miércoles, 25 de noviembre de 2009
Tras una investigación, Sudáfrica deporta a un oficial de las líneas aéreas israelíes
¿Se han infiltrado los espías israelíes en los aeropuertos internacionales?
25-11-2009
Jonathan Cook
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La semana pasada Sudáfrica deportó a un oficial de las líneas aéreas israelíes después de que se acusara al Shin Bet, la policía secreta de Israel, de haberse infiltrado en el aeropuerto internacional de Johannesburgo en un intento de recoger información sobre determinados ciudadanos sudafricanos, especialmente en el caso de viajeros negros y musulmanes.
La decisión del gobierno sudafricano se produjo tras una investigación llevada a cabo por la TV local en la que se mostraba cómo un periodista encubierto era ilegalmente interrogado por un oficial de El Al, la compañía de bandera de Israel, en una zona pública del aeropuerto de Tambo OR de Johannesburgo.
El programa ofrecía asimismo el testimonio de Jonathan Garb, un ex guardia de El Al, quien afirmaba que la compañía aérea era desde hacía muchos años una tapadera del Shin Bet en Sudáfrica.
Sobre la secuencia grabada del interrogatorio al periodista encubierto, Garb comentaba: “Aquí, en Sudáfrica, hay un servicio secreto que actúa por encima de la ley. Engañamos a todo el mundo. Hacemos exactamente lo que nos da la gana. Las autoridades locales no saben lo que estamos haciendo”.
Se ha sabido que el ministerio israelí de asuntos exteriores tuvo que enviar un equipo a Sudáfrica para intentar calmar la crisis diplomática abierta después de que el gobierno de Johannesburgo amenazara con deportar a todo el personal de la seguridad de El Al.
Las acusaciones del Sr. Garb se han visto apoyadas por una investigación llevada a cabo por el regulador para las industrias de seguridad privadas de Sudáfrica.
Grupos de derechos humanos en Israel han confirmado asimismo que el personal de seguridad israelí está realizando una serie de perfiles discriminatorios en base a la raza en muchos aeropuertos del mundo, al parecer sin que las autoridades locales tengan conocimiento alguno de sus actividades.
En Sudáfrica, la preocupación por las actividades del personal de El Al ha ido creciendo desde agosto, cuando el principal programa sudafricano de periodismo de investigación, Carta Blanca, trató de forma encubierta de probar las acusaciones del Sr. Garb.
Un cámara escondido captó cómo un oficial de El Al, situado en el vestíbulo de Salidas, afirmaba pertenecer a la “seguridad del aeropuerto” y le pedía al periodista encubierto que le entregara su pasaporte o tarjeta de identidad como parte de las actuaciones exigidas por la “normativa del aeropuerto”. Cuando el periodista protestó diciendo que no iba a volar sino que esperaba a un amigo, el gerente de la seguridad de El Al, identificado como Golan Rice, se acercó para interrogarle. El Sr. Rice le advirtió entonces que se encontraba en una zona restringida y que debía marcharse.
El Sr. Garb comentó en el programa: “Estamos entrenados para buscar la amenaza inmediata: el tipo musulmán. Puedes pensar que es un terrorista suicida, que está recogiendo información. Lo demencial es que estamos discriminando a la gente en virtud de razones raciales, étnicas e incluso religiosas… Eso es lo que hacemos”.
El Sr. Garb y otros dos trabajadores despedidos dijeron a los medios sudafricanos que los agentes del Shin Bet detienen rutinariamente a pasajeros negros y musulmanes, una afirmación que ha encendido la controversia en una sociedad que aún sufre el legado de décadas de gobierno de apartheid.
A los individuos sospechosos, dicen los ex trabajadores, les llevan a una habitación aneja, donde les interrogan, a menudo sobre asuntos que no tienen nada que ver con la seguridad del aeropuerto, e incluso les cachean mientras llevan su equipaje a otro lugar. También se realizan registros clandestinos de sus pertenencias y portátiles tratando de identificar documentos e informaciones útiles.
Todo esto se hace violando la ley sudafricana, que sólo autoriza a la policía, a las fuerzas armadas o al personal designado por el ministro de transportes a llevar a cabo tales registros.
Los ex trabajadores acusan también a El Al de introducir armas –con autorización de la embajada local israelí- por el aeropuerto para uso de sus agentes secretos.
