sábado, 23 de enero de 2010

Con motivo de cumplirse un año de la Masacre en Gaza


La masacre de la franja de Gaza ha dejado al mundo sin habla. Pero tal vez es la oportunidad para que se rompan de una buena vez los muros de silencio que permiten que la barbarie de la guerra continúe manchando la faz de la Tierra.

Amir Fester, un sargento de las fuerzas “de defensa” de Israel, fue condenado en julio de 2006 a 28 días de calabozo por negarse a participar de la ofensiva militar contra el Líbano. El motivo que Fester invocó al desobedecer fue muy claro: “Lo hago para oponerme a esta locura y para romper con la ilusión de que todos estamos a favor de esta guerra innecesaria basada en mentiras”. Originario de la localidad de Sderot, vecina a la Franja de Gaza, Fester ha visto caer en su pueblo los misiles Qassam de Hamas. No es un joven acomodado de Tel Aviv que se niegue a dejar el confort de su hogar ni un pacifista ingenuo que desconozca el horror de la guerra. Como todo israelí, al cumplir 18 tuvo que realizar un servicio militar de tres años, y luego, cada año, ha servido por un mes en el Ejército. Pero Amir decidió romper con la espiral de la violencia en que su pueblo se ha sumergido y ha objetado en conciencia a las órdenes castrenses.
En 1982, cuando Israel invadió por primera vez el Líbano, surgió el movimiento Yesh Gvul (Hay un límite) para apoyar a los soldados que se rehúsan llevar a cabo misiones de represión contra el pueblo palestino. En esa ocasión numerosos soldados rechazaron la locura de un conflicto que causó miles de muertos civiles. Ellos comprendieron que la agresión es un método inútil para lograr la seguridad y se negaron a tomar parte en la guerra. Los actos de desobediencia fueron muy elevados y los mandos militares encarcelaron a 168 objetores de conciencia y emprendieron represalias contra ellos. En 1987, al estallar la primera Intifada, se suscitaron nuevos casos masivos de objeción entre soldados israelíes y 200 de ellos fueron arrestados. Desde esa fecha, han sido constantes los casos de objeción de conciencia en Israel. Emir Fester es el primero en objetar desde el inicio de esta nueva ofensiva israelí.
Existe un viejo argumento para tratar de justificar las guerras: la violencia puede ser el medio eficaz para lograr el fin de un conflicto y abrir espacio a la paz. Lamentablemente la historia del Medio Oriente nos muestra, una vez más, lo falaz que resulta de esta argumentación. Desde 1948, con la primera guerra entre Israel y sus vecinos árabes, la violencia no ha cesado. La paz parece haber sido, en estos casi 60 años, sólo breves instantes de tregua que dejan paso a una nueva situación de violencia. Desde 1967 Israel ejerce su autoridad sobre 3,5 millones de palestinos, gobernando sus vidas con una ocupación impuesta por la fuerza y violando continuamente los derechos humanos fundamentales. El régimen de ocupación no ha hecho más que exacerbar los problemas de seguridad en Israel y poner en peligro a sus ciudadanos. La ocupación es la que ha producido el terrorismo, y se ha convertido en una cárcel tanto para palestinos como para israelíes. Una de las voces emblemáticas de ese “otro Israel” que rechaza la guerra y la violencia es el director de orquesta argentino-israelí Daniel Barenboim, quién ha calificado como inaceptable el ataque a Gaza y ha declarado: "Estoy profundamente convencido que el destino del pueblo israelí y del pueblo palestino están inextricablemente unidos. O sea que no puede haber una solución que sea buena para uno y mala para el otro. Y eso significa que no puede haber una solución militar, y que tampoco se puede tratar este conflicto tratando de negociar un compromiso diplomático"
Yehuda Shaul, un ex soldado israelí, ha expresado esta idea diciendo: “Ellos son las víctimas, nosotros los victimarios. Pero como victimarios, también pagamos un precio. Esta es una sociedad que no se anima a mirar a los ojos a la verdad, a sus propios actos. Es una sociedad, como consecuencia, moralmente enferma”. Shaul fundó junto a otros ex soldados la organización Rompiendo el Silencio, que divulga en la sociedad israelí las atrocidades que realiza el Ejército en territorio palestino. “En Israel entras al Ejército con 18 años porque quieres luchar contra el enemigo de tu país, porque quieres dejar tu marca en la historia y haces lo que te dicen, sin pensar. Y allí todo te ayuda para que no pienses. Misiones que cumplir, órdenes que seguir. Y no ves a los palestinos como seres humanos, los ves como animales. Entras a su casa durante la noche, los despiertas, les gritas, las mujeres allí, los hombres allí, y rompes todo. Son cosas que no harías aquí en Israel, pero las haces allí. Y, para poder hacerlo, niegas la realidad. Es la única forma. Creas entre tú y la realidad un muro de silencio”.

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