lunes, 9 de junio de 2008

La ONU coloniza a la justicia libanesa

por Thierry Meyssan*
22 de junio de 2007


Adopción de la resolución 1757 en el Consejo de Seguridad de la ONU 30 de mayo de 2007, New-York. Foto: ONU/Evan Schneider.

El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1757 mediante la cual anula la competencia de los tribunales libaneses para juzgar a los asesinos del ex primer ministro Rafic Hariri y substituye a la justicia libanesa por un tribunal especial internacional. Al estimar que se trata de un acto de colonialismo judicial sin precedente, cinco Estados miembros del Consejo de Seguridad prefirieron la abstención y han denunciado la aprobación de dicha resolución señalando a la vez que las contradicciones que contiene su texto la hacen inaplicable. Resulta evidente que el objetivo de esta jurisdicción de excepción no es precisamente la aplicación del derecho y que dicho tribunal probablemente no llegue a reunirse nunca. Para Washington, sin embargo, podría convertirse en pretexto para desatar una nueva guerra contra el Líbano.
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El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó, este 30 de mayo de 2007, la resolución 1757 mediante la cual crea un tribunal especial que se encargará del atentado que costara la vida al ex primer ministro libanés Rafic Hariri así como de cualquier otro atentado político ligado a ese hecho que se haya cometido entre el 1º de octubre de 2004 y el 12 de diciembre de 2005. La resolución fue adoptada al cabo de largos debates y de importantes presiones ejercidas sobre los Estados miembros del Consejo. El resultado de la votación fue de 10 votos a favor y 5 abstenciones (China, la Federación Rusa, África del Sur, Indonesia y Qatar). Varios Estados expresaron su oposición a dicha resolución por considerarla inaplicable.
Como subrayó el embajador chino Guangya Wang (Chine), esta resolución sienta un precedente que resta credibilidad al Consejo de Seguridad de la ONU y socava su autoridad. El embajador de Sudáfrica, Dumisani Kumalo, observó por su parte que el Consejo de Seguridad está alterando el derecho internacional y politizándolo.
Para comprender este hecho, se hace necesario volver atrás en el tiempo. El 14 de febrero de 2005, Rafic Hariri era asesinado en Beirut. Según los primeros datos recogidos, el atentado exigió la utilización de medios altamente sofisticados y los investigadores libaneses no tenían ni la formación ni los medios materiales necesarios para continuar sus investigaciones. El presidente francés Jacques Chirac fue el primero en pedir que la comunidad internacional proporcionara al Líbano una ayuda judicial capaz de aclarar la verdad sobre el crimen. El presidente libanés Emile Lahud estuvo inmediatamente de acuerdo. El Consejo de Seguridad comenzó por enviar una misión de evaluación, que comprobó la omnipresencia de los servicios sirios en el Líbano y la duda que ello implicaba en cuanto a la independencia de los investigadores libaneses [1]. El Consejo creó después una misión de ayuda a la justicia libanesa.
Sin embargo, el jefe de esa misión de ayuda, el alemán Detlev Mehlis, se convirtió rápidamente en un fiscal acusador. Hasta se hacía llamar «fiscal Mehlis», alimentando así la confusión entre su antiguo cargo en Alemania y sus funciones como jefe de la misión. Luego se pudo comprobar que desde hacía mucho Mehlis, quien hizo todo lo posible por acusar a Siria, mantenía estrechos vínculos con las autoridades estadounidenses. Mehlis basó su investigación en declaraciones de testigos dudosos que resultaron haber sido remunerados por Saad Hariri (hijo del difunto) o por Rifaat El-Assad (un tío del actual presidente sirio que se puso al servicio de la CIA). En definitiva, Mehlis tuvo que salir de escena [2] y ser reemplazado por el belga Serge Brammertz sin haber aclarado el caso.
