martes, 14 de julio de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -XVII

Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Segundo hadíz - X
Ostentación (riyá)

Tercer nivel

Segunda parte
Cómo darse cuenta de la ostentación

Sucede con frecuencia que la persona ostentosa no se de cuenta que sus actos están impregnados de ostentación y son vanos, debido a que las astucias de Satanás y del ego son tan precisas y sutiles y la senda de la condición humana es tan estrecha y oscura que hasta que la persona no alcanza un discernimiento completo no es capaz de comprender que es exactamente lo que ha hecho.

Él supone que sus actos son para Dios, pero son para Satanás. Como el ser humano ha sido creado de tal manera que se ama a sí mismo, el velo de su egoísmo no le permite ver sus propios defectos.
Es posible, si Dios quiere, que podamos ver algo de esto mientras comentamos algunos hadices.
A Dios Altísimo nos volvemos pidiendo éxito.

Por ejemplo, la adquisición de conocimientos religiosos, que es una de las más importantes obligaciones y de los actos de adoración. A veces, la persona que se dedica a esa importante forma de adoración cae inadvertidamente en la ostentación sin siquiera darse cuenta de ello, por culpa de ese espeso velo que es el amor propio.
Esa persona desea resolver, ante los sabios, directores y honorables personalidades, algún problema importante de la legislación islámica de una manera que hasta ahora nadie haya hecho, distinguiéndose de esa manera por su inteligencia. Cuanto mejor explica el problema y más sorprende a sus interlocutores, más feliz se siente y si alguno de ellos polemiza con él, desea vencerle a toda costa y avergonzarle frente a todos los presentes y dejar sus palabras, da igual si son ciertas o falsas, completamente desacreditadas. Si lo logra, percibe en sí mismo una clase de coquetería superioridad. Si alguna de las autoridades académicas apoya sus palabras, piensa: «luz sobre luz» (nur ala nur).
El pobre desgraciado ignora que, incluso si en este mundo obtiene fama y posición ante los sabios y las personalidades, ante Dios, Señor de Reino, ha perdido todo y su comportamiento le lleva, por orden de la Verdad Altísima, directamente al Siyyín.
Además de ello, ese comportamiento ostentoso va mezclado con algunos otros pecados más. Por ejemplo, avergonzar y humillar a sus oponentes e insultar a otros creyentes, molestar a un hermano en la fe, algunas veces, tratar con impertinencia y difamar a un creyente. Cada uno de los cuales es suficiente para enviar a una persona al infierno.
Si tu ego no te permite ver tus fallos y te dice: mi intención es aclarar un punto de la legislación islámica y manifestar la verdad, lo cual es una de las mejores formas de adoración, y no manifestar superioridad y notoriedad, debes preguntarte a ti mismo: Si hubiese sido un amigo mío con mi mismo nivel de conocimientos el que hubiese expuesto este problema y me hubiese derrotado ante tus interlocutores ¿Me sentiría igual que me siento ahora? Si así fuera, querrá decir que eres sincero en esta polémica.
Pero si, sigue echando mano de trampas y subterfugios, y te dice: «Puesto que manifestar la verdad es un acto distinguido y recompensado por Dios, yo quiero alcanzar esa distinción y obtener la recompensa divina.» Debes decirle: «Si, imaginemos, Dios te otorgase esa misma distinción aunque fueras vencido en el debate y te sometieses a la verdad ¿Seguirías entonces tratando de salir vencedor? Y si, al mirar en tu interior, llegas a la conclusión de que, a pesar de ello, quisieras ser el vencedor del debate y obtener fama y honores ante los sabios y las autoridades académicas y que con todo este debate intelectual lo que pretendías era ganarte sus corazones, debes saber que en este debate intelectual, que es uno de las mayores actos de obediencia y adoración a Dios, tu actúas por ostentación y que, conforme al hadíz recogido en Al-Kafí, es un acto del Siyyín y tu eres una persona que adora, junto a Dios, a otros falsos dioses (mushrik). Lo que has hecho ha sido por amor a la posición y a los honores y, que tal como dice el hadíz, tienes más necesidad de fe que un rebaño atacado por dos lobos tienen de un pastor.
Así que, tú, que eres un intelectual y tienes la obligación de corregir aquello que esté mal en la comunidad, de orientarles para la otra vida y curar sus enfermedades espirituales, debes necesariamente corregirte a ti mismo primero y mantener sano tu espíritu para no ser uno más de los sabios sin obras, cuyo estado es bien conocido.
¡Oh Dios! ¡Limpia nuestra alma de idolatría e hipocresía! ¡Limpia el espejo de nuestro corazón del amor por las cosas mundanas que son la fuente de todos estos defectos! ¡Acompáñanos siempre! ¡Toma nuestra mano, pobres desgraciados, siempre aquejados de deseos apasionados y de amor por la posición y los honores, en este viaje lleno de peligros y de accidentes, de curvas complicadas, de inmadurez, estrechez y oscuridad! ¡Oh Tú que tienes poder sobre todas las cosas!

Y, uno de los grandes actos de adoración del Islam es la oración colectiva. En ella, el honor de quien la dirige es mayor que el de quienes rezan tras él. Por ello, Satanás penetra más en ese importante acto de adoración que en otros y ataca a quien dirige esa oración con mayor intensidad, intentando alejar de él ese honor y desviar ese acto puro para convertirlo en otro merecedor del Siyyín y transformarle en alguien que adora junto a Dios a otros falsos dioses.
Por ello, entra en los corazones de algunos de los que dirigen las oraciones colectivas, utilizando para ellos diversos caminos.
Por ejemplo, el orgullo (uchb), del que, si Dios quiere, hablaremos más adelante, y la ostentación, es decir el lucimiento ante los demás de esta gran forma de adoración, para conseguir el afecto de sus corazones y fama y honores.
Por ejemplo, ve que tal persona santa está presente en la oración colectiva y, para llamar su atención y obtener su admiración, hace ostentación de su humildad de diferentes maneras y en las reuniones, para hacer comprender a los que no estuvieron presentes su importante posición, menciona la presencia de esta santa persona en las oraciones colectivas que el dirige o hace de manera que eso se sepa. En su propio corazón siente un amor por el hecho de que esa persona acuda a las oraciones que él dirige y manifiesta hacia él un amor y una amistad como ni por un momento en toda su vida ha manifestado por Dios y Sus santos. Especialmente si es un respetable comerciante. Y, si Dios no lo quiera, una de esas nobles personas deja de participar en las filas de la oración colectiva, se convierte para él en la mayor desgracia.
Satanás tampoco se desentiende de quien dirige las oraciones de un apequeña comunidad. Va junto a él y le sugiera que haga comprender a la gente que él ha pasado de las pompas mundanas y se ha retirado a una pequeña mezquita para estar con los pobres y los oprimidos. Es, por tanto, lo mismo que el otro o peor, ya que su corazón padece, además, el vicio de la envidia. No teniendo nada en este mundo, se priva también de las bendiciones del otro y fracasa en esta vida y en la otra.
De la misma manera, Satanás tampoco aparta su mano del cuello de gente como tú o yo, que no tenemos ningún ascendiente en la comunidad y que lamentamos no poseer medios para ello. Nos hace dudar del beneficio de las oraciones colectivas y nos aparta de ellas y encontrarlas llenas de defectos. Nos hace presentar nuestra ausencia de las oraciones comunitarias como una evidencia de nuestro alejamiento de las cosas mundanales y del amor a la posición social y la fama. En ese caso, somos peores aun que esos dos tipos de personas mencionados anteriormente. Ni disfrutamos de la posición superior absoluta en este mundo del primer grupo, ni de la superioridad relativa del segundo, ni tampoco de beneficios en la otra vida. Y, si tuviésemos la oportunidad, demostraríamos que tenemos más deseos de posición social y más amor por los honores y las riquezas que esos dos tipos de personas.
Satanás no tiene suficiente con el imam de la oración colectiva: los fuegos de sus deseos no se han calmado con haberle convertido en una de las personas destinadas al infierno. Penetra entre las filas de quienes rezan tras él. La primera fila, como posee mayor honor que las siguientes, se convierte en el objetivo de sus afanes.
Saca a ese pobre hombre santo de su alejado hogar y le indica que se siente en primera fila a la derecha del imam y le susurra que evidencie su posición de honor ante los ojos de los demás. Este pobre desgraciado que no ha comprendido como está siendo manipulado, trata por todos los medios de manifestar ante los demás su distinguida posición. Evidencia su politeísmo interno y envía su obra al Siyyín.
Desde ahí se dirige al resto de las filas. Con artimañas y sugerencias mentirosas les hace poner su atención en este pobre bendito de la primera fila y le convierte en sujeto de sus burlas e imprecaciones, haciendo que ellos mismos de consideren libres de tales defectos.
A veces, es posible observara un respetable individuo, especialmente si es de la gente honorable y de conocimiento, al que Satanás ha tomado de la mano y ha situado en la última fila para hacer entender que, a pesar de que él, con esa posición de la que disfruta, no debería rezar al lado de esta gente, se ha desprendido tanto de las vanidades y de los deseos mundanos que puede sentarse en la última fila sin problemas. A algunos individuos de estos no los encontraréis siquiera en la primera fila.
Satanás, no se contenta con el imam de la oración y con los que rezan tras él. Se pega a las barbas de cualquiera, le arrastra del mercado o de su casa y le lleva hasta una esquina de una alfombra de la mezquita. Como es una persona que no considera justo a ningún imam, ante el resto de la gente realiza una oración de inclinaciones, prosternaciones y súplicas prolongadas. En su fuero interno desea hacer entender a la gente que él es una persona tan santa y prudente que no reza en congregación para evitar participar en los pecados de la persona injusta que la dirige. Además de ser una persona ostentosa y engreída, no tiene ni idea de las disposiciones de la ley islámica. No se sabe si la autoridad religiosa (marya-e taqlid) que este hombre más que bueno sigue, pone como condición para ser seguido manifestar una apariencia dura, pero a él esto no le concierne, porque si ha salido de su casa para ir a la mezquita es para que la gente le vea hacerlo.
El resto de nuestras acciones, se encuentran igualmente bajo control de Satanás. Este maldito hace su casa de cualquier corazón turbio que encuentra y quema las acciones manifiestas e íntimas y nos lleva del camino de los buenos actos al infierno.

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