martes, 27 de abril de 2010

Cabellos velados, miradas veladas


El de la chica del 'hiyab' de Pozuelo es otro caso de tremendismo al abordar los asuntos islámicos. Entretanto, España tiene pendiente una tarea crucial: la completa separación del Estado y la Iglesia católica

Javier Valenzuela
26/04/2010

El pasado 7 de abril, los ministros de Interior y Justicia presentaron una encuesta de Metroscopia sobre el estado de ánimo de los inmigrantes musulmanes en España. El resultado no podía ser más positivo. El 89% de los encuestados declaraba que es posible ser a la vez buen musulmán y buen español; el 87% que el islam es compatible con la democracia y los derechos humanos, y el 83% que el Estado debe ser neutral en el terreno religioso. Una gran mayoría se felicitaba porque en España haya más libertad y tolerancia y menos discriminación de la mujer que en sus países de origen. La conclusión era que los inmigrantes musulmanes se están integrando a buen ritmo en los derechos y deberes de nuestra democracia.

¿Recuerdan haber leído esa información? Probablemente no, apenas ocupó espacio en los periódicos.

En febrero, con un acto en la Casa de la Panadería y una feria en Lavapiés, se celebraron en Madrid unas jornadas de divulgación de las actividades de las comunidades musulmanas españolas. Políticos del PSOE y del PP, representantes de la sociedad civil y portavoces musulmanes coincidieron en hablar de un islam instalado en España para quedarse, un islam respetuoso del marco laico y democrático.

¿Les suena? Lo más seguro es que no. En estas páginas de Opinión, el teólogo católico Juan José Tamayo glosó esas jornadas el 12 de marzo, pero poco más.

Y sin embargo, los medios llevan días destacando la noticia de la expulsión de un instituto público de Pozuelo de una alumna musulmana que pretendía acudir a clase con el cabello cubierto por un pañuelo. Las tertulias le han dado ya cien vueltas al caso y la mayoría de los comentarios se han inclinado por condenar la actitud de la chica y satanizar el hiyab.

Como en el resto de Occidente, el rechazo a esa prenda amalgama en España una amplia coalición de ideas y sentimientos. Las feministas la consideran un funesto signo de discriminación de la mujer; los laicistas, una intolerable manifestación de religiosidad; los ultraderechistas, otra muestra de que España está siendo reconquistada por los sarracenos; los xenófobos, la prueba de que los inmigrantes se niegan a adoptar las costumbres carpetovetónicas. Aquí como en otras partes, el resultado de tal amalgama es la islamofobia, convertida en el sucesor de lo que durante siglos fue el antisemitismo: el catalizador del rechazo al que es diferente y la expresión de toda suerte de miedos y angustias.

Conviene también desvelar las miradas. Así que vayamos por partes:

1. Un argumento muy escuchado estos días reza así: si los progresistas proponen eliminar los crucifijos de las aulas de las escuelas e institutos públicos, ¿cómo podrían tolerar que en ellas hubiera alumnas con hiyab? La comparación es grosera: el aula en sí es un espacio público, pagado con el dinero de todos los contribuyentes, gestionado por representantes del Estado y en el que trabajan profesores y alumnos de creencias muy diferentes. Y se supone que nuestro Estado no es confesional. No debería, pues, haber símbolos de religión alguna en ninguno de sus ámbitos.

En cuanto a llevar un hiyab, un crucifijo o una kipá judía, esto pertenece a la esfera individual. Es la expresión estrictamente personal de una pertenencia religiosa (un pariente de cosas como llevar la camiseta de tal o cual equipo de fútbol o la ropa de tal o cual moda o tribu urbana).

En Estados Unidos el aula es completamente aséptica, pero los alumnos son libres de llevar los símbolos de identidad -religiosos o de otro tipo- que deseen. En Francia, por el contrario, los alumnos no están autorizados a llevar muestras de identidad, deben ser tan asépticos como las aulas. Uno y otro país representan tanto modelos diferentes de laicismo, de separación de religión y Estado, como de integración de la diversidad cultural.

Así que, para empezar, dejemos sólidamente asentado el principio de neutralidad del ámbito público en un Estado democrático y discutamos a continuación los límites, si los hay, de la libertad individual de expresión de una identidad religiosa.

2. El velo es una manifestación de discriminación y opresión de la mujer, se dice mayoritariamente. No voy a discutir que los monoteísmos -judaísmo, cristianismo e islam- tienen un fuerte componente original misógino. El dios de Abraham es duro con las mujeres. Interpretado de modo tradicional y/o fundamentalista, les impone un papel secundario: el de esposa fiel, madre y ama de casa abnegada y creyente modesta y piadosa. Aún hoy, el catolicismo de las epístolas de San Pablo, oportunamente recordadas por el filme Ágora, impide a las mujeres ser sacerdotes.

Pero, bueno, si el hiyab (al que se confunde con esas auténticas cárceles que son el burka y el niqab) es una intolerable muestra de segregación de la mujer, ¿por qué no aplicamos ese mismo razonamiento a las monjas católicas? Ellas también cubren sus cabellos con tocas. Incluso en lugares públicos pagados por todos los contribuyentes como las aulas o los hospitales.

3. También se escucha este argumento zafio: puesto que a las españolas se les obliga a cubrirse el cabello en los países musulmanes, nosotros debemos hacer lo contrario en nuestra patria. Amén de que responder a una barbaridad con otra no parece propio de gentes civilizadas, los que esto dicen ni tan siquiera se han bajado al moro más cercano: Marruecos. Allí nadie obliga a las españolas a cubrirse.

Y es que ni siquiera está claro que el islam establezca la obligatoriedad del hiyab. A favor de la misma pueden citarse varias aleyas del Corán, pero muchos pensadores musulmanes creen que lo que de ellas se desprende es más bien una recomendación. Como del Antiguo y el Nuevo Testamento, de El Corán puede efectuarse una lectura literal o una lectura racional.

Hay países musulmanes que imponen a las mujeres distintas variedades del velo, tal es el caso de Arabia Saudí e Irán. Pero hay otros en que esto no ocurre: Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Jordania, Siria... En Marruecos el hiyab no es obligatorio desde que Mohamed V, el abuelo del actual monarca, así lo decidió en su condición de Amir al Muminin o Príncipe de los Creyentes. No lo llevan ni la esposa del rey ni las princesas. Lo mismo en Jordania. ¿No han visto ustedes a Rania con el cabello descubierto en la portada de ¡Hola!?

4. Se argumenta que la prohibición del hiyab en el instituto de Pozuelo es fruto de un reglamento interno. Dicho así, suena indiscutible. Pero supongo que no estamos aceptando a priori que pueda haber reglamentos contrarios a la Constitución y las leyes españolas sobre educación y libertad religiosa y a la Declaración Universal de Derechos Humanos. No sé si es el caso de Pozuelo, lo apunto sólo para señalar el terreno de la discusión. Lo que lleva a pensar que sí que hay un principio superior a cualquier reglamento interno: el derecho -y la obligación- de todo niño y adolescente español, o residente en España, a recibir educación, a ser escolarizado. Máxime si se trata de un centro público, esto es, pagado con el dinero de los contribuyentes. Es lo que sobre este caso ha dicho el siempre razonable ministro Gabilondo.

5. El libre arbitrio, la autonomía personal, es la base de la civilización democrática occidental. Su único límite es ese momento en que empieza a dañar a los demás. Y resulta difícil ver en qué puede dañar a otros alumnos el que una chica lleve tal o cual prenda, sea el hiyab o un look a lo Lady Gaga. Ah, dicen muchos, es que la chica de Pozuelo, de 16 años, se ve forzada a llevar el hiyab por su padre. Pues, bien, preguntémoslo. Sólo los que no tienen hijos de esas edades pueden pensar que en un país como la España actual los padres pueden imponerles algo. Pero, en fin, nunca se sabe. En todo caso, cabe recordar que la carga de la prueba recae siempre en el acusador.

Podemos, pues, optar por el modelo estadounidense o por el francés. Pero en uno y otro caso, no debería haber crucifijos en las escuelas y, permitidos o prohibidos, el crucifijo y la kipá deberían acompañar el hiyab. Y si el problema de esta última prensa es su condición de humillante para la mujer, entonces seamos coherentes y empecemos prohibiendo que las monjas católicas se cubran la cabeza en ámbitos públicos.

En cuanto a los musulmanes, se trata de que terminen siendo ciudadanos españoles. Eso sí, de la España democrática, la que dice no tener una religión oficial, la que dice garantizar las libertades y derechos de todos. No de la España nacionalcatólica.

Una última reflexión: ¿por qué importamos de Francia polémicas como ésta, como si en España no tuviéramos ya suficientes problemas? ¿Por qué, puestos a importar debates foráneos, no lo hacemos, por ejemplo, sobre la ecotasa?
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Asociaciones musulmanas llaman a la unión contra la prohibición del 'hiyab'
I. CEMBRERO / P. ÁLVAREZ

Las asociaciones de musulmanes residentes en España han decidido hacer causa común contra la prohibición del uso del hiyab (velo islámico) en las escuelas. Miembros de diferentes colectivos han distribuido un argumentario entre las asociaciones para lograr "una actuación conjunta de todos los musulmanes de España". Pedirán a todos los imanes de las mezquitas españolas que el viernes 30 de abril dediquen el sermón a hablar de hiyab como precepto religioso. Quieren evitar que el asunto parezca "una guerra entre moros y cristianos" e implicar a intelectuales laicos en la causa.
La movilización surge tras el rechazo de un instituto madrileño a dejar entrar a clase a una alumna con hiyab. El caso de Najwa Malha, alumna del instituto Camilo José Cela (Pozuelo de Alarcón), sienta "un precedente peligroso y trágico", según el argumentario al que ha tenido acceso EL PAÍS, en el que los colectivos manifiestan el temor a que otros colegios, institutos y universidades sigan "el mismo ejemplo". Hasta la fecha, la hoja de ruta cuenta con el respaldo de 37 asociaciones islámicas de distintos puntos de España, entre las que hay siete de mujeres musulmanas. Todas se comprometen a "dejar de lado" sus diferencias internas" para hacer frente común.

Para evitar que cunda el ejemplo, las asociaciones están dispuestas a plantar batalla hasta el Tribunal Constitucional. Proponen abrir "una caja de solidaridad" con fondos para que la familia agote la vía judicial "sin que el dinero sea un obstáculo". "El hiyab no es un símbolo ni religioso ni machista, forma parte de la práctica religiosa de la mujer musulmana", manifiestan. Y así lo dirán también en las mezquitas. "Existe un gran desconocimiento del velo islámico que a veces afecta a los propios musulmanes", señala Amparo Sánchez Rosell, miembro del Centro Cultural Islámico de Valencia y una de las promotoras de la hoja de ruta. "El hiyab no es un símbolo, es un precepto, una obligación religiosa", según Sánchez Rosell que, como musulmana, promete ser la primera en combatir que el hiyab se imponga a la fuerza. "Si una musulmana se pone el velo contra su voluntad, el precepto no serviría de nada", añade.

Los colectivos musulmanes temen además que el asunto se politice. Aluden al enfrentamiento de posturas entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (PP), partidaria de que el velo no entre en clase, y el ministro de Educación, Ángel Gabilondo (PSOE) que pide que prevalezca el derecho a la educación. Consideran que si el asunto del velo se convierte en un arma electoral "puede suponer un adiós a la libertad religiosa". "No podemos permitir que esto aparezca como una guerra entre moros y cristianos y que unos partidos defiendan a los españoles cristianos y otros partidos defiendan a los moros 'invasores", según el texto.

El caso de Najwa es "una prueba" enviada por Dios "para comprobar quiénes estamos realmente por Alá en defensa del Islam y de los musulmanes y quiénes en defensa de intereses personales y partidistas".

Las asociaciones musulmanas buscan el respaldo de colectivos laicos -movimientos sociales, ONGs, universidades, intelectuales, ...- y al mismo tiempo proponen "alejar la cuestión de los medios de comunicación" con argumentos que se centren en la Constitución, a la libertad religiosa y al derecho a la educación y a la propia imagen.

Najwa Malha, española de 16 años, fue apartada de clase en el instituto Camilo José Cela por ponerse el velo y contravenir las normas del centro que impiden cubrirse la cabeza en clase. La semana pasada se quedó en casa, mientras el Consejo Escolar de su centro aprobó por 15 votos a dos mantener el reglamento como hasta ahora, con el respaldo de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Pero la alumna vuelve hoy al instituto, según Said Bourhim, amigo y portavoz de la familia.

