27 de octubre de 2009
Enrique Conde
La RD del Congo es uno de los pocos países del mundo en el que Obama no despierta esperanzas. "Lo mejor que puede pasar es que Obama se olvide de nosotros". El pueblo congoleño tiene un deseo unánime: que les dejen en paz ya.
En Ruanda terminó la primera parada. No fue casualidad. Tras una semana recorriendo el conflicto armado y el drama humano que pervive en la región de los Grandes Lagos, en la República Democrática del Congo, las casi veinte entrevistas realizadas en este viaje con autoridades locales, miembros de la sociedad civil, jesuitas y cooperantes que despliegan sus proyectos entre los vulnerables y la población desplazada, esas charlas, que completaron más de cinco horas de grabadora, indican que la realidad del Congo está íntimamente ligada con el pasado de Ruanda, con la importancia geopolítica de ambas naciones y con las riquezas sin fin congoleñas.
En esta aventura a bordo de la ONG ALBOAN, que opera en Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca en alianza con el Servicio Jesuita a Refugiados, que realiza el trabajo de campo en este caso en el Congo, se buscaba también explicar los porqués de la volcánica región, del mantenimiento de las armas en la zona, del continuo saqueo de sus minas, de la inoperancia de las Fuerzas Armadas de la ONU, de un territorio maldito por su vigor natural y la tremenda corrupción de sus poderes locales y nacionales.
También era hora de comprobar el estado del más de un millón de personas desplazadas que ocasionó la última bravuconada militar de un general ruandés, Nkunda, que entre octubre de 2008 y enero del presente año, sembró de agitación el país, tratando de echar el lazo a la capital del Kivu Norte, Goma.
"Es imposible de creer que todo el mundo quiera la democracia en el Congo", reconoce Deo Bashi, jurista y asistente de la Comisión de Justicia y Paz de Bukavu, capital del Kivu Sur, que trata de tender puentes entre las autoridades y la población, de rendir cuentas al pueblo de los logros y los fracasos.
Para hacerse una idea de los problemas inabarcables que recorren el Congo, Bashi reconoce que "hay 243 partidos políticos en el país y es difícil saber hasta la coalición que forma el gobierno". Es evidente que para la población rural, analfabeta en muchas ocasiones, es indescifrable."
La comunidad internacional se siente culpable de no haber intervenido en el genocidio de Ruanda, así que le han dado dinero, han rearmado su Ejército y han trasladado el problema al Congo, que parece el único lugar donde se puede establecer un diálogo.
¿Por qué no se habla con Ruanda, de donde proceden todos esos militares que están en la selva?", expone Justin Nkunzi, director del mismo organismo para el que emplea Bashi.
Esta tesis la defiende un sacerdote del Kivu Sur, al que no se identifica ya que ha sido amenazado por el propio Ejército congoleño y ha sido víctima de un intento de envenenamiento. "La comunidad internacional está aceptando que toda esa gente que huyó de Ruanda durante el genocidio muera en la selva. Se tiene que proponer a Ruanda que dialogue con esas milicias. Pero hay personas a las que no les interesa la verdad", afirma.
Hechas estas consideraciones, el presente de Congo remite a un Estado caótico, corrupto, expoliado y, en definitiva, invisible. Como dice un periodista navarro que trabajó allí, un país en el que "El Bigotes estaría en su salsa".
En el Congo, donde la impunidad reina en cualquier orden, cada uno se gana las habas como puede. Se vive al día, por lo general abundan los sentimientos de trauma, resignación o frustración, el alboroto es marca de la casa y uno no se fía ni del vecino. Quizá por eso los congoleños tienen la manía de no aceptar dólares anteriores a 2003 y de cabeza pequeña (es decir, que el rostro del presidente que aparezca en el billete debe ser bien grande). Es una más de las manías africanas, que en Congo son como leyes de Estado.
El vudú, la magia negra, los crímenes por encargo fruto de la venganza o las falsas creencias, como las de violar a niñas vírgenes porque se piensa que curan el Sida, dominan el imaginario colectivo.
Cada amanecer abre una nueva pelea por la supervivencia, una exploración en los límites humanos. En cierto modo, buena parte de la inmensa población del Congo (más de 65 millones de habitantes en un país que es cuatro veces Francia) permanece en shock, paralizada por los vaivenes de un país que se arrastra desde hace una década en un drama sin salir de otro. Antes no fue mucho mejor.
