viernes, 16 de abril de 2010

LAS TRADICIONES ISLÁMICAS Y EL MOVIMIENTO FEMINISTA: ¿CONFRONTACIÓN O COOPERACIÓN? [1]


Dra. Lois Lamya' al Faruqi [2]
publicado en Revista ALIF NÛN nº 80 - Marzo.2010

Las mujeres musulmanas tienden a ver el movimiento feminista con cierta aprensión, no importa si viven en Oriente Medio, África, Asia Central, Pakistán, el sudeste asiático, Europa o América. Aunque hay algunos rasgos de la causa feminista que nosotros, como musulmanes, podríamos compartir, otras características no las aceptamos, e incluso nos oponemos a ellas. No hay, sin embargo, una respuesta simple o fácil a la pregunta de si, en el futuro, el feminismo encontrará apoyo u oposición en el entorno islámico.

Hay, no obstante, una serie de tradiciones sociales, psicológicas y económicas que rigen el pensamiento de gran parte de los musulmanes y que afectan en especial a la situación y el papel de la mujer en las sociedades islámicas. Comprender estas tradiciones puede ayudarnos a entender las cuestiones que afectan a la situación y el papel del hombre y la mujer, y cómo debemos reaccionar frente a los movimientos que tratan de mejorar la condición de las mujeres en cualquiera de los países donde viven los musulmanes.


Tradiciones islámicas y situación de la mujer

La estructura familiar

Una de las tradiciones islámicas que afectan al modo en que las mujeres musulmanas responden a las ideas feministas es la promoción en la cultura islámica de una estructura de familia extensa en lugar de nuclear. Algunas familias musulmanas son familias extensas en las que tres o más generaciones de parientes (abuelos, padres, tíos, tías y su descendencia) viven en comunidad, compartiendo una sola vivienda, edificio o recinto cerrado. Incluso cuando no es posible esta versión comunitaria de la familia extensa, las relaciones familiares que van más allá de la unidad nuclear se muestran en los fuertes vínculos psicológicos, sociales, económicos e incluso políticos. El apoyo mutuo y las responsabilidades compartidas que caracterizan a estos grupos consanguíneos más extensos no sólo son considerados como algo deseable, sino que la ley islámica los ha convertido en un deber para los miembros de la sociedad. El Sagrado Corán mismo exhorta a la solidaridad dentro de la familia extensa, y además especifica el alcance de tales obligaciones y contiene las normas legales de la herencia, el apoyo mutuo y otras estrechas interdependencias dentro de la familia extensa. [3]

Nuestras tradiciones islámicas también prescriben una participación mucho mayor de la familia a la hora de concertar y preservar los matrimonios. Mientras que la mayoría de las feministas occidentales criticaría que la familia intervenga en los matrimonios y los concierte, juzgándolo como una influencia negativa por su aparente restricción de la libertad y la responsabilidad individuales, los musulmanes podríamos argumentar que esta participación de la familia es ventajosa tanto para los individuos como para los grupos dentro de la sociedad. No sólo asegura matrimonios basados en principios más sólidos que la atracción física o el capricho sexual, sino que proporciona otras garantías para que el matrimonio se desarrolle con éxito. Los miembros de la familia ofrecen compañía y apoyo, asesorando y solidarizándose con los recién casados cuando éstos se están adaptando a la forma de ser de su cónyuge. A los cónyuges no les resulta fácil adoptar una conducta injusta hacia su pareja, pues tal comportamiento provocaría la oposición del grupo más amplio. Las disputas no suelen ser demasiado graves, pues los miembros adultos de la familia, después de una riña, actúan como mediadores y ofrecen fuentes alternativas de apoyo y consuelo. Las dificultades para ser padres y el conflicto generacional también son menores, y los clubes de solteros o las agencias de matrimonio son elementos innecesarios para la interacción social. En las familias extensas no hay peligro de que los hijos de padres que trabajan queden desprotegidos, desatendidos, carezcan del cariño suficiente o de la adecuada socialización, pues el hogar de la familia extensa nunca está vacío. No existe, por lo tanto, el sentimiento de culpa que ha menudo experimentan los padres de familias monoparentales o nucleares que trabajan fuera de casa. Trastornos como el divorcio no debilitan tanto a adultos y niños, pues la unidad social más amplia absorbe a los individuos afectados mucho más fácilmente de lo que pueda hacerlo la familia nuclear.

El abandono de la cohesión de la que antes disfrutaba la familia en la sociedad occidental, el auge de modelos familiares alternativos, por lo general más reducidos, y el consiguiente aumento del individualismo que muchas feministas practican, o al menos defienden, están reñidos con estas costumbres y tradiciones islámicas tan arraigadas.

El individualismo frente a organizaciones más amplias

El apoyo mutuo que habitualmente encontramos en las grandes organizaciones familiares dotadas de complejas relaciones está unido a otra tradición islámica que parece ir en contra de las recientes tendencias occidentales y de la ideología feminista. El Islam y las mujeres musulmanas suelen ser partidarios de amoldar los intereses y objetivos individuales al bienestar del grupo más amplio y al de sus miembros. En lugar de abrazar los objetivos del individualismo, el Islam inculca a sus seguidores un sentido de pertenencia a la familia y de responsabilidad hacia el grupo. Los musulmanes no perciben o experimentan esto como una represión contra el individuo. Otras tradiciones que serán comentadas más adelante garantizan su personalidad jurídica. Las mujeres musulmanas, por lo tanto, no adoptarían el feminismo como un objetivo que deba perseguirse sin tener en cuenta la relación de la mujer con los otros miembros de la familia. La mujer musulmana considera que sus objetivos deben equilibrarse con –o incluso subordinarse a– los del grupo familiar. El individualismo desenfrenado que a menudo se experimenta en la vida contemporánea y que trata sus objetivos propios aisladamente de otros factores o como un bien supremo y absoluto, va en contra del profundo compromiso islámico con la interdependencia social.

Funciones distintas para cada sexo

La tercera tradición islámica que afectará al futuro de cualquier movimiento feminista en un entorno islámico es la que establece distintas funciones y responsabilidades para el hombre y la mujer en la sociedad. El feminismo, tal y como se ha presentado en la sociedad occidental, suele negar cualquier diferenciación y ha exigido un cambio hacia una “sociedad unisex” con el fin de lograr la igualdad de derechos para las mujeres. Por “sociedad unisex” entiendo aquella en la que se da preferencia y se valora un conjunto único de funciones e intereses, al margen de las diferencias de sexo y de edad. En el caso del feminismo occidental, los objetivos preferentes han sido los que tradicionalmente han cumplido los miembros masculinos de la sociedad. Actividades como ofrecer apoyo financiero, obtener éxito profesional, o ser el responsable de tomar decisiones han sido objeto de un respeto y de una atención abrumadores, mientras que las relacionadas con los asuntos domésticos, el cuidado de los niños, el ámbito psicológico y espiritual y las relaciones sociales han sido subestimadas e incluso despreciadas. Tanto hombres como mujeres se han visto obligados a aceptar un modelo único que quizá es más restrictivo, rígido y coercitivo que el que antes asignaba una función a los hombres y otra a las mujeres.

Esta es una nueva señal del chovinismo masculino que las tradiciones islámicas no pueden asumir. El Islam, en cambio, sostiene que ambos tipos de funciones merecen el mismo respecto y dedicación, y que una división del trabajo en función del sexo suele ser beneficiosa para todos los miembros de la sociedad, cuando va acompañada de la equidad que exige la religión.

Las feministas podrían pensar que esta postura abre las puertas a la discriminación, pero nosotros, como musulmanes, consideramos que las tradiciones islámicas apoyan de manera clara e inequívoca la igualdad entre hombres y mujeres. En el Corán no se establece diferencia alguna entre los sexos con respecto a Dios: “Dios ha preparado el perdón y una enorme recompensa para los sumisos [a Dios] y las sumisas [a Dios], para los creyentes y las creyentes, para los devotos y las devotas, para los sinceros y las sinceras, para los dotados de paciencia y las dotadas de paciencia, para los humildes y las humildes, para los caritativos y las caritativas, para los que ayunan y las que ayunan, para los que protegen su castidad y las que protegen sus castidad, para los que recuerdan mucho a Dios y las que recuerdan mucho a Dios” (33:35). “Al creyente, hombre o mujer, que obre bien, sin duda le haremos vivir una buena vida y en verdad lo recompensaremos conforme a sus mejores obras.” (16:97). [4]

