Con ocasión del tercer aniversario de su muerte, Rebelión recupera un texto de Eva Forest del año 2003
Eva Forest
19-05-2010
http://www.sastre-forest.com/
Conferencia pronunciada en el Instituto para la promoción de Estudios Sociales IPES en octubre de 2003.
No soy historiadora, ni una experta en Iraq. He estado tres veces en aquel país, en tres momentos distintos y he visto algunas cosas. Así que voy a hablar sobre mi experiencia y ciertas apreciaciones basadas en datos recogidos directamente por mí, bien de la gente con la que he hablado, bien de los amigos, bien de científicos que están investigando el tema de la radiactividad: en cualquier caso, datos siempre de primera mano.
Y como es mi costumbre, más que una conferencia lo que he preparado son ciertos aspectos de la resistencia que nos darán pie para un debate posterior, que es lo importante.
Pero antes de nada sí quisiera rendir un pequeño homenaje al heroico pueblo iraquí que en estos momentos está haciendo frente a una criminal agresión y defendiendo la dignidad y las libertades no sólo de su pueblo sino de todos nosotros.
Porque lo que está ocurriendo en Iraq es un vivo ejemplo de lo que el imperialismo, movido por su avidez de controlar el mundo, es capaz de hacer no sólo a un país pobre, subdesarrollado, de los considerados del “tercer mundo” –no olvidemos la gran amenaza que en estos momentos pesa sobre Cuba-, sino a un un país rico, en pleno crecimiento, que estratégicamente no le convenía que se desarrollara y que, como ocurrió también después con la ex Yugoslavia, decidió hacerlo retroceder a la era preindustrial.
Lo que el imperialismo ha hecho en Iraq nos toca de muy cerca: puede repetirlo, en el momento que le convenga, con cualquier otro país de Europa si sus gobernantes no se someten y aceptan sus directrices, y ello constituye una amenaza permanente si no reaccionamos a tiempo.
Por eso insisto en la gran importancia de la resistencia del pueblo iraquí que, plantándole cara al imperialismo, en estos momentos está defendiendo la dignidad y las libertades de todos nosotros.
El tema de la resistencia es muy amplio. Yo sólo me voy a referir a tres de los aspectos que me parecen muy importantes. Uno, el primordial, el que concierne a la resistencia popular, interior, del propio país. Otro, una resistencia que podríamos llamar colateral, que es la que están empezando a ofrecer, de una manera indirecta, los soldados de los EE.UU. y sus familias. Y un tercer aspecto que tiene que ver con la solidaridad internacionalista.
Para comprender la resistencia popular, la más importante y visible en estos momentos, habría que buscar sus raíces en tiempos remotos, pero no lo voy a hacer aunque sí quiero dejar constancia de que cuando el pueblo se refería a la resistencia actual, aludía siempre con orgullo a su antigüedad y a los muchos siglos que llevaba luchando contra pueblos opresores que trataron de someterlos y que nunca pudieron. Lo que sí es imprescindible es recordar un poco su historia más cercana, porque no es posible hacerse una idea de la magnitud de la tragedia ocurrida en Iraq después de la mal llamada Guerra del Golfo si no se sabe algo del momento anterior a ella. El momento en que la intervención de los EE.UU. cortó el desarrollo económico y social que la revolución estaba llevando a cabo. Una revolución popular y socialista, “a la árabe”, considerada un “peligro” para el imperialismo e Israel y que llevó a tomar la decisión de hacerlo regresar a la era pre industrial.
En 1991 hacía poco que había terminado la guerra Irán-Iraq.
Como sabéis, Iraq era un país laico. Un país muy rico también. La asistencia social y el nivel cultural eran muy elevados. Por referirme a la salud pública, según la OMS y la UNICEF, dos organizaciones de la ONU, en tasas de salud, Iraq era el país más avanzado del Oriente Medio. Se había conseguido reducir la mortalidad infantil en cifras espectaculares, erradicado una serie de enfermedades infecciosas como la polio, la malaria, la hepatitis... Se daba asistencia a todos, en todo el país y gratuitamente. En cuanto a la enseñanza, esta era también gratuita, desde el jardín de infancia hasta terminar una carrera incluido el doctorado en una universidad en el extranjero.
También la situación de la mujer había alcanzado grandes logros, consiguió llegar a altos cargos de la política, en el gobierno, en lo referente al poder judicial, en el parlamento, en la diplomacia. La ley de divorcio era la más avanzada del mundo árabe, así como las leyes relacionadas con su trabajo.
En Iraq no se conocía el paro, había trabajo para todo el mundo y daba trabajo a cuatro millones de personas del exterior, de los países de la zona.
La primera agresión del Golfo acabó, en días, con todo esto. Haría falta mucho tiempo para reseñar la alta tecnología que emplearon, las bombas de gran tonelaje, el material radiactivo cuyos efectos han ido apareciendo durante este tiempo... Y ahí empieza una etapa de embargo total que supondrá para el pueblo unos años de sufrimiento, de carencias, de mortandad infantil: un verdadero genocidio que no voy a describir ahora pero sobre el que pueden informarse (aquí he traído un libro, escrito por mí en 1998, en el que se recoge al final un excelente trabajo de C. Varea y A. Maestro que consiste en una descripción detallada de las sanciones verdaderamente kafkianas que comprende el embargo).
Y ya entonces, hace cinco años, titulé el libro: Iraq, ¿un desafío al nuevo orden mundial? porque en aquellos momentos, a través de conversaciones con amigos, se podía percibir la indignación del pueblo y la decisión de resistir, de no doblegarse, de no aceptar la sumisión... “Conocemos bien el imperialismo británico y el de los EE.UU. y aunque nos invadan no van a poder controlar nuestras mentes”, me dijo colérico un comerciante del zoco. Expresiones parecidas eran muy frecuentes.
O sea que la primera cosa que quisiera señalar al referirme a la resistencia es que la lucha que hoy estamos viendo no es una resistencia que sale de la nada, espontánea. Es una resistencia muy sentida por la gente –todos hemos visto en la TV cómo cuando ocurre cualquier acción, una multitud aparece inmediatamente saltando y celebrando el acontecimiento-, pero es una resistencia que se venía fraguando desde hacía tiempo. Yo pienso que, de una manera más activa y concreta, desde el momento en que, en el año 99, después de muchas prolongaciones del levantamiento total del embargo, se cercioran de que no hay voluntad de ello y que la situación va a seguir. Los EE.UU., bajo el pretexto de la inspección que busca armas de destrucción masiva, lo que quiere es prolongar el embargo y permanecer en el país. Lo que quieren es, en definitiva, el petróleo y el dominio de Iraq, que es una zona estratégica del Oriente Medio.
Por estas fechas, en enero de 1999, es cuando nosotros, un grupo organizado por el Comité de la Causa Arabe, fuimos a Iraq. Éramos los primeros extranjeros visitantes que íbamos después de ocho años de cerco, de aislamiento total. Nos acogían con gran simpatía. Querían comunicarse. Hablaban con nosotros de todas las formas posibles: en inglés, lengua que dominan muchos, a través de traductores árabes, directamente en castellano, que algunos sabían muy bien, con expresivos gestos... La comunicación fue más fácil de lo que y pensaba. Hice pronto amigos que todavía conservo. Grandes amigos.
La impresión más fuerte que guardo de aquel viaje –y son muchas- es la del atroz genocidio que se estaba cometiendo: “El índice de mortalidad de los niños menores de cinco años es de 7.500 niños al mes”, es uno de los muchos datos que tengo en el cuadernito en el que anotaba las cifras de mortandad infantil. “¿Qué había hecho este niño para que le pasara esto?” nos dijo el Dr. Eli Hasan Al Jumaly, junto al cadáver de un ser deforme que acababa de morir por efectos del uranio empobrecido.
Junto al genocidio me impactó también la espantosa y compleja maquinaria de destrucción que el imperialismo pone en movimiento cuando se trata de robar las riquezas y controlar al mundo. La había seguido de muy cerca durante la guerra del Vietnam, pero ahora esta maquinaria era más compleja, más cínica, con grandes avances tecnológicos incorporados; se había puesto a la altura de los tiempos del nuevo orden mundial.
El embargo, según fui descubriendo, había empezado meses antes de la invasión de Kuwait y lo había hecho sobre medicinas que se compraban en Alemania y sobre material escolar. Dos aspectos que atacaban directamente a la infancia. “El embargo tiene también por objetivo la educación y la cultura por un motivo muy sencillo: agredir a los niños significa que el impacto perdurará durante generaciones” nos dijo el Dr. Fahad al Shakra en una conferencia sobre la situación de las escuelas. “Cuando nos dicen que nos devolverán a la época preindustrial" nos había dicho una maestra en una escuela recientemente bombardeada "no creo que se refieran a la destrucción de nuestras fábricas sino a los centros de educación y de cultura”. Estaba claro que el objetivo era aniquilar un pueblo.
En abril el 2002, cuando volví a Iraq con un grupo internacionalista de médicos, artistas y gente relacionada con la información procedentes de diversas partes del mundo, me impresionó mucho el cambio que se apreciaba a primera vista. Los problemas fundamentales creados por el embargo seguían, pero Bagdad era una ciudad llena de vida, se habían abierto numerosos restaurantes, había mercados en donde se encontraba lo más necesario y por las noches la gente llenaba los cafés, los teatros, las exposiciones. El número de galerías de pintura se había triplicado. Gracias a una inteligente política Iraq mantenía relaciones comerciales no sólo con los países árabes del entorno sino con Francia, con China. No había problemas de transporte, varias veces viajé en los autobuses chinos, de color rojo que, a cada rato, atravesaban la ciudad. En esta ocasión viajé al Sur y tuve encuentros con distintas personas del país.
La impresión que conservo es la de que el pueblo había reaccionado y se estaba incorporado a la vida después de la desoladora consternación de los primeros años. Me impresionó también la fuerza con la que se reclamaban iraquís, como si al sentimiento antiimperialista le hubieran dado un contenido colectivo de lucha: “somos un pueblo dispuesto a resistir, no podrán con nosotros”, me dijo alguien de la Escuela de traductores. “Nosotros estamos acostumbrados a luchar, no le tememos a las dificultades. Si nos dejaran, este pueblo es emprendedor y se recuperaba en meses” me comentó un conocido escritor que había hecho magníficas crónicas durante la Guerra del Golfo. Y en una granja de cítricos de Basora, un campesino ya entrado en años afirmaba rotundamente: “Venir, vendrán, porque ya lo hicieron una vez y tienen capacidad y fuerza para invadirnos, pero una vez dentro lo van a pasar mal”.
De múltiples formas eran muchas las personas que se expresaban de manera parecida: y esta era la tónica general de la gente con la que me encontré, lo mismo los pescadores de Fao que los mercaderes del Zoco de Basora, que los intelectuales y artistas de Bagdad. La entrevista que una importante cadena de televisión de un país europeo le hizo a una alta jerarquía chiita de Basora sintetiza muy bien lo que estaba en el ánimo del pueblo en aquellos momentos. La periodista le preguntó sobre los distintos grupos religiosos y las diferencias políticas entre ellos y el actual gobierno, etc. Muy cortesmente, y muy conciso también, le respondió algo así:
“Usted me hace la pregunta desde una visión occidental. Aquí, nosotros somos fundamentalmente un pueblo, el pueblo iraquí. Luego, unos somos chiitas, otros sunitas, otros cristianos, o sin religión. Tenemos nuestras diferencias, nuestros problemas, pero los vamos a resolver entre nosotros. Ahora, lo importante, es que somos iraquís y que el imperialismo, bajo el pretexto de traer la democracia, lo que quiere es nuestro petróleo”.
Creo que entonces ya estaban dadas algunas de las condiciones que parecen necesarias para una resistencia popular.
Una, tener conciencia de pueblo y anteponerla a todo. “Somos un pueblo, somos iraquís” era una frase repetida de múltiples maneras. Cuando le comenté a un amigo la paradoja de que siendo Iraq un conjunto de tantas etnias, de tantas minorías, llamaba la atención cómo se sentían tan iraquís, me dio una larga explicación de cómo a través de los años se había creado un entramado social, un complejo tejido muy fuerte que sería muy difícil de destruir. La diversidad era lo que precisamente les unía en estos momentos. Todos estaban bajo una misma amenaza. La memoria del colonialismo británico era una sombra de la historia cercana, siempre presente.
Otra, tener conciencia de la situación. No sólo son un pueblo, son un pueblo que está amenazado y que sabe el por qué de esta amenaza. Saben que están en una zona estratégica y que quienes les amenazan quieren su petróleo. Saben también –y eso lo viví con ellos con mucho dolor e impotencia- que están solos, que la solidaridad de otros pueblos, incluida la del pueblo de los EE.UU., existe y la aprecian, pero saben que no es suficiente y que los demás estados árabes no se moverán: “Es inevitable la invasión. Está decidida desde hace tiempo y no podemos hacer otra cosa que resistir” me decía una amiga chiita con gran lucidez. Todo podía hacer pensar que era una apreciación fatalista, aunque no hacía sino expresar algo muy real. Como ella se expresaban otros, pero también se vislumbraba que después de llegar “lo inevitable”, algo muy importante quedaría en pie: una resistencia de dignidad, de pese a que todo lo destruirán y a la horrible tragedia, “la mente no nos la van a confundir”, “el cerebro está para pensar”, “la dignidad y la cabeza es lo último que nos van a robar”.
La otra, la firme voluntad de defender su independencia. No sólo son un pueblo, no sólo tienen conciencia de la amenaza, tienen, además, la voluntad de hacer frente al enemigo y derrotarle. Esto no se había hecho visible aún, pero se podía intuir y ahora lo estamos constatando por las noticias que a diario nos llegan. Es verdad que no sabemos cómo están organizados, si son un solo grupo o muchos. Tampoco nos llega mucha información de las acciones. Sabemos que diariamente y por toda la geografía hay atentados, sabotajes, acciones múltiples, pero nada más. Lo que es evidente es que hay una resistencia y que está organizada.
Y aquí sí me gustaría señalar la confusión evidente de muchos políticos, incluidos algunos de la izquierda, que a la hora de formarse una opinión, manejan para sus análisis datos totalmente irreales y no se enteran de lo que está realmente ocurriendo. Que la CIA no tuviera información real y que Bush se quedara sorprendido de esta resistencia, no nos llama la atención porque ya nos tienen acostumbrados a ello (recuérdese el fracaso de Bahía Cochinos en Cuba), pero que analistas y políticos que habían estado en Iraq meses antes de la invasión, pudieran sospechar que no habría resistencia es algo que me deja perpleja.
Estos tres aspectos de la resistencia popular a los que me acabo de referir: conciencia de pueblo, conciencia de situación y voluntad de defender su independencia, no son exclusivos del pueblo iraquí. Son algo muy fundamental que uno encuentra siempre, de un modo o de otro en los pueblos que han luchado por su independencia. Así fue en Argelia, así fue en Vietnam, así es en Afganistán, así sería en Cuba si la locura de Bush le llevara a cumplir las amenazas que está continuamente lanzando sobre la isla.
Y la forma de expresarse el pueblo y los análisis que desde él se hacen coinciden a la hora de manifestarse y con frecuencia se recogen expresiones muy parecidas entre pueblos de culturas muy dispares, porque nacen de sentimientos muy profundos y de reflexiones análogas, cuando se trata de la independencia y la libertad.
