jueves, 19 de noviembre de 2009

Tertulias de "todólogos" y otros temas


19-11-2009
Vicenç Navarro
www.vnavarro.org/Rebelion

Por razones profesionales, desde hace varios años, vivo en dos países, EEUU y España. Y también tengo que viajar y pasar tiempo en otros países. Ello me da la oportunidad de ver diferencias en los comportamientos y prácticas de los medios de información.

Y uno de ellos es ver cómo cubren las previsiones del tiempo los rotativos de mayor difusión en cada país. Así, si estando en Baltimore, donde está mi universidad, The Johns Hopkins University, tengo que ir al día siguiente a París, Roma o Londres, miraré el New York Times o el Washington Post o el Baltimore Sun, o cualquier diario estadounidense, que me dirá la temperatura del día siguiente, no sólo en Baltimore o cualquier ciudad estadounidense, sino también en las mayores ciudades del mundo. Ello me ayuda a saber la vestimenta que tengo que usar al día siguiente (para ponerla en la maleta), dependiendo de si hará más frío o más calor que en Baltimore.
Ello no me es posible, sin embargo, en España. Si tengo que viajar desde Barcelona (donde está la Universidad Pompeu Fabra, donde yo trabajo) a aquellas ciudades (o cualquier otra ciudad en el mundo, incluyendo ciudades españolas), los diarios de mayor difusión españoles no me dicen qué temperatura hará al día siguiente en ellas. Publican las temperaturas de hoy y algunos rotativos (como La Vanguardia y El Periódico, en Cataluña) publican las de ayer, pero no las de mañana. Estoy seguro, sin embargo, de que para la gran mayoría de lectores las temperaturas del día siguiente son mucho más importantes que las que se dieron el día anterior. Tengo que reconocer que siempre me ha intrigado por qué tales rotativos creen que la temperatura de ayer es más importante al lector que la de mañana. Si lo hacen los diarios de Baltimore, ¿por qué no pueden hacerlo los de Barcelona o de cualquier ciudad de España? Si el lector está de acuerdo en que los diarios debieran publicar la temperatura de hoy y la que se predice para el día siguiente en España y en cualquier parte del mundo, le sugiero que envíe cartas al director exigiendo que ofrezcan mejores servicios de predicción meteorológica a sus lectores.


Todólogos tertulianos

Otra peculiaridad de nuestros medios españoles, que se da en la radio y en la televisión, son las “tertulias” en las que personas conocidas por su sensibilidad política se sientan alrededor del micrófono, en la radio o en la televisión, y discuten todo tipo de temas, desde la pandemia de gripe porcina, hasta la guerra de Irak. Y ello, día tras día. Se convierten así en discusiones entre todólogos (expertos en todo), puesto que para discutir cualquier tema es aconsejable conocerlo. Como es imposible que una persona sea conocedora de todos los temas, resulta que en tales tertulias se dicen auténticas frivolidades (para ponerlo de una manera amable). Yo puedo mostrar evidencia de lo que digo en áreas que yo conozco, tales como economía política, política social, y análisis político-histórico. Lo que he llegado a oír en muchas de tales tertulias es para escribir un libro de humor. Y es lógico porque nadie puede ser todólogo. Lo que hacen es quedarse en la superficie de los análisis. Ejemplos de ello hay miles. La vida política (por citar sólo un tema que sale diariamente en tales tertulias) se reduce al politiqueo, es decir a lo que dicen o dejan de decir los políticos, pero raramente se analizan las políticas públicas derivadas del debate político. Tales análisis son demasiado complejos para nuestros todólogos. Sería mucho más lógico que las tertulias se centraran en temas concretos, y que los tertulianos del día fueran expertos en aquella materia, reuniendo distintas sensibilidades, y de esta manera el público oyente o vidente podría conocer mejor el tema bajo discusión desde diferentes perspectivas. Claro está que para organizar estas tertulias se requeriría mayor inversión de tiempo y energía para poder convocar tales expertos de los diferentes temas, a veces con muy escaso tiempo. A las compañías de radio o televisión les es más fácil tener siempre a los mismos todólogos, que para mayor frustración presentan, por lo general, una diversidad ideológica extraordinariamente limitada. A lo máximo que se llega en la ideología de izquierda es al centro-izquierda. Izquierda, izquierda, salvo contadísimas excepciones, casi nunca aparece en tales medios. En una escala de 0 (extrema derecha) a 10 (extrema izquierda) a lo máximo que llegan las izquierdas es a un 6. En el polo de las derechas, sin embargo, las opiniones expresadas están en el 1 o el 2.


La escasa diversidad ideológica de las tertulias

Si usted ha escuchado debates en temas económicos, por ejemplo, verá que en la discusión sobre las dimensiones del déficit del Estado que son tolerables, usted habrá oído que la mayoría de tertulianos dice que debe reducirse el déficit (punto 2 en aquella escala) y la izquierda aparece con su demanda de que hay que mantenerlo de momento para continuar el estímulo económico (punto 6 en aquella escala). Pero usted no oirá argumentos a favor de que hay que aumentar el déficit (punto 8). Si se presentan argumentos a favor de reducir el déficit, el oyente debiera oír también argumentos a favor de su incremento. No los oiría. A lo máximo que se llega es a mantenerlo. Y así, miles de casos.


Esta falta de diversidad en las tertulias, y en los medios en general, debiera movilizar a la población y al oyente o vidente protestando a aquellos medios que discriminan sistemáticamente a las izquierdas. De ahí que le sugiero al lector que se movilice y responda a aquellos medios. Permítanme un ejemplo. Me alegró constatar que el artículo que escribí en Público señalando que no era cierta la aseveración de que España tenía demasiados trabajadores en los servicios públicos tuvo bastante impacto (“¿Demasiados funcionarios?” Publico 24.06.09). Mostré datos que documentaban que el empleo público está poco desarrollado, siendo España uno de los países de la UE-15 que tiene un porcentaje menor de población adulta trabajando en el sector público. Ello no fue obstáculo para que muchos articulistas en la prensa conservadora y liberal continuaran repitiendo aquella aseveración sin responder a mis argumentos e ignorando los datos que yo presenté cuestionando tal postura. Pues bien, si cada lector que hubiese leído mi artículo y estuviese de acuerdo con ello hubiera enviado un artículo a tales autores (recibiendo miles de notas) criticándoles por la ignorancia de aquellos datos, les aseguro que habría tenido algún impacto. El lector es ciudadano y debe participar en la lucha ideológica que tiene lugar cada día, respondiendo la enorme avalancha de la Brunete mediática liberal ala cual los lectores están expuestos en bases diarias.
Lo que es peor es no hacer nada, que es lo que miles y millones de lectores hacen en España. Y si no hacen nada, les aseguro que nada cambiará. Y el país (y sus medios) necesitan que se hagan cambios profundos tanto como el aire que respira.

El autor es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

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