martes, 18 de mayo de 2010

Gran Bretaña, la marea negra económica


18-05-2010
Hedelberto López Blanch
Rebelión

La desafortunada participación de Gran Bretaña en las guerras de ocupación en Iraq y Afganistán, la subordinación del gobierno a las imposiciones de Washington y la mala administración de la economía durante la crisis mundial llevaron al partido Laborista a sufrir una de sus más sonadas derrotas en la arena política de ese país en los últimos tiempos.

Los votantes fueron a las urnas con sus mentes puestas en una enferma economía que ligaba crisis bancaria, recesión y serias dudas de una pronta recuperación a corto plazo.

El pasado año la economía se contrajo un 5% que resultó la mayor desde la Gran Depresión de la década de 1930 cuyos efectos desplazaron al Reino Unidos del liderato económico mundial.

Durante la reciente crisis mundial, surgida en Estados Unidos en 2008, Gran Bretaña también ha padecido seis trimestres consecutivos de recesión que se elevaron a 6,2%, la más larga de todos los países integrantes del Grupo de los 8 (G-8).

La histórica fortaleza de la libra esterlina ha ido perdiendo valor paulatinamente y en etapas recientes ha fluctuado entre 1,60 y 1,53 por dólar.

Si en 1930 Gran Bretaña se erigía como primera potencia económica mundial, en 2009 bajó al sexto lugar (un Producto Interno Bruto de 2.198.163 millones de dólares) por detrás de Estados Unidos (14.266.201 PIB), Japón (5.048.634), China (4.757 743), Alemania (3.235.463) y Francia (2.634.817).

Las cifras negativas aumentaron durante los 13 años de gobierno laborista y el pasado año el déficit presupuestario fue el más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Para este 2010 el Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que será el mayor no sólo del G-8 sino también del Grupo de los 20 (G-20)

En cuanto a la deuda pública acumulada entre 2007 y 2014 sólo será superada por Japón. La consultoría McKinsey publicó un informe donde señala que “el endeudamiento total de la economía británica tuvo el porcentaje más elevado entre los primeros 10 países desarrollados del orbe”.

Las exportaciones británicas han acuciado un descenso y en la actualidad el gobierno gasta cuatro libras esterlinas por cada tres que recibe de ingreso.

A corto plazo, la gran preocupación es si Gran Bretaña, con una tenue recuperación en el último trimestre, podrá por fin salir del atolladero.

Con estos desalentadores datos se celebraron las elecciones el pasado 5 de mayo y el resultado no se hizo esperar pues los laboristas de Gordon Brown sufrieron la derrota al obtener sólo 258 escaños. Los conservadores de David Cameron ganaron con 306 asientos (aunque no pudieron aprovechar los 13 años de desgaste laborista) y el Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg obtuvo 57 diputados. Por primera ocasión en los últimos 37 años se ha elegido un Parlamento sin que un partido ostente la mayoría absoluta (326) para tratar de solucionar la crisis política.

Agobiado por el fracaso y sin poder lograr que el liberal demócrata Clegg se le uniera, Brown renunció el pasado martes 11, y la Reina Isabel II invitó al conservador Cameron a formar un nuevo gobierno tras alcanzar éste la unión con el bando de Clegg.

Terminaron así 13 años consecutivos de ejecutivos laboristas desde que Tony Blair ganó las elecciones al conservador John Major en 1997.

Al llegar a Downing Street número 10, sede del gobierno británico, el nuevo primer ministro Cameron declaró a la prensa: “enfrentamos problemas urgentes y profundos, un gran déficit, graves situaciones sociales, un sistema político que necesita una reforma, por eso estoy dispuesto a formar una total coalición con los liberales demócratas".

Por su parte, la agrupación de Clegg, quien ocupará el cargo de viceprimer ministro, señaló en un comunicado: "está claro que el Partido Laborista nunca se tomó en serio la posibilidad de formar un gobierno progresista y reformista con los Liberales Demócratas".

Con una deuda gubernamental que se estima alcanzará en poco tiempo el 90% del PIB, las posiciones sobre economía de los partidos se encaminan a reducir los gastos públicos y aumentar los impuestos.

Una investigación realizada por el independiente Instituto de Estudios Fiscales (IFS) señala que tanto laboristas como conservadores tienen en sus carpetas proposiciones que atentan contra el desempeño de los servicios sociales.

Ambos bandos pretenden llevar adelante una compresión de gastos que sobrepasaría a la impuesta durante la década de 1970. El IFS afirma que los conservadores llevarían los recortes a grados extremos, no subirían mucho los impuestos y arremeterían contra la población inmigrante a la que achacan muchos de los problemas económicos.

Otro dato sumamente discordante en la sociedad británica es que la riqueza colectiva de las 1.000 personas más adineradas de Gran Bretaña subió un 30% en el último año y se ubicó en 333.500 millones de libras esterlinas.

En contraposición, la pobreza se extiende por diferentes barrios marginales apartados de las opulentas urbes. Datos del Ministerio del Trabajo indican que actualmente 650.000 niños viven bajo el umbral de la pobreza, el 27% de la población infantil. De ellos, unos 300.000 viven en extrema necesidad.

Ante este panorama y las posibles consecuencias que conllevarán las proyectadas reducciones de los gastos públicos, los conservadores y liberal demócratas que al final formaron la coalición sólo han obtenido una pírrica victoria.

Ganar no representa un premio pues las medidas de austeridad llenarán de insatisfacción al electorado que en el futuro cercano podría vengarse en las urnas.

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