jueves, 14 de enero de 2010

España: El déficit forzará las reformas


Tribuna
Manuel Pimentel
13/01/2010

Señoras, señores, hagan juego. La partida ha comenzado. Después de meses de inmovilismo, el Gobierno tiene que mover ficha. Ya no le vale el esperar a la recuperación, ni siquiera eso tan estupendo y tan progre de echarle la culpa de la crisis a los empresarios. No. El Gobierno se verá obligado a presentar medidas de cierto calado.

¿Por qué este ímpetu reformista tras años de inactividad? ¿Por el alto número de desempleados? No. ¿Por un PIB que no termina de arrancar? Tampoco. ¿Por la manifestación de los sindicatos? Frío, frío. Entonces, ¿por qué? Pues por lo único que de verdad entienden las instituciones europeas. Por el déficit y por su repercusión en la calidad de nuestra deuda.

Zapatero será un presidente europeo con los pies de barro. No podrá predicar para el conjunto de Europa lo que no hace en la propia. Y, para un líder internacionalizado en segunda legislatura, lo que realmente importa es lo que piensen fuera; la modesta opinión de los españolitos de a pie es materia provinciana que siempre se puede subsanar con un poquito de demagogia electoral. Y los de fuera se lo perdonan todo menos un déficit que pueda fastidiar a la estabilidad del euro. Por eso, si no actuamos, en breve nos sacarán tarjeta roja. Lo de S&P ha sido un simple juego de niños para lo que nos puede caer encima si el déficit sigue desbocado.
Y eso lo sabe Zapatero, como en su tiempo lo descubrió González cuando el paro y el déficit se le desmandaron en la crisis del 93 y tuvo que acometer severas reformas -una laboral y otra de prestaciones de desempleo entre otras-, para no quedar descolgados de la dinámica de Maastricht que conducía a la moneda única. Tuvo que aguantar dos huelgas generales por ello.

Las circunstancias actuales comienzan a recordar a aquellas. ¿Qué hará Zapatero? Bruselas ya ha advertido que en 2013 todos tenemos que situarnos por debajo del 3%. Nosotros estamos en el 10%, y podemos ascender en la primera mitad del próximo año hasta el 12%. Si no nos enmendamos, seguiremos los pasos de Grecia, y eso es algo que nuestro presidente -que también es el europeo- no puede permitirse. Por eso, el déficit será el catalizador que precipite las reformas en cadena que veremos durante estos próximos meses.

Puede que usted desconfíe del ánimo reformista de nuestros líderes. A mí me pasa igual. Lo que ocurre es que el futuro ya no lo escribe su voluntad, sino el signo del dichoso déficit. Con las cosas de comer no se juega en Europa, y el déficit golpea a la propia estabilidad de la Unión.

Cándido Méndez, hombre curtido en mil batallas, conocedor de lo que viene, ya clamó contra lo que sabe inevitable en la manifestación sindical del 12 de diciembre. Exigió al Gobierno que otorgue prioridad al déficit social antes que al fiscal.
Pero él mismo sabe que el Gobierno tendrá que solucionar ambos simultáneamente. No se contempla un escenario de déficit creciente. De ahí que el Gobierno se disponga a actuar. Para anticipar la jugada, es recomendable leer el documento de estrategia que recientemente hizo público el presidente y que acompaña a la Ley de Economía Sostenible. En él se apuntan algunas de las reformar por venir.

El presidente ha urgido a los agentes sociales para que alcancen un acuerdo antes de abril. Esta vez negociarán en serio. Si no, el Gobierno tendrá que ir a un decreto-ley antes del verano. El cronómetro ya se ha puesto en marcha y, como en otras ocasiones ya ocurriera, el efecto anuncio hará que se paralicen la contratación indefinida hasta ver en qué acaba la negociación.

Díaz Ferrán ya ha demostrado que sabe decir que no, ahora estará tentado a demostrar que también sabe llegar a acuerdos. Los sindicatos tendrán que arremangarse en esta ocasión, antes de que el Gobierno amigo repita la jugada del 94. Zapatero sabe que la firma con los agentes le permitirá una excelente foto en estos momentos de aprieto, y está dispuesto a pagar por ella. Y, sobre todo, no le queda demasiado tiempo. El déficit aprieta y precisa que la economía se reactive antes de que nos ahogue.

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