jueves, 11 de marzo de 2010
El apartheid de Israel
11-03-2010
Murray Dobbin
TheTyee.ca
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Durante las dos primeras semanas de marzo, los partidarios de Palestina en todo el mundo concentran la atención pública en la continua brutal ocupación por Israel de Cisjordania y en el aún más cruel sitio de Gaza. Lo hacen en la Semana del Apartheid Israelí y éste es el sexto año en el cual ha tenido lugar esa campaña de educación pública.
Uno de los principales signos de su éxito ha sido la feroz campaña de los partidarios de Israel en su contra. Como tanto en la historia de la poderosa maquinaria de propaganda de Israel, los hechos sobre la separación israelí de judíos y árabes – también conocida como apartheid – son irrelevantes. La respuesta israelí a las críticas ha sido siempre una de indignación y ofensa, plena de pretensiones de superioridad moral, acompañada de acusaciones de antisemitismo.
Sin embargo no cabe absolutamente ninguna duda de que el sistema de separación de árabes y judíos puede ser comparado con el sistema del apartheid en Sudáfrica. Por cierto, muchos expertos en cómo fue organizado el sistema del apartheid afirman que el sistema israelí de hafrada, o separación, es mucho más brutal y deliberadamente humillante que todo lo que fue establecido por los regímenes racistas de Pretoria.
Miembros de la elite política israelí incluso utilizan el término apartheid para describir el sistema que administran – la ocasión más reciente fue cuando el actual ministro de defensa (y ex primer ministro) Ehud Barak declaró: “Si existe sólo una entidad política, llamada Israel, terminará por ser o no-judía o no-democrática… Si los palestinos votan en elecciones, es un Estado binacional, y si no lo hacen, es un Estado de apartheid.”
Shulamit Aloni, que fue ministro de educación bajo Yitzhak Rabin, escribió: “El Estado de Israel practica su propia, bastante violenta, forma de apartheid contra la población palestina nativa.” Y en noviembre de 2007, el primer ministro de Israel Ehud Olmert dijo: “Si llega el día en el que colapse la solución de dos Estados, y enfrentamos una lucha al estilo sudafricano por igualdad de derechos de voto, entonces, en cuanto eso suceda, el Estado de Israel se habrá acabado.”
Michael Ben-Yair, fiscal general de Israel de 1993 a 1996, describió en 2002 como apartheid la actitud de Israel hacia los territorios palestinos capturados en 1967:
“Elegimos con entusiasmo convertirnos en una sociedad colonial, ignorando tratados internacionales, expropiando tierras, transfiriendo colonos de Israel a los territorios ocupados, dedicándonos al robo y encontrando justificación para todas esas actividades… Desarrollamos dos sistemas judiciales: uno – progresista, liberal en Israel. El otro – cruel, injurioso en los territorios ocupados. En efecto, establecimos un régimen de apartheid en los territorios ocupados inmediatamente después de su captura.”
¿Peor que Sudáfrica?
Los que comparan las acciones de Israel en Cisjordania y Gaza con el régimen del apartheid, expresan a menudo sobrecogimiento por lo mucho peor que es el sistema israelí. Nada parecido a la estructura de los asentamientos en Cisjordania existió jamás en Sudáfrica. Los asentamientos ilegales están todos conectados a un conjunto especial de carreteras pavimentadas. Como describe Shulamit Aloni: “Carreteras maravillosas, carreteras anchas, carreteras bien pavimentadas, bien iluminadas de noche – todo en tierras robadas. Cuando un palestino conduce por una de esas carreteras, su vehículo es confiscado y le dicen que se vaya.” Unos cuatro millones de palestinos no son gobernados por el derecho civil sino por el derecho militar israelí, impuesto por soldados. Los palestinos sufren a diario humillaciones sistemáticas y deliberadas en cientos de bloques de ruta.
Literalmente a cada momento, los palestinos son tratados como gente sin derechos. Israel controla el agua en Cisjordania, y mientras sus ciudadanos tienen piscinas, los palestinos sufren racionamiento – incluso se les prohíbe que excaven pozos. Hay que preguntar a los negros en Sudáfrica si alguna vez se vieron ante un muro de hormigón de 6 metros de alto que dividía sus comunidades, sus tierras y las carreteras que conectaban a sus aldeas. Los colonos israelíes siguen apoderándose de tierra palestina, y arrasan sus huertos.
¿Y los “ciudadanos” árabes que viven en Israel? Este “hecho” de la ciudadanía árabe está en el corazón del mito de la democracia israelí, porque incluso en este caso prevalece una forma más suave de apartheid. Los ciudadanos árabes pueden votar pero tienen que tener tarjetas de identidad que dicen que son “árabes.” La mayoría está obligada a vivir en aldeas exclusivamente árabes a las que no se permite expandir; no pueden trabajar para el gobierno israelí; sus escuelas carecen de fondos, mientras las escuelas judías están bien dotadas. Los partidos políticos árabes no pueden propugnar un cambio en el sistema sionista de tratamiento diferencial basado en la raza. El actual ministro de exteriores israelí, ha meditado en público sobre la expulsión de todos los árabes de Israel propiamente tal – reflejando la opinión generalizada de que los árabes israelíes constituyen una “amenaza demográfica.”
