miércoles, 5 de mayo de 2010

Iraq: Volcán político


05-05-2010
Salah Hemeid y Mohamed Al-Anwar
Al-Ahram Weekly
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Salah Hemeid

El 23 de abril, horas después de que Bagdad se viera golpeada por una oleada de atentados que acabaron con la vida de 72 musulmanes chiíes cuando salían de celebrar sus oraciones de los viernes en medio de una crisis nacional cada vez más profunda en relación a la formación de un nuevo gobierno, el clérigo radical chií Muqtada Al-Sadr declaró que estaba dispuesto a enviar de nuevo a sus combatientes del Ejército del Mahdi a las calles de Iraq para que defendieran a los chiíes del país.aquí.

Los atentados, los más mortíferos de los últimos meses, dejaron también alrededor de 120 heridos y constituyen una señal de la posibilidad de que se produzca un aumento de la violencia sectaria tras las elecciones nacionales del 7 de marzo sin un claro ganador y un vacío de poder que insurgentes y terroristas aprovechan.

También se produjeron tras el anuncio del Primer Ministro iraquí Nuri Al-Maliki de la muerte de dos altos dirigentes de Al-Qaida, Abu Ayub El-Mohager y Abu Omar Al-Baghdadi, en un ataque perpetrado por fuerzas conjuntas iraquíes y estadounidenses que golpeó a la organización en Iraq.

El lunes 29, las fuerzas iraquíes de seguridad dijeron que habían lanzado una reciente ofensiva contra los escondites de Al-Qaida en la inmensa meseta de Himrin, una semana después de la muerte de Al-Masri y Al-Baghdadi.

Al-Qaida supo el domingo de la muerte de sus dos altos dirigentes y juró tomar venganza. “La guerra no tendrá fin y los creyentes acabarán triunfando”, decía un comunicado publicado en Internet por uno de los dirigentes del grupo.

Se teme que los ataques de la pasada semana puedan incrementar y revivir las tensiones sectarias en Iraq a causa de los dilatados esfuerzos para formar nuevo gobierno y la decisión de Al-Sadr de volver a movilizar al Ejército del Mahdi, en gran medida responsable del baño de sangre durante 2006 y 2007, los peores años de enfrentamientos sectarios en el país.

En un comunicado leído en las mezquitas chiíes, Al-Sadr sugirió que movilizaría a cientos de sus seguidores para que formaran “brigadas oficiales en el ejército y en la policía a fin de defender los santuarios sagrados, las mezquitas, los mercados y las casas, proporcionando así una solución por la que el gobierno pueda salvar la cara”.

Al-Sadr había ordenado la disolución de la milicia en 2008 tras las confrontaciones entre sus fuerzas y las del gobierno. Sin embargo, los observadores creen que los combatientes de Al-Mahdi nunca se desmovilizaron realmente sino que se limitaron a mantener un perfil bajo.

No obstante, en su oferta de ayudar a las fuerzas de seguridad iraquíes para combatir el terrorismo en el país, Al-Sadr está enviando un mensaje claro de que si el gobierno iraquí no puede proteger a los chiíes, entonces lo harán sus seguidores. Por su parte, el gobierno iraquí rechazó rápidamente la oferta de Al-Sadr, diciendo que había unidades suficientes del ejército y de la policía en el país para mantener la seguridad.

Sin embargo, los dirigentes sadristas han instruido, al parecer, a miembros del Ejército del Mahdi para que cojan las armas y defiendan las mezquitas chiíes. El portavoz del grupo, Salah al-Obeidi, afirmó que los chiíes eran un objetivo para Al-Qaida porque este grupo quiere volver a hundir a Iraq en las luchas sectarias.

Hay motivos para creer que los comentarios de Al-Sadr tienen también como objetivo consolidar su poder entre los chiíes iraquíes, tras su fuerte actuación en las elecciones parlamentarias de marzo.

El clérigo, un rival acérrimo de Al-Maliki, parece también estar tratando de desafiar al asediado primer ministro iraquí y demostrar que sigue siendo un actor principal en el país, ya sea a la hora de decidir al próximo dirigente iraquí o de mantener una apariencia de control en la nación azotada por la violencia.

Mientras todos estos eventos se producían, la crisis política en el país empeoraba tras anunciar las autoridades electorales que estaban descalificando a 52 candidatos de las elecciones de marzo, incluyendo a dos de los ganadores, debido a supuestas conexiones baazistas.

El funcionario encargado de purgar a los antiguos leales al Partido Baaz reveló también que había solicitado que se descalificara a ocho candidatos ganadores más. Se espera que se produzca pronto la comunicación, esos ocho candidatos forman parte de la Lista Iraqiya encabezada por el ex primer ministro chií Iyad Allawi.

A las descalificaciones del lunes les siguió una orden del tribunal de apelación encargado de revisar las denuncias de fraude electoral en las elecciones de marzo y el recuento manual de los votos de Bagdad. Dicho recuento fue requerido por la Coalición del Estado de la Ley de Al-Maliki, que afirmaba que el fraude había beneficiado a la lista de Allawi.

Ambas decisiones aumentan la posibilidad de que los resultados iniciales de las cruciales elecciones nacionales cambien ahora e inviertan la ajustada derrota de Maliki. También servirán para aplazar la fecha en la que el nuevo gobierno tenía que asumir en principio el poder, poniendo más aún en peligro la frágil situación de la seguridad en el país.

Los cuatro bloques políticos que se reparten los 325 escaños del Parlamento iraquí en las recientes elecciones están esperando que se confirmen los resultados finales antes de empezar negociaciones serias para formar una coalición de gobierno.

La Lista Iraqiya, apoyada en gran medida por los musulmanes sunníes, ha denunciado las dos decisiones del tribunal y otras medidas implementadas desde las elecciones, alegando que no son sino esfuerzos para socavar la voluntad de los votantes. Representantes de la Lista han exigido que cualquier recuento que se deba hacer en otra provincia, además del de Bagdad, se realice bajo la supervisión de las Naciones Unidas.

El mismo Allawi dijo que no podía aceptar los resultados del recuento. “Tenemos dudas y tenemos derecho a expresar nuestras reservas”, dijo a la cadena de televisión Al Arabiya, además de advertir que podía convocar nuevas elecciones bajo la supervisión de las Naciones Unidas si los resultados no eran “satisfactorios”.

Desde que se celebraron las elecciones en marzo, los dos bloques principales no han dejado de batallar en sus esfuerzos por formar el próximo gobierno. Al-Maliki, que busca un segundo mandato como primer ministro, no ha conseguido convencer al otro grupo importante chií, la Alianza Nacional Iraquí, de que le acepte como primer ministro, lo que supone un jarro de agua fría sobre su anterior confianza en poder conseguir el apoyo de todos los chiíes, obligándole a buscar una alianza con el bloque de dominio sunní de Allawi, a pesar de los cáusticos comentarios intercambiados tras las elecciones.

El repentino cambio de actitud de Al-Maliki se produce tras las informaciones aparecidas de que EEUU había propuesto un acuerdo entre Al-Maliki y Allawi, por el cual cada uno de los dos ostentaría el cargo de primer ministro durante dos años al frente de una coalición de gobierno.

Mientras tanto, EEUU ha manifestado su preocupación por el retraso en formar un nuevo gobierno iraquí, que desea asuma el control del país tras la planeada retirada de los tropas de combate de EEUU el próximo verano, aunque dejando aún en Iraq una fuerza de 50.000 de sus soldados a partir de septiembre.

“Tuvimos una elección que se celebró el 7 de marzo. Nos acercamos ya al período de dos meses [de espera de los resultados finales] y nos preocupa que el proceso se esté demorando tanto”, dijo el embajador estadounidense, Chris Hill, el lunes.

El grupo internacional por los derechos humanos Amnistía Internacional también advirtió el lunes que la continuada política de incertidumbre en Iraq estaba contribuyendo al aumento de la cifra de muertos civiles, informando que más de cien civiles habían muerto asesinados en el país tan sólo en la primera semana de abril.

“Grupos armados atacaron a muchos de ellos debido a su identidad religiosa, étnica o sexual”, dijo el grupo. Siete años después de la invasión de 2003 dirigida por EEUU, “los iraquíes siguen viviendo en un clima de terror”, afirma del informe de Amnistía.

Ese es el ambiente que está alentando la incertidumbre política resultante de las inconclusas elecciones de marzo, en el que los grupos armados prosiguen las luchas sectarias entre chiíes y sunníes.

La violencia ha golpeado esta semana diversas zonas de la capital iraquí con atentados que mataron e hirieron a decenas de personas. Mientras tanto, los pistoleros prosiguen su caza de funcionarios, oficiales y de Sahwa, los miembros de los Consejos del Despertar, utilizando armas con silenciador.

En general, el panorama sigue siendo sombrío en Iraq, con la violencia poniendo de relieve el descontento que sigue imperando en una nación cuyos políticos siguen peleando para formar gobierno siete semanas después de las elecciones.

Si los políticos iraquíes no aciertan a formar pronto gobierno y a trabajar juntos para llevar estabilidad a su acosada nación, el espíritu de la lucha sectaria puede muy bien empeorar y provocar otra oleada de guerra civil.

Mohamed Al-Anwar

Al-Ahram Weekly

Los medios iraquíes se ven inundados de información sobre carnicerías, explosiones, funerales, víctimas, familiares doloridos, y de la aversión que estos sienten hacia los nuevos políticos, interesados tan sólo en sus jugadas políticas y no en poner fin a la caótica situación. El resultado son las trágicas muertes de cientos de inocentes por todo el país. Hoy en día en Iraq, y especialmente en la capital, no hay nada que pueda llevar esperanza a nadie en medio de una peligrosa y estresante realidad.

El único evento positivo fue el segundo Alarde de las Flores patrocinado por el gobierno local de Bagdad, que tuvo lugar a pesar de las continuas muertes y complicaciones. La tímida celebración de tres días de duración pasó pronto, dando paso una vez más al eco de los misiles y explosivos y a los cientos de víctimas.

Durante más de siete años, la norma ha sido ese miserable estado de cosas y así continúa siendo. Muchas fuentes creen que, por muchas razones, Iraq se encamina hacia una situación de mayor violencia causada por las rivalidades políticas, los intentos de hacerse con el poder y los políticos que no son capaces de llegar a un acuerdo para formar un nuevo gobierno después de que el pueblo iraquí cumpliera su parte y acudiera a las urnas el 7 de marzo, a pesar de los atentados, para elegir a sus representantes, que hasta ahora han suspendido en el test de la democracia.

“Depositamos nuestros votos, cumplimos nuestra parte”, afirmaba un camarero de un restaurante cercano a la Zona Verde. “Iyad Allawi y Nuri Al-Maliki ganaron pero le han fallado al pueblo, sobre todo Al-Maliki, que se niega a compartir el poder. De una forma u otra tendrá que ceder porque EEUU no le quiere ni tampoco el pueblo. Mientras se mantenga en el poder, cualquier cosa es posible. Las recientes explosiones de Bagdad son consecuencia de las luchas políticas y no hacen más que machacar al pueblo. Todo el mundo sabe eso”.

Los acontecimientos que están produciéndose por detrás de las bambalinas son motivo de preocupación a causa del estancado proceso político y las peleas sobre el recuento de papeletas en varios gobernorados. Probablemente son la razón por la que Mowafaq Al-Rabei, uno de los dirigentes del gobierno de coalición, visitó al líder chií Ali Al-Sistani y le informó por los peligros creados por la negativa de Al-Maliki a dimitir como primer ministro. Al-Rabei insistió en que celebrar unas nuevas elecciones sería una catástrofe que llevaría al país a una guerra civil. Advirtió además de que los terroristas estaban aprovechando el vacío constitucional, causado por la incapacidad de las diversas facciones para formar gobierno, para atacar a los civiles. En realidad, los civiles no sólo son el blanco de los grupos terroristas sino también de los grupos armados de diversas tendencias políticas que se mantienen activas en Iraq.

Las explosiones del Viernes Sangriento contra musulmanes chiíes en Al-Sadr, Al-Rahmaniya, Al-Hurriyah y Al-Ghazaliya, que mataron a 80 personas e hirieron a 200, provocaron la furia de los seguidores de Al-Sadr, que acusaron al gobierno de negligencia a la hora de proteger los lugares religiosos y de que la mayoría de las víctimas cayeran en los bastiones de Al-Sadr. Los seguidores de Al-Sadr sienten cada vez mayor hostilidad hacia Al-Maliki y le rechazan como primer ministro para un segundo mandato porque no es una persona honesta y no cumple sus promesas, según Salah Al-Obeidi, el portavoz de Al-Sadr.

Al-Obeidi continuó diciendo que hay desconfianza entre las fuerzas de la policía y el ejército, por una parte, y el pueblo –especialmente los que viven en los bastiones de Al-Sadr-, por la otra, porque el gobierno no adopta ninguna medida real para llevar seguridad a esas zonas. Añadió que la situación está empeorando, indicando que el llamamiento de Muqtada Al-Sadr a los “creyentes” para que se unieran a las filas del ejército y la policía tiene como objetivo alentarles a que protejan esas áreas, los lugares religiosos y los fieles. Al-Obeidi afirmó que el gobierno puede aceptar o rechazar la oferta de Al-Sadr sin consecuencias, pero que sería totalmente responsabilidad del gobierno si se produjeran más ataques en el futuro.

En respuesta a los atentados del Viernes Sangriento, Al-Sadr pidió a sus seguidores que prepararan a cientos de creyentes para que ayudaran al gobierno a asegurar los lugares religiosos. Este es un claro mensaje de que el Ejército del Mahdi está listo y dispuesto a jugar un papel, una idea que rechazan todos los círculos gubernamentales y políticos porque esto abriría la puerta de nuevo a la violencia sectaria, que es una de las herramientas para conseguir ventajas políticas matando a más civiles en los baluartes políticos y sectarios.

Hasta el momento, se espera una iniciativa que pueda conseguir la reconciliación y la formación de un nuevo gobierno. De hecho, la mayoría de los iraquíes creen ya que formar un nuevo gobierno con los resultados de las elecciones del 7 de marzo podría llevar más de tres meses o necesitar de nuevas elecciones. Esto significa que dos meses después de las ya celebradas, puede pasar de todo. Muchos se preguntan por el papel de EEUU para acabar con el punto muerto, especialmente viendo que todos los acontecimientos indican que los iraquíes no consiguen ponerse de acuerdo ni siquiera comunicarse sobre el futuro de su país. A pesar de las declaraciones en el sentido de que los dos principales y más fuertes ganadores de las elecciones, es decir, Allawi y Al-Maliki, están a punto de acordar una fórmula, en realidad esto es casi imposible a la luz de los conflictos y acusaciones personales intercambiados entre ellos. En estos momentos no se comunican, especialmente por parte de Al-Maliki, que considera que el chií laico Allawi representa a los sunníes con una lista en la que hay incluidos baazistas. Esto demuestra que la interacción política en Iraq sigue siendo miope y estrecha de miras, que es característico de la mayoría de los nuevos políticos iraquíes a quienes no les preocupa los cientos de víctimas que caen cada día y sólo les utilizan como instrumentos para conseguir apoyo sectario.

El periodista iraquí Nusseir Al-Awam cree que EEUU continúa jugando un papel activo pero que ha abandonado un tanto la arena para permitir que los políticos iraquíes desempeñen su papel. “Los estadounidenses darán algún paso una vez que las condiciones políticas y de seguridad toquen fondo”, aseguró Al-Awam. “Después, empezarán a jugar de mediadores y a hacer valer su influencia porque al fin y al cabo es un asunto que les concierne. No es lógico invadir Iraq, un país soberano y unido y después dejarlo convertido en un estado de islas enemistadas. Al final, si las condiciones de seguridad se deterioran y no hay solución política, afectará a su calendario de retirada de Iraq. Si EEUU se retira, la arena quedará abierta para otras partes, como Irán. EEUU interferirá de forma decisiva para poner fin a la situación porque esto afectará a su experiencia en Iraq y no pueden soportar otro fracaso más a la luz de los acontecimientos en la región”.

Es cierto que EEUU está presente, pero no se sabe bien cómo y cuando actuará, ni a qué intereses sirve y qué beneficios recogerá. Mientras tanto, Al-Qaida en Iraq y otros grupos de la resistencia tienen oportunidad de actuar y vengarse por el asesinato de hace dos semanas de sus dos dirigentes Abu Omar Al-Baghdadi y el egipcio Abu Ayub El-Mohager. Esta venganza recaerá naturalmente sobre civiles inocentes, a quienes algunos utilizan como instrumento para anotarse bazas políticas”.

Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/2010/996/re8.htm

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