Jean-Claude Paye, Jean-Marie Dermagne, Christine Fagnoulle y otros
La Revue Toudi
16-11-2009
Traducido para Rebelión por S. Seguí
Periódicamente, los medios de comunicación, a través de las opiniones expresadas por un “intelectual de izquierda” y un senador liberal, participan de una campaña destinada a advertirnos de los peligros inminentes del fundamentalismo islámico, así como del “terrorismo intelectual que busca silenciar a aquellos que rechazan la corrección política islámico-izquierdista.”
La forma particularmente grotesca como presentan las cosas puede suscitar un rechazo inmediato. Sin embargo, debemos superar esta reacción inicial y ver que se trata en realidad de un resumen de la manera como se nos presentan habitualmente determinadas informaciones.
El discurso se reduce a pulsiones. Se trata de subordinar el lenguaje a las imágenes, y limitar así el lector a su emoción, en una mecánica que camina sola. Los “barbudos”, las “mujeres con velo” y los “izquierdistas” son fetiches. Estas imágenes se convierten en su propia base material. Ya sólo se refieren a sí mismas, son pájaros que vuelan con alas propias.
Los hechos ya sólo son el soporte de la mirada, del sentido que se les asigna. Son las imágenes, estas abstracciones, que crean una nueva realidad. Nos hacen abandonar el reino de la razón, de lo pensable, para establecer el imperio de la fe. Así, el significado se convierte en totalmente autónomo. Ya no se enfrenta a lo real, sino que se vuelve sobre sí mismo.
El Islam radical, el velo, el racismo anti blanco, la policía aterrorizada por bandas de jóvenes árabes y musulmanes o la ubicuidad de los barbudos parecen haberse convertido en los principales problemas de nuestro país. Dotados de una fuerza abrumadora, gracias a sus aliados de izquierda, los fundamentalistas musulmanes controlarían el funcionamiento de nuestra sociedad. Tendrían la capacidad de silenciar cualquier crítica contra ellos; sin embargo, el pueblo belga tiene dos caballeros particularmente valientes, Claude Demelenne y Alain Destexhe, que harán frente a esta estrategia totalitaria.
Obviamente, el desarrollo del discurso hace pensar inmediatamente en la estructura de la psicosis paranoide, tanto en la evaluación de la naturaleza del riesgo como en la sobreestimación de uno mismo o del carácter personal de la misión que el sujeto se atribuye. Pero, lo que nos interesa no es poner nombre a esta estructura psicótica sino entender por qué, ahora, este discurso, que tiene todas las características del delirio, es resaltado y valorado por los medios de comunicación.
En la actualidad, lo que existe es lo que se está viendo, lo que está expuesto. Demostrada y reconocida de este modo, la ideología de la victimización, con la que se engalanan nuestros dos protagonistas, los integra en el orden simbólico de la sociedad.
La violencia verbal que dicen sufrir consiste, por ejemplo, en tener que oír que “los decretos y reglamentos que impiden a las niñas llevar el velo en las escuelas” son “liberticidas”. Esta calificación, para un proyecto que ellos promueven, es “una evidente violencia verbal”. La violencia ya no consiste en el hecho de sufrir una discriminación, sino en la denuncia de ésta. Cualquier crítica dirigida a ellos es violencia, y es por consiguiente inaceptable y calificada de terrorismo intelectual. Si bien su acción puede asimilarse a una cruzada, nuestros dos autores se colocan en la posición privilegiada de víctima, lugar especialmente valorado en la actualidad. La palabra de la persona reconocida como tal es por definición cierta, no puede ser contestada. Su inocencia queda así legitimada. Este procedimiento induce una reorganización del lenguaje y modifica la capacidad de representación de la realidad.
La transformación del significado y del lenguaje les es tanto más necesaria cuando que, en este caso, la posición reivindicada de chivo expiatorio, elemento consentidor que catalizaría la violencia sobre sí misma para salvar la sociedad, no tiene como efecto el sacrificio de la víctima expuesta. El lugar real de sacrificio es realmente el de las personas designadas como agresores. Lo que se sacrifica también es la Palabra que tiene por función de poner coto a la violencia, permitir el reconocimiento mutuo y restablecer así el lazo social. En su lugar, invertir la posición de la víctima tiene el efecto de aniquilarla en tanto que ser. De hecho, es un mecanismo que en psicoanálisis se designa como estructura perversa.
Es preciso aportar un primer ejemplo: basta con firmar como “intelectual de izquierda” para ser capaz de transmitir un pensamiento reducido a estados compulsivos que, históricamente, es la imagen transmitida por la extrema derecha.
