sábado, 12 de diciembre de 2009

Redes inmigrantes de base en EE UU


LOS GRUPOS DE AUTODEFENSA Y LOS ESPACIOS COMUNITARIOS RESISTEN A LAS DEPORTACIONES

Conformado por alianzas entre activistas afroestadounidenses, sindicatos independientes, religiosos, activistas de diversas ‘izquierdas’ y trabajadores sin documentos, principalmente de origen centroamericano, el “movimiento migrante”de EE UU ha logrado emerger y cohesionar históricamente una multiplicidad de sectores, no observado desde el movimiento antiguerra en 1973.
Este texto aporta una visión de las redes de base entre las movilizaciones de 2006 y la llegada de Obama

Mario Canek Huerta
Washington DC
Jueves 10 de diciembre de 2009

REDES. Fiesta comunitaria de una organización de inquilinos, de composición mayoritariamente latinoamericana, en el West Side de Manhattan en noviembre de 2009.Con las demandas de “reforma migratoria” y “¡Alto a las Deportaciones!”, el 12 de octubre cerca de 3.500 personas marchaban del parque Malcolm X a la Casa Blanca en Washington DC. Pero, ¿qué significado tenía marchar y manifestarse el 12 de octubre desde el legendario parque para exigir al presidente una “reforma migratoria justa”?

Se identifica la intersección y dialogo de dos posturas sociales y culturales que tienen distintos modos y objetivos: los y las trabajadoras de origen latinoamericano han logrado resituar localmente símbolos como el Día de la Raza y resistencia popular, identificar a Malcolm X como referencia de encuentro, y en el modo y código del activismo progresista en los EE UU, demandar formal e institucionalmente el ejercicio de derechos civiles consagrados en su Constitución.

En esa intersección el consenso es “el reconocimiento legal de los derechos de los trabajadores indocumentados en los EE UU”. Para entender esa multiplicidad de voces hay que preguntarse: ¿De dónde vienen y quiénes son quienes construyen esas movilizaciones?

Después de las potentes protestas en 2006 –y del fenómeno mediático que puso en las televisiones y diarios el rostro de mujeres y hombres de origen ‘latino’–, grupos de políticos y activistas liberales en todo el país intentan capitalizar dicho fenómeno, esto es, sostener más allá de la derrota de la Ley Sensenbrenner la continuidad de un “movimiento migrante” cohesionado. [El proyecto de Ley instituía un Estado policial para los inmigrantes y preveía la construcción de un muro de 1.100 kilómetros en la frontera de EE UU con México]. En esta realidad se identifican redes, coaliciones, ONG y “líderes” que se sitúan dentro de la política institucional e intentan ser los interlocutores para una reforma constitucional.

Por debajo de ese fenómeno mediático, emerge desde finales de los años ‘80 otra red también diversa y con otra raíz. En el Distrito de Columbia en una dinámica cotidiana de supervivencia, persecución y deportaciones por el ICE [algo así como Control de Inmigración y Fronteras], se sitúan familias y trabajadoras, colectivos, organizaciones civiles y políticas, además de religiosas, que se plantean la organización autogestionaria de jóvenes y mujeres indocumentados, de forma autónoma y a ras del suelo.

En general, los modos y perspectivas de estos espacios son el apoyo directo en situaciones de emergencia a familias o individuos separados o con amenaza de deportación; el diálogo, convivencia, organización y encuentro directo en foros públicos con la comunidad inmigrante indocumentada; la organización comunitaria y local enfocada hacia la declaración de Washington DC como ‘Santuario’ para indocumentados. Su singularidad radica en el apoyo afectivo y emocional cotidiano, la amistad y solidaridad. Este elemento nos podría parecer vacío, pero en el contexto político local, de signo progresista y de ‘izquierda’, el indocumentado ha sido significado condescendientemente como un espejo del “indígena rebelde” latinoamericano, como un “buen trabajador” y en el mejor de los casos como un objeto potencialmente político-electoral.

El 1 de mayo latinoamericano

En las ciudades de mayor población, específicamente en DC, el primero de mayo [laborable en EE UU] ha sido reivindicado por los trabajadores principalmente latinoamericanos: desde los trabajadores del programa Bracero en el centro y sur de California hacia los años ‘40 y ‘50; hasta las expresiones explícitamente de izquierda en diversas urbes durante los ‘80 y los ‘90; esto es, ex militantes y también ex combatientes de grupos latinoamericanos, quienes durante esos años se han manifestado los días primero de mayo de forma no masiva, simbólica e invisibilizada.

En voz de un joven de la Federación Anarquista de Virginia, el “carácter beligerante, agitador y festivo del primero de mayo en las calles de Washington DC lo significan las mujeres y familias de origen latino”. Y es que el “primero de mayo latinoamericano” en los EE UU representa la superficie de un amplio conjunto de dinámicas.

Una plaza pública como Mount Pleasant en Washington DC, donde durante los años ‘60 se registraron “disturbios”, manifestaciones y la más brutal represión en contra del movimiento negro por los derechos civiles, se ha convertido en los ‘80 y ‘90 en el centro simbólico del ‘Santuario’ y en la primera década de este siglo en el lugar donde trabajadoras indocumentadas, ex combatientes del FMLN, ex militantes del Tupac Amaru, ‘zapa-gringos’ como el Comité de Solidaridad Indígena de Washington, trabajadores mexicanos, jóvenes socialistas norteamericanos y activistas del nuevo Movimiento Santuario organizan su camino rumbo al parque Malcolm X.

20 años de preparación

El mismo año de las históricas movilizaciones que respondieron a la iniciativa de ley para criminalizar migrantes indocumentados, en Oakland California, Arnoldo García de la Red Nacional por los derechos de Migrantes y Refugiados declaraba que ‘este movimiento no es coyuntural, lleva preparándose más de 20 años, por medio de personas, familias, individuos, organizaciones que han luchado y preparado esto, no ha surgido de la noche a la mañana’.

Esta base militante tiene en común haber cruzado hasta llegar a la frontera sur y norte mexicanas para enfrentar ambas “migras” [policías de control de inmigración] y sobrevivido para reorganizarse con estatus de ‘ilegales’ en ciudades norteamericanas. Esto es, activistas latinoamericanos que definen y construyen esa lucha en el plano comunitario, como propia, de supervivencia y contingente; es el caso de las trabajadoras salvadoreñas, muchas de ellas ex militantes y ex combatientes farabundistas, que se han involucrado en sindicatos locales, clínicas populares y centros autónomos y gubernamentales de apoyo para nuevos migrantes indocumentados y con documentos.

En la Casa Rutilio Grande, “Santuario” durante la guerra civil en El Salvador y actualmente especie de embajada alternativa para representantes de diversas izquierdas latinoamericanas, es donde simultáneamente a las actividades de apoyo a familias, la Alianza por la Justicia del Inmigrante, se planteó y plantea una discusión definitoria: ¿Dialogar y unirse a la coalición mainstream para la consecución formal de derechos u, organizarse de forma autogestiva a mediano plazo para conseguir la declaratoria de DC como santuario para indocumentados? Hasta principios de 2009 se registraron 368.000 deportaciones, vía aérea; se calcula que este año llegarán al doble. La profesora chicana Teresita Jacinto que con base en educación popular se organiza con el Comité de Trabajadores de Woodbridge, a unos 30 minutos de la capital, nos dice: “Cada día se va poner peor, no va a mejorar la situación y nos van a echar a todos, hay que prepararnos”.

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