viernes, 4 de septiembre de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -XXXI


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Cuarto hadiz
Arrogancia (kibr)
Sexta parte
Remedios para curar la arrogancia


Ahora que conoces lo que es la arrogancia, debes tratar de curarte de ella y de esforzarte para limpiar tu corazón de esas cosas que lo empañan, eliminando esa densa capa de polvo que cubre el espejo de tu alma.
Si eres una persona de voluntad fuerte y de pecho amplio y las raíces del amor por este mundo no se han implantado con fuerza en tu ánimo, los encantos mundanales no se han apoderado de tu corazón y mantienes abierto el ojo crítico, la mejor cura para la arrogancia es el conocimiento de ella que hemos expuesto en los capítulos anteriores.




Pero si no te encuentras entre las personas que poseen esas cualidades, reflexiona un poco en tu propio estado, puede que tu alma despierte.

¡Oh humano, que no eras nada al principio de tu vida! ¡Oh tú, que permaneciste oculto en las sombras de la inexistencia durante siglos y siglos! ¿Qué puede ser más insignificante que la inexistencia y el no estar inscrito en el registro de los seres vivos?
Después, cuando la Verdad Altísima tomó la decisión de crearte, te puso en el más insignificante y menos noble de los recipientes.
Tú, que no tenías la capacidad de recibir la efusión divina, fuiste creado de la matería prima del mundo, que no era otra cosa que pura potencialidad y carencia, se te dio un cuerpo elemental, que son las formas más básicas de existencia y los modos más insignificantes de vida. Después Él te conformó como esperma, del mismo que si tu mano se mancha te hace sentir impuro y eliminas de ella con dificultad, y te recluyó en una morada baja, estrecha y oscura, los testículos de tu padre.
Atravesando el mismo conducto impuro por el que se expulsa la orina, llegaste al útero de tu madre y se te alojó en un lugar cuya descripción no te gustaría escuchar. Allí fuiste transformado en un pequeño embrión colgante y, después, en una pequeña esfera de algo parecido a carne picada. Se te nutrió con un alimento que si escuchases cómo era te pondrías enfermo y te avergonzarías, pero, puesto que todos hemos de pasar por la misma situación, eso te libra de la vergüenza. El mal que todos comparten se hace más tolerable.
Durante todos estos niveles de evolución y transformación, eras la cosa más insignificante de la creación. Carecías de toda facultad de percepción externa e interna y de cualquier tipo de perfección y plenitud. Después de ello, cuando Su amplia misericordia te capacitó para la vida, eras más débil e impotente que un pequeño gusano. Su misericordia fue la que te otorgó toda la perfección y los elementos necesarios para venir a este mundo. A través del más innoble corredor y en el peor estado te hizo llegar a este plano de la existencia, de tal manera que eras la más débil de las crías animales.
Aun después de haber completado tus poderes internos y externos eres un ser tan débil y vulnerable que no posees el pleno control de ninguno de ellos, ni la capacidad de preservarlos. Te hizo de tal manera que no puedes preservar tu fuerza ni tu vida. No puedes preservar tu juventud y belleza. Si te aqueja una infección o enfermedad no puedes defenderte de ella. En resumen, no eres el dueño de tu persona ni de tu vida. Si pasaras un solo día hambriento estarías dispuesto a comerte el cadáver de cualquier animal y si estuvieses sediento beberías la más sucia y fétida de las aguas. Y, de la misma manera, ante el resto de las cosas, eres una pobre e indefensa criatura que no posee ningún poder por sí misma. Y si comparas tu existencia y perfección con la perfección del resto de los seres vivos, verás que tanto tú como todo el mundo en el que vives, e incluso todo el sistema solar, no son nada frente a toda la creación material que, a su vez, es el más bajo e insignificante de todos los mundos creados.
Querido, aparte de ti no has visto nada y todo lo que has visto no es nada comparado con el mundo de la existencia.