Es sólo en las relaciones mutuas y en la sociedad donde se establece una diferencia, pero una diferencia de papel o de función. Los derechos y las responsabilidades de una mujer son equivalentes a los de un hombre, pero no necesariamente idénticos. Equivalencia e identidad son dos cosas diferentes, y las tradiciones islámicas afirman que la primera es deseable, pero la segunda no. Por lo tanto, hombres y mujeres deben complementarse mutuamente dentro de una organización multifuncional y polivalente, en lugar de competir entre sí en una sociedad unifuncional y uniforme.

La igualdad exigida por las tradiciones islámicas debe, sin embargo, analizarse en un contexto más amplio si se quiere comprender adecuadamente. Dado que los musulmanes consideran la diferencia de funciones entre los dos sexos como algo natural y deseable en la mayoría de los casos, las responsabilidades económicas de hombres y mujeres difieren con el fin de compensar las diferencias físicas entre ambos sexos y la mayor responsabilidad que asumen las mujeres en las tareas reproductivas y de crianza de los hijos, tan necesarias para el bienestar de la sociedad. Por lo tanto, afirmar que los hombres de la familia son responsables de mantener económicamente a las mujeres o que las mujeres no tienen la misma responsabilidad en ese aspecto, no supone trastocar o negar la igualdad entre los dos sexos. Se trata más bien de una obligación que los hombres deben cumplir para compensar otras responsabilidades que afectan a las mujeres en virtud de las capacidades específicas de éstas. Asimismo, el distinto porcentaje de herencia para cada sexo, que tan a menudo se cita como un ejemplo de discriminación contra las mujeres, no debe considerarse como una prescripción aislada [5] . No es sino una parte de un sistema global en el que las mujeres no tienen la obligación legal de mantener a los otros miembros de la familia, pero donde los hombres están obligados por ley y por costumbre a mantener a todos sus parientes femeninos.

¿Significa esto que las tradiciones islámicas prescriben necesariamente mantener el estatus quo en las sociedades islámicas actuales? La respuesta es un no rotundo. Muchos musulmanes inteligentes –tanto hombres como mujeres– estarían de acuerdo en que sus sociedades no cumplen con los ideales y las tradiciones del Islam establecidos en el Corán y reforzados por el ejemplo y las directrices del Profeta Muhammad, salallahu alaihi wasallam. El Corán y la historia nos informan de que las mujeres no sólo expresaban sus opiniones libremente en presencia del Profeta, sino que también discutían y participaban en importantes debates con el Profeta mismo y con otros líderes musulmanes de la época (Corán, 58:1). Las mujeres musulmanas son conocidas por haberse opuesto incluso a algunos califas, quienes más tarde aceptaron los sólidos argumentos de aquellas mujeres. Un ejemplo concreto tuvo lugar durante el califato de ‘Umar ibn al-Jattab [6] . El Corán reprendió a quienes creían en la superioridad del hombre sobre la mujer (16:57-59) y en repetidas ocasiones se refiere a la necesidad de tratar a hombres y mujeres con equidad (2:228; 2:231; 4:19, etc.). Por lo tanto, si las musulmanas sufren discriminación en cualquier época o lugar, ni culpan ni deben culpar al Islam sino al carácter no islámico de sus sociedades y al fracaso de los musulmanes a la hora de cumplir con las directrices islámicas.

Personalidad jurídica propia para las mujeres

La cuarta tradición islámica que afecta al futuro del feminismo en las sociedades musulmanas es la personalidad jurídica propia para las mujeres, la cual exige el Corán y la Shari‘ah. Todo individuo musulmán, ya sea hombre o mujer, posee su identidad propia, desde la cuna a la tumba. Esta personalidad jurídica propia otorga a la mujer el derecho a formalizar contratos, dirigir negocios y adquirir y poseer propiedades de manera independiente. El matrimonio no afecta a su estatus legal, sus propiedades o sus ingresos –y ni siquiera a su nombre [7] . Si ella comete cualquier delito, su castigo no es ni mayor ni menor al del hombre en un caso similar (Corán, 5:83; 24:2). Si se siente agraviada o perjudicada, tiene derecho a una indemnización igual a la del hombre (Corán, 4:92-93. Véase también Mustafa al-Siba’i 1976:38; Darwazah, s.f.:78). La exigencia feminista de una personalidad jurídica propia para las mujeres es, por lo tanto, algo que también defienden las tradiciones islámicas.