Nunca se me olvida la gran lección que aprendí de un alto dirigente del FNLV, (frente nacional de liberación, Vietnam). Fue precisamente en Cuba. Estábamos sentados el uno al lado del otro en un teatro, esperando algún evento, y yo me interesé por la guerra de su país. Eso era a mediados del año 66. El militar, muy amable, con una amplia sonrisa y en un perfecto francés me lo explicó: hizo un largo recorrido por la historia del Vietnam, habló de la invasión de los EE.UU., de cuáles eran sus intereses, de cómo querían dividir y separar el Norte del Sur. Me explicó que sería una guerra larga, me habló de la vietnamización, de cómo el pueblo estaba preparado para resistir. De cómo en una nueva etapa atacarían también lo que querían que fuera Vietnam del Norte. De cómo Hanoi estaba perfectamente preparado para los bombardeos: grades refugios bajo tierra, las escuelas funcionando, la vida continuando, la resistencia fortaleciéndose. Cómo vendrían días de mucho sufrimiento pero cómo, al final, los EE.UU. se tendrían que retirar y el pueblo vietnamita habría vencido al ejército más poderoso del mundo. Esto que yo les cuento ahora en breves rasgos, me lo explicó él con toda serie de detalles. Fue un largo discurso de más de media hora. Cuando terminó, lo había comprendido muy claro todo pero, aún así, pensé, para mis adentros: “Qué visión tan fanática y apasionada”. Y, sin embargo, el tiempo me demostró que me había equivocado.
Fueron pasando los años y todo, absolutamente todo lo que aquel militar vietnamita (¿sería un discípulo de Giap?) me había descrito, se fue cumpliendo. Aquel combatiente conocía a su pueblo, conocía la situación real de su pueblo y estaba haciendo un buen análisis. Como les decía, fue una lección que no he olvidado nunca.
Recientemente, visitando Cuba, en Oriente, un campesino amigo, refiriéndose a una posible agresión de los EE.UU., venía a decir lo mismo en muchas menos palabras: “Mira, compañera, entrar es posible que entren porque tecnología y medios no les faltan, pero todos los soldados de los EE.UU. que aquí vengan van a regresar a su país en una caja de madera”.
Es un sentimiento común de los pueblos que no quieren dejarse atropellar, que han conseguido ser independientes y libres y que están dispuestos a darlo todo por defender sus logros. Este es un aspecto de la resistencia.
Pero yo quería referirme a otro aspecto que no es tan visible y que en estos momentos está cobrando importancia en Iraq. Quería referirme a esa resistencia colateral, que les decía al principio, que está relacionada con los soldados de los EE.UU, que ocupan ahora Iraq.
Para entender lo que ocurre es preciso que nos situemos. La composición social de este ejército, que es de mercenarios, una tropa compuesta por voluntarios que ha firmado un contrato y cobran un salario, pertenecen a un estrato social pobre. En su mayoría son soldados de color, asiáticos, latinoamericanos. Hay un abismo social entre ellos y la clase dirigente. Toda esta tropa que por distintas razones de necesidad han formado el cuerpo principal que ha ocupado Iraq, lo primero que ha descubierto, en estos meses, es que ha sido engañada.
Les habían dicho que iban a liberar a un pueblo oprimido, que le llevaban la libertad y la democracia y que les iban a recibir con entusiasmo y como a héroes. En lugar de ello el pueblo les ha manifestado desde el primer día que está en contra. Les agreden, les tienden trampas, emboscadas, los niños les apedrean, casi cada día matan a uno o dos... “Somos invasores, tienen razón en odiarnos...” le decía un soldado a un periodista inglés hace pocos días. Es todo al revés de lo que les habían dicho y, además, su estancia en Iraq, que debería ser de pocos meses, se prolonga y no se le ve el fin.
