viernes, 5 de febrero de 2010
Toca a Yemen y quémate: Cayendo en la trampa de al Qaeda
05-02-2010
Patrick Cockburn
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Somos los awaleq
Nacidos en la inclemencia
Somos los clavos que penetran la roca
Somos las chispas del infierno
El que nos desafíe se quemará
Es un canto tribal de la poderosa tribu awaleq de Yemen en el que desafían al mundo. Su tono airado da una idea de la vida yemení y debería hacer reflexionar a los que en EE.UU. sugieren despreocupadamente una mayor participación estadounidense en Yemen después del intento de destruir un avión estadounidense por un estudiante nigeriano que dice que recibió entrenamiento en ese país.
Yemen ha sido siempre un sitio peligroso. Maravillosamente bello, el montañoso norte del país es un paraíso para guerrillas con aldeas bien protegidas y pueblos aferrados a cada cima. Los yemeníes son excepcionalmente hospitalarios, aunque esto tiene sus límites. Por ejemplo, la tribu Kazam al este de Adén es generosa con los extranjeros de paso, pero considera que las leyes de la hospitalidad desaparecen en cuanto el extranjero abandona su territorio tribal, momento en el que se convierte en “una buena espalda para dispararle”.
Las tribus awaleq y kazam no son supervivencias exóticas al margen de la sociedad yemení, sino que ambas son políticamente importantes e influyentes. La fuerza del gobierno central en la capital Sanaa es limitada y generalmente evita confrontaciones directas con tribus, clanes y familias poderosas. Casi todos tienen un fusil, usualmente por lo menos un fusil de asalto AK-47, pero los miembros de las tribus a menudo tienen su propio armamento más pesado.
Siempre me ha encantado el país. Es físicamente muy bello, con aldeas de piedra situadas en lo alto de las montañas, en cuyas laderas hay cientos de terrazas, lo que hace que la zona parezca un paisaje toscano exagerado. Los yemeníes son inteligentes, graciosos, sociales y democráticos, infinitamente preferibles como compañía a los playboy arrogantes e ignorantes de los Estados petroleros árabes en el resto de la Península Arábiga.
Es en mucho un país de acción directa. Una vez, mientras me encontraba en el país, un ingeniero chino fue secuestrado mientras conducía por la ruta principal entre Sanaa y Adén. Los motivos de los secuestradores eran peculiares. Resultó que provenían de una tribu apicultora (Yemen es famoso por su miel) cuyas abejas vivían en colmenas dentro de troncos huecos colocados sobre pilotes de metal para protegerlas de las hormigas.
La policía había incursionado en la aldea de la tribu y había descalabrado y dañado colmenas, por las que los propietarios demandaban compensación. El gobierno había tardado en pagar, de modo que los miembros de la tribu habían decidido llamar la atención sobre su problema secuestrando al primer extranjero que pasara por la carretera principal y resultó ser el ingeniero chino.
Yemen es un mosaico de autoridades conflictivas, aunque esa autoridad puede estar limitada a unas pocas aldeas. Las mayores comunidades incluyen a los chiíes en el norte del país cerca de Saadam, con los cuales el gobierno ha estado librando una feroz mini-guerra civil. La unificación del Norte y del Sur de Yemen en 1990 nunca se ha consolidado totalmente y el gobierno está preocupado por el secesionismo del Sur. Su capacidad de sobornar a sus oponentes también está amenazada ya que sus ingresos petroleros caen a medida que se agotan sus pocos campos petrolíferos.
Es el país fascinante pero peligroso en el cual el presidente Barack Obama planifica un aumento de la participación política y militar de EE.UU. Los militares estadounidenses y yemeníes realizarán operaciones conjuntas. Habrá ataques de drones estadounidenses contra aldeas en las que se supone que al Qaeda tiene bases. Hay un uso nefasto por políticos y comentaristas estadounidenses de la frase “Estado fallido” en relación con Yemen, como si esto legitimara de alguna manera la intervención extranjera. Es extraordinario que la elite política estadounidense nunca haya asumido que sus mayores derrotas han sido precisamente en semejantes “Estados fallidos” como en el Líbano en 1982 cuando resultaron muertos 240 marines; Somalia a comienzos de los años noventa cuando el cuerpo de un piloto de helicóptero fue arrastrado por las calles; Iraq después del derrocamiento de Sadam Hussein; y Afganistán después de la supuesta caída de los talibanes.
Yemen tiene todos los ingredientes explosivos del Líbano, Somalia, Iraq y Afganistán. Pero el archibelicista senador Joe Lieberman, presidente del Comité de Seguridad del Senado, confirmó dichosamente esta semana que los Boinas Verdes y las Fuerzas Especiales de EE.UU. ya se encuentran en ese país. Citó con aprobación a un funcionario estadounidense en Sanaa que le dijo que “Iraq fue la guerra de ayer. Afganistán es la guerra de hoy. Y si no se actúa de modo preventivo, Yemen será la guerra de mañana.” En la práctica, los ataques preventivos probablemente acercarán aún más un enmarañamiento militar de EE.UU. en Yemen.
EE.UU. se enmarañará porque el gobierno yemení quiere manipular la intervención de EE.UU. para sus propios intereses y para preservar su languideciente autoridad. Desde hace tiempo trata de presentar a los rebeldes chiíes en el norte de Yemen como instrumentos iraníes a fin de obtener apoyo estadounidense y saudí. Al Qaeda en la península arábiga (AQAP) probablemente no tiene más que unos pocos cientos de activistas en el Líbano, pero el gobierno del perdurable presidente yemení Ali Abdulah Saleh presenta a sus diferentes oponentes como vinculados de una u otra manera a al Qaeda.
En Yemen EE.UU. intervendrá a favor de un sector en un país que siempre está en peligro de deslizarse hacia una guerra civil. Ha sucedido antes. En Iraq, EE.UU. apoyó a los árabes chiíes y a los kurdos contra los árabes suníes. En Afganistán es aliado de los tayikos, uzbecos y hazaras contra la comunidad pastuna. Sean cuales sean las intenciones de Washington, su participación en estos conflictos civiles desestabiliza el país ,porque un lado es etiquetado como el partidario traidor de un invasor extranjero. Las antipatías comunales y nacionalistas se combinan para crear una mezcla letal.
A pesar de las lealtades sectarias, étnicas y tribales en los países en los que EE.UU. ha intervenido en Oriente Próximo, usualmente existe un fuerte sentido de identidad nacional. Los yemeníes son altamente conscientes de su propia nacionalidad y de su identidad como árabes. Uno de los motivos por los que el país es tan terriblemente pobre, con la mitad de sus 22 millones de habitantes que tratan de vivir con 2 dólares al día, es que en 1990 se negó a unirse a la guerra contra Iraq y Arabia Saudí, consecuentemente, expulsó a 850.000 trabajadores yemeníes.
Es extraordinario ver cómo EE.UU. comienza a cometer los mismos errores en Yemen que previamente cometió en Afganistán e Iraq. Lo que hace beneficia en gran parte a al Qaeda. La verdadera fuerza de al Qaeda no es su capacidad de ‘entrenar’ a un fanático estudiante nigeriano a coser explosivos bajo sus calzoncillos, sino que puede provocar una reacción exagerada de EE.UU. a cada ataque abortado. Los dirigentes de al Qaeda admitieron en los días del 11-S que el objetivo de tales operaciones es provocar a EE.UU. para que cometa intervenciones militares directas en países musulmanes. Es una fórmula que funcionó durante el presidente George W Bush y todavía parece funcionar bajo el presidente Barack Obama.
En Yemen, EE.UU. está cayendo en el trampa de al Qaeda. Una vez que esté allí enfrentará el mismo dilema que en Iraq y Afganistán. Resultó imposible salirse de esos conflictos porque el desprestigio sería demasiado grande. Tal como Washington salvó a bancos y gigantes de los seguros de la bancarrota en 2008 porque eran “demasiado grandes para fracasar” esas guerras se hicieron demasiado importantes para perderlas, porque afectarían la afirmación estadounidense de que es la única superpotencia.
En Iraq, EE.UU. está saliendo con más facilidad de lo que pareció posible en un momento dado porque Washington ha persuadido a los estadounidenses de que ha logrado un éxito inexistente. La salida final de EE.UU. de Afganistán terminará por ajustarse a líneas muy similares. Pero el peligro de reivindicar victorias ficticias es que semejantes distorsiones de la historia imposibilitan que EE.UU. aprenda de errores pasados y en lugar de hacerlo los repita interviniendo en otros países como Yemen.
Patrick Cockburn es autor de "Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq" y de “The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq”
Fuente: http://www.counterpunch.org/patrick12312009.html
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