martes, 11 de agosto de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -XXVII


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Cuarto hadiz
Arrogancia (kibr)

Segunda parte
Clases de arrogancia


Considerado desde otra perspectiva, existen diferentes clases de arrogancia:

1. Arrogancia frente Dios
2. Arrogancia frente a Sus profetas, mensajeros y santos.
3. Arrogancia frente a los mandamientos divinos. Ambos remiten a la arrogancia frente a Dios.
4. Arrogancia frente a los siervos de Dios. Que también, según los gnósticos, remite a la arrogancia frente a Dios.

La arrogancia frente a Dios Altísimo es la más abominable y destructora de todas y la manifestación mayor y peor y se encuentra entre la gente que niega a Dios o que pretende ser Dios y es, posiblemente, causada por una ignorancia extrema y una total falta de entendimiento de las propias limitaciones y de la posición espiritual del Ser necesario. Algunas veces, también se puede encontrar entre gente religiosa, pero no es éste el lugar para mencionarlo.
La arrogancia frente a los profetas divinos y los santos es una actitud que se manifiesta más cuando ellos están vivos y el Sagrado Corán se refiere a quienes se comportan así, citando sus palabras:
¿Vamos a creer en un ser humano como nosotros?[1]

Y también:
¿Por qué este Corán no ha sido revelado a un hombre importante de una de estas dos ciudades?[2]

Durante los primeros tiempos del Islam, la arrogancia frente a los santos era abundante y en nuestros tiempos también a veces se manifiesta en algunos críticos del Islam.

Es también posible encontrar arrogancia frente a los mandamientos divinos en algunos pecadores, como sucede con personas que no cumplen con su obligación de peregrinar a la Casa de Dios porque no consideran adecuado para ellos algunos de sus ritos, por ejemplo, vestir las simples ropas del peregrino y cosas semejantes. O quienes no rezan por considerar inadecuado para su alta posición humillar su frente hasta el suelo.
A veces, se encuentra esta actitud entre gente practicante, religiosos y estudiosos, pero que no aceptan la verdad si procede de alguien igual a ellos o menos importante que ellos, o que no recitan la llamada a la oración porque piensan que no es adecuado para una persona de su alta posición.
Ocurre a veces que una persona escucha exponer un asunto a un amigo o a un colega y lo rebate con todas sus fuerzas y se burla de quien lo expone, pero si escucha esas mismas palabras de una autoridad, religiosa o no, las acepta sin reparos.
Y es posible que actúe con convencimiento tanto cuando se opone a los argumentos del primero como cuando los acepta del segundo.
Tal persona no es un sincero buscador de la verdad. Su arrogancia pone una cortina entre él y la verdad y su actitud obsequiosa y servil ante la gente importante, actitud que no tiene nada que ver con la humildad y la sencillez, le ciega y le vuelve sordo.
A esa misma clase de arrogancia responde la actitud de quien se niega a enseñar materias que considera por debajo de su nivel y categoría, o se niega a dar clases a personas que no posean una posición social relevante, o a un grupo reducido de alumnos; o que se niegan a dirigir la oración comunitaria de una pequeña mezquita a la que acuden pocas personas, aunque sepa que son esas cosas las que alegran a Dios.
Y, a veces, debido a que no pone la suficiente atención, la persona aquejada de este defecto no se da cuenta que sus actos están teñidos de arrogancia. Solo podrá darse cuenta de ello si se preocupa seriamente de reformar su comportamiento y pone una atención extrema para percibir las trampas de su ego.
En cuanto a la arrogancia frente a los siervos de Dios, es la peor forma de orgullo para los sabios religiosos y para el resto de los sabios, sus efectos son los más perniciosos y el daño que causa es mayor.
Es éste tipo de arrogancia el que lleva a abandonar la compañía de la gente pobre y a buscar notoriedad en las asambleas y reuniones, en la trayectoria personal y en la manera de comportarse.
Se encuentra en todas las clases sociales, desde las más encumbradas hasta los sabios islámicos y especialistas en tradiciones proféticas, ricos y pobres, excepto aquel a quien Dios protege.
A veces, es difícil diferenciar entre humildad y adulación y entre arrogancia y auto contención y la persona debe buscar el refugio de Dios Altísimo para que Él le guíe.
Si la persona se propone seriamente reformar su comportamiento y se esfuerza por alcanzar sus metas, la Esencia Sagrada de la Verdad Altísima le guiará por medio de Su amplia misericordia y hará que el resto le resulte fácil.

[1] Sagrado Corán, 23:47
[2] Sagrado Corán, 43:31. Las dos ciudades a que se refieren son La Meca y Ta’if. Y, al decir: un hombre importante, se refieren a que fuese rico y poderoso, ya que, aunque el Profeta era descendiente directo de Abraham, no poseía bienes materiales. Al-Mizán, t. XVIII, p. 145.

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Hezbollah Advierte a Israel en contra de un Ataque a Líbano


09/08/2009

El jefe del Comité Ejecutivo de Hezbollah, Sayyed Hashim Safiyyeddin, advirtió al ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, que él creerá que la guerra de 2006 contra Líbano no fue nada más que un poco de diversión si el ejército de ocupación israelí repite el mismo estúpido error de atacar a Líbano.

“Si las amenazas de Barak son serias -y no creo que lo sean- debe de ser consciente de que si él comete un error o acto estúpido contra Líbano... descubrirá que los meses de Julio y Agosto de 2006 fueron sólo un poco de diversión” en comparación con lo que espera a Israel, dijo Su Eminencia. Hablando en un evento en el sur de Líbano, Sayyed Safiyyeddin dijo: “Nunca hemos buscado la guerra y nunca lo haremos. Sin embargo, la regla que hemos adoptado para mantener alejada la guerra de nuestro país es que tenemos que ser fuertes.” Barak dijo el jueves que el estado judío utilizaría “toda la fuerza necesaria” si había un nuevo conflicto en su frontera norte con Líbano. Él acusó también a Hezbollah de tener unos 40.000 misiles y cohetes. El teniente general Gaby Ashkenazi, jefe de las fuerzas armadas israelíes, advirtió el pasado mes sobre un posible conflicto militar con Líbano, señalando que el arsenal de armas de Hezbollah suponía una “seria amenaza” para Israel. “Basándonos en el hecho de que somos fuertes hoy en día y que hemos estado viviendo en base a la fórmula y la victoria en la guerra de 2006, creemos que todas las amenazas israelíes son huecas y carentes de significado. Por otro lado, lo que está ocurriendo en la región y en Líbano en particular demuestra que los planes dirigidos contra la Resistencia y su posición han fracasado,” dijo Sayyed Safiyyeddin. “Todos los proyectos políticos de EEUU para acabar con la Resistencia y vengarse de ella han fracasado también y, por lo tanto, no hay necesidad de estar preocupados. Si algunos actores políticos en Líbano no quieren percibir este hecho, éste es su problema y no el problema de la mayoría de los libaneses, que han alcanzado un acuerdo político con el fin de poner fin a los problemas y crisis del país. Los libaneses deben saber diferenciar entre quien es su amigo y su enemigo y tienen que aprender también a fijar sus prioridades políticas,” añadió.

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Relatos y silencios en el país de las maravillas de Patxi López



11-08-2009
Ramón Sola
Gara

Un repaso al tratamiento de la manifestación de Donostia en la mayor parte de los medios obliga a recurrir al cuento de Lewis Carroll y su viaje por la irrealidad. También encajaría en el conocido axioma periodístico de «no dejes que la realidad te estropee un buen titular». O en el manual de Goebbels: «Una mentira mil veces repetida acaba siendo una verdad». Pero la verdad se cuela entre líneas y en las fotos: los independentistas no se echaron atrás ante los porrazos de la Ertzaintza.

Muchos vascos practican la sana costumbre dominical de acompañar el café con varios periódicos. Ayer debieron alucinar al contrastar titulares como los de este periódico o ``Berria'' con los de ``El País'', ``El Mundo'', ``El Correo'' o ``Diario de Noticias''. Evidentemente, la prohibición y las cargas eran parte de la noticia, pero también quedó claro que miles de personas hicieron frente al veto y se echaron a la calle. Leyendo la mayor parte, sin embargo, no hubo más protagonista que uno que no estaba allí: el Gobierno de Patxi López, que según el editorialista de ``El Mundo'', «recupera la calle para los demócratas» cuando «no se han cumpli- do aún ni cien días desde la llegada a Ajuria Enea». Ante frases como «quedó demostrado así que es posible pararles los pies a los violentos», un lector de -supongamos- Matalascañas debió pensar que el centro de Donostia se vació de abertzales y que allí no se oyó una mosca.


El eslogan a vender está claro. Pero quizás no acaba de calar lo suficiente, porque ``El País'' repitió en primera la misma idea de todos los días, también de la víspera: «Tolerancia cero con Batasuna». En páginas interiores se añadía que la Ertzaintza impidió que los manifestantes «burlaran la prohibición» y «se hiciesen dueños de la calle». Sin embargo, no hay relato que soporte 7.000 caracteres sin que se cuelen retazos de verdad, así que en la letra pequeña se admitía que los abertzales no dejaron de gritar por la independencia, los presos o Jon Anza; que «fue media hora jugando al gato y al ratón con los agentes»; que cortaron el tráfico en la Avenida de la Libertad; o que luego volvieron hacia la zona del Boulevard.

Los foros de las webs son otra rendija peligrosa para las versiones oficiales. En la de ``El Diario Vasco'' del sábado, un testigo directo afirmaba que la Ertzaintza no había hecho más que el ridículo saltando de una calle a otra detrás de miles de personas dispuestas a ejercer su derecho a manifestarse.

Cuando pasadas ya casi dos horas la Ertzaintza se retiró del lugar, los pocos periodistas que aún seguían cubriendo la refriega reconocían su estupor, porque entonces aún había cientos de manifestantes en la calle: «Para esto, ¿por qué no han dejado hacer la manifestación antes?», preguntaba una de ellas. El motivo era más que evidente: para entonces ya no quedaban cámaras que recogieran y difundieran la «tolerancia cero».

La consigna general era que sólo existía el veto, no la manifestación. Sólo la Ertzaintza, no la izquierda abertzale. En su programa especial sobre el cañonazo de inicio festivo, desde Alderdi Eder, ETB optó por evitar cualquier referencia a lo que ocurría a apenas 50 metros, pese a que el público miraba de reojo al Boulevard y a que algunos manifestantes se situaron con sus carteles ante los artilleros encargados de prender la fiesta. Los nuevos responsables del ente debieron contener la respiración cuando la conocida tertuliana Begoña Ameztoy explicó que en ese momento pasaba por allí una manifestación con la que se adhería plenamente. Tras unos segundos de suspense, recuperaron la tranquilidad cuando aclaró que se refería a la movilización antitaurina.

ETB convirtió el Alderdi Eder y el Boulevard en dos departamentos estancos incomunicados, pero como por el cielo no hay fronteras el actor valenciano Pepe Sancho se quejó en antena por el molesto ruido del helicóptero. Nadie precisó, claro, que era la Ertzaintza quien lo pilotaba, y que allí al lado había una manifestación. Mientras, en TeleDonosti por los micrófonos de ambiente se colaban claramente los gritos de «Independentzia» y «Non dago Jon?».

Otro de los aspectos que resaltaban los medios, de forma expresa o con imágenes, era la avanzada edad de muchos de quienes plantaron cara a la Ertzaintza. ``El País'' le dedicaba una entresaca: «Los dos arrestados por dar gritos a favor de ETA (sic) tienen más de 50 años». En las fotos se ve a otros manifestantes de más de 60 y quizás 70. El dato no merecía mayores valoraciones, quizás por la evidencia palmaria de que se trata de personas que conocieron y padecieron el franquismo durante media vida y que 34 años después siguen saliendo a la calle con carteles contra el «Estado de excepción», aun a riesgo de que los detengan o les partan la cara.

Su imagen se convertía en la gran prueba de que la izquierda abertzale y su capacidad de movilización existe pese a vetos judiciales y apagones informativos, y existirá también tras la era López. No deben extrañarse. Al fin y al cabo, también sigue habiendo mucho franquista 34 años después de Franco.

http://www.gara.net/paperezkoa/20090810/151198/es/Relatos-silencios-pais-maravillas-Patxi-Lopez

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Las 865 bases militares de EEUU en 40 países


¿Más siete de Colombia?
10-08-2009
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada

En el contexto del neo-pinochetismo hipócritamente tolerado por Washington en Honduras, ahora resulta que la proyectada instalación de siete bases militares de Estados Unidos en Colombia, que provocó masivo repudio en Latinoamérica, constituye la actualización de un nuevo acuerdo de seguridad mediante el arrendamiento de las bases existentes con el fin filantrópico de combatir a la narco-guerrilla fronteriza, según una ingeniosa interpretación de Obama expuesta a un grupo de reporteros hispanos (Reuters; 07/08/09), en vísperas de la desarticulada cumbre del ASPAN en Guadalajara, donde México no tiene nada que hacer ni debió participar desde su calamitosa génesis.

Nadie aprende en cabeza ajena y EU repite los mismos errores de la URSS, con una tríada de consecuencias devastadoras: sobrextensión imperial, guerra perpetua e insolvencia, que llevan a un probable colapso similar al de la anterior Unión Soviética, a juicio de Chalmers Johnson (Diez medidas para liquidar las bases militares de EU; Asia Times; 04/08/09).

Chalmers Johnson, profesor emérito de la Universidad de California (San Diego) y prolífico autor de libros notables, coloca en relieve el imperio global potencialmente ruinoso de bases militares que acompasa la larga dependencia en el imperialismo y el militarismo de EU en sus relaciones con otros países, además de “su hinchado establishment militar”.

En paralelo, Floyd Norris, analista financiero y económico de The New York Times (01/08/09), devela que el embarque de bienes duraderos civiles de EU se derrumbó mas de 20 por ciento durante la recesión, lo cual hubiera sido peor de no ser por la creciente producción de armas, que se disparó 123 por ciento (¡súper-sic!) por encima del promedio del año 2000 (inicio del militarismo bushiano que ha incrementado Obama con su máscara de cordero secuestrado por los lobos del Pentágono).

Norris comenta que todavía EU es primariamente una economía civil, cuando “el rubro militar representa alrededor de 8 por ciento de todos los bienes duraderos (en el año 2000 fue 3 por ciento), pero, a nuestro humilde entender, va que vuela a una economía preponderantemente militar, ya que muchos segmentos de su actividad civil se entrelazan con su consubstancial belicismo, como ha demostrado SIPRI, el excelso instituto pacifista sueco.

Según el inventario del Pentágono en 2008, citado por Johnson, el imperio de EU consiste de 865 instalaciones en más de 40 países, con un despliegue de más de 190 mil soldados en más de 46 países y territorios.

Johnson expone el caso singular de Japón y la base de Okinawa (por cierto, plagada de escándalos sexuales de los disolutos militares estadunidenses que llevan 64 años ininterrumpidos de ocupación).

Las siete bases militares adicionales de EU en Colombia elevarán su total planetario a 872, lo cual no tiene equivalente con ninguna potencia pasada y presente: ¡EU invadió literalmente al mundo!

Lo más relevante radica, a juicio de Johnson, en que tal despliegue es innecesario para la genuina defensa de EU, amén de provocar fricciones con otros países y su dispendioso mantenimiento global (250 mil millones de dólares por año, según Anita Dancs Foreign Policy in Focus): su único propósito es brindar a EU hegemonía, es decir, control o dominio sobre el mayor número posible de países en el planeta.

A juicio de Johnson, Obama no se ha percatado de que EU no tiene más la capacidad de ejercer su hegemonía global, mientras exhibe su lastimoso poder económico lisiado, cuando EU se encuentra en una decadencia sin precedente.

Expresa tres razones básicas para liquidar el imperio estadunidense: 1. Carece de los medios para un expansionismo de posguerra; 2. ”Va a perder la guerra en Afganistán, lo cual abultará más su quiebra”, y 3. acabar el vergonzoso secreto del imperio de nuestras bases militares.

Propone diez medidas:

1. Poner fin al severo daño ambiental causado por las bases y el cese del Acuerdo sobre el Estatuto de los Ejércitos (SOFA, por sus siglas en inglés) que de antemano impide a los países anfitriones ejercer su jurisdicción sobre los crímenes perpetrados por soldados estadunidenses, exentos de toda culpabilidad (en particular, la epidemia de violaciones sexuales en los paraísos militares).

2. Liquidación del imperio y aprovechar el costo de oportunidad para invertir en campos más creativos.

3. Lo anterior, indirectamente frenaría el abuso a los derechos humanos, ya que el imperialismo engendra el uso de la tortura, tan pletórico en Irak, Afganistán y la base de Guantánamo.

4. Recortar el inacabable listado de empleados civiles y dependientes del Departamento de Defensa, dotado de su lujoso hábitat (albercas, cursos de golf, clubes, etcétera).

5. Desmontar el mito, promovido por el complejo militar-industrial, de su valía en la creación de empleos y en la investigación científica, lo cual ha sido desacreditado por una investigación económica seria.

6. “Como país democrático que se respeta a sí mismo, EU debe cesar de ser el mayor exportador de armas y municiones del mundo y dejar de educar a los militares del Tercer Mundo (v.gr. militares de Latinoamérica en la Escuela de las Américas de Fort Benning, Georgia) en las técnicas de tortura, golpes militares y servicio como instrumentos de nuestro imperialismo.”

7. Debido a las limitaciones crecientes del presupuesto federal se deben abolir programas que promueven el militarismo en las escuelas, como el entrenamiento del Cuerpo de Oficiales de Reserva.

8. Restablecer la disciplina y la rendición de cuentas en las fuerzas armadas de EU, disminuyendo radicalmente la dependencia de los contratistas civiles, empresas militares privadas, y agentes que trabajan para el ejército fuera de la cadena de mando y el Código de Uniforme de la Justicia Militar. Cita al respecto el libro de Jeremy Scahill Blackwater: El ascenso del ejército mercenario más poderoso (sic) del mundo (Nation Books, 2007). A propósito, el holandés-estadunidense Eric Prince, fundador dimisionario de Blackwater y neo-cruzado de la extrema derecha cristiana del Partido Republicano (muy cercano al bushismo), acaba de ser implicado en un asesinato (The Nation; 04/08/09).

9. Reducir el tamaño del ejército de EU.

10. Cesar la dependencia inapropiada en la fuerza militar como medio principal para intentar conseguir metas de política exterior.

Su conclusión es realista: desafortunadamente, pocos imperios en el pasado abandonaron voluntariamente sus dominios para permanecer como entidades políticas independientes y autogobernables. Los dos importantes y recientes ejemplos son los imperios británico y soviético. Si no aprendemos de ellos, nuestra decadencia y caída estarán predeterminadas.

¿Tendrá curación la adicción de EU al militarismo por más de un siglo?

http://www.jornada.unam.mx/2009/08/09/index.php?section=opinion&article=014o1pol


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LA SHARÎ'A: ley divina,norma social


La Sharî‘a es la Ley Divina en virtud de cuya aceptación una persona se convierte en musulmán. Sólo quien acepte los mandatos de la Sharî‘a como vinculantes es musulmán, aunque puede ser incapaz de entender todas sus enseñanzas o de seguir todos sus mandamientos en la vida. La Sharî‘a es el modelo ideal de la vida del individuo y la Ley que vincula al pueblo musulmán formando una sola comunidad. Es la encarnación de la Voluntad Divina en términos de enseñanzas específicas cuya aceptación y aplicación le garantiza al ser humano una vida armoniosa en este mundo y la felicidad en el más allá.

Seyyed Husein Nasr
Revista Alif Nun
http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines

La misma palabra Sharî‘a se deriva etimológicamente de una raíz que significa "camino". Es el camino que conduce hacia Dios. Tiene un gran significado simbólico el que tanto la Ley Divina como la Vía Espiritual o Tarîqa, que es la dimensión esotérica del Islam, se basen en el simbolismo del camino o viaje. La vida es siempre una residencia temporal, un viaje por este mundo transitorio hacia la Presencia Divina. La Sharî‘a es un camino más ancho destinado a todos los hombres, en virtud del cual pueden desarrollar todas las posibilidades del estado humano individual. La Tarîqa es una senda más estrecha para los pocos que tienen la capacidad y sienten un impulso profundo de alcanzar la santidad aquí y ahora y buscan una senda cuyo fin es la realización plena de la realidad del Hombre Universal, que transciende el dominio individual.


La Sharî‘a es la Ley Divina, en el sentido de que es la encarnación concreta de la Voluntad Divina que el hombre debería seguir tanto en su vida privada como en sociedad. En cada religión, la Voluntad Divina se manifiesta de un modo u otro y los mandamientos morales y espirituales de cada religión son de origen divino. Pero en el Islam, la encarnación de la Voluntad Divina no sólo es un conjunto de enseñanzas generales sino concretas. Al hombre se le dice no sólo que sea caritativo, sino cómo serlo en circunstancias particulares de la vida. La Sharî‘a contiene los mandamientos de la Voluntad Divina en su aplicación a cada situación de la vida. Es la Ley que Dios quiere que siga el musulmán en su vida. Por lo tanto, es la guía de la acción humana y abarca todas las facetas de la vida humana. Al vivir según la Sharî‘a, el hombre coloca toda su existencia en "manos" de Dios. La Sharî‘a, al tener en cuenta todos los aspectos de la acción humana, santifica la vida entera y le da un significado religioso a las actividades que podrían parecer más mundanales.


En el mundo occidental no se entiende el significado de la Sharî‘a debido a su naturaleza concreta y global. El judío que cree en la Ley Talmúdica puede entender lo que significa la Ley Divina, mientras que para la mayoría de los cristianos, y, por lo tanto, para los secularistas provenientes de un entorno cristiano, tal comprensión es difícil, precisamente porque en el Cristianismo no hay una distinción clara entre la ley y el camino. En el Cristianismo, la Voluntad Divina se expresa en términos de enseñanzas universales, como la de ser caritativo, pero no en leyes concretas.


La diferencia entre la concepción de la Ley Divina en el Islam y en el Cristianismo puede verse en el modo en que la palabra "canon" (qânûn) se usa en las dos tradiciones. En ambos casos la palabra es un préstamo del griego. En el Islam ha llegado a referirse a una ley hecha por el hombre, en contraste con la Sharî‘a o Ley de inspiración divina. En Occidente, a esta palabra se le da el significado opuesto en el sentido de que la ley canónica se refiere a las leyes que gobiernan la organización eclesiástica de las Iglesias Católica y Episcopal, y tiene un matiz decididamente religioso.


El punto de vista cristiano sobre la ley que gobierna al hombre en lo social y en lo político está indicado en las famosas palabras de Cristo: "Lo que es de César devolvédselo a César y lo que es de Dios a Dios." De hecho, esta frase tiene dos sentidos, de los cuales sólo uno suele tenerse en cuenta. La interpretación habitual es la de dejar todo lo que es mundano y que tiene que ver con reglamentaciones políticas y sociales a las autoridades seculares, de las que el César es el mejor ejemplo. Pero más que eso, también significa que, ya que el Cristianismo, al ser una vía espiritual, no tenía ninguna legislación divina propia, tenía que absorber la Ley Romana para convertirse en la religión de una civilización. La Ley de César, o la Ley Romana, fue absorbida providencialmente dentro de la perspectiva cristiana, una vez que esta religión llegó a ser dominante en Occidente, y es a este hecho al que aluden las palabras de Cristo. La dicotomía, sin embargo, siempre estuvo presente. En la civilización cristiana, la ley que gobernaba a la sociedad humana no disfrutaba de la misma sanción divina que las enseñanzas de Cristo. De hecho, esta falta de Ley Divina en el Cristianismo habría de desempeñar un papel nada despreciable en la secularización que tuvo lugar en el Renacimiento. También es la causa más importante de que los occidentales, así como muchos musulmanes modernizados, no entiendan el sentido ni el papel de la Sharî‘a.


Por lo que se refiere a la Ley Divina, sin embargo, la situación del Islam y del Cristianismo son completamente diferentes. El Islam nunca le dio al César lo que era de César. Más bien, intentó integrar el dominio mismo del César, es decir, la vida política, social y económica, en una cosmovisión religiosa global. Por lo tanto, en el Islam, la Ley es un aspecto integral de la revelación y no un elemento extraño. Por supuesto, la Ley Romana también poseía un matiz religioso en la religión romana misma, y la función del "Divino César" era la de establecer el orden en la tierra mediante esta ley. Pero, desde el punto de vista del Cristianismo, era un componente extraño que carecía de la autoridad santificante de la revelación. En el Occidente cristiano la ley fue, pues, desde el principio, una cosa de origen humano que hacer y revisar según las necesidades y circunstancias de los tiempos. La actitud occidental hacia la ley está determinada totalmente por el carácter del Cristianismo como una vía espiritual que no trajo una ley revelada propia.


La noción semítica de ley que es universalizada tanto en el Judaísmo como en el Islam es la opuesta de la concepción de ley vigente en Occidente. Es una noción religiosa de la ley, una noción en la que la ley es un aspecto integral de la religión. De hecho, para al musulmán, la religión es esencialmente la Ley Divina, que incluye no sólo principios morales universales sino detalles de cómo el hombre debería dirigir su vida y relacionarse con su prójimo y con Dios; cómo debería comer, procrear y dormir; cómo debería comprar y vender en el mercado; cómo debería rezar y realizar otros actos de culto. Incluye todos los aspectos de la vida humana y contiene dentro de sus principios la guía con la que el musulmán puede dirigir su vida en armonía con la Voluntad Divina. Conduce al hombre a comprender la Voluntad Divina, indicándole qué acciones y objetos son, desde el punto de vista religioso, obligatorias (wâŷib), cuáles son meritorias o recomendadas (mandûb), cuáles están prohibidas (harâm), cuáles son rechazables (makrûh) y cuáles son indiferentes (mubâh).


Mediante este criterio se le da a conocer al hombre el valor de las acciones humanas desde el punto de vista de Dios de manera que aquél puede distinguir entre el "Camino Recto" y el que lo extraviará. La Sharî‘a le proporciona el conocimiento de lo correcto y de lo incorrecto. Es mediante su libre albedrío como el hombre debe escoger qué senda seguir.

Tal Ley es el proyecto a partir del cual se construye la vida humana ideal. Es una ley transcendente que a la vez se aplica a la sociedad humana, pero que nunca se realiza de forma plena a causa de las imperfecciones de todo lo que sea humano. La Sharî‘a corresponde a una realidad que transciende el tiempo y la historia. Más bien, en una sociedad musulmana, cada generación intentaría volver a adecuarse a sus enseñanzas y a aplicarla a las condiciones en las que resulta encontrarse. En cada generación, el proceso creativo no consiste en rehacer la Ley sino en reformar a los hombres y a la sociedad humana para que se adecuen a la ley. Según el punto de vista islámico no habría que reformar la religión para adecuarla a la naturaleza humana, siempre cambiante e imperfecta, sino que las personas habrían de reformarse para poder vivir según los principios de la revelación. De acuerdo con la naturaleza real de las cosas, es lo humano lo que debe adecuarse a lo Divino y no lo Divino a lo humano.


La actividad de reforma a lo largo de la historia del Islam ha consistido en intentar volver a crear y a darles forma a las actitudes humanas y a las instituciones sociales para armonizarlas con la Sharî‘a. Ha consistido en revivificar y revitalizar la sociedad humana impregnando continuamente su estructura de los principios de la revelación recibidos providencialmente para su guía y que son el único criterio de que dispone para apreciar su propio valor. Esos movimientos modernos que intentan reformar la Ley Divina en vez de la sociedad humana son, desde el punto de vista del Islam, una anomalía en todos los sentidos. Esos movimientos proceden en gran parte no sólo del debilitamiento de la fe religiosa en ciertas personas sino también del hecho de que la mentalidad moderna, procedente del Occidente de trasfondo cristiano, no puede concebir una Ley inmutable como guía de la sociedad humana y de acuerdo con la cual el ser humano busque modelar su vida individual y social. No hay mejor prueba de la profundidad de las raíces de la herencia religiosa del hombre que la moderna actitud occidental hacia la ley, que es la misma que la del Cristianismo, a pesar de que muchos creadores y defensores del punto de vista moderno no se consideran a sí mismos cristianos y algunos incluso se enfrentan al Cristianismo.


Para el Islam, la Sharî‘a es el medio de integrar la sociedad humana. Es el modo en que el hombre es capaz de darle a su vida diaria un significado religioso pudiendo integrar su vida en un centro espiritual. El hombre vive en la multiplicidad; vive y actúa siguiendo múltiples tendencias que lleva dentro, algunas basadas en deseos animales y otras en aspectos sentimentales, racionales o espirituales de su ser. El hombre se encuentra con esta multiplicidad que lleva dentro y a la vez vive en una sociedad de la que forma parte y con cuyos miembros mantiene un número indeterminado de contactos y relaciones. El conjunto de todas estas actividades, estas normas de hacer y existir en la condición humana, no pueden integrarse ni pueden encontrar sentido salvo en la Sharî‘a. La Ley Divina es como una red de mandatos y actitudes que gobiernan toda la vida humana y que, en su totalidad y en su naturaleza global, son capaces de integrar el hombre y la sociedad siguiendo el principio dominante en el Islam: la unidad o tauhîd. La Sharî‘a es el medio con el que se realiza la unidad en la vida humana.


Este papel de la Sharî‘a puede ser difícil de entender visto desde fuera. A primera vista parece contener leyes sobre el matrimonio, el comercio, la herencia o la política. Todos estos son actos que se llevan a cabo en el mundo del tiempo y la multiplicidad. Así que ¿cómo pueden integrarse para reflejar la unidad? La respuesta es que estos actos siguen siéndolo ya se lleven a cabo siguiendo la Sharî‘a o sin seguirla. Pero el efecto que tales actos dejan en las almas humanas es completamente diferente dependiendo de si el acto se lleva a cabo simplemente siguiendo leyes hechas por el hombre o siguiendo las enseñanzas de la Sharî‘a. En este último caso, el contexto religioso en que se sitúa el acto y la conexión interior de las enseñanzas de la Sharî‘a con la vida espiritual del hombre transforman un acto por lo demás profano en un acto religioso. En vez de dispersarse el alma por incontables formas de acción, la acción misma deja toda una impronta en el alma y ayuda a su integración.


Hay un hadiz según el cual cuando el hombre trabaja para alimentar a su familia está realizando un acto de adoración igual que si estuviera rezando. Esta afirmación puede ser difícil de entender por quien no esté familiarizado con el modo tradicional de vida. En la sociedad moderna no se le puede encontrar significado religioso a la mayoría de las acciones y, salvo unas pocas ocupaciones relacionadas directamente con la administración de necesidades religiosas, la mayoría de las profesiones con las que las personas se ganan la vida están desprovistas de un significado religioso directo. La desintegración de la sociedad cristiana tradicional, en la que cada acto estaba dotado de un significado religioso, hace tiempo que secularizó un amplio espectro de la vida humana en Occidente. Hoy día, quién quiera integrar la totalidad de su vida encontrará muy difícil darle un significado religioso al trabajo diario que se ve obligado a realizar.


La Sharî‘a convierte el acto de ganarse el pan nuestro de cada día en un acto religioso, un acto que el musulmán debería realizar con la conciencia de estar realizando un acto agradable a los ojos de Dios y tan obligatorio como los deberes específicamente religiosos. La Sharî‘a, de hecho, les da una connotación religiosa a todos los actos que son necesarios para la vida humana, y, por supuesto, no los que son simples lujos. De esta manera, toda la vida del hombre y sus actividades adquieren un sentido religioso. Si fuera de otro modo el hombre sería una casa dividida internamente, en una condición de separación y división interior que el Islam intenta evitar. Al situar su vida en los canales ordenados por la Sharî‘a el hombre evita muchas catástrofes ocultas y se asegura una vida integrada y llena de sentido.


Alguien podría objetar que aceptar la Sharî‘a en su totalidad destruye la iniciativa humana. Esa crítica, sin embargo, no consigue entender el funcionamiento interno de la Ley Divina. La Ley sitúa a las personas ante muchos senderos de acuerdo con su naturaleza y necesidades dentro de un modelo universal que pertenece a todos. La iniciativa humana consiste en seleccionar lo que se acomoda a la vida y necesidades propias según la norma divina indicada por la Sharî‘a. La iniciativa no consiste sólo en rebelarse contra la Verdad, lo cual sería muy fácil, ya que "las piedras caen por sí mismas". La iniciativa y la creatividad consisten mayormente en intentar vivir de acuerdo con la Verdad y en aplicar sus principios a las condiciones que el destino ha colocado delante del hombre. Integrar todas las tendencias y actividades dentro de un modelo ordenado por Dios exige toda la iniciativa y la energía creativa que el hombre es capaz de aportar.


Para el musulmán, la Sharî‘a es una ley trascendente y eterna y la cuestión de cómo se codificó y sistematizó en detalle no le ha interesado mucho hasta los tiempos modernos. Los estudios de los orientalistas, que suelen tener un punto de vista histórico, han dirigido su atención al proceso gradual por el cual la Sharî‘a se codificó en la forma en la que el mundo islámico la ha conocido en el último milenio. Por lo tanto, no deja de tener interés que consideremos cómo tuvo lugar ese proceso, aunque hay que dejar claro que el hecho de que la Ley Divina fuera formulada explícitamente en su forma final después de varios estadios no le quita de ninguna manera nada de su naturaleza divina ni de la inmutabilidad de sus mandatos.


En esencia, toda la Sharî‘a está contenida en el Corán. El Libro Sagrado, sin embargo, contiene el principio de toda la Ley. Contiene la Ley en potencia pero no de hecho ni explícitamente, por lo menos no todos los diferentes aspectos de la Sharî‘a. Hubo, por lo tanto, un proceso gradual por el que esta Ley se promulgó en su forma externa y se hizo aplicable a todos los campos de la vida humana. Este proceso se completó en unos tres siglos, durante los cuales se escribieron los grandes libros de leyes tanto en el Islam sunní como en el chií, aunque el proceso exacto es algo diferente en los dos casos.


Los principios de la Ley contenidos en el Corán fueron explicados y amplificados en el Hadiz y la Sunna del Profeta, que constituyen la segunda fuente básica de la Ley. Éstos, a su vez, fueron entendidos con la ayuda del consenso de la comunidad islámica (iŷmâ‘). Finalmente, estas fuentes de la Ley fueron completadas por el razonamiento humano analógico (qiyâs) donde fue necesario. Según el punto de vista islámico tradicional, por lo tanto, las fuentes de la Sharî‘a son el Corán, el Hadiz, el iŷmâ‘ y el qiyâs, los dos primeros de los cuales son los más importantes y son aceptados por todas las escuelas jurídicas, mientras que los otros dos son considerados de menor importancia o bien son rechazados por alguna de las escuelas.


Queda bastante claro lo qué son el Corán y el Hadiz, pero hay que decir algunas palabras sobre las otras dos fuentes. Por lo que se refiere al iŷmâ‘, significa el consenso de la comunidad islámica sobre algún punto de la Ley, y se considera importante basándose en la autoridad del hadiz: "Mi comunidad nunca estará de acuerdo en el error." Algunos musulmanes modernizados, que en vez de querer hacer al hombre a la imagen de Dios desean hacer a Dios a la imagen del hombre, especialmente a la imagen del hombre del siglo veinte, simplemente han intentado igualar el iŷmâ‘ con la "democracia" parlamentaria. Sin embargo, no se trata exactamente de eso, ya que, ante todo, el iŷmâ‘ puede intervenir sólo donde el Corán y el Hadiz no han clarificado cierto aspecto de la Ley, de manera que su función, en este sentido, es limitada; y en segundo lugar es un proceso gradual mediante el cual la comunidad, a lo largo de un periodo de tiempo, llega a un consenso sobre una cuestión jurídica. Finalmente, el punto de vista de los musulmanes a lo largo de los siglos ha sido que los que deberían opinar sobre cuestiones jurídicas son los ulemas (‘ulama’), los únicos que están bien versados en la ciencia de la Ley. Las ciencias relacionadas con la Sharî‘a son complejas y exigen un estudio antes que nadie pueda proclamarse una autoridad en ellas. No se podría pedir el consenso de un grupo de profanos sobre el diagnóstico de una enfermedad con más fundamento que sobre la legitimidad de una ley. El concepto de iŷmâ‘ ha implicado siempre el consenso de los cualificados en asuntos de la Ley en combinación con una interacción interna con el conjunto de la comunidad, cuyos resultados sólo se dejan sentir gradualmente.


En cuanto al qiyâs, significa esencialmente utilizar la razón humana para comparar una situación real con otra situación para la cual ya existen leyes. Si el Corán ha proscrito el vino quiere decir que por analogía también ha proscrito cualquier forma de bebida alcohólica cuyo efecto sea como el vino, es decir, que cause embriaguez. El uso del qiyâs, repitámoslo, no es una licencia para el racionalismo sino ejercitar la razón en el contexto de las verdades reveladas, base de la Sharî‘a y de las prácticas y dichos proféticos que han dado a conocer y han clarificado estas verdades para la comunidad musulmana.


Tanto el iŷmâ‘ como el qiyâs están íntimamente relacionados con la función de los ulemas como autoridades de la Ley, que habiendo pasado sus vidas estudiando este tema concreto están en la situación de poder juzgar sobre él. No hay sacerdocio en el Islam y cada musulmán puede realizar funciones que en las otras religiones están colocadas en las manos del clero. Pero no todo musulmán tiene derecho a juzgar sobre la Ley por el simple motivo de que no todo el mundo está cualificado, desde el punto de vista del conocimiento, para hacerlo. No todo el mundo puede emitir juicios sobre la Sharî‘a por la misma razón por la que no todo el mundo puede opinar sobre astronomía o medicina, a menos que se esté cualificado en estos campos por haberlos estudiado. Los ulemas son los custodios de la Ley solamente porque han emprendido los estudios necesarios y han dominado las disciplinas precisas para familiarizarlos con sus enseñanzas.


Históricamente, los cuatro principios arriba mencionados fueron formando la Ley en un proceso complejo del que no conocemos bien todos los detalles. Por lo que se refiere al sentido de la Sharî‘a, para los musulmanes esa historia, como ya se ha señalado, no tiene demasiada importancia. Sin embargo, ya que hoy día se le presta tanta atención a la historia de la materia en vez de a la materia misma, es necesario perfilar brevemente el proceso por el que se codificó la Sharî‘a.


Muchos de los versículos del Corán se refieren a cuestiones de la Ley pero no todos los mandatos de la Sharî‘a están declarados en él explícitamente. Unos ochenta versículos están relacionados directamente con aspectos específicos de la Ley. Por ejemplo, hay reglas sobre el matrimonio, el divorcio y la herencia que están formuladas con mucha claridad, mientras que muchas otras cuestiones sólo están presentadas implícitamente. Hay muchas afirmaciones universales que necesitaban una mayor explicación antes de poder convertirse en guías específicas de la acción humana. Esta explicación y clarificación la proporcionó en su mayor parte el Profeta, cuya vida señala el primer y más importante periodo de codificación de la Sharî‘a.


El Profeta, como ya hemos señalado, fue el intérprete por excelencia de las enseñanzas del Corán y participó en persona en la formación de la Sharî‘a. Su manera de aplicar los principios del Islam en los casos particulares señaló la primera fase de la vida de la Sharî‘a en la sociedad humana e inauguró la vida de la nueva sociedad que fue moldeada por sus enseñanzas. Esto es verdad en particular en el caso de la comunidad de Medina, donde el Profeta quebró los vínculos tribales existentes y estableció el nuevo orden islámico sentando precedentes que han servido de modelo para todos los juristas musulmanes posteriores.


Este periodo incomparable de la historia islámica fue seguido por el gobierno de los cuatro primeros califas, normalmente llamados los "califas ortodoxos" (al-julafâ’ ar-râshidûn), por lo que se refiere al Islam sunní, y el gobierno de ‘Alî, el cuarto de los califas y primer Imam, según la perspectiva del chiísmo. Durante este periodo, las enseñanzas del Corán y el precedente del Profeta se aplicaron no sólo a las condiciones que habían existido antes sino a nuevas situaciones producidas por la rápida difusión del Islam fuera de la atmósfera homogénea de Arabia. La conquista de partes del Imperio Bizantino y el derrumbamiento del Imperio Sasánida trajeron muchos problemas nuevos a cuya solución los principios anteriormente establecidos fueron aplicados por hombres que habían sido todos ellos compañeros del Profeta, por hombres más interesados en servir al Islam que en servir a cualquier poder terrenal. Durante este periodo, por lo tanto, se establecieron muchos procedimientos que también se incorporaron en el cuerpo de la Ley.


Con el ascenso de los Omeyas apareció una nueva situación en la que un Estado poderoso, que gobernaba desde Asia Central hasta España y se enfrentaba con problemas financieros y administrativos desconocidos hasta entonces, tenía como primera prioridad conservar su dominio político en un territorio extenso. Desde el punto de vista político, los Omeyas realizaron una tarea notable al mantener unido el imperio, pero desde el punto de vista religioso su gobierno señala una decadencia definitiva respecto del periodo anterior. No habrían estado preocupados, a diferencia de los califas anteriores, por conservar y aplicar la Ley Divina. Su mayor prioridad habría sido la de gobernar y administrar el nuevo imperio. La mayoría de las cuestiones de la Ley las trataron de un modo pragmático.


Durante los aproximadamente cien años de gobierno Omeya, la responsabilidad de conservar y administrar la Sharî‘a recayó sobre los hombros de jueces particulares (qâdîs), que eran los verdaderos intérpretes de la Ley en esta época. Queda constancia de ellos, especialmente en Egipto, en las crónicas de al-Kindî. Estas fuentes muestran cómo estos jueces trataban las cuestiones de la ley conforme se les presentaban, intentando aplicar los precedentes de las generaciones musulmanas anteriores, y especialmente el Corán y el Hadiz, a cualquier nueva situación con que se encontraban.


Pero hubo una reacción por parte de la comunidad religiosa, tanto sunní como chií, contra las prácticas de los Omeyas que, por supuesto, contribuyeron en gran medida a su caída. Hacia finales de la época Omeya todo el mundo se daba cuenta de que la comunidad musulmana, y especialmente el Estado, se estaban alejando de los ideales islámicos. La conciencia religiosa de toda la comunidad (y especialmente el movimiento chií, que nunca había aceptado el gobierno de los Omeyas) reaccionó contra las prácticas del Estado, y con la llegada de los Abbasíes hubo un estallido repentino de actividad encaminado a la purificación de las prácticas sociales y políticas y a la codificación de la Ley Divina tal y como estaba establecida en el Corán y el Hadiz.


Fue en este estadio crucial cuando varios hombres de gran genio e integridad religiosa aparecieron en escena y codificaron la Ley. Dada la extensión de la comunidad islámica, un juez que estuviera en Jurasán no se encontraba con los mismos problemas diarios que uno que estuviera en el Magreb, ni uno que estuviera en Kufa se encontraba con las mismas situaciones que las de Medina. Estas dos últimas ciudades fueron particularmente importantes en el desarrollo de la Ley. Medina era una ciudad árabe en la que aún sobrevivían algunos viejos vínculos tribales y familiares, mientras que Kufa había sido fundada ya en época islámica. En ella se habían encontrado árabes, persas y población rural aramea, formando una sociedad nueva cuyo principio unificador eran las ideas compartidas del Islam. Sin embargo, ambas ciudades habían sido sedes del gobierno islámico en época temprana y proporcionaron el entorno adecuado para cualquiera que quisiera estudiar las prácticas de la primitiva comunidad musulmana. En estas dos ciudades, de hecho, aparecieron los dos primeros fundadores de la ley sunní, Ibn Mâlik de Medina y Abû Hanîfa de Kufa. Estos hombres establecieron escuelas jurídicas haciendo un estudio cuidadoso del Corán, del Hadiz y de las prácticas de las generaciones anteriores. Basándose en un estudio meticuloso confeccionaron compendios legales en los que se trazaban y sistematizaban las enseñanzas de la Sharî‘a relativas a todos los aspectos de la vida.


A estas alturas aún existía la necesidad de sistematizar los principios y métodos de la jurisprudencia y de darle una forma final al proceso de promulgar la Ley. Esa necesidad fue satisfecha por ash-Shâfi‘î, cuyo genio particular en este campo le dio al Islam sunní el método más satisfactorio y, podría decirse, bello de jurisprudencia. Ash-Shâfi‘î declaró con claridad que el Hadiz no sólo ayudaba a entender el Corán sino que también era una fuente de la Sharî‘a misma. A él, más que a ninguna otra persona, se le debe la clarificación del papel del Hadiz en la Sharî‘a, así como las posiciones respectivas del iŷmâ‘ y el qiyâs. Con Ash-Shâfi‘î la jurisprudencia islámica encontró su sistematización más completa y duradera.


En la tradición de Ash-Shâfi‘î, que fundó la tercera escuela jurídica sunní, se formaron estudiantes cada uno de los cuales hizo hincapié en un aspecto determinado de las fuentes de la Sharî‘a, como Ibn Hanbal, cuyo principal apoyo era, después del Corán, el Hadiz del Profeta, y que rechazaba el iŷmâ‘ y el qiyâs; o Dâ’ûd ibn Jalaf, que creía que sólo había que seguir el sentido externo (zâhirî) del Corán y que fundó la escuela zahirí. La escuela de Ibn Hanbal se convirtió en la cuarta escuela jurídica aceptada del sunnismo, con su desprecio característico de los métodos racionalistas y su apoyo completo en el Hadiz, mientras que la escuela zahirí desapareció gradualmente.


Las cuatro importantes escuelas jurídicas sunníes, la malikí, la hanafí, la shafi‘í y la hanbalí, que constituyen las escuelas aceptadas de la Sharî‘a hasta hoy día, fueron fundadas, pues, en el siglo tercero de la hégira. De éstas, la de menor número de seguidores es la escuela hanbalí, que tuvo su centro en Egipto y Siria y en cuyo entorno empezó el movimiento wahhabí. La escuela shafi‘í siempre ha sido fuerte en Egipto y, hasta cierto punto, en Siria. La escuela malikí domina completamente en el norte de África y sus seguidores constituyen el cuerpo más homogéneo en el ámbito de la Ley sunní. En cuanto a la escuela hanafí, fue la escuela oficial de los otomanos y se extiende por Turquía, la parte oriental del mundo árabe y el subcontinente indopaquistaní.


Por lo que se refiere a la Ley en el mundo chií, su formación se remonta al quinto y al sexto de los Imames, especialmente al sexto imam Ŷa‘far as-Sâdiq, de modo que la Ley chií duodecimana a menudo recibe el nombre de Ley ya‘farí. Hay una diferencia con la ley sunní consistente en que tanto el chiísmo duodecimano como el ismaelismo tienen a los Imames como intérpretes de la Ley y sus palabras y dichos forman parte de la literatura del Hadiz además de las palabras del Profeta, aunque se mantiene una distinción entre ambas. Por lo tanto, la Ley, en principio, se está promulgando continuamente en la medida en que el Imam siempre está vivo. El Imam del ismaelismo sigue viviendo en la tierra de generación en generación, mientras que en el chiísmo duodecimano el Imam está en ocultación (gaiba), aunque sigue vivo y gobierna el mundo.


En el chiísmo duodecimano, los que han alcanzado un estadio elevado de capacidad en la ciencia de la Ley y que poseen los otros requisitos tradicionales se convierten en muŷtahidûn, es decir, aquellos que pueden practicar el iŷtihâd o emitir su dictamen sobre cuestiones legales. Son intérpretes vivos de la Ley, los cuales la interpretan en ausencia del Imam y en su nombre. Todo creyente chií debe seguir a un muŷtahid vivo, cuyo deber es aplicar e interpretar la Ley de generación en generación. En el mundo sunní se ha cerrado la puerta del iŷtihâd a partir de la formación de las cuatro escuelas legales[2], mientras que en el chiísmo la puerta tiene que estar siempre necesariamente abierta. Pero, por supuesto, esto de ninguna manera empaña la naturaleza inmutable y transcendente de la Sharî‘a. Sólo significa que en cada generación habría que aplicar la Ley a las nuevas circunstancias encontradas. La práctica del iŷtihâd, en el espíritu del Islam, no significa cambiar la ley para amoldarse a la conveniencia de los hombres sino encarar y resolver cada situación y problema nuevos de acuerdo con las enseñanzas de la Sharî‘a aplicándolas a los nuevos problemas. El chiísmo muestra que el iŷtihâd, en su sentido verdadero, no implica de ningún modo abandonar la Ley Divina a los caprichos humanos como a algunos les gustaría hacer hoy en día.


Por lo que se refiere a las enseñanzas específicas de la Sharî‘a, las escuelas sunníes y chiíes son casi idénticas excepto en la cuestión de la herencia donde, según la ley chií, en ciertos casos la linea femenina hereda más que en la ley sunní. Por lo demás, coinciden prácticamente en todo. Por lo que se refiere a las distintas escuelas sunníes, cada una subraya un aspecto determinado de la Ley. Por ejemplo, los hanafíes se apoyan más en el qiyâs y los hanbalíes en el Hadiz, pero las diferencias son escasas y se puede pasar de una escuela a otra sin dificultad alguna. También es interesante citar en este contexto el intento del rey persa Nâdir Shâh, hace dos siglos, de convertir la ley ya‘farí en una quinta escuela legal del Islam para así hacer converger sunnismo y chiísmo. Sin embargo, debido sobre todo a razones políticas, su plan no fue aceptado por el califa otomano y no produjo ningún fruto. Hoy día se está haciendo un intento parecido en algunos medios, como se ve por el hecho de enseñarse jurisprudencia ya‘farí en al-Azhar y en diferentes movimientos para al acercamiento entre sunnismo y chiísmo.


Más esencial que el proceso de codificación de la Sharî‘a es su contenido y substancia reales. La Sharî‘a está caracterizada por su naturaleza global y holística. Abarca la totalidad de la vida del hombre de modo que, desde el punto de vista islámico, ningún dominio se encuentra al margen de la misma, aunque ese ideal no sea fácil de llevar a cabo completamente en la sociedad humana. La falta de términos en árabe, persa y otras lenguas del mundo islámico para asuntos temporales o seculares se debe a esta naturaleza global de la Sharî‘a.


No obstante, la Ley Divina se divide en ramas dependiendo del aspecto particular de la vida que trate. Algunos eruditos tradicionales la han dividido en dos ramas: una que trata de los actos de adoración (‘ibâdât) y otra que trata de las transacciones (mu‘âmalât)[3]. Esta división clásica ha conducido a algunos modernistas a concluir que puede preservarse la primera parte de la Sharî‘a secularizando la segunda o, por lo menos, cambiándola según se vea adecuado. Desde el punto de vista de la Sharî‘a, sin embargo, estas dos ramas no pueden divorciarse completamente. Hay actos de adoración tales como la oración en comunidad o el ayuno que tienen un claro aspecto social y que implican a la comunidad en su conjunto, a la vez que el modo en que se actúa en el mercado afecta directamente a la cualidad y la intensidad de la oración. No hay modo de separar completamente la relación entre el hombre y Dios y la relación del hombre con sus semejantes. Ambas están inseparablemente entrelazadas y el espíritu de la Sharî‘a es precisamente el de preservar la unidad de la vida humana, aunque tiene ramas que se aplican en diferentes campos, tanto individuales como sociales. Por lo tanto, para entender el contenido de la Sharî‘a lo mejor es analizar sus mandatos en la medida en que se refieren a cada campo particular de la vida humana.


Desde el punto de vista político, la Sharî‘a contiene enseñanzas básicas sobre las que se construye el pensamiento teórico político en el Islam. El Islam considera que Dios es el único legislador. El hombre no tiene ningún poder para confeccionar leyes; lo que debe hacer es obedecer las leyes que Dios le ha enviado. Por lo tanto, cualquier gobierno ideal, desde el punto de vista de la Sharî‘a, carece de poder legislativo en el sentido islámico de la palabra. La función del gobernante político no es la de promulgar leyes sino la de cumplirlas. El hecho fundamental es la presencia de una Ley Divina que ha de ser aplicada en la sociedad.


Por lo que se refiere a la cuestión de quién debería gobernar en una sociedad islámica, hay diferencias entre el sunnismo y el chiísmo. Para el chiísmo duodecimano no hay ningún gobierno perfecto en ausencia del Mahdî o duodécimo Imam. En tal situación, una monarquía o sultanato que gobierne con el acuerdo de los ulemas es la mejor forma posible de gobierno en unas circunstancias que, por definición, no pueden ser perfectas. En el sunnismo, la que es considerada como forma legítima de gobierno es el califato. El califa es el jalîfa o representante no de Dios sino de Su Profeta, y aún sólo de aquel aspecto de la función del Profeta que estaba relacionada con aplicar la Ley de Dios. La función del califa es preservar y aplicar la Sharî‘a presentándose como el símbolo del gobierno de la Sharî‘a sobre la sociedad humana. Técnicamente hablando, el Islam no es una teocracia sino una nomocracia, es decir, una sociedad gobernada por una Ley Divina.


Ya que la nación islámica, o "Comunidad Muhammadiana" (umma muhammadiyya), es sólo una, lo natural sería que hubiera un solo califa que gobernara sobre toda la umma. Pero lo que es esencial para preservar la unidad de la comunidad islámica no es tanto el número de califas como la Sharî‘a misma. Al recorrer las páginas de la historia islámica queda claro que después de los cuatro primeros califas los Omeyas eran mayormente gobernantes seculares. Algunos, como Yazîd, llegaron a apartarse de los mandatos de la Sharî‘a en su vida privada y muchos de ellos fueron tiranos. Pero la diferencia entre ellos y un tirano moderno es que en el periodo Omeya la Sharî‘a, en cualquier caso, se aplicaba; mientras que en los tiempos modernos en muchos países se está intentando destruir la Sharî‘a misma.


Después del periodo Omeya, las tierras occidentales del Islam se negaron a jurar lealtad a los Abbasíes y pronto hubo varios gobernantes e incluso califas en el mundo musulmán. Además, con la destrucción del califato abbasí por parte de Hulagu, se destruyó incluso la unidad política simbólica del Islam. Pero a lo largo de estos cambios los ulemas, y también las órdenes sufíes, lograron preservar la Sharî‘a en las tierras orientales del Islam, incluso ante el asalto de los mongoles. Por tanto, en todos estos casos, la unidad del Islam fue conservada mediante la preservación de la Sharî‘a. Aunque ya no había un único poder político al frente de todo el mundo musulmán, sin embargo se administraban las mismas leyes ya fuera en los tribunales de Marruecos o en el norte de la India. El gobierno de la Ley Divina siguió manteniendo la unidad de la comunidad y garantizando su naturaleza islámica.


Por supuesto, a lo largo de la historia del Islam, la teoría política sunní misma ha sufrido revisiones a la luz de los acontecimientos. Con la aparición de sultanes o reyes poderosos, que pronto se convirtieron en los verdaderos gobernantes del país con más poder que los califas, se presentó una situación nueva. Durante el periodo selyúcida los teóricos políticos sunníes reconocieron, en lugar de la estructura dual de Sharî‘a y califa, un modelo político tripartito en el que estaban la Sharî‘a, el califa, que simbolizaba el gobierno de la Sharî‘a, y el sultán, que era quien llevaba de hecho los asuntos del Estado. En la India, algunos musulmanes incluso siguieron nombrando al califa abbasí en los sermones de los viernes, como símbolo del gobierno de la Sharî‘a, después de que el califato abbasí mismo fuera destruido. El elemento esencial que sobrevivió a lo largo de los siglos fue la Sharî‘a, de modo que se mantuvo la naturaleza nomocrática esencial de la sociedad islámica y las agitaciones políticas, ni siquiera a una escala tan colosal como la invasión mongol, no bastaron para destruir la unidad de la comunidad islámica, inculcada y preservada por la Sharî‘a.


En el campo de la economía, la Sharî‘a también contiene instrucciones específicas y principios generales. Legisla ciertas formas de impuestos, como el zakat –y para al chiísmo también el jums-, pagados a lo largo de los siglos por musulmanes devotos. Pero, en general, las leyes de la Sharî‘a sobre los impuestos no han sido las únicas que se han aplicado. Véase, por ejemplo, el impuesto sobre la tierra. En Siria, desde tiempos Omeyas, los impuestos se recogían siguiendo precedentes bizantinos, y en Persia siguiendo leyes sasánidas. Incluso ocurrió que, tras la invasión de los mongoles, en ciertas poblaciones se recogió el impuesto sobre la tierra siguiendo reglas mongoles.


En un sentido más general, las enseñanzas económicas de la Sharî‘a se basan en el respeto a la propiedad privada y, a la vez, la oposición a una concentración extrema de riqueza en manos de una sola persona o grupo. La usura está prohibida explícitamente y el pago del zakat mismo tiene la función de "purificar" la riqueza así como de distribuirla en parte entre el resto de los miembros de la sociedad a través del "tesoro público de los musulmanes" (bait mâl al-muslimîn). También el Corán afirma claramente el énfasis en la naturaleza sacrosanta de la propiedad privada. De hecho, la legislación económica del Corán no podría aplicarse de no haber propiedad privada. Según la Sharî‘a, Dios le da al hombre el derecho a la propiedad y es necesario la posesión de propiedades para que su alma se realice en este mundo, con tal de que se mantenga dentro de las enseñanzas de la Sharî‘a. Los que interpretan las enseñanzas del Corán en un sentido puramente socialista se oponen al texto mismo del Corán, que le enseña al hombre lo que debería hacer con lo que posea. El Corán no podría legislar sobre la propiedad si no aceptara la legitimidad de la propiedad privada.


De todos los aspectos de la Sharî‘a, quizá sean sus enseñanzas económicas las que se han llevado con menor perfección a la práctica a lo largo de la historia del Islam. Pero siempre ha sido el ideal a alcanzar aunque no pueden ser puestas totalmente en práctica si se tienen en cuenta las imperfecciones de la naturaleza humana. Sin embargo, el espíritu general de las enseñanzas de la Sharî‘a está incardinado profundamente en la vida económica de los musulmanes. Aunque no se hayan seguido formas específicas en los impuestos y aunque se hayan recaudado impuestos ajenos a la Sharî‘a, sus principios económicos generales se han materializado en gran medida a lo largo de la historia entre los mercaderes tradicionales y en los gremios de artesanos.


Por lo que se refiere a las enseñanzas sociales de la Sharî‘a, abarcan un campo extenso que no se puede tratar aquí plenamente. En conjunto, la Sharî‘a concibe una sociedad fluida, no en el sentido proletario moderno sino de un modo tradicional. Antes de la aparición del Islam, había una aristocracia árabe así como una aristocracia persa[4]. El Islam, al remodelar la sociedad, no destruyó las distinciones cualitativas sino que hizo de la fe misma el criterio del valor humano, según el conocido versículo coránico: "He aquí que el más noble de vosotros, para Allah, es quien mejor se comporte" (Corán, 49:13) (inna akramakum ‘inda allâhi atqâkum). Primando el valor de la religión, el Islam hizo posible que una persona ascendiera los peldaños de la sociedad adquiriendo conocimientos en las ciencias religiosas. Una persona dotada podía convertirse en ulema y disfrutar de un respeto mayor del que se le concedía a un príncipe. Del mismo modo, las órdenes sufíes han preservado una jerarquía espiritual en la que el rango de una persona depende de su cualificación espiritual y no de su nivel social. Los santos y maestros sufíes han sido las personas más veneradas, respetadas igualmente por reyes y mendigos.


De hecho, hasta época moderna no sólo se ha preservado bien la senda religiosa del ascenso social sino que el saber mismo ha sido un modo de mejorar la posición dentro de la sociedad. Aunque el saber y la educación hoy día sean laicos, siguen teniendo el prestigio de la educación religiosa a los ojos de la sociedad musulmana en general. Muchas personas que detentan poder en tierras del Islam pueden ser hijos de simples dependientes que enviaron a sus hijos al colegio, y los hijos, con su propia capacidad, sacaron la máxima ventaja de la educación que se les ofrecía y se convirtieron en figuras dirigentes de la sociedad. Este hecho es tan característico desde sus inicios como lo es ahora.


El mundo islámico ha conocido un buen número de visires, e incluso reyes, que se convirtieron en las figuras más poderosas de sus tierras mediante el ejercicio de sus capacidades. La Sharî‘a, al destacar la cualidad de la fe religiosa como criterio de valoración de las personas, ha creado una sociedad fluida que, sin embargo, no era cuantitativa ni suprimía la cualidad en términos de un supuesto igualitarismo como lo encontramos en tantas sociedades contemporáneas.


De hecho podría decirse, citando a un sabio contemporáneo, que el Islam es "una democracia de monjes casados", es decir, una sociedad en la que hay igualdad en el sentido religioso de que todos los hombres son sacerdotes y se presentan igualmente ante Dios como Su lugarteniente en la tierra. Pero quien sea más capaz de realizar su verdadera naturaleza y función es cualitativamente superior a quien se encuentre en el estado humano sólo accidentalmente. La igualdad de los hombres no está en sus cualidades, que obviamente son diferentes de una persona a otra, sino en que para todos los hombres está siempre presente las posibilidad de realizar su naturaleza teomórfica y de cumplir el objetivo de la existencia humana.


Desde el punto de vista de la estructura social, las enseñanzas de la Sharî‘a subrayan el papel de la familia como base de la sociedad; la familia extensa y no su forma moderna atomizada. El mayor logro social del Profeta en Medina consistió precisamente en romper los vínculos tribales existentes y sustituirlos por vínculos religiosos que se conectaban por un lado con la totalidad de la comunidad musulmana y por otro con la familia. La familia musulmana es un modelo en miniatura de toda la sociedad musulmana y es su base firme.


Además de sus enseñanzas sociales, económicas y políticas, la Sharî‘a se ocupa de lo que es más esencial en cualquier religión, es decir, de la relación entre hombre y Dios. El aspecto más central de la Sharî‘a se ocupa de los ritos o actos de adoración que cada musulmán debe realizar y que constituyen las prácticas rituales y devocionales de los musulmanes. Los más importantes de estos ritos son las oraciones diarias (salât), las cuales, como hemos visto, son el puntal de la religión. Ningún acto de la Sharî‘a es tan esencial como la realización de estas oraciones. Vienen precedidas por una llamada (adhân) y unas abluciones (wudu’), cuyo sentido no es sólo el de una purificación física del cuerpo sino también una purificación del alma. Mediante aquéllas se elimina la escoria de la existencia separativa y el hombre se prepara para presentarse ante Dios. De repente siente como si su cuerpo estuviera iluminado y recupera su pureza edénica.


Las abluciones son seguidas por las oraciones, las cuales tienen lugar, como bien es sabido al alba, a mediodía, a media tarde, al ocaso y de noche. La repetición continua de las oraciones en momentos particulares del día y de la noche sirven para interrumpir de un modo sistemático este sueño de olvido en el que vive el hombre. El hombre vive en un sueño inmerso en el mundo y olvidándose de Dios. Las oraciones canónicas interrumpen este sueño por lo menos unas cuantas veces al día. Durante breves momentos sacan al hombre de ese torrente de pensamientos e impresiones sensoriales que es el mundo y lo sitúan cara a cara ante Dios. El hombre, pues, realiza mediante estas oraciones su naturaleza teomórfica, al menos cuando está llevando a cabo las oraciones. Llegan a ser para él un refugio seguro en medio de la tempestad de la vida. Sólo un santo es capaz de vivir continuamente en oración y de estar despierto en todas las ocasiones.


Las oraciones canónicas no deberían ser identificadas con las oraciones personales que a menudo se añaden después de aquéllas. En las oraciones canónicas el hombre se presenta ante Dios como representante de todas las criaturas. Reza por todos los seres y en su nombre. Es por eso, como hemos dicho, por lo que los versículos del capítulo "La Apertura" (al-Fâtiha), los cuales forman el corazón de las oraciones canónicas, aparecen todos ellos en primera persona del plural, no del singular. Se recita: "A Ti Te adoramos", no "A Ti Te adoro". En estas oraciones el hombre cumple su función de vicario de Dios en la tierra y reza por todos los seres.


Las oraciones canónicas son el corazón de la Sharî‘a y son obligatorias. Ese no es el caso de las oraciones comunitarias del viernes, que están muy recomendadas, especialmente en el Islam sunní, pero que no son obligatorias. Las oraciones del viernes cumplen la función de cohesionar socialmente a los creyentes y también la de ofrecer una oportunidad para que los maestros religiosos den lecciones morales y religiosas. También han estado relacionadas siempre con la autoridad política y, tradicionalmente, el nombre del gobernante que se haya mencionado en el sermón del viernes ha sido objeto de mucho prestigio. Sin embargo, y a pesar de su gran importancia, las oraciones del viernes no están en el mismo nivel que las oraciones canónicas diarias, las cuales pueden llevarse a cabo en casa, en una mezquita o incluso en el campo, siendo la naturaleza la mezquita primordial creada por Dios y que proporciona el entorno perfecto para la adoración. Las oraciones del viernes deben ser comunitarias y suelen celebrarse en una mezquita, mientras que las oraciones canónicas pueden llevarse a cabo en cualquier sitio y son absolutamente obligatorias para todo musulmán.


Después del salât u oración canónica el segundo acto básico de adoración obligatorio para todo musulmán (excepto enfermos y viajeros) es ayunar durante el sagrado mes de Ramadán. En el Islam se recomienda ayunar, pero durante este mes en particular se convierte en un deber religioso. Ayunar desde los primeros signos del alba hasta el ocaso no es sólo abstenerse de comida, bebida y placeres sexuales sino también de todos los malos pensamientos y acciones. Es un medio riguroso para purificarse. Es como si fuéramos a ponernos la armadura de Dios frente al mundo[5] e introducir la pureza de la muerte dentro del cuerpo, una pureza e incorruptibilidad cristalinas, es decir, duras e inmutables y, sin embargo, transparentes a la luz.


La dura prueba del ayuno tiene como primer sentido espiritual la obediencia consciente del hombre a lo que Dios le ordena. Pero además es el medio con el que el hombre tira de las riendas de sus deseos animales y se da cuenta de que es algo más que un animal. En la medida en que el hombre sigue completamente sus pasiones e inclinaciones no es muy diferente de los animales, salvo que éstos son inocentes y fieles a su naturaleza mientras que el hombre no lo es. Sólo cuando, mediante el ascetismo, el hombre ejerce su voluntad espiritual contra sus inclinaciones animales es cuando realiza su naturaleza superior. Lo que es más, los placeres sensuales se intensifican al negarlos. La satisfacción plena de los sentidos los embota. Por lo tanto la experiencia de este mes de ayuno hace que el hombre aprecie más los dones con los que Dios lo ha dotado y que suele dar por supuestos. También es un periodo en el que se ejercita la caridad compartiendo las bendiciones materiales con quienes tienen menos. Pero, ante todo, es un mes de purificación, un mes rico en gracias, durante el cual fue revelado el Corán mismo, el mes de Ramadán, en una de cuyas últimas noches impares cae la "Noche del Decreto" (lailat al-qadr)[6]. Durante este mes las puertas del cielo están más abiertas y tanto el individuo como la comunidad musulmana pueden purificarse con la ayuda de la gracia divina y renovar la energía espiritual de la sociedad.


La peregrinación a La Meca (haŷŷ) es otro acto obligatorio que, sin embargo, sólo puede abordarse cuando se cumplen ciertas condiciones. Si una persona tiene los medios suficientes debería hacer una vez en la vida la peregrinación a La Meca, que para el Islam es el centro del mundo. El haŷŷ, con todas las dificultades que entrañaba y sigue entrañando, a pesar de las comodidades modernas, es también un medio de purificación. El ser humano viaja hacia el Centro, a la casa de Dios, disculpándose allí por sus pecados y purificándose mediante su arrepentimiento y la ejecución de los ritos. A partir de ahí debería intentar una vida devota y al volver a su patria trae consigo la pureza y la gracia (baraka) de la casa de Dios. Así se difunde algo del Centro en la periferia y mediante este acto anual se purifica la totalidad de la comunidad musulmana.


El haŷŷ es también un medio notable de integración social. Cada año, a lo largo de los siglos, los musulmanes de todas las partes del mundo se han encontrado y han intercambiado tanto ideas como bienes. Se han dado cuenta de la amplitud del mundo islámico y han llegado a conocer mejor esas otras partes. El haŷŷ también ha desempeñado un papel de gran importancia en la difusión del conocimiento de una parte a otra del mundo islámico, hasta el punto de que un erudito del mundo occidental moderno la ha llamado el primer congreso científico internacional de la historia. Pero su importancia es sobre todo la de unificar la comunidad musulmana y difundir la pureza que hay en su corazón haciéndola llegar a sus miembros y órganos.


Por lo que se refiere a los otros ritos principales prescritos por la Sharî‘a, los más importantes son el zakât y el ŷihâd o guerra santa. El primero es una manera de ser "justo con Dios" por todo lo que recibimos. Es, pues, una forma de sacrificio (sacer-facere: convertir en sagrado) que purifica y legitima lo que gastamos, dándole a la vida económica del ser humano una sanción religiosa. El ŷihâd, en su sentido externo, es una actividad ocasional a diferencia de otras, que se practican permanentemente. Su sentido como actividad constante se refiere a la "guerra santa mayor", la cual, como hemos tenido ocasión de señalar antes, es una guerra sin pausa que cada musulmán debe mantener contra las malas tendencias que alberga en su interior.


No sólo el ŷihâd sino cada una de las disposiciones de la Sharî‘a tiene también un sentido interior y espiritual. El sentido del salat es el de despertarse del sueño del olvido y recordar siempre a Dios, el sentido del ayuno es el de morir al yo pasional y nacer en la pureza, el sentido de la peregrinación es el de realizar un viaje desde la superficie hasta el centro del ser, pues, como muchos sufíes han dicho, el corazón es la Caaba espiritual. El zakât también implica nobleza y generosidad espiritual. Este sentido interior no niega las enseñanzas externas de la Sharî‘a sino que complementa y cumple su objetivo espiritual. Ese es el motivo por el cual la Sharî‘a es la base necesaria y suficiente para la vida espiritual. Para ser musulmán hay que aceptar la Sharî‘a. Y la morada espiritual más elevada del Islam, la de los mayores sabios y santos, se basa en los firmes cimientos que proporciona la Sharî‘a. El hombre no puede aspirar a la vida espiritual, a caminar por la senda que conduce hacia Dios (tarîqa), sin participar de la Sharî‘a.


Algunos modernistas han intentado a lo largo del último siglo cambiar la Sharî‘a, volver a abrir la puerta del iŷtihâd, con la finalidad de incorporar prácticas modernas dentro de la Ley y limitar la validez de la Sharî‘a a los asuntos personales. Todas estas actividades emanan de una actitud particular de debilidad espiritual y de claudicación ante el mundo. Quienes son conquistados por esa mentalidad quieren que la Sharî‘a "se adapte a los tiempos", es decir, a los antojos y caprichos de los hombres y a la naturaleza humana siempre cambiante productora de "los tiempos". No se dan cuenta de que es la sociedad la que debería ser modelada de acuerdo a la Sharî‘a, no a la inversa. No se dan cuenta de que los que habían practicado iŷtihâd anteriormente eran musulmanes devotos que pusieron el interés del Islam por delante de sus intereses materiales y que nunca sacrificaron sus principios en nombre de la conveniencia.


Desde el punto de vista islámico, Dios ha revelado la Sharî‘a para que, mediante ella, pueda reformarse a sí mismo y a la sociedad. Es el hombre el que necesita ser reformado y no la religión revelada por Dios. La presencia de la Sharî‘a en el mundo se debe a la compasión de Dios hacia sus criaturas por la cual ha enviado una Ley que lo engloba todo para que la sigan y por la cual alcancen la beatitud tanto en esta vida como en la otra. La Sharî‘a es, pues, el ideal a alcanzar para la sociedad humana y el individuo. Dota de sentido a todas las actividades del hombre y le da una dimensión integral a su vida. Es la norma para una vida individual y social perfectas y la base necesaria para cualquier vuelo del espíritu desde la periferia al Centro. Vivir de acuerdo con la Sharî‘a es vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, de acuerdo con una norma que Dios ha querido para el hombre.



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NOTAS


[1] Extracto del capítulo 4 del libro “Ideals and realities of Islam” (Nota del Tr.)

[2] Dentro de las matizaciones que se podrían hacer a esta afirmación, conviene recordar que el mundo sunní distingue tradicionalmente entre el iŷtihâd absoluto (mutlaq) como creación de una nueva escuela jurídica, a lo cual nadie se ha atrevido en los últimos siglos, y el iŷtihâd restringido (muqayyad), práctica que sigue viva hasta el día de hoy. Para más información, véase Ibn abi Zaid al-Qairawani, La Risala: Tratado de creencia y derecho musulmán; Anexo II: En torno al iŷtihâd y al taqlid (Ed. Kutubia Mayurqa, 1.999) (Nota del Tr.).

[3] Es decir, la relación entre el ser humano y su Señor (‘ibâdât), y las relaciones de los seres humanos entre sí (mu‘âmalât). (Nota del Tr.).

[4] Evidentemente, esto no quiere decir que no existiera una aristocracia en el seno de las sociedades islamizadas que no eran ni árabes ni persas. (N. del Tr.)

[5] El autor usa la palabra "mundo" para referirse, en este contexto, al término coránico duniâ, que indica el aspecto arrebatador y superficial del mundo. En cambio, el mundo entendido como una totalidad significativa, recibe el nombre de ‘alam. El otro aspecto del mundo, es decir, la profundidad más real de la existencia, recibe el nombre de âjira. (Nota del Tr.)

[6] La palabra árabe qadr, que aquí ha sido traducida como decreto, hace referencia a ideas de capacidad y posibilidad (Nota del Tr.)

Fuente: http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines/n%BA28%20Jun.05/La%20Sharia.html

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Raúl Castro: En América nadie da un golpe sin autorización de EE.UU

EN MULTITUDINARIO ACTO JUNTO A CORREA
RAFAEL CORREA: Las Bases militares en Colombia son una provocación para la guerra en Latinoamérica*

EFE 2009-08-10 EFE.-Quito, 10 ago (EFE).- El presidente de Cuba, Raúl Castro, afirmó hoy que en América Latina 'nadie da un golpe de estado si no recibe la autorización de los Estados Unidos', en referencia a Honduras y a anteriores crisis como las ocurridas en Venezuela en 2002 o más recientemente en Bolivia.

Castro intervino en Quito en el festejo popular para celebrar la segunda investidura de Rafael Correa junto a los presidentes Hugo Chávez y el depuesto Manuel Zelaya. En ese acto transmitió al gobernante ecuatoriano un mensaje de su hermano Fidel de elogio por el discurso de Correa en su toma de posesión. El comandante Fidel Castro definió ese discurso de 'muy serio, emotivo y persuasivo', según su hermano Raúl, quien, por su parte, se mostró convencido de que la intervención de Correa ante la Asamblea Nacional de Ecuador 'hará historia'. Aprovechando la conmemoración en Quito del bicentenario del primer grito ecuatoriano contra la colonia española, el general Castro aseguró que, 200 años después, Latinoamérica se encuentra 'en una situación parecida', donde el 'amo anterior fue sustituido por otro más reciente, más poderoso'. Se remitió al golpe de estado en Honduras, al que se produjo en 2002 en Venezuela contra Chávez o al que, dijo, las oligarquías orientales de Bolivia intentaron el año pasado contra Evo Morales. 'Esos golpistas no respiran sin permiso de Washington', aseguró Castro, quien añadió que 'ya se va sabiendo quién le abrió la puerta a los gorilas: los de siempre, los que tienen la llave', en alusión a Estados Unidos. El presidente cubano quiere seguir creyendo, según dijo, que el presidente Barack Obama 'está lleno de buenas intenciones', pero destacó que en su Gobierno permanecen antiguos miembros de anteriores administraciones estadounidenses. Castro también mencionó el caso de las bases colombianas como un 'acontecimiento que hay que tener en cuenta' y que 'no es casual'. 'Eso no es para luchar contra las drogas o los guerrilleros', dijo al respecto. Comentó que bromeó hoy con Correa sobre este asunto y le dijo al presidente ecuatoriano: 'Tenemos que prepararnos, porque los cañones de esa flota están apuntando hacia acá'. Raúl Castro concluyó su intervención brindando el apoyo de Cuba a Ecuador 'en todo aquello que pueda'.

RAFAEL CORREA:Bases militares en Colombia son una provocación para la guerra en Latinoamérica*

Caracas, 10 Ago. ABN.-

El jefe de Estado reelecto por los ecuatorianos, Rafael Correa aseguró que las nuevas siete bases militares estadounidenses que el gobierno colombiano pretende instalar en el país neogranadino es una clara provocación para la guerra en Latinoamérica. El pronunciamiento lo realizó durante el acto de celebración del bicentenario del Grito de Independencia de Ecuador junto a sus homólogos de la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), Venezuela, Cuba, Honduras, entre otros. “Tengan claro que lo de las bases militares en Colombia no es fortuito, es gravísimo, es una provocación se quiere guerra en América Latina” Asimismo alegó “si yo aceptara bases militares en mi país, si aceptara involucrarme en el Plan Colombia, ya mañana pasaría de ser el amigo de las Farc (Fuerzas Armandas Revolucionarias de Colombia), el populista, el demagogo a ser el estadista, el demócrata ejemplar, insigne de América Latina”. En tal sentido expresó al pueblo ecuatoriano y a los pueblos de todo América que los gobiernos progresistas que se han forjado en nuestra latitud “no vamos a claudicar, preferimos correr el riesgo, la aventura de ser libres a la nefasta solvencia de los serviles. Nosotros los hombres libres, sabemos enfrentar a los recaderos del imperialismo”. Para finalizar la gran celebración Correa dejó un mensaje de reflexión a los pueblos latinoamericanos: “nuestra responsabilidad histórica es organizarnos, unidos seremos invencibles (...) este cambio, esta revolución es irreversible, nada ni nadie nos podrá vencer si permanecemos unidos y organizados”

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Presidente Correa: Ecuador es un país libre de tercerización laboral


NUEVO MANDATO DE CORREA

Caracas, 10 Ago. ABN.-

“Hemos priorizado políticas dignas y soberanas que han buscado liberar al ser humano de los intereses nacionales e internaciones que los postraron durante décadas, es por eso que hoy el Ecuador es un país libre de tercerización laboral”.

Así lo expresó el presidente de Ecuador, Rafael Correa, durante su discurso en el acto de posesión del cargo del segundo mandato presidencial 2009-2013, donde además, expresó que el sistema capitalista ve al ser humano como un factor más de producción y es convertido en un instrumento de acumulación del capital.

Agregó que en su país, se subieron sustancialmente los sueldos de los maestros, artesanos, fuerza policial, y por primera vez en la historia se redujeron los precios de los servicios públicos, llamadas telefónicas, costo de internet. Además, se eliminó el pago en matrículas escolares, consultas y medicinas.

'Por primera vez en la historia se mantienen congelados el costo de los combustibles, (gas, así como transporte, etc).

Al respecto, dijo que todavía falta mucho por trabajar, y que “sólo en la radicalización de la revolución buscaremos superar el mezquino concepto de salarios mínimos, entendidos perversamente como salarios justos”.

Para el presidente Correa, el salario mínimo son “aquellos mínimos para evitar un mal mayor que es el desempleo, a nadie se le puede ocurrir un salario que no alcance ni siquiera para cubrir las necesidades de una familia, pueda considerarse un salario justo”.

Hizo un llamado a los países de América Latina, a no competir entre si, ya que a su juicio, la competencia ya es principio bastante cuestionable entre agentes económicos, pero es un verdadero absurdo entre países hermanos, no podemos caer en la trampa de competir entre nosotros para traer inversiones y vender más a los mercados del primer mundo”.

