domingo, 27 de septiembre de 2009

Afganistán se complica para la OTAN

Las estadísticas sobre violencia insurgente se disparan. Las últimas previsiones sugieren un coste político y humano muy elevado para el futuro inmediato.

Ástor Díaz Simón / Redacción
Viernes 25 de septiembre de 2009.

“La estrategia en Afganistán no funciona y las tropas de la OTAN se desangran progresivamente, como un toro alanceado en cada embestida que acomete contra el matador talibán”. Son las palabras del comandante de las tropas de la OTAN en suelo afgano, general Stanley Mc- Chrystal, en un informe filtrado por la BBC el 31 de agosto. En él se recomendaba a la Administración Obama un aumento inmediato del número de efectivos destacados, para asegurar “un rápido traspaso de responsabilidades al Gobierno y fuerzas de seguridad locales”.

Este cambio de orientación en la estrategia aliada llega al final de un verano en el que se han duplicado las bajas de personal militar de la OTAN en acciones de guerra: de una media de 75 muertos durante cada uno de los últimos cinco veranos, se ha pasado a 150 en los meses de julio y agosto. En este sentido, y como informaba el diario The Independent el 2 de septiembre, la demanda y el volumen de cargamentos de armas se han duplicado de igual manera, lo que, según esta fuente, apunta a un “aumento drástico de la insurgencia antioccidental”.

Este repunte de la actividad militar contra la Coalición se refleja también en el incremento en los ataques con dispositivos explosivos improvisados, una modalidad de guerrilla que causa un impacto muy negativo en la moral del personal militar. Durante el ejercicio 2008-2009 se produjeron 3.276 ataques de esta naturaleza –un aumento del 45%–, lo que acarreó tres veces más bajas que en las fases previas de la guerra.

Terreno pantanoso
Esta información trascendió en el preludio de la tormenta desatada por el ataque aliado que acabó con la vida de al menos 80 civiles el pasado 4 de septiembre en la provincia de Kunduz. El bombardeo fue ordenado para destruir dos camiones cisterna cargados de gasolina que se encontraban inmovilizados y estaban siendo vigilados de cerca por tropas de la Coalición. En el momento del ataque estaban rodeados de civiles que bombeaban combustible de sus depósitos para uso privado.

En su edición del jueves 10, el diario alemán Süddeutsche Zeitung recogía un informe de la OTAN en el que se acusa al responsable directo del ataque, coronel Klein, de haber ignorado el protocolo vigente sobre ataques aéreos, implementado recientemente para tratar de apaciguar una ira popular que crece con rapidez frente al asesinato cotidiano de civiles en operaciones similares. A pesar de ello, el Gobierno alemán declaró el día 7 que “respaldaba la decisión”.

Giro inesperado
Contradiciendo sus declaraciones del 4 de septiembre en las que afirmaba que “no se retirarán [de Afganistán] mientras la seguridad nacional esté en cuestión”, el día 9 el primer ministro británico, Gordon Brown, remitió junto a Angela Merkel y Nicolas Sarkozy una carta a la ONU solicitando una cumbre internacional “para redefinir los plazos y el marco de actuación en la guerra”.

También en contradicción con la falta de esperanza que manifestaban a principios de mes fuentes del Ministerio de Defensa británico respecto a la posibilidad de conseguir más apoyo militar de sus socios europeos, el Gobierno español anunció un nuevo aumento de tropas en Afganistán. Aunque aún está pendiente de ser ratificado por el Congreso, Defensa espera sumar 250 nuevos soldados a los 778 que están destacados de forma permanente. A día de hoy, hay, además, 450 militares en el llamado “batallón electoral” y 80 más a cargo del aeropuerto de Kabul, en lo que es el mayor despliegue militar español en el exterior, después de la misión en Líbano.


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