15 de diciembre de 2009
Marcelo Colussi
(Desde Guatemala, especial para ARGENPRESS.info)
Alba Estela Maldonado, más conocida como “comandante Lola”, es una mujer de una fuerza inquebrantable. Militante de base y comandante guerrillera por años, fue fundadora del Ejército Guerrillero de los Pobres –EGP–, una de las cuatro fuerzas que luego se unirían formando la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, de la que fue su Secretaria General, organización popular guerrilla que por años constituyó el principal elemento de contrapoder y opción revolucionaria en Guatemala, con una enorme capacidad de organización de base, casi en condiciones de repetir las experiencias triunfantes de Cuba y Nicaragua.
Ante el cambio de escenario mundial con la caída del campo socialista soviético, ya desmovilizada la organización guerrillera, con la firma de la paz en el año 1996 ingresa a la lucha política en los términos del parlamentarismo tradicional, siendo diputada al Congreso por la URNG entre 2004 y 2008. Militante revolucionaria por toda la vida, crítica incansable, dialogó con Argenpress por medio de su corresponsal para Centroamérica y el Caribe, Marcelo Colussi, acerca de la viabilidad, o no, de los movimientos armados en la actualidad y, en términos generales, de las posibilidades de transformación que se avizoran para el campo popular en Latinoamérica para los próximos años.
Argenpress: Luego de la experiencia de estas últimas décadas en Latinoamérica, hay quien dice que los movimientos armados en la actualidad no tienen viabilidad, aunque de hecho al menos en dos países (Colombia y el sur de México) existen y están operativos. ¿Qué balance podemos hacer respecto de estos movimientos y de su lucha en estos años pasados, y qué perspectivas de futuro podría pensarse para propuestas armadas en la región?
Comandante Lola: Si decimos que hoy día los movimientos armados no tienen viabilidad, con eso estamos desconociendo que en estos momentos se están desarrollando guerras en distintas partes del mundo. En todo caso, movimientos armados hay; lo que habría que ver es si esa forma organizada de lucha, surgida del pueblo y con un proyecto de transformación de la sociedad, es hoy día la estrategia más válida, tal como se la conoció aquí décadas atrás. En América Latina esa lucha armada tomó la forma de guerra de guerrillas, con distintos niveles de desarrollo en cada país. Esa forma de lucha –lucha armada, o lucha insurreccional, o guerrillera, o guerra popular– obedece a ciertas condiciones, entre las cuales la fundamental es el nivel de conciencia y de organización de sectores importantes de la población, que ven en esa modalidad de lucha una posibilidad concreta de cambiar las cosas. Eso es lo que determina o no, lo que hace posible o no, el desarrollo de una guerra popular. En América Latina, fuera de los países donde hay procesos en que las democracias actuales permiten ciertos avances a sus pueblos, como por ejemplo Venezuela o Bolivia, en la mayoría de países hay elementos que estarían, por un lado, obstaculizando el desarrollo de una lucha armada popular, pero por otro lado, gestando también condiciones que pueden crear nuevos niveles de conciencia. Esas condiciones serán las que, en un futuro, podrán decidir si la gente se plantee nuevamente la posibilidad de un intento de lucha armada revolucionaria.
Las políticas neoliberales han tenido efectos muy nocivos en nuestros países; uno de ellos es el factor organización. En el momento en que los sindicatos son debilitados, los líderes cooptados, cuando aparecen las ONG’s jugando un papel tan nefasto en términos de dividir la organización local, todo eso crea una situación muy difícil para la organización de nuestros países.
En cada país la situación tiene sus particularidades. En el caso de México, por ejemplo, que tuvo una lucha del movimiento zapatista tan largamente preparada, la aparición de una propuesta armada en Chiapas tuvo un efecto positivo, en tanto abrió espacios para la propia organización de la gente, creando así un repudio hacia lo que se había constituido en una dictadura de partido. Desde el punto de vista organizativo, quizá México es diferente a otros en la región, aunque en lo económico-social esté igualmente golpeado que los otros países por esta marea neoliberal. Creo que, a su modo, la llegada del movimiento armado en el sur de su territorio despertó una nueva conciencia ciudadana, y no sólo en Chiapas, sino a nivel nacional, incluso en el Distrito Federal.
En El Salvador, el triunfo electoral del Farabundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN–, la ex guerrilla que estuvo a punto de tomar el poder por la vía armada en algún momento, puede ayudar a avanzar en la organización popular y en la construcción de nuevos niveles de conciencia. De hecho tienen la presidencia, aunque eso no es tener el poder, pero de todos modos esa coyuntura puede servir para hacer crecer la organización popular, y seguramente deberán hacer su división entre partido y gobierno.
El caso de Venezuela impone que se avance en la organización popular desde abajo para que sea la misma gente la que defienda el proyecto bolivariano actual, y lo haga profundizar. No hay dudas que el proceso actual ha traído beneficios a grandes masas populares, pero todo el proyecto tiene debilidades, como por ejemplo estar centrado casi exclusivamente en la figura de un líder, que sin dudas es tremendamente carismático, pero que solo no puede construir si no se apoya en un verdadero partido revolucionario de base y en una organización popular genuina. Sin dudas allí están habiendo cambios importantes; hay una transformación en marcha, quizá no una revolución, pero sí un proceso de cambios populares, por eso Venezuela está en la mira de la Colombia guerrerista de Uribe, y por supuesto, en la estrategia imperial de Estados Unidos.
Por su parte Brasil y Uruguay, con pasos tibios no confrontativos, abren expectativas. Pero ahí no hay procesos populares fuertes. No conozco mayormente como para opinar, sin embargo veo que hay esperanzas de parte de la gente.