Poliginia

Aunque el hecho de que un hombre tome varias esposas suele ser conocido con el nombre de poligamia, el término sociológico más correcto es el de poliginia. Esta institución es probablemente la tradición islámica peor comprendida y más criticada por los no musulmanes. Se trata de uno de esos estereotipos explotados por Hollywood para ridiculizar a la sociedad islámica. La primera imagen que acude a la mente del occidental cuando se aborda el tema del Islam y del matrimonio es la de una religión que defiende la satisfacción sexual de los miembros varones de la sociedad y el sometimiento de sus mujeres mediante esta institución.

La tradición islámica permite, en efecto, que un hombre se case con más de una mujer a la vez. Incluso en el Corán se le concede a los varones esta prerrogativa [8] . Sin embargo, el uso y la percepción de esta institución está lejos del estereotipo de Hollywood. No cabe duda de que la poliginia no fue impuesta por el Islam ni es una práctica universal. Más bien se trata de una excepción a la norma de la monogamia, y su práctica está muy limitada por las presiones sociales [9] . Que algunos varones musulmanes la utilicen para facilitar o justificar la promiscuidad sexual no es menos condenable desde un punto de vista islámico que el adulterio, ni menos perjudicial para la sociedad. Los musulmanes ven la poliginia como una institución que sólo debe ponerse en práctica en circunstancias extraordinarias. Desde este punto de vista, las mujeres musulmanas, por lo general, no la han considerado una amenaza. Por lo tanto, si el movimiento feminista trata de centrar sus esfuerzos para mejorar la situación de la mujer en erradicar esta institución, encontrará escasa simpatía y pocos apoyos.

Directrices para el movimiento feminista en un entorno islámico

¿Qué conclusión podemos sacar sobre la futura compatibilidad o incompatibilidad del feminismo con un entorno musulmán, partiendo de estos rasgos de las tradiciones islámicas? ¿Existen principios generales que deban adoptar o directrices que deban asumir quienes trabajan por los derechos de la mujer y los derechos humanos en el mundo?

Incompatibilidad intercultural del feminismo occidental

Podría decirse que el asunto básico y más importante es que muchos de los objetivos del feminismo, tal y como éste se concibe en la sociedad occidental, no son necesariamente adecuados en otros espacios culturales, ni exportables a éstos. El feminismo como movimiento occidental se inició en la Inglaterra del siglo XVIII y tenía como uno de sus principales objetivos erradicar las desigualdades legales que la legislación inglesa imponía a las mujeres. Estas leyes eran especialmente discriminatorias con respecto a la mujer casada. Procedían en parte de fuentes bíblicas (por ejemplo, la idea de que el hombre y la mujer se convierten en “una sola carne” y el hecho de atribuir a Eva y a toda su descendencia femenina una naturaleza inferior e incluso malvada) y en parte de costumbres feudales (por ejemplo, la importancia de transportar y suministrar armas para la batalla, junto al desprecio hacia la contribución femenina a la sociedad). La Revolución Industrial y su necesidad de que las mujeres contribuyeran como fuerza de trabajo dio fuerza al movimiento feminista y ayudó a que sus partidarios echaran abajo la mayoría de aquellas leyes discriminatorias.

Puesto que la historia y el legado de los pueblos musulmanes han sido radicalmente diferentes a los de Europa Occidental y América, el feminismo que atraiga a las mujeres musulmanas y a la sociedad islámica en general debe ser igualmente diferente. Esos derechos legales que las mujeres occidentales solicitaban en la reforma de la legislación inglesa ya habían sido concedidos a las mujeres musulmanas en el siglo VII. Esta lucha, por lo tanto, tiene poco interés para la mujer musulmana. Además, sería inútil tratar de interesarnos en ideas o reformas que son diametralmente opuestas a aquellas tradiciones que constituyen una parte importante de nuestra herencia religiosa y cultural. Ha habido una buena dosis de oposición a cualquier cambio legislativo con respecto al estatuto personal musulmán, pues éste encarna y refuerza las tradiciones que hemos estado analizando. En otras palabras, si el feminismo desea tener éxito en un entorno islámico debe adoptar una forma autóctona en lugar de ser un feminismo concebido y desarrollado en un entorno extraño, con problemas, soluciones y objetivos diferentes.

La forma de un feminismo islámico

Si los objetivos del feminismo occidental no son viables para las mujeres musulmanas, ¿qué forma debería adoptar el movimiento feminista para asegurarse el éxito?

Por encima de todo, el feminismo debe reconocer que, mientras que la corriente principal del movimiento feminista en Occidente ha visto a la religión como uno de los principales obstáculos para su progreso y bienestar, las mujeres musulmanas ven las enseñanzas del Islam como su mejor aliado y apoyo. Las prescripciones que se encuentran en el Corán y en el ejemplo del Profeta Muhammad, salallahu alaihi wasallam, se consideran como el ideal hacia el cual las mujeres musulmanas contemporáneas desean regresar. En lo que a ellas respecta, el origen de las dificultades de hoy en día no es el Islam ni sus tradiciones, sino ciertas intromisiones ideológicas extrañas a nuestras sociedades, la ignorancia y la distorsión del verdadero Islam, y la explotación de los individuos dentro de la sociedad. Desconocer este hecho es lo que provocó incomprensión y malestar mutuos cuando los representantes del movimiento feminista en Occidente visitaron Irán antes y después de la Revolución Islámica [10] .

En segundo lugar, un feminismo que deseé tener éxito en un entorno islámico no debería actuar de manera chovinista, buscando sólo el interés de las mujeres. Las tradiciones islámicas dictan que el progreso de las mujeres debe lograrse en el marco de una lucha más amplia que beneficie a todos los miembros de la sociedad. El bien común o del grupo es siempre más importante que el bien de un sector concreto de la sociedad. De hecho, se considera que la sociedad es un todo armónico en el que el bienestar de cada miembro u órgano es necesario para la salud y el bienestar del resto de las partes. Por lo tanto, la posición de desventaja de las mujeres siempre debe combatirse a la vez que se intentan aliviar los factores que afectan negativamente a los hombres y a otros segmentos de la sociedad.

En tercer lugar, el Islam es una ideología que va mucho más allá de las prácticas rituales de un pueblo, afectando también a su vida social, política, económica, psicológica y estética. Din, que suele considerarse como la palabra equivalente al término inglés “religión”, es un concepto que incluye, además de las ideas y practicas que solemos asociar con la religión, un amplio espectro de prácticas e ideas que afectan a casi todos los aspectos de la vida diaria del individuo musulmán. Por lo tanto, muchos musulmanes de hoy en día consideran el Islam y las tradiciones islámicas como la principal fuente de cohesión que permite alimentar una identidad; la principal fuente de estabilidad, necesaria para hacer frente a la intrusión de influencias foráneas, y la principal fuente de cooperación, requerida para resolver sus numerosos problemas actuales. Ignorar este hecho o no apreciar toda la importancia que tiene para el musulmán medio –ya sea hombre o mujer– conduciría al fracaso de cualquier movimiento dirigido a mejorar la posición de la mujer bajo influencia islámica. Sólo consolidando esa identidad y estabilidad podrá alcanzarse el auto-respeto y surgirá un ambiente más próspero tanto para los musulmanes como para las musulmanas.

BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA


- Kamal Ahmad 'Awn, Al Mar'ah fi al Islam, Sha'raw Press, Tanta, 1955.
- Muhammad 'Izzat Darwazah, Al Dastur al Quran fi Shu'un al Hayat, 'Isa al Babi al Halabi, El Cairo, s.f.
- Mustafa al Siba'i, Al Mar'ah baynal Fiqh wal Qanun , AlMaktabah al 'Arabiyyah, Alepo, primera ed.: 1962.

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