20-09-2009
Stephen Lendman
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A principios de septiembre, la Oficina del Censo de EE.UU. publicó su nuevo informe intitulado: “Ingresos, Pobreza y Cobertura de Seguro de Salud en EE.UU.: 2008 (pdf) que muestra datos inquietantes que presagian otros muchos peores bajo un presidente y un Congreso que no hacen nada por encarar la situación.
En 2008, la pobreza llegó a un 13,2% de la población, su nivel más elevado en 11 años, resultado de que millones perdieran sus puestos de trabajo durante el primer año de la crisis económica más grave desde los años treinta. Para los afroestadounidenses, la cifra fue casi doble: 24,7% y un 31% de todos los estadounidenses estuvieron empobrecidos durante por lo menos dos meses entre 2004 y 2007, años de expansión económica.
A fines de 2008, incluso según las mediciones conservadoras de la Oficina, 39,8 millones de personas estuvieron empobrecidas, el mayor nivel desde 1960, y 17,1 millones vivieron en extrema pobreza a menos de la mitad del límite oficial. Además, por primera vez desde los años treinta, el ingreso promedio por grupo familiar no aumentó durante un período de diez años de 1999 a 2008.
La Oficina del Censo señala que “presenta cálculos anuales de ingresos y pobreza promedio por grupo familiar por Estado y unidades geográficas más pequeñas basados en datos recolectados por la Encuesta de la Comunidad Estadounidense (ACS)” que cubre áreas de población de 20.000 o más. El programa de Estimados de Ingreso de Pequeñas Áreas y Pobreza (SAIPE) de la Oficina también produce cifras anuales “para Estados y todos los condados, sí como cálculos de población y pobreza para distritos escolares.” Utiliza datos de una variedad de fuentes, incluidos estudios, registros administrativos, cálculos de población entre censos, y datos de ingresos personales publicados por la Oficina de Análisis Económico.
Los críticos sostienen las cifras oficiales del gobierno pueden subestimar la gravedad de la crisis actual, y la Oficina dice:
“Los límites oficiales de pobreza fueron desarrollados hace más de 40 años y han sido criticados por no tener en cuenta el aumento (o desde los años setenta la caída ajustada a la inflación) de los niveles de vida, de gastos como la atención a los niños que son necesarios para mantener un puesto de trabajo, las variaciones en los costes médicos a través de grupos de población (que han aumentado rápidamente a escala nacional y que ahora son incosteables para millones), y las diferencias geográficas en el coste de la vida.”
Además, los cálculos de ingresos y de pobreza son antes de impuestos y excluyen prestaciones sin desembolso de efectivo, usualmente suministradas por el empleador. El ingreso personal disponible, después de impuestos a la renta, a la nómina, a ventas, a la propiedad y otros, revela un nivel de pobreza mucho más elevado que el informado por la Oficina del Censo y una crisis mucho más grave para cada vez más millones a medida que se profundiza la decadencia económica.
La Oficina informó que el ingreso promedio (ajustado a la inflación) por núcleo familiar de 2008 cayó un 3,6%, la mayor disminución en un solo año registrada, a su nivel más bajo desde 1997 y que sigue cayendo a medida que las condiciones siguen empeorando.
Las dificultades de los pobres y empobrecidos aparecen en numerosos otros informes que pintan un cuadro más sombrío que la Oficina del Censo y sugieren que la situación empeorará considerablemente:
Una creciente disparidad sin precedentes en los grupos de ingresos muy ricos y otros;
La investigación de los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Saez que muestra que el 1% superior de los núcleos familiares recibió dos tercios del crecimiento del ingreso nacional durante la última recuperación, una parte mayor que en ningún momento desde los años veinte;
Los sueldos perderán terreno debido a la inflación;
Millones de niños dependen de los almuerzos escolares para recibir una comida caliente;
Un cálculo del Instituto de Política Económica de que un cuarto de todos los niños vivirán en la pobreza a fines del año 2009;
La continua erosión de las prestaciones suministradas por los empleadores y el gobierno, incluidos los niveles estatales y locales; la creciente crisis de los no asegurados es discutida a continuación;
Más grupos familiares no pueden enfrentar sus gastos, incluso cuando dos miembros de la familia trabajan;
Aumento de la presión por los recortes en los presupuestos estatales;
Cantidades récord de receptores de estampillas para alimentos;
Persistente aumento del hambre y de la falta de viviendas; y
Pérdidas de puestos de trabajo, y mayor desempleo, que continuarán durante muchos meses más y algunos analistas predicen cantidades récord antes de llegar al pico.
Un artículo de Joshua Ramo de Kissinger Associates publicado el 11 de septiembre en la revista Time destacó el problema. Intitulado “Jobless in America: Is Double-Digit Unemployment Here to Stay" [¿Llegó para quedarse la desocupación de dos dígitos en EE.UU.?], citó las observaciones de Larry Summers de julio pasado ante el Instituto Peterson de Economía Internacional sobre la inquietante tasa de pérdida de empleos. Sugirió que estaba sucediendo algo extraño, imprevisto por los expertos:
“No creo que alguien entienda completamente este fenómeno,” dijo. ¿Aumentarán las pérdidas de empleos durante más tiempo de lo que se espera? Al terminar la “recesión” ¿vendrán bajas cifras de empleos nuevos, y persistirá y seguirá siendo común el desempleo de dos dígitos?
Sin decirlo, Summers se preguntaba si se había roto el modelo económico estadounidense, y si era así cómo podía ser arreglado. ¿O puede ser arreglado? Según Jacob Kirkegaard del Peterson Instituto: “Es perfectamente posible que lo que comenzó como un aumento cíclico en el desempleo pueda terminar como un problema enraizado.”
Summers logró su reputación como teórico del empleo. Ahora cree que los antiguos puntos de vista sobre desempleo son “erróneos de modo importante. Pensé que si pueden existir con un desempleo sustancial a largo plazo, eso provoca algunas cuestiones sobre el funcionamiento de los mercados.”
En 1986, escribió un artículo intitulado: “Histéresis y el problema del desempleo europeo.” Histéresis es la palabra griega para retrasarse (hysteres), refiriéndose a lo que sucede cuando algo se rompe y no puede ser reparado. Es una idea que los economistas desaprueban en su aplicación a las economías, ya que prefieren citar normales altibajos de los ciclos económicos. Sin embargo en 1986, Summers argumentó que el desempleo europeo puede ser crónico y persistir en tiempos de crecimiento.
Los altibajos actuales son otra cosa en tiempos de un paisaje económico cambiante lo que tal vez sugiere que la histéresis enfrenta a EE.UU. y que muchos puestos de trabajo perdidos no volverán, especialmente los mejor remunerados. Es el punto de vista de Kirkegaard cuando dice que el crecimiento no devolverá trabajo a los estadounidenses, y que los nuevos puestos de trabajo creados serán de inferior calidad a los antiguos.
¿Qué se puede hacer por lo tanto para avanzar? A diferencia de los años treinta, las máquinas hacen ahora gran parte del trabajo que hacía entonces la gente en proyectos de infraestructura. Y es mucho más difícil convertir a empleados de oficina en obreros. Además, la propia investigación de Summers concluye que el modelo económico occidental tradicional no aliviará la crisis del empleo, ¿qué, entonces, lo hará?
Summers no lo dice, pero fuera de una reforma total de la economía de “libre mercado”, probablemente nada lo logrará y tal vez ése sea el futuro de EE.UU., con cada vez más millones consignados a una permanente clase inferior, mientras unos pocos en una elite en la cima se hacen más ricos, hasta que un día la “histéresis” rompa el sistema en una convulsión destructiva y el modelo antiguo desaparezca de la escena, y nada vuelva a ser lo mismo.
Más evidencia de presión económica en el último informe federal de investigación sobre el crédito al consumo
El 8 de septiembre, la Reserva Federal informó que el crédito total al consumo cayó en un récord de 21.600 millones de dólares en julio (el sexto mes consecutivo de baja mensual) e interanualmente en 2,47 billones de dólares o sea un 10,4%. Según Bernard Baumohl, economista jefe global de The Economic Outlook Group:
“Es una señal importante más de que los consumidores no van a contribuir mucho a la economía durante el resto de este año y probablemente durante (por lo menos) una buena parte del próximo año.” El impacto de la contracción del crédito en el consumo indica una economía en desmejora. Se pone de manifiesto en la creciente pobreza, la reducción de los ingresos, y más dificultades para cada vez más millones de ciudadanos, que con seguridad se reflejarán en el informe de la Oficina para 2009.
Continua erosión de la cobertura de la atención sanitaria
En 2008, la Oficina también recolectó datos sobre la cobertura del seguro médico, calculando la cantidad de no asegurados del año pasado en 46,3 millones (15,4% de la población), o sea un aumento de 682.000 respecto a 2007. Fue el octavo año consecutivo en el que menos trabajadores obtuvieron cobertura suministrada por el empleador, y en el que los que la tenían tuvieron que pagar una mayor parte del coste.
Otros cálculos son mucho más sombríos. Algunos, incluida la Oficina Presupuestaria del Congreso, calculan que el total actual de no asegurados es de más de 50 millones, y un estudio de mayo de 2009 de Todd Gilmer - Richard Kronick calcula que 191.670 más pierden su cobertura cada mes, 2,3 millones al año al ritmo actual, y 6,9 millones más (sobre 2007) de estadounidenses no tendrán seguro a fines del año 2010 si continúa la tendencia actual.
A estos hay que sumar los que no tienen suficiente seguro. Según la Asociación Estadounidense de Salud Pública, por lo menos otros 25 millones corren gran riesgo si enfrentan un serio problema de salud no cubierto por su plan actual. Además, Families USA estima que unos 90 millones de estadounidenses no tuvieron seguro de salud durante alguna parte de 2007 o 2008. La Henry J. Kaiser Family Foundation informó que más de un 80% de los insuficientemente asegurados provienen de familias de trabajadores, y la Agency for Healthcare Research and Quality estimó que un 27% de los estadounidenses bajo 65 años carecen de cobertura.
Otros cálculos extrapolan hasta 60 millones sin seguro si la comúnmente mencionada tasa de empleo U-3 [Personas desempleadas de 25 años o más, como porcentaje de la fuerza de trabajo civil] llega a 10%, y el Urban Institute prevé cerca de 66 millones sin cobertura para 2019, en vista de la actual tendencia en la que los crecientes costes obligan cada vez más a los empleadores a hacer recortes.
Datos de la Oficina del Censo muestran que la cobertura disminuyó en la mayoría de los sectores de la población, incluidos los trabajadores a tiempo completo y la clase media, resultado de la decadencia económica y de años en los que los empleadores transfirieron una mayor carga a su fuerza laboral.
Desde por lo menos 2001, el porcentaje de trabajadores con seguro suministrado por el empleador ha disminuido continuamente, y es el principal motivo para la creciente cantidad de no asegurados y de insuficientemente asegurados. En 2008, un 61,9% de la población bajo los 65 años tenía cobertura suministrada por su trabajo, en comparación con un 67% en 2001, que sigue bajando debido a reducción de costes, la continua pérdida de puestos de trabajo, y la tendencia a puestos de menor remuneración.
Además, tener trabajo ya no garantiza la cobertura. Los planes ofrecidos han sido reducidos enormemente, y los gastos médicos son en la actualidad la principal causa de bancarrotas personales. EE.UU. es el único país industrializado del mundo que niega a sus ciudadanos una cobertura universal, pero gasta en promedio más del doble de otros países de la OCDE y suministra menos a cambio por seguros privados inasequibles y medicamentos demasiado caros.
Nada de lo que se debate en Washington encara esta situación, de manera que sea cual sea la legislación que emerja empeorará un sistema disfuncional, para un público estadounidense traicionado por un “estafador callejero de mucha labia” – como describe el analista Bob Chapman a Obama, o según James Petras, “el mayor engañador en la historia reciente.” Hay que decirlo en plural ante un Congreso bajo dirección demócrata o republicana, porque ambos partidos están obligados a los intereses corporativos que son sus dueños y son indiferentes a las crecientes necesidades del público.
Desde que asumió el cargo en enero, Obama ha descartado la reforma, quitado toda probabilidad de éxito al cambio progresista, y logrado lo imposible al gobernar peor que George Bush en virtualmente todas sus políticas interiores y exteriores. Junto con el saqueo del Tesoro federal, de la destrucción de la economía, de la entrega a Wall Street, y de la continuación de las guerras imperiales, la reforma del sistema de salud es la pieza central de su programa fracasado y una traición a la confianza del público.
El 9 de septiembre, presentó su visión a una sesión conjunta del Congreso, reconfortando a los proveedores de que sus intereses están seguros. Rechazando la cobertura de un solo pagador, dijo que “tiene más sentido basarse en lo que funciona y arreglar lo que no lo hace, en lugar de tratar de construir un sistema enteramente nuevo desde el comienzo.” Y aunque está a favor de una “opción pública,” aseguró a los aseguradores privados que no es alguien que rompa los acuerdos, y garantizó que ningún plan final la incluirá porque no es posible conseguir suficientes votos en el Senado.
También es esencial la reducción de costes mediante:
El recorte de cientos de miles de millones de dólares en prestaciones de Medicare y Medicaid como preludio a la eliminación o el considerable debilitamiento de esos programas, lo que tal vez sea seguido por la Seguridad Social y otras conquistas sociales;
Colocación de límites a las pruebas y tratamientos que pueden suministrar los médicos;
Colocar guardabarreras “expertos médicos” a cargo de decidir la atención más económica, impidiendo así que los médicos receten lo que es mejor para sus pacientes y negando a la gente el derecho a tomar sus propias decisiones de atención sanitaria si su coste excede lo que Washington permita;
Gravar los así llamados planes “Cadillac” [de lujo] (que cubren sobre todo a empleados estatales, miembros de los sindicatos municipales, y otros trabajadores, no sólo a los súper-ricos) para alentar a los empleadores a proveer menos prestaciones, aumentando así la carga de los trabajadores; obligando a todos a tener seguro; y colocando un recargo sobre los no cumplidores con ingresos entre 100 y 300% del nivel de pobreza bajo el plan Baucus en el Senado;
Crear un “gatillo de déficit” para reducir el aumento de los gastos de Medicare y Medicaid si no se logran los ahorros previstos; y
Hacer responsable a cada cual por su propia atención obligándole a cubrir una parte más grande del coste a cambio de menos cobertura cuando más la necesitan.
Numerosos detalles siguen ocultos al público, pero el objetivo del plan de Obama es obvio. Es una artimaña para racionar la atención sanitaria; cobrar más a la gente; enriquecer a los aseguradores privados, a las compañías farmacéuticas, y a las grandes cadenas de hospitales; imponer el seguro para todos; y castigar a los no-cumplidores. La indignación pública debe detenerlo.
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Stephen Lendman es Research Associate del Centre for Research on Globalization. Vive Chicago y se le puede escribir a: lendmanstephen@sbcglobal.net
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