Poco a poco, la misión de ayuda empezó a considerarse como una misión investigadora, volviéndose autónoma en cuanto a la justicia libanesa, a la que se suponía que debía prestar ayuda. Después, se empezó a hablar de un tribunal internacional especial que se encargaría de aprobar la investigación de aquella misión, proceder que resulta muy extraño dado que nadie mencionó nunca que esos asesinatos hayan sido cometidos en el contexto de una guerra entre dos Estados ni que tuviesen entonces que someterse a una jurisdicción internacional. Nadie puso tampoco en duda la capacidad del Líbano para hacer funcionar sus propios tribunales ni se insinuó que habría que prestarle ayuda que se encargara de hacer justicia. No se presentó tampoco ningún argumento que justificara la creación de ese tribunal especial, lo cual equivale a reconocer que los móviles de su creación son inconfesables.
Sea como sea, el gobierno de Siniora negoció un acuerdo con el secretario general de la ONU (en aquel entonces era Kofi Annan) con vistas a la creación de tal tribunal. Las fechas establecidas para la competencia del tribunal (desde el 1º de octubre de 2004 hasta el 12 de diciembre de 2005) no corresponden a un período o calendario convencional sino a los atentados cometidos contra Marwan Hamade y Gibran Tueni, que –según se insinúa– pueden estar vinculados al asesinato de Rafic Hariri. El fiscal, los jueces y los secretarios serán nombrados por el secretario general de la ONU. La mayoría no serán libaneses y gozarán de inmunidad diplomática y privilegios fiscales. El financiamiento del tribunal especial estará a cargo del Líbano (en un 49%). El 51% restante estará a cargo de otros Estados voluntarios (o sea, Estados Unidos, Francia y sus aliados). Dicho tribunal especial tendrá su sede fuera del Líbano, en un tercer Estado que todavía no ha sido designado. Finalmente, el gobierno libanés estará obligado a dar respuesta a todas las demandas del tribunal especial y tendrá que abstenerse de declarar amnistía alguna sobre hechos que pueden entrar en el marco de competencia del tribunal especial.
La ratificación del acuerdo está pendiente aún. Según la constitución libanesa, para se haga válido tendrán que aprobarlo simultáneamente el presidente de la República, el Consejo de Ministros y la Cámara de diputados. El presidente de la República, Emile Lahud, encargado de garantizar el respeto de las instituciones libanesas, se opone a toda pérdida de soberanía; el Consejo de Ministros, luego de 6 defecciones, ya no tiene la configuración requerida para reunirse; y, finalmente, el presidente de la Cámara, Nabib Berri, se niega a incluir el tema en la agenda de la Asamblea.
El asunto hubiera debido llegar solamente hasta ese punto. Pero el ex primer ministro Fuad Siniora ha decido forzar las cosas. Junto a los ministros que todavía le quedan, Siniora se aferra ilegalmente al poder. Este seudo gobierno ha dado su aprobación al acuerdo. Una mayoría de parlamentarios ha anunciado su aprobación y el seudo primer ministro afirma que esa petición hace innecesaria la votación de la Cámara cuando este paso constituye una exigencia de la Constitución. En cuanto al presidente de la República… se ha decidido ignorar su existencia. A tal punto que sus mensajes de protesta, dirigidos al secretario general de la ONU, ni siquiera aparecen citados como referencia en los por cuanto de la resolución del Consejo de Seguridad.
Además, Siniora negoció con el nuevo secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, un documento anexo sobre el estatuto del tribunal especial. Ese anexo indica que las jurisdicciones libanesas renunciarán a sus propias competencias en favor del tribunal especial, a tal extremo que el tribunal especial no se sentirá obligado [a respetar] los fallos anteriores de los tribunales libaneses. Un detalle significativo es que los idiomas de trabajo del tribunal especial serán no sólo el árabe (idioma oficial del Líbano) y el francés (idioma administrativo del Líbano), sino también el inglés, para que el Departamento de Estado pueda controlar los trabajos con más eficacia.
La guinda del pastel es que la resolución 1757 fue adoptada en el marco del Capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas, lo cual quiere decir que «la comunidad internacional» (léase Estados Unidos, Francia y sus aliados) se reservan el derecho de recurrir a la fuerza militar para instaurar el tribunal especial y garantizar su funcionamiento. Esta disposición justifica por sí sola la existencia del tribunal especial: llegado el momento, [el tribunal] servirá de pretexto para desatar la guerra.
