viernes, 8 de enero de 2010

Armas de uranio, dosis bajas de radiación y malformaciones en bebés


08-01-2010
Paul Zimmerman
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los doctores que trabajan en Faluya (Iraq) últimamente vienen informando de un aumento espectacular en el número de bebés con defectos de nacimiento [1]. Una de las posibles causas de esta alarmante situación es la exposición de la población a la radiación provocada por las armas de uranio. La comunidad internacional especializada en protección radioactiva descarta esta valoración como no razonable por las siguientes razones: 1) Porque la dosis de radiación que sufre la población de Iraq es demasiado baja, y 2) Porque no se informó de defectos de nacimiento entre la prole nacida de supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Esta supuesta explicación científica es profundamente inquietante ya que no está al corriente de la actual base de conocimientos. Existen pruebas abundantes que demuestran claramente que hay niveles de radiación en el entorno, considerados seguros por la comunidad para la protección radiactiva, que provocan defectos de nacimiento. A la luz de estos conocimientos, no puede descartarse de forma sumaria la contaminación por uranio como factor de riesgo para los no nacidos.


La destrucción del reactor nuclear de Chernóbil produjo un tipo diferente de exposición a la radiación de la que produjo la bomba atómica. En Japón, las víctimas se vieron expuestas a un fogonazo instantáneo de neutrones y radiación gamma que les llegó desde el exterior de sus cuerpos. En el accidente de Chernóbil, por el contrario, desde el núcleo del reactor se esparcieron partículas radioactivas microscópicas por toda Europa que fueron después inhaladas e ingeridas por las poblaciones. En esa situación, las personas contaminadas se vieron expuestas a dosis bajas de radiación a nivel interno. Según la teoría actual de efectos radioactivos abrazada por la comunidad para la protección radioactiva, no hay diferencia cualitativa entre los dos tipos de radiación. Lo que importa es la suma total de energía que el cuerpo reciba. En función de esto, los efectos sobre la salud experimentados por los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki se consideran representativos de los efectos sobre la salud que pueda producir cualquier tipo de exposición a radiaciones. En el caso de los defectos de nacimiento, se ha demostrado que esa asunción es errónea. En Japón, como consecuencia de la exposición externa, no hubo aumento en la incidencia de defectos de nacimiento entre los bebés cuyos padres se habían visto expuestos a los bombardeos [2]. Sin embargo, se han documentado defectos de nacimiento inducidos por la radiación en poblaciones que han recibido dosis bajas de contaminación a nivel interno. A la luz de esta contradicción, es obvio que la aceptada teoría de los efectos de la radiación es errónea y que es preciso corregirla. La información que se expone a continuación demostrará el riego que para los no nacidos supone el material radioactivo que el viento esparce por el medio ambiente.

En el libro “Chernobyl: 20 Years On”, se dedica un capítulo a discutir los defectos de nacimiento en niños que, mientras se estaban gestando en los úteros de sus madres, se vieron expuestos a la radioactividad liberada por el reactor de Chernóbil [3]. El autor aporta una docena de estudios que confirman que los niveles bajos de radiación presentes en muchas zonas de Europa tras el accidente de Chernóbil fueron responsables de una amplia variedad de defectos de nacimiento. Estos defectos de nacimiento se produjeron en lugares donde la exposición a la radiación era considerada demasiado baja para justificar preocupación. Se citaron quince estudios que demostraban un incremento en la incidencia de una amplia variedad de malformaciones congénitas. Otros estudios citados confirmaron aumentos en la tasa de nacidos muertos, muertes de niños recién nacidos, abortos espontáneos y bebés nacidos bajos de peso. Se documentó también una elevada incidencia de síndrome de Down. Además, también se detectó un exceso de otros defectos en la salud entre los que se incluían retraso mental y otros trastornos mentales, enfermedades de los sistemas circulatorio y respiratorio y asma.
En un capítulo separado del mismo libro, Alexey Yablokov, de la Academia Rusa de Ciencias proporcionó una visión general de la amplia entidad de la investigación dirigida tras Chernóbil. En relación a los estudios efectuados sobre defectos de nacimiento, citó una incrementada frecuencia del número de malformaciones congénitas que incluían labio leporino y/o paladar hendido, riñones dobles, polidactilia (dedos extra en las manos o en los pies), anomalías en el desarrollo de los sistemas nervioso y sanguíneo, amelia (miembros reducidos), anencefalia (defectos en el desarrollo cerebral), espina bífida (cierre incompleto de la columna espinal), síndrome de Down, conductos anormales en el esófago y en el ano, y múltiples malformaciones simultáneas [4].

La amplia gama de defectos de nacimiento producida por el accidente de Chernóbil no puede compararse con los datos recogidos de los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki. Este es un hilo convincente de que hay algo que falla en el campo actual de protección de la radiación. Pero hay otro problema. El umbral de la dosis de radiación propuesta como capaz de interferir en el desarrollo de un feto, de nuevo basada en la investigación de Japón, es entre cincuenta y cien veces mayor que la que la comunidad para la protección de la radiación insiste en que era la exposición típica en las zonas de Europa donde se documentó una elevada frecuencia de defectos de nacimiento. ¿Cómo pueden explicarse estas contradicciones? Los estudios sobre cromosomas realizados en las regiones contaminadas proporcionan la respuesta.
En individuos expuestos a radiaciones de iones, los linfocitos periféricos, esos linfocitos que circulan en la sangre, presentan una elevada incidencia de ciertos tipos de cromosomas deformes [3,5]. De especial interés son los cromosomas dicéntricos que se producen cuando la radiación rompe las cadenas de ADN de doble hélice en dos cromosomas vecinos, resultando entonces dañado el material genético. El aumento en la frecuencia relativa de esas estructuras desarrolladas de forma aberrante sirve como indicador biológico de la exposición radioactiva que es inmune a las mentiras y a la propaganda política. Más específicamente, la incrementada tasa de esas aberraciones es proporcional a la dosis de radiación recibida. De esa forma, su frecuencia puede utilizarse para determinar el verdadero nivel de exposición en los individuos contaminados. En Europa se realizaron estudios de este tipo tras el accidente de Chernóbil [3]. Estos estudios demostraron que las estimaciones de las dosis oficiales publicadas por las agencias para la protección radiactiva eran deplorablemente erróneas y que subestimaban en gran medida el verdadero nivel de exposición sufrida por la gente por toda Europa. Esta discrepancia arroja más dudas sobre la integridad científica de esas organizaciones que supuestamente protegen al mundo de la polución radioactiva. Cuando se combinan los estudios de aberraciones cromosómicas con los estudios de defectos de nacimiento, la ciencia habla por sí sola: la población de muchas zonas de Europa recibió de Chernóbil dosis mucho más altas que las proclamadas, y dosis mucho más pequeñas que las sugeridas por la actual ciencia para la protección radiactiva como necesarias para provocar defectos de nacimiento.

Mientras las nubes de lluvia radioactiva de Chernóbil se trasladaban por todo el planeta, los gobiernos ofrecían todo tipo de seguridades a sus angustiados ciudadanos de que no había motivos de preocupación, que las dosis a las que la gente estaba expuesta eran demasiado bajas para producir efectos negativos en la salud. Este anuncio, políticamente motivado, estaba médicamente mal concebido. Lo que quedó muy claro después del accidente es que los niños que estuvieron expuestos a la lluvia radioactiva de Chernóbil, cuando aún se encontraban en los vientres de sus madres, tenían un alto riesgo de desarrollar leucemia al cumplir el primer año de vida [6, 7]. En esa discusión es muy importante el hecho de que una mutación genética que tenga lugar en el útero produzca leucemia infantil [8, 9]. En los países donde se recogieron datos indiscutibles acerca de los niveles de lluvia radioactiva depositada en el medio ambiente, de las dosis recibidas por la población y de la incidencia de leucemia infantil, apareció una tendencia uniforme e inequívoca: la estudiada población de niños nacidos durante el período de dieciocho meses posterior al accidente sufrieron tasas más altas de leucemia en su primer año de vida que los niños nacidos antes del accidente o los niños que nacieron después del accidente una vez que el nivel de posible contaminación materna había disminuido bastante. Esto se confirmó en cinco estudios distintos realizados independientemente unos de otros: en Grecia [9], Alemania [10], Escocia [11], Estados Unidos [12] y Gales [13]. De nuevo aparecen pruebas de que se producen defectos en los fetos que la comunidad para la protección radiactiva dice que no son posibles. Según el Comité Europeo para los Riesgos de Radiación (ECRR, por sus siglas en inglés), estos resultados proporcionan pruebas inequívocas de que el modelo de riesgo de la Comisión Internacional sobre Protección Radiológica (ICRP, por sus siglas en inglés) en los casos de leucemia infantil es erróneo en una proporción de entre 100 y 2.000 veces, esta última cifra permite un exceso continuado de incidencia de leucemia mientras la población de niños estudiados continúa su crecimiento [6].
Otros tipos de estudios cromosómicos realizados han demostrado que la radiación presente en el medio ambiente producen daños en el ADN que se trasladan a la prole. Los minisatélites son segmentos cortos idénticos de ADN que se repiten una y otra vez en una larga variedad a lo largo de un cromosoma. Esas secuencias de ADN no codificaban para la formación de ninguna proteína. Lo que distingue a estos minisatélites es que adquieren repeticiones espontáneas a través de mutaciones a una velocidad conocida que es mil veces más alta que la de los genes normales que codifican las proteínas. El Dr. Yuri Dubrova, actualmente en la Universidad de Leicester, fue el que primero se dio cuenta de que podían utilizarse esas secuencias de ADN para detectar las mutaciones genéticas inducidas por la radiación mostrando que su índice conocido de mutación había aumentado tras la exposición. Dubrova y sus colegas estudiaron la proporción de mutaciones de los minisatélites en familias que habían vivido en zonas rurales intensamente contaminadas del distrito de Mogilev en Bielorrusia tras la fusión del reactor nuclear de Chernóbil. Hallaron que la frecuencia de mutaciones que se pasaba de los hombres a sus descendientes era casi dos veces más alta en las familias expuestas que en las familias del grupo de control. Entre los expuestos, la tasa de mutaciones era significativamente mayor en familias con una dosis parental más alta. Este hallazgo era coherente con la hipótesis de que la radiación había inducido mutaciones en las células germinales reproductivas de los padres que después transmitían a su prole. Esta fue la primera prueba concluyente de que la radiación producía mutaciones heredables en los humanos.
También se realizaron pruebas con los minisatélites del ADN en los niños de los “liquidadores de Chernóbil”, i.e., aquellas personas que participaron en las operaciones de limpieza tras el accidente. Cuando los niños engendrados por los liquidadores nacieron tras el accidente se compararon con sus hermanos nacidos antes del accidente y se observó un incremento siete veces mayor en los daños genéticos [15, 16]. Como informó el ECRR, “para los loci medidos, este hallazgo definió un error de entre 700 y 2.000 veces el del modelo del ICRP para daños genéticos heredados” [6]. El ECRR hizo esta otra observación: “Es de destacar que los estudios de los niños expuestos a radiaciones externas en Hiroshima muestran muy poco, o no muestran nada, ese efecto, lo que sugiere una diferencia fundamental en el mecanismo entre una y otra exposición [17]. La diferencia más probable es que fuera la exposición interna, en el caso de los liquidadores de Chernóbil, la que causó los efectos”.

