jueves, 26 de marzo de 2009

Asunto Freeman: el Lobby israelí vacila




Una intromisión demasiado visible
por John J. Mearsheimer*21 marzo 2009

La coalición que ha llevado Barack Obama a la Casa Blanca se contradice.
El Lobby israelí (AIPAC) ha conseguido apartar al embajador Freeman de la presidencia del Consejo de la Información nacional.
Es que, desde hace varios años, Chas Freeman es el líder de una corriente, en el seno del departamento de Estado y de la CIA, que intenta resituar la política de Washington en el Oriente Próximo a partir de los intereses nacionales USA.
Ha organizado la publicidad en torno al libro crítico de los profesores John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, ha ayudado a la conclusión de los contratos petroleros entre China e Irán, ha organizado la invitación del presidente Ahmadineyad a la universidad de Columbia y, más recientemente, le ha aportado su apoyo al enviado especial de las ONU en los Territorios palestinos Richard Falk.
Para obstaculizarle la carretera, el Lobby israelí le acusó de servir los intereses saudíes y chinos, algo que no podía desmentir sin revelar su papel exacto en el seno de los servicios de información USA.
Sin embargo, la acción demasiado visible del Lobby israelí contra un miembro eminente de la Comunidad de la Información USA ha tenido por efecto movilizar a ésta contra él.
El profesor John J. Mearsheimer.
M. Freeman tenía una notoria carrera de treinta años al servicio de la diplomacia y del ministerio de la Defensa, pero ha criticado públicamente la política israelí y la relación especial que Estados Unidos mantienen con este país, diciendo, por ejemplo, en el transcurso de un discurso pronunciado en 2005, que «Hace también mucho tiempo que los Estados Unidos están proporcionando de manera incondicional la financiación y la protección política que necesita la ocupación israelí y la política violenta y autodestructora que esta ocupación genera. Hay muy pocas razones, incluso ninguna, para esperar que, pase lo que pase, el difunto proceso de paz pueda resucitar».
Palabras como estas son raramente pronunciadas en Washington y quien las utiliza puede estar casi seguro de no acceder a una responsabilidad gubernamental de altura. Pero el almirante Dennis Blair, el nuevo director de la Información nacional, admira mucho a Freeman, pues estima que él es exactamente el tipo de persona capaz de revitalizar los medios de información, que habían sido politizados extremadamente, durante los años Bush.
Conmocionado, como era previsible, el Lobby israelí ha lanzado una campaña de difamación en contra de Freeman, con la esperanza que éste o bien dimitiría o bien seria revocado por Obama.
El Lobby lanzó su primera andanada en un texto, aparecido en un blog, escrito por Steven Rosen, un antiguo responsable del AIPAC (American Israel Public Affairs Committee), hoy bajo control por haber transmitido secretos a Israel.
La opinión de Freeman sobre Oriente Medio, decía, «es la que se esperaría del ministro de Asuntos Exteriores saudí, al cual está muy unido».
Los periodistas pro-israelíes de gran renombre, como Jonathan Chait y Martin Peretz, del bimensual The New Republic, y Jeffrey Goldberg del mensual The Atlantic, se juntaron muy rápidamente a la jauría, y Freeman fue machacado en publicaciones que defienden permanentemente a Israel, como The National Review, The Wall Street Journal y el Weekly Standard.

El verdadero golpe, sin embargo, provino del Congreso, donde el AIPAC (que se califica él mismo de «Lobby pro-israelí de América») tiene un poder aplastante.
Todos los miembros republicanos de la Comisión senatorial de la Información se han lanzado contra Freeman, y también los senadores demócratas tales como Joseph Lieberman y Charles Schumer.
«He exhortado no sé cuántas veces a la Casa-Blanca a apartarle», ha dicho Schumer « y estoy feliz que hayan acabado haciendo la única cosa que debía hacer».
La misma historia se repitió en la Cámara del Congreso, donde la carga estuvo a cargo del republicano Mark Kirk y el demócrata Steve Israel, lo que empujó a Blair a poner en marcha una encuesta despiadada acerca de las finanzas de Freeman.
Finalmente, la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, declaró que la nominación de Freeman era abusiva.
Freeman habría podido sobrevivir este ataque si la Casa-Blanca lo hubiera sostenido, pero las humillantes alabanzas pronunciadas por Barack Obama al Lobby israelí durante la campaña electoral y su silencio ensordecedor durante la guerra contra Gaza, muestran que el Lobby no es, para él, un opositor al que osaría enfrentar. Por tanto, sin sorpresa, siguió en silencio y Freeman no tuvo otra elección más que la de dimitir.
Desde entonces, el Lobby ha desplegado enormes esfuerzos para negar su papel en la dimisión de Freeman. El portavoz del AIPAC, Josh Block, ha dicho que su organización «no había tomado posición sobre esta cuestión y que no había ejercido ninguna acción de lobby sobre el Capitolio en ese asunto».
El Washington Post, cuya página editorial es dirigida por Fred Hiatt, un hombre totalmente consagrado a la eternización de la «relación especial» entre Estados Unidos e Israel, ha publicado un editorial afirmando que el hecho de acusar al Lobby de la dimisión de Freeman son sólo sueños del Sr. Freeman y de los teóricos del complot que piensan como él».
En realidad, las pruebas de la profunda implicación del AIPAC y de otros partidarios fanáticos de Israel en la campaña que apunta a Freeman son superabundantes. Block ha reconocido haberles hablado de Freeman a periodistas y a bloggers y haberles dado informaciones, siempre después de haberse puesto de acuerdo con ellos para que sus comentarios nunca le sean atribuidos a él personalmente, ni al AIPAC.
Jonathan Chait, que ha negado que Israel haya sido en el origen de la controversia, antes de la destitución de Freeman, ha escrito, después de golpe: «Por supuesto, reconozco que el lobby israelí es poderoso y que ha sido un elemento clave en el enfrentamiento contra Freeman, y que este lobby no es siempre una potencia benéfica».
Daniel Pipes, que dirige el Middle East Forum, donde Steven Rosen trabaja hoy, ha enviado hábilmente una carta circular por que muestra al desnudo el papel jugado por Rosen en el alejamiento de Freeman.
El 12 de marzo, día en el que Washington Post ha publicado su editorial en la que se burla de quienes han sugerido que era el lobby israelí el que había contribuido ampliamente a despojar Freeman, este mismo periódico ha publicado un artículo en primera página, describiendo el papel central que el Lobby había interpretado, en este asunto. Había también un comentario de un periodista experimentado, David Broder, que empezaba así: La administración Obama acaba de experimentar una derrota molesta por parte de estos mismos lobbyistas que el presidente ha jurado devolver en su lugar. »
Los detractores de Freeman mantienen que su opinión en relación a Israel atañía a otros. Se dice de él que tiene relaciones particularmente estrechas, hasta quizás incluso inapropiadas con Arabia Saudita, dónde ha sido, en el pasado, embajador de Estados Unidos. Este tiro no ha llegado, sin embargo, a su objetivo, puesto que no existe ninguna prueba para apuntalarlo.
Los seguidores de Israel han dicho, también, que había hecho observaciones desprovistas de toda compasión a propósito de la suerte que habían conocido los manifestantes chinos de Tiananmen en Pekín [en 1989], pero esta acusación, que los defensores de Freeman discuten, ha sido sacada del bolso únicamente porque los detractores pro-israelíes de Freeman estaban a la búsqueda de cualquier argumento que les permite manchar su reputación.
EL LOBBY PRO ISRAEL Y LA POLITICA EXTERIOR AMERICANA

