sábado, 27 de febrero de 2010
Entrevista | “Israel sabe que no tiene que rendir cuentas ante nadie”
05-02-2010
Ameer Makhoul es miembro fundador y actual director de Ittijah, plataforma que aglutina a 64 organizaciones de palestinos que residen en Israel (los denominados “Palestinos del 48”). Ittijah trabaja por el reconocimiento de esta comunidad como parte integral e inseparable de la causa palestina. Asimismo, realiza una constante labor de denuncia de la discriminación a la que el Estado de Israel somete a los Palestinos del 48. Entrevista cedida por Alejandro Fierro, periodista.
La situación específica de la comunidad palestina de Israel parece estar eclipsada por la problemática de los Territorios Ocupados –Gaza y Cisjordania.
La percepción general es que la causa palestina se limita a Cisjordania y Gaza, excluyendo al resto, a los refugiados o a los Palestinos del 48, que somos 1.400.000 personas. De hecho, hasta Israel intenta deslegitimar nuestro papel como parte esencial de la causa palestina a través, por ejemplo, de leyes como la prohibición del derecho a conmemorar la Nakba (‘la Catástrofe’, como llaman los palestinos a la guerra de 1948) o el intento de imponernos un juramento de lealtad. Esta deslegitimación no es la acción de un gobierno en concreto, sino que es fruto de un consenso social.
¿Cuál es la situación actual de ese cerca de millón y medio de personas?
Es una situación de riesgo y de peligro, por mucho que Israel quiera dar una imagen de democracia. Tras la ‘desconexión’ de Gaza, en 2005, Ariel Sharon empezó a hablar del desarrollo de Galilea y del Negev, que es donde vive la mayor parte de palestinos de Israel. ‘Desarrollo’, en el léxico hebreo, quiere decir cambiar la realidad demográfica. Y para nosotros, ‘desarrollo’ significa confiscación de tierras y construcción de asentamientos judíos cerca o dentro de las comunidades palestinas. Además, hay casi 300.000 personas refugiadas , gente que fue expulsada en 1948 de más de 500 ciudades y pueblos. Son refugiados en su propia tierra.
Otro problema es la situación de 100.000 personas que viven en aldeas no reconocidas por los hebreos, aunque estos enclaves existían antes de la creación de Israel. La mayoría de esas personas son beduinas. A la vez, hay un plan para dar a 59 familias judías tierras en el Negev, cuya extensión supera a las que ocupan los beduinos. Se cumple así el sueño de Ben Gurión de poblar el Negev con judíos a costa de los palestinos. Finalmente, no podemos olvidar las 42.000 viviendas palestinas sobre las que pesa una orden de demolición.
¿Qué se puede hacer para integrar a los Palestinos del 48 dentro del conflicto palestino?
En primer lugar, combatir la narrativa histórica hegemónica en Israel que considera que la causa palestina se limita a Gaza y a Cisjordania y que es una consecuencia de la guerra de 1967. La realidad es que el conflicto comienza en 1948, con la partición decretada por las Naciones Unidas y la guerra posterior. 1967 no es más que otra etapa del conflicto. En la agenda debe constar que el conflicto comienza en 1948 y, por ello, la situación de los palestinos que viven en Israel, de los refugiados, del derecho al retorno o de Jerusalén son parte esencial para la resolución del problema, Algo a lo que, evidentemente, se niega una y otra vez Israel. Pero el problema es más amplio que la ocupación militar.
¿Quedan en Israel organizaciones y movimientos con los que podais trabajar?
Muy pocos y cada vez de forma más marginal. Y no tenemos esperanza en que puedan hacer cambiar de opinión a los israelíes. Ahora mismo hay en Israel un acuerdo total para ignorar los derechos del pueblo palestino, rechazar el retorno de los refugiados o mantener Jerusalén Este, la Jerusalén ocupada, como su capital. Lo que realmente puede hacer cambiar la actitud de los israelíes es la resistencia palestina y, sobre todo, la presión internacional. Estados Unidos y la Unión Europea tienen que asumir de una vez sus responsabilidades. Israel cada vez se siente más fuerte y sabe que no tiene que rendir cuentas ante nadie. Estados Unidos sobreprotege a los israelíes y la UE es incapaz de cumplir sus compromisos. Por eso, ambos son también culpables de este crimen.
¿Barack Obama puede cambiar algo?
La relación entre Estados Unidos e Israel es más fuerte que su presidente. No es una cuestión de lo que piense Obama, sino de lo que piensa la sociedad de Estados Unidos. Y los estadounidenses no han cambiado su percepción con respecto a Oriente Medio. También hay una responsabilidad de los actores árabes ante Estados Unidos, de la debilidad de la Liga Árabe y de la Autoridad Palestina.
¿Y se puede esperar algo de la Unión Europea?
La derechización de Europa, con la debacle de los partidos socialdemócratas, hace muy feliz a Israel. La socialdemocracia mostraba cierto apoyo al pueblo palestino. Además, la postura de la Unión Europea ante Estados Unidos cada vez es más débil. Antes de la UE, Alemania o Francia tenían una política específica. La unificación, paradójicamente, ha supuesto una debilitación política de Europa. Finalmente, la UE mira a Oriente Medio bajo el prisma de la economía y los negocios e Israel supone para sus empresas un buen lugar donde invertir.
¿Cuál es la relación entre los Palestinos del 48 y los palestinos de los Territorios Ocupados?
Somos un solo pueblo, una sola nación. A pesar de la separación impuesta por Israel y de las diferentes agendas de cada comunidad, hay un sentimiento muy fuerte de unidad y pertenencia. Un sentimiento que las autoridades israelíes tratan de romper. Por ejemplo, más de 1.000 activistas israelíes contra el sitio de Gaza fueron investigados el pasado año por el Shabak (servicio de inteligencia de Israel), debido a los programas que llevaban a cabo para poner en contacto a palestinos de Gaza, Cisjordania, Israel y de la diáspora. Como pueblo, tenemos derecho a relacionarnos entre nosotros, por más que los judíos quieran prohibir cualquier contacto.
¿Hay alguna solución para el enfrentamiento entre Fatah y Hamás?
Es un conflicto muy doloroso, pero en primer lugar hay que dejar bien claro que los principales actores palestinos no son ni Hamás ni Fatah, como nos quieren hacer creer los israelíes con ese debate de Hamás contra Abu Mazen y Abu Mazen contra Hamás… Por ejemplo, los palestinos del 48 son partidarios de la resistencia a la ocupación y están completamente desengañados de los procesos de paz. En eso coinciden con Hamás. ¿Significa eso que apoyan a Hamás? No necesariamente. Y en el enfrentamiento entre Hamás y Fatah, la comunidad internacional no puede eludir su responsabilidad. Porque el crimen principal en todo este asunto fue no respetar los resultados de las elecciones de 2006.
¿Qué solución prefieren los palestinos que viven en Israel, dos estados o un solo estado?
No hay un consenso, aunque diría que la mayoría opta por la solución de dos estados. Pero yo me decanto por un solo estado con dos grupos nacionales. La solución de dos estados es inviable porque Israel es colonial por naturaleza y continuaría con sus prácticas coloniales, como ha venido haciendo hasta ahora. La opción de un estado cada vez tiene más adeptos. Cada vez es más la gente que reconoce que es imposible resolver todos los aspectos del problema en el marco de dos estados: los refugiados no son un tema de dos estados, los palestinos del 48 no son un tema de dos estados… En cualquier caso, quizás lo primero sea luchar por los derechos del pueblo palestino y después buscar un marco estatal en el que encuadrarnos.
Un asunto importante es la estrategia de ‘judaización’ de ciudades como Nazaret, Acre o Jerusalén, con la expulsión de la población árabe y el establecimiento de comunidades judías
Los planes de judaización forman parte del entramado colonialista de Israel y complementan a su sistema legal, de seguridad, etcétera. Desde 1948 se han creado cientos de pueblos, ciudades, kibbutzim, comunidades y asentamientos judíos, pero no se ha creado ninguna nueva población palestina. La estrategia es clara: instalar en las comunidades árabes a los colonos que estaban en Gaza o los colonos de esas escuelas militares y religiosas que son las yeshivas. Nazaret y Acre son dos ejemplos del establecimiento de judíos en las comunidades palestinas o en su periferia para detener lo que la terminología hebrea define como “la invasión palestina de los vecindarios judíos”.
¿Qué papel juega la religión en el conflicto?
No es un problema de religiones. Los judíos ultraortodoxos no son los más radicales contra los palestinos. Su esencia no es el sionismo, sino la Torah. El problema es con los sionistas, sean seculares o religiosos, no con la religión judía. En cuanto al islamismo, no es más que un aspecto de la sociedad árabe. En la comunidad palestina de Israel se pueden encontrar islamistas, comunistas, nacionalistas, demócratas... Esta pluralidad es una característica de todos los palestinos. Y nuestra plataforma, Ittijah, tiene responsabilidades con toda la comunidad, no sólo con una parte de ella.
Desde Ittijah se denuncia constantemente el carácter racista de un Israel que se define como “la única democracia de la región”
Líbano es mucho más democrático que Israel. Incluso la Autoridad Palestina es más democrática que Israel, aunque las elecciones se realizaran bajo ocupación militar. Israel no puede alardear de democracia. Es un producto netamente colonial. Avigdor Lieberman [el ministro de Asuntos Exteriores, líder del partido ultranacionalista y xenófobo Yisrael Beytenu] no es un producto del racismo, sino un producto de Israel, un fruto de lo que se vive en la calle. Todos los gobiernos han sido culpables de las guerras, de las leyes racistas que han aprobado, no sólo Lieberman. Si Simón Peres, responsable de gravísimos crímenes contra la humanidad, tiene el Nobel de la Paz, entonces también habría que dárselo a Le Pen. Es un tipo de colonialismo muy centroeuropeo. Israel se fundó como un Estado racista y colonial y su sistema, racista y discriminatorio, es más fuerte que Netanyahu o Lieberman.
Ittijah apoya la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra el estado de Israel
Es una campaña muy importante, porque focaliza la idea de que Israel debe pagar un precio por su actitud y de que la comunidad internacional tiene que asumir sus responsabilidades. Y esto es fundamental. Israel debe pagar por lo que hace. Hasta ahora, Israel derriba inmuebles e infraestructuras en Gaza que se construyeron con el dinero de la Unión Europea y después viene de nuevo Europa a dar más dinero para reconstruir lo que Israel ha derribado.
Marcha por la Libertad de Gaza: una experiencia de solidaridad internacional
En enero del año pasado, recibimos el año nuevo con la amarga noticia de la ofensiva del Estado de Israel sobre la Franja de Gaza. Se organizaron manifestaciones de solidaridad con Palestina por todo el mundo. La brutalidad de la invasión fue tal que hasta el propio Zapatero, en un acto de hipocresía, pidió el alto el fuego y llamó al orden a su aliado israelí.
Un año después, la ocupación en Palestina ha dejado de ocupar las primeras planas y los grandes titulares. Sin embargo, para las redes de apoyo a Palestina, la masacre de hace un año no ha caído en el olvido. Entre el 27 de diciembre y el 3 de enero, 1.400 activistas de todo el mundo nos dimos cita en El Cairo con la intención de cruzar la frontera, entrar en Gaza y acompañar a los palestinos y palestinas en una marcha hasta la frontera con Israel.
El objetivo era exigir el fin del bloqueo y denunciar la vulneración permanente de los derechos humanos que el Estado de Israel ejerce sobre el pueblo palestino. Pero nuestras intenciones se vieron truncadas por el Gobierno egipcio, que ilegalizó la marcha e hizo todo lo posible por impedirnos cruzar la frontera, poniendo en evidencia el papel central que desempeña en la bloqueo de Gaza. Al mantener la frontera blindada, el Gobierno de Hosni Mubarak es una pieza clave que garantiza el éxito del bloqueo, respondiendo a los intereses de Israel y Estados Unidos en la región.
La frustración general se canalizó en movilizaciones. Durante los días en los que supuestamente debíamos estar en Gaza, se organizaron concentraciones en la sede de la ONU y las embajadas de EEUU, distintos países de la UE e Israel. Los y las francesas acamparon delante de su embajada y varias personas se pusieron en huelga de hambre, entre ellas Hedy Epstein, una mujer polaca de 85 años superviviente del Holocausto. Finalmente, el Gobierno egipcio, en un intento por mantener su imagen de “mediador” en el conflicto, permitió el paso de dos autobuses con 63 personas encargadas de llevar ayuda humanitaria, desviando el objetivo inicial de la marcha, que se fundamentaba en la presión política.
Es como si el cómplice de un secuestro que tiene la llave que permitiría la liberación del secuestrado se limitase a pasarle un trozo de pan por debajo de la puerta. La mayoría de personas de personas que participamos en la Marcha no aceptamos esta limosna y nos mantuvimos unidos bajo el lema “O todos o nadie”.
En este escenario, se hizo evidente que la solidaridad del pueblo egipcio es una de las piezas claves en la lucha por la liberación del pueblo palestino y ello pasa necesariamente por una lucha por la democracia en su propio país que se una a reinvindicaciones económicas, sociales y antiimperialistas. Así se demostró en enero de 2008, cuando cientos de miles de palestinos lograron echar abajo las vallas que cerraban la frontera con Egipto. Como respuesta, se organizaron protestas masivas de solidaridad en El Cairo y ello forzó a Mubarak a suspender el bloqueo de la frontera por unos días e incluso a negociar con Hamas.
La solidaridad internacional es otra de las bazas fundamentales con las que cuenta el pueblo palestino. Es tarea nuestra romper el silencio, hacer presión política y denunciar la complicidad del Gobierno de Zapatero, así como de la UE, con el Estado de Israel. Las manifestaciones multitudinarias de hace un año y el hecho de que en El Cairo nos encontrásemos activistas de EEUU, Canadá, Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña, Grecia, Turquía, Japón, Sudáfrica, etc., demostró que el pueblo palestino no está solo y de que por todo el mundo se alzan voces contra la ocupación israelí y a favor de su liberación.
Ana Villaverde, participante en la Marcha por la Libertad de Gaza.
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