En noviembre de 2009, Joseph Mangano del Proyecto de Sanidad Pública y Radiación publicó un estudio sobre el hipotiroidismo en recién nacidos cerca de los reactores nucleares de Indian Point en Buchanan (Nueva York) [13]. El hipotiroidismo es una enfermedad caracterizada por una insuficiente producción de la hormona de la tiroxina. Una causa de la enfermedad es la exposición a yodo radioactivo que destruye selectivamente las células de la glándula tiroidea. Actualmente, la única fuente medioambiental de yodo radiactivo son las emisiones desde las plantas de energía nuclear. Según Mangano, cuatro condados del estado de Nueva York flanquean Indian Point y casi todos los vecinos de esos condados viven dentro de las 20 millas del complejo del reactor. Durante el período de 1997 a 2007, el índice de hipotiroidismo en los recién nacidos en la población combinada de los cuatro condados fue un 92,4% mayor, o casi el doble, del índice en EEUU. El índice en cada uno de los cuatro condados a nivel separado era superior a la tasa de EEUU, y en dos de los condados, la tasa era más del doble de la nacional. En el período 2005-2007, el índice de hipotiroidismo de los cuatro condados estaba un 151,4% por encima de la tasa nacional. Estos hallazgos eran coherentes con el hecho de que la tasa local de cáncer de tiroides es 66% mayor que la tasa en EEUU [14].
El estudio de Mangano plantea preguntas importantes sobre nuestro bienestar común. Vivimos con las seguridades que los gobiernos y las industrias nos quieren ofrecer en el sentido de que los reactores nucleares están operando dentro de las directrices patrocinadas por las agencias para la protección radioactiva. Se descarta la radiación que emiten como demasiado baja para justificar preocupación. Pero los bebés nacidos de madres que viven en las proximidades de Indian Point están sufriendo un índice incrementado de hipotiroidismo. O el complejo del reactor está emitiendo más radiación de la públicamente conocida o, una vez más, hay un error en los niveles de seguridad publicados por la comunidad para la protección radioactiva.

¿Son las armas que contienen uranio empobrecido (UE) motivo de preocupación por producir defectos de nacimiento? Teniendo en cuenta que el uranio, en el interior del cuerpo humano, ataca el sistema reproductivo, la elevada tasa de defectos de nacimiento en Iraq sugiere fuertemente que hay implicada exposición al uranio empobrecido. En los animales de los experimentos sometidos a instalaciones con uranio, se ha encontrado uranio acumulado al llevar a cabo las pruebas [20]. Entre los veteranos de la Guerra del Golfo heridos con metralla de UE, se han encontrado en su semen niveles elevados de uranio. A la luz de este descubrimiento, la Royal Society advierte que estos aumentan “la posibilidad de efectos adversos en el esperma desde las partículas alpha que emanan del UE, de los efectos químicos del uranio sobre el material genético de la toxicidad química del uranio [21]”. En experimentos con ratas-hembra, se halló que el uranio atravesaba la placenta y se concentraba en los tejidos del feto [20, 21, 22]. Cuando las bolitas de uranio empobrecido se implantaron en las ratas-hembra embarazadas, se observó una relación directa entre la cantidad de contaminación en la madre y la cantidad de contaminación en la placenta y en el feto [23, 24]. Y lo más importante, una vez disuelto en el interior del cuerpo, la forma química elemental del uranio es el ion de uranyl UO2++. Esta forma de uranio tiene una afinidad con el ADN y está fuertemente ligado a él [25]. Tan sólo este hecho sería suficiente para parar la dispersión de aerosoles de UE entre las poblaciones. ¡El uranio internalizado se concentra en el material genético humano! Ni que decir tiene que este hecho es totalmente ignorado por la Comisión Internacional sobre Protección Radiológica y organizaciones relacionadas con ella cuando determinan los niveles seguros de exposición al uranio y valoran el riesgo que conlleva el uranio para inducir defectos de nacimiento.
La hidrocefalia es una condición caracterizada por un gran tamaño de la cabeza y atrofia del cerebro. La frecuencia de este defecto de nacimiento ha aumentado espectacularmente en Iraq desde la I Guerra del Golfo [26]. Un pequeño y reconocidamente incompleto estudio llevado a cabo en Estados Unidos da credibilidad a la hipótesis de que el agente causante es la exposición al uranio empobrecido [26]. El condado rural de Socorro, escasamente poblado, está situado en la dirección del viento de un lugar donde se prueban armas de uranio empobrecido, la división de Análisis e Investigación de Efectos Terminales del Instituto de Nuevo Mexico de Minería y Tecnología. En el condado, se producen alrededor de 250 nacimientos al año. Una investigación llevada a cabo por un activista comunitario reveló que entre 1984 y 1986, nacieron cinco bebés con hidrocefalia. (La tasa normal de hidrocefalia es de un caso por cada 500 nacidos vivos). Según un registro de defectos de nacimiento pasivo del Estado de Nuevo Mexico, demostrablemente incompleto, entre 1984 y 1988, nacieron 19 niños en todo el estado con esa situación, tres de ellos en el condado de Socorro. Sin entrar a considerar qué registro es el correcto, los resultados son inquietantes si tenemos en cuenta que en Socorro hay menos del 1% de la población estatal.
Para concluir, el dogma actual respecto a los efectos de la radiación no puede justificar ni explicar el aumento de malformaciones genéticas en las poblaciones expuestas internamente a niveles bajos de radiación. Algo está profundamente equivocado en la ciencia actual sobre seguridad radiactiva. Teniendo esto en cuenta, son muy sospechosas las declaraciones de la comunidad para la protección radioactiva sobre la imposibilidad de que niveles bajos uranio puedan causar defectos de nacimiento. Numerosos estudios demuestran que el uranio produce una inmensa gama de defectos de nacimiento en los experimentos con animales [20, 26]. Además, numerosos estudios in vitro y in vivo realizados en los últimos veinte años han demostrado que el uranio es genotóxico (capaz de dañar el ADN), citotóxico (venenoso para las células) y mutagénico (capaz de inducir mutaciones) [27]. Estos efectos se producen bien a causa de la radioactividad del uranio o por su composición química o interacción sinérgica entre las dos. Estos hallazgos conceden verosimilitud a la idea de que el incremento de la incidencia observada de bebés deformes en Iraq está relacionada con el uso de armamento conteniendo uranio empobrecido [26].
Notas:

