viernes, 16 de abril de 2010

La telaraña neoconservadora en Estados Unidos


17-04-2010
Eliades Acosta
Resumen Latinoamericano

Resumen Latinoamericano dialogó con el intelectual cubano Elíades Acosta. El movimiento neoconservador, el poder sionista en Estados Unidos y el futuro de la potencia imperial fueron algunos de los temas tratados

Nacido en la década del 30 del siglo pasado, arropado y financiado por el poder estadounidense, el movimiento neoconservador mantiene intacta su fuerza dentro y fuera del país, produciendo ideas a través de tanques pensantes y definiendo la actual política de Estados Unidos. Con una trayectoria en la que lo imperante es sostener el sistema imperial, los neocon tuvieron su momento de máximo esplendor durante las presidencias de Ronald Regan y George W. Bush, pero esto no quiere decir que hayan desaparecido. En esos períodos aplicaron a ultranza sus métodos, donde nunca faltan la “teoría del miedo” para contener y confundir a la sociedad estadounidense, sus favores extremos al complejo militar-industrial, y su respeto absoluto al poder sionista.

Resumen Latinoamericano entrevistó en La Habana a Elíades Acosta, intelectual y escritor que desde hace años sigue la pista a este movimiento. Licenciado en Filosofía, ex director de la Biblioteca Nacional José Martí de Cuba, Acosta logró armar una red de las políticas, costumbres y decisiones que lleva adelante este polo de poder. En sus libros Los colores secretos del imperio, El Apocalipsis según San George, Siglo XXI: intelectuales militantes e Imperialismo del siglo XXI: las guerras culturales, detalló los inicios del neoconservadurismo, cuando un grupo de intelectuales judíos rompió con la Unión Soviética y, apropiándose de herramientas del marxismo, pasó a servir al sistema estadounidense en plena “Guerra Fría”.
El avance de la izquierda dentro de Estados Unidos, la gran crisis económica por la que atravesaba el país en los años 30 y la pérdida de fe en el sistema fueron algunos de los puntos que visualizó Acosta para dar una coyuntura al surgimiento de los neoconservadores. Sus declaraciones de salvaciones mesiánicas, el terror al siempre presente “agresor externo” y una supuesta nueva doctrina para que el capitalismo funcione, calaron en la sociedad estadounidense a través del poder mediático que solventa a los neocon. Para Acosta, el grupo inicial de los neoconservadores “surge espontáneamente” y comparte las opiniones de que “la izquierda y el socialismo eran antiestadounidenses, que no necesariamente la crítica al capitalismo tenía que ser de izquierda, que el capitalismo no tenía rival como sistema político, económico y social mundial, que la alternativa socialista no era viable, mucho menos en las condiciones de Occidente y de Estados Unidos, y que los métodos utilizados por Stalin, y aquí tenían parte de razón, se alejaban mucho de los métodos democráticos y lícitos en la política internacional”.

El intelectual cubano también señala que al ser detectados por el sistema, estos pensadores comenzaron a ser “muy útiles y eficaces”, además de que “no hay nada que pueda desmoralizar más que un converso, entonces usan ese bagaje cultural que traen, el discurso de izquierda, las categorías apropiadas del marxismo, el propio concepto de vanguardia política, y lo enfrentan, copian métodos de cohesión de grupos de izquierda, de disciplina partidaria, y los usan para contrarrestar las ideas de izquierda”.
Diferenciados de los liberales estadounidenses y de los propios conservadores tradicionales, el movimiento neocon “demostró ser más eficaz”, razón por la cual “fue avanzando en la estimación del sistema y de las propias agencias de inteligencia”. Acosta recuerda que los neoconservadores pasaron a trabajar directamente con la CIA, ya que en esos tiempos en Estados Unidos la mayor central de inteligencia del mundo asumía directamente la función de ministerio de Cultura. “Este grupo es detectado y es promovido -enumera-, se le fabrican autoridades, se le da prestigio, se le hace ganar premios, se financia, se publican sus trabajos, se le promueve, se le dan tareas concretas. Esa fue la época en que Irving Kristol fue vicedirector de la revista Encounter, que la CIA publicaba en Londres y era dirigida por Stephen Spender, un poeta de izquierda que estuvo en 1937 en el Congreso de Valencia contra el fascismo y que también se había pasado a la derecha”.

