el sector médico. Foucault hizo una crítica muy interesante tanto a la medicina oficial como a la antimedicina (cuyo paladín era Ivan Illich) que lamentablemente no fueron recogidos por lo que podríamos llamar la izquierda radical en este sector.
Las críticas que se pueden hacer al libro son en todo caso muy personales y secundarias. Me hubiera gustado que Valentín Galán hubiera profundizado algo más en la relación entre Foucault y el psicoanálisis lacaniano, que ya tenía en aquellos momentos seguidores muy activos en nuestro país. También querría señalar la diferencia entre los autores algo oportunistas y muy volubles a las modas intelectuales (Fernando Savater, Eugenio Trías) y los althusserianos delirantes como Gabriel Albiac ( uno de los voceros actuales más patéticos de la nueva derecha en nuestro país) del profesor de filosofía Miguel Morey. Pienso que éste último fue un lector atento y sincero de Foucault, a la que muchos estudiantes de filosofía de la Universidad de Barcelona (entre los cuales me encuentro) le agradecemos el interés que nos despertó por Foucault. Y lo hizo precisamente presentándolo como esta caja de herramientas que al igual que Valentín Galván pienso que es la manera más productiva de utilizarlo. La pregunta del millón sería cual ha sido el proceso a través del cual Foucault ha dado instrumentos no sólo a intelectuales liberales como Fernando sava También me parece muy acertada su insistencia en que uno de los valores de Foucault fue su capacidad para dar la voz a los que nunca la habían tenido en lugar de aparecer como su portavoz. Mucho hemos de aprender todavía de Foucault y efectivamente no será desde lo académico. La filosofía como ontología del presente sigue viva y así la hemos de mantener. Estudios como el de Valentín Galván merecen ser reconocidos y su libro, por supuesto, ser leído. Y efectivamente lo hemos de leer con alegría y sin prejuicios, no buscando en Foucault una identidad fija, ya que según el filósofo ésta no es más que una máscara detrás de la cual están los múltiples fragmentos que muestran lo que realmente somos.
viernes, 28 de mayo de 2010
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