Compara tu persona y todo lo que posees con la grandeza de tu ciudad, tu ciudad con tu país y éste con el resto de los países del mundo, de muchos de los cuales no conoces ni el nombre. Compara ahora la grandeza de todos los países con la propia Tierra, la Tierra con el sistema solar y sus grandes esferas que no son sino pequeños fragmentos del mismo Sol. Compara el sistema solar, cuya amplitud se escapa a tu comprensión y la mía, con la Vía Láctea, a la cual pertenece nuestro sistema solar con todos sus planetas, junto a millones de otros sistemas solares. Considera ahora que la Vía Lactea con sus millones de sistemas solares es parte de una galaxia y que existen varios millones de galaxias, millones de veces más grandes y más luminosas que la nuestra en el universo hasta ahora conocido.
Todo ello forma parte del mundo físico, cuya inmensidad nadie más que su Creador conoce y del que los descubrimientos de los investigadores sólo han alcanzado a explicar una mínima parte. Aun así, este mundo físico es insignificante si lo comparamos con el mundo metafísico, que no posee una dimensión sensible y en el que existen mundos inimaginables por el intelecto humano. Todo ello son dimensiones de nuestra vida a la luz de la cual debemos reexaminar todos nuestros planteamientos vitales.
Cuando la Verdad Altísima decida sacarte de este bajo mundo, ordenará a todas tus fuerzas que te abandonen y a todas tus facultades que cesen su actividad. Tu sistema vital se quebrará, te será retirada la audición y la visión, el poder y la fuerza, y sólo quedará de ti un cuerpo inerte que, después de unos días, emanará un olor tan fétido que nadie podrá tolerar, ni soportará observar él aspecto que tendrás. Después de un tiempo, todos los órganos y miembros de tu cuerpo se descompondrán. Ese será el estado de tu cuerpo, lo que sucederá con tus bienes y propiedades es de todos bien sabido.
Luego, en caso de que hayas partido de este mundo sin haber reformado tu condición, Dios no lo quiera, sólo Dios sabe en que forma y con que estado te encontrarás en el mundo intermedio que te aguarda tras la muerte (barzaj). Los sentidos de la gente de este mundo no son capaces de ver, oír, oler o tocar lo que allí sucede. Cuando escuchas hablar de la oscuridad, las dificultades y la opresión de la tumba, las comparas con la oscuridad, las dificultades y la opresión de este mundo, pero esa es una vana comparación. Quiera Dios escuchar nuestro grito de angustia y rescatarnos de aquello que nosotros mismos hemos preparado para nosotros mismos. El castigo de la tumba, para el que según algunas tradiciones proféticas no podremos procurarnos intercesión, no será sino una muestra del castigo que nos espera a partir del Día del Juicio Final y sólo Dios sabe cómo será.
El estado en el que nos encontraremos el Día del Juicio será peor y más terrible que todo lo sufrido anteriormente. Será el Día en que las verdades se manifiesten, el día en el que los secretos sean desvelados, el día en el que los actos y los comportamientos tomarán forma, el día en el que se nos hará la cuenta, el día de la dificultad y el sufrimiento. Esa será la situación del Día del Juicio.
La situación del Infierno tras el Día del Juicio también es conocida. ¡Escucha las noticias sobre el Infierno! El castigo del Infierno no es únicamente el fuego. Se abrirá una puerta de él ante tus ojos, tan horrible que si se abriese en este mundo mataría de terror a todos sus habitantes. Otra puerta semejante se abrirá a tus oídos y otra a tu olfato y la intensidad de su castigo es tal que, si fueran abiertas a este mundo, destruiría a todos sus habitantes.
Uno de los sabios sobre las cuestiones de la otra vida dice que, de la misma manera en que el calor del Infierno es de una intensidad absoluta, el frío que hay en él también alcanza la máxima intensidad. Dios Altísimo tiene el poder para unir en una sola realidad ambos extremos opuestos. Ésta es también la situación de la otra vida.
Por tanto, la persona que proviene de una inexistencia infinita, que, desde el momento en que comienza su existencia, habita en los lugares más desagradables, y para quien cada uno de los niveles por los que ha de atravesar, éste mundo, el mundo intermedio y el otro, es más terrible y desventurado que el anterior ¿De que se muestra tan arrogante? ¿De que belleza y majestuosidad presume?

Queda, por tanto, claro que la arrogancia no es más que el producto de la ignorancia. Cuanto más ignorante es una persona y cuanto más limitada es su inteligencia, más arrogante es. Por el contrario, cuanto más conocimiento posee una persona y más grande es su espíritu, mayor es su modestia y humildad. El Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, cuyo conocimiento procedía de la revelación divina y cuyo espíritu era tan grande que sobresalía entre el de millones y millones de seres, que puso a sus pies todas las bárbaras costumbres y falsas creencias religiosas de los tiempos anteriores, abrogó todas las sagradas escrituras anteriores y cerró el ciclo de la profecía; que gobernaba sobre este mundo y el otro y era el señor de todos los mundos con el permiso de Dios, era el más modesto y humilde de los seres con las criaturas de Dios. Le molestaba que sus compañeros se pusiesen en pie, en señal de respeto, cuando él llegaba. Cuando llegaba a alguna reunión se sentaba en el primer lugar que encontraba, comía en el suelo y se sentaba en el suelo y solía decir: «Soy un siervo de Dios, por ello como igual que comen los siervos y me siento como se sientan los siervos.»
Fue recogido que Imam Yafar al-Sádeq, sobre él la paz, dijo que el Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y su familia, prefería montar en un burro sin silla, comer con los siervos de Dios sentado en el suelo y ayudar a los pobres con sus propias manos.
Esta gran personalidad prefería ir montado en un burro y sentarse a comer con sus ayudantes y sirvientes. En los libros que relatan su vida, se puede leer que este gran dirigente compartía con su familia las tareas domésticas, ordeñaba las ovejas con sus benditas manos, remendaba sus ropas y calzado, molía el trigo con sus sirvientes, amasaba con ellos el pan y cargaba sus propios enseres. Se reunía con los pobres y los mendigos y compartía con ellos sus alimentos. La vida de este gran dirigente esta llena de tales muestras de modestia y de otras mayores aun, a pesar de que, además de su elevada posición espiritual ejercía toda la autoridad y el gobierno de la comunidad.
El comportamiento de Ali ibn Abu Táleb, la paz de Dios sea con él, era semejante. Siguió la senda del Profeta y tuvo un carácter y una moral similar a la suya.
Por tanto ¡Oh querido! Si la espiritualidad perfecta fuese motivo para ser arrogante, la de ellos era más elevada que la de ningún otro; y si fuese el poder y el gobierno, ellos lo poseían. En cambio, eran los más modestos y humildes de todos. Por lo tanto, debes saber que la modestia es hija del conocimiento y de la espiritualidad, mientras que la arrogancia es el fruto de la ignorancia y la poca inteligencia.
Aleja de ti la ignominia de ignorancia y la bajeza de una mente estrecha, adopta la forma de comportamiento propia de los profetas y elimina de ti los atributos propios de Satanás. No trates de competir con Dios y usurparle Su manto de gloria y orgullo porque provocarás Su ira y serás enviado directamente al fuego.
Si has decidido corregir tu alma, podrás recorrer esa senda fácilmente poniendo un poco de atención y cuidado. No te tropezarás con peligro alguno si la recorres con determinación varonil, libertad de pensamiento y criterio elevado. La única manera de vencer al ego y a Satanás y de ponerte a salvo de sus sugerencias es actuar al contrario de lo que ellas te piden. No hay mejor manera para derrotar al ego que comportarse con modestia y perseverar en esa actitud. Frente a cada nivel de arrogancia en el que te encuentres, y en cualquier medio científico o profesional en el que te desenvuelvas, debes actuar al contrario que como te sugiere tu ego y meditar sobre las consecuencias de tu comportamiento en este mundo y en el otro. De esa manera existe la esperanza de que tu camino sea fácil y los resultados los apetecidos.
