domingo, 24 de enero de 2010

Richard Perle, principe de las tinieblas


http://www.islamtimes.org/vdcgn39q.ak97z4j1ra.html

Richard N. Perle, nacido el 16 de Septiembre de 1941 en la ciudad de Nueva York, en el seno de una familia judía. Cuando su familia se trasladó a California, Perle ingresó en la Hollywood High School de Los Angeles y, posteriormente, en la Universidad del Sur de California, en donde obtuvo su licenciatura en política internacional el año 1964. Obtuvo su doctorado en ciencias políticas por la Universidad de Princenton en 1967. También estudió en la London School of Economics.

De 1969 a 1980 trabajó en el equipo del Senador demócrata Henry M. Jackson of Washington.

De 1981 a 1987 trabajó para la administración Reagan como Asistente del Secretario de Defensa de los EEUU

A partir de 1987 pasa a ser miembro del Comité Consultivo de Política Defensiva (Defense Policy Board Advisory Comité, DPBAC o DPB) y presidente del mismo entre 2001 y 2003 bajo la presidencia de George W. Bush. El Comité Consultivo de Política Defensiva es un comité federal del Departamento de Defensa de los EEUU.

El 17 de Marzo del 2003, en el New Yorker, el periodista Seymour Hersh le acusó de conflicto de intereses entre la función pública y su actividad empresarial.

En la edición del 17 de marzo del 2003 salió a la calle "Lunch With The Chairman" (Comida con el Director).

Seymour Hersh (conocido como Sy en el mundo periodístico) inicia su texto con la descripción del historial del hombre de negocios saudí Adnan Khasogghi quien –dice Hersh– obtuvo cientos de millones de dólares en cargos y comisiones por los servicios de intermediación que hizo a la familia real de Arabia Saudita durante los años setenta por la adquisición de armas y aviones. Khasoghi tuvo otras actividades oscuras durante los años subsecuentes.

Lo que sigue causó en gran parte que el 9 de mayo de 2003, Richard Perle calificara a Sy Hersh, en entrevista con Wolf Blitzer de la CNN, como "la cosa más próxima que América (Estados Unidos) tiene al terrorismo".

Hersh obtuvo una carta que un representante de Trireme Partners L.P. envió a Khasoghi en noviembre del 2002. Según el documento, el temor creciente por terrorismo aumentaría en varios países la demanda de productos, servicios y tecnología necesarios para incrementar la seguridad interna y fortalecer sus mecanismos de defensa. Trireme Partners L.P., que se había constituido en noviembre del 2001 con el fin de incursionar en ese giro, contaba entre sus directivos a hombres con importantes conexiones dentro del gobierno.

La carta presumía de ello: "Tres de los miembros del grupo gerencial de Trireme son consejeros actualmente del Secretario de Defensa de E. U., y uno de sus directores, Richard Perle, es presidente del consejo.

En respuesta a la carta de Trireme Partners L.P, Khashoggi organizó un par de meses después en Francia una comida privada con Perle, a la que asistió también un acaudalado industrial saudí. La existencia de una guerra en Irak expandiría el campo de negocios de Trireme.

Trireme es una empresa del capitalismo financiero que invierte y financia compañía de tecnología, bienes y servicios para la seguridad nacional. Se trata de una mega empresa financiera que apoya al ‘complejo industrial-militar’ y en donde son también directivos, el ex secretario de Estado Henry Kissinger y Gerald Hillman, quien es un enemigo de los intereses europeos y sostiene la necesidad de que Estados Unidos liquide los intereses petroleros rusos y franceses.

De esta manera se entreveía un conflicto de interés entre la función pública y la empresarial del creador del concepto de "acción militar preventiva".

Richard. N. Perle, quien amenazó con demandar a Hersh por la publicación de estos datos, renunció a su cargo unos días después. La demanda nunca fue presentada.

El 29 de marzo del 2003 ARGENPRESS.info publicaba el siguiente artículo:

Renuncia de Richard Perle, halcón de la guerra contra Irak, es indicativo de que la podredumbre comienza a salir a la luz.



Mientras los mísiles anglo-norteamericanos siguen cayendo sobre Bagdad, devastando a la población civil y sumando nuevas víctimas, la podredumbre de los intereses del 'complejo militar industrial', comienza a salir a la luz como los pozos ciegos que rebalsan. Richard Perle, el halcón y principal artífice de la guerra e invasión a Irak, que convenció al presidente Bush para lanzarse a la aventura criminal contra Irak, debió renunciar a su cargo al revelar el periodismo británico su plan sobre importantes negocios económicos a cargo de los presupuestos de guerra. Perle pertenece al círculo de Donald Rumsfeld y Dick Cheney. Para que no quede desocupado, Bush trata de otorgarle un cargo menor en la administración.
Otros sectores de la prensa están denunciando y revelando lo nombres de lobbystas empresarios vinculados al sector belicista-industrial, produciendo nuevas tensiones en los gobiernos de Estados unidos y Gran Bretaña.

Bush le buscó a Perle un puesto sin relevancia, para mantenerlo cerca suyo: Consejero consultivo de política de defensa del Pentágono.

El 28 de Marzo del 2003 Richard Perle anunció su dimisión como presidente del órgano consultivo del Pentágono, el Consejo para la Política de Defensa, debido a un presunto conflicto de intereses relacionado con su cargo de consultor en la compañía de telecomunicaciones Global Crossing, del que también ha dimitido.

En su carta de dimisión, dirigida al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, Perle afirmó que renuncia para no causar un problema al máximo responsable del Pentágono mientras el país está en guerra.

"He visto controversias similares anteriormente y sé que ésta inevitablemente nos distraería del reto urgente en el que usted está ahora comprometido", escribió Perle. "No quiero causarle ni un momento de distracción de ese reto", agregó.

Perle también dejó su puesto como consultor para Global Crossing Ltd., como parte de su esfuerzo por obtener la aprobación del gobierno para que la empresa venda una participación mayoritaria.

Perle fue criticado por su doble papel como consejero de Rumsfeld mientras cobraba para ayudar a Global Crossing, que se encontraba en bancarrota, a conseguir que se aprobase su plan de vender una participación de 61,5% a Hutchison Whampoa Ltd. y a Singapore Technologies Telemedia Pte.

Global Crossing, que opera una de las mayores redes de fibra óptica del mundo, había acordado pagar a Perle 125.000 dólares por sus servicios y otros 600.000 dólares si el gobierno aprobaba la venta. Como consejero del Pentágono, Perle tuvo un rol decisivo en el diseño del plan de guerra contra Irak.

En un informe reservado solicitado en verano de 2002 por el senador demócrata Bob Graham, que presidía el comité de inteligencia del Senado, Tenet sostenía que no era concluyente que Iraq tuviera un programa nuclear ni lazos con Al Qaeda. Famosa fue la frase de Richard de que el análisis de la CIA sobre Iraq no valía “ni el papel en el que está impreso”.

En octubre de 2003, extremistas sionistas y evangélicos se reúnen en el hotel Rey David de Jerusalén en presencia de Richard Perle –a la sazón presidente del Consejo para la Política de Defensa del Pentágono e influyente consejero de George Bush II– y de varios ministros del gobierno de Sharon para celebrar «el surgimiento de la Jerusalén celeste que tendrá lugar después de la destrucción del Islam » [3].



Agradecimientos de Rumsfeld

El Pentágono agradeció el servicio prestado por el ex presidente del Consejo Político de Defensa, Richard Perle, al alabar su "interés por preservar la fuerza y la libertad de América".

"He aceptado su dimisión como presidente del Consejo Político de Defensa y su disposición a permanecer como miembro" de dicho órgano, señaló el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, en un comunicado.

"Debo añadir que conozco a Richard Perle desde hace muchos años y que sé que es un hombre de integridad y honor", añadió Rumsfeld al referirse a uno de los más firmes partidarios de la guerra contra Irak.



Fue ya, anteriormente, acusado también de corrupción, (New York Times, April 17, 1983, "Aide Urged Pentagon to Consider Weapons Made by Former Client", Jeff Gerth. Ver también: New York Times, April 21, 1983, "On buying weapons and influence", Editorial.).







Perle es miembro de diferentes "tanques pensantes" (think-tanks) conservadores: Proyecto para el nuevo siglo de America (Project for the New American Century (PNAC), Instituto judío para asuntos de seguridad nacional (the Jewish Institute for National Security Affairs (JINSA), Centro para la política de seguridad (Center for Security Policy (CSP), Hudson Institute, Washington Institute para la política de Oriente Próximo (WINEP) Despacho de Consejeros (Board of Advisors) y socio residente del Instituto para la campaña americana para la investigación de la política pública (the American Institute for Public Policy Research). Es fundador de la Sociedad Henry Jackson (Henry Jackson Society), un think tank dedicado a promover la "geopolítica democrática" que tiene su base en el Peterhouse, una escuela de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, dedicada a difundir la democracia liberal por todo el mundo, incluyendo la intervención militar cuando sea necesaria. La Sociedad defiende el uso de la fuerza militar en situaciones específicas, tales como: acabar con limpiezas étnicas, derrocar dictadores opresores cuando fallen otros medios y prevenir el hundimiento del imperio de la ley. Su perspectiva es fundamentalmente atlantista, aunque también es pro-europea y defiende explícitamente la integración militar europea. En ella se forman cuadros neonazis para la John Birch Society. Pues Sionismo y Neonazismo van ahora en la misma dirección: exterminar a los palestinos, a los musulmanes militantes, la amenaza amarilla de China y Japón, controlar a la India con guerras raciales, sectarias y políticas y esterilizar a la mujer mexicana con fondos del Population Council de la Fundación Rockefeller. (ver Wikipedia The Henry Jackson Society)



Es miembro del Club de Bilderberg, al que asisten, entre otros, personajes como Gordon Brown, , Tony Blair, John Major, Margaret Thatcher, James Callaghan, Harold Wilson, Valéry Giscard d'Estaing, Georges Pompidou, Dominique de Villepin, Laurent Fabius, Michel Rocard, Süleyman Demirel, Bülent Ecevit, António Guterres, Felipe Gonzalez, Juan Carlos I y su esposa la reina Sofia, Bill Clinton, Angela Merkel, Paul Wolfowitz, Alan Greenspan, Paul Bremer, Romano Prodi, Pierre Trudeau, Nelson A. Rockefeller, David Rockefeller, la Infanta Cristina, Gerhard Schröder, Helmut Kohl, Henry Kissinger, Donald Rumsfeld, Colin L. Powell, Juan Luis Cebrián, Zbigniew Brzezinski, Hillary Clinton, George Soros, Javier Solana, Rupert Murdoch, Jacob Rothschild, Rodrigo de Rato, Joaquín Almunia y Esperanza Aguirre Gil de Biedma. Presidenta de la Comunidad de Madrid, casada con el conde de Murillo y dueña de un muy importante patrimonio inmobiliario.



En algún momento de su carrera, se dice que mientras trabajaba con la administración Reagan, recibió su nombre de Principe de las Tiniblas (Time Magazine, March 23, 1987, "Farewell Dark Prince"). Refiriéndose a ello, él mismo ha dicho: "Realmente, no me gusta ser retratado como una especie de místico del lado oscuro o como servidor de un poder demoniaco… Todo lo que yo puedo hacer es sentarme con alguien y decirle…. " (The New York Times, 4 December 1977, Jackson Aide Stirs Criticism in Arms Debate, Richard L. Madden)



Es un halcón extremista, que se negó al tratado con la URSS para desmantelar las armas nucleares y un ultra-conservador, militarista y sionista, que trabaja activamente en el Institute for Advanced Strategic &Political Studies, un Centro de Pensamiento del Likud, partido de extrema derecha en Israel.

Compañero ideológico de otro halcón contra Irak, Paul Dundes Wolfowitz del Departamento de Defensa y durante un tiempo director del Banco Mundial, se le atribuye la redacción de la controvertida Acta Patriotica (Patriot Act) y ha participado como asesor en exitosas películas de Hollywood como Juegos de Patriotas y La Cacería del Octubre Rojo.

Como muchos de los conservadores, Perle ha sido uno de los más entusiastas defensores de un cambio de régimen en Iraq. Fue uno de los firmantes de la carta dirigida al presidente USA Bill Clinton, del 26 de Enero de 1998 pidiendo la eliminación del régimen de Saddam Huseyn. Él fue quien relacionó a Saddam Huseyn con Osama ben Laden unos días después del 9/11, declarando en una entrevista a la CNN el 16 de septiembre del 2001: "Incluso si no podemos probar con los medios que nosotros utilizamos en la sociedad civil que él está implicado, sabemos, por ejemplo, que Saddam Huseyn mantiene lazos con Usama ben Laden…"





Richard Perle tiene un ideario muy claro y que no oculta: cree en un estado fuerte, capaz de defenderse y de vencer sobre sus enemigos; cree que los Estados Unidos son una democracia liberal que puede y debe tener un impacto muy positivo sobre la agenda del mundo; cree que el Estado de Israel tiene todo el derecho del mundo a vivir en paz, con sus fronteras reconocidas por sus vecinos y libre de la amenaza del terrorismo palestino y árabe y que tiene el perfecto derecho a defenderse de sus enemigos; cree que el terrorismo islámico es la mayor amenaza al sistema de vida occidental pero que puede ser derrotado aplicando las medidas de firmeza necesarias; cree que el derrotismo y el apaciguamiento nunca han dado buenos resultados en la Historia y que un país debe enfrentarse a sus demonios con entereza, confianza en sí mismo y con decisión, con moral de combate y de victoria; cree en una relación atlántica donde los europeos no sean ni una rémora ni un contrapeso de Estados Unidos, sino un poder de cooperación constructiva; cree en la fuerza militar de la democracia, en suma, y en la posibilidad de expandirla en el mundo árabe. Es el autor y decidor de la guerra contra Afganistán e Irak, la familia Bush le creyó y le apoyaron en estas aventuras militaristas.

Esa creencia en el uso de la fuerza militar fue la que le valió el apodo de Darth Vader.

Junto a Fukuyama y Robert Kagan forma el trípode más a la derecha de los grupos bushianos-straussianos.



Perle tiene negocios con Conrad Black, Ex-Presidente de Hollinger International Inc., que es la dueña de 400 periódicos de Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Israel y Australia. Entre los más importantes se encuentran el London's Daily Telegraph, the Chicago Sun-Times, the Sydney Morning Herald and the Jerusalem Post. Recientemente asociado con Rupert Murdoch, el dueño de la poderosa Televisión por cable SKY. Es co-presidente y director de Hollinger, Inc., socio de Trireme, director no ejecutivo de Autonomy y director del Jerusalem Post.



Pero el nido preferido de Perle es el Hudson Institute de Washington, fundado en 1961 por ultra-derechistas como Herman Kahn . Los asociados del Hudson Institute son personajes ligados a operaciones como la Irán-Contra, y de donde han salido estudios como el mencionado Proyecto para la Nueva Centuria Americana, por cierto firmado por Andrés Rosenthal, el asesor en materia de Relaciones Exteriores de Felipe Calderón, Presidente del CEMAI y ubicado en la tenebrosa Torre Omega de Polanco.

Del Hudson Institute forman parte Elliott Abrams, Hillel Fradkin, Francis Fukuyama, William Schneider Jr., Jeffrey Bergner, Donald Kagan, y el ex vicepresidente Dan Quayle , de donde provienen sus fuertes lazos con la CIA y su División de Operaciones Estratégicas, que dirige Lawrence Kaplan; con la Universidad de Nueva York, La Escuela Naval, el poderoso Centro de Estudios de Seguridad Nacional y el también muy poderoso Club deRoma, institución neomalthusiana para detener el crecimiento poblacional de China, India, Japón y México.



Además de colaborar habitualmente con los principales diarios estadounidenses, es coautor del libro An end to evil y ha escrito una novela titulada Hard line.



El 8 de julio de 1996, Richard Perle le presentó un documento al entonces primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, detallando una nueva política exterior israelí, de repudio a los Acuerdos de Oslo y al concepto subyacente de "tierra por paz". El documento también planteaba la anexión permanente de toda la Ribera Occidental y la Franja de Gaza, y la eliminación del régimen de Saddam Hussein en Bagdad, como un primer paso para derrocar o desestabilizar a los gobiernos de Siria, Líbano, Arabia Saudita e Irán. El documento se preparó para el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticos Avanzados (IEEPA), un centro ideológico con sedes en Jerusalén y Washington, y financiado por Richard Mellon Scaife. Los autores del documento —titulado "Un rompimiento limpio: Una nueva estrategia para asegurar el reino"— fueron Richard Perle, Douglas Feith, actual secretario auxiliar de Defensa encargado de política; David Wurmser, asesor especial de John Bolton, negociador de control de armas del Departamento de Estado; y Meyrav Wurmser, ahora director de política para el Oriente Medio del Instituto Hudson.

Dos días después de que Perle entregase este plan de política exterior, Netanyahu, a la sazón primer ministro de Israel, pronunció un discurso ante una sesión conjunta del Congreso de los EU, en el que se hizo eco del plan del IEEPA. Ese mismo día, el Wall Street Journal publicó extractos del documento del IEEPA, y el día siguiente, el 11 de julio de 1996, este periódico le dio su respaldo editorial al documento de Perle.

A partir de febrero de 1998, el gobierno británico del primer ministro Tony Blair emprendió un esfuerzo concertado con el gobierno de Netanyahu en Israel y las redes de los agentes de influencia israelí de Perle en los EU, para inducir al presidente William Clinton a lanzar una guerra contra Iraq, precisamente en los términos que se le plantearon a Netanyahu en el documento "Un rompimiento limpio". La guerra se lanzaría usando como pretexto las "armas de gran poder destructivo" supuestamente en manos de Iraq. Los inspectores de armas de las Naciones Unidas a la sazón todavía seguían activos en Iraq.

Para impulsar el proyecto de guerra, el secretario de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña, Robin Cook, emitió un mentiroso "informe oficial" sobre las acciones iraquíes para obtener armas de gran poder destructivo. El 19 de febrero de 1998, Richard Perle y el ex congresista Stephen Solarz presentaron una "Carta abierta al presidente" en la que exigían una movilización total encabezada por los EU, para "cambiar el régimen" de Bagdad. El peligrosamente incompetente plan militar para derrocar a Saddam que apareció en la "Carta abierta", lo revivió no hace mucho la red de "gallinazos" en la oficina del secretario de Defensa que comanda Perle, pero el Estado Mayor Conjunto lo rechazó de plano.

Entre los firmantes de la carta original de Perle y Solarz se encontraban los siguientes funcionarios del gobierno de Bush: Elliot Abrams (Consejo de Seguridad Nacional), Richard Armitage (Departamento de Estado), John Bolton (Departamento de Estado), Doug Feith (Departamento de Defensa), Fred Ikle (Junta sobre Política de Defensa), Zalmay Khalilzad (Casa Blanca), Peter Rodman (Departamento de Defensa), Donald Rumsfeld (Secretario de Defensa), Paul Wolfowitz (Departamento de Defensa), David Wurmser (Departamento de Estado) y Dov Zakheim (Departamento de Estado).

El presidente Clinton rechazó la solicitud de ir a la guerra en de 1998, lo que hizo rabiar a Netanyahu y a Blair.

El 6 de agosto de 1998, Angelo Codevilla, codirector del IEEPA en Washington (junto con David Wurmser), escribió un editorial en el Wall Street Journal, exigiendo la libertad del espía israelí convicto Jonathan Pollard. Codevilla argumentó que Pollard tuvo razón en darle material clasificado de los EU a Israel, por la amenaza que representaba Saddam Hussein. Días más tarde, dos miembros del gabinete de Netanyahu contactaron al vicepresidente Al Gore, para exigir la liberación de Pollard.

El presidente Clinton, tras rechazar nuevamente, en noviembre de 1998, la exigencia de Netanyahu y de Blair de ir a la guerra —bajo la presión de la embestida del juicio político en su contra, encabezada por el aparato financiado por Mellon Scaife—, por fin cedió y autorizó la Operación Zorro del Desierto en diciembre de 1998, cuando regresaba de un viaje a Israel a bordo del avión presidencial. Pero los 70 días de bombardeo no eliminaron al régimen de Saddam Hussein, y el asunto permaneció en estado latente durante los 3 años siguientes... hasta el 11 de septiembre de 2001.

Minutos después de los ataques del 11 de septiembre contra Washington y Nueva York, las mismas redes de los EU ligadas a Pollard que habían trazado la política exterior de Netanyahu, se pusieron en pie de guerra, exigiendo que el presidente Bush se lanzara contra Iraq, a pesar de que, hasta la fecha, no hay pruebas plausibles que vinculen a Iraq con los ataques de guerra irregular de septiembre de 2001. Al instante, el gobierno israelí de Sharon declaró que los ataques los había ordenado Saddam Hussein, e instó a lanzar ataques de represalia a gran escala contra Bagdad.

El 22 de septiembre de 2001, en una reunión en Campo David con el presidente Bush y la mayor parte del gabinete, el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz propuso febrilmente lanzar una guerra contra Iraq. Wolfowitz ingresó al círculo íntimo de George Bush un año antes de las elecciones de 2000, por iniciativa del ex secretario de Estado George Schultz. Para 1999, Wolfowitz y Condolezza Rice estaban encargados de juntar al equipo de política exterior y de seguridad nacional de la campaña de Bush, el mismo al que la señorita Rice le puso el mote de "Los vulcanos". Wolfowitz de inmediato metió a Richard Perle, agente de influencia israelí y miembro del "Comité X", en los círculos más íntimos del entorno de Bush, desde donde se ha ocupado de vender el plan de política exterior de Israel y Netanyahu desde el principio.

Entre sus recientes fechorías, Perle organizó la sesión de la Junta sobre Política de Defensa del 10 de julio de 2002, en la que se exigió purgar del Estado Mayor Conjunto a todos los oponentes a la guerra contra Iraq, y se propuso que las Fuerzas Armadas de los EU tomaran y ocuparan los campos petroleros de Arabia Saudita, y un rompimiento total con la dinastía Saud, tal y como había propuesto su documento de 1996 para el IEEPA, "Un rompimiento limpio".

Desde que Perle, Feith, los Wurmser, y demás, primero le entregaron la política de "Un rompimiento limpio" a Netanyahu, la obsesión de esta gente ha sido inducir al gobierno de los EU a adoptarla y aplicarla. Todos sus anteriores intentos fracasaron, hasta que el 11 de septiembre de 2001 se creó un nuevo marco para revivir e impulsar esta política, so pretexto de la "guerra al terrorismo". ¿No lleva esto a preguntarse quiénes fueron los verdaderos y misteriosos autores de los ataques del 11 de septiembre? ¿Cuáles son los vínculos entre los sucesos del 11 de septiembre y la ofensiva subsiguiente que no amaina para ir a la guerra contra Iraq?

Desde Perle y Faith, hasta otros que impulsan el plan Netanyahu desde fuera del gobierno —incluyendo a Frank Gaffney, Steven Bryen y Michael Ledeen—, todos los que conforman este equipo se cuentan entre los principales sospechosos del aparato de espionaje israelí que le encomendaron a Jonathan Pollard robar los secretos de seguridad más preciados de los EU, desde dentro del aparato de seguridad nacional de Reagan y Bush. Eludieron el enjuiciamiento, y después surgieron como "Los vulcanos", asignados a "enseñarle" al presidente Bush los pormenores de política exterior y de seguridad nacional.


Artículo de opinión publicado en el periódico español
EL MUNDO (edición 22 marzo 2003), y reproducido aquí literalmente.

por Richard Perle
Director del Consejo de Defensa de EEUU

El reino de terror de Sadam Husein está a punto de terminar. El líder iraquí desaparecerá pronto, pero no se hundirá solo: en una despedida irónica, arrastrará consigo a la ONU. Bueno, no a toda la ONU. La parte de las «buenas obras» sobrevivirá, las burocracias pacificadoras de bajo riesgo se quedarán, el charlatán del Hudson seguirá quejándose tristemente. Lo que morirá será la fantasía de que la ONU es la base del nuevo orden mundial. Al examinar los escombros, será importante conservar, y más aún comprender, el naufragio intelectual de la presunción liberal según la cual la seguridad puede conseguirse a través de leyes internacionales administradas por instituciones internacionales.

Mientras los iraquíes libres documentan la pesadilla de los 25 años de gobierno de Sadam, no olvidemos a aquéllos que han invocado la autoridad moral de la comunidad internacional al pedir más tiempo para los inspectores de armas y que se han manifestado contra el «cambio de régimen». En el espíritu de reconciliación de la posguerra que los diplomáticos siempre intentan fomentar, no debemos reconciliarnos con la tímida y malograda idea de que el orden mundial requiere ceder ante los Estados irresponsables que aterrorizan a sus propios ciudadanos y amenazan a los nuestros.

Hace unos días, Shirley Williams censuró durante un programa de la televisión que la coalición de los países dispuestos a intervenir utilicen la fuerza para liberar a Irak. Mujer decente, seria y noble, seguramente se habrá unido a la oposición al escuchar argumentos tan convincentes que superaban las razones morales para derrocar al régimen de Sadam. Para Lady Williams (y para muchos otros), lo que ha inclinado la balanza de la opinión sobre esta guerra es la idea de que sólo el Consejo de Seguridad de la ONU puede legitimar el uso de la fuerza. Da igual que las tropas se empleen únicamente para poner en vigor las exigencias de la propia ONU. No basta una coalición de democracias liberales dispuestas a intervenir. Si cualquier institución o coalición que no sea el Consejo de Seguridad de la ONU emplea la fuerza, incluso como último recurso, no prevalecerá el derecho internacional, sino la «anarquía», y se destruirán todas las esperanzas de un orden mundial.

Esta es una idea peligrosamente errónea que conduce inexorablemente a poner importantes decisiones morales, e incluso existenciales y político-militares, en manos de países como Siria, Camerún, Angola, Rusia, China y Francia. Cuando su postura fue rebatida con el argumento de que si una política es aceptable y cuenta con la aprobación del Consejo de Seguridad, por qué iba a ser ahora errónea sólo porque la China comunista, Rusia o Francia o una pandilla de pequeñas dictaduras se negaran a dar su consentimiento, Shirley Williams volvió a insistir en la primacía del «orden» sobre «la anarquía».

¿Pero es capaz el Consejo de Seguridad de garantizar el orden y de salvarnos de la anarquía? La Historia indica que no. La ONU surgió de las cenizas de una guerra que la Liga de las Naciones no pudo impedir. Simplemente no estaba en condiciones de enfrentarse a Italia en Abisinia y, mucho menos -de haber sobrevivido a aquel desastre-, de plantar cara a la Alemania nazi.

Pero en el vertiginoso periodo posterior a la victoria de los aliados, la esperanza de que la seguridad fuera un proyecto colectivo quedó encarnada en el Consejo de Seguridad de la ONU, con resultados lamentables. Durante la Guerra Fría el Consejo de Seguridad permaneció completamente paralizado. El imperio soviético fue derribado y Europa del Este liberada, pero no por la ONU, sino por la madre de todas las coaliciones: la OTAN. Aparte de pequeñas escaramuzas y de misiones de pacificación esporádicas, la única ocasión en que el Consejo de Seguridad actuó durante la Guerra Fría fue al emplear la fuerza para detener la invasión de Corea del Sur, pero esto ocurrió sólo porque los soviéticos no estuvieron presentes en la sala para vetar la resolución. No volvieron a cometer el mismo error.

Ante las múltiples agresiones de Milosevic, la ONU no fue capaz de detener las guerras en los Balcanes, y ni siquiera de proteger a las víctimas. Fue necesario crear una coalición de países dispuestos a intervenir para salvar a Bosnia de su extinción. Y una vez finalizada la guerra, la paz se logró en Dayton, Ohio, no en la ONU. No fue la ONU la que acudió al auxilio de los musulmanes de Kosovo: su causa nunca obtuvo la aprobación del Consejo de Seguridad. Reino Unido, no Naciones Unidas, salvó las Malvinas.

El nuevo siglo presenta ahora nuevos desafíos a las esperanzas de un nuevo orden mundial. No podremos vencer ni contener a los terroristas fanáticos a menos que podamos llevar la guerra a los territorios desde los cuales lanzan sus ataques. Esto requerirá a veces el uso de la fuerza contra Estados que dan cobijo a terroristas, como hicimos al destruir el régimen de los talibán en Afganistán.

Los más peligrosos de estos Estados son aquéllos que también poseen armas de destrucción masiva. Irak es uno de ellos, pero hay otros. Cualquier esperanza de convencerlos de que dejen de apoyar o proteger a los terroristas depende de la certeza y la eficacia con las que nos enfrentemos a ellos.

La incapacidad crónica del Consejo de Seguridad para poner en vigor sus propias resoluciones es inconfundible: simplemente no reúne las condiciones para cumplir esta tarea. Sólo nos quedan las coaliciones de los países dispuestos a intervenir. Lejos de menospreciarlos clasificándolos de una amenaza contra el nuevo orden mundial, debemos reconocer que son, a falta de algo mejor, la mayor esperanza de ese orden, y la verdadera alternativa a la anarquía del lamentable fracaso de la ONU.



El año 2006 dio una conferencia en España sobre “la guerra, el terror y la democracia” invitado por la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, dentro del ciclo La Revolución de la Libertad. A continuación reproducimos la entrevista que ha mantenido Libertad Digital con él:



P. ¿Se siente cómodo con el calificativo de “neoconservador”?



R. Bueno, no es el único que me han puesto. No hay mucho que yo pueda hacer al respecto. Pero entre las ideas que los neoconservadores definirían como propias están aquellas con las que me sentiría completamente cómodo. La caracterización de lo que son los neoconservadores hecha por otros es impropia, por no decir que es pura invención. Pienso en el neoconservadurismo más bien como el liberalismo clásico, con un énfasis en la libertad individual, el uso de todas las capacidades de las democracias para proteger y extender la democracia en el mundo, mercados abiertos, toda la panoplia de libertades de prensa, expresión, de organización, etc.



Cómo han llegado a ser demonizadas esas ideas gracias al calificativo de neoconservadurismo es un misterio. Creo que tiene algo que ver con el aumento del poder de los Estados Unidos, el resentimiento por la existencia de ese poder, y la búsqueda de explicación de la política exterior de los Estados Unidos, aparte de la obvia.



El ruso se está convirtiendo en un régimen autoritario. Por otro lado la política exterior estadounidense está basada en la extensión de la democracia y de las libertades. ¿Cuál será la política de los Estados Unidos sobre la reciente evolución rusa?



Tras la primera reunión con Putin, el Presidente Bush, que acababa de llegar al Despacho Oval, creía que había establecido un acuerdo con él. En un comentario famoso dijo que el acuerdo estaba cerrado. Le dije en una ocasión que debería replanteárselo y creo que no se lo está replanteando. La situación se está deteriorando, hay más presión sobre la prensa, hay más centralización del poder, y eso reresenta una tendencia preocupante.



Por otro lado, Putin da la impresión de ser un hombre que busca que Rusia adquiera respeto internacional, por lo que es posible aplicar cierta presión y creo que empezaremos a ver algo de presión real. Ya la hemos visto algo en los dos últimos encuentros entre los dos Presidentes, pues cuando se enfrentan a la prensa la mayoría de las preguntas se refieren al deterioramiento de la cultura civil y de la democracia en Rusia.



Putin se da cuenta de ello y pretende manipular la situación. Intentará mantener el poder expandido que ya ha conseguido, mientras pone la mejor cara de lo que es, en realidad, una concentración de poder de lo más inapropiado.



P. ¿Qué opinión tiene de la decisión del Gobierno español de abandonar Irak y de animar a otros Estados a hacer lo mismo?



R. Yo tengo dos reacciones al respecto. La primera se refiere a la sustancia de la decisión, y la segunda a la forma en que el gobierno español se condujo en este asunto. En primer lugar, fue decepcionante que un acto de terrorismo pueda llevar a una nación digna a retirarse. Incluso los oponentes a la guerra deberían haberse sentido muy incómodos con la idea de que la nación española podría huir tras haber sido atacada. La reacción de otros países habría sido exactamente la contraria: “no nos echarán”. Si la guerra hubiera sido el motivo de los atentados. Pero no es obvio que ese fuera el motivo. No es obvio hoy que el motivo para los atentados en Madrid fuera la participación en la coalición internacional, dada la implicación de numerosos marroquíes en ellos y teniendo en cuenta que no está claro que tengan algún tipo de interés en Irak. De modo que fue un abandono del orgullo de la nación española.



El modo en que se hizo fue amateur, y lo dejaré ahí. Era un gobierno joven, pero hay formas, dentro de la política diplomática, cuando has formado parte de una alianza con otros países, que son justas con tus compañeros de alianza. Y la forma adecuada de hacerlo hubiera sido realizando una consulta apropiada a los estadounidenses, a los británicos, a los polacos, a los daneses, a otros... Incluso si la decisión hubiera sido la de retirarse, se podría haber hecho de un modo que resultara respetuoso con los intereses políticos y las preocupaciones de tus amigos y aliados. Y estoy seguro de que a España le gustaría ser tratada de ese modo si la situación fuera la contraria. Así que se ha producido un daño a la reputación española. Todos los gobiernos son respetuosos, incluso después de un cambio en las urnas, de los compromisos adquiridos. Ello no quiere decir que las cosas no se puedan cambiar, pero hay formas de hacerlo.



P. ¿Está pensando el Gobierno de los Estados Unidos en reformar el Tratado de No Proliferación de armamento nuclear para prohibir a ciertas naciones que produzcan material nuclear?



R. Bien, el Tratado de No Proliferación (TNP) es una medida limitada. Y está basado en un programa de principios de los 50’ olvidado hace mucho tiempo, llamado el programa atómico por la paz. Y la idea era que, dado que el material nuclear puede servir tanto para la producción de energía como para producir bombas, los Estados Unidos, que entonces eran los líderes de la energía nuclear, compartiría parte de esa tecnología con países que la utilizarían para propósitos pacíficos. Y el TNP se creó a partir de ahí.



Este es un concepto ideal en una comunidad de democracias, en las que puedes contar pues son abiertas, tienen una prensa libre, y cuentan con el generalizado deseo de la gente de no construir armas. No funciona tan bien cuando los regímenes tienen dictadores como los de Irán o Corea del Norte, u otros, en los que no puedes confiar que mantengan los compromisos que adquieren.



Lo que nos estamos planteando ahora es que, si bien es cierto que el TNP no prohíbe el enriquecimiento de material nuclear como tal, sí prohíbe la producción de armas nucleares. Y si no confías en los compromisos adquiridos por un gobierno, incluso si ha firmado el Tratado de no proliferación, y te preguntas qué te puede asegurar que ese gobierno mantendrá sus compromisos, se hacen necesarias algunas limitaciones añadidas.



El terrorismo islámico parece ser la amenaza más importante para la paz global. ¿Cuáles son las claves para luchar eficazmente contra el terrorismo islámico?



Lo primero que hay que hacer es entenderlo. Y entender el complejo haz de motivaciones que llevan a una persona joven a convertirse en un terrorista suicida. Y las motivaciones, por ejemplo, de Ben Laden para reclutar terroristas suicidas, que no son las mismas, ni mucho menos. Por lo que se refiere a los líderes, tenemos que enfrentarnos a un hecho muy desagradable y es que sus motivaciones son profunda e intensamente ideológicas. Y no se van a erradicar de forma fácil, ya que su intensidad es como la del nacional socialismo o el comunismo. Tienen una visión, una visión utópica si quiere, de un mundo en el que todos subscriben la Sharía o ley islámica y querámoslo o no todos vivimos bajo esta norma.



Lógicamente, esto no es aceptable para la mayoría de la gente, incluyendo la mayoría de los musulmanes, que no están dispuestos a abrazar formas especialmente estrictas de represión; piense en las mujeres, por ejemplo. De modo que tiene que ser tratado como lo que es, un movimiento ideológico profundo e intenso, que ha adoptado la violencia, y la violencia extrema, como un medio. Y ellos se ven a sí mismos en guerra contra los infieles. Es una guerra santa.



Hay dos cosas esenciales para derrotarlos. La primera de ellas, y hemos empezado por ahí, consiste en privarles de santuarios. Del cobijo y el apoyo de Estados. Si cuentas con una oficina con un sistema de comunicaciones y un territorio en el que operar, e instalaciones en las que puedas albergar a quienes reclutas de todo el mundo y traes a tu base de operaciones; si puedes acumular dinero e información dispersa, y realizar labores de inteligencia y todo lo que es necesario para una empresa de estas dimensiones, puedes llevar a término ataques de cierta escala.



Si estás escondido en una cueva en algún lugar, porque estás siendo perseguido dentro de un territorio al que te has visto forzado a esconderte. Si no puedes comunicarte de forma electrónica porque tus comunicaciones podrían estar interceptadas y resulta difícil acceder a las fuentes de financiación, entonces el ámbito de actuación se reduce dramáticamente. El cambio en la política de los Estados Unidos de perseguir a los terroristas a perseguir a los Estados, que se efectuó con el 11 de septiembre, es muy importante y hará el problema mucho más manejable.



En segundo lugar, necesitamos hacer todo lo que esté en nuestras manos para movilizar a la gran mayoría de musulmanes que no se ve en una guerra santa con Occidente. Y a menudo han estado demasiado callados, por estar intimidados. Necesitan que les apoyen. También es su lucha, y en muchos sentidos es mucho más su lucha que la nuestra, porque nosotros no permitiremos a los terroristas alcanzar sus fines en nuestras sociedades, pero ellos podrían tener éxito en conseguir sus fines en sociedades cuya población es mayoritariamente, y en algunos casos exclusivamente, musulmana. Así que es una batalla que los musulmanes tienen que luchar por sí mismos.



Ahora que ha muerto Yasser Arafat, parece haber renovadas oportunidades de paz en Oriente Medio. ¿Cuáles deberían ser las condiciones para una paz permanente en la zona?



La condición más importante sobre todas las demás es la aceptación por ambas partes de los derechos legítimos de una nación y de la otra. Y eso exige que los palestinos reconozcan que hay un Estado judío llamado Israel, y que no alberguen la ambición de su destrucción. Ya sea una pretensión articulada, como lo estaba en el Estatuto Palestino, ya sea de forma oculta, como era el caso incluso de Yasser Arafat, que decía cosas que implicaban que esa no era ya la tarea de los palestinos, pero que afirmaba que debía mantenerse en su Estatuto.



Para mí esta es la cuestión crucial. Porque yo creo que los israelitas en su inmensa mayoría (y en democracia lo que importa es lo que diga la mayoría) están dispuestos, incluso deseosos, de una coexistencia pacífica con un Estado Palestino. Están, no obstante, temerosos de que ese Estado palestino se convirtiera en un instrumento para su destrucción, por lo que quieren garantías de seguridad. Por cierto que esa regla de la mayoría no tiene contrapartida en el lado palestino, donde lo que importaba era lo que decía Yasser Arafat y un grupo de gente que le rodeaba. Pero Israel es el único Estado moderno que ha sufrido un ataque en su contra por parte de varios países que en varias ocasiones abiertamente, y en cualquier caso de forma soterrada siempre, están dedicados a su destrucción. Ellos están lógicamente preocupados por su seguridad.



Y déjeme añadir una cuestión más. El movimiento hacia instituciones abiertas y a la democracia en el lado palestino es crítico. Porque creo que si los palestinos se expresan por medio del voto, por más que no les gusten los israelitas, y no importa el resentimiento que alberguen, no creo que quieran continuar en las condiciones actuales, que no son buenas tampoco para ellos. Creo que si fueran libres de elegir elegirían una reconciliación entre Estados.



P. ¿Hay una Europa nueva y una vieja?



R. Bueno, eso fue una breve exposición de la diferencia entre los poderes de una Europa continental establecida, unos dirán que osificada, y los países liberados recientemente de la Europa del Este. Es fácil dar la libertad y la democracia por ganada cuando llega de un modo sencillo. Pero no ha llegado de forma fácil a los polacos, los checos, los húngaros y otros. Y su disposición a enrolarse en los esfuerzos transatlánticos para extender la libertad, tenía un cariz joven y creo que de ahí viene la designación de la nueva Europa. Hay un sentido más dinámico y abierto políticamente, y desde luego económicamente entre varios de los nuevos miembros de la Unión Europea. Me llama la atención cómo un simple comentario como ese haya tocado claramente la fibra equivocada.



P. ¿Podríamos vivir sin las Naciones Unidas?



R. Bueno, para muchas cosas estamos forzados a vivir sin las Naciones Unidas, porque las Naciones Unidas son incapaces de actuar. Pero ¿Podríamos vivir sin el símbolo de las Naciones Unidas? Yo pienso que lo que la mayoría de la gente en el mundo desarrollado está pensando es en el concepto de Naciones Unidas en lugar de la realidad de la institución con base en Nueva York, Ginebra, Viena y otros sitios. Piensan en una institución global con valores humanos, que une a la gente y que ayuda a la consecución de la paz en el mundo. Y resulta muy difícil oponerse a ese concepto.



Pero las Naciones Unidas se han quedado ¡tan lejos! de conseguir esos objetivos. Y por un montón de razones; algunas vienen de las estructuras heredadas de la institución en sí misma, como el que se acoja a todo el abanico de naciones, incluidas las dictaduras más brutales. Por tanto nunca se va a convertir en el instrumento para las democracias liberales que a muchos de nosotros nos gustaría ver. También está construida sobre el concepto de primacía de la soberanía nacional, por lo que la ONU nunca tiene la justificación para intervenir en lo que se consideran asuntos internos de otras naciones, lo que significa que se queda en las fronteras cuando se están llevando a cabo cosas terribles, con muy raras excepciones.



La ONU se estableció tras la segunda Guerra Mundial, en gran parte con el recuerdo de agresiones de ejércitos nacionales traspasando las fronteras nacionales y en gran parte con el objetivo de evitar estas agresiones que, cabe decir, eran la mayor amenaza en el siglo XX. En el Siglo XXI la principal amenaza no es que los tanques traspasen las fronteras; estamos mucho más amenazados por el terrorismo, por ejemplo. Y los mecanismos de las Naciones Unidas hacen muy difícil al organismo tratar ese asunto; y de hecho la incapacidad de las Naciones Unidas de llegar a una definición de terrorismo es una indicación de lo difícil que resulta.

Y finalmente, las Naciones Unidas hacen cosas que sólo pueden calificarse de estrafalarias, como nombrar a un país sin respeto por los derechos humanos como presidente de la comisión de derechos humanos, o a regímenes como el de Sadam Husseín presidiendo la comisión de desarme. Mientras la estructura de la propia institución no se rija con criterios más elevados, que eviten que ocurran este tipo de cosas, tendrá una utilidad muy limitada.

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