Ese descontento no puede ocultarse y se manifiesta en grupos, se filtra en declaraciones a la prensa, en cartas a las familias. Las quejas se hacen públicas y empiezan a proliferar. “Nos han engañado”. “Nos mienten”. Es el sentimiento general.
Paralelo a esto, la situación del país es caótica. En Bagdad el ambiente es infernal. Diariamente mueren civiles en controles, en registros, en tiroteos. No han contabilizado los cadáveres, no hay estadísticas ni les importa hacerlas. Cientos de iraquís son encarcelados, torturados. Se experimenta con ellos. Un comunicado de la Agencia Europa Press fechado en agosto de este año dice: “EE.UU. emite durante 24 horas a los prisioneros iraquís música agresiva: esto entra en sus sistemas de tortura para hacerlos hablar. Utilizan la sintonía de programas infantiles como Barrio Sésamo y música heavy durante periodos prolongados”. En este mismo sentido, Mark Hadsell, sargento del ejército de los EE.UU., declaró a Newsweek que esto era muy efectivo: “Su cerebro y sus funciones corporales bajan, sus pensamientos se lentifican y su voluntad se rompe. Ahí es cuando llegamos nosotros”. Lo que significa este llegamos nosotros se puede imaginar con espanto. Se sabe que están experimentando en la búsqueda de nuevas armas no letales que persiguen controlar la disidencia interna sin matar.
A esta situación hay que añadir un dato importantísimo del que no se habla: La contaminación radiactiva.
Los bombardeos han sido hechos con material radiactivo muy contaminante. No sólo por el uranio empobrecido, se ha empleado uranio 235, plutonio, se han producido reacciones nuevas, de efectos impredecibles.
Para hacerse una idea, durante la llamada Guerra del Golfo se emplearon alrededor de trescientas toneladas de bombas, en su mayoría arrojadas sobre el desierto, que tuvieron y están teniendo graves consecuencias sobre la población de Basora y sus alrededores. Ahora, en esta agresión, se han empleado alrededor de dos mil toneladas de bombas y en gran parte han sido arrojadas sobre ciudades, como Bagdad. Muchas de estas bombas eran de las llamadas GBU, bombas antibúnker, de las que más de la mitad de su peso era material radiactivo. Se han experimentado nuevas cuyos efectos se desconocen.
Pero el tema de la radiactividad es un tabú. Ni se toca. ¿Qué periodistas hablan de él? Y sin embargo algunos de estos datos se pueden encontrar en internet, en revistas científicas especializadas, en informes de organizaciones humanitarias que los denuncian. Aquí traigo material con sus referencias por si alguien quiere tomarlas después.
La contaminación se extiende a todo. El medio ambiente es irrespirable, las aguas, la leche, los productos agrícolas, no hay nada que no esté contaminado. El informe del Christian Sciencie Monitor había medido niveles de radiactividad entre 1000 y 2000 veces superior a la “normal”. Según un informe más reciente de la revista Express (1 de septiembre), la contaminación en los alrededores de Bagdad es de 1000 a 1900 veces superir a la normal. El científico independiente británico Dai Williams estimó que la contaminación en la segunda guerra de Iraq iba a ser muy superior a la que se produjo en la primera. En su informe de enero de 2002 afirmaba: “Las dos toneladas de uranio que sospechamos se incluyen en las cabezas de las bombas GBU-28&37 Bunker Buster (reventadoras de bunkers) pueden liberar 50-100 veces más óxido de uranio empobrecido por objetivo que todas las municiones de 30- mmDU antitanque disparadas por los aviones A 10 en la guerra de los Balcanes. El riesgo para la salud y el medio ambiente es muy superior tanto para los civiles como para las tropas que en las guerras anteriores”. Y en The Observer de abril de este año informaba ya de “la utilización en esta guerra de cantidades de armamento radiactivo 5 veces mayores que los utilizados en la guerra del Golfo”.
Están apareciendo enfermedades desconocidas, extrañas. Cuando los científicos las denuncian, las autoridades, cuando lo admiten, le restan importancia. La respuesta suele ser: “Se trata de contaminación ambiental de consecuencias desconocidas...”. Es evidente que están mintiendo. Saben muy bien que todo esto produce cáncer, leucemias, aberraciones cromosomáticas, alteraciones genéticas.
Toda esta contaminación no sólo afecta al pueblo iraquí sino que recae sobre las fuerzas de ocupación que son víctimas de sus propios bombardeos. Han empezado a enfermar de enfermedades desconocidas. Los media siguen guardando silencio. A veces se alude a ello de pasada.
En El Mundo digital del 6 de agosto de 2003, tras dar la noticia de un ataque a las fuerzas de ocupación, se hacía una referencia al tema: “El mayor peligro al que se afectan las tropas españolas en Iraq es el virus de Babilonia”. Por las mismas fechas, el diario La Razón hablaba de: “Una neumonía desconocida causa dos bajas y 100 afectados en el ejército de los EE.UU. en Bagdad”.
Muy distinto era el comunicado del Islam Online.net&News Agencies: “Una misteriosa enfermedad afecta a las tropas USA en Iraq. Expertos de la Otan atribuyen los misteriosos síntomas que sufren los soldados al uso de materiales radiactivos en las municiones de los propios ejércitos”.
También era muy distinto el comunicado de la Asociación de Veteranos W:WS: “¿Se están mueriendo los soldados en Iraq a consecuencia del uranio empobrecido?”. Podría seguir leyendo esta larga lista de ejemplos y todos nos llevan a la misma conclusión. El Pentágono miente.
El 2 de septiembre del 2003, el comando central del ejército de los EE.UU. reconoce que más de 6.000 miembros de sus tropas han tenido que ser evacuados de Iraq. 1.124 heridos en combate, 301 heridos en incidentes no ligados al combate. ¿Y los otros?
El nueve del mismo mes, el Washington Post, citando fuentes oficiales, informa de que 4.500 soldados han tenido que ser evacuados de Iraq por motivos médicos no ligados al combate. “física o mentalmente enfermos”, sin entrar en detalles. No voy a seguir leyendo, pero sí me gustaría destacar algunos aspectos muy reveladores de la forma de actuar el enemigo.
Según el CIAR (anoten esta página web, que es muy interesante: ciar@amcmh.org), “Recientemente se está planteando que la causa de estas misteriosas enfermedades y muertes es un nuevo virus bautizado como virus de Babilonia. Se sabe que se han trasladado a Iraq científicos de los Centros de Control de Enfermedades de Atlanta (C.D.C.) para detectar los agentes infecciosos responsables de la supuesta neumonía.
Conviene señalar que la división secreta EIS (Servicio de Inteligencia de Epidemias) de los centros de control de enfermedades de Atlanta ACD tiene como función manipular los orígenes de las enfermedades. Actúa como una CIA médica a nivel planetario. Lo han hecho a lo largo de la historia atribuyendo enfermedades a los agentes que ellos deciden o inventando epidemias. En general se trata de agentes infecciosos: desde el fraude de la epidemia de la gripe del cerdo, pasando por el sida, el sars y ahora el virus de Bagdad. Pero también en ocasiones han atribuido las enfermedades a agentes químicos. Lo que ocurre, con relación a estas hipótesis sobre las enfermedades de las que están empezando a morir los soldados es que se enfrentan a algunos problemas:
La explicación oficial, al principio, no era vírica. Las explicaciones eran que las manchas de la piel se debían a “que habían tomado demasiado sol”. Su prepotencia les permite decir cualquier cosa ya que saben que los medios de comunicación y la propaganda la difundirán y les ayudarán a justificarse.
La segunda explicación oficial es la infecciosa. Fomentada probablemente por los CDC cuyos agentes se han desplazado a Iraq. Oficialmente una neumonía mató a los soldados muertos en los hospitales alemanes. Pero este es un diagnóstico impresentable científicamente, como lo demuestra el análisis de los primeros casos documentados.
El virus de Babilonia nunca ha sido detectado ni aislado.
La explicación más evidente está siendo ocultada. Lo más probable es que la causa sea la contaminación radiactiva.
Los padres de uno de los muertos han declarado que en las últimas cartas su hijo les contaba que le habían asignado a las tareas de limpieza de los palacios de Saddam Hussein, zonas fuertemente bombardeadas con las llamadas Bunker- Buster, que contienen cabezas de material radiactivo (este mismo material fue utilizado en Afganistán). Se ha comprobado también que muchos de los afectados por la nueva enfermedad estaban también en unidades destinadas en áreas muy bombardeadas, como los alrededores del aeropuerto.
El descontento entre la tropa está creciendo en proporciones geométricas. Hay protestas. Se habla de conatos de motines. Sobre todo ello han impuesto un gran sile ncio. Pero las noticias se filtran. Llegan a las familias, que al principio protestan aisladas y, poco a poco, se van comunicando las informaciones, se van reuniendo, forman grupos de protesta. Empezaron haciendo una gran protesta de mil familiares enfrete de la Casa Blanca y pocos meses después eran ya miles y el otro día, el 25 de este mes de octubre, más de cien mil familiares se concentraron en el mismo lugar. La crónica del Washington Post, que describe la manifestación, la asocia a los momentos más fuertes de las protestas contra la guerra del Vietnam. Las pancartas que llevan los familiares esgrimen el mismo slogan: “Nos mienten”, “nos han engañado”, “queremos que regresen ya a casa”.
Hay soldados que se niegan a combatir y son encarcelados. Hay grupos que apoyan a los marines que desertan. Las denuncias se multiplican. Joyce Riley, capitán, veterana de la guerra del Golfo, portavoz de la Asociación Americana de Veteranos es una enfermera del síndrome del Golfo. Denuncia que “hay una agenda secreta donde los 300 millones de dólares para investigar la causa de nuestras enfermedades, se han gastado para ocultarlas". El soldado Larry Holmes en una entrevista informa: “Algunos soldados hablan de amotinarse. El Pentágono tiene pánico a esta posibilidad. Los soldados podrían terminar considerando como enemigo, no la resistencia iraquí, sino a sus propios mandos”.
El Pentágono teme que se reproduzca el “síndrome del Vietnam”. Es así como se le denomina al trauma que sufrió el ejército más poderoso del mundo cuando perdió la guerra no sólo por la gran resistencia vietnamita, sino también por la resistencia del pueblo de los EE.UU y en otros países.
Esto no es Vietnam todavía. Pero las condiciones hoy han cambiado. Existe internet. Las noticias circulan a mayor velocidad. Y la memoria histórica de Vietnam es un ejemplo muy movilizador.
No quiero terminar sin hacer alusión a otro de los aspectos de la resistencia: la resistencia de la solidaridad entre los pueblos.
¿De qué forma podemos contribuir a ello? Una de las más importantes es informar. Informar de todas las maneras posibles, desde todas las plataformas posibles, difundir datos, material que refleje la realidad, que penetre el muro de silencio que imponen los media controlados por el imperio.
Y sobre esta información pensar, criticar, contribuir a la toma de conciencia y presionar desde esta toma de conciencia para organizar mejor la información, para intervenir no sólo ahora, denunciando lo que ocurre en Iraq, sino previniendo lo que puede ocurrir en las próximas agresiones. Pensar en Cuba, por ejemplo. Tener muy presente que este país es uno de los objetivos reiteradamente señalado y amenazado por el imperialismo y que sólo estando muy alerta y muy preparados podremos llevar a cabo acciones solidarias verdaderamente eficaces. Y si les parece bien podemos pasar al coloquio.
Pueden encontrarse otros textos de Eva Forest en la hermosa página que comparte con su compañero Alfonso Sastre:
http://www.sastre-forest.com/
domingo, 23 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario