jueves, 17 de junio de 2010
¿Será viable reanimar el euro?
por Vlad Grinkevich
El fortalecimiento del dólar y la continua presión sobre el euro no han tardado en generar una oleada de especulaciones acerca del futuro de la moneda europea.
No obstante, los economistas están seguros de que sería prematuro decirle adiós al proyecto llamado "euro". Se han alcanzado una serie de compromisos para prestar ayuda a los países necesitados de la Unión Europea, lo que evidencia claramente que los políticos han decidido mantener el espacio económico único en la UE y la moneda común.
Queda patente también que, a lo largo de los próximos años, las instituciones europeas buscarán desesperadamente maneras de alinear las tan dispares economías de los países del Viejo Mundo. Mientras tanto, el euro se seguirá devaluando.
Merece la pena tener presente que esta determinación en mantener la eurozona y la moneda única está condicionada por los anhelos de los funcionarios europeos y de los círculos financieros internacionales más que por los índices reales de la economía europea. Cierto es que se ha llegado con sorprendente rapidez a una fórmula de compromiso para destinar casi un trillón de dólares a socorrer a aquellos miembros de la Unión que atraviesan una situación difícil, como por ejemplo Grecia, Portugal o Hungría.
Hay que decir, por otra parte, que fue una decisión "asistida": el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, habló personalmente con los líderes de Francia y Alemania y les insistió en que aceleraran el proceso de negociaciones. Semejante interés del Presidente norteamericano hacia los miembros menos afortunados de la UE es de entender: el dólar y el sistema financiero mundial necesitan una alternativa líquida a la moneda estadounidense, es decir, el euro.
Todavía no queda muy claro, sin embargo, de qué manera saldrá Europa del atolladero actual. Los expertos rusos aseguran que la asignación de dinero de por sí no solucionará el problema, sin mencionar, además, el hecho de que no se ha puesto a disposición todavía cantidad alguna de dinero ni han sido precisadas las condiciones concretas de prestación de las ayudas.
A cambio de los fondos aportados para el rescate, Grecia y los países pobres de la UE tendrán que llevar a cabo una serie de reformas estructurales para poder aplicar una política fiscal más estricta, reducir el capítulo de gastos del presupuesto, etc. En el transcurso de la rueda de prensa sobre "Cuáles son las probabilidades del derrumbe del euro", celebrada ayer en ITAR-TASS, el Presidente del Consejo de Administración del Banco "MDM", Oleg Vyuguin, señaló que, en el momento actual, a falta de una verdadera unión política y fiscal, no se dispone de ningún mecanismo coercitivo capaz de hacer que estas medidas sean puestas en práctica.
La eurozona siempre ha sido ejemplo de una estructura muy frágil, promovida por el capricho de unos políticos que decretaron la unión de países con economías muy dispares, intereses económicos propios y carentes de un espacio fiscal común. Incluso la motivación de la adhesión a la UE es distinta según los países: desde aumentar la competitividad de sus productores (como en el caso de las locomotoras de la economía europea, es decir, Alemania y Francia) hasta la posibilidad de acceder a préstamos ventajosos (en el caso de los países de la Europa del Sur y del Este). Desde el punto de vista de la conveniencia económica de la unión, la decisión de unir a países con objetivos tan diferentes parece poco acertada, por decirlo de alguna manera.
El Rector de la Academia Rusa de Economía, Serguei Guriev, recordó que los autores del proyecto de la Europa unida no sólo se guiaban por razones de carácter económico: "era un proyecto motivado por el deseo de conseguir tal grado de interdependencia económica de los países europeos, que a nadie ni por asomo se le ocurriera desatar otra guerra mundial".
Era, sin lugar a dudas, un proyecto noble, no obstante, el método elegido parecía algo especial. ¿Acaso hacerse cargo de los problemas ajenos anima a mantener relaciones de buena vecindad? Pocas veces las propiedades comunes han retenido a los cónyuges hastiados de su matrimonio de pedir el divorcio; al contrario, las batallas más acaloradas tienen lugar al compartirse los bienes, cuando no se cuenta para ello con un contrato matrimonial.
Los funcionarios europeos ven la solución de la crisis en una progresiva integración de los miembros de la UE, que pase de la creación de un mercado común a un sistema fiscal y político únicos. Con todo, parece evidente que una mayor integración no solucionará la principal contradicción de la eurozona, es decir, la disparidad económica de los países europeos, sino que los países económicamente fuertes tendrán que asumir en mayor medida el peso de los problemas de los países pobres.
Si se eliminaran todas las barreras para la libre circulación de la mano de obra dentro de la UE, ello no tardaría en provocar tensiones en Alemania y Francia. Los partidarios de abrir las fronteras deberían recordar un antiguo dicho americano: "los buenos vecinos los hacen buenas vallas".
Además, es evidente que la integración dentro de la Unión Europea no puede seguir en condiciones de paridad de los integrantes. No olvidemos que la debilidad de la eurozona proviene precisamente del hecho de gozar los miembros recién integrados de los mismos derechos que los antiguos, que poseen unas economías más desarrolladas.
Para evitar en el futuro cataclismos económicos, habría que delegar más poder en los países con economías más fuertes; en una palabra, más votos a quien tiene más dinero. Alemania y Francia deberían gozar, como mínimo, la potestad de imponer a los países menos desarrollados su política fiscal. La pregunta es ¿accederían los países menos ricos a perder parte de su soberanía?
Algunos expertos creen, por lo tanto, que sería más fácil y más barato diseñar mecanismos de salida o salida obligada de algunos países de la Unión Europea. El analista de la Caja de Ahorros de Rusia, Nikolay Kasheev, no descarta que "la eurozona salga de la crisis algo mermada". Semejante "reducción controlada" podría "acarrear serios costes", pero si todo se deja tal como está, las consecuencias serán mucho más graves.
En estos momentos, ni los políticos ni los economistas europeos pueden pronosticar de qué manera y en qué plazos se dará solución a los problemas económicos de la UE. De acuerdo con algunos expertos rusos, sólo la elaboración y la aprobación de herramientas eficaces llevarán entre 2 y 5 años, lo que quiere decir que el euro seguirá bajo presión todo este tiempo. Como resultado, la cotización podría bajar hasta 1.1 euros por 1 dólar o incluso llegar a la paridad.
La primera consecuencia de la devaluación del euro, en opinión de Serguei Guriev, será el aumento de la competitividad de los productores y exportadores europeos y el crecimiento económico de la eurozona. A pesar de que las empresas rusas compiten con las europeas, hay muy pocas esferas para el conflicto de intereses, ya que las exportaciones rusas están basadas en materias primas y sus derivados y no en productos de alta tecnología.
El debilitamiento del euro, al igual que de otras monedas, estimularía los mercados de materias primas, impulsando el fortalecimiento de las monedas dependientes de las materias primas como lo es el rublo. Otro factor que fortalecería al rublo podría ser la inflación a nivel mundial de los próximos 2 ó 3 años, porque el aumento de precios infaliblemente lleva al encarecimiento de la materia prima.
De acuerdo con lo arriba expuesto, el euro dista de ser la mejor moneda para guardar los ahorros. "Si los ahorros son a corto plazo, no me atrevería a tenerlos en euros, porque no me gustaría presenciar su devaluación semanal en un 10% o incluso un 15%", opina Evgueni Nadorshin. Tampoco sería muy prudente vender una divisa durante su caída. Como mínimo, antes de pasar a otra moneda, habría que esperar una pequeña pausa en la devaluación que se podría producir antes de finales de junio.
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