lunes, 14 de junio de 2010

Las nuevas sanciones contra Irán del Consejo de Seguridad: derrota de la diplomacia rusa


14-06-2010
Piotr Iskenderov
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que impone nuevas sanciones a Irán se convertirá probablemente en la peor derrota sufrida por la diplomacia rusa en los últimos años.

Su impacto negativo puede ser persistente y más serio que el de la proclamación de la independencia de Kosovo, a la que Rusia sigue objetando. Lo que presenciamos parece una inesperada recurrencia del síndrome de concesiones unilaterales a Occidente que erosionó la política internacional de Rusia, especialmente su parte balcánica, en los años noventa. Al seguir la línea occidental en el trato con Irán, Rusia se arriesga perder sus posiciones en una región mucho más amplia que los Balcanes y su rol clave ganado con esfuerzo en el ascendente mundo multipolar.

En un comentario sobre la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU (donde Brasil, participante como Rusia en el BRIC, y Turquía, miembro de la OTAN, votaron contra las sanciones), el influyente Tehran Times escribió: “El hecho de que Turquía y Brasil, dos aliados de EE.UU., hayan votado contra la resolución es una prueba más de que las acciones contra Irán y la última decisión del Consejo de Seguridad se basan en acuerdos secretos entre las principales potencias. Por lo tanto, es probable que los que dicen que EE.UU. abandonó su plan de escudo de misiles europeo oriental a fin de lograr el apoyo de Rusia hayan tenido razón”.

En 2009, el Ministerio ruso de Exteriores fue obligado a desmentir en numerosas ocasiones que –como sugerían permanentemente los medios occidentales– haya existido un acuerdo de trueque de “defensa de misiles por Irán”. Por cierto, probablemente no existía como un acuerdo formalizado, pero la verdad es que en cierto momento Rusia adoptó una posición mucho más dura respecto a Irán y congeló sus transacciones de armas con ese país (suspendiendo la entrega de los sistemas de defensa aérea S-300), así como que actualmente Moscú arriesga perder a su socio estratégico en Oriente Próximo sin ningún motivo visible para un sacrificio semejante. ¿Puede ser que la razón invisible sea un tenebroso acuerdo con el presidente Barack Obama de EE.UU.?

Los recientes eventos representan una complicada serie de cambios en la región y fuera de ella. La mediación exitosamente emprendida por Turquía y Brasil en las conversaciones sobre el enriquecimiento del uranio de Irán fuera del país, la escalada en Oriente Próximo, las tensiones entre Turquía e Israel, nuevas maniobras geopolíticas alrededor del acuerdo sobre Karabaj y proyectos energéticos relacionados (en los que Turquía, Irán, y Azerbaiyán, el país con una posición especial, deben jugar los papeles principales) en su conjunto se enfrentan a EE.UU. con la amenaza de aislamiento y pérdida de liderazgo. En cuanto a Irán, no es ningún secreto que las tres rondas de sanciones impuestas al país en 2006-2008 no afectaron su capacidad de implementar un programa nuclear, que se ha convertido en un elemento de la identidad nacional iraní. No hay señales de que la situación vaya a cambiar esta vez desde la perspectiva de Irán.

Sin embargo, la situación va a cambiar desde la perspectiva de Rusia, y ciertamente para peor. La pérdida de Irán, al distanciarse manifiestamente de la mediación turco-brasileña (para la cual el presidente Medvedev había expresado previamente su apoyo), y al alinearse con EE.UU., Moscú puso en peligro las ventajas políticas de los últimos años como la independencia y asertividad en la política internacional y la claridad de las prioridades geopolíticas. La votación por nuevas sanciones y al mismo tiempo la construcción de la central nuclear en Bushehr constituyen un ejemplo exacto de los dobles raseros contra los que Moscú se rebeló correctamente cada vez que los encontraba en las políticas occidentales.

Rusia trató evidentemente de recuperarse de algunas de sus pérdidas geopolíticas inmediatamente después de la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU. El Ministerio de Exteriores de Rusia publicó rápidamente un amplio comentario que dice: “Sin embargo, no podemos ignorar las señales que indican que algunos socios se proponen, casi de inmediato después de la decisión en Nueva York, actuar para considerar sanciones adicionales contra Irán, más rigurosas que las incluidas en la resolución del Consejo de Seguridad. Esto lo consideramos como una manifestación de una política que contradice los principios de trabajo conjunto dentro de los Seis y del formato del Consejo de Seguridad. Inaceptables para nosotros son los intentos de colocarse de esa manera “por encima” del Consejo de Seguridad. También rechazamos categóricamente cualesquiera decisiones nacionales sobre la imposición de “sanciones extraterritoriales”, es decir, medidas restrictivas según la propia legislación de cada cual respecto a individuos y entidades legales en terceros países. Tales decisiones, si llegaran a afectar a entidades legales o individuos rusos, conllevarían una reacción de represalias por nuestra parte.

“La nueva resolución deja un amplio margen para más cooperación con Irán en el campo comercial y económico y en energía, transporte y exploración pacífica del espacio. Aplicadas a los vínculos bilaterales ruso-iraníes, todas esas áreas tienen importantes oportunidades potenciales y de crecimiento. De fundamental importancia para nosotros es el desarrollo ulterior de la cooperación con Irán en la construcción de reactores de agua ligera”.

Los argumentos parecen estar bien pero huelen a un intento de salvar la cara. Es poco probable que EE.UU. y la UE, llenos de gratitud hacia Rusia, muestren más respeto en el futuro por sus intereses o se adapten a la posición del Ministerio ruso de Exteriores respecto a Irán. Las promesas de la diplomacia rusa de que continuará cooperando con Irán habrían sido más creíbles si Rusia al menos se hubiera abstenido durante la votación como hizo, por ejemplo, el Líbano.

Washington insistió en la defensa de sus propios intereses, sin excepciones, durante todas las discusiones ruso-estadounidenses sobre Irán. La decisión de Obama contra el despliegue de infraestructuras de defensa de misiles en Polonia y la República Checa era predecible debido a consideraciones puramente económicas y no necesitó el consentimiento de Rusia a las sanciones contra Irán. En los hechos, el programa de defensa de misiles continúa, pero empleará tecnologías más avanzadas que aseguran una vigilancia por radar sobre un área mayor. En el futuro previsible Rusia se verá enfrentada a una red evasiva de sistemas móviles en lugar de dos instalaciones estacionarias no disimuladas. La zona del Golfo Pérsico y del Mar Negro recibirán roles clave en el marco de la iniciativa. No pasó desapercibido que el Gobierno de EE.UU. evitó cuidadosamente la vinculación de las provisiones del tratado New Star con el estado del programa de defensa de misiles de EE.UU.

El aspecto más alarmante de la actual situación es la analogía que invoca con los sucesos de los años noventa y principios de los 2000 en los Balcanes. En esa época Rusia también exigió en el ámbito formal que todas las partes en los conflictos de los Balcanes se atuvieran por igual al derecho internacional, pidió compromisos y votó por sanciones en el Consejo de Seguridad, afirmando que era la única manera de impedir escaladas. El resultado fue un creciente desequilibrio en los Balcanes y una estructura más amplia de la seguridad europea. Se suponía que las normas declaradas fueran obligatorias para todas las naciones, pero los serbios terminaron invariablemente con desventaja. El formato del grupo de contacto internacional que manejó las crisis de los Balcanes es similar de manera inquietante al utilizado actualmente con referencia a Irán (las conversaciones de seis partes). Rusia fue derrotada en las conversaciones de cinco partes sobre Kosovo cuando aceptó los denominados "tres principios", uno de los cuales era que la situación no debería revertir a la condición de 1999. Esa estipulación fue finalmente utilizada por los propugnadores de la independencia de Kosovo para justificar su declaración unilateral.

Ahora los enviados rusos culpan con bastante razón a la ONU y a su Secretario General por ser renuentes o incapaces de encarar el problema de Kosovo y acusan a la UE y a EE.UU. de parcialidad y unilateralismo. ¿Pero no es parcial y actúa unilateralmente Occidente cuando acepta los estatus nucleares de India y Pakistán, protege a Israel de críticas por su programa nuclear, pero presiona permanentemente por sanciones cada vez más duras a Irán?

El acuerdo en los Balcanes ha demostrado lo inadecuado de formatos de negociación internacional como conversaciones de cincop partes o de seis partes y el carácter inútil de las discusiones en la ONU. En la práctica, Occidente se basa enteramente en sus propios mecanismos para promover sus intereses geopolíticos. Rusia se decidió a estar de parte de EE.UU. y de la UE en lugar de fortalecer sus vínculos comerciales con Irán (incluyendo la delimitación del Mar Caspio y los proyectos energéticos), involucrar a países con posiciones imparciales en las conversaciones sobre el expediente nuclear iraní, y apoyar la mediación independiente y exitosa de Turquía y Brasil. ¿Devolverán el favor EE.UU. y la UE –por ejemplo, en forma de concesiones en Kosovo, el Cáucaso o la política energética? Sobre la base de la experiencia en los Balcanes, es obvio que no lo harán.

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Pyotr Iskenderov es un miembro principal de investigación en el Instituto de Estudios Eslavos de la Academia Rusa de Ciencias y comentarista internacional en Vremya Novstey y Voice of Russia.

Strategic Culture Foundation – 11 de junio de 2010
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