¿Por qué el Lobby se preocupa en este punto por una nominación en un puesto, en efecto importante, pero seguramente no supremo?
He aquí una razón, entre otros: Freeman habría sido responsable de la publicación de las evaluaciones de los servicios de información nacionales. Israel y sus partidarios estadounidenses han estado locos de rabia después de que el Consejo de la Información nacional hubo concluido, en noviembre 2007, que Irán no construía la bomba nuclear, y han trabajado a fondo con el fin de minar este informe, y lo siguen haciendo hasta hoy día.
El Lobby quiere asegurarse que la próxima evaluación de las capacidades nucleares de Irán que hagan los Estados Unidos llegue a la conclusión diametralmente opuesta, y eso tenía pocas posibilidades de suceder con Freeman en el cargo. Mejor vale tener alguien que esté debidamente marcado por el sello AIPAC, para llevar el ritmo.
Una razón -todavía más importante-, del Lobby para echar a Freeman de su puesto, es la debilidad de la argumentación susceptible de justificar la política actual de América hacia Israel, que hace imperativo intimarles al silencio o marginar a quien se atreva a criticar la relación especial.
Si Freeman no hubiera sido castigado, otros habrían visto que se podía criticar abiertamente Israel y hacer una carrera brillantemente en Washington. Y también que, desde el instante en que se instaurase un debate abierto y libre en torno a Israel, la relación especial quedaría seriamente comprometida.
Uno de los aspectos más destacables del asunto Freeman, fue el hecho que los medios de comunicación consensuales le han concedido muy poco de atención. Así, por ejemplo, el New York Times no ha publicado el menor artículo acerca de Freeman hasta el día siguiente de su dimisión, mientras que una batalla feroz en torno a su nominación había empezado a hacer furor en la blogosfera desde la fecha de dicha nominación.
Pero algo ha sucedido en dicha blogosfera que no habría podido darse nunca en los medios de comunicación consensuales: el Lobby ha sido confrontado a una real oposición.
De hecho, todo un abanico de bloggers, enérgicos, bien informados y altamente respetados, defendió a Freeman en todas las circunstancias y habrían llevado verosímilmente el ascua a su sardina si el Congreso no hubiese hecho oídos sordos de ellos.
En resumen: Internet ha permitido un debate serio en Estados Unidos, sobre una cuestión que implica a Israel: fue una primicia absoluta. El Lobby nunca ha tenido muchas dificultades para hacer observar la línea del partido al New York Times y al Washington Post, pero tiene pocos medios hacer callarse a los críticos que se expresan en Internet.
Cuando las fuerzas pro-israelíes han entrado en conflicto con una personalidad política mayor, en el pasado, esta personalidad, generalmente, ha retrocedido. Jimmy Carter, arrastrado por el barro después de que hubo publicado su libro Palestina: la Paz, no el apartheid, ha sido el primer norteamericano eminente que ha resistido los ataques y ha replicado. El Lobby no ha podido hacerle callar a pesar de todo lo que lo ha intentado.
Freeman anda tras los pasos de Carter, pero con más tenacidad. Después se ser apartado, ha publicado una denuncia denunciando el vitriolo [1] de «gente privada de escrúpulos totalmente entregada a defender los puntos de vista de una facción política de un país extranjero» cuyo objetivo es« impedir por todos los medios que las opiniones diferentes a las suyas puedan ser difundidas. «Hay», continuaba,« una ironía particular en el hecho de verse acusado de defender las posiciones de gobiernos y de sociedades extranjeras, por un clan tan manifiestamente consagrado a imponer la adhesión a la política de un gobierno extranjero»].
La remarquable déclaration de Freeman est parvenue au monde entier, elle a été lue par des personnes innombrables. Cela n’est pas bon, pour le lobby, qui aurait préféré briser dans l’œuf la nomination de Freeman sans laisser d’empreintes digitales. Mais Freeman continuera à s’exprimer au sujet d’Israël et du lobby pro-israélien, et peut-être que certains de ses alliés naturels, à l’intérieur du Beltway, finiront par le rejoindre.
Lentement, mais sûrement, un espace commence à s’ouvrir, aux États-Unis, où il sera possible de parler sérieusement d’Israël.

