sábado, 23 de mayo de 2009
Las opiniones de Yoo son noticia en Filadelfia
Amy Goodman (DEMOCRACY NOW)
22 DE MAYO DE 2009
El Philadelphia Inquirer, uno de los dos mayores periódicos de Filadelfia, ha sido noticia estos días, luego de haber contratado al polémico ex abogado del gobierno de George W. Bush, John Yoo, como columnista mensual.
Llueven las cartas y correos electrónicos que critican la decisión del Inquirer. “¿Cómo es posible que el análisis jurídico de John Yoo sea de algún modo informativo?”, escribió Lisa Ernst, de Filadelfia. Y añadió: “¿Y luego qué vendrá? ¿Una columna de asesoramiento en inversiones escrita por Bernie Madoff?”. Will Bunch, del otro periódico importante de la ciudad, el Philadelphia Daily News, escribió: “No se trata de impedir que John Yoo exprese su opinión, bien alejada de la corriente de pensamiento dominante, en los muchos lugares que tiene a su disposición, sino de si un importante periódico estadounidense debiera darle a Yoo, a sus acciones y a la posición de defensa de la tortura, su apoyo implícito al entregarle un megáfono”.
John Yoo fue Vicefiscal General adjunto de 2001 a 2003 en la Oficina de Asesoramiento Legal del Departamento de Justicia del gobierno de Bush, donde trabajó bajo la supervisión de Jay Bybee. Allí, Yoo fue autor o co-autor de los “memorandos sobre la tortura”, el documento legal que le dio los argumentos a la Casa Blanca de Bush para autorizar las prácticas severas de interrogatorio. Yoo definió la tortura en un memorando: “La víctima debe experimentar dolor o sufrimiento intenso, del tipo equivalente al dolor asociado a una herida física de gravedad, tan grave que provocaría la muerte, la falla de un órgano, o un daño permanente que provoque la pérdida de una función corporal importante”.
El Juez Baltasar Garzón, de la Audiencia Nacional de España, está procediendo con una investigación contra los llamados “Seis de Bush”, que incluye a Yoo y a Bybee, al igual que al ex Fiscal General Alberto Gonzáles; al entonces Asesor General del Departamento de Defensa, William J. Haynes Segundo, al ex Subsecretario de Defensa para política, Douglas Feith, y a David Addington, el Jefe de Gabinete del ex Vicepresidente Dick Cheney. Los seis podrían afrontar acusaciones penales en España por haber permitido la tortura en Guantánamo y en otros lugares. Quizá lo piensen dos veces antes de viajar a España o a otros países europeos. Yoo, Bybee y otro abogado del Departamento de Justicia del gobierno de Bush, Steven G. Bradbury, están siendo investigados por su conducta por la Oficina de Responsabilidad Profesional del Departamento de Justicia. El Departamento de Justicia podría enviar el informe a los colegios de abogados de los diferentes estados, donde los abogados podrían ser disciplinados, y posiblemente inhabilitados. Bybee, ahora juez federal, podría ser sometido a juicio político.
La estrategia de inhabilitación también fue apoyada por activistas de base. El grupo DisbarTortureLawyers.com, que en español significa “Inhabilitar a los Abogados de la Tortura”, dijo “el lunes 18 de mayo de 2009, una amplia coalición de organizaciones dedicadas a la gobernanza responsable, y que representa a más de un millón de miembros, presentó demandas disciplinarias a las juntas directivas de los colegios de abogados estatales contra (…) doce abogados por defender la tortura de detenidos durante el gobierno de Bush”.
La inhabilitación ciertamente sería un problema para muchas de estas personas; quizá, hasta les podría costar sus puestos de trabajo. Pero las pautas de detención y las prácticas de interrogatorio a las que ellos dieron autorización oficial, desde sus cargos en el más alto nivel del poder ejecutivo, han tenido consecuencias mucho más serias y de mayor alcance para cientos –o quizá miles- de personas en todo el mundo.
John Sifton es un investigador de derechos humanos que recientemente escribió un artículo titulado “Los homicidios del gobierno de Bush”. Concluye que “un número estimado de cien detenidos murieron durante los interrogatorios”, y que algunos “fueron claramente torturados hasta la muerte”. Sifton me dijo: “Estas técnicas agresivas no se limitaban sólo al programa de la CIA de detenidos de alto perfil. Se extendieron a las Fuerzas Armadas con resultados desastrosos. Provocaron la muerte de seres humanos. Y cuando hay un cadáver involucrado, no se puede simplemente tener un debate sobre diferencias políticas y sobre mirar hacia adelante o hacia atrás”.
Volviendo al ahora columnista del Philadelphia Inquirer John Yoo, Will Bunch del Philadelphia Daily News, que escribe el blog Attytood, me dijo: “Filadelfia es una ciudad de cuatro millones de habitantes. John Yoo se crió aquí, pero ni siquiera vive aquí ahora. Y pensar que es una voz que refleja a la comunidad… Honestamente, es un insulto a los verdaderos conservadores que la mejor voz que puedan tener en una página editorial sea la de alguien famoso por ser un defensor de la tortura”.
Estuve en Filadelfia el fin de semana pasado y pude escuchar el discurso que dio el cantante de soul y ganador de un premio Grammy John Legend en la ceremonia de graduación de la Universidad de Pensilvaia, su alma máter. Legend dijo en su discurso:
“Como nación y como mundo, necesitamos más verdad. Permítanme repetir eso. Necesitamos más verdad. Cuando miramos la lista de crisis que enfrentamos, hay un hilo conductor que vincula a varias de ellas. La gente que creó estas crisis o que permitió que sucedieran o no buscó lo suficiente la verdad o no escuchó las voces que les podían decir dónde estaba la verdad. (…) Muy a menudo, a nivel empresarial y en el gobierno, la gente es recompensada por tener la respuesta que la persona a la que responden quiere que tenga: ‘Sí, señor. Podemos darle hipotecas a la gente que no tiene dinero para hacer un pago inicial y no puede pagar las cuotas mensuales’. (…) ‘Sí, señora. Puedo escribir un informe legal que justifique la tortura’”.
Los estudiantes escucharon absortos. Hay muchos ciudadanos de Filadelfia que pueden escribir e inspirar un debate que lleve a la gente a actuar. John Yoo ya causó demasiado daño.
Denis Moynihan colaboró en la investigación de esta columna.
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