martes, 9 de febrero de 2010

A un año de la masacre de Gaza


Redacción Diagonal Aragón
Sección:Derechos Humanos en Palestina

La invasión militar israelí produjo en sólo veintitrés días de bombardeos sobre la Franja de Gaza el mayor número de víctimas humanas, mayoritariamente palestinas, y de destrucción de los últimos cuarenta años de conflicto árabe-israelí. A un año de la masacre la violencia de Israel y su bloqueo sobre Gaza para someter a la población continúa, pero más allá de la tragedia se revelan los crímenes de guerra, la parodia política de los estados en relación con el apoyo a una solución justa y dialogada y la impotencia del militarismo israelí ante la dignidad palestina.

Hace ahora un año, el 18 de enero de 2009, terminaron los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza en Palestina y su millón y medio de habitantes, tras el anuncio de un “cese unilateral de las hostilidades” el día anterior por el primer ministro israelí Ehud Ólmert y el “alto el fuego inmediato” posterior decretado por diversas organizaciones palestinas, entre ellas Hamas, con duración de una semana y condicionado por la retirada del ejército israelí del territorio gazací. Según un portavoz del primer ministro israelí Ehud Ólmert, el ejército israelí no contemplaba un calendario de retirada mientras no cesase el lanzamiento de cohetes sobre su territorio pero finalmente las Fuerzas de Defensa de Israel anunciaron tres días después, el 21 de enero, que el ejército hebreo había completado su retirada de la Franja de Gaza, retornándose al statu quo previo a la invasión y retomando Hamás la totalidad de la Franja.

De este modo, tras una fuerte presión social y diplomática internacional y el alto al fuego unilateralmente de ambas partes, se dio por terminada, la “Operación Plomo Fundido” (en hebreo: מבצע עופרת יצוקה), denominada así por las Fuerzas de Defensa Israelíes, o la “Masacre de Gaza” (en árabe:مجزرة غزة) conocida así por la mayoría del mundo desde que se inició el 27 de diciembre de 2008 y que arrasó las ciudades palestinas de Gaza, Jan Yunis y Rafah.

La ofensiva militar israelí provocó en sólo veintitrés días el mayor número de bajas de los últimos cuarenta años de conflicto árabe-israelí, catorce de ellas israelíes (once eran soldados y tres civiles) y aproximadamente 1.412 palestinas muertas en su mayoría a consecuencia de los bombardeos, también unas 4.000 casas fueron destruidas o dañadas, cincuenta mil palestinos quedaron sin techo y entre el 35 y el 60 por ciento de las actividades económicas de Gaza sufrió daños irreversibles.

Aunque la ofensiva militar sobre la Franja de Gaza, precedida por una intensa campaña de bombardeo aéreo y desarrollada por aire, tierra y mar, fue presentada públicamente por el estado de Israel como una acción antiterrorista contra la infraestructura de la organización islamista palestina Hamás que gobierna Gaza, miles de viviendas, refugios improvisados, servicios públicos, infraestructuras civiles, comercios y cultivos fueron destruidos y las Fuerzas de Defensa de Israel fueron acusadas de haber cometido crímenes de guerra por distintos informes de Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Todo ello intensificó gravemente el sufrimiento de la población civil ya de por si alarmante en los meses previos al los bombardeos.

La entrada de mercancías, incluyendo alimentos, medicinas, materias primas y carburante, así como los suministros de electricidad y agua, y el movimiento de personas entre la Franja de Gaza y el exterior estuvieron controlados y limitados por el gobierno israelí los dieciocho meses previos al bombardeo, política que fue criticada como una estrategia para desacreditar al gobierno de Hamás frente a los palestinos por varias ONGs pro-derechos humanos, que el 6 de marzo de 2008 presentaron un informe en el que consideraban que la situación de la población de la Franja de Gaza era la peor desde la Guerra de los Seis Días. Según el mismo informe, “el aislamiento y la pobreza están generando un aumento de los niveles de violencia por los cuales tanto palestinos como israelíes están sufriendo las consecuencias”. El observatorio de la ONU para los derechos humanos pidió que se levantase el “estado de sitio” y se reabriese el paso de alimentos, medicinas y carburante. Amnistía internacional denunció que la situación se estaba agravando en la Franja y que era la peor “desde el comienzo de la ocupación israelí” hacía 40 años.

