martes, 18 de agosto de 2009

Comentario de Cuarenta Hadices -XXIX


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní

Traducción de Raúl González Bórnez

Cuarto hadiz
Arrogancia (kibr)
Cuarta parte
Perjuicios de la arrogancia


Has de saber que este feo defecto es un perjuicio en sí mismo y también el origen de muchos otros. Impide a la persona alcanzar su perfección externa e interna y disfrutar las bendiciones de este mundo y del otro. Provoca el odio y la enemistad y hace que decaiga la estima de los demás hacia la persona aquejada de este vicio.

En un hadíz recogido en Al-Kafi, se lee que Imam Yafar As-Sádeq, sobre él la paz, dijo:
«No existe siervo alguno que no tenga una brida en su cabeza y un ángel que la controle. Así que, cuando se muestra arrogante, le dice: Sé humilde o Dios te humillará. Así pues, ante sí mismo, se siente la persona más grande del mundo, mientras que, a los ojos de los demás, es la persona más pequeña del mundo. Mientras que cuando es modesto, Dios poderoso y majestuoso le retira la brida de su cabeza y le dice: Sé elevado. Dios te ha engrandecido y elevado. Así pues, ante sí mismo se considera la más insignificante de las personas, pero los demás le consideran la más elevada.»

¡Oh querido! Los demás tienen un talento y un alma igual que tú. Si eres humilde los demás te respetarán de manera natural y te considerarán una persona valiosa y si eres arrogante no podrás progresar. Si pueden te humillarán y, además, no confiarán en ti y si no pueden te despreciarán en su corazón y a sus ojos no tendrás ningún valor.
Abre el corazón de las personas con tu humildad. Quienes se relacionen contigo manifestarán lo que llevan dentro y si sus corazones te rechazan no será por culpa tuya. Así que, suponiendo que busques su respeto y admiración, deberás actuar con humildad. Las consecuencias de la arrogancia son opuestas a lo que pretendes. No sólo no consigues lo que pretendes en este mundo sino que consigues lo contrario y en el otro mundo sólo te procurará sufrimiento y desprecio. De la misma manera en que en este mundo consideraste inferiores a tus semejantes y te mostraste arrogante con los siervos de Dios, actuando con aires de grandeza, ese comportamiento en la otra vida adoptará una forma despreciable.
Tal y como ha sido recogido en un hadíz de Al-Kafí, transmitió Dawud ibn Farqad que su hermano dijo: «Escuche decir a Abu Abdella Imam As-Sádeq, sobre él la paz: En verdad, los arrogantes serán levantados de las tumbas como hormigas y las personas les aplastarán bajo sus pies mientras Dios termina de hacerles la cuenta.»
Y en el testamento del Imam Yafar as-Sádeq, sobre él la paz, dice a sus compañeros:
«Alejaos de la arrogancia y el engrandecimiento, ya que la grandeza es el manto de Dios poderoso y majestuoso y Dios castigará y humillará el Día del Juicio Final a quien encuentre, cuando le haga la cuenta de sus acciones, que se ha vestido con Su manto.»
No puedo imaginar qué es lo que hará Dios Altísimo con aquel a quien Él quiera humillar y qué será lo que habrá de soportar, ya que la dimensión de los asuntos de la otra vida es diferente a la que poseen en este mundo. La humillación en la otra vida no es lo mismo que la humillación en ésta, pues las mercedes y los castigos en aquella no guardan semejanza con los de aquí. Son cosas que no podemos llegar a imaginar. Sus mercedes están más allá de lo que podemos suponer y Sus castigos también. Su generosidad es mucho mayor que cualquier cosa que podamos imaginar y Su castigo y humillación no son como los castigos y humillaciones que nosotros podemos pensar. El fin que espera al arrogante es el Infierno. Leemos en un hadíz: «Quien monta sobre la arrogancia va en dirección al fuego.» No verá el Paraíso mientras quede en él algo de arrogancia.
Tal y como ha sido transmitido, el Mensajero de Dios, las bendiciones de Dios sean con él y con su familia, dijo: «No entrará en el Paraíso la persona que tenga en su corazón una pizca del tamaño de un grano de mostaza de arrogancia.»
E Imam Baqer e Imam Sádeq, con ellos la paz, dijeron algo muy parecido. En un hadíz recogido en Al-Kafí, se cita que Imam Báqer, la paz sea con él, dijo: «La grandeza y el orgullo son el manto de Dios y Él arrojará de bruces al Infierno a quien se apropie de algo de ello.»
También el Infierno al que Dios arrojará a los arrogantes es diferente del Infierno del resto de los condenados.
Es el momento de recordar el hadíz abrumador que traduje y cité anteriormente:
« Transmitió Muhammad ibn Yaqub, de Ali ibn Ibrahím, de su padre, de Ibn Abu Umayr, de Ibn Bukayr, de Abu Abdel lah Imam As-Sádeq, sobre él la paz, que dijo: «En verdad, en el Infierno existe un valle al que llaman Saqar destinado especialmente a los arrogantes. Se queja ante Dios Altísimo de la intensidad del calor de él mismo y le pide permiso para respirar un momento. Y cuando obtiene permiso para respirar, emite una respiración que inflama todo el Infierno.»
Me refugio en Dios de ese lugar que, siendo él mismo la morada del castigo, se queja de su propio calor y que cuando respira inflama todo el Infierno.
En este mundo no podemos discernir cómo es la intensidad y la dureza del calor del otro mundo, ya que los diferentes grados de intensidad en los castigos depende de muchos factores. Uno de ellos es la propia capacidad de percibir. Cuanto mayor capacidad de percepción mayor dolor se sufre.
Otro factor es la diferente sensibilidad de los cuerpos que reciben el calor. Por ejemplo, el oro y el hierro aceptan más temperatura que el plomo o el aluminio y estos más que la madera o el carbón y estos, a su vez más, que la carne o la piel.
Otro factor es la sensibilidad. Por ejemplo, el cerebro del humano es más sensible al calor que sus huesos. Al poseer una mayor sensibilidad, el efecto que sobre él ejerce una misma intensidad de calor es mayor que si se aplica a los huesos.
Otro factor es la misma intensidad del fuego. Si aplicamos al cuerpo un calor de cien grados, el dolor que sentiremos será mayor que si le aplicamos un calor de cincuenta.
Otro factor es la distancia entre el fuego y el objeto expuesto a él. Por ejemplo, si está lejos de la mano o está en la mano misma, no quemará de la misma manera.
Estos cinco factores que hemos mencionado se dan en este mundo en su grado más débil y en el otro en su grado más intenso y pleno. Nuestra percepción en este mundo es imperfecta y está limitada por multitud de velos. Citarlos todos sería una labor larga y laboriosa y no es este el lugar para ello.
Hoy, nuestra visión es incapaz de percibir a los ángeles, el Paraíso y el Infierno. Nuestros oídos no son capaces de percibir los extraños y sorprendentes sonidos del mundo intermedio (barzaj) y de sus habitantes, ni tampoco del mundo posterior al barzaj (quiyámat)y el de sus habitantes. Nuestros sentidos no son capaces de percibir el calor de ese lugar. Todo ello debido a sus limitaciones. Pero los versículos coránicos y las tradiciones de la Gente de la Casa Profética, las bendiciones de Dios sean con ellos, están llenas de referencias explícitas e implícitas a ello y, además, conformes a las demostraciones lógicas que tienen su propio lugar y momento.
Debes saber que el cuerpo humano no es capaz de soportar el fuego en este mundo. Una hora soportando el flojo fuego de este mundo es suficiente para convertir el cuerpo en cenizas. Pero, el Día del Juicio, Dios hace que el cuerpo sea capaz de soportar el intensos fuego de la otra vida eternamente, sin consumirse, a pesar de que, conforme a lo que fue revelado por el ángel Gabriel, sobre él la paz, su ardor es de tal intensidad que si, de la cadena de setenta eslabones de fuego preparada para los pecadores en la otra vida, uno solo de ellos cayese sobre la Tierra, fundiría todas las montañas.
Por lo tanto, no es posible comparar la capacidad de resistir el fuego que tendrá nuestro cuerpo el Día del Juicio con la que tiene en este mundo.
La relación que, en este mundo, tiene el alma con el cuerpo es también muy débil e imperfecta. Este mundo es un impedimento para que él alma manifieste su poder, pero la otra vida es el terreno adecuado para la manifestación del alma y la relación que ésta establece con el cuerpo es activa y creativa, tal y como ha sido establecido en su momento, y esa relación se produce en el grado más intenso.
En cuanto al fuego; el de este mundo es un fuego desvaído y templado y un fenómeno accidental aquejado de todo tipo de impurezas y deficiencias, pero en fuego del Infierno es puro, sin mezcla. Una sustancia establecida como un ser vivo y eterno por esencia que abrasa a sus habitantes conscientemente y que aplica a cada uno la intensidad que le ha sido ordenada. Has escuchado hablar de sus característica al ángel Gabriel, el enviado digno de confianza, el más verídico de los verídicos, y el Libro de Dios y las tradiciones del Mensajero están llenas de descripciones de sus atributos. En este mundo no existe semejanza posible con la relación y adhesión que el fuego de la Guehena establece con el cuerpo en la otra vida. Si todos los fuegos de este mundo rodeasen a una persona por todos los lados, sólo podrían rodear y quemar su cuerpo físico, pero el fuego de la Guehena le rodea por dentro y por fuera, abrasa su corazón, su alma y sus facultades, haciéndose uno con ellos de una manera que no existe en este mundo.

Por tanto, ha quedado claro que, de ninguna manera se aplican en este mundo los requerimientos del castigo divino. Ni la materia aquí es capaz de soportar el calor, ni el fuego tiene la capacidad de desplegar todo su poder, ni quien lo recibe tiene la capacidad de sufrirlo en la totalidad de su ser. No podemos imaginar cómo es el fuego que abrasa el alma, a no ser que, Dios no lo quiera, abandonemos este mundo siendo de las gentes arrogantes y sin habernos purificado de esta abominable condición, porque entonces no encontraremos con él cara a cara.
¡Qué mala es la morada final de los arrogantes!


No hay comentarios: