lunes, 17 de agosto de 2009

Chiismo Afrocolombiano en Buenaventura


Más de 6.700 millones de habitantes tiene el planeta. Una cifra que, día a día, aumenta, así como el número de musulmanes que habitan en el mundo: 1.400 millones. Parece haber un pedazo de ellos en cada rincón de la tierra.

Una realidad de la que Colombia no es ajena, pues en el país existen más de 15 mil profesos del Islam. Y, pese a lo que podría pensarse, viven en zonas tan importantes como Buenaventura. Allí, en el puerto de mayor importancia de Colombia sobre el Océano Pacífico, se halla una de las comunidades musulmanas más significativas del país.

Es tan relevante que no sólo es la tercera más grande (después de Maicao y Bogotá), sino que su existencia se remonta a casi cuatro décadas. La comunidad musulmana de Buenaventura se diferencia de las restantes en Colombia y en América Latina porque está constituida totalmente por conversos al Islam o por sus descendientes, es decir, está conformada por nativos. Y como si esto no fuera suficiente, es la única comunidad predominantemente chiíta en el país, ya que en el resto de lugares el sunismo es la tendencia imperante (ver El Islam y el chiísmo).

Además de estas interesantes características, esta comunidad se diferencia por ser la única colectividad musulmana del continente constituida, en su totalidad, por afrodescendientes. Debido a esto, la mezcla de elementos étnicos y religiosos hace del chiísmo de Buenaventura un caso singular y atrayente.

Pese a todo, esta comunidad no ha sido objeto de un estudio profundo, salvo algunas anotaciones casi anecdóticas hechas por parte de investigadores de la afrocolombianidad. Por esta razón, investigadores del Centro de Estudios Teológicos y de las Religiones de la Universidad del Rosario emprendieron un viaje hacia Buenaventura y Cali para buscar y hallar datos, historias, y las raíces de esta comunidad musulmana afrocolombiana en el Pacífico.

El propósito de este recorrido fue observar sus formas de organización, las instituciones y las estructuras sociales que han creado en torno a su fe común. De igual manera, buscó entender las complejas relaciones que se dan entre el factor étnico y la vivencia religiosa en un contexto nacional problemático, caracterizado por la pobreza y el conflicto.
Arribo a tierras portuarias

Todo empezó en los años sesenta del siglo XX. El Islam llegó a Buenaventura debido a la relación que existía entre el “orgullo negro” y el elemento religioso, por eso el mensaje de la Nación del Islam (ver recuadro) caló con fuerza.

Este mensaje se transmitió gracias a la llegada de marineros que trabajaban en los barcos provenientes de Estados Unidos y que pertenecían al movimiento religioso. Había uno de ellos que se erigía como una figura especial: Esteban Mustafá Meléndez, un afroamericano de origen panameño que se dedicó (durante todo el tiempo que permanecía en el puerto colombiano) a predicar acerca de la necesidad de reivindicar los derechos de los afrodescendientes.

Este mensaje logró cierto éxito y por eso, en 1970, se desarrollaron las primeras reuniones de musulmanes colombianos. De esta forma, se generó una mezcla fuerte: la dinámica del movimiento musulmán junto a la ideología del orgullo negro, lo cual les permitió a los líderes lograr la simpatía de la población del puerto, que por ese entonces no gozaba de una buena calidad de vida. Por ello, el Islam, junto con Mustafá, entró con fuerza, como una fuente de esperanza.

Fue tan importante la presencia de este hombre que, aún hoy, algunos miembros de la comunidad recuerdan que “él siempre llegaba en el barco [...], daba charlas de un día, de unas horas; traía regalos y, nuevamente, se iba.

Les preguntaba si se habían reunido y decía que cuando volviera, quería verlos unidos. Así los fue concientizando, decía: la religión de ustedes es el Islam”. Unos años más adelante, por fin, se crearon las bases de la que sería la comunidad musulmana más antigua del país. Arrancó con más de doscientos integrantes. Establecida en 1974, la Comunidad Islámica de Colombia fue la primera organización de musulmanes en lograr reconocimiento legal. Sin embargo, esto no significó una mejora sustancial en su nivel de vida. La falta de líderes preparados y el debilitamiento de las relaciones con Estados Unidos (cuando Meléndez se jubiló), llevaron a la primera crisis de esta agrupación.

Todo era tan precario y el nivel educativo tan bajo que, en ese entonces, quien supiera leer en inglés se convertía, casi automáticamente, en líder espiritual. Si bien algunos llegaron a viajar a Estados Unidos en busca del “verdadero Islam”, otros buscaron nuevas fuentes de conocimiento que les permitieran continuar con su nueva religiosidad, la cual se negaban a perder tan fácilmente.

Así, durante los años ochenta, algunos buscaron relacionarse con las comunidades de musulmanes sunitas de otros lugares del país o del exterior. Empero, el apoyo recibido fue prácticamente nulo. La situación marginal de Buenaventura, unida a la desconfianza que producía el haber pertenecido al movimiento de la Nación del Islam, les cerró muchas puertas. Por esta razón, cuando desde Irán se recibieron las primeras muestras de ayuda, la comunidad decidió enfocarse en esta dirección.

El apoyo iraní se cristalizó en becas ofrecidas para que algunas personas realizaran estudios de profundización en Islam. Uno de estos individuos fue Carlos Valencia Potes, quien se hizo musulmán a los 18 años y adoptó el nombre islámico de Munir. Luego de finalizar sus estudios secundarios, obtuvo, a los 22 años, una de las becas para estudiar Islam en Argentina.
Un año después, fue seleccionado para irse a la ciudad universitaria islámica de Qom, en Irán, donde recibió varios años de formación en recitación coránica y sharia (Ley islámica), tras lo cual inició un ciclo universitario. Concluyó sus estudios islámicos en 2000; entonces, regresó a Colombia y asumió la dirección de la comunidad, lo cual fortaleció el proceso de conversión definitiva de ésta al chiísmo. Bajo la dirección reciente del sheij Munir Valencia, la comunidad ha logrado consolidarse, prueba de ello es la existencia de sus principales instituciones: la mezquita y la Institución Educativa Silvia Zaynab.
Construyendo historia

Cabe anotar que antes de la consecución de estas sedes propias, la comunidad debió enfrentarse a una constante migración debido a la discriminación y la insolvencia económica, pero en la actualidad, los tiempos son más amables.

La mezquita, denominada Centro Cultural Islámico La Ciudad del Profeta, está ubicada sobre la Avenida Rockefeller, una de las más importantes de la ciudad. Fue construida en el año 2000 y actualmente posee una sala de oración, una biblioteca, cocina y, además, funciona como sede de una emisora musulmana virtual.

El Instituto Silvia Zaynab, por su parte, ofrece educación desde el pre-escolar hasta básica secundaria a la población de bajos recursos. Si bien el colegio existe desde 1981, la periodicidad en el pago de la pensión, unida a la paulatina disminución en el número de musulmanes, llevó a su cierre a finales de los noventa. Fue en ese momento cuando el sheij Munir se hizo cargo de la comunidad y, entonces, la institución logró reabrir sus puertas. Así, en medio de ese trasegar, ha logrado pasar de 45 estudiantes en el año 2000 a 148 en 2008.
Aunque la orientación del colegio es religiosa, sólo un 60% de sus alumnos son musulmanes. El resto de los escolares aprende sobre las bases del Islam sin que éste sea considerado como un asunto nocivo por parte de sus familias. Pese a que sigue siendo una institución privada, la matrícula no es pagada por los padres de familia sino por el Gobierno de la ciudad, gracias a un convenio firmado con la Secretaría de Educación de Buenaventura. A pesar de haber ganado algunos espacios, aún no se posee un cementerio islámico, por lo cual los musulmanes son enterrados, según el rito indicado, en cementerios convencionales.
Negritudes e Islam: una pareja indisoluble

Aunque el grueso de la comunidad, que actualmente es cercana a los 300 miembros, se considera chiíta, también se encuentran rezagos de los ideales de la Nación del Islam, pues algunos miembros adoptaron tibiamente el chiísmo o lo rechazaron totalmente. Asimismo, unos pocos siguen siendo suníes. No obstante, ajena a la filiación religiosa, en Buenaventura se vive una fuerte relación entre religión y orgullo étnico.

Aunque el sheij Munir ha sido uno de los que han buscado que el Islam no se restrinja a una cuestión étnica, es clara la asociación entre la elevación de los derechos de las negritudes y la figura de Malcolm X como ícono (ver La Nación
del Islam). De hecho, en los hogares de muchos musulmanes, así como en la mezquita y en el colegio, los cuadros con las imágenes del Ayatollah Jomeini, líder de la Revolución Islámica Iraní y la de Malcolm X, suelen estar una al lado de la otra.
El impacto de las posturas de la comunidad islámica de Buenaventura se muestra con fuerza especialmente en Cali. Allí, la colectividad musulmana cuenta con unos 150 individuos, de los cuales un 40% es chiíta. En efecto, el factor étnico llega a ser tan importante para la comunidad de Buenaventura que se ha tendido a la separación respecto a los musulmanes suníes (población de Buenaventura radicada en Cali).
A pesar de lo anterior, las relación es entre ambos grupos (suníes reunidos en torno a la mezquita an-Noor y chiítas en torno a la mezquita al-Kauzar), son cordiales y ambos reconocen su legitimidad.
De esta forma se vive el Islam en Buenaventura, un lugar en el que, pese a sus ideales, no existe ninguna ruptura con el entorno social ni se ha creado una comunidad con espíritu de gueto. No existe una diferenciación económica o social entre musulmanes y no musulmanes. Por el contrario, la conciencia de compartir unos mismos problemas con el resto de la comunidad afrocolombiana en el Pacífico ha hecho que el Islam se convierta en una forma más de tender puentes en procura de resolver problemas comunes.
En esa medida, el Islam, tal como es vivido cotidianamente en Buenaventura, tiene que ver más con las realidades y sentimientos del puerto, que con los grandes centros del Islam a nivel internacional, de los cuales, sin embargo, no se desliga. En el plano nacional, al haberse convertido en una forma válida de entender la herencia cultural colombiana y el legado africano, esta comunidad ha llegado a convertirse en un elemento más del complejo universo social colombiano.

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