Curiosamente el día anterior al comienzo del bombardeo, Israel permitió la entrada de varios camiones de ayuda en la Franja de Gaza, con el fin de ocultar la operación a Hamás permitiendo el aprovisionamiento de medicinas, combustible y alimento a la población. Esto también pudo despistar a la población de la Franja de Gaza, que al desconocer las intenciones del ejército hebreo no se pudo preparar para el ataque que se avecinaba.
La causa oficial del ataque

Según el gobierno israelí, el objetivo de la ofensiva era destruir la “infraestructura terrorista” y la capacidad militar de Hamás, como respuesta al lanzamiento de cohetes y proyectiles de mortero, contra objetivos civiles israelíes por parte de milicianos palestinos desde la Franja de Gaza, dado que desde que acabó el alto el fuego que precedió al conflicto hasta el inicio de la ofensiva, más de 200 proyectiles impactaron en el sur de Israel. Sin embargo, inmediatamente después del inicio de la invasión, los grupos armados palestinos en la Franja de Gaza respondieron intensificando el lanzamiento de cohetes hacia Israel (hasta 3.000 impactaron desde enero en ciudades israelíes matando a cuatro personas e hiriendo a otras 270), y se hicieron llamamientos a la Tercera Intifada contra Israel y a la reanudación de los atentados suicidas. El sur del territorio ocupado en la actualidad por Israel se mantuvo en situación permanente de alarma, y los cohetes alcanzaron varias veces las ciudades de Sderot, Ascalón, Ashdod y Beer Sheva, donde murieron un soldado y tres civiles israelíes, así como decenas de heridos de distinta consideración.

El Gobierno israelí afirmó que el lanzamiento de cohetes Qassam contra el sur de Israel era la causa principal para lanzar su ofensiva contra la Franja de Gaza pero los Qassam son cohetes simples de acero de fabricación casera, con menor capacidad destructiva y puntería que otros cohetes como los Katyushas, conocidos por ser utilizados por Hezbolá durante la Guerra del Líbano de 2006. Los Qassam comenzaron a ser utilizados desde 2001, aunque su lanzamiento aumentó a partir de 2006, tras el bloqueo internacional con el que se castigó la victoria de Hamás en las elecciones legislativas palestinas. En septiembre de 2007 Israel declaró “entidad hostil” a la Franja de Gaza como consecuencia del lanzamiento de cohetes, lo que implicaba la posibilidad de cortar a la Franja el suministro de agua, combustible o electricidad. Esta decisión provocó el empeoramiento de la situación en la Franja y el aumento de los lanzamientos de cohetes hacia Israel. Sin embargo según el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, los cohetes Qassam mataron a 16 personas en cuatro años desde junio de 2004 hasta el inicio de la invasión en diciembre 2008.
Un bombardeo electoralista

El bombardeo sobre Gaza se enmarcó en la pre campaña de las elecciones a Primer Ministro de Israel celebradas poco más tarde, el 10 de febrero de 2009, que enfrentó como principales favoritos, a Tzipi Livni, ex agente del Mossad (servicios secretos israelíes) y Ministra de Relaciones Exteriores israelí, candidata del partido de derecha Kadima quien acabó ganando ajustadamente las elecciones; y a Benjamín Netanyahu, del partido opositor, también de derecha, Likud. Al parecer, los lanzamientos de cohetes desde la Franja de Gaza causaron que la intención de voto se fuera inclinando hacia el Likud. Hasta que el gobierno no endureció su discurso, el líder de la oposición encabezaba ampliamente las encuestas. En los últimos días de campaña, Livni, logró recuperar parte del terreno perdido por su partido a consecuencia de la sucesión de escándalos de corrupción que obligaron a dimitir al primer ministro Ehud Olmert.