La inversión del orden simbólico, para alimentar una maquinaria pulsional, es constante. Mientras que sus declaraciones se acogen al argumento de autoridad, los autores se presentan a sí mismos como víctimas del “terrorismo intelectual”. Argumentar contra ellos equivaldría a “satanizarlos”, “LePenizarlos” y “prácticamente criminalizarlos”. A pesar de que aparecen como meros instrumentos de una máquina, de un sistema estigmatizante omnipresente en nuestra sociedad, la invocación a su valor es permanente. Así pues, el conformismo exaltado se convertiría en un acto de resistencia, en posición a contracorriente.
Esta aparente antinomia entre un yo presentado como fuerte y el hecho mismo de hacerse mero instrumento de la máquina es típico de la estructura perversa. Al colocarse como objeto de esta mecánica estigmatizante, nuestros autores toman el lugar de la víctima. Se sacrifican para lograr el “bien supremo”: la erradicación del mal izquierdista-fundamentalista.
Así, el sujeto perverso, sujeto de “conocimiento supuesto”, puede confiscar la palabra y el lugar de la víctima. Aprovecharse de ésta le ofrece ventajas decisivas en la estructura social actual. En efecto, la inversión de este lugar puede operar una inversión del orden de la ley y ofrece la oportunidad de situarnos en la violencia pura.
Nota de Toudi
Véase también este artículo en La Libre Belgique, Contre le terrorisme intelectuel, en el que Claude Demelenne pretende haber sido censurado, mientras que el presente texto de nuestros amigos Dermagne, Paye, Francq, Fignoulle, Tülay y Van Raemdonk no ha sido aceptado precisamente por este periódico.
http://www.lalibre.be/debats/opinions/article/540880/contre-le-terrorisme-intellectuel.html
Además, vale la pena leer las reacciones de los lectores que condenar un presunto “Pensamiento único de izquierda”. A menudo hay en una gran cantidad de foros de boletines una especie de poujadismo único que puede alimentarse de imágenes similares (y en los que personajes obviamente anónimos se divierten contando todo lo que se les ocurre.) Es interesante leer las opiniones de Claude Demelenne al respecto.
Jean-Claude Paye, Jean-Marie Dermagne, Christine Fagnoulle, Jean Pestieau, Dan Van Raemdonck, Bernard Francq y Tülay Umay. Respectivamente, sociólogo; abogado y ex decano del Colegio de Abogados y profesor de la Universidad Católica de Lovaina (UCL); profesor de la Universidad de Lieja (ULG); profesor honorario de la UCL; profesor de la Universidad Libre de Bruselas (ULB-VUB); profesor de la UCL; y sociólogo.
http://www.larevuetoudi.org/fr/story/péril-Â
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística
La Revue Toudi
16-11-2009
Traducido para Rebelión por S. Seguí
Periódicamente, los medios de comunicación, a través de las opiniones expresadas por un “intelectual de izquierda” y un senador liberal, participan de una campaña destinada a advertirnos de los peligros inminentes del fundamentalismo islámico, así como del “terrorismo intelectual que busca silenciar a aquellos que rechazan la corrección política islámico-izquierdista.”
La forma particularmente grotesca como presentan las cosas puede suscitar un rechazo inmediato. Sin embargo, debemos superar esta reacción inicial y ver que se trata en realidad de un resumen de la manera como se nos presentan habitualmente determinadas informaciones.
El discurso se reduce a pulsiones. Se trata de subordinar el lenguaje a las imágenes, y limitar así el lector a su emoción, en una mecánica que camina sola. Los “barbudos”, las “mujeres con velo” y los “izquierdistas” son fetiches. Estas imágenes se convierten en su propia base material. Ya sólo se refieren a sí mismas, son pájaros que vuelan con alas propias.
Los hechos ya sólo son el soporte de la mirada, del sentido que se les asigna. Son las imágenes, estas abstracciones, que crean una nueva realidad. Nos hacen abandonar el reino de la razón, de lo pensable, para establecer el imperio de la fe. Así, el significado se convierte en totalmente autónomo. Ya no se enfrenta a lo real, sino que se vuelve sobre sí mismo.
El Islam radical, el velo, el racismo anti blanco, la policía aterrorizada por bandas de jóvenes árabes y musulmanes o la ubicuidad de los barbudos parecen haberse convertido en los principales problemas de nuestro país. Dotados de una fuerza abrumadora, gracias a sus aliados de izquierda, los fundamentalistas musulmanes controlarían el funcionamiento de nuestra sociedad. Tendrían la capacidad de silenciar cualquier crítica contra ellos; sin embargo, el pueblo belga tiene dos caballeros particularmente valientes, Claude Demelenne y Alain Destexhe, que harán frente a esta estrategia totalitaria.
Obviamente, el desarrollo del discurso hace pensar inmediatamente en la estructura de la psicosis paranoide, tanto en la evaluación de la naturaleza del riesgo como en la sobreestimación de uno mismo o del carácter personal de la misión que el sujeto se atribuye. Pero, lo que nos interesa no es poner nombre a esta estructura psicótica sino entender por qué, ahora, este discurso, que tiene todas las características del delirio, es resaltado y valorado por los medios de comunicación.
