jueves, 11 de febrero de 2010

Washington prevé un nuevo 11 de septiembre de aquí a 6 meses


Profunda conmoción suscitaron los principales responsables de los servicios de inteligencia estadounidenses durante su comparecencia, el 2 de febrero de 2010, en la audiencia anual de la Comisión del Congreso encargada de las cuestiones de inteligencia.

Dennis C. Blair, director nacional de Inteligencia, mencionó primeramente una posible guerra en el ciberespacio, presuntamente declarada por China, que pondría en peligro toda la infraestructura informática mundial. Anunció después que los servicios de inteligencia estadounidenses que él dirige se reservan el derecho de asesinar a cualquier persona presuntamente vinculada con todo grupo terrorista que pueda representar una amenaza para la vida de ciudadanos estadounidenses, incluso si el sospechoso es estadounidense, y de cometer ese tipo de asesinatos donde quiera que se encuentre el sospechoso.

Pero lo que más impacto causó es que el almirante Blair, director nacional de Inteligencia, así como el director de la CIA Leon Pannetta, el director del FBI Robert Mueller, el director de la Inteligencia militar Ronald Burgess y el director de Inteligencia del Departamento de Estado John Dinger afirmaron, cada uno por separado, que al-Qaeda ha planeado un nuevo tipo de ataque, capaz de burlar los dispositivos antiterroristas, y que pudiera golpear el territorio estadounidense de aquí a 6 meses.

En el plano interno, el objetivo de esa declaración es preparar a la opinión pública estadounidense para una nueva catástrofe y acondicionarla para un posible retorno a la política neoconservadora. Pero en el plano externo se busca contrarrestar el rumor del que se están haciendo eco los diarios más importantes del Medio Oriente, como Kheyan (Irán), Al-Binaa (Líbano) o Al-Wataan (Siria). Según esos medios, el Estado hebreo está organizando un nuevo 11 de septiembre que será atribuido a al-Qaeda.

Esas mismas fuentes anuncian, sin embargo, que los servicios secretos iraníes y turcos han detectado a agentes israelíes enfrascados en la selección de posibles objetivos, no en Estados Unidos sino en Europa. Tel Aviv parece estar estudiando la posibilidad de golpear un blanco de importante connotación religiosa, como la catedral de Notre Dame de París o la basílica de San Pedro de Roma. Un atentado de ese tipo justificaría una nueva cruzada antimusulmana.

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