El padre de la alumna, Mohamed Malha, que preside el Centro Cultural Islámico de Pozuelo y la asociación musulmana que regenta la mezquita local de Al Gohfran, rechaza la solución adoptada por el centro y la propuesta de traslado a un instituto cercano, tal como ha comunicado al director del Camilo José Cela. Najwa no tendrá hoy problemas para estar con el resto de sus compañeros. Su clase sale de excursión. El reglamento no prohíbe cubrirse la cabeza en las actividades extraescolares.

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Otro instituto cambia sus reglas para dejar fuera a Najwa y su velo

Nawja vuelve al instituto

La menor Nawja a su llegada esta mañana al IES Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón- CARLOS ROSILLO

Najwa Malha, de 16 años, regresó ayer a su instituto, con capucha y velo, pero no para asistir a clase sino para participar a una excursión. Fue, probablemente, su última actividad en el instituto Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Su madre, Fátima, le dio ayer de baja. La Consejería de Educación había anunciado ya en días previos un posible traslado a otro centro, el instituto San Juan de la Cruz, pero ayer cambió de forma urgente su normativa para impedir que se pueda dar clase con la cabeza cubierta, es decir, dejaron a la chica y a La Consejería de Educación anuncia que si persiste en su actitud puede ser expulsada definitivamente
AGENCIA ATLAS

Con una celeridad inhabitual la Consejería de Educación notificó, ayer mismo, el traslado de la alumna de cuarto de la ESO al Instituto Gerardo Diego, cuyo reglamento interno permite el uso del hiyab. Fue la propia consejería la que confirmó la reunión del consejo escolar en el centro San Juan de la Cruz. El cambio, que sorprendió a la administración, tuvo una respuesta tímida. Educación prepara una resolución para impedir a partir del próximo septiembre que los centros cambien sus reglamentos con el curso ya empezado.

La decisión del San Juan de la Cruz no sólo sorprendió a la consejería. "No sé qué argumento pueden esgrimir para hacer esta modificación ahora", señalaba anoche Mario López, portavoz de la Asociación de Directores de Instituto de Madrid (Adimad). "Esta decisión va a resultar muy difícil de explicar", admitía.

Los padres de la adolescente han aceptado el traslado para "no convertir a Najwa en una mártir", según Said Bourhim, amigo de la familia. Pero emprenderán acciones judiciales. La familia se reunió el viernes con Iván Jiménez-Aybar, de 38 años, abogado zaragozano de extranjería. Tiene experiencia en la materia. Aspectos institucionales del estatuto jurídico del islam en España fue el título de su tesis doctoral.

Hace ya tres años una treintena de comunidades islámicas de Valencia se dirigieron a él tras constatar que la renovación del DNI era denegada a mujeres que entregaban fotografías con hiyab o, en el mejor de los casos, se les pedía, para aceptarlas, una certificación de la mezquita de que eran musulmanas.

Antes incluso de que el asunto llegase a los tribunales, el Defensor del Pueblo emitió un informe tras recibir una queja de Jiménez-Aybar. El pronunciamiento de Enrique Múgica incitó, a su vez, a la Dirección General de la Policía a rectificar.

En una circular enviada a las comisarías ordenó que se dieran por válidas las fotos con hiyab siempre y cuando se viera el óvalo de la cara, desde el mentón hasta el nacimiento del cabello. "Aquella batalla se ganó sin ruido", recuerda el letrado. "Por culpa de la mediatización Najwa, en cambio, ha dejado ya de ser un caso para convertirse en una causa", añade. "Eso encrespa los ánimos y dificulta alcanzar acuerdos", sostiene.

El primero paso es un recurso de alzada contra la decisión de la Consejería de Educación que refrenda la actuación del colegio. Paralelamente será necesario recurrir al Defensor del Pueblo. Si la consejería ratifica de nuevo la decisión del centro, irá entonces al contencioso-administrativo. "Estamos dispuestos a llegar al Constitucional", recalca. Para entonces, Najwa ya podría estar realizando su sueño de estudiar la carrera de matemáticas en la universidad para convertirse en profesora.

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