Para la década del 60, los neoconservadores seguían siendo minoría en el panorama de las ideas estadounidenses, “pero van preparando el camino, dentro de un programa de contrainteligencia doméstica que se llamó Cointelpro, o Programa de Contrainteligencia dentro de los Estados Unidos, que usó también herramientas de la Guerra Fría hacia el interior: desde asesinatos selectivos hasta manipulación, difamación, fabricar autoridades falsas, mentir, trucar, usar herramientas culturales en la lucha ideológica. Eso dio un resultado que fue liquidando todo el movimiento de las décadas del sesenta y setenta donde estaban los Panteras Negras, las Brigadas Venceremos, los Macheteros puertorriqueños, los indios que luchaban por sus tierras, las feministas, el derecho de los homosexuales, de los negros con el movimiento de los derechos civiles, el movimiento pacifista, el rock. Todo aquello fue controlado y eso abrió el camino para que este grupo pasara a la primera escena. A través de lobbies de presión y de tanques pensantes, logró preparar el camino para el triunfo de Regan, cuando ellos entran por primera vez en el gobierno”, relata Acosta.

El miedo como política suprema

El terror, la agresión exterior, la vida como continua desestabilización parecen las herramientas más preciadas de los neoconservadores. El ejemplo más radical fue luego del 11 de septiembre de 2001, cuando fueron derribadas las Torres Gemelas de Nueva York y atacado el Pentágono. De forma automática, el poder neoconservador dentro del gobierno de Bush aplicó a ultranza sus políticas que terminaron en los “ataques preventivos” contra Iraq y Afganistán. Eran tiempos en que los neocons manejaban los hilos del poder a nivel mundial con total impunidad.
“En Estados Unidos hay una cultura del miedo ancestral, no es solo ahora –asevera el escritor cubano- Eso forma parte de cómo ve el mundo la burguesía, espantada frente a las revoluciones y los cambios violentos y dramáticos. Hay que recordar que el padre del conservadurismo moderno, Edmund Burke, formula esas ideas como respuesta a la Revolución Francesa. Espantado al ver que un pueblo se ha alzado contra sus monarcas, contra el clero y las clases dominantes, que las ha barrido de la faz de la tierra, entonces trata de vertebrar una teoría moderna de conservadurismo en la cual la paz, la seguridad del burgués, la intangibilidad del sistema, el carácter sacrosanto de la propiedad privada, la necesidad de jerarquías, de que las élites dominen y las masas acaten de buena fe, la necesidad de sometimiento, esa vida de apacibilidad burguesa e hipócrita donde nunca pasa nada pero es segura, donde nada cambia y mucho menos de forma violenta, esos puntos de vista conservadores son una respuesta a ese mundo que la burguesía veía llena de peligros cuando dejó de ser una clase revolucionaria y se convirtió en una clase reaccionaria”.

Según Acosta, el miedo y el terror son recursos “sembrados en el ADN de la sociedad estadounidense, el miedo a lo de afuera, al foráneo, el miedo al cambio, a la revolución, a perder un nivel de vida, a perder la apacibilidad burguesa que es el sueño americano”. Ante esta situación, desde el neoconservadurismo “saben que con ese combustible funcionan la maquinaria política y las relaciones públicas en el interior de Estados Unidos, entonces viven agitando el miedo frente a peligros exteriores –indica-. En la Guerra Fría fue el comunismo, ahora es el terrorismo islámico, mañana será el cambio climático y luego la lucha por la tierra, pero siempre agitarán algo. Se han dado cuenta de que los peligros exteriores hacen que se una el sistema y que los dos partidos fundamentales cierren filas y se conviertan en un solo partido que es el de la burguesía y el capitalismo. Todas las participaciones de Estados Unidos en guerras imperialistas a finales del siglo XIX y el XX partieron de un ataque exterior, inesperado, traidor, que encontró a los Estados Unidos inerme, en la siesta, durmiendo tranquilos, confiados, que los estremeció y los obligó a entrar en guerras. Es el caso de la guerra de 1898 contra España, la explosión del Maine en la bahía de La Habana; el hundimiento del Lusitania en la Primera Guerra Mundial que hizo que entraran en la guerra; el Pearl Harbor, ataque del 7 de diciembre del 41 contra la séptima flota en Hawai; el incidente del golfo de Tomkín en el 64 que hace la escalada contra Vietnam, la guerra de Vietnam propiamente dicha y el 11 de septiembre de 2001”.

Respondiendo a sus postulados y llevándolos al extremo, los neocon viven exacerbando el terror del ciudadano estadounidense promedio para lograr sus fines políticos concretos. Para lograrlo, no existen escrúpulos por parte de este movimiento. “No estamos ante un problema sólo cultural sino de clase –analiza Acosta-. Lo importante son los intereses de la clase que representan y no le interesan el costo humano ni social que pueda tener esta política constante del miedo”. A través de tanques pensantes (Rand Corporation, Heritage Fundation o American Enterprise Institute, son algunos de ellos), publicaciones y conferencias financiadas por cifras millonarias, el movimiento neoconservador siempre se expresó desde órganos como el Comity on Present Danger (Comité sobre el Daño Presente) que arengó a favor del triunfo de Regan, o el Proyect for the New American Century (Proyecto para el Nuevo Siglo Americano), utilizado para atacar a la administración Clinton y abrir paso a Bush hijo.

Para el intelectual cubano, el éxito de estos mecanismos tienen como base la “cultura del miedo” estadounidense, razón por la cual “hay 200 millones de armas en manos de la población estadounidense porque viven con miedo”.


El sionismo como base neocon

En sus libros, Acosta sostiene que los cuatro pilares del movimiento neoconservador son las grandes corporaciones orientadas al mercado interno, de donde sale el dinero para la política, el complejo militar-industrial, las agencias de inteligencia y el sionismo. Este último movimiento, que se encuentra encarnado en el Estado de Israel y en sus políticas expansionistas contra los países de Oriente Nedio, se encuentra en los orígenes del neoconservadurismo. El escritor recuerda que “hay quienes creen que el neoconservadurismo en general es una gran movida sionista para influir a través de herramientas culturales dentro de los Estados Unidos. La verdad es que surgen en el gueto judío en Nueva York en los años 30 y que sus principales promotores han sido de origen judío, lo cual no quiere decir que la crítica sea antijudía, sino que la crítica que se hace es antisionista. Lo que criticamos de ese movimiento no es la religión a la que pertenecen los pensadores. Marx era judío, por lo tanto no estamos hablando de judíos buenos o malos, estamos hablando de sionistas que siempre son malos, porque son expansionistas, hegemónicos, pro capitalistas, imperialistas, despiadados y lo están demostrando con la política sionista israelí en Oriente Medio”.

Como ejemplo del poder sionista no sólo entre neoconservadores, sino dentro de Estados Unidos, Acosta manifiesta que “AIPAC, el lobby israelí tan poderoso, está detrás y financia una buena parte de estas figuras, al extremo de que un crítico desde la derecha de los neoconservadores, como es Pat Buchanan, que es paleo-conservador, un conservador del parque jurásico, está en contra de los neoconservadores porque dice que es una jugada sionista. Como es racista y blanco, anglosajón y protestante, dice que no puede haber en el poder tantos judíos que además son conversos, porque vienen de la izquierda, y que quieren ser más conservadores que él que toda la vida lo fue. Dice que son leninistas disfrazados metidos como quinta columna dentro del movimiento neoconservador”.

Tanto con demócratas como con republicanos, el poder de Israel sigue intocable y fundamental a la hora de la toma de decisiones dentro de las administraciones estadounidenses. Acosta explica que una imagen de esta presión fue que Barack Obama “lo primero que hizo fue nombrar a un sionista como Rahm Emanuel como su jefe de gabinete”, por lo cual se “explica también por qué el énfasis del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en Oriente Medio y concretamente la necesidad de eliminar los rivales de Israel en la región, Irán e Iraq fundamentalmente, además de Siria, Libia y pacificar Líbano, pero sobre todo Irán e Iraq. Eso explica por qué hay esa ligazón tan estrecha entre sionismo y neoconservadores, además de que tienen una raíz común: la filosofía de Leo Strauss, que era un sionista y es el fundamento filosófico de las ideas de los neoconservadores”.