Si tu ego te sugiere que te hagas notar en la reunión y manifiestes tu preeminencia sobre el resto de tus colegas, actúa al contrario de lo que te pide. Si te dice que no participes en reuniones de gente pobre y humilde, repréndele con dureza y siéntate en compañía de ellos, come con ellos, viaja con ellos y rózate con ellos. Es posible que tu ego polemice contigo y te diga que tú eres una persona de posición y que debes preservarla para beneficio de la difusión del Islam y que si te reúnes con la gente humilde la sociedad dejará de respetarte, perderás la estima social; que si te sientas en las reuniones al mismo nivel que la gente pobre perderás tu estatus y entonces no podrás cumplir con las obligaciones que el Islam demanda de ti.
Debes saber que todo eso son trampas de Satanás y trucos del ego.
El Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y su familia, poseía una posición social incomparablemente más elevada que la tuya y tú ya has visto como fue su vida. Yo mismo he sido testigo del comportamiento de algunos de los sabios contemporáneos, que detentaban la autoridad no sólo de todo un país, sino de toda la comunidad shiíta, y que se comportaban siguiendo el modelo del noble Mensajero, las bendiciones de Dios sean con él y su familia.
Todos pudimos ver la modesta manera en que vivía y se comportaba el gran maestro y noble doctor de la ley, Sheyj Abdel Karim Haerí Yazdí, que ejerció la dirección espiritual del mundo shiíta de 1939 a 1976. Comía y viajaba junto a sus sirvientes, se sentaba en el suelo y bromeaba y reía con sus alumnos más jóvenes. Al final de su vida, cuando ya se fatigaba con el esfuerzo, después de anochecer se ponía unas zapatillas de campesino, se enrollaba un pequeño trozo de tela en la cabeza y salía a dar un paseo por su callejuela sin su capa y sin sus atuendos religiosos. Eso hacia que creciera el respeto y la admiración de las gentes hacia él y su comportamiento no menoscababa lo más mínimo su estación espiritual.
A parte de él, había muchos grandes y respetables sabios de Qom que no se sentían coartados por esas limitaciones que Satanás ha diseñado para tu comportamiento. Ellos mismos iban al mercado a comprar sus alimentos, llevaban los cubos de agua desde las fuentes a sus casas, realizaban tareas domésticas y trataban con el mismo respeto a jóvenes y viejos, a la gente común y a los notables. Su humildad asombraba a las gentes y eso no menoscababa su posición, al contrario, hacía que creciese el amor y la estima que la gente sentía en sus corazones hacia ellos.
Los atributos propios del Mensajero de Dios y de Ali ibn Abu Táleb no empequeñecen a la gente. Pero debes prestar atención a las trampas del ego, que, cuando no consigue que actúes de manera opuesta a ellos, busca otro camino para hacerte caer.
Por ejemplo, verás que, en las reuniones, hay quienes se sientan al final, para hacer entender a los presentes que, a pesar de su importancia, su humildad les impide ocupar el lugar que por derecho les corresponde. O que, ante los demás, ceden ostensiblemente el paso a otros que manifiestamente ocupan una posición de menor importancia, para hacer notar su modestia frente a las personas de menor consideración social.
Esos y cientos de trucos similares tiene que ver con las sugerencias del ego. Sugerencias que, a la arrogancia, añaden ostentación e hipocresía.
Sólo cuando se tiene una intención pura se puede combatir y corregir al ego con éxito. Es posible corregir todos los defectos del ego, pero es necesario un pequeño esfuerzo inicial. Después de esa etapa, el trabajo de corregir los vicios se va haciendo cada vez más fácil.
Lo más importante es llegar a la conclusión de que se debe corregir y purificar el ego y escapar de la modorra que nos atenaza.
La primera etapa de la condición humana es «despertar» (yaqda). Eso significa abrir los ojos a nuestro estado de distracción y embriaguez natural. Comprender que el ser humano es un viajero y que un viajero necesita algunas provisiones para su viaje. Las provisiones del ser humano son sus buenas cualidades. La cabalgadura del viajero en este viaje lleno de peligros y temores, que debe atravesar sendas tenebrosas y angostas, más afiladas que una espada y más estrechas que un cabello, ha de ser la valentía. La luz en esta senda tenebrosa es la fe y los buenos atributos. Si afloja y es negligente no podrá atravesar el camino, caerá de bruces en el fuego, se confundirá en el polvo de la humillación y será destruido. Quien no pueda atravesar esta senda, tampoco podrá atravesar la senda de la otra vida (Sirát).
