jueves, 11 de marzo de 2010

Balance de la operación Plomo Fundido: Desproporcionado


11-03-2010
Amira Hass
Haaretz
Traducido para Rebelión por LB

Durante una pausa en una conferencia en Tel Aviv, alguien se acercó a mí para preguntarme sobre Gaza y la operación Plomo Fundido. Solemos pensar que el tema está siendo enterrado, pero aquí está, viene a perseguirnos de nuevo. Eso fue hace cosa de un mes. Para proteger la privacidad de una persona que se involucró en la conversación, omito detalles sobre la fecha, hora y lugar exacto donde tuvo lugar.

La persona que me preguntó sobre Gaza se halla realizando un doctorado en filosofía política, y en el curso de su investigación ya había hablado con soldados que participaron en el ataque contra la Franja de Gaza. "¿Sabía el ejército que estaba atacando objetivos civiles?", me preguntó. No tengo la menor duda sobre ello, le respondí. El ejército, la Administración Civil y el servicio de seguridad Shin Bet disponen de información detallada sobre cada casa y familia. Tenemos acceso al censo de la población palestina, incluida la de la Franja de Gaza, desde direcciones hasta altura, color de ojos y número de niños. La Administración Civil y el Shin Bet tienen información adicional sobre los habitantes de prácticamente todas las casas. Saben cuándo fue la última vez que el propietario de una fábrica de cemento solicitó un permiso de salida, saben quién está enfermo y a quién se permitió salir de Gaza para recibir tratamiento médico. Tienen los números de teléfono fijo y móvil de los habitantes de Gaza. Las computadoras del ejército israelí, del Ministerio de Defensa y del Ministerio del Interior acumulan toda esa información. El ejército dispone de mapas detallados de cada barrio, así como de croquis y fotografías aéreas, y toda esa información ha sido cruzada con los nombres de los habitantes.

¿Significa eso –preguntó el estudiante de doctorado– que la operación Plomo Fundido es un ejemplo de guerra desproporcionada? Me preguntó si dicha operación encaja en la “estrategia Dahiyeh" del ejército israelí, es decir, la política de atacar la infraestructura civil que, según Israel, es utilizada por los terroristas.

Piensa, por ejemplo, en la escuela americana que se encuentra al norte de Beit Lahia, en la Franja de Gaza, le sugerí. Cuando los israelíes arrojaron una bomba sobre esa escuela, ¿no sabían que era un bastión de los habitantes de Gaza cuya cultura es muy diferente de la de Hamas? Cierto, ya no es un bastión de los altos funcionarios de la Autoridad Palestina (que ahora están en Ramallah o El Cairo), pero sí de padres y madres que desean proporcionar una educación liberal a sus hijos y de personas con medios que pueden permitirse pagar la costosa matrícula de una escuela que parece trasplantada del extranjero. El edificio escolar ocupa una superficie de tres dunams dentro de un área de 36 dunams con parques infantiles y jardines alejados de las zonas residenciales y del bullicio de la ciudad. El guarda de la escuela, Salem Abu Qleiq, murió en el bombardeo. Era uno de los seis guardias empleados permanentemente que trabajaban por turnos.

Cuando quedó claro que el ataque contra Gaza no terminaría pronto, Abu Qleiq preguntó a la administración de la escuela si su familia podía trasladarse al edificio, considerado seguro. Abu Qleiq era consciente de la insistencia de la dirección para que la escuela no fuera utilizada por ningún grupo con segundas intenciones, ya fuera para disparar cohetes Qassam o para esconder a hombres armados. La escuela había llegado a un acuerdo con Hamas a tal efecto. Cuando los israelíes bombardearon la escuela el 3 de enero, la administración del centro suspiró de alivio por haber demorado el permiso [de acceso a las familias que deseaban refugiarse en el recinto]. Eso salvó la vida de la mujer y los hijos de Abu Qleiq.

Mientras hablábamos de todo esto, el guardia de la entrada de la sala de Tel Aviv amablemente preguntó si podía intervenir y corregirme. No tiene usted ni idea de lo que encontramos en la escuela, dijo. "Lo que encontramos", dijo con gran seguridad y conocimiento, con la misma seguridad y conocimiento que exhiben muchos israelíes partidarios del ataque contra Gaza. Di las gracias a mi buena estrella, pues por fin había encontrado a un soldado que me podían proporcionar detalles reales sin pasar por el filtro del portavoz del ejército israelí. Estaría encantada de que me rebatiera lo que yo sabía.

En los días del ataque el portavoz de las FDI me había dicho: "El American College [el error es suyo] del área de Beit Lahia fue utilizado como base central para el lanzamiento de cohetes Qassam desde la zona y como punto de almacenamiento de armas y municiones y, por lo tanto, era un objetivo terrorista". La administración de la escuela rechazó tajantemente esas acusaciones. Ahora estaba a punto de escuchar lo que el guardia de Tel Aviv había encontrado allí.

El guardia me brindó una descripción detallada: "Había una red de túneles debajo de la escuela, algo inconcebible. Matamos allí a doce palestinos armados, habían escondido en el lugar tres kilos de explosivos y habían colocado cables que partían hasta todas las casas de la zona".

Las casas están muy lejos de la escuela, pero eso ciertamente no sería obstáculo para los cables. Por otro lado, la afirmación de que 12 palestinos armados habían sido hallados bajo los escombros me confundió. ¿Por qué el portavoz del ejército israelí no mencionó un dato que avalaría su versión de los hechos? Por otro lado, las jactanciosas declaraciones de Hamas sobre el escaso número de bajas registradas entre sus propias filas nunca me han convencido y, en cualquier caso, nunca se debe confiar en la credibilidad de las cifras facilitadas por fuentes gubernamentales. ¿Y los túneles? Lo cierto es que cuando llegué al lugar tres semanas más tarde no ví restos de túneles ni trazas de que hubieran tratado de ocultarlos. Pero eso no prueba nada.

"¿Tres kilos de explosivos son mucho?", le pregunté al guardia, quien aclaró que había combatido allí como soldado de infantería. Es mucho, me dijo. (Ciertamente, es mucho, me confirmó Noam Chayut, un ex oficial de combate que ahora es un miembro de Breaking the Silence, una organización que recopila testimonios de soldados que han servido en el ejército israelí desde el comienzo de la segunda Intifada.)

"¿Esos tres kilogramos causaron algún daño a nuestros soldados?", le pregunté. Por supuesto, contestó con el aplomo y el conocimiento de alguien que estuvo y combatió allí. Observé que el estudiante de doctorado también escuchaba con atención. Unos minutos antes me había dicho que los soldados con los que había hablado le habían dicho que los palestinos apenas presentaron batalla. Ahora nos estaban ofreciendo otra imagen: el ejército israelí bombardeó la escuela el 3 de enero, en vísperas de la invasión terrestre, luego los combatientes de Hamas, que habían hecho tan excelente trabajo ocultando los explosivos en los túneles (después de todo, no hubo explosiones secundarias), los sacaron de entre los escombros y los utilizaron contra los soldados israelíes. Esta explicación parece tomada directamente de un programa de Al-Aqsa TV, la emisora de Hamas, quizás de una emisión titulada “Cómo vencimos”.

El portavoz del ejército israelí siempre da el número exacto de nuestros caídos. Esto es axiomático. “De los 10 soldados israelíes que cayeron en la operación Plomo Fundido sabemos que cuatro murieron por fuego amigo", le dije al soldado que había estado allí. "Entonces, ¿cuántos de los seis [restantes] murieron allí?" Me respondió de inmediato, con su aplomo y conocimiento característicos: "¿Cómo que seis, cómo que diez? Durante Plomo Fundido murieron muchos más soldados, pero el ejército no nos lo dice".

Fuente: http://www.haaretz.com/hasen/spages/1154870.html

No hay comentarios: