martes, 2 de marzo de 2010
Nunca debemos olvidar a Gaza
Khalid Amayreh
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
A pesar de la ligera mejora de la situación humanitaria en general, la franja de Gaza sigue siendo una zona de desastre. De hecho, en términos de la pura destrucción de hogares e infraestructuras, se puede comparar el enclave costero con el Haití asolado por el terremoto, con la diferencia fundamental de que mientras la calamidad de la isla caribeña fue un desastre natural, la de Gaza fue infligida por el criminal régimen israelí.
Israel sigue impidiendo hoy que entren en Gaza gran cantidad de productos de consumo. Esta política, que se suele justificar con cuestiones de seguridad, en realidad no tiene nada que ver con la seguridad. Es una medida deliberada que tiene el objetivo de atormentar aún más a los habitantes de Gaza demostrándoles que Israel tiene la última palabra y que se deberían haber sometido a la voluntad sionista. Así es como se comportaban los nazis con los habitantes del Ghetto de Varsovia, obligándoles a introducir de contrabando en el campo comida y otros productos.
Lo que es más escandaloso es que el régimen sionista está impidiendo categóricamente que entren en Gaza los materiales de construcción que se necesitan para reconstruir los 4.000 hogares que se calcula fueron destruidos parcial o completamente durante el ataque nazi del año pasado contra este empobrecido territorio.
Por desgracia, esta política cruel y criminal no está siendo cuestionada por la comunidad internacional, la cual sigue haciendo públicos comentarios tópicos acerca de la necesidad de satisfacer las necesidades humanitarias de la población de Gaza, mientras miles de gazatíes, cuyas casas fueron destruidas por los nazis de nuestra época, continúan viviendo a la intemperie totalmente expuestos a los elementos de la naturaleza.
De hecho, la larga pesadilla que están padeciendo en Gaza resulta intolerable para el sentido común. Los israelíes, que sólo el año pasado asesinaron a más de 1.400 gazatíes, incluyendo más de 350 niños afirmando haberlo hecho en defensa propia, mantienen este asfixiante bloqueo como una expresión de sadismo, de crueldad y de un odioso afán de venganza. ¿Qué más se puede decir de un gobierno cuyos ministros y portavoces aparecen rutinariamente en las pantallas de la televisión jactándose y regodeándose del sufrimiento de los niños de Gaza?
No cabe la menor duda de que el continuo bloqueo de Gaza ha expuesto la brutal fealdad del rostro de Israel y ha demostrado que Israel y los nazis alemanes son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, limitarse a exponer la horrible cara de Israel no salvará las vidas de los gazatíes o permitirá que los a conciencia torturados habitantes del mayor campo de detención del mundo rehagan sus vidas, destrozadas por un Estado que asesina, roba y miente, y luego afirma ser la única democracia de Oriente Medio.
Por lo tanto, es importante hacer todos los esfuerzos imaginables y cuanto sea posible para ayudar a Gaza a reconstruir su vida y a recuperar algo similar a una vida normal. Es indudable que hombres y mujeres valientes de todos el mundo, que a veces arriesgan sus vidas para llamar la atención sobre la difícil situación de Gaza, han hecho esfuerzos admirables. Con todo, es imprescindible que se hagan esfuerzos más cualitativos y eficaces para cambiar verdaderamente la situación.
En pocas palabras, nunca se debe permitir que Gaza muera discretamente y en silencio. Éste era el mensaje hace más de tres años cuando empezó el cruel bloqueo y éste es el mensaje hoy, porque la situación general de Gaza no se diferencia realmente de la de hace tres años.
Por desgracia, no podemos confiar demasiado en la "buena voluntad" de la mayoría de los países, quizá con la excepción de algunos gobiernos magnánimos como el de Turquía, que ha utilizado gran parte del peso diplomático del Estado turco para ayudar a la causa justa del oprimido pueblo de Gaza.
La administración Obama, a la que muchas personas habían concedido el beneficio de la duda cuando llegó al poder hace más de un año, ha resultado ser un aliado de la insolencia y arrogancia de poder israelí.
De forma similar, Europa no está haciendo nada en términos reales, aparte de emitir comunicados con hermosas palabras acerca de la crisis humanitaria en Gaza y la necesidad de permitir a los gazatíes reconstruir sus casas.
Y Egipto, que supuestamente es el país árabe vecino y hermano el cual se supone que se apresura a ayudar a Gaza, está terminando y perfeccionando un nefasto muro subterráneo de cemento a lo largo de su frontera con Gaza para impedir el contrabando de comida con la zona bloqueada.
Hasta la Autoridad Palestina está animando implícitamente a Israel, Egipto y Occidente para que mantengan la presión sobre Gaza con la esperanza de que esta presión empuje a sus habitantes a alzarse contra Hamás.
¿Cómo puede semejante entidad, que está en connivencia con Israel y conspirando con él en contra de su propio pueblo, formar parte auténticamente en cualquier reconciliación nacional palestina?
En vista de ello, es necesario movilizar una vez más a los pueblos del mundo para que se alcen y se manifiesten de forma contundente para presionar a sus respectivos gobierno para que, a su vez, estos presionen a Israel para que acabe con este vergonzante, sádico y cruel castigo colectivo.
Necesitamos ver a millones de personas tomar las calles en todas partes para manifestarse por Gaza y por la humanidad. En última instancia, Gaza se ha convertido en la verdadera prueba del compromiso moral de la humanidad.
Dios no lo quiera, pero si no conseguimos salvar a Gaza de las garras del sio-nazismo, el propio futuro de la humanidad será funesto.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php
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