En cambio, solicitó armonizar las políticas laborales y no sacrificar a los trabajadores en el altar del intelecto llamado mercado.

Expresó que una de las principales características del siglo XXI es rescatar la relevancia de la acción colectiva para el desarrollo. “Tenemos que dar respuestas colectivas, por eso la importancia del rol del Estado”.

Dijo que los ecuatorianos mantienen en su Estado central, planificación, organización sectorial y regional adecuados al modelo de gestión. Sin embargo, 'sabemos que falta mucho por trabajar y luchar”.

Por otro lado, Correa pidió disculpas a los pueblos ancestrales, a los pobres de Ecuador, por los burócratas que tratan de imponer estereotipos “más ridículos” en los pueblos de América Latina.

Finalmente, recordó que en los últimos meses del primer mandato, el país ecuatoriano enfrentó la mayor crisis del capitalismo global, que trajo como consecuencia la pérdida de mercado de exportación, el desplome de las remesas de inmigrantes y precios del petroleo, fuentes que se sustentaba la dolarización y la economía nacional.

“Es por eso es que hoy podemos decir que lo peor ha pasado, sin jamás haber sacrificado el sector social y el apoyo a los más pobres de la patria. Ecuador será probablemente uno de los países de América Latina que no crecerá este año, pero a pesar de eso, actualmente muestra una de las tasas más bajas de la región”, puntualizó.

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Evo Morales: “EE.UU quiere usar las bases contra los procesos revolucionarios de América”


InSurGente.- Si hace dos días el gobierno español opinaba sobre las bases yanquis en territorio colombiano, y lo hacía desde el “respeto”, la “comprensión” y la “necesidad de las instalaciones militares en la lucha contra el terrorismo”, esta vez ha sido el gobierno boliviano, a través de su presidente Evo Morales. Evo deja claro dónde está la izquierda y dónde el gobierno de Zapatero.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, afirmó hoy que EE.UU. quiere usar bases militares en Colombia contra los "procesos revolucionarios que se gestan en América" y no para combatir a las FARC o al narcotráfico.

"Con mucho respeto al presidente, hermano, compañero, camarada, colega Álvaro Uribe: que no se equivoque en permitir la base norteamericana militar en Colombia. Esa base no es para las FARC ni para la lucha contra el narcotráfico sino es para los procesos revolucionarios que se gestan en América", aseveró Morales.

En un discurso tras recibir un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Central (estatal) de Quito, el presidente boliviano argumentó que la nueva "doctrina" de EE.UU. contra el que irónicamente llamó "eje del mal" es la "extraterritorialidad", es decir, instalar bases militares "en cualquier país del mundo".

Recordó que, en épocas anteriores, la lucha contra el narcotráfico o contra el terrorismo internacional fueron también la estrategia de Estados Unidos contra ese "eje del mal" y contra líderes como el cubano Fidel Castro o el presidente venezolano Hugo Chávez.
Morales advirtió que esa "doctrina de extraterritorialidad" conlleva la presencia de soldados norteamericanos armados que tienen inmunidad, lo que a su juicio es sinónimo de "impunidad".
"Inmunidad es como tener carta blanca para matar a quien sea", señaló.

El presidente de Bolivia también considera que el acuerdo militar para que Estados Unidos use bases colombianas supone "una provocación" para que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) "no avance".

Precisamente, Morales planteará mañana lunes, en la cumbre que la Unasur celebrará en Quito, una propuesta de resolución para que el organismo prohíba la instalación de bases militares extranjeras en la región.

Colombia y Estados Unidos negocian un acuerdo militar para que la potencia norteamericana pueda utilizar hasta siete bases militares del país suramericano.

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Carta del presidente Chávez a mandatarios de Unasur


CUMBRE DE UNASUR EN QUITO
10 de Agosto del 2009
ABN.- En el marco de la Unasur desde Quito, Ecuador.

En nombre del espíritu de Libertad y Justicia de esta suprema época de grandeza que nos convoca en este luminoso presente, quiero extenderles a todos y todas mi más sincero y fraterno saludo.

Comenzaré recordando que el 10 de agosto de 1809 fue pronunciado por el valeroso pueblo ecuatoriano, el Primer Grito de su anhelada Independencia en Quito. La misma ciudad en la que hoy, a 200 años de emprendido nuestro incesante proceso de Independencia, nos hemos reunido en razón de responder a un compromiso ineludible y una esperanza concreta: honrar el esfuerzo de toda una generación de libertadores que trazó el camino de las nuevas repúblicas de Nuestra América. A la luz y sombra de este germen libertario, esparcido por nuestros predecesores en estas imponentes tierras de la Abya Yala, se reanimó la idea de la unión de repúblicas, planteada por el Libertador durante toda su vida política. El mismo Bolívar que nos dejara estas premonitorias palabras el 6 de septiembre de 1815, en su Carta de Jamaica, la cual fue dirigida en respuesta al ciudadano Henry Cullen, un súbdito británico residenciado en Falmouth; como una grandiosa bitácora ideológica que por oportuna y verdadera, me permito incluir en estas líneas: “Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración”. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia. Revelaba el Padre Bolívar una de sus grandes angustias: ver unidas a las naciones todas de nuestro ancho y largo continente en la Patria Grande. El espíritu de la nación de Colombia se expresó por vez primera en la Angostura bañada por nuestro indómito Orinoco, allá en el año de 1819. Surgida de los sueños de Miranda, Colombia fue hecha realidad por nuestro Bolívar aquel año, y aunque fue desmembrada, su ánimo, hoy más que nunca, debe expresarse para darnos constancia de que nunca se perderá. Nuestra Unión era para Bolívar un pródigo fin, al que se llegaría únicamente a través de efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. Y hoy —a 200 años de aquella enorme gesta histórica— el nacimiento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), es la fiel muestra de que el proceso de liberación de nuestras naciones continúa imponiéndose con más vigor que nunca. Sin embargo, y trayendo al presente toda esta síntesis histórica, debo decir con absoluta desazón que la unión y la independencia de nuestros países constituye una amenaza para quienes aspiran seguir controlando nuestras riquezas naturales, nuestras economías y nuestra voluntad política, es decir, nuestra soberanía. Es evidente que ante los avances progresistas y democráticos en nuestro continente, el imperio norteamericano —que en los últimos cien años ejerció su hegemonía sobre la vida de nuestras repúblicas— ha iniciado una contraofensiva antihistórica y retrógrada con el propósito de revertir la unión, la soberanía y la democracia en nuestro continente, e imponer la restauración de la dominación imperial en todos los ámbitos de la vida de nuestras sociedades. En este sentido, compartimos la visión de muchos en Latinoamérica y el mundo: esta contraofensiva se inició el 28 de junio de este año, con el perverso golpe de Estado cometido en la hermana Patria hondureña. Dicen los militares golpistas de Honduras, y los poderosos voceros conservadores de Washington, que esta operación contra el presidente Zelaya fue una maniobra pensada en función de destruir la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Una alianza que es un proyecto de paz, de justicia social, de unión solidaria, de democracia participativa con y para las mayorías de nuestros países; y a la vez es un proyecto independentista guiado por liderazgos legítimos de los humildes de hoy. Este infame golpe ha sido respondido dignamente por el pueblo hondureño, enfrentando la represión y demostrando que son dignos herederos del heroico Morazán que, pasados 200 años, aún vigila. Por ello, en función de la unidad que nos ha convocado desde siempre, y también siguiendo los acontecimientos de estos últimos tiempos, me permito hacerles un llamado de atención. Compañeros y compañeras: desde mi Gobierno estamos real y profundamente preocupados por la situación de tensión con la hermana República de Colombia, frente a la instalación de al menos siete bases militares norteamericanas en ese entrañable y hermano territorio suramericano. Queremos denunciar, aquí y ahora, que este hecho es parte de un plan político y militar orquestado para acabar con el proyecto de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), además de ser la más grande amenaza en este momento histórico para las infinitas riquezas que yacen en nuestro continente, esto es: el oro negro, nuestro petróleo; el oro azul, las grandes reservas acuíferas; el oro verde, nuestra Amazonía. En los últimos años hemos denunciado un acoso permanente contra nuestro país y nuestra Revolución Bolivariana, por parte de las élites que dirigen el imperio estadounidense. Nuestro pueblo ha derrotado —ante el asombro de la opinión internacional— golpes de Estado, saboteos económicos y la embestida de un descarnado terrorismo mediático de alcance nacional e internacional. Hermanos y hermanas de Suramérica: la justificación política y mediática del Gobierno de Colombia y los jefes de estas bases militares, son una amenaza concreta a la paz, la independencia y los derechos del pueblo de Venezuela. En los últimos días, hemos recibido las manifestaciones de preocupación y de solidaridad de los pueblos y gobiernos del continente; así como también de un importante sector de la sociedad colombiana. Creen quienes nos amenazan que pueden detener el curso de la nueva y heroica historia que hoy escribimos en paz. “Hacernos respetables es la garantía indestructible de vuestros afanes ulteriores por conservarles”, dijo José Gervasio Artigas. Pero así como hace 200 años nuestros pueblos hicieron retroceder el decadente imperio español, hoy contamos con superiores condiciones morales y políticas para neutralizar a estos sectores guerreristas y así garantizar que nuestro continente sea una tierra de paz, sin amenaza militar. Sería un error grave pensar que la amenaza es sólo contra Venezuela; va dirigida a todos los países del sur del continente, sentencia el compañero Fidel en sus reflexiones tituladas 'Siete puñales en el corazón de América'. Geopolíticamente estamos al sur de la hegemonía, y es una realidad que, trascendiendo la tendencia política de los gobiernos del mundo, el problema de la guerra concierne a la humanidad entera. Nunca nuestras angustias han sido secretas, y de esa verdad eterna dio muestra el Apóstol de América, José Martí, al dejar en 1884, para éste nuestro tiempo, una incógnita vigente: “¿Qué somos, General (Máximo Gómez)' ¿Los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él'”. No podemos ocultar el clamor de todo el pueblo colombiano y su deseo de alcanzar la paz en su país. Siete décadas de guerras al interior de Colombia sólo hallarán resolución en una salida política y negociada que respete las garantías y goce del respaldo de toda Suramérica. El pueblo de Colombia tiene derecho a la paz. No puede pretender una élite servil, cuyo negocio es la guerra en el hermano país, expandir e imponer su conflicto armado con la pretensión de estigmatizar y desestabilizar a los movimientos progresistas y revolucionarios que de manera legítima, democrática y pacífica avanzamos con los sueños y banderas de los libertadores, a cumplir las tareas aún pendientes de unión, justicia e independencia. No creemos en una sociedad carente de conflictos, eso sería una entelequia, pero entendemos que estamos llamados a asumir mejores conflictos, a reconocerlos y contenerlos, a vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente con ellos. Sólo un pueblo escéptico, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz, parafraseando a nuestro hermano colombiano Estanislao Zuleta. Y si queremos una paz verdadera, debemos responder a tiempo con claridad y valentía a las necesidades más sentidas de nuestros pueblos. Llegó la hora de Suramérica, la hora de Unasur. Confiamos en la capacidad política de nuestra naciente unión para enfrentar en la actualidad esta amenaza, que compromete el porvenir de nuestras repúblicas, el porvenir de nuestros pueblos y el porvenir de toda la humanidad. Sigamos, pues, compañeras y compañeros la máxima de Bolívar, constituyamos ese gran Pacto Americano “que formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas”.
Fraternalmente, Hugo Chávez Frías

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