lunes, 17 de agosto de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -XXVIII


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Cuarto hadiz
Arrogancia (kibr)
Tercera parte
Causas básicas de la arrogancia


La cosas que generan arrogancia son muchísimas, pero todas ellas remiten a una, la suposición de ser perfecto. Esa fantasía es la causa de la vanidad, la cual, unida al amor egoísta por sí mismo, pone un velo en la persona que la impide ver la perfección de los demás y la lleva a verlos imperfectos en relación consigo mismo. Eso hace que en el corazón o en el comportamiento se manifieste un sentimiento de superioridad.

Por ejemplo, entre los gnósticos, a veces, surge quien se considera a sí mismo una persona espiritual e iluminada, un santo lleno de buenas acciones, y se presenta así ante los demás, manifestando su elevación y grandeza y considerando gente superficial a los filósofos, doctores de la ley y especialistas en las tradiciones proféticas y animales sin raciocinio al resto de las personas.
El pobre desgraciado habla de su aniquilación en Dios (faná fil lah) y de su permanencia en Dios (baqá bil lah) y hace sonar el tambor de su búsqueda sincera, a pesar de que las enseñanzas divinas disponen que se tenga una opinión favorable y bondadosa de las criaturas.
Si el perfume del conocimiento divino hubiese hecho de él una recipiente teofánico de la belleza y la majestuosidad de la Verdad, no sería una persona orgullosa.
Cuando declara su posición espiritual, él mismo se comporta de una manera que niega el estado interior que publica. Todo ello se debe a que en su corazón no ha penetrado la verdadera espiritualidad.
El pobre, a pesar de que su corazón no conoce lo que significa la fe, se cree un gnóstico. Aunque no sabe lo que gnosis significa, dice haber alcanzado la verdad última.
Entre los filósofos también se encuentra quien se cree en posesión de los argumentos y los conocimientos verdaderos y se considera de la gente que posee certeza de Dios, de Sus ángeles, de Sus Escrituras Sagradas y de Sus profetas y contempla a los demás como seres inferiores y desprecia el resto de las ciencias y conocimientos.
Cree que el resto de las criaturas de Dios poseen un conocimiento limitado y una fe imperfecta. En su corazón, se considera superior a ellos y se comporta con los demás con arrogancia, a pesar de que el conocimiento de la posición espiritual del Señorío divino y de su propia insignificancia como ser contingente que es, exigirían de él que se comportase de manera muy diferente, ya que filósofo es aquel a quien el conocimiento del origen y del final de los seres le hace ser una persona humilde y modesta.
Dios Altísimo otorgó a Luqmán la sabiduría que se encuentra en el noble Corán y entre los mandamientos que esta destacada personalidad enseñó a su hijo, se encuentra este que Dios Altísimo cita:
No gires tu rostro ante la gente con altivez y no camines por la Tierra con arrogancia. En verdad, Dios no ama a quien es vanidoso y engreído.

A veces, se encuentra entre la gente que proclama ser gente de la guía, el camino sufi y la pureza interior, quien se comporta con la gente de manera arrogante y mira de malos modos a los sabios, a los doctores de la ley y a quienes les siguen. Habla con sarcasmo e ironía de los filósofos y eruditos y considera a todos, menos a él y a quienes le siguen, gente que será aniquilada en el Infierno. Como carecen de conocimiento y formación, consideran el conocimiento una espina en el camino espiritual y a la gente que lo posee demonios para el viajero espiritual. Aunque ellos proclaman ser gente que posee una estación espiritual elevad su comportamiento desdice su proclama. Quien es un guía para las criaturas y un maestro para quines están extraviados, debe, él mismo, estar libre de los pecados que llevan el alma a la destrucción, desapegado del mundo y estar aniquilado en la contemplación de la belleza divina. No deberá ser arrogante con los siervos de Dios ni tener mala opinión de ellos.
También, a veces, entre los doctores de la ley, los especialistas en derecho islámico y en tradiciones proféticas y los estudiantes de las ciencias religiosas, se encuentran personas que consideran a los demás inferiores a ellos y se comportan con ellos con arrogancia, considerándose poseedores de todo tipo de nobleza y grandeza y, por tanto, con el derecho a ser obedecidos por el resto de las personas sin poner el más mínimo reparo a cualquier cosa que ellos digan.
Imaginan que el Corán se refiere a ellos cuando dice:
Él no será interrogado por lo que hace, pero ellos sí serán interrogados.
Y, excepto él y unos pocos más semejantes a él, no considera a nadie merecedor del Paraíso.
Si se menciona el nombre de cualquier grupo de estudiosos de la disciplina que sea, habla de ellos con ironía y sarcasmo y excepto su propio conocimiento, del cual además posee una cantidad insuficiente, considera insignificantes al resto de las disciplinas y causa de la destrucción de las almas y acusa de ignorantes a los eruditos de las demás ciencias. Presenta sus opiniones religiosas de tal manera que se justifica que trate a los demás con desprecio y malas palabras, a pesar de que el conocimiento y la religión son inocentes de tales comportamientos y prejuicios.
Las nobles disposiciones islámicas han prohibido hablar a la gente sin tener conocimiento de lo que se habla y considera que este comportamiento obliga a todos los musulmanes.
Este desgraciado desinformado de las disposiciones y de las ciencias religiosas, no actúa en consonancia con la palabra de Dios y de su profeta. Presenta sus palabras como si se ajustasen a las disposiciones religiosas, a pesar de que el comportamiento y la enseñanza de los grandes sabios de todos los tiempos ha sido completamente diferente.
Cualquier de las disciplinas religiosas exige de los maestros que las imparten un comportamiento modesto y haber extirpado de sus corazones las raíces de la arrogancia. Ninguna de estas disciplinas fomenta la arrogancia y ninguna de ellas está reñida con la modestia.
Comentaremos más adelante las causas de que estos individuos tengan un comportamiento opuesto a su conocimiento.
También se puede encontra este defecto en los maestros del resto de las ciencias, tales como la medicina, las matemáticas, la física e igualmente entre los maestros de las ingenierías técnicas, como puedan ser la electricidad o la mecánica, etc. Contemplan al resto de las ciencias y disciplinas como algo sin valor y a las personas que se dedican a ellos como seres de menor valía. Cada cual supone que ciencia es lo que él sigue y en su corazón y en sus actos manifiesta su arrogancia hacia los demás, a pesar de que su ciencia no lo demanda.
Entre algunas otras personas que no pertenecen a ninguna de las ramas de la ciencia, pero que son gente devota y practicante, también se puede encontrar gente que se comporta con sus semejantes de manera muy arrogante y que les consideran inferiores, tratándoles de manera humillante.
No consideran que el resto de las personas, incluyendo a los sabios religiosos, sean de los que salvan sus almas. Cada vez que la conversación gira entorno al conocimiento dicen: «¿De qué sirve el conocimiento sin buenas acciones? Lo principal son los actos.»
Otorgan gran importancia al poco conocimiento que ellos poseen, y a quienes pertenecen al resto de las categorías sociales llenos de vanidad y orgullo, cuando, si fueran gente que practicase una adoración sincera y pura, deberían ocuparse de corregir su comportamiento.
La oración es una barrera frente al pecado y las malas acciones y es el viaje celestial del creyente, pero esta persona, después de cincuenta años rezando y prestando atención a lo obligatorio y a lo recomendable, está dominada por la arrogancia, que es una forma de apostasía, y por la vanidad, que es uno de los mayores pecados, y se encuentra más cerca de Satanás y de su comportamiento que de Dios.
La oración que no aleja del pecado y que no protege el corazón sino que, todo lo contrario, cuanto más reza más perjudica a su corazón, no es oración.
La oración que se hace con tanto cuidado y que acerca a Satanás y a su principal atributo, que es precisamente la arrogancia, no es oración. No es que la oración lleve a ello. Ellos padecen arrogancia por su conocimiento y por sus obras.

La arrogancia que padecen aquellos que no pertenecen a ninguna de estas categorías también remite a un sentimiento de ver cierta perfección en sí mismo y carencia de la misma en los demás. Por ejemplo, alguien que procede de una familia noble o rica, a veces, se muestra altivo y arrogante frente a los que carecen de esos atributos. O quien es hermoso o agraciado, a veces muestra desprecio ante quienes no lo son o ante quienes buscan serlo. O, por ejemplo, quien tiene seguidores, o auxiliares, o una tribu, o discípulos que siguen sus enseñanzas, o cosas semejantes y se muestra arrogante con quien carece de ello.
En todos los casos, la arrogancia viene causada por la ilusión de poseer algún tipo de perfección o plenitud que hace a la persona sentirse envanecida, mientras que considera que otros carecen de ello.
Hasta personas que tienen una moral corrupta y acciones malvadas se muestran arrogantes a veces con los demás, pues piensan que lo que ellos hacen es de alguna manera algo de lo que otros carecen y lo contemplan como una clase de perfección.
Y debes saber que, a veces, la persona que es arrogante trata de no manifestar su arrogancia y de no dar muestras de ello, pero como ese árbol maldito ha echado raíces en su corazón, no puede evitar que se manifieste en cuanto pierde el control.
Por ejemplo, cuando le domina el enfado o la ira, comienza a manifestar su arrogancia y a enumerar sus méritos, haciendo alarde de su grandeza e importancia y de lo que posee, sea lo que sea, conocimiento, obras o cualquier otra cosa.
Otras veces, la persona arrogante manifiesta su arrogancia sin importarle la mala impresión que pueda causar ya que la intensidad de su arrogancia hace perder el control sobre sí mismo.
Por tanto, a veces la arrogancia se manifiesta en lo que hace y en lo que deja de hacer, como la persona que se adelanta a los demás en los actos públicos y no cede el paso a nadie al entrar o salir de los sitios o que no permite que las personas humildes participen en sus reuniones ni él participa en las de ellos, considerándolo un acto indigno de su persona, y manifiesta su arrogancia en la manera en que mira a los demás, en que camina, en que responde y en que pregunta.
Uno de los investigadores de los que he tomado mucho de lo que estoy exponiendo sobre este tema y lo he traducido, dice que el grado más bajo de arrogancia en un erudito (alim) es el que le hace apartar su mirada de la gente como si le molestase su presencia, y en la persona devota (abid) se manifiesta como un estado de malhumor que le hace arrugar su ceño de tal manera que se diría que quisiera acabar con la gente o que está muy irritado con ellos. El pobre desgraciado no sabe que la devoción no consiste en fruncir el ceño ante los demás, ni en mirarles con desden, ni en mostrarse huraño y enfadado, ni en girar la cabeza con desprecio, ni en bajarla ignorándoles, sino que la piedad y la devoción es algo que reside en el corazón.
El Profeta, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, dijo: «El temor de Dios reside aquí.» señalando su pecho.
Otras veces, su arrogancia se manifiesta en su lengua y le lleva a manifestar aquellas cosas de las que se siente orgulloso de sí mismo y la manera en que purifica su alma. Cuando la persona devota es dominada por la arrogancia dice: «He realizado tales y tales obras» sacando faltas a los actos de los demás y engrandeciendo los suyos.
Otras veces no lo manifiesta claramente, pero actúa de manera que sea evidente que es una persona que se ocupa de purificar su alma.
El erudito arrogante se dirige a los demás diciendo: «¿Tú qué sabes? Yo he leído tal obra tantas y cuantas veces. He pasado tantos y cuantos años estudiando. Conozco a tales y cuales famosos sabios y he realizado un gran esfuerzo para adquirir todo este conocimiento. He escrito tal y cual obra. He recopilado y elaborado tales y cuales trabajos.» y cosas semejantes.
Por tanto, es necesario que busquemos el amparo divino para no ser víctimas del mal del ego y sus trampas.


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