Creo que en cualquiera de nuestros países latinoamericanos el elemento que puede hacer decidir nuevamente a la gente retomar las armas para intentar cambiar las cosas buscando mayor justicia, es el nivel de conciencia y organización. En Guatemala he escuchado de pequeños grupos que hablan de retomar las armas. Nosotros, años atrás aquí en Guatemala, tuvimos dos referentes muy importantes para decidirnos por la lucha armada: uno fue la Revolución Cubana, y el otro la lucha de Vietnam. Eso influyó no sólo desde el punto de vista ideológico sino también desde la estrategia y la táctica de la organización militar. Esos fueron los referentes en el exterior. Por otro lado en lo interno, habíamos gozado de una revolución democrático-burguesa de diez años de duración, entre 1944 y 1954, con Juan José Arévalo y luego Jacobo Arbenz a la cabeza, que trajo una serie de transformaciones positivas en prácticamente todos los aspectos de la vida guatemalteca: lo económico, lo social, lo político, lo organizativo, lo cultural. Todo eso ayudó a forjar una conciencia democrática en amplios sectores de la sociedad guatemalteca, que incluso se tenía a sí misma por revolucionaria. Eso fue una gran base que ayudó a que, luego, a partir de esa conciencia, surgiera el movimiento revolucionario armado. Cuba y Vietnam influyeron, sin dudas, pero también fue muy importante todo este movilización que se había dado en lo interno de nuestra sociedad, porque apenas unos años después del golpe militar de 1954 con la ayuda estadounidense que terminó con la presidencia de Arbenz y todo el proceso de cambios que se venía dando, ya aparece el movimiento armado. Había un campesinado que conoció la reforma agraria y luego fue golpeado muy duramente, había una juventud motivada para seguir profundizando los cambios que se venían dando unos años atrás, y todo eso hizo posible la idea de tomar las armas para recuperar lo que se estaba perdiendo con el golpe militar.
Argenpress: No hay dudas que, luego de estas décadas de represión feroz, a lo que se suma el empobrecimiento por los planes neoliberales, los pueblos han quedado desorganizados, incluso desideologizados. A ello se suma, como un elemento negativo más en contra de la lucha popular, el nivel tecnológico que han alcanzado las fuerzas armadas del sistema. ¿Es posible hoy, ante todo ese monstruoso aparato militar, ante esa disparidad técnica tan enorme, sumada a la desorganización imperante, pensar como viable una propuesta de lucha armada?
Comandante Lola: La disparidad técnica en el campo militar no es el factor determinante para la lucha popular. Si pensamos en una genuina propuesta de lucha popular, de guerra revolucionaria de base, por experiencia propia te puedo asegurar que la técnica tiene sus límites, no es todo. Se topa con la inteligencia, con la capacidad y la participación de la gente. El ejército de Guatemala sin dudas fue una fuerza altamente capacitada en lo técnico, pero en su lucha anti-guerrillera en términos militares se topó, se enfrentó con un límite en forma rotunda. Pese a toda su preparación técnico-profesional, se topó contra nuevas formas de resistencia popular basadas en la inteligencia, en la capacidad de respuesta creativa del movimiento guerrillero. Tan es así esto que lo que determinó la llegada a la firma de la paz, aunque esto el Estado y mucho menos el ejército no lo reconocen en forma pública, no fue el factor político sino el militar. La desmoralización a la que llegó el ejército en la lucha armada fue el factor clave. Esa es la versión no dicha de los hechos; militarmente se llegó a un punto donde, pese a todo su enorme aparato y su preparación, el ejército no podía derrotar al movimiento guerrillero, y eso lo fue minando.
Argenpress: Esto viene a demostrar que una guerra no se gana sólo con el aparato militar sino que también necesita el apoyo popular, que pasa a ser un factor clave. Para muestra: Vietnam, o lo que ahora está sucediendo en Irak.
Comandante Lola: Por supuesto. Ahí está la clave. Es importante destacar que nosotros, como movimiento revolucionario, sin dudas sufrimos los efectos de lo que sucedió en Europa del Este con la caída de ese modelo de socialismo. No éramos inmunes a esas consecuencias, definitivamente, y todo eso tuvo efectos muy fuertes, como también los tuvo en Cuba y en todos los movimientos revolucionarios del continente. Pero de todos modos, luego de ese golpe asistimos al nacimiento de nuevos movimientos populares, como los sin tierra en Brasil, o los piqueteros en Argentina, o los movimientos indígenas en Bolivia y Ecuador; todo lo cual deja ver que, de algún modo, se están gestando nuevas condiciones para la lucha popular. La pobreza puede adormecer, porque te lleva a pensar con desesperación sólo en el día siguiente, pero también te puede llevar a pensar con perspectiva de mayor futuro, y te pone en marcha para una lucha con más visión, a más largo plazo. La página nunca está cerrada. Todo ese descontento, esa injusticia que se vive día a día, sigue poniendo en pie de lucha a los pueblos; y ahí están los movimientos que luchan por el poder local, en los municipios, en las aldeas, todo lo cual va creando un entramado de certidumbre que permite ver a la gente que si se organiza, que si lucha por las reivindicaciones de un pequeño lugar, se pueden tener logros concretos. Y eso, sin dudas, tiene un efecto multiplicador en términos políticos. Sería incorrecto, sería ignorar el curso de la historia no reconocer que los pueblos tienen momentos de retrocesos, de derrotas. Recientemente hemos pasado momentos muy difíciles, de derrotas populares grandes. Aquí en Guatemala se llegó a los Acuerdos de Paz, que son un instrumento interesante para plantear modificaciones en lo social, sin dudas, pero no fueron cumplidos posteriormente. Si bien es cierto que se cumplieron algunos puntos concretos en lo que tiene que ver con la desmovilización y el final de la guerra, en lo económico y social no se avanzó ni un milímetro. Se avanzó en algunos aspectos puntuales, como el relativo mayor protagonismo que ahora tienen los pueblos indígenas, sin dejar de destacar la cooptación de que son objeto muchos de sus líderes. Pese a todo, también se han ido haciendo cosas. Un pueblo tan golpeado como el de Guatemala, con 250.000 muertos, y creo que eso vale también para cualquier parte de Latinoamérica, no se puede rehacer para la lucha si no pasa un cierto tiempo hasta que se den nuevamente condiciones. La juventud actual definitivamente está influida por este individualismo tan grande que se ha forjado estos últimos años, por la competitividad. Todo apunta a eso actualmente, la salida individual, el desentenderse de los problemas colectivos. Pero pese a todo ello, no deja de haber movimientos juveniles críticos. Y también sigue habiendo movimientos sociales con nuevas propuestas alternativas. Claro que, en muchos casos, todo ese potencial se va viendo cooptado por un discurso condicionado por la cooperación internacional y por todo ese amplio abanico de ONG’s, que obligan a seguir una determinada agenda, lo “políticamente correcto” como suele decirse. Pero más allá de eso sigue estando la pobreza, el hambre, y como otro elemento muy importante en toda América Latina que también sirve para inmovilizar, está el problema de la violencia. Nada de lo relacionado con esta ola de violencia que vemos en cualquiera de nuestros países es azaroso, casual; eso tiene algo ahí atrás que maneja los hilos, hay una direccionalidad en estos hilos invisibles que nos amarran. Eso, desde los poderes, sirve para crear un estado de terror en la gente, que se utiliza para inmovilizarla, para quitarle la libertad de andar tranquila por la calle. Junto a eso tenemos un nuevo elemento en todo el panorama social que es el narcotráfico. Eso es algo nuevo, que anteriormente no existía y que de pronto hace su entrada casi al mismo tiempo en todos nuestros países. Lo curioso es la fuerza que este fenómeno ha tomado en sociedades que no son consumidoras de drogas. Por eso es importante observar a dónde nos lleva esto, porque sin dudas tiene consecuencias, y muy grandes por cierto, en el tejido social. Todo esto sirve para controlar, para desmovilizar, para detener procesos sociales.
Argenpress: Es decir que, luego de los procesos militares que vivimos en los distintos países latinoamericanos, ahora se nos tiene maniatados con todos estos hilos invisibles que mencionabas: la delincuencia común que crece, el narcotráfico, los nuevos mecanismos de terror. Sin dudas, estamos desmovilizados. ¿Cómo se logra nuevamente la movilización entonces?
Comandante Lola: En general le tengo desconfianza a estos procesos democráticos que estamos viviendo. En Guatemala, no sabría precisarlo para otros países, descarto la toma del poder por vía electoral. Pero sí le tengo confianza a la lucha electoral para temas relacionados a poder local. Ahí sí le apuesto mucho, y de hecho lo podemos constatar con los lugares donde ganamos electoralmente. Ahí se puede hacer mucho, tanto en lo relacionado con organización de la gente como con aspectos vinculados a infraestructura social. Todo eso sirve para ir construyendo cohesión social, para organizar en definitiva. Si lo que los poderes buscan es dividir, en muchos casos incluso a través de las ONG’s, también es posible construir en sentido contrario, sumando en vez de dividiendo. Esa es una rica experiencia de los procesos locales donde hemos participado electoralmente, donde se demuestra que sí se puede avanzar a ese nivel, entregando cuentas cabales, siendo transparentes en la ejecución de la obra pública. Hay experiencias muy bonitas en ese sentido, reducidas por cierto, pero esperanzadoras.
Argenpress: O sea que de lo que se trata es del trabajo de base, trabajo de hormiga, de organización casa por casa prácticamente. ¿Y no es eso lo que, a su modo, hacen las actuales iglesias evangélicas, extendidas por toda Latinoamérica?
Comandante Lola: Sí, por supuesto. Ante una organización popular fuerte, como hubo décadas atrás, viene esta estrategia de las iglesias evangélicas, de las que hay miles por todos lados, en cada comunidad rural, en cada barrio en las ciudades. No hay dudas que son, en definitiva, una estrategia de control social. En ese sentido, visto desde la lógica de los poderes, es una estrategia exitosa. Pero al lado de ese mecanismo de control, efectivo hasta cierto punto, sigue estando la pobreza. Por eso la historia hay que verla en términos amplios, considerando no sólo el aquí y ahora concreto, sino con una mirada de más largo plazo. Décadas atrás vivimos momentos de auge social, de auge en las luchas populares y sociales que van desde la descolonización de parte del África y de Asia, el triunfo en Vietnam, movimientos fuertes en América Latina, la Revolución Cubana, luego vimos la caída de parte de todos esos sueños con los procesos de hundimiento del socialismo en Europa del Este, y luego vimos el resurgir de numerosos movimientos sociales, y hoy por hoy estamos en un momento de puntos suspensivos, de observar y esperar mientras se trabaja en la creación de conciencia y de organización de base. Eso hace que luego surjan nuevos liderazgos, necesidades, y por tanto demandas. Es decir: están abiertas las páginas de la historia. Y los movimientos armados juegan el papel de catalizadores de procesos sociales cuando así lo exige la situación. Por ejemplo en el caso de los países centroamericanos, en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, la determinación de iniciar un movimiento armado obedeció a situaciones concretas, teniendo posteriormente un gran respaldo popular. En Guatemala, por ejemplo, en un momento en que aquí había una población de siete millones a nivel nacional, alrededor de un millón estaba involucrada con el movimiento revolucionario de una u otra manera. Fueron movimientos con enorme respaldo popular, en cualquiera de estos países, por eso se fortalecieron, crecieron y llegaron a ser una verdadera opción de poder popular. Aunque hoy día esos procesos están golpeados, no están terminados.
Argenpress: Sin dudas, los movimientos populares en Latinoamérica están bastante golpeados. ¿Cómo se podrán poner de nuevo en pie de lucha?
Comandante Lola: Hoy día nos han golpeado, pero la historia no está terminada. América Latina sigue siendo una región con gran movimiento, con la mayor agitación. Tan agitado, que ahí está el caso de Honduras, por ejemplo. Honduras representa quizá el lugar más débil en la región, con mayor presencia de Estados Unidos desde toda la historia con su gran base militar, y que fue elegida para dar el ejemplo a Guatemala y a El Salvador de hasta dónde se puede llegar. Lo cual se complementa con las bases militares en Colombia, que representan una amenaza tremenda, y no sólo para Colombia. Y pese a todo eso, ahí está el movimiento revolucionario en Colombia, golpeado, pero en un proceso de sanar heridas y de fortalecimiento.
Los movimientos de resistencia siguen estando, sin dudas, con otras características y no sólo como movimientos armados. Pueden tomar nuevas formas, como decíamos hace un momento: los movimientos indígenas, campesinos, los movimientos de desocupados, pueden ser insurrecciones populares, movimientos locales. No sabemos bien cómo, de qué manera, pero en algún momento las poblaciones van a explotar, porque dentro de los límites del sistema y con estos gobiernos no hay salida. Eso está más que demostrado: no hay salida. Y la salida hay que buscarla de alguna manera. Un ejemplo aleccionador, muy bonito en relación a la organización popular y la resistencia, es el que tenemos en Guatemala con la lucha contra la minería. Eso representa la defensa de los propios recursos nacionales por parte de la población en forma organizada. Hay algo muy importante en términos de creación de futura conciencia para lo que se pueda ir dando en un futuro: en muchos de nuestros países latinoamericanos, las luchas no son hoy contra los terratenientes dedicados a la agricultura de exportación dueños de vastas extensiones sino que nuestras burguesías están, cada vez más, insertas en el mundo global, por lo que aparecen nuevos campos de conflictos ligados a esa globalización, y hoy por hoy, uno de los elementos más problemáticos viene dado por la lucha de las poblaciones que está confinada a territorios olvidados donde se encuentran los recursos que ese mercado global va necesitando cada vez con más voracidad: el petróleo, los minerales estratégicos, el agua dulce, la biodiversidad de las selvas tropicales. Es decir que hoy aparecen nuevos campos de lucha que ponen en marcha los procesos de levantamiento popular: la defensa de los recursos naturales, del agua, de los bosques. Ha habido cambios en relación a décadas atrás en cuanto a qué es lo que se está defendiendo, y la forma en que se hace. Lo importante es determinar quiénes son hoy día los actores de esas luchas, de esas rebeliones, tomando las características que sean. Quizá no serán movimientos armados con la forma de guerrillas que se dieron años atrás, pero seguramente irán apareciendo nuevas formas.
Argenpress: Pese a ese retroceso en la lucha popular en todo nuestro continente, se mantienen aún los movimientos revolucionarios armados en Colombia (con dos fuerzas operativas) y en Chiapas, en el sur de México. ¿Qué perspectivas les ves hoy a esas propuestas?
Comandante Lola: Es difícil decirlo. Los zapatistas han mantenido un silencio en los últimos tiempos que no permite saber exactamente qué están haciendo. Es importante destacar de ellos que de una lucha y una reivindicación regional se irradiaron a nivel nacional transmitiendo elementos de rebeldía y de construcción de una conciencia ciudadana que antes no había en México. No está claro que harán en el futuro.
En cuanto a Colombia, después de los golpes recibidos últimamente, que fueron fuertes, tengo entendido que están en un momento de espera y de fortalecimiento interno. El presidente Uribe, con toda su maquinara bélica durante dos períodos presidenciales, y ahora quizá un tercero, no logró derrotar al movimiento revolucionario. Colombia es una sociedad atravesada por el narcotráfico a todos los niveles, lo que descompone mucho la opción revolucionaria, y en medio de ese escenario tengo entendido que ahora el movimiento revolucionario está buscando su incidencia en el ámbito ciudadano.
Argenpress: De lo que se trata, entonces, es de ir fomentando la organización popular desde abajo. Esa es la clave, definitivamente. Lo cual lleva a esta pregunta: ¿es posible construir alternativas reales de cambio sin tener el poder político? Te lo pregunto porque hoy día ha aparecido esta formulación de “cambiar el mundo sin tomar el poder”. ¿Es posible eso?
Comandante Lola: Es muy complejo esto. Tomar el poder político es indispensable, es decisivo. Hay que tomarlo y mantenerlo, creando reglas nuevas, dado que no podemos atenernos a las actuales reglas de estas llamadas democracias, que no permiten ningún cambio real. El poder político es definitorio para hacer esas transformaciones necesarias. Si no se construye el poder político desde abajo, y también desde los cuadros medios, que son los que mueven todo el aparato de Estado, no se puede plantear ningún cambio social real. En ese sentido, veamos ahora qué se puede construir de verdad en El Salvador. Muy probablemente ahí no se tome el poder económico, sino que apenas se podrá tener el poder político, y siempre en forma relativa. Es probable, incluso, que no se toque al poder económico, pero se pueden ir construyendo nuevas condiciones en la base, y esa es la potencialidad del actual proceso. Lo electoral es importante, pero no es el punto de llegada; eso sirve para seguir ganando posiciones políticas desde abajo. Esa podría ser la estrategia del FMLN: aprovechar el relativo poder político de que dispone ahora para acumular fuerzas desde abajo para etapas posteriores.
Lo mismo podríamos decir del caso venezolano. Allí el actual poder político dispone de enormes recursos económicos que le permiten hacer mucho, pero para generar una verdadera transformación social profunda y sostenible se necesitan construir los instrumentos políticos que lo permitan, en este caso: un partido de base con organización popular sólida.
Foto: Guatemala - Alba Estela Maldonado (comandante Lola), fundadora del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). / Autor: GRANMA
Marcelo Colussi
(Desde Guatemala, especial para ARGENPRESS.info)
Alba Estela Maldonado, más conocida como “comandante Lola”, es una mujer de una fuerza inquebrantable. Militante de base y comandante guerrillera por años, fue fundadora del Ejército Guerrillero de los Pobres –EGP–, una de las cuatro fuerzas que luego se unirían formando la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, de la que fue su Secretaria General, organización popular guerrilla que por años constituyó el principal elemento de contrapoder y opción revolucionaria en Guatemala, con una enorme capacidad de organización de base, casi en condiciones de repetir las experiencias triunfantes de Cuba y Nicaragua.
Ante el cambio de escenario mundial con la caída del campo socialista soviético, ya desmovilizada la organización guerrillera, con la firma de la paz en el año 1996 ingresa a la lucha política en los términos del parlamentarismo tradicional, siendo diputada al Congreso por la URNG entre 2004 y 2008. Militante revolucionaria por toda la vida, crítica incansable, dialogó con Argenpress por medio de su corresponsal para Centroamérica y el Caribe, Marcelo Colussi, acerca de la viabilidad, o no, de los movimientos armados en la actualidad y, en términos generales, de las posibilidades de transformación que se avizoran para el campo popular en Latinoamérica para los próximos años.
Argenpress: Luego de la experiencia de estas últimas décadas en Latinoamérica, hay quien dice que los movimientos armados en la actualidad no tienen viabilidad, aunque de hecho al menos en dos países (Colombia y el sur de México) existen y están operativos. ¿Qué balance podemos hacer respecto de estos movimientos y de su lucha en estos años pasados, y qué perspectivas de futuro podría pensarse para propuestas armadas en la región?
Comandante Lola: Si decimos que hoy día los movimientos armados no tienen viabilidad, con eso estamos desconociendo que en estos momentos se están desarrollando guerras en distintas partes del mundo. En todo caso, movimientos armados hay; lo que habría que ver es si esa forma organizada de lucha, surgida del pueblo y con un proyecto de transformación de la sociedad, es hoy día la estrategia más válida, tal como se la conoció aquí décadas atrás. En América Latina esa lucha armada tomó la forma de guerra de guerrillas, con distintos niveles de desarrollo en cada país. Esa forma de lucha –lucha armada, o lucha insurreccional, o guerrillera, o guerra popular– obedece a ciertas condiciones, entre las cuales la fundamental es el nivel de conciencia y de organización de sectores importantes de la población, que ven en esa modalidad de lucha una posibilidad concreta de cambiar las cosas. Eso es lo que determina o no, lo que hace posible o no, el desarrollo de una guerra popular. En América Latina, fuera de los países donde hay procesos en que las democracias actuales permiten ciertos avances a sus pueblos, como por ejemplo Venezuela o Bolivia, en la mayoría de países hay elementos que estarían, por un lado, obstaculizando el desarrollo de una lucha armada popular, pero por otro lado, gestando también condiciones que pueden crear nuevos niveles de conciencia. Esas condiciones serán las que, en un futuro, podrán decidir si la gente se plantee nuevamente la posibilidad de un intento de lucha armada revolucionaria.
Las políticas neoliberales han tenido efectos muy nocivos en nuestros países; uno de ellos es el factor organización. En el momento en que los sindicatos son debilitados, los líderes cooptados, cuando aparecen las ONG’s jugando un papel tan nefasto en términos de dividir la organización local, todo eso crea una situación muy difícil para la organización de nuestros países.
En cada país la situación tiene sus particularidades. En el caso de México, por ejemplo, que tuvo una lucha del movimiento zapatista tan largamente preparada, la aparición de una propuesta armada en Chiapas tuvo un efecto positivo, en tanto abrió espacios para la propia organización de la gente, creando así un repudio hacia lo que se había constituido en una dictadura de partido. Desde el punto de vista organizativo, quizá México es diferente a otros en la región, aunque en lo económico-social esté igualmente golpeado que los otros países por esta marea neoliberal. Creo que, a su modo, la llegada del movimiento armado en el sur de su territorio despertó una nueva conciencia ciudadana, y no sólo en Chiapas, sino a nivel nacional, incluso en el Distrito Federal.
En El Salvador, el triunfo electoral del Farabundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN–, la ex guerrilla que estuvo a punto de tomar el poder por la vía armada en algún momento, puede ayudar a avanzar en la organización popular y en la construcción de nuevos niveles de conciencia. De hecho tienen la presidencia, aunque eso no es tener el poder, pero de todos modos esa coyuntura puede servir para hacer crecer la organización popular, y seguramente deberán hacer su división entre partido y gobierno.
El caso de Venezuela impone que se avance en la organización popular desde abajo para que sea la misma gente la que defienda el proyecto bolivariano actual, y lo haga profundizar. No hay dudas que el proceso actual ha traído beneficios a grandes masas populares, pero todo el proyecto tiene debilidades, como por ejemplo estar centrado casi exclusivamente en la figura de un líder, que sin dudas es tremendamente carismático, pero que solo no puede construir si no se apoya en un verdadero partido revolucionario de base y en una organización popular genuina. Sin dudas allí están habiendo cambios importantes; hay una transformación en marcha, quizá no una revolución, pero sí un proceso de cambios populares, por eso Venezuela está en la mira de la Colombia guerrerista de Uribe, y por supuesto, en la estrategia imperial de Estados Unidos.
Por su parte Brasil y Uruguay, con pasos tibios no confrontativos, abren expectativas. Pero ahí no hay procesos populares fuertes. No conozco mayormente como para opinar, sin embargo veo que hay esperanzas de parte de la gente.