La destacable declaración de Freeman ha conseguido ser leída por innumerables personas en todo el mundo. Eso no es bueno para el lobby, que habría preferido romper en ciernes la nominación de Freeman sin dejar sus huellas digitales. Pero Freeman se seguirá expresando acerca de Israel y del lobby pro-israelí, y puede ser que algunos de sus aliados naturales en el interior del Beltway se acaben uniendo a él.
Lenta, pero seguramente, un espacio se empieza a abrir, en Estados Unidos, donde será posible hablar de forma seria de Israel.
John J. Mearsheimer
Profesor de ciencias políticas en la universidad de Chicago. Última obra publicada: The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy (versión francesa: El lobby pro-israelí y la política
Versión francesa: Marcel Charbonnier Red Sillón, 20 marzo 2009.
[1] «Declaración de retirada de Ojo Freeman»,

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La verdadera conspiración de AIG






Michael Hudson
CounterPunch
25-03-2009

Parecerá extraño, pero lo cierto es que la indignación pública levantada por los 135 millones de dólares de bonificaciones para altos ejecutivos de la aseguradora AIG es una bendición divina para Wall Street, incluidos los canallas de la propia AIG.
¿Por qué habrían de preocuparse tanto los medios de comunicación con el descubrimiento de una codicia al servicio de sí propia en el sector financiero? Todos y cada uno de los canales de TV, todos y cada uno de los periódicos de este país, de derecha a izquierda, han convertido esas bonificaciones en cabecera titular de sus informaciones de los dos o tres últimos días.¿Qué yerro hay aquí?
¿No hay sobreactuación en una indignación que ha tenido sus expresiones más vociferantes en el senador Charles Schumer y en el congresista Barney Frank, los dos adelantados de los obsequios a los bancos el pasado año?
¿Le parece apropiado al presidente Obama venir a criticar ahora, después de tanto tiempo mudo, algo que le parece mal de Wall Street?
Hasta el Wall Street Journal se ha metido en harina. La toma de control de AIG por parte del gobierno, dice, "se sirve de la empresa como instrumento para rescatar otras instituciones".
Hay mucha más codicia que la observada en los empleados de AIG. La empresa debía mucho más a otros jugadores –por doquiera, y también en Wall Street— que el valor de los activos en su poder. Eso es lo que la llevó a la insolvencia. Y ha ido creciendo la oposición al modo en que Obama y McCain actuaron de consuno para apoyar un rescate que ha significado billones y billones de dólares tirados al sumidero. No realmente al sumidero, claro está, sino transferido a especuladores financieros situados en el triunfante lado "listo" de las malas apuestas financieras de AIG."La muchedumbre de Washington quiere centrarse en las bonificaciones porque busca desencadenar la cólera pública contra los actores privados", decía acusatoriamente el editorial del Wall Street Journal del pasado 17 de marzo. Mas, en vez de explicar que se trata de una maniobra distractora para pasar por alto las exacciones de Wall Street, mil veces mayores que el monto de las bonificaciones criticadas, se limitaban a atacar a su bestia negra de toda la vida: el Congreso. ¡Derecha e izquierda no diferirían sino en la elección del blanco al que dirigir la indignación pública!He aquí el verdadero problema de todo el escándalo montado con las bonificaciones de 135 millones de dólares para los ejecutivos de AIG: esta suma es menos del 0,1% --una milésima— de los 183 mil millones de dólares que el Tesoro estadounidense dio a AIG para que pudiera dar satisfacción a sus acreedores. Esta suma, mil veces mayor que el volumen total de las bonificaciones en las que los promotores de Wall Street procuran centrar la atención del público, no se quedó en AIG. Desde hace seis meses, los medios de comunicación y los congresistas han tratado de descubrir a dónde fue a parar ese dinero. [El periódico económico] Bloomberg inició un pleito para descubrirlo. Chocó con un muro de silencio.Hasta que, finalmente, el domingo 15 de marzo, por la noche, el gobierno soltó la prenda de los detalles. Eran enormemente embarazosos. El mayor recipiendario resultaba ser el mismo al que apuntaban los primeros rumores difundidos tempranamente por el mundo financiero: la propia empresa de Paulson, Goldman Sachs, encabezaba la lista. Era acreedora por valor de 13 mil millones de dólares. He aquí el perfil que va dibujándose. El pasado septiembre, el secretario del Tesoro, Paulson, de Goldman Sachs, compuso un terso memorándum de apenas 3 páginas esbozando su propuesta de rescate. El plan especificaba que, hicieran lo que hicieran él mismo u otros funcionarios del Tesoro (incluidos sus subordinados, asimismo procedentes de Goldman Sachs), ni sus decisiones podrían recurrirse legalmente, ni ellos mismos podrían se ser llevados a tribunales, y mucho menos procesados y perseguidos legalmente. Esta condición sacó de sus casillas al Congreso, que rechazó el rescate en primera instancia.Ahora se ve que Paulson tenía muy buenas razones para introducir una cláusula legal que bloqueara la posible recuperación de los fondos dados por el Tesoro a los acreedores de AIG. En eso debería centrarse la indignación pública.En cambio, los congresistas que más se destacaron por abogar a favor de la legislación del rescate –junto con Obama, quien en su debate final con McCain del viernes por la noche llegó a pronunciarse resueltamente a favor de la terrible versión "corta" del plan de rescate de Paulson— organizan ahora una escandalera con las bonificaciones de los ejecutivos de AIG, pero no contra los acreedores de la compañía aseguradora.Hay dos cuestiones que han de plantearse siempre cuando se lanza una operación política. Primero: qui bono?, ¿a quién beneficia? Y segundo: ¿por qué ahora? Según mi experiencia, la graduación de tiempos, el ritmo, es clave para averiguar la dinámica operante.En lo tocante al qui bono: ¿qué ganan el senador Schumer, el congresista Frank, el presidente Obama y otros patrocinadores de Wall Street con esta escandalera pública? Pues para decirlo clarito: los pinta como a chicos duros con el sector bancario y financiero, no como a sus lobistas, siempre prestos a aprobar un obsequio tras otro. Así que la conmoción con AIG ha echado una cortina de humo sobre la verdadera naturaleza de sus lealtades políticas. Les permite posar con un ademán confundente, y así, posar como "honrados intermediarios" la próxima vez que tengan que aprobar deshonestamente el obsequio de unos cuantos billones de dólares más para los mayores patrocinadores y contribuyentes a sus propias campañas políticas.En lo tocante a los ritmos, creo que ya ha quedado aclarado. La indignación con las bonificaciones de AIG ha logrado distraer la atención, desviándola de los acreedores de AIG, que fueron los que recibieron los 183 mil millones de dólares de obsequio del Tesoro. La suma "final" que tendrá que ir a parar a esos acreedores se rumorea que ronda los 250 mil millones, de modo que el senador Schumer, el congresista Frank y el presidente Obama todavía tienen mucho trabajo que hacer para Wall Street en el próximo año.Para tener éxito en su trabajo, además de aplacar la indignación pública creciente con los malos rescates, necesitarán multiplicar los ademanes y los gestos con que se están prodigando ahora. Es un ejercicio de engaño.Moraleja: cuanto más copiosas las lágrimas de cocodrilo vertidas sobre las bonificaciones a los ejecutivos de AIG (quienes, dicho sea de paso, parecen estar en el lado sano, de seguros bona fide del negocio de AIG, no en el jaleo de sus fondos de cobertura montados sobre un esquema Ponzi), tanto más distraerán la atención de la opinión pública respecto del obsequio de 183 mil millones de dólares, y tanto mejor colocados quedarán para seguir jugando obsequiosamente con dinero público (bonos del Tesoro y depósitos de la Reserva Federal) en beneficio de sus entidades financieras favoritas.Sigamos la pista del dinero realmente dado a AIG: ¡183 mil millones de dólares! Ya sé que ese dinero se ha transferido ya, y que no hay forma de que lo devuelvan unos acreedores de AIG perfectamente conscientes de que Alan Greenspan, George Bush y Hank Paulson estaban llevando la economía estadounidense a un abismo inmobiliario, a un abismo de productos financieros derivados y a un abismo en materia de balanza de pagos, abismos, todos, que venían a confluir en la actividad de apostar contra las obligaciones de deuda colateralizada (CDO, por sus siglas en inglés) y de asegurar esas apuestas en AIG. Ese dinero ha sido lisa y llanamente chupado del Tesoro por la vía de colocar a propios en puestos públicos claves para que pudieran servirles mejor.Pero sigámosles la pista a todos ellos. El senador Schumacher dijo a los recipiendarios de las bonificaciones de AIG que la I.R.S. [la agencia tributaria estadounidense] puede perseguirles y, de una u otra forma, recuperar el dinero. En realidad, también puede ir tras los recipiendarios del rescate de 183 mil millones de dólares. Todo lo que necesita hacer es recuperar los tradicionales impuestos sobre bienes raíces y aumentar los tipos marginales de los impuestos al ingreso y al patrimonio hasta los niveles (ya reducidos) de la era Clinton.El dinero puede recuperarse. Y eso es precisamente lo que el señor Schumer, el señor Frank y otros no quieren que se debata públicamente. Por eso divierten la atención de la gente fingiendo escandalizarse con trivialidades. Una manera, muy propia de la época, de que la gente no vea el bosque y se pierda lo verdaderamente importante.


