19 de mayo de 2009
UNO - TMO
Los chicos desayunan y almuerzan en el comedor escolar. El menú de la cena es siempre el mismo: guiso. Como ellos, más del 18 por ciento de los ciudadanos santafesinos sobrevive hoy a la pobreza.
Tanto la pobreza como la indigencia conforman círculos viciosos que coinciden con el ciclo de vida de los seres humanos. El pobre nace, crece, se reproduce y muere en el mismo ámbito. Las condiciones que lo rodean desde su concepción predeterminan su futuro antes de nacer, reduciendo al máximo las posibilidades de escapar a ese destino. La única alternativa sería una intervención a tiempo por parte de todos los organismos competentes en la materia.
“Fabiana dice que en su familia se gasta entre 5 o 7 pesos por día, el matrimonio y sus siete hijos. El detalle… todos desayunan y almuerzan en el comedor de la escuela, ellos (la pareja) buscan al mediodía la comida en el comedor. Por la noche, hacen un guiso con medio kilo de fideos, un tarro de tomate, alguna cebolla y alitas de pollo, incluyendo parte de los alimentos que compran con los tickets que les da el gobierno, mensualmente”.
El relato pertenece a Nilda Díaz, coordinadora de los jardines de infantes del Movimiento Los Sin Techo en la ciudad de Santa Fe, y refiere a los resultados de un relevamiento realizado por la agrupación en la zona oeste de la capital provincial.
Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, correspondientes al segundo semestre de 2008, en el Gran Santa Fe hay un 16,2 por ciento de pobres y un 5,8 por ciento de indigentes. De acuerdo a las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares, una de cada 10 familias santafesinas es pobre. Sin embargo, los datos extraoficiales denotan un índice de pobreza en la ciudad cordial que alcanza el 18 por ciento, mientras que el de indigencia se alzaría al 6,1 por ciento.
A nivel nacional, según la consultora Ecolatina, la proporción de la población por debajo del umbral de la pobreza alcanzó al 30,5 por ciento en el segundo semestre de 2008. En tanto, las estimaciones acerca de la indigencia, arrojan que el 10,7 por ciento de la población no pudo costear la canasta alimenticia en el mismo período.
Un círculo vicioso
Tanto la pobreza como la indigencia conforman círculos viciosos que coinciden con el ciclo de vida de los seres humanos. El pobre nace, crece, se reproduce y muere en el mismo ámbito. Las condiciones que lo rodean desde su concepción predeterminan su futuro antes de nacer, reduciendo al máximo las posibilidades de escapar a ese destino. La única alternativa sería una intervención a tiempo por parte de todos los organismos competentes en la materia.
Desde el desarrollo social, la salud, la educación, las obras públicas, la Justicia, la economía y la vivienda. “Si a esta realidad le sumamos la violencia, como un hecho que se parece mucho a lo normal, estamos en presencia de un hogar que tiene todo para que cada uno de sus integrantes se convierta en un despojo humano. Cada uno va grabando, en su interior, vivencias que se convierten y se aceptan como parte del destino, como lo que le tocó en esta vida, ignorando lo que por ser personas, les corresponde por derecho, en un Estado donde desde la Constitución se promueve la igualdad y, fundamentalmente, se brega por el derecho de los niños”, manifestó Díaz, en diálogo con Diario UNO.
Parte del paisaje Los ciudadanos pobres se repiten y multiplican en cada semáforo de la ciudad, en miles de esquinas, en decenas de barrios. Invisibles a la mirada de la mayoría, sólo parecieran cobrar vida cuando golpean la ventanilla del auto para pedir una moneda o se acercan con un limpiaparabrisas para ofrecer sus servicios, cuando piden ropa o comida casa tras casa, sin tener respuesta en la mayoría.
“Ser pobre y ver a los pobres, es parte del paisaje e inquieta a pocos. Nos inquietan los malabaristas y limpiadores de vidrios, los que nos tocan timbre a cualquier hora en nuestra casa, pero pocos se detienen a pensar en cosas tan sencillas como un día de lluvia en un rancho, una noche de frío con goteras y el compartir la cama ente tres o cuatro personas, una panza que se retuerce, un ser humano que no puede dormir por hambre”, lamentó Díaz.
$ 143,8 fue el ingreso mínimo que precisó una familia tipo para superar la línea de indigencia durante el mes pasado. El dato fue publicado el miércoles pasado por el Indec.
$ 323,9 fue el ingreso mínimo que precisó una familia tipo para superar la línea de pobreza durante el mes pasado. El dato fue publicado el miércoles pasado por el Indec.
34% de los argentinos de entre 20 años y 24 años no accede a la educación obligatoria en aglomerados urbanos. Entre 30 años y más, la cifra llega al 53 por ciento.
64% de los 774 millones de adultos sin alfabetizar en el mundo, son mujeres, según datos recientes del Instituto de Estadística de la Unesco (UIS). En la Argentina, el país de la Ley de Educación Común 1420 –piedra basal del sistema educativo nacional y orgullo de la formación del Estado Nacional de 1880– casi cuatro millones de adultos no terminaron la primaria.
UNO - TMO
Los chicos desayunan y almuerzan en el comedor escolar. El menú de la cena es siempre el mismo: guiso. Como ellos, más del 18 por ciento de los ciudadanos santafesinos sobrevive hoy a la pobreza.
Tanto la pobreza como la indigencia conforman círculos viciosos que coinciden con el ciclo de vida de los seres humanos. El pobre nace, crece, se reproduce y muere en el mismo ámbito. Las condiciones que lo rodean desde su concepción predeterminan su futuro antes de nacer, reduciendo al máximo las posibilidades de escapar a ese destino. La única alternativa sería una intervención a tiempo por parte de todos los organismos competentes en la materia.
“Fabiana dice que en su familia se gasta entre 5 o 7 pesos por día, el matrimonio y sus siete hijos. El detalle… todos desayunan y almuerzan en el comedor de la escuela, ellos (la pareja) buscan al mediodía la comida en el comedor. Por la noche, hacen un guiso con medio kilo de fideos, un tarro de tomate, alguna cebolla y alitas de pollo, incluyendo parte de los alimentos que compran con los tickets que les da el gobierno, mensualmente”.
El relato pertenece a Nilda Díaz, coordinadora de los jardines de infantes del Movimiento Los Sin Techo en la ciudad de Santa Fe, y refiere a los resultados de un relevamiento realizado por la agrupación en la zona oeste de la capital provincial.
Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, correspondientes al segundo semestre de 2008, en el Gran Santa Fe hay un 16,2 por ciento de pobres y un 5,8 por ciento de indigentes. De acuerdo a las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares, una de cada 10 familias santafesinas es pobre. Sin embargo, los datos extraoficiales denotan un índice de pobreza en la ciudad cordial que alcanza el 18 por ciento, mientras que el de indigencia se alzaría al 6,1 por ciento.
A nivel nacional, según la consultora Ecolatina, la proporción de la población por debajo del umbral de la pobreza alcanzó al 30,5 por ciento en el segundo semestre de 2008. En tanto, las estimaciones acerca de la indigencia, arrojan que el 10,7 por ciento de la población no pudo costear la canasta alimenticia en el mismo período.
Un círculo vicioso
Tanto la pobreza como la indigencia conforman círculos viciosos que coinciden con el ciclo de vida de los seres humanos. El pobre nace, crece, se reproduce y muere en el mismo ámbito. Las condiciones que lo rodean desde su concepción predeterminan su futuro antes de nacer, reduciendo al máximo las posibilidades de escapar a ese destino. La única alternativa sería una intervención a tiempo por parte de todos los organismos competentes en la materia.
Desde el desarrollo social, la salud, la educación, las obras públicas, la Justicia, la economía y la vivienda. “Si a esta realidad le sumamos la violencia, como un hecho que se parece mucho a lo normal, estamos en presencia de un hogar que tiene todo para que cada uno de sus integrantes se convierta en un despojo humano. Cada uno va grabando, en su interior, vivencias que se convierten y se aceptan como parte del destino, como lo que le tocó en esta vida, ignorando lo que por ser personas, les corresponde por derecho, en un Estado donde desde la Constitución se promueve la igualdad y, fundamentalmente, se brega por el derecho de los niños”, manifestó Díaz, en diálogo con Diario UNO.
Parte del paisaje Los ciudadanos pobres se repiten y multiplican en cada semáforo de la ciudad, en miles de esquinas, en decenas de barrios. Invisibles a la mirada de la mayoría, sólo parecieran cobrar vida cuando golpean la ventanilla del auto para pedir una moneda o se acercan con un limpiaparabrisas para ofrecer sus servicios, cuando piden ropa o comida casa tras casa, sin tener respuesta en la mayoría.
“Ser pobre y ver a los pobres, es parte del paisaje e inquieta a pocos. Nos inquietan los malabaristas y limpiadores de vidrios, los que nos tocan timbre a cualquier hora en nuestra casa, pero pocos se detienen a pensar en cosas tan sencillas como un día de lluvia en un rancho, una noche de frío con goteras y el compartir la cama ente tres o cuatro personas, una panza que se retuerce, un ser humano que no puede dormir por hambre”, lamentó Díaz.
$ 143,8 fue el ingreso mínimo que precisó una familia tipo para superar la línea de indigencia durante el mes pasado. El dato fue publicado el miércoles pasado por el Indec.
$ 323,9 fue el ingreso mínimo que precisó una familia tipo para superar la línea de pobreza durante el mes pasado. El dato fue publicado el miércoles pasado por el Indec.
34% de los argentinos de entre 20 años y 24 años no accede a la educación obligatoria en aglomerados urbanos. Entre 30 años y más, la cifra llega al 53 por ciento.
64% de los 774 millones de adultos sin alfabetizar en el mundo, son mujeres, según datos recientes del Instituto de Estadística de la Unesco (UIS). En la Argentina, el país de la Ley de Educación Común 1420 –piedra basal del sistema educativo nacional y orgullo de la formación del Estado Nacional de 1880– casi cuatro millones de adultos no terminaron la primaria.
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