¡Oh querido! Sé valiente, destruye el velo de la ignorancia y sálvate de ese terrible abismo.
Emir al-Muminín Ali, el señor de los temerosos de Dios, el viajero espiritual sin parangón y el guía verdadero, solía decir en voz alta en la mezquita, para que quienes estaban alrededor pudieran escucharlo:
«Que Dios tenga misericordia de vosotros. Preparad vuestras provisiones de viaje, pues habéis sido convocados para partir.»[1]
Ninguna provisión será mejor para vosotros en el viaje a la otra vida que la perfección de vuestra alma, un corazón temeroso de Dios, buenas obras, cualidades morales y pureza.
Supongamos que seas una persona con una fe débil, incompleta y aparente, deberás purificarte de esas faltas para que la misericordia divina pueda llevarte junto a Sus siervos puros y rectos. Las faltas e impurezas se purifican con el fuego del arrepentimiento sincero y del remordimiento y colocando al ego en el recipiente de la autocrítica, disolviéndole al fuego del remordimiento y haciéndole volverse hacia Dios. Hazlo tú mismo mientras estás en este mundo. De lo contrario, serás colocado en el recipiente del castigo divino y expuesto al fuego abrasador de Dios que llega hasta el fondo del alma[2] en el que licuarán tu duro corazón. Y sólo Dios sabe cuantos siglos de los siglos de la otra vida llevará purificar tu corazón.
Purificarse en este mundo es fácil y sencillo, los resultados del cambio se pueden observar rápidamente. Pero, en el otro mundo, la tarea de cambiar cobra otra dimensión, se transforma en un largo proceso y purificar un solo defecto puede tomar varios siglos. Por tanto ¡Oh hermano! Mientras tengas oportunidad y vida, juventud y fuerza, corrige tu ego. No prestes atención a la gloria mundana. Pisotea todas esas consideraciones. ¡Oh hijo de Adán! Aleja de ti los atributos propios de Satanás. Es posible que Satanás de mayor importancia a este defecto que a ningún otro. Como es su propio defecto y el que le llevó a ser expulsado de la presencia divina, desea verse acompañado por sabios e ignorantes, gnósticos y gentes comunes. Por tanto, si te encuentras con él en el otro mundo y cargas en tu alma este pecado, te maldecirá diciendo:
«¡Oh hijo de Adán! Acaso los enviados de Dios no te explicaron como fui expulsado de la corte divina por mi arrogancia frente a tu padre. Fui maldecido por menospreciar la posición espiritual de tu padre y engrandecer mi propia posición. ¿Cómo pudiste caer tú también en este pecado?»
Entonces, pobre desgraciado, además de tener que enfrentarte a toda suerte de castigos y problemas, de humillaciones y condenas que no podrás soportar, deberás escuchar como te maldice la criatura más baja y despreciable de todas.
Satanás no se mostró arrogante frente a Dios, sino frente a tu padre Adán, que es una criatura de Dios. Dijo: A mi me has creado de fuego y a él le has creado de barro.[3]
Eso le hizo creerse superior a Adán y considerarle a él inferior. Tú también te creíste superior a los hijos de Adán y les consideraste inferiores a ti. Tú también has desobedecido los mandatos divinos. Te ordenó que fueras humilde, que te comportases modestamente ante los siervos de Dios, pero fuiste arrogante, altivo. Entonces ¿Por qué solamente maldices a Satanás? Incluye a tu sucio ego en esas maldiciones de la misma manera en que le has asociado a su pecado. Tú eres una manifestación de Satanás. Una personificación de Satanás. Es posible que tu imagen en el mundo intermedio y en la otra vida sea la de un demonio. La forma del alma en la otra vida está en relación con las cualidades del alma. No existe impedimento alguno para que adoptes la forma de un demonio o de una pequeña hormiga. La balanza en la que se pesan las acciones en la otra vida es diferente a la balanza de este mundo.
[1] Nahy ul-Balága, discurso 195
[2] Sagrado Corán, 104: 6 y 7.
[3] Sagrado Corán, 7:12

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