Por otro lado, el posible temor israelí a una política más relajada hacia Hamás por parte de Barack Obama antes de ser investido presidente, hizo considerar que este ataque se hubiera planificado para evitar que el nuevo gobierno estadounidense tuviera capacidad de reacción. Obama sin embargo no quiso hacer comentarios sobre la operación, aunque dijo que Israel es “uno de nuestros grandes aliados, el más importante en la región”, y trabajará de cerca con ellos, de forma “que se promueva la causa de la paz”.
La capacidad militar israelí de matar

Según algunas fuentes, entre ellas el diario israelí Haaretz, el ejército israelí además de utilizar el avión cazabombardero F-16 y el helicóptero de ataque AH-64, más conocido como Apache, ambos de fabricación estadounidense, aviones no tripulados y carros de combate Merkava con un sistema antiminas, habrían utilizado bombas de racimo (armamento ilegal según la Convención de Dublín que, sin embargo, no firmaron ni Israel ni EEUU) y bengalas de fósforo blanco, usadas como agente incendiario o como pantalla de humo. Desde Human Rights Watch se afirmó haber observado signos indudables de la utilización del mismo: “Estamos seguros al 100% de que el Ejército israelí emplea fósforo blanco”. Amnistía Internacional también aseguró haber encontrado pruebas de su uso al acceder algunos de sus miembros a la ciudad de Gaza al declararse la tregua. Su uso como arma está prohibido en el Tratado de Ginebra de 1980, por lo que su empleo se trataría de un claro crimen de guerra. Un militar israelí, en relación con el uso de fósforo blanco, afirmó: “La combinación de efectos entre el fuego y el humo, y en algunos casos el terror que conlleva la explosión en tierra, los lleva a salir de sus agujeros, de manera que es posible matarlos con explosivos”.

Además del fósforo blanco, el ejército israelí utilizó en zonas civiles densamente pobladas de Gaza otras armas, como las flechitas: diminutos dardos de metal encapsulados en proyectiles de 120 mm, diseñados para penetrar en zonas de vegetación espesa que al explotar en el aire esparcen entre cinco mil y ocho mil flechillas en un arco de trescientos metros de ancho por cien metros de largo. Según Amnistía Internacional el ejército israelí lleva varios años utilizando flechillas en Gaza con regularidad.

Por otra parte dos médicos noruegos que trabajaron en la Franja de Gaza acusaron al ejército israelí de utilizar en el asalto un arma experimental denominada Explosivos de Metal Inerte Denso, DIME en sus siglas en inglés, además de utilizar compuestos químicos a base de tungsteno, lo que provoca un lto poder explosivo. Estos médicos sostuvieron su acusación basándose en las mutilaciones de los cuerpos que examinaron durante su trabajo en el hospital Al-Shifa de la Franja, afirmando que había “claros indicios” de que habían sido atacados con este tipo de armamento. “Hay una fuerte sospecha de que Gaza está siendo usada como laboratorio de pruebas para nuevas armas”, señalaron.

La Marina de Israel también atacó la línea costera de la Franja, y según el diario Ha’aretz, habrían colaborado en los ataques mediante sistemas de misiles tierra-tierra y el sistema de armamento de proximidad Typhoon.

Los objetivos “antiterroristas”

Sólo la primera oleada de bombardeos acabó con la destrucción de sus objetivos en unos 4 minutos, y murieron unos 225 palestinos, entre civiles y miembros de Hamás. Entre otros enclaves, siempre según Israel, utilizados para “actividades terroristas” fueron bombardeadas viviendas, el campo de refugiados de Jabalia (el impacto de un misil israelí contra una casa en Jabalia produjo la muerte de cinco niñas), la Universidad Islámica de Gaza (que de acuerdo con información de inteligencia recopilada por las FDI y el Shin Bet, se estaba utilizando como un laboratorio para desarrollar armas químicas, cohetes y explosivos), el edificio del Consejo Legislativo Palestino en Gaza, sede del poder legislativo en la Franja de Gaza, los ministerios de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza y las comisarías de Fuerza Ejecutiva. Uno de los primeros ataques más sangrientos de la invasión se produjo cuando unas cuarenta personas, entre miembros del cuerpo de policía y familiares, murieron tras ser atacado el cuartel general de Fuerza Ejecutiva en Ciudad de Gaza durante la ceremonia de graduación del nuevo personal.

También atacó el ejército israelí al barco chipriota Dignity, que transportaba 4 toneladas de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Según un tripulante, un barco israelí “chocó al Dignity sin advertencia previa”, mientras desde Israel se dijo que se le hicieron advertencias por radio que no fueron respondidas desde el Dignity. Un asesinato selectivo llevado a cabo en Jabalia por el ejército israelí acabó con la vida del dirigente de Hamás Nizar Rayyan junto a sus cuatro esposas y 10 de sus 12 hijos.

Un misil lanzado desde un avión israelí impactó sobre la Mezquita Ibrahim al-Maqadna en Beit Lahiya durante los rezos de la mañana, cuando unos 200 palestinos estaban orando en su interior. Treinta personas, incluidos seis niños, murieron, y decenas de personas resultaron heridas de diferente consideración. El ejército israelí había bombardeado previamente otras mezquitas en las afirmaba que Hamás escondía cohetes y armamento, pero el ataque contra la Mezquita Ibrahim al-Maqadna fue la primera vez en la que Israel bombardeó una mezquita mientras se rezaba en su interior.

De los 122 centros de salud evaluados por la Organización Mundial de la Salud, el 48 por ciento fueron dañados o destruidos. Un ataque aéreo israelí contra dos ambulancias en Gaza acabó con la vida de cuatro paramédicos que trasladaban a los heridos de la ofensiva israelí. El bombardeo de una casa en el barrio de Zeitun, en la que el día anterior se habían refugiado 110 palestinos por orden de miembros del ejército israelí, provocó la muerte de al menos treinta de ellos. El alto comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos Navi Pillay declaró que dicho incidente sería la base para una investigación sobre posibles “crímenes de guerra”.

Dos escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo en Gaza, en las que se refugiaban centenares de palestinos civiles, fueron alcanzadas por la artillería del ejército israelí, produciendo 43 víctimas. En la escuela de Al-Fakhoura fallecieron al menos cuarenta personas, y varias decenas resultaron heridas, según fuentes médicas palestinas. De 640 escuelas de Gaza, 18 quedaron totalmente destruidas y 280 dañadas en los ataques israelíes. Doscientos cincuenta estudiantes y 15 maestros fueron asesinados.

Un ejemplo de la intención y proporción destructiva de los bombardeos fue que la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA) decidió suspender temporalmente su labor en la Franja de Gaza “debido a las acciones crecientemente hostiles contra sus instalaciones y personal”. Su portavoz en Gaza afirmó: “esto pone de manifiesto la inseguridad fundamental dentro de Gaza en un momento en el que estamos intentando abordar las serias necesidades humanitarias de la población aquí”.
Cifras y cifras de víctimas

Casi todas fueron civiles, según la organización israelí para los derechos humanos B’Tselem murieron 1.387 palestinos a consecuencia del ataque, de los que al menos 774 serían civiles, 320 de ellos por debajo de los dieciocho años.

Según el Ministerio de Sanidad de Hamás en Gaza, desde el inicio de los bombardeos el 27 de diciembre de 2008 hasta el 29 de enero de 2009 murieron 1.414 palestinos. De ellos, 430 eran niños, 111 eran mujeres, 97 eran ancianos y 13 eran miembros del personal médico de Gaza. Las mismas fuentes informaron de un total de 5.380 heridos, entre los que habría 1.870 niños, 800 mujeres y 22 miembros del personal médico de la Franja.

El Centro Palestino para los Derechos Humanos publicó el 19 de marzo de 2009 un informe que cifró en 1.417 el total de palestinos muertos entre el 27 de diciembre y el 18 de enero; de ellos 926 serían civiles (313 de ellos, niños y 116, mujeres); 255 serían oficiales de la policía civil de Gaza y los 236 muertos restantes serían milicianos miembros de las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam, Yihad Islámica y otros grupos armados palestinos.

Para las Fuerzas de Defensa de Israel fueron 1.166 las bajas palestinas de las que 709 serían “miembros de organizaciones militantes”, entre los que Israel incluye tanto a los miembros de las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam y del resto de milicias palestinas como a los policías dependientes del gobierno de Hamás en Gaza. 295 de los fallecidos estarían confirmados como “no involucrados”, es decir, civiles. Dentro de esta cifra se encontrarían 89 niños (Israel considera niño por debajo de los quince años, mientras que las fuentes palestinas consideran niño al menor de dieciocho, de ahí la diferencia de cifras) y 49 mujeres. 162 fallecidos son considerados en los informes israelíes bajo la designación de “no afiliados”, dado que el ejército hebreo dice no haber logrado determinar si pertenecen a alguna de las organizaciones palestinas o no.

Del total de nueve soldados israelíes muertos, cuatro de ellos lo fueron por fuego amigo el 5 de enero, además 336 soldados israelíes resultaron heridos de distinta consideración en el tiempo que duró la ofensiva terrestre. Otro soldado israelí murió el 27 de enero por heridas de bomba cerca del paso de Kissufim, mientras seguía desplegado su ejército en la Franja tras la declaración de alto el fuego. También los combates entre milicianos palestinos y militares israelíes en el interior de la Franja que se reservaban el derecho de responder durante esos días se saldaron con la muerte de otro ciudadano palestino.
Desastre humanitario en Gaza

Toda la población civil en Gaza permaneció vulnerable. Había una sensación de “pánico, miedo y angustia” a lo largo de toda la franja. Civiles implementaron un toque de queda autoimpuesto al no existir sistemas públicos de aviso o refugios efectivos. La gente evacuaba sus casas y permanecía en las calles durante largas horas, expuestos a mayor peligro o permaneciendo con familiares. La mayoría de las familias se amontonaron en una o dos habitaciones que consideran las más seguras de la casa, sin electricidad y apenas agua corriente. La ONU declaró que la situación es una “crisis contra la dignidad humana que dura ya 18 meses” en la franja de Gaza, conllevando “una destrucción masiva del medio de vida y un significativo deterioro de las infraestructuras y servicios básicos; el miedo y el pánico son generalizados, el 80 por cien de la población no puede subsistir por sí misma y dependen de la ayuda humanitaria”. Mientras, la ministra israelí de Asuntos Exteriores Tzipi Livni afirmaba que no existe tal crisis humanitaria en Gaza y que la situación humanitaria en Gaza es “enteramente como debería ser”.

El coordinador de la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA), John Holmes, informó que el mayor problema aparte de la distribución de alimentos “es atender a los palestinos de los alrededores de Gaza. La Cruz Roja Internacional ha manifestado que la gente está muriendo debido a que las ambulancias no pueden llegar a tiempo a atender a los heridos ni trasladarles al hospital”.

La Media Luna Roja Palestina estimó que miles de hogares fueron dañados y comenzaba a ser “crecientemente difícil” para sus residentes permanecer en ellos debido al frío. La UNRWA preparó sus escuelas para actuar como refugio temporal para los desplazados. El 1 de enero, aproximadamente 400 personas pasaban la noche en refugios de emergencia de la UNRWA. Como denunciaron tanto la Save the Children Alliance como el Al Mezan Center, antes de la operación terrestre del ejército israelí, más de 13.000 personas (2.000 familias) fueron desplazadas en la Franja. La mayoría de esas familias buscaban refugio con sus familiares, mientras que 1.200 personas permanecían en los refugios temporales proporcionados por la UNRWA.

La única central eléctrica en Gaza no estuvo operativa durante los bombardeos debido al bloqueo previo al ataque que provocó la falta de combustible industrial y piezas de recambio. A primeros de enero los cortes de electricidad duraban 16 horas al día. Debido al daño provocado por los ataques aéreos algunas líneas eléctricas fueron cortadas dejando algunas áreas sin electricidad ninguna. Además, debido a los daños provocados por los ataques aéreos a 15 transformadores eléctricos 250.000 personas en el norte y centro de Gaza no disponían tampoco de electricidad. El día 1 de enero, una línea de 5MW de Egipto a Rafah fue dañada, extendiendo los cortes de luz a Rafah, que solía tener suministro continuo. Tampoco hubo suministro de combustible para calefacción y cocina, la mayoría de las 240 estaciones de la ciudad de Gaza cerraron.

La mayoría de la red telefónica (el 90%), incluyendo líneas terrestres y antenas para móviles no funcionaron debido a los cortes de suministro y el agotamiento de los generadores de respaldo.

También los ataques aéreos israelíes dañaron masivamente el abastecimiento de agua. De entrada los primeros bombardeos dañaron dos pozos de agua dejando una población de 30.000 palestinos sin agua. Desde el miércoles 31 de diciembre, el alcantarillado y los sistemas de agua en Beit Hanoun fueron alcanzados en 5 sitios distintos causando un daño considerable en la tubería principal del alcantarillado, provocando que las aguas residuales vertieran a las calles. El 2 de enero, ataques aéreos en el área de Al Mughraga dañaron la mayor tubería de agua potable, dejando sin suministro a 30.000 personas en el Campo de Nuseirat. La ONU resumió la situación a 2 de enero diciendo que “250.000 personas en la Ciudad de Gaza y el norte de Gaza no tienen agua potable; siete pozos han sido seriamente dañados y no pueden ser reparados a causa de los bombardeos”.

A día 4 de enero, según manifestó la compañía de aguas de Gaza (CMWU) en los informes de la ONU, el 70 por ciento del millón y medio de habitantes de la franja de Gaza no tenían acceso a agua. La CMWU temió también que el bombardeo continuado cerca de las piscinas del sistema de alcantarillado de Beit Lahiya causara un desbordamiento masivo. Además de las áreas agrícolas colindantes, hasta 15.000 personas estuvieron directamente en peligro. El 5 de enero la ONU advirtió que hasta un 70 por ciento de la población en la Franja carecía de agua corriente, no había suministro eléctrico y los hospitales dependían de los generadores, cuyas reservas de combustible eran cada vez menores. El subdirector de la compañía de aguas de Gaza advirtió que el sistema de alcantarillado y suministro de agua se estaba derrumbando. Un tercio de los pozos de la franja no funcionaban debido a la falta de electricidad o daños sufridos por las tuberías, y otro tercio operaba parcialmente y tendría que ser cerrado si no llegaban suministros de combustible y electricidad.

A día 4 de enero, todos los hospitales de la ciudad de Gaza estuvieron sin electricidad durante 48 horas, dependiendo por completo de generadores de respaldo. Ese mismo día, la UNRWA tuvo que cerrar cuatro de sus dieciocho centros de salud debido a las hostilidades en sus proximidades. Las autoridades israelíes negaron repetidas veces la entrada de los equipos de emergencia del Comité Internacional de la Cruz Roja que alertó de la necesidad de suministros médicos de Gaza: sangre, medicamentos y bolsas para cadáveres. Debilitados por los dieciocho meses de bloqueo de la Franja de Gaza, ya a 31 de diciembre el almacén central de medicamentos había estimado que ciento cinco fármacos y doscientos cincuenta y cinco suministros médicos de la lista de medicamentos y suministros básicos se habían terminado, y aproximadamente un veinte por ciento de las ambulancias estaban inmovilizadas debido a la falta de piezas de recambio. Las ambulancias además sufrieron toda clase de dificultades para llegar a los heridos a causa de los bombardeos continuados.
Gaza hoy

Un año después de la tormenta de bombas que devastó el territorio, la población de Gaza, aún más empobrecida si cabe, sobrevive entre ruinas y privaciones. Los hospitales carecen de medicamentos y de piezas de recambio, las estructuras de traída de agua potable y de evacuación están en un estado deplorable y la situación sanitaria pone en peligro la salud de la población.

El Cuarenta y seis por ciento de las tierras agrícolas de Gaza está fuera de uso debido a los daños militares. Las exportaciones de Gaza de más de 130.000 toneladas anuales de tomate, flores, fresas y otras frutas se han reducido a cero.

Una coalición de organismos de ayuda internacional declaró recientemente “gran parte de Gaza todavía está en ruinas”, y “no es un accidente, es una cuestión de política”.

Israel bloquea la entrada de los materiales necesarios para la reconstrucción. En un año desde el final de los bombardeos sólo se ha permitido la entrada de 41 cargamentos de materiales de construcción. Con eso no es posible reconstruir viviendas, escuelas, hospitales y la red de suministro de agua. 
La comunidad internacional ha traicionado a la población de Gaza al no respaldar sus palabras con una acción eficaz para garantizar el fin del bloqueo israelí, que está impidiendo las tareas de reconstrucción y recuperación, según afirman 16 destacados grupos humanitarios y de derechos humanos en un nuevo informe, titulado “Failing Gaza: No rebuilding, no recovery, no more excuses”, publicado el 22 de diciembre de 2009.

El diputado británico George Galloway, ha declarado: “Israel mantiene el asedio a Gaza desde hace tres años y medio en violación del derecho internacional. No ha dejado entrar ninguna ayuda o material para la reconstrucción tras su ataque de principios de año”.

En otras declaraciones hechas en Nueva York el 24 de diciembre de 2009, pocos días antes del triste aniversario del comienzo de los bombardeos, el Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados Richard Falk hizo un llamamiento a sancionar la ocupación y a obligar a levantar el bloqueo contra Gaza. Declaró que “el sufrimiento de un millón y medio de personas afectadas por el asedio sionista prosigue sin objeción alguna por parte de la comunidad internacional” e indicó que “la situación actual constituye un fracaso catastrófico de los principales gobiernos en el cumplimiento de sus responsabilidades”.

Las promesas de ayuda económica de la llamada “comunidad internacional”, hechas en una conferencia de donantes mantenida en marzo pasado en Egipto han sido incumplidas y el asedio israelí continúa. Sólo se ha reparado una pequeña parte de los graves daños causados por la ofensiva israelí en viviendas, infraestructuras civiles, servicios públicos, granjas y negocios, porque la población civil, y las agencias de ayuda humanitaria y de la ONU que la asisten, tienen prohibido importar materiales como cemento y cristal salvo en casos contados.

El bloqueo ha causado también frecuentes cortes de energía eléctrica, gas y agua, lo que ha afectado gravemente a la vida cotidiana de la población y a la salud pública. Partes de la red eléctrica de Gaza fueron bombardeadas durante el conflicto y requieren reparaciones urgentes que, casi un año después del conflicto, aún no han sido autorizadas. Esto, sumado al hecho de que Israel sigue restringiendo el suministro de combustible industrial a Gaza, significa que el 90 por ciento de la población de Gaza sufre cortes diarios de energía durante periodos de entre cuatro y ocho horas.

Los cortes de energía también producen interrupciones diarias del suministro de agua, además de impedir la reparación de tuberías de agua, depósitos de agua en los tejados y cañerías domésticas, porque Israel no considera que los materiales y las piezas sean suministros humanitarios básicos e impide su entrada en aplicación del bloqueo. Como consecuencia de la pérdida de presión en las tuberías, el agua contaminada del suelo se filtra al suministro. Junto al mal estado crónico del sistema de alcantarillado, la mala calidad del agua extiende la diarrea causando el 12 por ciento de las muertes entre la juventud.

El bloqueo, que empezó Israel en junio de 2007 cuando Hamás se hizo con el gobierno de la Franja de Gaza, ha incrementado drásticamente la pobreza, lo que ha contribuido a que 8 de cada 10 personas dependan de alguna forma de ayuda. Comercios y granjas se han visto obligados a cerrar y despedir a sus trabajadores. Una prohibición casi absoluta de las exportaciones ha afectado terriblemente a los agricultores, agravada por la ofensiva militar que arruinó el 17 por ciento de las tierras de cultivo (miles de limoneros, olivos y palmeras fueron arrancados entonces), junto con sistemas de irrigación, pozos e invernaderos, y dejó otro 30 por ciento inutilizable en las intransitables zonas temporales de seguridad, ampliadas por el ejército israelí tras el fin de la invasión.

De este modo los dos sectores principales de las actividades económicas de Gaza, la pesca y la agricultura, están severamente afectados por el cierre de las fronteras, los efectos de la invasión y la imposibilidad de acceso por tierra o mar. Las restricciones de tráfico y movilidad siguen impidiendo a los palestinos echar sus redes o arar sus campos.

En el año 2000 había en Gaza 10.000 pescadores. Hoy, los 3.500 que han quedado no pueden faenar más allá de tres millas desde la costa. Israel ha impuesto este límite, aunque en los acuerdos de Oslo de 2005 se fijara el límite de 20 millas el área de pesca se ha ido reduciendo sin respetarse dicho acuerdo. Los pescadores tienen que desafiar este límite para garantizar su supervivencia y las lanchas israelíes les obligan a regresar disparándoles agua a presión o incluso cañonazos. Decenas de pescadores han muerto así.

Israel impide también que se introduzcan en la Franja fertilizantes y semillas. Una zona de interposición de cientos de metros se extiende desde la frontera con Israel hacia el interior de la Franja, limitando el acceso a las tierras cultivables.

Obviamente al igual que las sanciones criminales contra Irak durante la década de 1990, el bloqueo de Gaza pretende privar a la sociedad palestina de las necesidades básicas, sus derechos y su dignidad para forzar el colapso y obligarles al éxodo o la renuncia.

Barack Obama, el presidente de EE.UU., en quien muchos confiaban para conseguir un cambio en la situación palestina, ha afianzado las políticas de su antecesor y las ilusiones de paz se ha desvanecido. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU. está ayudando a Egipto en la construcción de un muro en su frontera con Gaza y el comercio de armas estadounidenses con Israel continúa.

Jeremy Hobbs, director ejecutivo de Oxfam Internacional manifiesta: “No sólo Israel ha defraudado a la población de Gaza con un bloqueo que castiga a todas las personas que residen allí por las acciones de unos pocos. Las potencias mundiales también han defraudado, y hasta traicionado, a los ciudadanos corrientes de Gaza. Han estrechado manos y emitido declaraciones, pero apenas han adoptado medidas efectivas para intentar cambiar una política nociva que impide la reconstrucción y la recuperación personal y económica.”

Los grupos de derechos humanos reclaman a Israel que ponga fin al bloqueo. Pero también afirman que “La población de Gaza ha sido traicionada por la comunidad internacional, que puede y debe hacer mucho más para acabar con este bloqueo ilegal e inhumano”. Llaman a la Unión Europea, por ejemplo, a que adopte medidas inmediatas de manera concertada para garantizar el levantamiento del bloqueo de Gaza para que, al término del periodo de seis meses en que España ocupará la presidencia de la Unión Europea, en junio de 2010, no se cumpla también el tercer aniversario de la imposición del bloqueo.

Janet Symes, directora de Christian Aid para la Región de Oriente Medio opina: “Ya no basta con que la comunidad internacional exprese su desaprobación respecto al bloqueo de Gaza. Es hora de permitir que sus habitantes reúnan los pedazos de sus vidas rotas y empiecen a recomponerlas. No puede haber más excusas por parte de la comunidad internacional.”

Un año después de los bombardeos, las condiciones de vida palestina en Gaza no sólo no han mejorado, en muchos aspectos, sino que pueden ser aún más graves. Sin embargo, el poder de Israel y su impunidad no es tan invulnerable como parece. A finales del año pasado se contabilizaban 1.400 activistas de 43 países reunidos en Egipto en la “Marcha por la Libertad de Gaza”, para unirse a las protestas de la población palestina de comienzo de este nuevo año y exigir juntas el fin del bloqueo a Gaza e intensificar la campaña mundial de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel con motivo del dramático aniversario de la operación “plomo fundido”. Por su parte el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación desaconsejaba a los ciudadanos españoles su traslado a Egipto con el fin de participar en cualquier iniciativa de carácter político.

Ante el creciente reconocimiento mundial y el apoyo a la lucha noviolenta palestina contra el robo de tierras en la Ribera Occidental, Israel se está viendo forzada a liberar a los coordinadores del movimiento civil secuestrados recientemente en Bil’in y otros pueblos movilizados contra los asentamientos ilegales de colonos israelíes y el Muro del Apartheid. El aumento de la violencia israelí contra la acción directa noviolenta palestina se vuelve fácilmente en su contra y es un claro reflejo de su impotencia.

También crece el debate entre palestinos e incluso entre israelíes acerca de un futuro común basado en la igualdad y la descolonización, en lugar de la segregación étnico-nacional.

Por último, a la sombra del informe Goldstone de la ONU (el principal órgano para la responsabilidad y la justicia en el conflicto para Gaza, así como la beligerante ocupación israelí de los territorios palestinos en conjunto), los líderes israelíes evitan viajar alrededor del mundo ante el temor a ser detenidos por crímenes de guerra.

Como dicen en Bil’in “a diferencia de Israel, no tenemos armas nucleares ni ejército, pero no los necesitamos, la justicia de nuestra causa nos hace ganar apoyo; ni el ejército, ni la prisión, ni ningún muro puede detenernos”.

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