***

Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón

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En EE.UU hay más de 800 campos de concentración










inSurGente. 25,3,2009

No es ciencia ficción. En EE.UU se han construido más de 800 campos de concentración. Todos plenamente operativos y listos para recibir a los presos.

Siguiendo el mismo camino recorrido con anterioridad por Hitler, los distintos gobiernos de EE.UU, junto con la inestimable ayuda de los clanes corporativos, han construido más de 800 campos de concentración (algunos de ellos equipados con instalaciones especiales para posibles crematorios) a lo largo y ancho de EE.UU. y fuera de él. Así lo transmite la multinacional encargada de su construcción, como no, Halliburton, que se congratula en mostrarnos en su sitio web las cuantiosas ganancias obtenidas por el encarguito. Los campamentos tienen instalaciones de ferrocarril, así como las carreteras que conducen hacia y desde los centros de detención, muchos de ellos a aeropuertos. Al igual que Auschwitz, algunos de los campamentos tienen edificios herméticos y hornos. La mayoría de los campos de cada región pueden albergar una población de 20.000 presos. Actualmente, la mayor de estas instalaciones está justo fuera de Fairbanks, Alaska. La de Alaska es una instalación masiva llamada “salud mental” y puede almacenar aproximadamente 2 millones de personas.
Para que esa disposición entre el vigencia todo lo que se requiere es un decreto presidencial -y el listado de nombres que firmará el fiscal general de la nación.El Programa Rex 84 se promulgó bajo el supuesto de que un éxodo masivo allende las fronteras de EEUU las traspase desde México; esos extranjeros ilegales serían rodeados y enviados a los centros de detención de FEMA.
Rex 84 dispone que en caso de necesidad muchos cuarteles podrán ser convertidos en prisiones. Dos sub programas -Operation Cable Splicer and Garden Plot- se implementarán en este caso. El primero prevé el reemplazo de las autoridades estatales civiles por federales; Garden Plot se refiere al control de la población. FEMA dirigirá las operaciones. Las respectivas órdenes del Poder Ejecutivo han sido ya registradas y cubren el marco legal necesario.Los campos de concentración disponen de instalaciones ferroviarias y red caminera exterior, algunos disponen de aeropuertos o se sitúan cerca de un aeropuerto. Algunos pueden albergar hasta a 20.000 personas. El mayor de ellos se encuentra cerca de Fairbanks, en Alaska. Se trata de un complejo hospitalario y de salud mental con capacidad para atender hasta dos millones de personas.Cabe señalar que el entramado de las órdenes del ejecutivo se diseñó hace unos 30 años en previsión de un estado de emergencia provocada por catástrofes naturales o la guerra; nunca fueron suspendidas, por lo que basta la firma presidencial para reactivarlas. Estos decretos autorizan al gobierno, entre otros asuntos, para:- asumir el control de todos los medios de transporte, autopistas y puertos lacustres, fluviales y de mar, incluyendo naves y vehículos;- censurar la prensa;- controlar las fuentes y distribución de energía;- expropiar la producción y distribución de alimentos, incluyendo granjas familiares;- movilizar a la población civil y organizar brigadas de trabajo;- asumir el control de centros de salud, educativos y de bienestar social;- instaurar un sistema de identificación nacional;- expropiar vehículos aéreos, incluso extranjeros, y las operaciones de los aeropuertos;- ordenar el abandono de áreas y reubicar comunidades.Puesto en marcha el plan de emergencia por la Agencia federal de manejo de la emergencia, el congreso no tendrá tuición ni control sobre las órdenes del Ejecutivo por un lapso de seis meses.Los campos de concentraciónNo todos se han detectado. Entre los que se conocen se menciona la reactivación del campo de internación de ciudadanos japoneses y sus descendientes; otro cerca de Salem, Oregón; la construcción de nuevas instalaciones en la localidad de Umatilla. Y, desde luego, los cuarteles, bases y regimientos esparcidos por el territorio nacional estadounidense. Se han detectado campos de concentración o edificios e instalaciones donde podrían funcionar en todos los estados de la Unión. Probablemente, además establecimientos hospitalarios de salud mental, aeropuertos regionales, áreas silvestres protegidas, campos militares cerrados, áreas tóxicas, complejos industriales abandonados, etc... pudieran usarse con fines de internación.Se estima que bases y cuarteles militares canadienses también serían usados con este propósito, incluso algunos más allá del Círculo polar ártico.En ultramar existe, y en funciones como campo de concentración, la base de marines en Guantánamo y se podría utilizar la prisión federal de Guayanabo, en Puerto Rico.La pregunta es qué hecho gatillará la puesta en marcha de estas instalaciones. ¿Una catástrofe natural u ocasionada por la actividad humana? ¿Un ataque terrorista? ¿Un terremoto? ¿El colapso financiero? Cualquiera que sea la causa, una vez producida entrará en vigor la ley marcial y el país quedará en manos de FEMA. Se restringirán o desaparecerá el sistema de libertades ciudadanas y no sabremos a quiénes se estimará "peligrosos". ¿Aquellos que tienen armas en sus casas? ¿Los que hacen muchas preguntas? ¿Los que querrán saber qué realmente sucede? ¿Los que creen en la libertad de expresión? ¿Los que quieren expresarse como se les antoje?