Creo que en cualquiera de nuestros países latinoamericanos el elemento que puede hacer decidir nuevamente a la gente retomar las armas para intentar cambiar las cosas buscando mayor justicia, es el nivel de conciencia y organización. En Guatemala he escuchado de pequeños grupos que hablan de retomar las armas. Nosotros, años atrás aquí en Guatemala, tuvimos dos referentes muy importantes para decidirnos por la lucha armada: uno fue la Revolución Cubana, y el otro la lucha de Vietnam. Eso influyó no sólo desde el punto de vista ideológico sino también desde la estrategia y la táctica de la organización militar. Esos fueron los referentes en el exterior. Por otro lado en lo interno, habíamos gozado de una revolución democrático-burguesa de diez años de duración, entre 1944 y 1954, con Juan José Arévalo y luego Jacobo Arbenz a la cabeza, que trajo una serie de transformaciones positivas en prácticamente todos los aspectos de la vida guatemalteca: lo económico, lo social, lo político, lo organizativo, lo cultural. Todo eso ayudó a forjar una conciencia democrática en amplios sectores de la sociedad guatemalteca, que incluso se tenía a sí misma por revolucionaria. Eso fue una gran base que ayudó a que, luego, a partir de esa conciencia, surgiera el movimiento revolucionario armado. Cuba y Vietnam influyeron, sin dudas, pero también fue muy importante todo este movilización que se había dado en lo interno de nuestra sociedad, porque apenas unos años después del golpe militar de 1954 con la ayuda estadounidense que terminó con la presidencia de Arbenz y todo el proceso de cambios que se venía dando, ya aparece el movimiento armado. Había un campesinado que conoció la reforma agraria y luego fue golpeado muy duramente, había una juventud motivada para seguir profundizando los cambios que se venían dando unos años atrás, y todo eso hizo posible la idea de tomar las armas para recuperar lo que se estaba perdiendo con el golpe militar.
Argenpress: No hay dudas que, luego de estas décadas de represión feroz, a lo que se suma el empobrecimiento por los planes neoliberales, los pueblos han quedado desorganizados, incluso desideologizados. A ello se suma, como un elemento negativo más en contra de la lucha popular, el nivel tecnológico que han alcanzado las fuerzas armadas del sistema. ¿Es posible hoy, ante todo ese monstruoso aparato militar, ante esa disparidad técnica tan enorme, sumada a la desorganización imperante, pensar como viable una propuesta de lucha armada?
Comandante Lola: La disparidad técnica en el campo militar no es el factor determinante para la lucha popular. Si pensamos en una genuina propuesta de lucha popular, de guerra revolucionaria de base, por experiencia propia te puedo asegurar que la técnica tiene sus límites, no es todo. Se topa con la inteligencia, con la capacidad y la participación de la gente. El ejército de Guatemala sin dudas fue una fuerza altamente capacitada en lo técnico, pero en su lucha anti-guerrillera en términos militares se topó, se enfrentó con un límite en forma rotunda. Pese a toda su preparación técnico-profesional, se topó contra nuevas formas de resistencia popular basadas en la inteligencia, en la capacidad de respuesta creativa del movimiento guerrillero. Tan es así esto que lo que determinó la llegada a la firma de la paz, aunque esto el Estado y mucho menos el ejército no lo reconocen en forma pública, no fue el factor político sino el militar. La desmoralización a la que llegó el ejército en la lucha armada fue el factor clave. Esa es la versión no dicha de los hechos; militarmente se llegó a un punto donde, pese a todo su enorme aparato y su preparación, el ejército no podía derrotar al movimiento guerrillero, y eso lo fue minando.
Argenpress: Esto viene a demostrar que una guerra no se gana sólo con el aparato militar sino que también necesita el apoyo popular, que pasa a ser un factor clave. Para muestra: Vietnam, o lo que ahora está sucediendo en Irak.
Comandante Lola: Por supuesto. Ahí está la clave. Es importante destacar que nosotros, como movimiento revolucionario, sin dudas sufrimos los efectos de lo que sucedió en Europa del Este con la caída de ese modelo de socialismo. No éramos inmunes a esas consecuencias, definitivamente, y todo eso tuvo efectos muy fuertes, como también los tuvo en Cuba y en todos los movimientos revolucionarios del continente. Pero de todos modos, luego de ese golpe asistimos al nacimiento de nuevos movimientos populares, como los sin tierra en Brasil, o los piqueteros en Argentina, o los movimientos indígenas en Bolivia y Ecuador; todo lo cual deja ver que, de algún modo, se están gestando nuevas condiciones para la lucha popular. La pobreza puede adormecer, porque te lleva a pensar con desesperación sólo en el día siguiente, pero también te puede llevar a pensar con perspectiva de mayor futuro, y te pone en marcha para una lucha con más visión, a más largo plazo. La página nunca está cerrada. Todo ese descontento, esa injusticia que se vive día a día, sigue poniendo en pie de lucha a los pueblos; y ahí están los movimientos que luchan por el poder local, en los municipios, en las aldeas, todo lo cual va creando un entramado de certidumbre que permite ver a la gente que si se organiza, que si lucha por las reivindicaciones de un pequeño lugar, se pueden tener logros concretos. Y eso, sin dudas, tiene un efecto multiplicador en términos políticos. Sería incorrecto, sería ignorar el curso de la historia no reconocer que los pueblos tienen momentos de retrocesos, de derrotas. Recientemente hemos pasado momentos muy difíciles, de derrotas populares grandes. Aquí en Guatemala se llegó a los Acuerdos de Paz, que son un instrumento interesante para plantear modificaciones en lo social, sin dudas, pero no fueron cumplidos posteriormente. Si bien es cierto que se cumplieron algunos puntos concretos en lo que tiene que ver con la desmovilización y el final de la guerra, en lo económico y social no se avanzó ni un milímetro. Se avanzó en algunos aspectos puntuales, como el relativo mayor protagonismo que ahora tienen los pueblos indígenas, sin dejar de destacar la cooptación de que son objeto muchos de sus líderes. Pese a todo, también se han ido haciendo cosas. Un pueblo tan golpeado como el de Guatemala, con 250.000 muertos, y creo que eso vale también para cualquier parte de Latinoamérica, no se puede rehacer para la lucha si no pasa un cierto tiempo hasta que se den nuevamente condiciones. La juventud actual definitivamente está influida por este individualismo tan grande que se ha forjado estos últimos años, por la competitividad. Todo apunta a eso actualmente, la salida individual, el desentenderse de los problemas colectivos. Pero pese a todo ello, no deja de haber movimientos juveniles críticos. Y también sigue habiendo movimientos sociales con nuevas propuestas alternativas. Claro que, en muchos casos, todo ese potencial se va viendo cooptado por un discurso condicionado por la cooperación internacional y por todo ese amplio abanico de ONG’s, que obligan a seguir una determinada agenda, lo “políticamente correcto” como suele decirse. Pero más allá de eso sigue estando la pobreza, el hambre, y como otro elemento muy importante en toda América Latina que también sirve para inmovilizar, está el problema de la violencia. Nada de lo relacionado con esta ola de violencia que vemos en cualquiera de nuestros países es azaroso, casual; eso tiene algo ahí atrás que maneja los hilos, hay una direccionalidad en estos hilos invisibles que nos amarran. Eso, desde los poderes, sirve para crear un estado de terror en la gente, que se utiliza para inmovilizarla, para quitarle la libertad de andar tranquila por la calle. Junto a eso tenemos un nuevo elemento en todo el panorama social que es el narcotráfico. Eso es algo nuevo, que anteriormente no existía y que de pronto hace su entrada casi al mismo tiempo en todos nuestros países. Lo curioso es la fuerza que este fenómeno ha tomado en sociedades que no son consumidoras de drogas. Por eso es importante observar a dónde nos lleva esto, porque sin dudas tiene consecuencias, y muy grandes por cierto, en el tejido social. Todo esto sirve para controlar, para desmovilizar, para detener procesos sociales.
Argenpress: Es decir que, luego de los procesos militares que vivimos en los distintos países latinoamericanos, ahora se nos tiene maniatados con todos estos hilos invisibles que mencionabas: la delincuencia común que crece, el narcotráfico, los nuevos mecanismos de terror. Sin dudas, estamos desmovilizados. ¿Cómo se logra nuevamente la movilización entonces?
Comandante Lola: En general le tengo desconfianza a estos procesos democráticos que estamos viviendo. En Guatemala, no sabría precisarlo para otros países, descarto la toma del poder por vía electoral. Pero sí le tengo confianza a la lucha electoral para temas relacionados a poder local. Ahí sí le apuesto mucho, y de hecho lo podemos constatar con los lugares donde ganamos electoralmente. Ahí se puede hacer mucho, tanto en lo relacionado con organización de la gente como con aspectos vinculados a infraestructura social. Todo eso sirve para ir construyendo cohesión social, para organizar en definitiva. Si lo que los poderes buscan es dividir, en muchos casos incluso a través de las ONG’s, también es posible construir en sentido contrario, sumando en vez de dividiendo. Esa es una rica experiencia de los procesos locales donde hemos participado electoralmente, donde se demuestra que sí se puede avanzar a ese nivel, entregando cuentas cabales, siendo transparentes en la ejecución de la obra pública. Hay experiencias muy bonitas en ese sentido, reducidas por cierto, pero esperanzadoras.
Argenpress: O sea que de lo que se trata es del trabajo de base, trabajo de hormiga, de organización casa por casa prácticamente. ¿Y no es eso lo que, a su modo, hacen las actuales iglesias evangélicas, extendidas por toda Latinoamérica?
Comandante Lola: Sí, por supuesto. Ante una organización popular fuerte, como hubo décadas atrás, viene esta estrategia de las iglesias evangélicas, de las que hay miles por todos lados, en cada comunidad rural, en cada barrio en las ciudades. No hay dudas que son, en definitiva, una estrategia de control social. En ese sentido, visto desde la lógica de los poderes, es una estrategia exitosa. Pero al lado de ese mecanismo de control, efectivo hasta cierto punto, sigue estando la pobreza. Por eso la historia hay que verla en términos amplios, considerando no sólo el aquí y ahora concreto, sino con una mirada de más largo plazo. Décadas atrás vivimos momentos de auge social, de auge en las luchas populares y sociales que van desde la descolonización de parte del África y de Asia, el triunfo en Vietnam, movimientos fuertes en América Latina, la Revolución Cubana, luego vimos la caída de parte de todos esos sueños con los procesos de hundimiento del socialismo en Europa del Este, y luego vimos el resurgir de numerosos movimientos sociales, y hoy por hoy estamos en un momento de puntos suspensivos, de observar y esperar mientras se trabaja en la creación de conciencia y de organización de base. Eso hace que luego surjan nuevos liderazgos, necesidades, y por tanto demandas. Es decir: están abiertas las páginas de la historia. Y los movimientos armados juegan el papel de catalizadores de procesos sociales cuando así lo exige la situación. Por ejemplo en el caso de los países centroamericanos, en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, la determinación de iniciar un movimiento armado obedeció a situaciones concretas, teniendo posteriormente un gran respaldo popular. En Guatemala, por ejemplo, en un momento en que aquí había una población de siete millones a nivel nacional, alrededor de un millón estaba involucrada con el movimiento revolucionario de una u otra manera. Fueron movimientos con enorme respaldo popular, en cualquiera de estos países, por eso se fortalecieron, crecieron y llegaron a ser una verdadera opción de poder popular. Aunque hoy día esos procesos están golpeados, no están terminados.
Argenpress: Sin dudas, los movimientos populares en Latinoamérica están bastante golpeados. ¿Cómo se podrán poner de nuevo en pie de lucha?
Comandante Lola: Hoy día nos han golpeado, pero la historia no está terminada. América Latina sigue siendo una región con gran movimiento, con la mayor agitación. Tan agitado, que ahí está el caso de Honduras, por ejemplo. Honduras representa quizá el lugar más débil en la región, con mayor presencia de Estados Unidos desde toda la historia con su gran base militar, y que fue elegida para dar el ejemplo a Guatemala y a El Salvador de hasta dónde se puede llegar. Lo cual se complementa con las bases militares en Colombia, que representan una amenaza tremenda, y no sólo para Colombia. Y pese a todo eso, ahí está el movimiento revolucionario en Colombia, golpeado, pero en un proceso de sanar heridas y de fortalecimiento.
Los movimientos de resistencia siguen estando, sin dudas, con otras características y no sólo como movimientos armados. Pueden tomar nuevas formas, como decíamos hace un momento: los movimientos indígenas, campesinos, los movimientos de desocupados, pueden ser insurrecciones populares, movimientos locales. No sabemos bien cómo, de qué manera, pero en algún momento las poblaciones van a explotar, porque dentro de los límites del sistema y con estos gobiernos no hay salida. Eso está más que demostrado: no hay salida. Y la salida hay que buscarla de alguna manera. Un ejemplo aleccionador, muy bonito en relación a la organización popular y la resistencia, es el que tenemos en Guatemala con la lucha contra la minería. Eso representa la defensa de los propios recursos nacionales por parte de la población en forma organizada. Hay algo muy importante en términos de creación de futura conciencia para lo que se pueda ir dando en un futuro: en muchos de nuestros países latinoamericanos, las luchas no son hoy contra los terratenientes dedicados a la agricultura de exportación dueños de vastas extensiones sino que nuestras burguesías están, cada vez más, insertas en el mundo global, por lo que aparecen nuevos campos de conflictos ligados a esa globalización, y hoy por hoy, uno de los elementos más problemáticos viene dado por la lucha de las poblaciones que está confinada a territorios olvidados donde se encuentran los recursos que ese mercado global va necesitando cada vez con más voracidad: el petróleo, los minerales estratégicos, el agua dulce, la biodiversidad de las selvas tropicales. Es decir que hoy aparecen nuevos campos de lucha que ponen en marcha los procesos de levantamiento popular: la defensa de los recursos naturales, del agua, de los bosques. Ha habido cambios en relación a décadas atrás en cuanto a qué es lo que se está defendiendo, y la forma en que se hace. Lo importante es determinar quiénes son hoy día los actores de esas luchas, de esas rebeliones, tomando las características que sean. Quizá no serán movimientos armados con la forma de guerrillas que se dieron años atrás, pero seguramente irán apareciendo nuevas formas.
Argenpress: Pese a ese retroceso en la lucha popular en todo nuestro continente, se mantienen aún los movimientos revolucionarios armados en Colombia (con dos fuerzas operativas) y en Chiapas, en el sur de México. ¿Qué perspectivas les ves hoy a esas propuestas?
Comandante Lola: Es difícil decirlo. Los zapatistas han mantenido un silencio en los últimos tiempos que no permite saber exactamente qué están haciendo. Es importante destacar de ellos que de una lucha y una reivindicación regional se irradiaron a nivel nacional transmitiendo elementos de rebeldía y de construcción de una conciencia ciudadana que antes no había en México. No está claro que harán en el futuro.
En cuanto a Colombia, después de los golpes recibidos últimamente, que fueron fuertes, tengo entendido que están en un momento de espera y de fortalecimiento interno. El presidente Uribe, con toda su maquinara bélica durante dos períodos presidenciales, y ahora quizá un tercero, no logró derrotar al movimiento revolucionario. Colombia es una sociedad atravesada por el narcotráfico a todos los niveles, lo que descompone mucho la opción revolucionaria, y en medio de ese escenario tengo entendido que ahora el movimiento revolucionario está buscando su incidencia en el ámbito ciudadano.
Argenpress: De lo que se trata, entonces, es de ir fomentando la organización popular desde abajo. Esa es la clave, definitivamente. Lo cual lleva a esta pregunta: ¿es posible construir alternativas reales de cambio sin tener el poder político? Te lo pregunto porque hoy día ha aparecido esta formulación de “cambiar el mundo sin tomar el poder”. ¿Es posible eso?
Comandante Lola: Es muy complejo esto. Tomar el poder político es indispensable, es decisivo. Hay que tomarlo y mantenerlo, creando reglas nuevas, dado que no podemos atenernos a las actuales reglas de estas llamadas democracias, que no permiten ningún cambio real. El poder político es definitorio para hacer esas transformaciones necesarias. Si no se construye el poder político desde abajo, y también desde los cuadros medios, que son los que mueven todo el aparato de Estado, no se puede plantear ningún cambio social real. En ese sentido, veamos ahora qué se puede construir de verdad en El Salvador. Muy probablemente ahí no se tome el poder económico, sino que apenas se podrá tener el poder político, y siempre en forma relativa. Es probable, incluso, que no se toque al poder económico, pero se pueden ir construyendo nuevas condiciones en la base, y esa es la potencialidad del actual proceso. Lo electoral es importante, pero no es el punto de llegada; eso sirve para seguir ganando posiciones políticas desde abajo. Esa podría ser la estrategia del FMLN: aprovechar el relativo poder político de que dispone ahora para acumular fuerzas desde abajo para etapas posteriores.
Lo mismo podríamos decir del caso venezolano. Allí el actual poder político dispone de enormes recursos económicos que le permiten hacer mucho, pero para generar una verdadera transformación social profunda y sostenible se necesitan construir los instrumentos políticos que lo permitan, en este caso: un partido de base con organización popular sólida.
Foto: Guatemala - Alba Estela Maldonado (comandante Lola), fundadora del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). / Autor: GRANMA
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