jueves, 6 de mayo de 2010

Consecuencias del “libre” comercio


Vicenç Navarro
PÚBLICO,
6 de mayo de 2010

Este artículo muestra como el mal llamado libre comercio (poniendo entrecomillas “libre” porque no es tal) está dañando enormemente a las clases trabajadoras y clases populares de los países subdesarrollados. Esta tesis, expuesta por el autor en un artículo anterior publicado en PÚBLICO, ha sido ahora corroborada sorprendentemente por el Presidente Clinton de EEUU, el cual ha reconocido que las políticas promovidas por su gobierno, por el Banco Mundial, y por el Fondo Monetario Internacional (y por los medios liberales), dañaron enormemente a Haití, tal como el autor de este artículo había señalado anteriormente. El artículo subraya que tales políticas de “libre” comercio están dañando, no solo a Haití, sino a la mayoría de países de Latinoamérica.A raíz del terremoto ocurrido en Haití el pasado 12 de enero de 2010, escribí el artículo en Público “Haití no es un desastre natural” (28-01-10), en el que denunciaba la cobertura por parte de los medios de información españoles de la situación desastrosa que aquel país estaba sufriendo. Tales medios presentaron aquella tragedia como un fenómeno natural e imprevisible, el terremoto, ignorando las causas políticas del enorme subdesarrollo del país que le había hecho tan vulnerable frente a aquel fenómeno natural. La información proveída por los medios estaba encaminada a estimular una enorme movilización internacional de ayuda “humanitaria”, liderada por el Gobierno federal de EEUU, presentado por muchos articulistas, como la predecible Pilar Rahola de La Vanguardia, como “el bueno de la película” (21-01-10).
Escribí un artículo muy crítico de tal cobertura mediática subrayando que el desastre de Haití no era exclusivamente (ni siquiera primordialmente) un desastre natural, sino un desastre previsible, consecuencia de la enorme pobreza de la mayoría de la población, resultado de unas estructuras político-económicas dominadas por unas élites corruptas, sostenidas por los gobiernos estadounidenses y franceses. Añadía que el Gobierno federal de EEUU, lejos de ser “el bueno de la película”, era “el malo”, no sólo por haber ayudado al mantenimiento de las élites dominantes de aquel país, sino también por haber promovido políticas que dañaron enormemente su capacidad productiva agrícola. Mostraba, como ejemplo, que Haití, que había sido un país exportador de arroz, pasó a ser más tarde importador de arroz como consecuencia de la imposición al Gobierno haitiano de medidas antiproteccionistas (eliminando los aranceles, entre otras medidas) por parte de los gobiernos Clinton y Bush. Estos gobiernos forzaron al Gobierno de Haití a aceptar el arroz importado de los productores arroceros estadounidenses (la mayoría de Arkansas, el Estado del que el presidente Clinton había sido gobernador), altamente subvencionados por el Gobierno federal de EEUU. Ello explica que el arroz importado fuera más barato en Haití que el producido en aquel país, con lo cual se destruyó la capacidad de producir arroz, empobreciendo a miles de familias productoras de arroz. El supuesto benefactor (el bueno de la película) estaba creando las condiciones para que un desastre natural pusiera al descubierto la enorme tragedia e injusticia que se había impuesto a aquel país.
Como era predecible, el artículo causó gran revuelo, con la consiguiente sistemática retahíla de insultos hacia las voces que cuestionamos el dogma liberal dominante en el país, en los medios que reproducen la sabiduría convencional. Algunas respuestas no fueron insultos, sino expresiones de desacuerdo, sin que estuvieran avalados, sin embargo, por una evidencia que cuestionara mi diagnóstico.
La mayoría de voces, sin embargo, coincidió con la postura reflejada en el artículo del embajador del Gobierno de EEUU en Madrid, Adam D. Solomont, en el que defendió la bondad de las intervenciones del Gobierno de EEUU en Haití (Público, “Una mano que ayuda”, 31-01-10). Con todo ello, mi artículo pasó al olvido.
Hasta ahora. Hace unas semanas (10-03-10), nada menos que el propio ex presidente Clinton, en un testimonio ante el Senado de EEUU, reconoció que en 1995 presionó al Gobierno haitiano para que disminuyera los aranceles (en respuesta a las presiones de los agricultores de arroz de su Estado natal) bajando las tasas aduaneras del arroz del 50% al 3%, destruyendo con ello el sector arrocero de Haití. Añadió Clinton que, tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional, también habían favorecido tal liberalización que, retrospectivamente –admitía–, había tenido un impacto muy negativo en la economía de aquel país. El arroz estadounidense, altamente subvencionado por el Estado federal, se vendió a 3,8 dólares por libra, frente al precio local, 5,12 dólares. Miles y miles de agricultores tuvieron que dejar el campo y pasaron a engrosar las masas que vivían en condiciones miserables en las ciudades. Haití se convirtió, así, de mayor exportador de arroz a un importador. De hecho, hoy el 80% del arroz es importado. “Haití –concluyó Clinton en su testimonio ante el Senado– es un caso que muestra que, en lugar de ayudar, perjudicamos a aquel país”. Hay que agradecer la sinceridad y el arrepentimiento mostrados por el presidente Clinton. Pero el hecho es que era fácil de ver que todas estas políticas ahora denunciadas causarían el daño que hicieron, como algunas voces solitarias predijimos. No era culpable, pues, sólo él, sino toda la sabiduría convencional liberal dominante en aquel y otros países (incluído España), así como el FMI y el Banco Mundial, y que los medios –también los españoles– reprodujeron. ¿Cuándo pedirán perdón los medios españoles, la mayoría de persuasión liberal, fundamentalistas del libre comercio?
En realidad, la evidencia de que el fundamentalismo liberal de libre comercio está dañando, no sólo a Haití, sino a toda América Latina, es abrumadora, tal como documenta el libro Las relaciones económicas entre la Unión Europea y América Latina: sus impactos en los mercados laborales (1990-2007). Sus autores, dos académicos chilenos, Claudio Lara y Consuelo Silva, ofrecen evidencia empírica que muestra que, con contadas excepciones, tales inversiones extranjeras, en ausencia de medidas proteccionistas, están perjudicando más que favoreciendo la calidad de vida de las clases trabajadoras de aquellos países. El libro, escrito a petición de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA-TUCA), ha documentado un aumento de la destrucción de empleo, de la temporalidad, precariedad y deterioro de las condiciones de trabajo, junto con un descenso salarial en muchos países de América Latina. Esta es la situación ignorada en la promoción del mal llamado “libre” comercio. En realidad, de libre, tiene muy poco.

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Garzón, el cazador cazado


Porque Garzón, no nos engañemos, es también un fascista, sólo que de otro tipo. Es un fascista del siglo XXI...

Manuel M. Navarrete
Para Kaos en la Red
28-4-2010

Este sábado se produjeron distintas manifestaciones “contra la impunidad del franquismo y en defensa del juez Garzón”. Fuimos muchos los que, en circunstancias así, pedimos que nos avisen cuando convoquen una sólo contra la impunidad del franquismo. Sin embargo, Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista apoyaron esta movilización y participaron en ella.

Is anybody home, Mc Fly? Sería redundante, de sobra lo conocemos todos, ahondar en el historial reaccionario de la Audiencia Nacional y de su juez estrella, el más represivo, el mejor: desde la doctrina Parot hasta las ilegalizaciones de Batasuna o el PCE ( r ), pasando por el cierre de medios de comunicación que, para colmo, se han demostrado inocentes, como Egunkaria; o la persecución incluso de artistas como Fermín Muguruza, Manu Chao, Soziedad Alkohólika o cualquiera que ose pensar diferente a como piensa su distinguida señoría.

De modo que me centraré en hacer una respetuosa y fraternal crítica a los compañeros de Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista, muchos de cuyos militantes de base son buenos amigos míos, con los que he compartido luchas… y muchas otras manifestaciones, pero no ésta. Considero que la crítica y el debate es un ejercicio fundamental para una izquierda ágil, fuerte y sana. Además, los errores pueden rectificarse; por eso no temo discutir todos los puntos que sean necesarios, siempre que el debate sea real y todos estemos abiertos a convencer y ser convencidos.

Franco torturó, qué duda cabe; y esos increíbles (o peor aún: creíbles) jueces se niegan a juzgar sus torturas. Pero Franco no fue el único en torturar. Sólo en 2006 hubo en el Estado español más de setecientas denuncias por torturas, y en las comisarías (sobre todo en las más siniestras: los “cuartelillos”) murieron más detenidos que mujeres a manos de sus parejas. Pasa lo mismo todos los años, y jueces como Garzón se niegan a juzgar esas torturas.

Porque Garzón, no nos engañemos, es también un fascista, sólo que de otro tipo. Es un fascista del siglo XXI. No sólo el socialismo evoluciona, se adapta a los nuevos tiempos; además, no hace falta ir haciendo el paso de la oca o dejarse un bigotito ridículo para ser un fascista. No olvidemos que una porción del arco parlamentario fue, sencillamente, clausurada e ilegalizada por este juez; y sin necesidad de quemar ningún Reichstag (aunque quién sabe si de eso no se encargó Mr. Marshall en Nueva York…).