Esto es precisamente lo que subrayó el embajador ruso Vitaly Churkin: el papel del Consejo es garantizar la soberanía de los Estados miembros mientras que la referencia injustificada al Capítulo 7 tendrá efectos nefastos para el Líbano en particular y en el Medio Oriente en general. El embajador de Qatar, Nasir Abdulaziz al-Naser, denunció una resolución que perjudica a la cohesión y la estabilidad del Líbano. El embajador de Indonesia, Hasan Kleib, señaló que, al estipular que la instauración del tribunal especial comenzará el 10 de junio de 2007 a más tardar, la resolución contradice el artículo 19 del acuerdo anexo entre el Líbano y la ONU que estipula la necesaria ratificación constitucional. Es por eso que los 5 miembros del Consejo de Seguridad que se oponen al texto consideran que, en su estado actual, la resolución resulta jurídicamente inaplicable y decidieron abstener en vez de votar en contra.
Proseguirá el juego diplomático. Estados Unidos y Francia instaurarán ilegalmente este tribunal en el marco de la ONU, o fingirán hacerlo. Estados Unidos no dejará de utilizar los problemas de procedimiento para justificar una nueva guerra, que ellos mismos desatarán, a no ser que lo hagan por intermedio de Israel, como en julio y agosto de 2006, para gran escándalo de Francia. China y Rusia se reservan el derecho de no reconocer al tribunal especial de la ONU, pero asumen el riesgo de tener que aceptar el hecho consumado; riesgo aún mas grande si se tiene en cuenta que después de 2 años de investigaciones, todavía no se sabe quién caerá en manos de este tribunal especial. Otro pedazo del derecho internacional acaba de derrumbarse y nuevos peligros amenazan al Líbano.
Mientras tanto, las manifestaciones contra la ingerencia extranjera se mantienen desde hace meses, en pleno centro de Beirut. Miles de libaneses se mantienen pacíficamente, día y noche, frente a dos edificios rodeados de barreras de alambres de púas y bajo la custodia de carros blindados: se trata de la sede del gobierno libanés, ocupada por el seudo gobierno de Siniora, y de la oficina local de la ONU, donde funcionarios enviados por el Departamento de Estado de Estados Unidos trabajan a toda máquina.
Thierry MeyssanPeriodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate.Los artículos de esta autora o autor Enviar un mensaje
L’effroyable Imposture 2, de Thierry Meyssan hace un nuevo análisis del asesinato de Rafic Hariri dentro del contexto del «remodelamiento del Gran Medio Oriente» que han emprendido Estados Unidos e Israel.
L’effroyable Imposture 2 Manipulaciones y desinformación por Thierry Meyssan Disponible en la librería de la Red Voltaire.

[1] Informe de Peter Fitzgerald sobre las causas, las circunstancias y las consecuencias del asesinato de Rafic Hariri, 24 de marzo de 2005
[2] «La commission Mehlis discréditée», por Talaat Ramih; «Attentat contre Rafic Hariri: Une enquête biaisée?», declaraciones de de Jurgen Cain Kulbel a Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 9 de diciembre de 2005 y 15 de septiembre de 2006.

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Quién está interesado aún en saber la verdad sobre el asesinato de Rafik Hariri?



Conferencia la Red Voltaire en Beirut
el 10 abril de 2008. De izquierda a derecha: Maria Maalouf (periodista NBN), el general Amin Hotait, Nasser Kandil (antiguo diputado), Thierry Meyssan (analista político), Sarkis Abouzaid (director de prensa).
Thierry Meyssan


Reproducimos la intervención de Thierry Meyssan en la reunión que se organizó en Beirut, con la participación de numerosos medios de la prensa escrita y audiovisual, alrededor de su libro «L’Effroyable imposture 2». El presidente de la Red Voltaire señaló el giro de la misión investigadora de la ONU sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri. El décimo informe de dicha misión, presentado el 27 de marzo al Consejo de Seguridad de la ONU, abandona la supuesta pista siria para seguir las huellas de la red criminal que Thierry Meyssan describe en ese libro.
28 de abril de
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Queridos lectores y amigos,
Hace una decena de años que vengo realizando un estudio sistémico de Estados Unidos: ¿cómo decidió ese país, aprovechando la desaparición de la Unión Soviética, transformarse en un imperio global? De artículo en artículo he ido observando su conquista del mundo y analizando su funcionamiento. Eso me llevó a publicar, en 2002, L’Effroyable imposture sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001, la instauración del estado de excepción permanente en Estados Unidos y la conquista de Afganistán. Esa obra fue un éxito mundial y los ataques de la prensa atlantistas estuvieron a la altura de ese éxito. No sólo nada de lo que decía en aquel libro ha sido desmentido sino que lo que en él anticipaba ha ido confirmándose, desgraciadamente, con la invasión de Irak.
Fue a través del estudio del imperio estadounidenses que comencé a interesarme por la guerra israelí de 2006 contra el Líbano, y eso me llevó a escribir este nuevo libro, L’Effroyable imposture 2. Mi mirada sobre este país es por singularmente diferente a la de ustedes. No tengo aquí intereses que defender, y observo lo que aquí sucede a partir de las influencias exteriores que sufre este país, no a partir de las fuerzas que él mismo produce. Al escribir esos artículos, y después este libro, no ha sido mi intención apoyar a uno u otro partido. Sólo quise comprender y compartir con el público mi propia interpretación de los hechos.
Tengo la convicción de que es precisamente en esta tierra lacerada donde se están decidiendo el futuro y –según pienso en este momento– la derrota del proyecto imperial que los propios estadounidenses llaman «globalización». ¿Por qué en el Líbano y no en Palestina o en Irak? Porque este imperialismo nació de una conjunción de intereses económicos y una ideología, del control de los hidrocarburos y el sionismo; porque exige como condición la dominación sobre los pueblos del Gran Medio Oriente, representados en el Líbano como en ninguna otra parte. Doblegar la resistencia en el Líbano sería doblegarla en toda la región.
En este libro me di por tanto a la tarea de describir los acontecimientos recientes, la larga lista de crímenes políticos y la agresión israelíes, y de describir al mismo tiempo las superestructuras, o sea el lugar del sionismo en el imperio y los planes militares para el control de los recursos energéticos. Todo eso parece conocido. Pero cuando se analiza más de cerca, vemos que el conocimiento real sobre todo eso es muy superficial, incluso erróneo. Me impuse la obligación de verificar cada punto con la fuente original y de citarla mediante notas al final del libro. El resultado, como podrán ver, es muy sorprendente.
Todo autor interesado en el Líbano enfrenta dificultades metodológicas debido a lo contradictorio de las fuentes libanesas. Al ser el Líbano, según la expresión consagrada, un «Estado débil», no es hasta 2006 que este país se convierte en dueño de su propio destino. Cuando pasaba algo, cada cual sufría las consecuencias por su lado y elaboraba su propia hipótesis para interpretar el hecho según sus propios prejuicios. Pero cuando surgían nuevos elementos que permitían confirmar o refutar una hipótesis, eran pocos los líderes políticos que los tomaban en cuenta. En vez de revisar el discurso, se cambiaba de tema. El escritor tiene, por su parte, el privilegio de poder volver atrás para reconstituir la relación de los hechos entre sí y poner así de manifiesto la coherencia de estos. Eso es lo que he hecho. Y siempre resulta más fácil entender a posteriori que en el momento en que los protagonistas todavía están escondiendo su juego.
Partí de la decisión metodológica de privilegiar las fuentes escritas no libanesas. Como tengo el honor de presidir la Red Voltaire, estoy en contacto con numerosos periodistas, diplomáticos y militares de todo el mundo que me señalaron documentos dispersos que yo solo probablemente no habría encontrado tan rápidamente. También tuve acceso a las confidencias de algunos responsables de alto nivel. Pero, aunque ellos me guiaron en mis investigaciones, yo decidí no utilizarlos en mi proceso de razonamiento y sólo confié en documentos verificables y elementos materiales.
En fin, tengo que decir que no salí ileso de esta investigación. Llegué con la mente virgen, pero me enamoré apasionadamente de este país en el que se expresan lo peor y lo mejor de la dimensión humana. Comprendí la pasión por esta tierra y por este pueblo que se apoderó de mi abuelo cuando presidió, hace 60 años, la comisión de armisticio Israel-Líbano.
Al término de la guerra, se planteaban dos grande interrogantes. Por un lado, ¿cómo fue asesinado Rafik Hariri (desde el punto de vista no digamos judicial sino histórico la cuestión del móvil es mucho más importante que la de los asesinos o los promotores [del crimen])? Y, por otro lado, ¿por qué atacó Israel al Líbano (¿fue una respuesta a la acción del Hezbollah, como se dijo, o por motivos estratégicos regionales?)?
Si partimos de los documentos de los tanques pensantes de Estados Unidos y del Pentágono, todo se aclara rápidamente. La agresión israelí estaba planificada desde mucho antes y contaba, como condición previa, con la retirada del ejército sirio para que el país estuviese indefenso y con la retirada de Rafik Hariri para evitar la influencia francesa.
No me asombra que cuestiones de tanta importancia estén siendo relegadas hoy a un segundo plano sin que hayan sido enteramente aclaradas. Hace poco se veían aún por la ciudad carteles que reclamaban «la verdad». Desde que todos los indicios y testimonios susceptibles de sostener la pista siria se han ido desmoronando uno tras otro, parece que ya nadie quiere saber «la verdad».
Francia que –a pedido de la justicia libanesa y por iniciativa del entonces jefe de la misión de ONU, Detlev Mehlis– había arrestado a Mohammad Al-Saddiq, el principal testigo de la pista siria, ahora declara ingenuamente que este hombre «se le perdió» desde el 13 de marzo. El problema es que ese individuo, que acusaba a los presidentes Bachar el-Assad y Emile Lahoud, había sido desenmascarado y la pista siria se había desmoronado junto con sus mentiras. El ministro [francés] de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, quien anteriormente apoyó sus acusaciones de forma parcializada y perentoria, dice ahora ser incapaz de encontrar a «su» testigo.
Los cuatro generales libaneses arrestados únicamente en base a esas acusaciones y que están encarcelados desde entonces siguen sin ser liberados. El propio Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha dejado en claro que la detención de esos hombres –a pedido de Detlev Mehlis– es exclusivamente política y violatoria de las normas internacionales. Pero al apartarlos de sus funciones en la seguridad, los que manejaron el asesinato político siguen teniendo las manos libres.
En todo caso, como señalo en este libro, podemos afirmar primeramente que ese crimen beneficia a Israel y a Estados Unidos y, en segundo lugar, que un grupo ligado a la CIA, el US Committee for a free Lebanon, sabía de antemano [que Rafik Hariri sería asesinado].
Asimismo, también es importante saber si fue el Hezbollah el que provocó la guerra al tener una escaramuza con el ejército israelí o si nos encontramos ante una guerra que tiene ya 60 años y que fue reactivada utilizando ese pretexto. Numerosos documentos demuestran que la guerra estaba prevista para el otoño de 2006 y que se adelantó su concretización con el pretexto de aquella escaramuza. Esto ha sido confirmado posteriormente por la Comisión Winograd.
Yo explico en el libro que esa precipitación tenía como objetivo interrumpir la investigación ya en marcha sobre una «red criminal» libanesa montada por el Mossad y sobre la posible participación de esa red en el asesinato de Rafik Hariri; pista hacia la cual se orienta ahora el juez Bellemare, presidente de la misión investigadora de la ONU, como lo demuestra el informe que presentó la semana pasada ante el Consejo de Seguridad. No fue como reacción a una acción militar del Hezbollah, sino para detener la denuncia que el Líbano presentó ante la ONU sobre la existencia de esa red criminal que Ehud Olmert desencadenó la guerra.
De ello se desprende que la guerra de 2006 no es una guerra de Israel contra el Hezbollah, aún cuando este último le presentó una resistencia victoriosa, sino una guerra de Israel contra el Líbano. A través de ella se desarrollaba la guerra de Estados Unidos contra el mundo árabe.
Quizás sepan ustedes que los dos principales distribuidores franceses trataron, en un primer momento, de impedir la difusión de este libro en mi país y que los grandes medios de prensa se negaron durante mucho tiempo a mencionarlo en sus artículos y programas de radio o de televisión, y siguen negándose a vender espacios publicitarios para promocionar su venta. Nada de eso ha logrado impedir el éxito del libro, aunque sí lo ha hecho más lento. El problema es que este libro es en sí un crimen de lesa majestad, una herejía.
La obra incluye como anexos varias reproducciones de titulares y editoriales de Le Monde, diario de referencia de la intelectualidad atlantista, como la primera plana donde se anuncia la toma de Bint Jbeil por el ejército israelí cuando en realidad Israel sufrió allí una amarga derrota, o esa otra primera plana que muestra al ejército israelí saliendo victorioso de la guerra, ¡versión que ni el propio Ehud Olmert se atrevería a sostener! Lo cual demuestra el crimen de leso atlantismo.
La herejía está en la parte del libro que refleja la historia del movimiento sionista de Oliver Cromwell a George W. Bush. En esa parte demuestro, con las pruebas necesarias, que el sionismo no era originariamente una ideología judía sino una doctrina político-religiosa puritana, hoy la llamaríamos evangélica. Eso tiene todo tipo de consecuencias. Primeramente, no se debe analizar las relaciones entre Washington y Tel Aviv en términos de influencias recíprocas, sino en relación con la ideología que comparten, por lo menos cuando los puritanos están en el poder en Washington. Por otro lado, la naturaleza del Estado de Israel no puede verse como una respuesta a las persecuciones que sufrieron los judíos de Europa, sino como un proyecto colonial religioso que implica en definitiva un estricto sistema de apartheid.
Finalmente, y para abreviar dado el tiempo de que disponemos, las tendencias religiosas en esta región no oponen a cristianos y musulmanes, sino a cristianos evangélicos y judíos por un lado y a católicos y musulmanes por el otro. El sionismo anglosajón incluso condena a musulmanes y maronitas. Toda alianza entre los maronitas y Estados Unidos es un suicidio, por lo menos mientras que los evangélicos estén en el poder en Washington, cosa que Benedicto XVI y monseñor Sabbah han comprendido a la perfección.
Quiero hacer notar que hasta este momento, ante este libro que contiene miles de informaciones precisas, los lectores de la edición francesa han encontrado solamente dos errores menores sobre la composición sociológica de la población libanesa. Ambos serán rectificados en las versiones posteriores, pero en nada afectan el razonamiento que desarrollo en la obra. Lo mismo sucede con algunas imprecisiones de vocabulario en la traducción al árabe.
Como conclusión, quisiera subrayar la importancia de lo sucedido en este país durante el verano de 2006. En momentos en que ninguna cancillería del mundo dudaba de la victoria israelí y en que la diplomacia internacional no tenía otro objetivo que limitar los sufrimientos del pueblo libanés, ustedes cambiaron el rumbo de la Historia. En momentos en que se suponía que la asimetría de fuerzas –especialmente el uso del arma aérea– los pusiese a ustedes en estado de «choque y confusión», ustedes resistieron bajo los bombardeos y rechazaron la invasión terrestre.
Ustedes demostraron que el Imperio no es invencible y que no podía someterlos a ustedes. Son ustedes un ejemplo para el resto del mundo. Yo quiero expresarles mi admiración y, seguro estoy de ello, la admiración de todos aquellos que –donde quiera que se encuentren– siguen luchando por la libertad.

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