En la actualidad, lo que existe es lo que se está viendo, lo que está expuesto. Demostrada y reconocida de este modo, la ideología de la victimización, con la que se engalanan nuestros dos protagonistas, los integra en el orden simbólico de la sociedad.
La violencia verbal que dicen sufrir consiste, por ejemplo, en tener que oír que “los decretos y reglamentos que impiden a las niñas llevar el velo en las escuelas” son “liberticidas”. Esta calificación, para un proyecto que ellos promueven, es “una evidente violencia verbal”. La violencia ya no consiste en el hecho de sufrir una discriminación, sino en la denuncia de ésta. Cualquier crítica dirigida a ellos es violencia, y es por consiguiente inaceptable y calificada de terrorismo intelectual. Si bien su acción puede asimilarse a una cruzada, nuestros dos autores se colocan en la posición privilegiada de víctima, lugar especialmente valorado en la actualidad. La palabra de la persona reconocida como tal es por definición cierta, no puede ser contestada. Su inocencia queda así legitimada. Este procedimiento induce una reorganización del lenguaje y modifica la capacidad de representación de la realidad.
La transformación del significado y del lenguaje les es tanto más necesaria cuando que, en este caso, la posición reivindicada de chivo expiatorio, elemento consentidor que catalizaría la violencia sobre sí misma para salvar la sociedad, no tiene como efecto el sacrificio de la víctima expuesta. El lugar real de sacrificio es realmente el de las personas designadas como agresores. Lo que se sacrifica también es la Palabra que tiene por función de poner coto a la violencia, permitir el reconocimiento mutuo y restablecer así el lazo social. En su lugar, invertir la posición de la víctima tiene el efecto de aniquilarla en tanto que ser. De hecho, es un mecanismo que en psicoanálisis se designa como estructura perversa.
Es preciso aportar un primer ejemplo: basta con firmar como “intelectual de izquierda” para ser capaz de transmitir un pensamiento reducido a estados compulsivos que, históricamente, es la imagen transmitida por la extrema derecha.
La inversión del orden simbólico, para alimentar una maquinaria pulsional, es constante. Mientras que sus declaraciones se acogen al argumento de autoridad, los autores se presentan a sí mismos como víctimas del “terrorismo intelectual”. Argumentar contra ellos equivaldría a “satanizarlos”, “LePenizarlos” y “prácticamente criminalizarlos”. A pesar de que aparecen como meros instrumentos de una máquina, de un sistema estigmatizante omnipresente en nuestra sociedad, la invocación a su valor es permanente. Así pues, el conformismo exaltado se convertiría en un acto de resistencia, en posición a contracorriente.
Esta aparente antinomia entre un yo presentado como fuerte y el hecho mismo de hacerse mero instrumento de la máquina es típico de la estructura perversa. Al colocarse como objeto de esta mecánica estigmatizante, nuestros autores toman el lugar de la víctima. Se sacrifican para lograr el “bien supremo”: la erradicación del mal izquierdista-fundamentalista.
Así, el sujeto perverso, sujeto de “conocimiento supuesto”, puede confiscar la palabra y el lugar de la víctima. Aprovecharse de ésta le ofrece ventajas decisivas en la estructura social actual. En efecto, la inversión de este lugar puede operar una inversión del orden de la ley y ofrece la oportunidad de situarnos en la violencia pura.
Nota de Toudi
Véase también este artículo en La Libre Belgique, Contre le terrorisme intelectuel, en el que Claude Demelenne pretende haber sido censurado, mientras que el presente texto de nuestros amigos Dermagne, Paye, Francq, Fignoulle, Tülay y Van Raemdonk no ha sido aceptado precisamente por este periódico.
http://www.lalibre.be/debats/opinions/article/540880/contre-le-terrorisme-intellectuel.html
Además, vale la pena leer las reacciones de los lectores que condenar un presunto “Pensamiento único de izquierda”. A menudo hay en una gran cantidad de foros de boletines una especie de poujadismo único que puede alimentarse de imágenes similares (y en los que personajes obviamente anónimos se divierten contando todo lo que se les ocurre.) Es interesante leer las opiniones de Claude Demelenne al respecto.
Jean-Claude Paye, Jean-Marie Dermagne, Christine Fagnoulle, Jean Pestieau, Dan Van Raemdonck, Bernard Francq y Tülay Umay. Respectivamente, sociólogo; abogado y ex decano del Colegio de Abogados y profesor de la Universidad Católica de Lovaina (UCL); profesor de la Universidad de Lieja (ULG); profesor honorario de la UCL; profesor de la Universidad Libre de Bruselas (ULB-VUB); profesor de la UCL; y sociólogo.
http://www.larevuetoudi.org/fr/story/péril-Â
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística
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