sábado, 16 de enero de 2010

Comentario de Cuarenta hadices -LII


Sharhe Chehel Hadiz
Imam Jomeiní


Traducción de Raúl González Bórnez

Noveno hadíz
Hipocresía (nifáq)- III
Sobre la cura de la hipocresía


Sabe que la cura de este gran defecto y de esta imperfección enorme consiste en dos cosas. Una de ellas es reflexionar sobre los perjuicios que este vicio causa, tanto en este mundo, en el cual, si la persona es considerada un hipócrita, perderá la estima a los ojos de la gente y será despreciado por el resto de las personas. Los demás evitarán su compañía y no encontrará quien quiera ser su amigo. Más aun, no conseguirá alcanzar ninguna perfección ni llegar a ninguna meta elevada.


La persona noble y digna deberá alejarse de este defecto deshonroso y no permitirse ser victima de su poder destructivo.
En el otro mundo, que es el mundo donde se develan los secretos que permanecen ocultos en éste, y todo lo que en este mundo estuvo oculto a los ojos de las gentes no podrá ser ocultado en el otro y será levantado de la tumba como una horrible criatura, con dos lenguas de fuego y castigado junto al resto de los demonios y de los hipócritas.
Por lo tanto, la persona lúcida que se ha dado cuenta de este defecto y ha comprendido que no acarrea más que desgracia y degradación, deberá alejarlo de sí mismo y acercarse a quienes se ocupan en la práctica de curar sus almas. Para ello deberá, durante un tiempo, prestar atención con gran cuidado a las cosas que hace y que deja de hacer, actuando al contrario de los deseos y gustos de su ego y esforzándose al máximo para que sus palabras y sus actos sean buenos tanto exterior como interiormente. Debe dejar de lado la presunción y la afectación y buscar la ayuda de Dios Altísimo para conseguir el éxito en esta tarea de purificar sus estados y poder vencer el ego animal y sus pasiones y para que le acompañe en esos pasos y en esa cura.
El favor y la misericordia de Dios Altísimo con Sus siervos son infinitos y Él ayudara y tomará la mano de quien de un paso en dirección Suya y hacia la rectificación de sus defectos.
Y si persevera en ese camino, existe la esperanza de que pueda curar su alma y eliminar de ella las tinieblas de la hipocresía y la doblez, limpiando el espejo de su corazón y su interior de esos defectos y haciéndose merecedor de los favores divinos y de la misericordia del verdadero Señor de las Bendiciones, pues ha quedado demostrado argumentalmente, y la experiencia también lo confirma, que, mientras vive en este mundo, la persona queda condicionada por las cosas que hace y cualquier cosa que haga, sea buena o mala, deja su marca impresa en su alma. Cuando sus acciones son buenas imprimen en su alma un efecto luminoso y perfeccionador y en caso contrario producen en su alma un efecto tenebroso y negativo, hasta que su corazón se torna un recinto luminoso o tenebroso y la persona es llevada junto a los virtuosos o junto a los corruptos.
Por ello, mientras estemos es esta morada de la acción y en este campo de labranza y cultivo, podemos elegir libremente llevar nuestro corazón hacia la felicidad o hacia la desgracia. Somos rehenes de nuestros actos, como dice el Sagrado Corán:
Así pues, quien haga el peso de un átomo de bien, lo verá y quien haga el peso de un átomo de mal, lo verá.

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