Datos del pasado
Tras la independencia de Bélgica, que se empleó con inusitada violencia en el antiguo Zaire, basta un rápido barrido histórico para comprender tanto mangoneo en medio de la bulla. El actual Congo sufrió durante tres décadas el autoritarismo y la cleptocracia del dictador Mobutu Sese Seko, que según algunos habría robado durante su égida cinco mil millones de dólares.
Opuesto al gobierno tutsi de Ruanda, el poder de Mobutu se sostenía con alfileres cuando se desencadenó en 1994 la gran crisis de los refugiados de los Grandes Lagos, con dos millones de ruandeses en plena evasión y muchos guerrilleros, tanto hutus (interahamwe) como tutsis (banyamulengues), refugiados en el este del Congo.
El avance de Kabila hacia Kinshasa y la agitación en la zona desencadenó la primera guerra del Congo (1996-7), con más de 200.000 bajas, y que terminó llevándose por delante a Mobutu.
Con Kabila en el poder, el anónimo sacerdote del Kivu Sur reconoce que se respiró "aire de esperanza, incluso se empezó a pagar a los militares y a los profesores. Pero todo acabó el 2 de agosto de 1998, un domingo".
Kabila parecía una marioneta en manos extranjeras y cuando solicitó el abandono del país a los ruandeses y ugandeses se encontró con que éstos se habían hecho fuertes en las riquísimas zonas mineras del Este.
Así se desencadena la Segunda Guerra del Congo, también llamada Guerra Mundial Africana, ya que participaron hasta nueve naciones del continente. Uganda, Ruanda y Burundi eran los acérrimos combatientes contra el inmenso Congo, al que respaldaron Namibia, Zimbabue, Angola, Chad, Libia y Sudán.
Esa guerra y las enfermedades que causó entre los millares de desplazados se zanjó en 2003 con un balance esperpéntico de más de cuatro millones de muertos, entre ellos el propio Kabila, sucedido en 2001 por su hijo Joseph.
Con los acuerdos de Paz de Pretoria no se acabó la rabia. Las facciones armadas del general Nkunda (tutsi ruandés) y cabeza del CNDP (Congreso Nacional en Defensa del Pueblo), la milicia hutu FDLR (Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda), el propio Ejército congoleño, impagado y por lo tanto también hostigador y violador de derechos, y la MONUC, la misión de paz de la ONU en el Congo, con más de 17.000 soldados en la zona, se despliegan en la región. De sus tropelías no se salva nadie. Con un rifle se creen los reyes del mambo.
En la última escalada del conflicto, en octubre de 2008, Nkunda trató de apoderarse del Kivu Norte asistiendo la población con perplejidad a una huida sin rubor del Ejército y de la MONUC. En los mismos días de revuelo, la ONU elabora dos resoluciones ligadas a la explotación ilegal de los recursos, con sanciones a empresas y países vinculados en la explotación. Esto motiva, dada la perceptible implicación de Ruanda en el saqueo, la interrupción de la ayuda bilateral directa que Holanda y Suecia ofrecen al gobierno ruandés.
Siempre Ruanda, nada nuevo bajo el sol. La manera de resolver el conflicto resulta sorprendente.
En enero Nkunda es detenido en una operación militar conjunta del Congo y Ruanda, a cuyas tropas se permitió el acceso a los Kivus. En este tablero de risk, acaba de aparecer un actor nuevo, China, que ha inyectado 6.000 millones de dólares en Congo, cuando la inversión de toda la comunidad internacional era de 930 millones.
cambios recientes
Ahora, Nkunda permanece supuestamente detenido en Gisenyi (Ruanda) sin extradición y por lo tanto sin responder aún de sus atrocidades en el Congo.
Mientras, su CNDP se reformula como partido político y algunos de sus miembros se alistan en el Ejército nacional. Estas tropas congolesas junto a la MONUC andan enfangados en la operación militar Kimya II (La Calma) en aras de exterminar al FDLR. En términos eufemísticos se habla de desarmarles y enseñarles el camino de vuelta a Ruanda a los supuestos genocidas antiguos.
Como todos no son soldaditos, pero éstos agitan demasiado, la población se halla en continua mudanza. En marzo se computaban más de 840.000 desplazados por la guerra en el Kivu Norte y hasta 335.000 en el Sur. Ahora, justo antes de este viaje de prensa, se estaban cerrando los campos de desplazados más visibles, en torno a Goma. Ahí había hasta 60.000 personas en cinco campos, se han cerrado cuatro enclaves y sólo guarda ahora a 4.000 congoleños. Pero el drama sigue en el interior, donde no se les ve tanto, y los desplazados, muchos de los cuales acuden a familias de acogida, se mantienen en torno al millón de habitantes.
Enrique Conde
de Diario de Noticias
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