Muchos de los campos ya tienen vigilancia aunque aún no tengan presos














Trenes acondicionados para el traslado de presos

Un enlace interesante:http://www.youtube.com/watch?v=X0P-Q0vvCM0&translated=1

Para ser exactos, están aqui: http://maps.google.ca/maps/ms?msa=0&msid=118210944332627737604.00000111c0c478d93695b

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El final de la historia judía





La guerra contra el terror interior

Gilad Atzmon
Palestine Think Tank
25-03-2009
Traducido para Rebelión y Tlaxcala por S. Seguí


El artículo que presento hoy es probablemente lo más importante que he dicho nunca en relación con la brutalidad israelí y la identidad contemporánea judía.

Soy consciente de que podía haber expuesto mis pensamientos en un libro de más alcance o en un texto académico de análisis; sin embargo, voy a hacer exactamente lo contrario: lo voy a expresar del modo más corto y sencillo posible.
En las pasadas semanas hemos sido testigos de una campaña genocida israelí contra la población civil palestina en Gaza. Hemos visto cómo uno de los ejércitos más potentes del mundo aplastaba mujeres, ancianos y niños. Hemos visto cómo un vendaval de armas no convencionales estallaba sobre escuelas, hospitales y campamentos de refugiados.
Antes de esto sabíamos de crímenes de guerra, pero esta vez la transgresión israelí ha sido radicalmente diferente: contaba con el apoyo de la absoluta mayoría de la población judía israelí. La campaña militar del ejército israelí en Gaza contó con el apoyo del 94% de la población israelí. El 94% de los israelíes aparentemente aprobaron los ataques aéreos contra civiles. El pueblo de Israel pudo ver la carnicería en sus televisores, oír las voces, ver los hospitales y campamentos de refugiados en llamas, y sin embargo nada de ello les provocó la menor emoción. No hicieron gran cosa por poner coto a sus despiadados líderes, “democráticamente elegidos.” En cambio, algunos de ellos tomaron sus asientos plegables y se instalaron en las colinas que dominan la Franja de Gaza, para observar cómo su ejército convertía Gaza en un moderno coliseo de sangre hebreo.
Incluso ahora, cuando la campaña parece haber acabado y se conoce la escala de la carnicería de Gaza, los israelíes siguen sin dar señales de remordimiento. Como si todo esto no fuera suficiente, durante todo el tiempo que duró la guerra, judíos de todo el mundo se movilizaron en apoyo a su Estado únicamente-judío.
Un apoyo popular de esta envergadura a los crímenes de guerra es algo inaudito. Los estados terroristas efectivamente matan, pero siempre con un punto de timidez al respecto. En la URSS de Stalin se mataba en remotos gulags, y los nazis alemanes ejecutaban a sus víctimas en el fondo de los bosques, tras alambres de espinos.
En el Estado judío, los israelíes asesinan a la luz del día a mujeres, niños y ancianos indefensos, y utilizan armamento convencional contra escuelas, hospitales y campamentos de refugiados. Este nivel de barbarie exige a gritos una explicación. La tarea pendiente puede definirse, fácilmente, como una búsqueda de comprensión de la brutalidad colectiva israelí. ¿Cómo puede ser que esta sociedad haya conseguido perder hasta el último rastro de compasión y misericordia?
El terror interior
Más que cualquier otra cosa, los israelíes y todas las comunidades judías que les han apoyado están aterrorizados por la brutalidad que encuentran en sí mismos. Cuanto más implacables son, más asustados se vuelven. La lógica es sencilla. Cuanto más sufrimiento se inflige al otro, más ansiedad acumula uno ante el potencial de capacidad de muerte que halla en torno. En otras palabras, el israelí proyecta en el palestino, el árabe, el musulmán y el iraní la agresividad que encuentra en sí mismo. Teniendo en cuenta que la brutalidad israelí ha demostrado no tener límites ni comparación posible, su ansiedad es por lo menos igual de grande.
Al parecer, los israelíes sienten temor de que ellos mismos sean sus propios esbirros. Han entablado una mortífera batalla con el terror interior. Pero los israelíes no están solos. El judío de la diáspora que se manifiesta en apoyo de un Estado que lanza fósforo blanco sobre civiles está atrapado en la misma trampa devastadora. Con su entusiasta respaldo de un crimen insoportable, siente horror ante el pensamiento de que la crueldad que encuentra en sí pueda manifestarse también en otros. El judío de la diáspora que apoya a Israel está destrozado por la imaginaria posibilidad de que un acto brutal similar al suyo pueda un día infringírsele. Esta misma preocupación explica todo lo relativo al antisemitismo. Es básicamente la proyección de una acción colectiva sio-céntrica tribal e implacable sobre otros.
No hay conflicto israelo-palestino
Lo que tenemos a la vista es la clara formación de un círculo vicioso en el que los israelíes y sus defensores se están convirtiendo en un meteoro vengativo insular, alimentado por una agresión interna explosiva. El significativo de todo ello es bastante revelador. Dado que los palestinos no pueden hacer frente militarmente a la agresión israelí y su capacidad destructiva, tenemos derecho a afirmar que no hay un conflicto israelo-palestino. Todo lo que hay es una psicosis israelí en la que este pueblo está siendo demolido por la ansiedad producida por el reflejo de su propia crueldad. Al ser considerados los nazis de nuestra época, los israelíes están por ello condenados a ver un nazi en cualquier persona.
Del mismo modo, no hay un aumento del antisemitismo. El judío de la diáspora sionista está simplemente destrozado por la posibilidad de que alguien más esté tan corrompido éticamente y sea tan cruel como él mismo ha demostrado ser. En pocas palabras, las políticas israelíes y la acción de los grupos de presión sionistas deberían ser considerados nada menos que como una paranoia colectiva sio-céntrica letal, al borde de la psicosis total.
