Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní
Traducción de Raúl González Bórnez
Décimo hadízDeseo y esperanza
Con una cadena de transmisión que conecta con el maestro de los transmisores de hadíz Muhammad ibn Yaqub al-Kulayní, Dios esté satisfecho con él, de Al-Huseyn bin Muhammad, de Mual.la bin Muhammad, de Al-Washái, de Ásem bin Humaidín, de Abu Hamza, de Yahia bin Aqíl que dijo: Dijo Emir al-Muminín, la paz sea con él:
En verdad, temo para vosotros dos cosas: Que seáis esclavos de vuestros deseos y que alberguéis excesivas esperanzas. Seguir los deseos os apartará de la verdad y el exceso de esperanzas pondrá una barrera entre vosotros y la otra vida.
Hawá significa, según los gramáticos, amor, deseo, pasión y apetito. Y no hay diferencia entre que sea por algo bueno y encomiable o malo y censurable, aunque se utiliza normalmente para referirse a los deseos condenables, los caprichos que normalmente le apetecen al ego, aquellos deseos vanos y pasiones negativas a las que tiende el ego de manera instintiva, cuando no están sometidos al control de la razón y de las leyes divinas. Aunque la posibilidad de que el término se utilice aquí como un concepto legal (haqiqat shar’í), según algunos estudiosos han creído, es bastante lejana.
Y la expresión «poner una barrera a» (sadda ‘an), se utiliza para indicar impedimento, obstáculo y disuasión. Aquí se utiliza en el sentido de «impedir el acceso a».
Si Dios quiere, nos ocuparemos de comentar estos dos males y sus consecuencias. En qué consiste el primer impedimento respecto a la verdad y el segundo, relativo al olvido de la otra vida.
Pido para ello la asistencia divina.
Primera morada
Lo censurable de seguir las pasiones del ego
El ser humano y sus impulsos animales
Sabe que el alma humana, aunque en un sentido que ahora no vamos a analizar ha sido creado con el instinto innato no sólo de adorar al Dios único sino de seguir todos los principios verdaderos, desde el momento en que llega a este mundo y comienza a dar sus primeros pasos en él, crece acompañada de apetencias egoístas y deseos animales, excepto aquellos que disfrutan de la asistencia que procede de Dios, el Sagrado Protector. Pero, como ello se da solamente en casos excepcionales, no lo trataremos aquí. Nos ocuparemos de aquello que es común en la especie humana.
Es algo demostrado que el ser humano, en sus primeras etapas después de nacer, no es más que un débil animal sin ningún tipo de ventaja sobre el resto de los animales excepto por su humanidad potencial.
Por lo tanto, el ser humano es inicialmente, al comienzo de su llegada a este mundo, un animal en acto que no se encuentra sometido a más leyes que las animales, es decir, aquellas que rigen el deseo y el disgusto.
Como esta maravilla de la naturaleza es capaz de adquirir todo tipo de atributos, para gobernar estas dos fuerzas hace uso de algunos atributos satánicos, tales como la mentira, la impostura, la hipocresía, la calumnia, etc. Y con estos tres poderes, que son la base de todos los vicios y defectos destructores, crece y se desarrolla y con forme el crece y se desarrolla esas fuerzas también crecen y se desarrollan dentro de él y si no recibe la guía de un instructor y un maestro, cuando llegue a la mayoría de edad se habrá convertido en un sorprendente animal que superará al cualquier otro animal o demonio en el ejercicio de estos tres poderes mencionados. Más perfecto y poderoso que cualquiera de ellos. Y si su vida transcurre en ese estado y su alma no hace sino seguir los deseos de su ego en el marco de esas tres dimensiones, no solamente no surgirá de él ningún tipo de espiritualidad, de excelencia moral o de buenas acciones, sino que la luz de su condición innata se apagará en él.
Cuando todas las dimensiones de la verdad, las cuales están comprendidas en estas tres moradas: conocimiento espiritual, moral y hábitos elevados y buenas acciones, quedan sometidas a los deseos animales y a las apetencias egoístas, su situación no permite que la verdad pueda desarrollarse en él y las tinieblas y la confusión de las pasiones del ego apagan todas las luces de la razón y de la fe y no permiten acceder a su segundo nacimiento, que es su nacimiento a la condición humana. Permanecerá en ese mismo estado, alejado de la verdad y de la realidad, hasta partir de este mundo. Y en el otro mundo, que es el mundo en el que se desvelan los secretos, no tendrá otro aspecto sino el de un animal o el de un demonio y no habrá en él recuerdo alguno del ser humano o de la humanidad, permaneciendo en ese estado de tinieblas, castigo y sufrimientos ilimitados hasta que Dios quiera.
Este es el estado que resulta de seguir totalmente los deseos del ego, un impedimento absoluto para alcanzar la verdad.
Ello nos permite comprender que la balanza en la que pesar el alejamiento de Dios es el sometimiento a los deseos del ego. Cuanto mayor sometimiento más alejamiento.
Por ejemplo, si una persona, aunque haya crecido y se haya desarrollado al mismo tiempo que estas tres potencias, recibe las enseñanzas de los profetas y la formación de sus maestros y educadores y, poco a poco, somete esas fuerzas a la influencia educativa de las enseñanzas de los mensajeros divinos, la paz sea con ellos, podrá despertar en poco tiempo su potencial humano que permanecía dormido en la oscuridad de sus capacidades y las capacidades que habían sido depositadas en él pasen de la potencialidad a la actualidad y se manifiesten y lleven todos su poderes a la dimensión humana, convirtiendo a la fe el demonio interior de su alma animal, de la misma manera en que le sucedió al Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, el cual dijo:
Inna shaitání ámana bi yadí
Yo he convertido a mi demonio interior a la fe.
y su animalidad se rinda ante su humanidad, de manera que pueda llevarla de las riendas como una dócil montura hacia los cielos de la perfección, transformándola en un buraq que transporta a su jinete dócilmente hacia el mundo de la perfección, sin rebelarse nunca más. Y, después de que sus pasiones se hayan rendido y su ira se haya sometido a la justicia y la ley divina, la paz espiritual crecerá en sus dominios y se establecerá en su territorio el reino divino. Nada podrá entonces alterar el imperio de la verdad y de la ley divina en él y habrá quedado completamente libre de toda falsedad e injusticia.
Así pues, de la misma manera en que aquello que priva a la persona de llegar a la verdad y que le pone una barrera es la sumisión a los deseos del ego, lo que establece en la persona el dominio de la verdad es el sometimiento a las leyes divinas y a la razón.
Y entre estas dos moradas, la rendición absoluta ante los deseos del ego y la rendición absoluta a los dictados de la razón, existen innumerables estaciones intermedias, de tal manera que cada paso que se da en seguimiento de los deseos del ego es un paso que se aleja uno de la verdad y un velo que se interpone entre él y la realidad y las luces perfectas de su humanidad y de los secretos de la existencia humana. Y al contrario, cada paso que se da en contra de los deseos del ego y sus pasiones, es un paso que se avanza en la eliminación de los velos y a favor del establecimiento de la luz de la verdad en los territorios interiores del ser.
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