El Sr. Garb hizo público después que le despidieron por haber dirigido una campaña para conseguir mejores salarios y beneficios médicos para el personal de El Al.
Un judío sudafricano ofreció también su testimonio declarando que el Shin Bet le había reclutado hacía diecinueve años. “Fuimos entrenados en un campo secreto [en Israel], el mismo en el que se entrenan las fuerzas especiales israelíes y te enseñan a utilizar revólveres, metralletas y cómo actuar en combates sin armas”.
Añadió que le asignaron a la “seguridad armada” a principios de la década de 1990. “La seguridad armada tiene que ser secreta, tienes que llevar un arma o un revólver y, aunque suene demencial, en aquella época llevábamos maletines Samsonite con una ametralladora Uzi dentro”.
El Sr. Garb afirmó haber hecho para Israel, a lo largo de los últimos veinte años, el perfil de unas 40.000 personas, incluyendo recientemente el de Virginia Tilley, una experta en Oriente Medio que es la investigadora-jefe del Consejo de Investigación de Ciencias Humanas de Sudáfrica. El think tank publicó recientemente un informe acusando a Israel de apartheid y colonialismo en los territorios palestinos.
“La decisión que nos llegó es que había que investigarla de la forma más dura posible debido a sus conexiones”, dijo el Sr. Garb.
La Sra. Tilley confirmó que el personal de El Al la había detenido en el aeropuerto y la había separado de su equipaje. El Sr. Garb manifestó que, durante ese período, un agente “fotocopió toda su documentación y después la remitió a Israel”. Piensa que para uso del Shin Bet.
Los oficiales israelíes se negaron a comentar estas acusaciones. Una carta presentada por el Sr. Garb –firmada por Roz Bukris, el administrador general de El Al en Sudáfrica- sugiere que fue el Shin Bet quien le empleó y no la línea aérea. El Sr. Bukris, según el programa televisivo, se negó a confirmar o negar la validez de la carta.
La Embajada israelí en Sudáfrica declinó discutir las pruebas que indicaban que, más que El Al, eran ellos quienes habían autorizado que los administradores de seguridad de la línea aérea utilizaran armas. La pasada semana, al peguntarle Ynet, el mayor portal de noticias de Israel, a Yossi Levi, portavoz del ministerio israelí de asuntos exteriores, sobre la deportación del oficial de la línea aérea, contestó que no podía “hacer comentarios sobre asuntos de seguridad”.
Un informe publicado en 2007 por dos organizaciones israelíes para los derechos humanos, la Asociación Árabe para los Derechos Humanos, con sede en Nazaret, y el Centro contra el Racismo, halló que el personal de la línea aérea israelí ejercía la discriminación racial en la mayoría de los aeropuertos más importantes del mundo al someter a pasajeros árabes y musulmanes a un trato discriminatorio y degradante, vulnerando tanto el derecho internacional como las leyes del país anfitrión.
“Nuestra investigación mostró que los controles efectuados por El Al en aeropuertos internacionales tenían todos ellos la marca de los interrogatorios del Shin Bet”, dijo Mohammed Zeidan, el director de la Asociación para los Derechos Humanos. “Normalmente, las preguntas se referían menos a la seguridad del vuelo y eran más un intento de reunir información sobre las actividades o simpatías políticas de los pasajeros”.
Los grupos para los derechos humanos se dirigieron a cuatro aeropuertos internacionales –Nueva York, París, Viena y Ginebra-, donde diversos pasajeros se habían quejado de haber sido sometidos a un trato discriminatorio, para preguntar bajo qué autoridad estaban actuando los servicios israelíes de seguridad. Los primeros dos aeropuertos se negaron a responder, mientras que en los de Viena y Ginebra dijeron que no era posible supervisar los procedimientos de El Al.
“Es sorprendente que esos países no hagan esfuerzo alguno para supervisar las acciones que el personal israelí de seguridad lleva a cabo en su territorio, especialmente a la luz de los procedimientos discriminatorios y humillantes que aplican”, afirma el informe.
Jonathan Cook es escritor y periodista. Vive en Nazaret, Israel. Sus libros más recientes son: Israel and the Clash of Civilizations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestina: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books).
Su página en Internet es: www.jkcook.net. La versión original de este artículo apareció publicada en The National, en Abu Dhabi (www.thenational.ae).
Fuente:
http://www.counterpunch.org/cook11232009.html
Etiquetas:
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