[1] Chulov M.: “Huge Rise in Birth Defects in Falluja”. guardian.co.uk. 13 de noviembre de 2009.

http://www.guardian.co.uk/world/2009/nov/13/falluja-cancer-children-birth-defects#history-byline

[2] Nakamura N.: “Genetic Effects of Radiation in Atomic-bomb Survivors and Their Children: Past, Present and Future”. Journal of Radiation Research. 2006; 47(Supplement):B67-B73.

[3] Schmitz-Feurerhake I.: “Radiation-Induced Effects in Humans After in utero Exposure: Conclusions from Findings After the Chernobyl Accident”. En C.C. Busby, A.V.Yablokov (eds.): “Chernobyl: 20 Years On”. European Committee on Radiation Risk. Aberystwyth, United Kingdom: Green Audit Press; 2006.

[4] Yablokov A.V.: “The Chernobyl Catastrophe -- 20 Years After” (a meta-review). In C.C. Busby, A.V. Yablokov (eds.): “Chernobyl: 20 Years On”. European Committee on Radiation Risk. Aberystwyth, United Kingdom: Green Audit Press; 2006.

[5] Hoffmann W., Schmitz-Feuerhake I.: “How Radiation-specific is the Dicentric Assay?” Journal of Exposure Analysis and Environmental Epidemiology. 1999; 2:113-133.

[6] European Committee on Radiation Risk (ECRR): “Recommendations of the European Committee on Radiation Risk: the Health Effects of Ionising Radiation Exposure at Low Doses for Radiation Protection Purposes”. Regulators' Edition. Brussels; 2003. www.euradcom.org.

[7] Low Level Radiation Campaign (LLRC): “Infant Leukemia After Chernobyl”. Radioactive Times: The Journal of the Low Level Radiation Campaign. 2005; 6 (1):13.

[8] Busby C.C.: “Very Low Dose Fetal Exposure to Chernobyl Contamination Resulted in Increases in Infant Leukemia in Europe and Raises Questions about Current Radiation Risk Models”. International Journal of Environmental Research and Public Health. 2009; 6:3105-3114.

[9] Petridou E., Trichopoulos D., Dessypris N., Flytzani V., Haidas S., Kalmanti M.K., Koliouskas D., Kosmidis H., Piperolou F., Tzortzatou F.: “Infant Leukemia After In Utero Exposure to Radiation From Chernobyl”. Nature. 1996; 382:352-353.