Con demócratas o republicanos: neoconservadores al poder

Dentro de las incoherencias del sistema de partidocracia estadounidense (que alardea de ser una democracia occidental intachable), tal vez la más asombrosa es que desde siempre dos partidos políticos se alternan en el gobierno y las ideas fundamentales de ese sistema son intocables. Demócratas o republicanos encabezan invasiones militares, financian golpes de Estado (Honduras es el ejemplo más reciente), reciben apoyo de grandes empresas multinacionales a las que después benefician y defienden a toda costa el publicitado American Way of Life, que por estos tiempos se encuentra en franca debacle.

Para Acosta, situar al movimiento neoconservador con el partido Republicano es erróneo, ya que ese grupo “no encaja en el esquema tradicional bipartidista de la política estadounidense. Estamos en presencia de una operación bipartidista”.

Los neocon “son especialistas en la distracción, sacan de foco el problema, dicen que no existe un movimiento de ese tipo, lo que hay es una percepción neoconservadora”, expresa el intelectual. El neoconservadurismo, a la hora de definirse, lo hace con elegancia y buscando desconcertar, por eso dicen ser liberales con los dientes muy largos o republicanos que hablan de derechos humanos.

“Siempre se definen con ese tipo de mezcla que a veces te desconcierta, una mezcla muy dialéctica, y tratan de definirse a través del contrario –señala Acosta- En realidad lo que están diciendo es que el neoconservadurismo es una apuesta por el sistema para funcionar allí donde lo tradicional de la política no funciona. Y por eso son una especie de parásitos que se aloja en el cuerpo político de la nación y mutan, reciclan y usan de uno y de otro. Tanto un lenguaje conservador para defender ideas liberales, como ropajes liberales para esencias conservadoras. Si se ve la lista de firmantes del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, había independientes, demócratas y republicanos, porque hay un ala dura del partido Demócrata. Hillary Clinton pertenece a esa ala dura y está muy cercana al partido Republicano y a las ideas neoconservadoras”.

Utilizando uno de los mecanismos que más resultados les brinda, los neocon siempre buscan enemigos a quienes combatir. Acosta indica que frente a la ausencia de partidos u organizaciones de izquierda estadounidenses fuertes, el neoconservadurismo inventó “un enemigo falso que son los que llaman ellos los gatos gordos del Partido Demócrata. Es decir, las élites de poder de ese partido que consideran que no representan al pueblo y que son corruptos. Entonces dentro de esos enemigos falsos que han creado, o por lo menos enemigos de matices, están los Clinton porque son la negación de la utopía neoconservadora: gente que viene del pueblo. El caso de Bill, un liberal que sintonizó con la gente y logró ocho años de mandato, un hombre de una política de diálogo más que de fuerza o de confrontación, bien visto en general por el mundo. Esto por supuesto a ellos les afecta el esquema de dominación que tienen por lo que han hecho una campaña contra ellos terrible, hasta les llamaban Billary, la unión de Bill con Hillary. Billary era el enemigo, hasta que llegó Obama, que ahora es el enemigo mortal”.

Pero lo que parece tan tajante y sin matices, nunca es real con los neoconservadores. La situación más cercana se produjo luego del triunfo de Obama. Con un discurso renovado, de esperanza y de cambio, el nuevo presidente estadounidense sigue aplicando políticas que durante la administración Bush fueron moneda corriente, pero a su vez es atacado por el neoconservadurismo. Al respecto, Acosta aclara que las apreciaciones son diversas: hay quienes creen que Obama fue un cachetazo contra los neocon, aunque otros sostienen que el presidente demócrata “es una gran jugada del sistema” para “lograr lo mismo pero con el consentimiento del agredido”.

Según el intelectual cubano, “la verdad está a medio camino entre todas estas partes. Obama es sin duda un rostro bonachón del sistema que ha logrado dar una tregua externa, y sobre todo interna, para lograr salvar el principio de autoridad del sistema. Obama es también un fruto de grandes sectores fuera y dentro de los Estados Unidos que se oponen a Bush, a los neoconservadores y a las guerras. Y Obama es también ese chivo expiatorio que los neoconservadores necesitaban y que por eso le permitieron la entrada siendo lo que ellos odian: un hombre humilde, de ideas avanzadas, negro, a favor del diálogo y de la paz, siempre hablando de su discurso no de la realidad. Si se le elimina, se elimina de paso todo lo que significa y se vuelve a una etapa en la cual ya no hay alternativa ni esperanza porque la alternativa ha sido derrotada”.

Pero en medio de esta telaraña de la política interna imperialista, ¿qué hacen ahora los neoconservadores, siempre ávidos para los complots y desestabilizaciones? “Creo que ha habido un repliegue organizativo estando Bush aun en el poder –sostiene Acosta- Empezaron a salir del poder de manera suave, algunos mediante aparentes escándalos, otros cansados, otros en desacuerdo aparente con Bush, y de esa manera el neoconservadurismo salvó de la debacle a sus cuadros esenciales, los puso a buen resguardo antes de rendirse. Y como es soberbio no se rindió, se fue con la frente alta”.

Al hombre que los llevó a la cúspide más alta del poder, los neocon no lo olvidaron, por eso mientras se encuentran recomponiendo fuerzas, a Bush “lo han mantenido en un perfil muy bajo”, todo lo contrario que al ex vicepresidente Dick Cheney, al que se le asignó desde el neoconservadurismo la “lucha contra la política antiterrorista de Obama”.

En esta nueva etapa, los neoconservadores no dejaron que los superasen y pusieron a funcionar organismos como “Kepp America Safe” (Mantén a EEUU seguro), que lucha para que no cierren Guantánamo y lo encabeza una hija de Cheney o el “Foreing Polity Iniciative”, que se dedica a la política exterior y es un clon del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Acosta confirma que estos espacios “siguen usando el miedo como herramienta, exacerbando la necesidad de grandes presupuestos militares y de seguridad”, mientras que “Obama tampoco rompió radicalmente con la política anterior, mantuvo a Robert Gates que era el Secretario de Defensa de Bush y mantiene a un criminal de guerra fascista y neoconservador de pura cepa como John Dimitri Negroponte, que fue embajador en Iraq y embajador en Honduras, y es el jefe de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Por lo tanto estamos hablando de que mantiene a los personajes más virulentos en grandes puestos decisivos, mantiene vigente la misma documentación estratégica, programática del gobierno de Bush, por lo tanto la política opositora despiadada contra Obama tiene en cuenta también que Obama está dejando hacer muchas cosas. Apoyó el golpe de Estado en Honduras. Apoyó la invasión de Gaza al no pronunciarse, todavía no era presidente pero ya era electo. Apoya a Israel, apoya ahora la nueva campaña contra Cuba, contra Venezuela. Estamos en presencia de más de lo mismo”.

Articulando movimientos de calles y teorías e ideas surgidas de las academias o tanques pensantes, el movimiento neoconservador no dejó de exacerbar la tensión interna en Estados Unidos, reclamando mano dura o directamente sosteniendo que en el país, luego de la aprobación de la reforma sanitaria, se podría desatar una “guerra civil”.

Para Acosta, lo que se observa en la política interna de Estados Unidos es “el renacimiento de la confederación sureña, intransigente con respecto al Gobierno central, declarada en rebeldía, y que va a llegar hasta la rebelión si lo necesitan porque no tienen escrúpulos. Porque esta crisis, que es el gran trasfondo de todo esto, la crisis económica galopante, la pérdida de liderazgo a nivel mundial, la debacle de su industria y comercio, el avance de China, el resurgir ruso, el avance del Bric (Brasil, India, China, Rusia), la pérdida de iniciativa política en Europa, ahora mismo repunta la izquierda en Francia, los avances de América Latina con la izquierda, a eso le tienen pánico. Y se puede salir por la derecha. Puede haber un movimiento fascistoide estadounidense del cual los neoconservadores son el anuncio de lo que puede venir, y puede terminar en una dictadura posmoderna. ¿Qué fue lo de Bush sino una dictadura fascista posmoderna? Sólo en un país quemaron la biblioteca nacional, han acabado con la historia, con la cultura de Iraq y dejaron un millón de muertos y cuatro millones de huérfanos. Digan si eso no es mucho peor que lo que hizo Hitler en cualquier país de Europa”.

Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/index.php?option=com_content&task=view&id=1832&Itemid=1〈=es

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