No creo tener las respuestas ni las soluciones, pero, si algo logré comprender, es que, cuando dos fascistas se pelean entre ellos, no debemos defender a ninguno de los dos. Tampoco me resulta aceptable recibir lecciones de memoria histórica de un personaje oscuro y traicionero como Carrillo, cuya selectiva (más que histórica) memoria le habrá hecho olvidar su pacto de silencio y olvido; o recibirlas de las cúpulas de IU, que apoyaron una ley de memoria que, por más que nos vendan, es de “punto final”.

Estoy con Lenin (no porque-lo-diga-Lenin, sino porque estoy de acuerdo con él en eso) en que la socialdemocracia alemana de su época traicionó sus ideales, al votar a favor de los créditos de la I Guerra Mundial. Si dos países imperialistas se enfrentan entre ellos, no hay que apoyar a ninguno de los dos bandos (ni siquiera aunque uno de ellos haga terribles esfuerzos por presentarse como el más progresista). Pero esto no debe confundirse con el vergonzoso “Ni OTAN ni Milosevic” que se sacó de la manga IU cuando se produjo la invasión de Yugoslavia. La izquierda debe hacer esfuerzos por distinguir una guerra de agresión, como la que sufrieron Yugoslavia o Irak (en cuyo caso, está claro, debemos apoyar al bando que se defiende del imperialismo), de otra cosa que sería muy diferente: una disputa que refleje la competencia interna entre distintas fracciones de la burguesía (EE UU contra UE, Nike contra Adidas, PP contra PSOE, Garzón contra Varela, etc.) Es sólo en el primero de los casos mencionados, y normalmente en contextos de antiimperialismo, en el que cabe desarrollar un sistema de contradicciones, principales unas, secundarias otras; sin embargo, el empleo rígido, desnaturalizado y abusivo de esta fórmula sólo sirve a quienes pretenden trazar una engañosa línea entre José Díaz y Gaspar Llamazares, sobre la base falaz de que el PSOE (él es él y sus circunstancias) de hace 70 años es equiparable al actual…

En mi opinión, lo peor es que Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista han apoyado y asistido a una manifestación repleta de carteles y cánticos a favor del juez Garzón, convocada ante todo como una defensa de este juez y liderada por cruzados anticubanos como Almodóvar, entre otros. Es decir, han apoyado y asistido a una manifestación en defensa del juez que, de manera –ya lo he dicho- fascista, expulsó del Parlamento a la izquierda patriota vasca, siendo, para colmo, y con una gran diferencia, el País Vasco el lugar de este Estado donde la izquierda está más desarrollada; el único lugar que ha hecho una Huelga General contra la crisis capitalista (tal vez por ser el único lugar en el que CC OO y UGT no tienen la mayoría sindical…); el lugar, en consecuencia de todo lo anterior, con más densidad de policías y de presos de toda Europa; el lugar donde, a todos los niveles, más asociacionismo de base y tejido social se ha generado, y donde más luchadores hay, y donde más enemigos tiene el Estado capitalista español.

Al menos espero que si luego, en alguna ocasión, los vascos no quieren pactar con los asistentes a esta manifestación, no sean además tildados de cualquier cosa. ¿Quién ofende a quién? ¿Quién tiene motivos para sentirse ofendido? Si de verdad deseamos la unidad de la izquierda, respetemos a la izquierda, es decir, respetémonos a nosotros mismos, a quienes nos oponemos al sistema; y sintámonos ilegalizados cuando ilegalizan a los compañeros del norte, es decir, cuando nos ilegalizan a nosotros.

El final de todo esto lo conocemos. Garzón saldrá de rositas (faltaba más) y todo habrá acabado, porque el lema era ese. El PSOE arañará unos cuantos votos y el sistema seguirá siendo tan siniestramente perfecto. Y con esto, ¿habrá llegado la izquierda provechosamente a las masas, o sencillamente habrá vuelto a travestirse, desorientarse, autodestruirse, confundirse con el PSOE, marchar detrás de sus pancartas, tragarse el mito de que “todos estamos contra la derecha”, de que “la derecha” no son ellos, etcétera?
Para terminar, no me gustaría que nadie me malinterprete. ¿La izquierda debe movilizarse contra la impunidad del franquismo? Pues claro que sí, y con toda sus fuerzas; pero con un discurso propio y con sus propios consignas. No en subalternidad al discurso del PSOE o rebajando su nivel de conciencia al nivel de conciencia general, que, por desgracia, lo sabemos, es tal, que cualquier día Díaz Ferrán propondrá reinstaurar el derecho a pernada, y ni por eso habrá huelga. Rebajarse “para llegar a más gente” se llama llamazarismo, y entre sus dudosos méritos está el haber hecho pasar a IU de 21 diputados a uno solo (él). Que cada cual extraiga sus propias conclusiones y consideraciones.

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