[10] Michaelis J., Kaletsch U., Burkart W., Grosche B.: “Infant Leukemia After the Chernobyl Accident”. Nature. 1997; 387:246.

[11] Gibson B.E.S., Eden O.B., Barrett A., Stiller C.A., Draper G.J.: “Leukemia in Young Children in Scotland”. Lancet. 1988; 2(8611):630.

[12] Mangano J.J.: “Childhood Leukemia in the US May Have Risen Due to Fallout From Chernobyl”. British Medical Journal. 1997; 314:1200.

[13] Busby C, Scott Cato M.: “Increases in Leukemia in Infants in Wales and Scotland Following Chernobyl: Evidence for Errors in Statutory Risk Estimates”. Energy and Environment. 2000; 11(2):127-139.

[14] Dubrova Y.E., Nesterov V.N., Jeffreys A.J., et al.: “Further Evidence for Elevated Human Minisatellite Mutation Rate in Belarus Eight Years After the Chernobyl Accident”. Mutation Research. 1997; 381:267-278.

[15] Weinberg H.S., Korol A.B., Kiezhner V.M., Avavivi A., Fahima T., Nevo E., Shapiro S., Rennert G., Piatak O., Stepanova E.I., Skarskaja E.: “Very High Mutation Rate in Offspring of Chernobyl Accident”. Liquidators. Proceedings of the Royal Society. London. 2001; D, 266:1001-1005.

[16] Dubrova Y.E., et al.: “Human Minisatellite Mutation Rate after the Chernobyl Accident”. Nature. 1996; 380:683-686.

[17] Satoh C., Kodaira M.: “Effects of Radiation on Children”. Nature. 1996; 383:226.

[18] Mangano J.: “Newborn Hypothyroidism Near the Indian Point Nuclear Plant”. Radiation and Public Health Project. November 25, 2009. www.radiation.org

[19] Mangano J.: “Geographic Variation in U.S. Thyroid Cancer Incidence and a Cluster Near Nuclear Reactors in New Jersey, New York, and Pennsylvania”, International Journal of Health Services. 2009; 39(4):643-661.

[20] Agency for Toxic Substances and Disease Registry (ATSDR). “Toxicological Profile for Uranium”. U.S. Department of Health and Human Services; 1999.

http://www.atsdr.cdc.gov/toxprofiles/tp150.html

[21] Royal Society. Health Hazards of Depleted Uranium Munitions: Part II. London: Royal Society, marzo 2002.

[22] Albina L., Belles M., Gomez M., Sanchez D.J., Domingo J.L.: “Influence of Maternal Stress on Uranium-Induced Developmental Toxicity in Rats”. Experimental Biology and Medicine. 2003; 228( 9):1072-1077.

[23] Arfsten D.P., Still K.R., Ritchie G.D.: “A Review of the Effects of Uranium and Depleted Uranium Exposure on Reproduction and Fetal Development”. Toxicology and Industrial Health. 2001; 17:180-191.

[24] Domingo J.: “Reproductive and Developmental Toxicity of Natural and Depleted Uranium: A Review”. Reproductive Toxicology. 2001; 15:603-609.

[25] Wu O., Cheng X., et al.: “Specific Metal Oligonucleotide Binding Studied By High Resolution Tandem Mass Spectrometry”. Journal of Mass Spectrometry. 1996; 321(6) 669-675.

[26] Hindin R., Brugge D., Panikkar B.: “Teratogenicity of Depleted Uranium Aerosols: A Review from an Epidemiological Perspective”. Environmental Health. 2005; 26(4):17.

[27] Zimmerman P.: “A Primer in the Art of Deception: The Cult of Nuclearists, Uranium Weapons and Fraudulent Science”. 2009. www.du-deceptions.com

Paul Zimmerman es autor de “A Primer in the Art of Deception: The Cult of Nuclearists, Uranium Weapons and Fraudulent Science”. En sus páginas puede encontrarse una presentación más técnica y más referenciada de las ideas presentadas en este artículo. Pueden descargarse gratis algunos extractos en: www.du-deceptions.com

Fuente: www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=16726


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