‘Excepcionalismo’ israelí
Este estado de cosas repugnante desde el punto de vista moral es descrito a menudo como excepcionalismo israelí. Israel y sus partidarios utilizan el horror del Holocausto para argumentar que no se puede decir nada crítico sobre Israel porque los judíos sufrieron un horror sin igual – un horror tan inimaginable que ninguna otra injusticia se le puede comparar, ni puede ser utilizado para criticar a los sobrevivientes, no importa lo que hagan para sobrevivir. Israel siempre se ha presentado como en lucha por la simple supervivencia, sitiado por Estados árabes hostiles. Sin embargo, con las cuartas fuerzas armadas más poderosas del mundo, y con EE.UU. como su aliado, y ningún Estado árabe (ni siquiera Irán) contemplando seriamente atacarlo, este argumento no es convincente.
Los israelíes y sus partidarios hablan de antisemitismo y de declaraciones llenas de odio de árabes como justificación para su sistema. Pero no pueden admitir su propio odio. Los israelíes, a fin de racionalizar su sistema colonial, tienen que mantener la creencia de que como Pueblo Elegido, por definición, son incapaces de todo mal.
Y sin embargo es un mal. Lo que no me sale de la mente sobre la primera Intifada palestina fueron las docenas de jóvenes palestinos, algunos de sólo nueve o diez años, que fueron sumariamente ejecutados por soldados israelíes (algunos de ellos sólo adolescentes) por lanzar piedras. No se trataba de niños atrapados en un fuego cruzado – fueron muertos, en muchas ocasiones, por tiros en la mitad de la frente por francotiradores. En su libro
“Palestinian Children and Israeli State Violence”, James A. Graff informó que entre el 8 de diciembre de 1987 y el 8 de diciembre de 1989 soldados y colonos israelíes mataron a 138 niños (de 16 años y menos) mediante disparos. La cantidad de niños gravemente heridos por disparos y golpizas fue de aproximadamente 30.000.
Las heridas graves de niños fue política estatal. Existe evidencia en vídeo en YouTube de soldados israelíes que sujetan a un joven en el suelo, estiran su brazo y lo golpean con rocas. Siguen las órdenes del ministro de defensa Yitzhak Rabin a los soldados israelíes llamadas la política de “rompedles los huesos.” ¿Qué otro país democrático en el mundo ha emprendido alguna vez una campaña tan grotesca?
A menudo me pregunté lo que los francotiradores pensaban cuando el punto de mira encontraba el centro de la frente del niño. ¿Qué les pasaba por la cabeza y qué sentían después? No recibí la respuesta durante 20 años – no, hasta las informaciones sobre los ataques deliberados contra civiles en la invasión de Gaza en diciembre de 2008, cuando más de 900 civiles murieron (una acción por la cual Israel ha sido acusado de crímenes de guerra).
‘Sólo porque puedes hacerlo’
En marzo de 2009, informes en los periódicos israelíes revelaron las atrocidades cometidas por las tropas israelíes – descritas por los propios soldados en una discusión en grupo en una universidad israelí y transcrita por un profesor. Uno de los incidentes tenía que ver con una madre y dos niños que entendieron mal las instrucciones de los soldados israelíes y se dieron vuelta en la dirección equivocada cuando les ordenaron que abandonaran su casa. Un francotirador israelí mató a los tres en el acto. Dijo el jefe del escuadrón: “Las vidas de palestinos, digamos… son algo mucho, mucho menos importante que las vidas de nuestros soldados.”
En otro incidente sobre el cual informó Oakland Ross del Toronto Star “se dice que el comandante de una compañía ordenó a sus soldados que mataran a tiros a una mujer anciana que pasó ante ellos. “No recibes la impresión de los oficiales de que haya alguna lógica en el asunto – escribir ‘Muerte a los árabes’ en los muros, tomar las fotos de familia y escupir sobre ellas – sólo porque puedes hacerlo,” dijo un jefe de escuadrón que se opuso a la orden.
El periódico israelí Haaretz descubrió al mismo tiempo camisetas hechas para soldados que sirvieron en Gaza. Según un informe de la BBC sobre el descubrimiento: “Una, impresa para un pelotón de francotiradores israelíes, muestra a una mujer palestina embarazada armada en el punto de mira de un rifle, con la leyenda inquietante en inglés: ‘1 tiro 2 muertos.’”
Por chocantes que hayan sido esas revelaciones, no debieran constituir una sorpresa. Porque si la clase política israelí alberga esos sentimientos abiertamente racistas, también modela correspondientemente a sus soldados. La anotación del 18 de octubre de 1973 de la Cámara de los Comunes británica en Hansard, registra el informe del parlamentario R.J. Hislop a la Cámara sobre su experiencia como parte de una delegación parlamentaria a Israel. Había sido invitado a un almuerzo con el comité de asuntos exteriores del Knesset [parlamento israelí].
“Después del almuerzo, el presidente del comité habló con gran intemperancia y muy largo sobre los árabes. Tuve que decirle: ‘Dr. Hacohen, me choca profundamente que usted pueda hablar de otros seres humanos en términos similares a los que utilizaba Julius Streicher para hablar de los judíos. ¿No ha aprendido nada?’ Recordaré toda mi vida su respuesta. Golpeó duramente la mesa con ambas manos y dijo ‘Pero no son seres humanos, no son gente. Son árabes.’”
………..
Murray Dobbin es autor, presentador de la radio y periodista. Es autor de cinco libros y es un ex columnista de Financial Post y de Winnipeg Free Press. Es miembro del consejo del Canadian Centre for Policy Alternatives. Vive en Powell River, BC, Canadá
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