¿Hay modo de redimir a los sionistas de esta sangrienta incursión? ¿Hay manera de cambiar el curso de la historia y salvar a los israelíes y sus partidarios de la depravación total? Probablemente, la mejor manera de plantear esta cuestión es preguntando si hay algún modo de salvar a los israelíes y los sionistas de sí mismos. Como pueden imaginarse, no estoy exactamente interesado en salvar a los israelíes o los sionistas; sin embargo, tengo para mí que la redención de los sionistas de su transgresión puede traer perspectivas de paz a Palestina, Iraq y probablemente el resto de nosotros. Para los que no consiguen verlo, Israel es sólo la parte visible del iceberg. A fin de cuentas, Estados Unidos, Gran Bretaña y Occidente están en la actualidad sujetos a formas similares de la política del miedo, que son el producto directo de la mortífera ideología y práctica intervencionista de los neocon.
El psicoanalista de Nazaret
Hace muchos años –se afirma– vivía entre sus hermanos un israelita, en la tierra de Canáan. Como los actuales israelíes, estaba rodeado de odio, venganza y miedo. En un momento dado, decidió intervenir e introducir cambios: se había dado cuenta de que no había otro modo de combatir la crueldad que buscando la gracia. “Poner la otra mejilla”, fue la sencilla sugerencia que propuso. Al definir la psicosis del israelita como “una guerra contra el terror interno”, Jesús percibió que el único modo de contrarrestar la violencia es mirarse en el espejo a la vez que se busca la Bondad dentro de sí.
Es bastante evidente que la lección de Jesús creó las condiciones para la formación de la ética universal occidental. Las ideologías políticas modernas sacaron conclusiones de esta perspectiva cristiana. En Marx, la búsqueda normativa de la igualdad puede considerarse una reescritura secular del concepto de hermandad que propone Jesús. Buscar la paz es, en primer lugar, buscarse a uno mismo dentro de sí. Mientras que los israelíes y sus hermanos gemelos neocon pretenden conseguir la paz por medio de la fuerza disuasoria, la auténtica paz se consigue mediante la búsqueda de la armonía interior. Como nos sugeriría un estudioso lacaniano, amar a tu prójimo es realmente amarte a ti mismo amando a tu prójimo.
El caso de los israelíes es exactamente el caso opuesto. Tal como demuestran una y otra vez, se están realmente amando a sí mismos odiando a su prójimo, o, dicho más brevemente, simplemente se aman a sí mismo odiando en general. Odian casi todo: a su prójimo, los árabes, Chávez, los alemanes, el Islam, los gentiles, el cerdo, el palestino, la Iglesia católica, Jesús, Hamás, los calamares e Irán. Piense usted en alguna cosa y seguro que la odian. Uno puede llegar a admitir que odiar tanto debe de ser un proyecto particularmente agotador, a menos que haya en ello algún placer. Y, sin duda, el principio del placer israelí podría articularse así: el impulso continuo de los israelíes a buscar el placer en el odio, a la vez que infringen dolor a otros.
Debemos señalar aquí que la guerra contra el terror interior no es exactamente una invención judía. Todos, sean naciones, pueblos o individuos, están sujetos potencialmente a ella. Las consecuencias de la masacre nuclear estadounidense perpetrada en Hiroshima y Nagasaki convirtieron al pueblo estadounidense en un colectivo aterrorizado. Esta ansiedad colectiva se conoce con el nombre de guerra fría. Estados Unidos tiene todavía que redimirse del temor a que alguien más se muestre tan inmisericorde como demostró ser Estados Unidos. En cierto modo, la operación Shock and Awe (Conmoción y pavor) tuvo un efecto similar sobre Gran Bretaña y Estados Unidos. Condujo a la creación de masas horrorizadas fácilmente manipulables por una élite altamente motivada. Este tipo concreto de política es lo que se denomina política del miedo.
Y sin embargo, en el discurso occidental se ha instalado un mecanismo de corrección. A diferencia del Estado judío, que se está radicalizando cada vez más por su propia autoadministrada paranoia, en Occidente se consigue hacer frente y contener el mal. El asesino ha sido denunciado y la esperanza de paz se vuelve a sentir, por ahora. Aunque no sea de los que esperan grandes cambios por parte del presidente Barack Obama, hay una cosa meridianamente clara: Obama fue votado presidente para que trajera cambios. Obama es un símbolo de nuestro genuino intento de limitar el alcance del mal.
En el estado judío, no sólo no sucede esto sino que nunca puede suceder. La diferencia entre Israel y Occidente es bastante evidente: en Occidente la herencia cristiana nos da la posibilidad de un deseo enraizado en la creencia en la bondad universal. Sin embargo, estamos ante el peligro constante de la exposición al mal, y tendemos a creer que el bien al final prevalecerá.
Por otra parte, en el discurso tribal hebreo, el Bien es la propiedad de los elegidos. Los israelíes no ven bondad o amabilidad en sus vecinos, los ven como salvajes y como una entidad amenazadora para sus vidas. Para los israelíes, la amabilidad es la propiedad específica de ellos mismos, y accidentalmente también son inocentes y víctimas. En el marco del discurso occidental universal, la bondad no pertenece a un pueblo o un único país, pertenece a todos y a ninguno al mismo tiempo. En el marco del patrimonio universal occidental, la Bondad se halla en cada uno de nosotros, y no pertenece a ningún partido político ni ideología. Los elevados conceptos de la gracia y de un Buen Dios están ahí en cada uno de nosotros, siempre cercanos al hogar.

¿Qué clase de Padre es éste?
“Y será, cuando Jehová tu Dios te hubiere introducido en la tierra que juró á tus padres Abraham, Isaac, y Jacob, que te daría; en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no henchiste, y cisternas cavadas, que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste: luego que comieres y te hartares” (Deuteronomio: 6: 10 -11).
“Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra de la que vas a tomar posesión, él expulsará a siete naciones …y tú los derrotarás. (…) no hagas con ellos ningún pacto ni les tengas compasión.” (Deuteronomio: 7: 1 -2).
Llegados a este punto podemos intentar llegar hasta la causa radical que subyace a la grave falta de compasión del discurso israelí y de los grupos de presión que lo apoyan. Considero que una elaboración de las turbulentas relaciones entre los judíos y sus diferentes dioses pueden arrojar algo de luz sobre este tema. Es evidente que la creciente lista de “dioses”, “ídolos” y “figuras paternas” judías es bastante problemáticas, por lo menos en lo que se refiere a ética y amabilidad. La relación misma entre “el hijo” y “el padre no ético” debe analizarse.
La filósofa Ariella Atzmon (mi madre, por más señas) define la complejidad del falso comienzo como el síndrome de Fagin. El personaje de Fagin, de Charles Dickens, es un adulto que recluta a niños y los forma como carteristas y ladrones, cambiándoles por alimentos y cobijo las cosas que los niños roban. Aunque los niños deben estar agradecidos a su maestro, también deben despreciarlo por hacer de ellos ladrones y carteristas. Los niños se dan cuenta de que las cosas que tiene Fagin son robadas y que su amabilidad está lejos de ser honesta o pura. Antes o después los niños se volverán contra su protector, Fagin, en un intento de liberarse de esa trampa inmoral.
Desde una perspectiva padre-hijo, Jehová, el bíblico Dios judío, no difiere mucho de lo que podemos observar en el síndrome de Fagin. El padre de Israel conduce a su pueblo elegido por el desierto hasta la tierra prometida, para que puedan robar y saquear a sus habitantes indígenas. Esto no es exactamente lo que uno podría esperar de un padre ético o de un Dios amable. Por consiguiente, por mucho que los hijos de Israel amen a Jehová, también deben abrigar alguna sospecha sobre el hecho de que los convierta en ladrones y asesinos. También podrían tener alguna aprensión sobre su amabilidad. Así, no deberíamos estar sorprendidos de que a lo largo de la historia judía un buen número de judíos se haya vuelto contra su padre celestial.
Sin embargo, teniendo en cuenta la concepción secular común de que los dioses son en realidad invenciones humanas, uno puede preguntarse qué conduce a la invención de un Dios tan poco ético. ¿Qué es lo que hace que los humanos sigan los mandatos de un Dios así? También sería interesante saber qué clase de Dios alternativo puedan escoger los judíos, una vez se hayan desembarazado de Jehová.
Desde la emancipación, muchos judíos se han disociado del marco tribal tradicional y del judaísmo rabínico. Muchos se han integrado en sus realidades circundantes, han abandonado sus supuestos privilegios y se han convertido en seres humanos corrientes. Muchos otros han insistido en abandonar a Dios, pero a la vez manteniendo su afiliación tribal orientada racialmente; han decidido basar su pertenencia tribal en razones étnicas, raciales, políticas, culturales e ideológicas en lugar de en los preceptos judaicos. Aunque es evidente que han abandonado a Jehová, han insistido a su vez en adoptar una visión secular que pronto se convirtió en un precepto monolítico de características religiosas.
A lo largo del siglo XX, las dos ideologías políticas de tipo cuasi religioso que más han atraído a las masas judías fueron el marxismo y el sionismo.
Es factible describir el marxismo como una ideología ética seglar universal. Sin embargo, dentro del proceso de transformación en un precepto tribal judío, el marxismo se las arregló para perder todo rasgo de humanismo o universalismo. Como sabemos, la ideología y la práctica sionistas originales estuvieron dominadas por izquierdistas judíos que se consideraban auténticos seguidores de Karl Marx. Creían, sinceramente, que la celebración de la resurgencia nacional judía a expensas de los palestinos constituía una empresa socialista legítima.
Es interesante constatar que sus oponentes, el Bund antisionista, formado por trabajadores judíos de Europa Oriental, no creían en el despojo institucionalizado de los palestinos; en cambio, creían que despojar a los europeos ricos es un precepto, un gran mitzvah universal, un paso hacia la justicia social.
He aquí algunas estrofas del himno del Bund:
Juramos perseverar en nuestro odio
Hacia los que roban y matan a los pobres
El zar, el patrón, el capitalista
Nuestra venganza será rápida y segura
Así pues, jurad: ¡juntos vivir o morir!
Sin entrar en cuestiones relativas a la ética o la afiliación política, es bastante evidente que el himno judeo-marxista está saturado de odio y venganza.
Del mismo modo que el entusiasmo de los judíos por Marx, el marxismo, el bolchevismo y la igualdad, el final de la historia es conocido: los judíos abandonaron el marxismo en masse hace ya mucho tiempo. Dejaron la revolución en manos de gentiles ilustrados como Hugo Chávez y Evo Morales, líderes que realmente han internalizado el significado auténtico de la igualdad y la ética universales.
Desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, el marxismo tuvo muchos seguidores entre los judíos europeos; tras el Holocausto, el sionismo se convirtió gradualmente en la voz del judaísmo universal.
Como Fagin, los dioses e ídolos sionistas (Herzl, Ben Gurión, Nordau, Weizmann) prometieron a sus seguidores un nuevo comienzo desprovisto de ética, y el expolio de los palestinos fue su vía hacia una justicia histórica pendiente desde hacía siglos. El sionismo transformó el Viejo Testamento de un texto espiritual en un registro de la propiedad de la tierra. Pero, una vez más, como en el caso de Jehová, el sio-Dios transformó a los judíos en ladrones y les prometió la propiedad de otras personas.
Esto, en sí mismo, puede explicar el resentimiento israelí hacia el sionismo y la ideología sionista. Los israelíes prefieren verse a sí mismos como los habitantes naturales de la tierra y no como pioneros de un proyecto colonial no-ético de la diáspora judía. Los judíos israelíes alcanzan una posición política por medio de un peligroso escapismo ético. Esto puede explicar el hecho de que del mismo modo que los israelíes aman sus guerras, realmente odian luchar en ellas. No están dispuestos a morir por una gran ideología abstracta y remota, como la nación judía o el sionismo. En su gran mayoría, prefieren lanzar fósforo blanco y bombas de racimo desde lugares alejados.
Sin embargo, durante la relativamente corta historia del moderno nacionalismo judío, el Dios sionista ha hecho buenas migas con otros dioses e ídolos aceptables para la ortodoxia. Ya en 1917, Lord Balfour prometió a los judíos que construirían su hogar nacional en Palestina.
Inútil decir que, como en el caso de Jehová, Lord Balfour convirtió a los judíos en saqueadores y ladrones con su promesa directamente falta de toda ética. Prometió a los judíos la tierra de otros, con lo que dio pie a un comienzo en falso. Evidentemente, no tuvo que pasar mucho tiempo antes de que los judíos se volvieran contra el Imperio Británico.
En 1947, las Naciones Unidas cometieron exactamente el mismo estúpido error: dieron acta de nacimiento a un Estado sólo para judíos, de nuevo a expensas de los palestinos. La ONU legitimó el robo de Palestina en nombre de las naciones. Como en el caso del arrinconado Jehová, no pasó mucho tiempo antes de que los judíos se volviesen contra la ONU. “No importa lo que digan los gentiles, lo que importa realmente es lo que hagan los judíos”, afirmó el primer ministro israelí David Ben Gurión. Recientemente, los israelíes se las han arreglado para rechazar incluso a sus mejores y más servidores amigos en la Casa Blanca. La víspera de las últimas elecciones presidenciales, algunos generales israelíes fueron filmados denunciando al presidente Bush por “perjudicar los intereses israelíes con su abrumador apoyo”, en palabras del general de brigada retirado Shlomo Brom. Los generales israelíes culpaban básicamente a Bush por no haber puesto freno a Israel en la destrucción de sus vecinos. La moral es bastante clara: los sionistas y los israelíes se volverán inevitablemente contra los dioses, ídolos, padres, etc. que traten de ayudarlos. Este es el significado real del síndrome de Fagin, en el contexto político israelí. Siempre se volverán contra sus padres.
En mi opinión, el más interesante de todos los sistemas de creencias judíos es la Religión del Holocausto, que el filósofo israelí Yeshayahu Leibowitz definió acertadamente como la nueva religión judía. El aspecto más interesante de la Religión del Holocausto es su Dios-figura, es decir “el Judío.” El seguidor judío de este nuevo precepto dogmático cree en “el Judío”, aquél que se redimió a sí mismo. El que sobrevivió al acontecimiento genocida final. Los creyentes creen en “el Judío”, la víctima inocente atormentada que volvió a su “tierra prometida” y ahora celebra su exitosa narrativa del renacer. Hasta cierto punto, en el discurso religioso del Holocausto, el judío cree en “el Judío” que se manifiesta en sus poderes y sus cualidades eternas. Dentro de este marco religioso de nuevo cuño, la Meca es Tel Aviv y los Santos Lugares el Museo Yad Vashem del Holocausto.
La nueva religión tiene muchos lugares de culto (museos) en todo el mundo y tiene muchos sacerdotes que difunden el mensaje y castigan a los elementos que lo cuestionan. Desde una perspectiva judía, la Religión del Holocausto es una expresión totalmente transparente del amor a uno mismo. Es el lugar donde se unen pasado y futuro en un presente significativo, el momento en que la historia se traduce en praxis. Conscientemente o no, todas las personas que se identifican política e ideológicamente (más que religiosamente) como judíos sucumbe, en la práctica, a la Religión del Holocausto, y se convierte en seguidor de su figura paterna: “el Judío.” Sin embargo, podemos preguntarnos, ¿qué sucede con la Bondad? ¿hay algún tipo de gracia en esta nueva figura del padre? ¿Hay algún tipo de gracia en esta narrativa de víctimas inocentes que se celebra cada día a expensas del pueblo palestino?
Si la Historia tiene fin, la Religión del Holocausto representa el fin de la historia judía. A la luz de la Religión del Holocausto, el Padre y el Hijo se unen al fin. Al menos en el caso de Israel y el sionismo, se funden en una amalgama de ideología y realidad genocidas. A la luz de la Religión del Holocausto y su épica ética de la supervivencia, el Estado judío se considera legitimado para arrojar fósforo blanco sobre mujeres y niños que previamente ha encerrado en una prisión al aire libre de la que no pueden escapar.
Tristemente, los crímenes cometidos por el Estado judío se han cometido en nombre del pueblo judío y de su turbulenta historia de persecuciones. La Religión del Holocausto trae a la vida lo que parece ser la última forma posible de brutal encarnación insular.
Históricamente, los judíos han abandonado a muchos dioses: a Jehová, a Marx; incluso algunos nunca siguieron el sionismo. Pero a la luz de la Religión del Holocausto, con las escenas de Gaza, Jenin y Líbano en mente, el Judío puede verse obligado a continuar la tradición y abandonar al “Judío.” Tendrá que aceptar que esta nueva forma de figura paterna fue creada a su imagen y semejanza. Más preocupante aún es el hecho devastador de que el nuevo padre ha demostrado ser una llamada al crimen. Aparentemente, el nuevo padre es el definitivo Dios del mal de la lista.
Me pregunto cuántos judíos tendrán el valor de expulsar a esta esotérica figura-padre de reciente creación. ¿Tendrán el valor de unirse al resto de la Humanidad y adoptar un discurso ético universal?
Si los judíos son capaces de deshacerse del “Judío” es algo que sólo el tiempo dirá. Para aclarar dudas, diré que yo personalmente me deshice de mi “Judío” hace ya mucho tiempo y la vida me sonríe.

Fuente: War On Terror Within: The End of Jewish History
Gilad Atzmon es músico, compositor y productor de jazz, y escritor.
S. Seguí pertenece a los colectivos Tlaxcala, Rebelión y Cubadebate.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.

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