sábado, 21 de noviembre de 2009

Comentario de Cuarenta hadices -XLIII


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní


Traducción de Raúl González Bórnez

Séptimo hadíz
La ira (Gadab)
II- Desventajas del exceso de ira


De la misma manera que el defecto de ira por debajo de su justo nivel es una imperfección moral que causa numerosos perjuicios, algunos de los cuales ya hemos mencionado, el exceso de este poder más allá de los niveles equilibrados supone igualmente un defecto moral y es la fuente de innumerables problemas.

Para señalarlos, es suficiente mencionar el siguiente hadíz, recogido en Al-Kafí:
Se recogió que dijo Abu Abdel lah Imam Yafar as-Sádeq, la paz sea con él:
Dijo el Mensajero de Dios, las bendiciones y la paz sean con él y con su familia: La ira corrompe la fe de la misma manera que el vinagre corrompe la miel.
Puede que la persona se torne iracunda hasta un punto de intensidad tal que se aparte de la religión de Dios y se apague en él la luz de la fe y las tinieblas de la ira y su fuego abrasen los principios del derecho en él y le arrastren a la negación de Dios y a la destrucción eterna y que, cuando se quiera dar cuenta de ello, su arrepentimiento no le sirva de nada.
Y puede ser que ese mismo fuego de la ira que arde en el corazón y que es una «chispa de Satanás», tal y como ha dicho Hadrat Imam Báqer al-Ulúm el Imam Muhammad ibn Ali, sobre ellos la paz:
En verdad, esta ira es una chispa de Satanás que enciende el corazón del hijo de Adán.
tome en el otro mundo la forma del fuego de la ira divina, tal y como Hadrat Báqer al-Ulúm dice en un hadíz recogido en Al-Káfí:
Está escrito en la Torá entre las cosas que Dios Altísimo confió a Moisés: ¡Oh Moisés! Refrena tu ira contra aquellos sobre los que te he concedido autoridad, para que Yo pueda protegerte de Mi propia ira.

Y debes saber que no existe un fuego más doloroso que el fuego de la ira divina.
Se recoge en un hadíz que los apóstoles preguntaron a Hadrat Jesús el hijo de María, la paz sea con él: ¿Cuál es la peor cosa que existe?
Y, el contestó: La peor cosa que existe es la ira divina.
Ellos dijeron: ¿Cómo podemos protegernos de ella?
Jesús respondió: No siendo iracundos.

Está, pues, claro que la ira divina es la más dura e intensa de las cosas y que el fuego de Su irá es el más abrasador y que la forma que la ira de este mundo adopta en el otro es la del fuego de la ira divina.
Y de la misma manera que el fuego de la ira brota del corazón, es posible que el fuego de la ira divina, cuya fuente es la ira y el resto de los vicios del corazón, surja del interior del corazón y se expanda sobre el exterior y las llamas dolorosas salgan al exterior por los órganos evidentes del ser humano, como son la boca, los ojos, los oídos y demás. Más aun, puede que los propios órganos exteriores de la persona sean las puertas abiertas por las que se expande el fuego del Infierno y que el fuego del Infierno de los actos y las llamas corporales de las obras rodeen el cuerpo de la persona y entren en su interior.
Por tanto, la persona se encontraría entre esos dos infiernos, uno que brota del interior del corazón y cuyas llamas penetran en el cuerpo a través de la base del cerebro y el otro que son las formas deleznables de los actos y la corporeización de las obras y que penetran desde el exterior y ascienden por le interior del cuerpo, estrechándole y atormentándole.
Y sólo Dios sabe que clase de estrechez y tormento son esos que se añaden al del ardor del fuego y a su poder diluyente.
¿Crees que el cerco del fuego del infierno se parece a ese cerco de fuego que tú eres capaz de imaginar?
En este mundo, el cerco de las cosas abarca únicamente su aspecto exterior, pero en el otro mundo el cerco es exterior e interior, superficial y profundo. Y si, Dios no lo quiera, la ira de la persona adquiere en ella un carácter permanente, eso tendrá unas terribles consecuencias, ya que en el mundo intermedio y en siguiente adquirirá la forma de una fiera voraz imposible de imaginar o comparar con nada de este mundo, ya que la brutalidad de la persona dominada por ese estado no tiene semejanza con ninguna bestia feroz imaginable.
De la misma manera en que ningún otro ser creado puede alcanzar el grado de perfección que está al alcance del ser humano, ninguna criatura puede alcanzar el nivel de degradación e inmersión en el vicio y la degeneración de la que es capaz el ser humano.
Dice el Sagrado Corán:
Ellos son como el ganado o peor aun.

Y sobre el cruel corazón humano, ha dicho:

Corazones duros como piedras o más aun.

Lo que hasta ahora habéis escuchado sobre los efectos del fuego de ira y su poder destructivo se refiere únicamente al caso de que la ira no sea la fuente de otros defectos morales y el propio fuego duerma enroscado en las tinieblas interiores, prisionero y estrangulado, pero extinguiendo la fe. Pero es muy difícil, por no decir imposible, que, cuando se enciende el fuego intenso de la ira, la persona pueda librarse de cometer otros pecados que acarreen incluso su destrucción.
Es frecuente que, un minuto de ira, debido a la intensa capacidad destructora de esa maldita chispa satánica, lleve a la persona a su destrucción, arrastrándole, nos refugiamos en Dios, a enfrentarse con los profetas de Dios y los santos, asesinar personas inocentes y profanar lugares sagrados, entregando en un instante su vida en este mundo y en el otro al viento de la aniquilación.
Tal y como se encuentra recogido en Al-Káfi:
Dijo Abu Abdel lah, la paz sea con él: Dijo mi padre: ¿Sabéis qué es peor que la ira? El hombre que dominado por la ira mata a quien Dios ha prohibido matar y viola a una mujer casada y virtuosa.
Y bajo el efecto de la ira y su fuego abrasador se han cometido mayores atropellos todavía.
La persona, mientras se encuentre tranquila y lúcida debe ser muy temerosa de su propia ira.
Y si eres propenso a ese fuego abrasador, cuando te encuentres tranquilo y reposado deberás reflexionar sobre la manera de ponerle remedio, sus causas y sus terribles consecuencias cuando sobrepasa el nivel equilibrado.
Debe pensar que el poder que Dios Altísimo le ha otorgado para proteger el orden en el mundo, la permanencia de la especie y la suya propia, para mantener el orden familiar, el progreso de la humanidad, proteger los derechos de las personas y las leyes divinas.
A la sombra del mismo debe establecer el orden interno y externo y corregir su mundo interior y manifiesto. Pero, si la persona actúa al contrario de todo ello y hace uso de ese poder en contra de los deseos de Dios Altísimo, habrá cometido una terrible traición y merecerá ser censurado y castigado. ¡Que gran injusticia e ignorancia no haber actuado a la altura requerida por el gran depósito que Dios le ha confiado!
La persona que así actúe y que con facilidad haga uso de la ira de manera inapropiada es evidente que no podrá protegerse de la ira divina.
Por tanto, se debe reflexionar sobre los defectos morales y los actos que son producto de la ira y de las consecuencias, cada una de las cuales puede llevar a una persona a su destrucción eterna, provocar en este mundo una terrible aflicción y calamidad y en el otro el castigo y la destrucción.

De este comportamiento proceden otros defectos morales, como la animadversión hacia las criaturas de Dios, que, a veces, llega hasta la animadversión hacia los profetas, mensajeros y amigos de Dios e incluso contra la sagrada esencia del Ser Necesario.
¡Queda pues en evidencia que grandes males y defectos morales puede provocar!
Busco refugio en Dios Altísimo del mal de un alma rebelde que si pierde el control por un instante es capaz de arrojar al individuo al polvo de la ignominia y condenarle a la destrucción eterna, o sucumbir ante la envidia, de cuyos males ya hemos hablado anteriormente en el comentario al quinto hadíz, o dar pie a otros defectos morales semejantes.
En cuanto a los actos corruptos que provoca, son innumerables.
Es posible que en ese estado haga uso de un lenguaje insultante incluso, Dios nos proteja de ello, contra los mensajeros y amigos de Dios; que profane los lugares sagrados o emita insultos irrespetuosos contra personas respetables; que asesine a seres puros o que abuse de pobres mujeres respetables; que destruya una familia o desvele los secretos de otras personas o muchas otra acciones reprobables a las que induce ese fuego que arrebata la fe de la persona y destruye numerosos hogares.
Por ello, podría decirse que ese comportamiento es la madre de todas las enfermedades morales y la llave de todos los males.
Lo opuesto a él es la capacidad de resistir la adversidad y la dificultad y la de apagar el fuego de la ira, que ha sido considerada la quintaesencia de la sabiduría y el centro de todas las virtudes y nobles cualidades, tal y como ha sido mencionado en el noble hadíz recogido en Al-Káfí, donde Al-Kulayni dice:
Recogido de un buen número de nuestros compañeros, que lo hicieron de Ahmad ibn Muhammad ibn Jáled, por una cadena de transmisión que llega a Abu Abdel lah, sobre él la paz, que dijo: Escuché a mi padre decir: Llegó ante el Mensajero de Dios un beduino y le dijo: Yo vivo en el desierto, así que enséñame la esencia de la sabiduría.
Y él dijo: Te ordeno que no seas iracundo.
El beduino le repitió la pregunta tres veces y el Mensajero de Dios tres veces le dio la misma respuesta, hasta que el hombre comprendió y dijo: Después de esto no te preguntaré nada. El Mensajero de Dios no me ha ordenado más que lo que es bueno.
Después dijo: Y dijo mi padre: ¿Qué es peor que la ira? El hombre que dominado por la ira mata a quien Dios ha prohibido matar y viola a una mujer casada y virtuosa.

Cuando la persona inteligente de manera fría y reposada reflexiona sobre las malas consecuencias de la ira y los beneficios de controlarla, deberá tomar la decisión de sacar ese fuego de su corazón al precio que sea, esforzándose cuanto sea necesario para lograrlo y poner a salvo su alma de las tinieblas que el humo de ese fuego sofocante provoca en ella.
Eso no es algo muy difícil si uno toma la decisión de combatir sus deseos y tendencias interiores, una vez que ha reflexionado sobre sus malas consecuencias. Todos los defectos morales pueden ser eliminados del alma y todas las cualidades morales pueden ser adquiridas cuando uno se lo propone.

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