viernes, 13 de junio de 2008

Atentado contra Rafic Hariri: ¿Investigación falseada?



por Silvia Cattori*,

Red Voltaire
22 de septiembre de 2006


Ex investigador criminalista en la antigua RDA, convertido en periodista después de la reunificación alemana, Jurgen Cain Kulbel redactó una contrainvestigación crítica sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, documento que la Red Voltaire presentó al público árabe en Damasco, el 7 de mayo pasado, durante una conferencia de prensa ampliamente difundida. En esta entrevista, Jurgen Cain Kulbel aborda nuevamente el papel político de la Comisión de la ONU y la pista inexplorada de la responsabilidad israelí.

Atentado contra Rafik Hariri, Beirut, 14 de febrero de 2005.

Silvia Cattori: Investigar el asesinato del primer ministro libanés Rafic Hariri siendo un simple periodista que trabaja solo, sin apoyo, cuando ya existía una comisión investigadora de la ONU que disponía de medios ilimitados para hacer ese trabajo, debe haber sido una empresa arriesgada.
Jurgen Kulbel: ¿De qué sirven una multitud de investigadores altamente calificados y medios casi infinitos de logística, de técnica criminalística y otros recursos de apoyo si durante la investigación del crimen se violan conscientemente todos los principios de los procedimientos habituales de investigación? Cuando se trata de investigar crímenes para descubrir a un culpable desconocido los investigadores acostumbran a seguir diferentes pistas para descubrir la que lleve a la persona que ordena el crimen. En el caso de Hariri, desde el primer día y aparte de varias otras pistas, las investigaciones deberían haberse desarrollado paralelamente en las direcciones siguientes, particularmente importantes: el Mossad, la CIA, los socios comerciales de la víctima y los libaneses residentes en el exterior. Pero no fue así como se hicieron las cosas. Por consiguiente, yo seguí una de esas pistas «abandonadas» que, a mi entender, resulta particularmente importante. Así empezó mi primer trabajo sobre el asesinato de Hariri.
Silvia Cattori: ¿Cómo tomó usted la decisión de trabajar sobre un tema tan amplio?
Jurgen Kulbel: Lo diré muy claramente. Después del asesinato, tuve enseguida la desagradable impresión de que lo que estábamos viendo no era tanto un fracaso de las investigaciones como que los investigadores de la ONU seguían –y continúan siguiendo– nada más que la pista siria. Me parecía sobre todo que la investigación era en sí misma un hecho criminal y premeditado, como en la primavera de 2003, cuando la falsificación y la fabricación de «pruebas» por parte de Estados Unidos y sus vasallos –una criminalidad de cuello blanco que quedó impune, situada al más alto nivel político– ayudó a legitimar la invasión de Irak, que fue una violación del derecho internacional. A mi entender, se trataba en ambos casos de un engaño inicial cometido por personas que dicen representar a las Naciones Unidas e instaurar la democracia cuando en realidad buscan someter a la humanidad o por lo menos participar en ese proceso de sometimiento.
Para responder finalmente a su pregunta sobre el caso Hariri, me parecía que la comisión que dispone de «medios de investigación ilimitados» sirve para engañar al público para completar el fraude. Se trataba, por así decirlo, de un crimen cometido en el marco de la investigación sobre otro crimen. Eso me parece monstruoso y me sigue irritando.
Silvia Cattori: ¿Usted investigó sobre el terreno?

Jürgen Cain Külbel
Jurgen Kulbel: Sí, pero de eso hablaré en mi próximo libro [1]. Permítame hacer sobre ese punto una observación que tiene que ver con los indicios materiales que las comisiones de la ONU habían reunido. En este momento se plantea la cuestión de saber si, de forma general, ese material tiene (todavía) alguna utilidad. ¿Qué pasó con ese material durante la guerra de julio en el Líbano? ¿Qué fue lo que el belga Serge Brammertz se llevó dos días después del comienzo de la guerra, cuando se fue a Chipre huyendo de las bombas israelíes? Las manos que tocaron libremente ese material durante los bombardeos son tantas que ya no es posible reconstituir nada ni tomarlo en serio.
¡También resulta injustificable olvidar los vínculos entre el impúdico John Bolton, embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, y Serge Brammertz! Bolton, quien dijo que esperaba que el sucesor de Mehlis fuera un clon [del propio Mehlis], y el sucesor designado fue Brammertz, parece hasta ahora extremadamente satisfecho con lo que ha hecho el belga. Eso es una señal de alarma ya que Bolton, uno de los mayores criminales de guerra vivos, es un hombre que contribuyó masivamente a la fabricación de pruebas para legitimar la guerra contra Irak.
Además de eso, hemos podido leer en todos los informes publicados hasta ahora que las comisiones de la ONU no han podido presentar información alguna que pudiera servir para identificar a los culpables. Mehlis fracasó de forma lamentable el año pasado porque ignoró claros avisos y porque pensaba que pondría a Damasco de rodillas, con el apoyo de EE.UU. y de las Naciones Unidas, favoreciendo así a Bush y compañía. Su «trabajo», sólo hay que recordar las extrañas audiencias de los testigos, no merece otra cosa que los cestos de basura de la criminología o aparecer en los seminarios para futuros juristas y criminalistas como ejemplo de lo que no se debe hacer.
Silvia Cattori: ¿A qué conclusiones llegó usted sobre lo más importante y qué aspectos de sus conclusiones contradicen las de Mehlis?
Jurgen Kulbel: De manera general, mis conclusiones no tienen nada en común con las de Mehlies. Es una lástima que mi libro Mordakte Hariri (El caso Hariri) [2], disponible en alemán y en árabe, no haya sido traducido aún a otros idiomas porque esa pregunta me la hacen a menudo. El objetivo de mi trabajo no fue nunca refutar los dos informes de Mehlis. Yo quería más bien demostrar lo absurdo de las investigaciones de las comisiones de la ONU, que conducen a un callejón sin salida inadmisible en criminología. Lo demuestro probando que hay otra pista muy importante que no podía ser ignorada. Normalmente, investigadores honestos simplemente no podían darse el lujo de ignorar pura y simplemente pistas como aquellas con las que yo trabajé. Pero esa ignorancia demuestra claramente que la comisión de la ONU hace su trabajo de manera muy parcializada. Eso debería ser considerado normalmente como un veneno que mata una investigación criminal objetiva. Pero, para «investigadores en jefe» que sólo buscan satisfacer servilmente los intereses políticos de quienes les imparten sus órdenes, es como una poción mágica. En lo tocante a todo eso, todos esos señores implicados –que, como peces muertos, nadan a favor de la corriente y con la boca cerrada– tendrán que arreglárselas con su conciencia, si la tienen.
Yo pido aquí, una vez más, que se interrogue a Richard Perle o a Daniel Pipes, un hombre que, por lo menos en Alemania y en otras circunstancias, ya habría sido enviado a la cárcel por demagogo. O que se interrogue a Abdelnur, o a Najjar, o a Kahl y a todos los que no tienen las manos limpias, a los que querían deshacerse de Hariri, a los que querían derrocar al gobierno libanés y que yo menciono en mi libro. Ellos habían preparado ya la violencia en el plano teórico, y algunos de ellos ya habían matado a Hariri verbalmente o lo habían puesto en su lista negra. ¿Por qué ninguno de esos individuos ha sido interrogado hasta ahora, por lo menos a título evaluativo, por los investigadores en jefe que se hacen pasar por héroes y que pretenden que sus vidas están amenazadas en el Líbano? La comisión se ridiculiza con todas esas lagunas y, quiera o no, se prostituye indirectamente.
Los medios de prensa serios tienen ahora que presionar a la comisión de la ONU. No estoy hablando de detalles, de pistas, del contenido de los interrogatorios. Se trata de poner en tela de juicio la objetividad de la investigación, objetividad que no existe porque los miembros de la comisión cierran concientemente los ojos para no ver una pista muy importante. Así los responsables, y también el presidente Chirac, pueden seguir derrochando palabras bonitas y engañosas.
Silvia Cattori: ¿Entonces, usted llegó a la conclusión de que Siria no es responsable del asesinato de Rafic Hariri, contrariamente a lo que dijo Bush?
Jurgen Kulbel: Los acólitos de Bush sabían lo que hacían cuando dejaban a su líder decir en Washington, cuando el cuerpo de Hariri no estaba frío aún, que los organizadores del crimen están en Damasco. Los medios drusos y libaneses antisirios se hicieron eco rápidamente de esas acusaciones. La canción que entonó entonces el primer comisario, el irlandés Peter Fitzgerald, en marzo de 2005, sobre el salvoconducto que tenía que ver con la vigilancia del lugar del crimen y la conducción de la investigación en el terreno, era calculada y rezumaba una condescendencia de estilo colonial. Todo el mundo sabía que –comparados con nuestras normas– la policía libanesa y los servicios secretos no disponían de suficiente personal especializado, de equipamiento técnico, de métodos de investigación médico-legales y criminalísticos, ni de la logística y de la experiencia que se necesitan para investigar un crimen capital de esta envergadura. ¿Y de dónde diablos hubiesen podido sacar todo eso? Los responsables del Potomac y los servicios que planificaron el atentado contra Hariri sabían bien que si los libaneses se encargaban de la investigación primaria era ciento por ciento seguro que se producirían negligencias. Además, en el mundo entero no es nada extraño encontrar ese tipo de errores y negligencias durante las investigaciones criminales policíacas. Y, en el caso preciso del atentado contra Hariri, esos «errores y negligencias» iban a servir de pretexto para dirigir las primeras sospechas hacia un supuesto complot líbano-sirio.
Esa ficción fue alimentada primeramente por un corresponsal periodístico en el Medio Oriente, Robert Fisk, que, mucho antes de la publicación del informe de Fitzgerald, dio en el diario británico The Independent una imagen errónea de la situación al afirmar que los investigadores estaban convencidos de que se habían falsificado pruebas «en las más altas esferas» de los servicios secretos y que el informe de la ONU sería «devastador». Fisk no indicaba sus fuentes pero predecía que el presidente estadounidense George W. Bush anunciaría pronto que «oficiales sirios y quizás oficiales libaneses de los servicios secretos militares» estaban «implicados» en el asesinato. En aquel entonces, la Casa Blanca publicó un desmentido que debe ser considerado en realidad como una hipocresía.
Silvia Cattori: ¿Qué objetivos perseguían los asesinos de Hariri?
Jurgen Kulbel: Un demonio está haciendo daño en el mundo entero. En el marco de la restauración global de las relaciones existentes antes de la división en un campo comunista y un campo capitalista, y motivados por los intereses geoestratégicos y económicos del capital, los defensores de las formas de poder occidentales, erróneamente consideradas como democracias, utilizan supuestas «revoluciones democráticas» –una variante golpista menos costosa– para eliminar gobiernos indeseables.
En 2003, mientras que los emperadores de ultramar y sus paladines anglosajones estaban en plena campaña militar contra Irak, los criminales de guerra se dieron rápidamente cuenta de que estaban haciendo mal las cosas: la «pacificación» de Irak no acababa de producirse ni tampoco su efecto de dominó, o sea la liquidación del panarabismo que debía provocar la caída de otras autocracias y dictaduras vecinas, llevar a la balcanización de Arabia, hacer así más fácil el dominar y explotar [esa región] y permitir poner a Israel en posición hegemónica.
Muy nervioso, el Emperador Bush Junior sacó de su sombrero a la glacial afroamericana Condoleezza Rice y la nombró secretaria de Estado. Desde entonces, de manera abierta o encubierta, Rice apoya y financia –como también lo hacen los que se benefician con la guerra y el vicepresidente Dick Cheney o el comandante en jefe del poder terrorista estadounidense y servidor del «Big Oil» Donald Rumsfeld– «movimientos de resistencia» tendientes a obtener, a la fuerza, cambios de régimen en los Estados de la antigua Unión Soviética o en el Medio Oriente, y también en las regiones cerca de las cuales se planee la construcción de oleoductos.
La ayuda financiera y «logística» la ponen, entre otros, la asociación Freedom House dirigida por el ex director de la CIA James Woolsey, la United States Agency for International Development (USAID), el Open Society Institute de George Soros –uno de los hombres más ricos del mundo–, la National Endowment for Democracy (NED), y también el gobierno de Tony Blair.
Desde la llegada de Rice, el mundo se «regocijó» con la aparición de efímeras revoluciones «democráticas» dignas de un mercado de verduras: naranja en Ucrania, de terciopelo en Georgia, de los tulipanes en Kirguizia, así como la «Revolución de los cedros», desencadenada durante la primavera de 2005 luego del atentado contra el ex primer ministro libanés Rafic Hariri. Esta última «revolución» la dirigió el feudal druso Walid Joumblat, autor de importantes masacres durante la guerra civil libanesa.
Silvia Cattori: ¿Rafic Hariri había llegado casi al final de su mandato?
Jurgen Kulbel: Eso no tenía importancia. Para actuar eficazmente sobre la opinión pública había que eliminar a una figura prominente de la vida pública y política para exacerbar así la cólera del pueblo libanés. Para desencadenar la «revolución de los cedros» –un concepto sacado de la caja de ideas neoconservadora– nada mejor que el asesinato de un Hariri, o sea la liquidación de una figura representativa del Líbano que dirigía el Estado como si fuera su propiedad personal.
Silvia Cattori: ¿Tuvo usted contactos con la Comisión Mehlis durante sus investigaciones?
Jurgen Kulbel: Me parecía inútil precisamente porque yo seguía una pista completamente distinta. Después de la fastidiosa lectura de cientos de expedientes y de miles de páginas que habían pasado por las manos del alemán (Mehlis), a usted le da la impresión de que la señora Justicia se arranca la venda de los ojos y trata de pegarle con la balanza. A partir de ahí usted pierde las ganas de ponerse en contacto con Mehlis. A pesar de todo, me puse en contacto con él debido a un punto en específico. Se trataba de unos transmisores de interferencia que formaban parte del equipamiento de los autos del convoy de Hariri y que, según una fuente anónima, eran de origen israelí. En aquel momento, [Mehlis] afirmó estar sujeto al secreto profesional y transmitió mi pedido a Brammertz. Apenas salió la versión alemana de mi libro Mordakte Hariri, él rompió su «voto de silencio» –ignoro si lo hizo de acuerdo con Brammertz o a título personal– y declaró en entrevista al diario libanés Daily Star, el 21 de abril de 2006: «Las afirmaciones que figuran en ese libro, como la de que los transmisores de interferencia utilizados por Hariri eran producto de una empresa israelí, son completamente falsas y simplemente ridículas. Yo y algunos miembros de la comisión de la ONU examinamos esa cuestión y el sistema utilizado por Hariri había sido importado de un país de Europa Occidental».
Bueno, «importado» no es lo mismo que producido. Lo cual nos remite a la pregunta clave que no me contestó Gil Israeli, ex miembro de los servicios secretos y jefe de la empresa israelí que produce esos transmisores de interferencia. Yo le pregunté: «¿Usted quiere decir que usted no puede excluir que Hariri haya podido adquirir, por trasmano, transmisores de interferencia producidos por su empresa?» También es posible que la adquisición se haya hecho mediante una de esas empresas europeas que son sólo buzones y para las que, tratándose de «ciertos casos» y de «clientes especiales», es posible pasar por alto las instrucciones estrictas del ministerio israelí de Defensa en cuanto a la exportación.
Como quiera que sea, después que Mehlis puso mi tesis en tela de juicio, yo le pedí, por escrito, precisiones y explicaciones para evitar inexactitudes en la traducción de mi libro al árabe. Pero él se desvaneció como la bella durmiente del bosque. Nunca tuve respuesta.
Silvia Cattori: En definitiva, ¿si no hubiera sido por los testigos que se retractaron, Bush hubiese tenido el pretexto que quería para poner inmediatamente en ejecución sus proyectos de desestabilización contra Siria?
Jurgen Kulbel: Ciertamente. Después del Líbano, Bush contaba con el efecto de dominó y creía que Siria también sería una presa fácil. Incluso tenía ya en la mano la marioneta que necesitaba. El «líder de la oposición siria» que reside en Estados Unidos, Farid Ghadry, una especie de Chalabi sirio estaba esperando su hora. Este hombre de negocios, nacido en Alepo, presidente del Partido Reformista Sirio (PRS), fundado justo después del 11 de septiembre de 2001, es totalmente desconocido en Siria. Emigró con sus padres al Líbano a los 8 años y después a Estados Unidos donde siguió estudios de economía y marketing. Después trabajó en la industria del armamento, lo que le aportó prosperidad. Después del 11 de septiembre de 2001, creyó que había llegado el momento de ayudar a su lejana patria «con reformas económicas y políticas por la democracia, la prosperidad y la libertad». Es por eso que se integró al US-Committee on the Present Danger del que forman parte personas como Newt Gingrich y el ex jefe de la CIA James Woolsey. Impresionado por los sucesos del Líbano, Ghadry escribió, en febrero de 2005, en un artículo: «La democracia (en Siria) no será más que una ilusión hasta que el gobierno estadounidense no esté dispuesto a apoyar públicamente y a financiar convenientemente las reformas. Un encuentro en la Casa Blanca con un líder sirio demócrata podría enviar una señal fuerte a Damasco indicándole que los cambios están en marcha».
Ya a fines de marzo sus deseos fueron cumplidos por Elizabeth Cheney, hija del vicepresidente y encargada del Medio Oriente en el Departamento de Estado. En el pasado, ya ella había creado, en colaboración con el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, la Middle East Partnership Initiative (MEPI) que, con el pretexto de «reformas económicas, políticas y de la enseñanza», proporciona fondos a las fuerzas de oposición en el mundo árabe. Sólo para el año 2003 esos fondos se cifraban en 100 millones de dólares. Esta defensora de una línea dura, que tiene 36 años, presidió en Washington una reunión «no oficial» en la que participaron Farid Ghadry y «sirios de oposición». El equipo de Ghadry –en el que todos son disidentes residentes en Estados Unidos y agrupados en la «Syrian Democratic Coalition» (SDC)– discutió con funcionarios de la oficina del vicepresidente, del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional el asunto de saber «cómo debilitar al régimen de Damasco» y «cómo probar que funcionarios sirios estaban implicados en maquinaciones criminales». Ghadry, que pedía que el propio presidente de Estados Unidos aumentara la presión sobre Damasco, resumió aquella reunión diciendo que el llamado a la democracia en Siria «había sido tomado muy en serio al más alto nivel del gobierno de Bush». Por su parte, él quería, «en estrecha colaboración con el gobierno estadounidense y la Unión Europea», derrocar «el régimen sirio tiránico del Baas». Hay que señalar que Ghadry, quien colaboraba estrechamente con Abdelnur, desapareció de la escena luego de haber mentido al Parlamento Europeo y ser destronado por su propio partido debido a sus «prácticas dudosas».
Todo el mundo creyó que aquello era su fin. Pero [Ghadry] salió a flote. Y lo hizo durante el encuentro mundial del American Enterprise Institute (AEI), un «think tank» neoconservador, que tuvo lugar del 16 al 18 de junio de 2006 en Beaver Creek (Colorado) y en el que se planeó posiblemente un ataque aéreo israelo-estadounidense contra Irán. Además, durante ese encuentro Cheney le dio al ex primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, que también estaba presente, la luz verde para desencadenar la guerra contra el Líbano. Entre los 64 participantes en la conferencia del AEI estaban el secretario de Defensa Rumsfeld y otros miembros de la administración Bush. Durante esa conferencia, Cheney se reunió también con Farid Ghadry. Y eso no es seguramente un buen augurio.
Silvia Cattori: ¿Qué papel desempeñó Saad Hariri, el hijo de Rafic, durante esa investigación? ¿No estuvo del lado de los libaneses que incitaron a varios miembros de los servicios secretos a prestar declaración contra Siria?
Jurgen Kulbel: Déjeme decir lo siguiente: a principios de julio de 2006, Suleiman Franjieh, presidente del partido libanés Marada, declaró durante una entrevista que se transmitió por televisión que él había sido objeto de presiones cuando era ministro del Interior. Tenía que decir que la bomba que mató a Hariri estaba enterrada para que la familia de Hariri cobrara el seguro. Hariri junior llevó a Franjieh ante los tribunales acusándolo de calumnia.
Silvia Cattori: ¿Qué pasó también con la posición de los socialistas drusos, Walid Joumblatt y Marwan Hamadeh?
Jurgen Kulbel: No quiero hablar de Joumblatt porque yo no soy siquiatra. En cuanto a Hamadeh, ¿se planteó a sí mismo la posibilidad de haberse convertido en una especie de globo de ensayo para el asesinato de Hariri? Con toda seguridad, no era él la víctima ideal para provocar un motín popular generalizado que pudiera ser canalizado en la dirección deseada. Pero al menos, como personalidad aún viva, él no era indispensable para Tel Aviv. Cuando era ministro de Inmigración, Hamadeh declaró, cuando Elie Hobeika fue víctima de un atentado: «Está claro que Israel no quiere tener testigos en contra cuando llegue el histórico proceso de Bélgica que seguramente juzgará a Ariel Sharon, culpable por las masacres cometidas en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila. Nosotros, en Beirut, ya sufrimos a Sharon, ese criminal, y los palestinos lo siguen sufriendo actualmente». Fueron palabras muy duras en contra de Israel. El 1ro de octubre de 2004, el propio Hamadeh fue víctima de un atentado cometido en Beirut con un coche-bomba. Él sobrevivió pero su chofer resultó muerto.
Silvia Cattori: ¿Qué pasa con los generales arrestados en relación con la investigación de Mehlis?
Jurgen Kulbel: ¿Dónde están las organizaciones de derechos humanos? En su informe Brammertz descartó el resumen redactado por Mehlis, según el cual el asesinato de Hariri no hubiera podido tener lugar sin que lo supieran miembros de alto rango de los servicios secretos sirios y libaneses. Mehlis acostumbraba a sacar de su sombrero «pruebas» en condicional, pero Brammertz se expresa de forma desacostumbradamente «misteriosa» y trata de presentar como nuevo lo que ya se sabe: Habla de un «acto terrorista altamente complejo», afirma que las personas implicadas actuaron de manera muy «profesional», que el crimen «fue planificado de forma muy eficaz y ejecutado con una disciplina individual y colectiva extraordinaria» y que «por lo menos algunas de las personas implicadas tenían que poseer experiencia en ese tipo de actos terroristas».
Así que nada va a cambiar, como nos asegura Joumblatt: «Brammertz se basa en el trabajo efectuado por Mehlis. El hecho de que el informe (…) establezca un vínculo entre todas las explosiones que se produjeron antes y después del asesinato de Hariri es una acusación formal contra el régimen sirio (…) que controlaba el Líbano en el momento del asesinato de Hariri». Se trataba, por así decirlo, de una «condena tácita del régimen sirio» ya que, según dice Joumblatt, «Brammertz es muy profesional». Lo que se prepara ahí, entre bastidores, tiene que indicarnos lo que va a pasar. En todo caso, Brammertz no tiene objeción en mantener la detención de los cuatro jefes de alto rango de la seguridad libanesa arrestados durante el verano pasado por indicación de Mehlis, aunque las pruebas contra ellos se derrumbaron por completo en diciembre pasado. Al contrario, en colaboración con la ONU, el Líbano se prepara para presentarse ante un tribunal. Hay que ser muy ingenuo para creer que Brammertz podría seguir una vía personal, o incluso una vía «amigable hacia Siria». Lo único que puede aclararnos las cosas es la «vía jerárquica» europea: Carla del Ponte, fiscal general contra Milosevic, propuso durante la primavera de 2005 a su hermano del alma Detley Mehlis para el puesto de investigador en jefe, quien a su vez recomendó en diciembre de 2005 a su amigo Serge Bremmertz para que fuera su sucesor. ¡Nadie muerde la mano que le da de comer! No es para nada seguro que el diputado sirio Mohammad Habash, que se regocijaba porque el informe de Brammerzt era «sin duda alguna una mala noticia para los enemigos de Siria», esté en lo cierto. Las hienas ya están sobre el culpable que le conviene a Bush y no están dispuestas a dejarlo ir. Naji Bustani, uno de los defensores, me dijo: «Hace meses que estoy enviando puntualmente, cada diez días, un pedido al juez de instrucción responsable que siguió en el verano de 2005 la recomendación de Mehlis de proceder al arresto de esas cuatro personas. Pero no reacciona. Nuestro sistema judicial no ofrece ninguna posibilidad de oponerse a las decisiones de un juez de instrucción. Y Mehlis lo sabía bien. Ya después de arrestados, se quedarán detenidos todo lo que quiera el juez de instrucción».
Silvia Cattori: ¿Qué significaba, según su opinión, el suicidio del ministro sirio del Interior Ghazi Kanaan?
Jurgen Kulbel: Parece que se trataba de un chantaje. Durante el verano de 2005, Estados Unidos congeló las cuentas de Ghazi Kanaan afirmando que estaba implicado en negocios ilegales en Líbano. Kanaan también mantenía una estrecha relación con Hariri en el plano financiero. Después de la ofensiva de la administración Bush, los medios libaneses no sólo reforzaron la presión sicológica sobre él sino que hasta lo llamaron «padrino de la droga». Se hablaba de un interrogatorio de Kanaan por parte de Mehlis. Es importante saber cómo se hacen esas cosas: alguien viene a verte y, sin decir una palabra, pone encima de la mesa documentos según los cuales usted recibió repetidamente grandes cantidades de dinero de la víctima, y nada más. No quiero decir más sobre ese punto sino repetir lo que dijo Walid Joumblat –ese camaleón político libanés– en un momento en que se le olvidó mentir como normalmente lo hace: «Si la publicación tan esperada del informe de la ONU sobre el atentado contra Hariri podía afectar su orgullo, eso (el suicidio) fue la reacción valiente de un hombre valiente».
Silvia Cattori: Mehlis fue descrito muy rápidamente como alguien que no tiene ninguna capacidad profesional para dirigir una investigación tan delicada. También se le reprochó el haberse apoyado en políticos libaneses corruptos y fuentes israelíes. ¿Usted confirma esas afirmaciones?
Jurgen Kulbel: En Alemania, más de uno de los que dicen conocer a Mehlis o su manera de trabajar afirman que es profesionalmente incompetente y, para decirlo de manera un poco familiar, que es un estúpido. Esa era también la opinión internacional sobre él en diciembre de 2005. Yo no creo que sea así. Como mismo los criminales desarrollan sus propias características en la realización de un crimen, Mehlis ha desarrollado su propio estilo en sus investigaciones. Si ese estilo, que se mantiene como un hilo rojo a través de su actuación, no corresponde a la imagen que generalmente tenemos de la ley y la moral, ya eso es otro asunto. Me gusta comparar eso con un deportista de alto rendimiento muy especializado. El «especialista» Detley Mehlis dispone aparentemente de características o de «cualidades» que permiten que otros puedan señalar como culpable a quién más les conviene a ellos, un culpable que él es capaz de fabricar. Siendo así es inútil contestar la segunda parte de la pregunta que usted me hace ya que él tuvo que recurrir forzosamente al tipo de elementos corruptos que usted mencionó.
Pero déjeme hacer un señalamiento que tiene que ver con Israel. Ibrahim Gambari, secretario general adjunto de las Naciones Unidas encargado de las relaciones políticas, dijo efectivamente, a fines de agosto de 2005, que Mehlis había establecido «una buena colaboración con Israel y Jordania» pero que no era así con Siria. Un verdadero chiste si se piensa en las redes del Mossad descubiertas en Líbano durante aquel año y que sembraron el terror con autos-bomba y asesinatos. Sin embargo, nadie en Naciones Unidas se interesa por establecer un vínculo entre eso y el caso Hariri. Es imposible dejar de preguntarse para qué sirve tener toda esa gente en Nueva York.
Silvia Cattori: ¿Podemos llegar entonces a la conclusión de que la comisión investigadora que se le confió a Mehlis no era más que un instrumento en manos de los neoconservadores que querían que se le atribuyera el atentado a Siria?
Jurgen Kulbel: Seguramente. Veamos el ejemplo de Serge Brammertz que es, por decirlo así, el abogado encubierto de John Bolton. Aunque el belga ha evitado, hasta ahora, culpar a Damasco del asesinato, deseo que Washington ha expresado con insistencia, y aunque ha subrayado que «la futura cooperación de los sirios será decisiva para la investigación», el famoso Bolton, conocido por sus impertinencias, se creyó en la obligación de traducir: «Brammertz nos deja entrever, de forma diplomática claro está, que Siria no siempre coopera plenamente». Eso quería decir que había que «aumentar la presión sobre Siria», de ser necesario «con una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU».
A primera vista parecía que el belga corregiría las negligencias y manipulaciones heredadas de Detley Mehlis. Quince meses después del atentado, afirmó que Hariri había muerto a causa de una explosión subterránea y por encima del suelo. Eso es lo que afirman testigos desde hace mucho. Mehlis había refutado esa posibilidad porque no se ajustaba a su teoría del complot que permitía culpar a los sirios. Él privilegiaba el ataque con bomba por encima del nivel del suelo ejecutado mediante un Mitsubishi Cancer preparado como auto-bomba con una tonelada de explosivos. Atribuía el ataque a los sirios y sacaba «testigos» de su sombrero como por arte de magia. Brammertz ya no menciona a esos «testigos», aparentemente porque hicieron sus declaraciones bajo amenaza de ser torturados o después de ser sobornados y, además, porque se habían retractado hacía mucho. Pero no descarta el material sin valor que reunió el investigador alemán ya que los cuatro ex oficiales libaneses, a los que Mehlis acusaba –basándose en los testimonios en duda– de haber organizado el atentado en colaboración con los servicios secretos sirios, siguen estando incomunicados.
Esos cuatro militares van a tener muchos problemas porque Bolton dice que «Brammertz basa su investigación en las conclusiones de su predecesor, a pesar de las divergencias que aparecen. Está claro que va a seguir la misma vía». Brammertz quiere presidir personalmente el Tribunal Internacional, en Chipre, a partir de 2007, y serán él mismo y sus jueces los encargados de evaluar las «declaraciones» de esos «testigos esenciales» que inventó Mehlis. Este último hizo el trabajo sucio con gran fanfarria mediática, razón por la cual –aparte de las críticas– también recibió la cruz federal al mérito y, como era su deber, desapareció del caso como el «villano» para que su amigo Brammertz pudiera adoptar la apariencia del «bueno». Una distribución de personajes digna de una novela barata, pero conveniente para los neoconservadores.
Silvia Cattori: ¿Mehlis trabajó, como se sugiere a veces, en centros de investigaciones de los servicios de inteligencia de Estados Unidos?
Jurgen Kulbel: En el marco del caso «La Belle» pasó un tiempo del otro lado del Atlántico en 1996 y algo recogió por allá. ¿Quizás fue a esquiar con miembros de la CIA en Aspen, Colorado? Evidentemente, Mehlis es un instrumento de los servicios secretos. Sin ellos no habría podido hacer su trabajo de sabotaje en esos sectores sensibles de la política sucia. Eso es tan seguro como decir amén. ¿Cree usted que las grandes potencias están locas para perder su tiempo con «honestos» investigadores impulsados por un ingenuo deseo de descubrir la verdad?
Volvamos a sus vínculos con los servicios secretos israelíes. Mehlis empezó su «trabajo» con la comisión Hariri, la UNIIIC, en mayo de 2005. Semanas después, el 20 de julio, el diario francés Le Figaro le preguntó por qué había pedido la asistencia de Israel y Jordania. Mehlis respondió: «Es sabido que Israel tiene buen equipamiento de seguridad, en particular equipamiento tecnológico. Les pedimos que nos proporcionaran datos sobre el asesinato. Nos dieron buena información».
Posteriormente, en su primer informe del 19 de octubre de 2005, dijo en la introducción, en el párrafo 19: «…deploramos que ningún otro Estado miembro haya transmitido a la Comisión informaciones tan útiles.» Mehlis no dice la verdad. Hasta la propia prensa israelí escribió que agentes de los servicios secretos israelíes se reunieron con su equipo en Europa.
Por supuesto, a ninguna de esas personas se le ocurrió analizar si podía haber sido el Mossad quien orquestó el asesinato de Hariri. Eso no estaba en las instrucciones que habían recibido de sus empleadores. Lo único que les piden es poner a Siria en la picota. Ellos son de esos robots que forman parte del sistema burocrático, acostumbrados –detrás de su apariencia limpia– a salir adelante en los asuntos sucios, perros guardianes del sistema, que se someten dócilmente a cualquier obscenidad. Ya en 1914, Henrich Mann, escritor alemán y hermano del célebre Thomas Mann, describía en forma implacable a ese tipo de gente en su novela El Sujeto. Hoy por hoy, lo que él decía no se aplica únicamente a los alemanes.
Silvia Cattori: ¿Cree usted que Brammertz es mejor?
Jurgen Kulbel: Brammertz seguramente engañó a la opinión pública con su primer y segundo «informes técnicos». Se dice que durante estas últimas semanas «calentó de nuevo» a uno de los «principales testigos» de Mehlis, Mohammad Zuheir Siddiq. Este último le dijo a Al Arabiyya, el 9 de septiembre de 2006, que el «presidente sirio Bachar Al Assad y su contraparte libanesa Emile Lahoud ordenaron eliminar al ex primer ministro Rafic Hariri», y agregó que los «asesinos están actualmente en prisión y los otros están en Siria». Se trata de los cuatro ex jefes de la Seguridad General libanesa que están detenidos hace más de un año sobre la base de su «declaración» y por recomendación de Mehlis, o sea el brigadier general Jamil Sayyed; el general Raymond Azar, ex jefe de la inteligencia de las fuerzas terrestres; el brigadier Mustafa Hamdan, ex jefe de la Guardia Presidencial; y Ali Hajj, ex jefe de las Fuerzas de Seguridad General Interna.
Pero la revista política alemana Der Spiegel había revelado ya, el 22 de octubre de 2005, que Siddik era un individuo dudoso que había sido encontrado culpable de crimen y estafa. En realidad, ese supuesto oficial de los servicios secretos sirios había sido condenado más de una vez por delitos financieros. Esa revista había indicado que la comisión investigadora de las Naciones Unidas sabía perfectamente que Siddik la había engañado. Este había afirmado que había salido de Beirut un mes antes del ataque contra Hariri pero admitió después, a fines de septiembre de 2005, su implicación directa en la ejecución del crimen.
Siddik le había dicho a Mehlis que había puesto su apartamento de Beirut a la disposición de los conspiradores para matar a Hariri, entre ellos los funcionarios sirios de los servicios secretos encarcelados. En cuanto a sí mismo, había declarado que había recogido información para los servicios sirios sobre los campamentos de refugiados palestinos en el Líbano. Sin embargo, semanas antes, el gobierno sirio había enviado documentación sobre Siddik a diferentes gobiernos occidentales con la esperanza de evitar que Mehlis cayera en la trampa de tan notorio impostor.
Posteriormente se hizo evidente que Siddik había recibido dinero por sus declaraciones ya que sus estados de cuenta bancaria revelaron que a finales del verano había recibido una llamada telefónica de París, durante la cual anunció «me hice millonario». Las dudas sobre la credibilidad de este hombre habían sido alimentadas además por la revelación de que Siddik había sido recomendado por Rifaat Al Assad, renegado sirio desde hace mucho tiempo y tío del presidente sirio que más de una vez se ha propuesto a sí mismo como una «alternativa al presidente de Siria».
El Líbano emitió una orden de arresto contra Siddik, quien fue después designado como sospechoso por los investigadores de la ONU, pero las autoridades francesas se negaron a extraditar a Siddik porque la pena de muerte sigue estando en vigor en Líbano.
Ninguno de los cuatro jefes de la seguridad encarcelados ha sido formalmente inculpado y ninguno de ellos ha sido confrontado con Siddik, como exige la ley.
El 9 de septiembre de 2006, Siddik repitió sus alegaciones desde París: «Yo vi el auto (en el que se sospecha que se transportó el explosivo) cuando lo estaban preparando en el campamento de los servicios de inteligencia sirios de Zabani, en la Bekaa, y le entregué al ex jefe de los investigadores de la ONU documentos y fotos irrefutables de las que tengo los negativos, y hay muchas cosas que se sabrán más tarde».
Esta vez, Siddik afirmó que los servicios de inteligencia sirios habían tratado de «atraerlo a Siria ofreciéndole importantes sumas de dinero y el título de héroe» si retiraba sus anteriores acusaciones. Dijo tener «la grabación de un oficial sirio de alto rango» que –según él– le pidió hace un mes que acusara a ciertos líderes del «Movimiento del 14 de marzo» de haberlo incitado a acusar a Siria del asesinato de Hariri.
Normalmente, los magistrados y fiscales en su sano juicio saben que ese tipo de testigo representa un problema y tendrían que preguntarse quién fabricó ese supertestigo. Pero yo estoy seguro de que no se plantearán esa pregunta y que Brammertz adora a este Siddik.
Silvia Cattori: ¿No es extraño que Kofi Annan haya confiado una responsabilidad tan grande a ese tipo de persona?
Jurgen Kulbel: Después de O. J. Simpson y Condoleezza Rice, Kofi Annan es la tercera persona de color que no quisiera encontrarme en la calle.
Silvia Cattori: ¿Es inocente el que Carla Del Ponte, fiscal que ocupa la misma posición que Mehlis en el TPI, haya recomendado a Mehlis para esa investigación?
Jurgen Kulbel: Todos vienen del mismo molde. Carla Del Ponte, o Carlita «la pesta», propuso para ese puesto a Mehlis, quien a su vez propone a su amigo Brammertz para que sea su sucesor.
Silvia Cattori: ¿Mehlis no había provocado ya un escándalo por haber concluido la responsabilidad de Libia en el atentado de la discoteca «La Belle», en Berlín, en 1986, acusación que permitió a Estados Unidos bombardear Trípoli y Bengasi y aislar a Libia?
Jurgen Kulbel: Detlev Mehlis dirigió, efectivamente, las investigaciones sobre la discoteca «La Belle». Por cierto, extrañamente, el propio afectado –el propietario de la discoteca– fue el primero en pensar que los libios podían estar detrás del asunto. El 6 de abril de 1986, un día después del atentado, dijo: «En los últimos tiempos se oye hablar a menudo de ataques terroristas ordenados por Kadhafi y yo temía que mi discoteca fuera un día blanco de uno de esos atentados». La discoteca «La Belle», en Berlín occidental, era frecuentada principalmente por soldados estadounidenses negros y durante el atentado una joven turca y dos soldados fueron despedazados por una bomba y parte de los aproximadamente 200 clientes fueron gravemente heridos. Nadie investigó nunca para averiguar si, como afirmaban varios testigos, el propietario estaba vinculado a las drogas y el tráfico de armas, lo cual podía hacer que se viera obligado a prestar ciertos servicios.
Todo ese asunto está lleno de trampas, de astucias, de intrigas; está mal contado, como una comedia burguesa típica, para montar una acusación conveniente a sus amos. Pienso hablar más ampliamente de eso en mi próximo libro. Estuve estudiando el asunto en detalle.
Silvia Cattori: En el caso «La Belle» también desempeñaban un papel ciertos mensajes radiales enviados por el Mossad para que el atentado fuera atribuido a Libia. ¿Qué hizo el investigador y fiscal Mehlis con ese «material», que no puede ser considerado realmente probatorio?
Jurgen Kulbel: Justo después del atentado, Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos, estaba convencido de que el organizador del atentado había sido el jefe de Estado libio Muammar El Kadhafi. Lo que debía probar eso era un mensaje radial de la Oficina Popular (embajada) de Libia en Berlín, capital de la RDA, supuestamente interceptado por el servicio secreto estadounidense NSA. Aquel mensaje decía: «Esta mañana a la 1h30 una de las acciones fue realizada con éxito y sin dejar huellas. Oficina Popular de Berlín.»
Durante el proceso de Lockerbie, el ex oficial de los servicios secretos israelíes Victor Ostrovski declaró bajo juramento que comandos del Mossad habían instalado en aquella época un «caballo de Troya», o sea un transmisor en Trípoli que enviaba mensajes falsos hablando del «éxito» de la bomba en Berlín. Según Ostrovski, los mensajes radiales interceptados no eran más que un invento del Mossad.
Silvia Cattori: ¿Qué sabe usted de esos supuestos mensajes radiales?
Jurgen Kulbel: Bueno, Mehlis se dirigió al servicio de inteligencia alemán (BND) en Pullach, cerca de Munich. Detlev Mehlis tuvo conocimiento de esos mensajes y quería utilizarlos como prueba. Después, el 4 de octubre de 1996, hubo una cita entre Mehlis y los colaboradores de la sección «Aprovisionamiento técnico» del BND que le garantizaron que su pedido sería analizado. Días más tarde, el 8 de octubre de 1996, recibió un documento del BND con el contenido de los mensajes radiales sospechosos.
Para ser exacto, se trataba de cinco supuestos mensajes enviados por telex y que, según se decía, eran un intercambio entre Trípoli y la Oficina del Pueblo Libio en Berlín oriental, entre el 25 de marzo y el 5 de abril de 1986, y cuyo contenido había podido conocer el BND –eso decían aquellos señores– en el marco de sus labores de inteligencia. El servicio de inteligencia declaró que los mensajes habían sido grabados de forma codificada por un «servicio amigo», muy probablemente un servicio estadounidense, y entregados más tarde al BND. El servicio en cuestión exigió que su propia identidad fuera mantenida en secreto por el BND pero lo autorizó a poner los mensajes interceptados a disposición de la oficina del fiscal alemán y del tribunal.
Dos años más tarde, el 6 de octubre, al proporcionar al tribunal un testimonio oficial sobre esos mensajes, el BND indicó que es posible que el material intercambiado así haya sido objeto de manipulaciones pero que no tenía, en aquel caso en específico, razones para dudar de su autenticidad.
El servicio de inteligencia alemán pretende haber descifrado los mensajes y haberlos traducido después al alemán a partir de la versión original en árabe. Y ahí se traba el asunto. El servicio secreto informó por escrito al tribunal que el «BND ya no dispone ni de la versión original codificada ni del texto original en árabe». Eso no tiene nada de extraño porque, según dicen los señores de Pullach –la central de servicios de inteligencia alemanes– sólo se trata del procedimiento habitual utilizado cuando se trabaja con ese tipo de mensajes en que la versión descodificada y traducida reemplaza «el original».
Esos mensajes radiales, que no citaré aquí uno por uno, son sólo un producto de la fantasía del Mossad, como declaró Ostrovski bajo juramento. Pero, como hemos podido ver, han ido avanzando de manera poco seria, incluso ante un tribunal alemán.
Se trata simplemente de una intriga de la peor especie y tan transparente que la gente en su sano juicio se arranca los pelos ante ese tipo de manipulaciones.
Silvia Cattori: ¿Podemos deducir de esto que Mehlis era el hombre de Israel y de Estados Unidos porque ya había cubierto una acción del Mossad en el caso de Berlín?
Jurgen Kulbel: Por las razones antes mencionadas, yo comparto ampliamente el análisis del politólogo británico Nafeez Mosaddeg Ahmed: «Como fiscal en Berlín, Mehlis, accidentalmente pero de forma lógica, apoyó el dudoso interés que los servicios secretos estadounidenses, israelíes y alemanes mostraban por el ataque terrorista de 1986. Construyó activamente contra los sospechosos un expediente selectivo y políticamente motivado, sin pruebas materiales objetivas, ignorando y protegiendo a un grupo de sospechosos que tenían relaciones comprobadas con los servicios secretos occidentales».
Silvia Cattori: Brammertz pidió que se prolongara la investigación por un año. ¿Tiene sentido eso?
Jurgen Kulbel: De cierta manera, en esa inquisición de la ONU, los señores investigadores se quedaron sin aire. O sea que el conjunto de pruebas contra Damasco y contra los cuatros ex oficiales de seguridad libaneses es tan delgado como el tejido de un calcetín viejo. Pero a los mandamases –la administración estadounidense– les basta con mantener vivas las acusaciones contra Siria al menos por un año más, lo cual se hace ostensible. Bush tiene aún, como todo el mundo se imagina, varios proyectos de guerras imperiales para su segundo mandato.
Silvia Cattori: ¿El «Movimiento del 14 marzo» obtuvo apoyo financiero de Estados Unidos?
Jurgen Kulbel: ¿Se refiere usted a esa lamentable banda al servicio de la América de la Muerte desde la «revolución» de los cedros?
Silvia Cattori: ¿Ese movimiento está al servicio de los planes de Ziad Abdelnour, el hombre en el que Tel Aviv y Washington ponen sus esperanzas para instaurar un régimen favorable a sus propios intereses? ¡En su libro usted menciona a Ziad K. Abdelnour, presidente del Comité Estadounidense por un Líbano libre, como una persona que desempeña un papel importante en la promoción de los planes de la administración Bush!
Jurgen Kulbel: Ese señor es uno de los más activos criminales de cuello blanco, que no desperdicia la oportunidad de dar rienda suelta a la propaganda y el insulto para fustigar a Siria y el status quo en Líbano. Se le ha metido en la cabeza imponer a Arabia relaciones capitalistas clásicas. Creo que ya no tendrá papel político después de la publicación de mi libro. Pero sus intereses económicos y los de sus clientes estarán por supuesto garantizados por un régimen de marionetas. Y ese es el verdadero objetivo de ese banquero de Wall Street. Una región árabe que no sea explotada a fondo representa una pérdida económica para la gente de su calaña. Entre el 5 y el 7 de junio de 2006 pronunció, por ejemplo, un discurso en Dubai, en el hotel Madinat Jumeirah, sobre el tema «Venture capital investing» en la región árabe. Abdelnour hablaba allí como presidente de Blackhawk Parners, LLC, USA, ante responsables de grandes grupos y bancos de Europa, Estados Unidos, Medio Oriente y el Golfo, y ante representantes del Fondo Monetario Internacional.
Silvia Cattori: ¿Entonces la desestabilización del Líbano favorecía a los candidatos financiados por Israel y Estados Unidos, como Nagi N. Najjar?
Jurgen Kulbel: Ni un sólo libanés honesto aceptaría a ese Najjar, viejo colaborador de Israel, ni como jefe de un grupo de vendedores de zapatos. Ese tipo de persona inmoral, generalmente al servicio de dos amos, se pasa la vida en la zona oscura entre la política y los servicios secretos, se dedica a su jueguito y se sitúa como colaborador y organizador. El papel de ese «estratega» exige investigaciones más profundas aún que las que yo hice ya. Etienne Sakr, jefe de los «Guardians of the Cedars», milicia civil organizada según un modelo fascista, estableció un contacto, a fines de febrero, entre una delegación de «miembros de la resistencia libanesa en el exilio» y miembros del parlamento británico para discutir sobre la «situación» en el Líbano y Siria. Naturalmente, Najjar participó. Esos exilados, que tienen juicios pendientes en Líbano debido a su colaboración con Israel durante la guerra civil, reclamaron allí el derecho al retorno y a participar en el proceso político para combatir el fundamentalismo islámico. Además, critican abiertamente a Beirut por no haber desarmado a Hezbollah. Sakr, que fue condenado a muerte en Líbano, también pide a Londres y Washington que refuercen la presión sobre el gobierno de Damasco que, según él, sería un foco de problemas en la región ya que «estimula» el terrorismo y a Hezbollah. En el «Military Officers Club» de Londres, ambas partes se pusieron de acuerdo para mantener la vigilancia sobre esas demandas y llegar también a un acuerdo con los franceses.
Más a menos en ese mismo momento, el 17 de marzo, se reunieron también, como por casualidad, 14 políticos sirios exilados en Bruselas que declararon que «Siria necesitaba ser liberada del régimen autocrático que ha debilitado el país». Los grupos de oposición, que se componen de liberales, comunistas, kurdos y la confraternidad musulmana, quieren, con vistas a un cambio de régimen, derogar la constitución, instalar un gobierno de transición, organizar elecciones y levantar el estado de emergencia.
«Uno de los más grandes desafíos es echar abajo el muro del miedo», declaró Nadjib Ghadbian en el Consejo Nacional Sirio, confederación de grupos de opositores en Estados Unidos. Ghadbian, profesor en la universidad de Arkansas, es además miembro dirigente del «Center for the Study of Islam & Democracy» (CSID) con sede en Washington, una organización de disidentes que colabora estrechamente con la USAID de Cheney y Rice. Simplemente están cocinando el «nuevo Medio Oriente» que tanto desea la granítica Rice.
Silvia Cattori: ¿El arresto, en junio de 2006, de personas que pertenecían a una red del Mossad en el sur del Líbano tiene que ver con el caso Hariri?
Jurgen Kulbel: El 26 de junio le envié a Kofi Annan y Serge Brammertz una carta abierta que también se publicó en diarios árabes. Les pedí que no dejaran pasar el tiempo inútilmente y que ampliaran el campo de investigaciones en el caso Hariri en dirección de otros posibles organizadores del crimen, sobre todo «Israel y el Mossad» y todos sus colaboradores. Como ese tipo de crimen cometido por el Mossad en el extranjero –como el reciente caso de Majzub– sólo puede ser ejecutado con autorización del primer ministro israelí, yo propuse a Annan que autorizara inmediatamente al UNIIIC –de ser necesario mediante una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU– para que interrogara a los responsables del gobierno israelí, en primer lugar al primer ministro Ehud Olmert y al jefe del Mossad Meir Dagan, ya que como lo demuestran las investigaciones del ejército libanés, Israel dispone de amplia experiencia y de un preciso savoir-faire en cuanto a la técnica criminal de los coches-bomba. Además, bajo la dirección de Serge Brammertz, que goza del apoyo de sus persistentes investigadores, la UNIIIC tiene ante sí una oportunidad única de esclarecer cómo funciona un sistema terrorista que opera al más alto nivel logístico y tecnológico y de dar así respuesta, aunque sea sólo con la perspectiva de sacar de ello una mejor comprensión o elementos de comparación, a muchas de las interrogantes que aparecieron durante la investigación, entre ellas la cuestión de saber qué medios de alta tecnología fueron utilizados en el atentado contra Hariri.
Silvia Cattori: Hay analistas que dicen que, por su apoyo a la resolución 1559, Francia es responsable de lo que está pasando en el Líbano. ¿Entendió usted por qué Francia se lanzó, a partir de 2004, en una dirección que comprometía su credibilidad ante el mundo árabe?
Jurgen Kulbel: Resulta evidente que Francia está entre los principales responsables de la catástrofe que tiene lugar en el Líbano desde que murió Hariri. Jacques Chirac no sólo es partícipe de las maquinaciones estadounidenses en el Levante sino que incluso trató activamente de convencer à Bush de dar carta blanca a Francia en su antigua zona colonial de influencia. El texto de la resolución 1559 de la ONU, que pedía la retirada de las tropas sirias del Líbano, fue redactado por un consejero del Elíseo en colaboración con la secretaria de Estado Condoleezza Rice. Parece que ni el secretario general de la ONU Kofi Annan ni el ministerio francés de Relaciones Exteriores fueron informados. Después del atentado contra Hariri, todo indica que Chirac, Bush y Sharon se pusieron de acuerdo en una repartición de los papeles a desempeñar en el complot para el derrocamiento del presidente sirio Al Assad y la eliminación del partido Baas.
Silvia Cattori: ¿Cree usted que esta región se encuentra en medio de una larga guerra? ¿Y que Israel la estaría desarrollando no sólo para destruir al Hezbollah sino también a los pueblos de la región?
Jurgen Kulbel: En primer lugar, Israel usa como rehén a la comunidad de pueblos. Las cortes principescas «democráticas» de Europa y de otras regiones envían a 15 000 de sus hijos a la Tierra Santa para que garanticen «mediante un mandato robusto» la seguridad del Estado judío. Claro está, son los contribuyentes de cada uno de esos Estados quienes pagan esas misiones. Por consiguiente, cero riesgo y cero gastos para Israel. Y los ataúdes de los soldados son recibidos con trompetas y salvas de artillería. Como eso no cuesta demasiado caro, los cofres imperiales son generalmente generosos cuando eso sucede. En cuanto a saber si el «mandato robusto» también pudiera servir paralelamente para preparar un ataque de Israel o de Estados Unidos, o de los dos juntos, contra Irán, eso habría que preguntárselo al demonio de Kentucky. Es posible que los cascos azules estén precisamente destinados a servir de cobertura en esa región del Oriente árabe cuando los aviones de combate del Imperio ataquen Teherán. De todas maneras, durante los últimos años, Estados Unidos redujo la ONU a la impotencia y la amenazó con sanciones financieras si no se ponía al servicio de los emperadores del Potomac. ¿Por qué tendrían que privarse los estadounidenses de utilizar en misiones de combate, y como les venga en ganas a Bush y Cheney, unas fuerzas armadas inicialmente previstas para cumplir misiones de mantenimiento de la paz?
Silvia Cattori: El Mossad y la CIA deben considerarlo hoy a usted como un enemigo y seguramente vigilan todos sus movimientos y contactos. ¿No teme usted que traten de acallarlo brutalmente?
Jurgen Kulbel: Ya me pasó por la cabeza esa posibilidad. En los expedientes con los que trabajó Mehlis, aparecen regularmente decesos, ya sea producto de accidentes, de una depresión. Ese es el tema de mi próximo libro.
Silvia Cattori

Periodista suiza.



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Declaraciones recogidas por Silvia Cattori para la Red Voltaire. Traducido del alemán al francés por Eva Hirschmugl y JPH. Traducción del francés al español por la Red Voltaire.

[1] Geheimakte Mehlis – Terroristenjäger, Staatsanwalt, Gesetzesbrecher, que saldrá a la venta en marzo de 2007.[2] Mordakte Hariri, Unterdrückte Spuren im Libanon por Jurgen Cain Kulbel, Edition Zeitgeschichte Band 34, 2006 (ISBN 3-89706-860-5).

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directora de New TV es arrestada en Beirut




15 de junio de 2007


Después de denunciar la corrupción de testigos en el caso Hariri, la directora de New TV es arrestada en un hospital
El fiscal general ante la corte de apelaciones de Beirut, Joseph Maamari, ordenó el arresto de la directora del canal de televisión laico New TV, Mariam Basam. Estando aún en el hospital en el que acababa de dar a luz por cesárea, la señora Basam fue arrestada –junto a su bebé. New TV transmitió imágenes en las que se ve como la policía se llevó en camilla a la directora del canal, todavía semiinconsciente. La brutalidad del proceder de la policía estremeció a la opinión pública libanesa y numerosas personalidades de la oposición han denunciado este hecho como un uso excesivo de la fuerza pública. En definitiva, el magistrado acabó poniendo a la periodista en libertad bajo fianza.
Se trata del más reciente incidente que ocurre en el marco de la batalla del clan Hariri por acallar a la prensa de la oposición. Mariam Basam y su colaborador Ghada Eid están acusados de difamar al juez Fadi Isa, a quien dedicaron un número de la revista Al-Fasad (Corrupción), en marzo de 2006.
Ya en septiembre de 2006, el juez Fadi Isa, cuya honestidad se pone frecuentemente en tela de juicio, y su colega Abdel-Rahim Hamud, habían ordenado el arresto y el encarcelamiento de tres periodistas de New TV por «obstaculizar a la justicia». El objetivo real era hacerlos callar ya que los periodistas habían revelado que el testigo clave de la misión de ayuda judicial de la ONU, Mohamad Zuhair Sidik, había sido reclutado por Adnan Baba, ex secretario particular del asesinado primer ministro libanés Rafik Hariri, para que prestara un falso testimonio contra el presidente libanés Emile Lahud y el presidente sirio Bachar el-Assad. Luego resultó que el complot [para obtener el falso testimonio] se había desarrollado con ayuda de Rifat el-Assad (tío del actual presidente sirio), actualmente refugiado en Marbella. Al confirmarse la veracidad de las informaciones de New TV, Sidik fue arrestado y encarcelado en Francia por estafa y, en medio de la confusión general, el jefe de la misión de asistencia judicial de la ONU, Detley Mehlis, se vio obligado a «renunciar a proseguir su misión» –o sea, a dimitir.

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Encarcelan en Berlín a un colaborador de la Red Voltaire

La prisión en Berlín (Alemania) donde ha sido encarcelado el periodista alemán Jürgen Cain Külbel, culpable de haber revelado la acción de la CIA en el asesinato de Rafic Hariri y la organización de falsas pistas que induzcan a una sospecha de una filial siria en este crímen así como la manipulación de la Comisión Investigadora de la ONU.




12 de junio de 2008
Represión política.

Sigue la represión contra la Red Voltaire. Jurgen Cain Kulbel acaba de ser encarcelado en Berlín. Los subterfugios legales utilizados para condenarlo no logran disimular la intención política de esa decisión. Nuestro colaborador había demostrado que el jefe de la misión investigadora de la ONU sobre el asesinato de Rafik Hariri tenía vínculos financieros con los asesinos y que su principal asistente es un agente de la CIA implicado en varios secuestros cometidos en Europa.
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Jurgen Cain Kulbel, colaborador de la Red Voltaire, ha sido encarcelado en Berlín. Se le acusa de haber violado la decisión de un tribunal al mantener activo un vínculo de su sitio en Internet que conduce a un artículo de Voltairenet.org [1]
Este truculento asunto es una maquinación más de la CIA para intimidar a Jurgen Cain Kulbel y a los colaboradores de la Red Voltaire. Veamos el mecanismo de la operación:
El ex investigador de la policía de Alemania Oriental Jurguen Cain Kulbel realizó como periodista una investigación independiente sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri. Publicó sus conclusiones en un libro editado en alemán y en árabe: El caso Hariri [2]. En ese libro retoma y profundiza elementos ya presentados por la Red Voltaire [3]. Thierry Meyssan había demostrado que una asociación de opositores libaneses en el exilio, el U.S. Committee for a Free Lebanon (USCFL), sabía del crimen de antemano y había lanzado inmediatamente una campaña de propaganda tendiente a desviar las sospechas hacia Siria [4]. La USCFL, destinada por la CIA a la formación de un gobierno títere en el Líbano en caso de intervención militar estadounidense, es por tanto cómplice del asesinato, por lo menos de forma pasiva. Talaat Ramih había demostrado que el ex fiscal alemán Detlev Mehlis, convertido en jefe de la misión investigadora de las Naciones Unidas, había sido empleado del Washington Institute for Near East Policy (WINEP) [5]. Al subrayar que el USCFL es una emanación del WINEP, Jurgen Cain Kulbel mostró que el jefe de misión de la ONU era un ex empleado de personas implicadas en el asesinato cuya investigación le había sido confiada. Al mismo tiempo aclaró el papel del asistente principal de Detlev Mehlis, el comisario principal Gerhard Lehmann, en los secuestros que la CIA perpetró en Europa a partir de 2001. Une de las víctimas, Khaled El-Masri, identificó formalmente al señor Lehmann [6]. Varios elementos permiten pensar que el señor Lehmann pudiera estar implicado también en la «desaparición» en París del testigo clave del caso Hariri, Zuhair As-Siddik, desde el 13 de marzo pasado [7]
Desde el momento en que su libro se publicó en alemán, un individuo llamado Said Dudin, residente en Alemania y conocido como militante palestino, se acercó a Jurgen Cain Kulbel proponiéndole publicarlo en árabe y garantizar su promoción. Pero cuando el señor Kulbel estuvo a Damasco, para pronunciar una conferencia en la Biblioteca Nacional siria, invitado por Siria Alghad (instituto de investigación política miembro de la Red Voltaire), el señor Dudin hizo todo lo posible por desacreditar al autor. El editor exhortó al público a atacar las embajadas occidentales y se dedicó a hacer declaraciones incendiarias para desviar la atención de los medios de prensa.

Conférence de Jürgen Cain Külbel, le 8 mai 2006, à la Bibliothèque nationale syrienne (Damas).
De regreso en Alemania, Jurgen Cain Kulbel trató de investigar sobre aquel saboteador. Descubrió entonces que el supuesto militante de la causa palestina era hijo de Mustafa Dudin, agente secreto israelí que recibía órdenes directas del general Ariel Sharon. Mustafa Dudin había sido ejecutado por la Resistencia después de ser descubierto. Durante sus investigaciones Jurgen Cain Kulbel descubrió en los archivos de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental, varios documentos que prueban que el propio Said Dudin era desde hace mucho tiempo un agente de la CIA infiltrado en la izquierda radical alemana. Dichos documentos fueron publicados en Voltairenet.org [8].
Mediante una acción judicial, Said Dudin logró que el Tribunal de Berlín emplazara al señor Kulbel a no mencionar en forma alguna el incidente de Damasco, ni las funciones de su padre (Mustafa Dudin) en los servicios secretos israelíes o sus funciones personales al servicio de la CIA. Ateniéndose a la razón de Estado, el Tribunal solamente tuvo en cuenta los testimonios que presentó el señor Dudin y desechó los que presentó el señor Kulbel, inclusive el testimonio del príncipe Issa El-Ayoubi, vicepresidente de la Red Voltaire y sobrino-nieto del fundador de la República Árabe de Siria, que fue testigo personal del incidente de Damasco, donde él mismo se opuso a Dudin. El Tribunal desechó incluso los documentos de la Stasi en virtud de una ley alemana que prohíbe que estos se mencionen.
Sin embargo, como Jurgen Cain Kulbel mantuvo posteriormente en su sitio personal de Internet un vínculo activo hacia el sitio de la Red Voltaire que contiene los documentos de la Stasi ilegalmente publicados, el Tribunal lo condenó a 15 días de prisión por haber violado la orden.

[1] La página incriminada es: «Le journaliste d’investigation face aux manipulations des services secrets», entrevista de Jurgen Cain Kulbel con Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 30 de julio de 2007.
[2] Mordakte Hariri, Unterdrückte Spuren im Libanon por Jurgen Cain Kulbel, edición Zeitgeschichte Band 34, 2006 (ISBN 3-89706-860-5).
[3] «Attentat contre Rafic Hariri: Une enquête biaisée?», por Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 15 de septiembre de 2006.
[4] «Les plans de l’US Committee for a Free Lebanon», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 8 de marzo de 2005.
[5] «La commission Mehlis discréditée», por Talaat Ramih, Réseau Voltaire, 9 de diciembre de 2005.
[6] Allégations de détentions secrètes et de transferts illégaux de détenus concernant des États membres du Conseil de l’Europe, informe de Dick Marty al Consejo de Europa, 12 de junio de 2006, § 99 et 130.
[7] «Kouchner a "perdu" le témoin-clé de l’enquête Hariri», por Jurgen Cain Kulbel, Réseau Voltaire, 21 de abril de 2008.
[8] Ibid.

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lunes, 9 de junio de 2008

La ONU coloniza a la justicia libanesa

por Thierry Meyssan*
22 de junio de 2007


Adopción de la resolución 1757 en el Consejo de Seguridad de la ONU 30 de mayo de 2007, New-York. Foto: ONU/Evan Schneider.

El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1757 mediante la cual anula la competencia de los tribunales libaneses para juzgar a los asesinos del ex primer ministro Rafic Hariri y substituye a la justicia libanesa por un tribunal especial internacional. Al estimar que se trata de un acto de colonialismo judicial sin precedente, cinco Estados miembros del Consejo de Seguridad prefirieron la abstención y han denunciado la aprobación de dicha resolución señalando a la vez que las contradicciones que contiene su texto la hacen inaplicable. Resulta evidente que el objetivo de esta jurisdicción de excepción no es precisamente la aplicación del derecho y que dicho tribunal probablemente no llegue a reunirse nunca. Para Washington, sin embargo, podría convertirse en pretexto para desatar una nueva guerra contra el Líbano.
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El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó, este 30 de mayo de 2007, la resolución 1757 mediante la cual crea un tribunal especial que se encargará del atentado que costara la vida al ex primer ministro libanés Rafic Hariri así como de cualquier otro atentado político ligado a ese hecho que se haya cometido entre el 1º de octubre de 2004 y el 12 de diciembre de 2005. La resolución fue adoptada al cabo de largos debates y de importantes presiones ejercidas sobre los Estados miembros del Consejo. El resultado de la votación fue de 10 votos a favor y 5 abstenciones (China, la Federación Rusa, África del Sur, Indonesia y Qatar). Varios Estados expresaron su oposición a dicha resolución por considerarla inaplicable.
Como subrayó el embajador chino Guangya Wang (Chine), esta resolución sienta un precedente que resta credibilidad al Consejo de Seguridad de la ONU y socava su autoridad. El embajador de Sudáfrica, Dumisani Kumalo, observó por su parte que el Consejo de Seguridad está alterando el derecho internacional y politizándolo.
Para comprender este hecho, se hace necesario volver atrás en el tiempo. El 14 de febrero de 2005, Rafic Hariri era asesinado en Beirut. Según los primeros datos recogidos, el atentado exigió la utilización de medios altamente sofisticados y los investigadores libaneses no tenían ni la formación ni los medios materiales necesarios para continuar sus investigaciones. El presidente francés Jacques Chirac fue el primero en pedir que la comunidad internacional proporcionara al Líbano una ayuda judicial capaz de aclarar la verdad sobre el crimen. El presidente libanés Emile Lahud estuvo inmediatamente de acuerdo. El Consejo de Seguridad comenzó por enviar una misión de evaluación, que comprobó la omnipresencia de los servicios sirios en el Líbano y la duda que ello implicaba en cuanto a la independencia de los investigadores libaneses [1]. El Consejo creó después una misión de ayuda a la justicia libanesa.
Sin embargo, el jefe de esa misión de ayuda, el alemán Detlev Mehlis, se convirtió rápidamente en un fiscal acusador. Hasta se hacía llamar «fiscal Mehlis», alimentando así la confusión entre su antiguo cargo en Alemania y sus funciones como jefe de la misión. Luego se pudo comprobar que desde hacía mucho Mehlis, quien hizo todo lo posible por acusar a Siria, mantenía estrechos vínculos con las autoridades estadounidenses. Mehlis basó su investigación en declaraciones de testigos dudosos que resultaron haber sido remunerados por Saad Hariri (hijo del difunto) o por Rifaat El-Assad (un tío del actual presidente sirio que se puso al servicio de la CIA). En definitiva, Mehlis tuvo que salir de escena [2] y ser reemplazado por el belga Serge Brammertz sin haber aclarado el caso.
Poco a poco, la misión de ayuda empezó a considerarse como una misión investigadora, volviéndose autónoma en cuanto a la justicia libanesa, a la que se suponía que debía prestar ayuda. Después, se empezó a hablar de un tribunal internacional especial que se encargaría de aprobar la investigación de aquella misión, proceder que resulta muy extraño dado que nadie mencionó nunca que esos asesinatos hayan sido cometidos en el contexto de una guerra entre dos Estados ni que tuviesen entonces que someterse a una jurisdicción internacional. Nadie puso tampoco en duda la capacidad del Líbano para hacer funcionar sus propios tribunales ni se insinuó que habría que prestarle ayuda que se encargara de hacer justicia. No se presentó tampoco ningún argumento que justificara la creación de ese tribunal especial, lo cual equivale a reconocer que los móviles de su creación son inconfesables.
Sea como sea, el gobierno de Siniora negoció un acuerdo con el secretario general de la ONU (en aquel entonces era Kofi Annan) con vistas a la creación de tal tribunal. Las fechas establecidas para la competencia del tribunal (desde el 1º de octubre de 2004 hasta el 12 de diciembre de 2005) no corresponden a un período o calendario convencional sino a los atentados cometidos contra Marwan Hamade y Gibran Tueni, que –según se insinúa– pueden estar vinculados al asesinato de Rafic Hariri. El fiscal, los jueces y los secretarios serán nombrados por el secretario general de la ONU. La mayoría no serán libaneses y gozarán de inmunidad diplomática y privilegios fiscales. El financiamiento del tribunal especial estará a cargo del Líbano (en un 49%). El 51% restante estará a cargo de otros Estados voluntarios (o sea, Estados Unidos, Francia y sus aliados). Dicho tribunal especial tendrá su sede fuera del Líbano, en un tercer Estado que todavía no ha sido designado. Finalmente, el gobierno libanés estará obligado a dar respuesta a todas las demandas del tribunal especial y tendrá que abstenerse de declarar amnistía alguna sobre hechos que pueden entrar en el marco de competencia del tribunal especial.
La ratificación del acuerdo está pendiente aún. Según la constitución libanesa, para se haga válido tendrán que aprobarlo simultáneamente el presidente de la República, el Consejo de Ministros y la Cámara de diputados. El presidente de la República, Emile Lahud, encargado de garantizar el respeto de las instituciones libanesas, se opone a toda pérdida de soberanía; el Consejo de Ministros, luego de 6 defecciones, ya no tiene la configuración requerida para reunirse; y, finalmente, el presidente de la Cámara, Nabib Berri, se niega a incluir el tema en la agenda de la Asamblea.
El asunto hubiera debido llegar solamente hasta ese punto. Pero el ex primer ministro Fuad Siniora ha decido forzar las cosas. Junto a los ministros que todavía le quedan, Siniora se aferra ilegalmente al poder. Este seudo gobierno ha dado su aprobación al acuerdo. Una mayoría de parlamentarios ha anunciado su aprobación y el seudo primer ministro afirma que esa petición hace innecesaria la votación de la Cámara cuando este paso constituye una exigencia de la Constitución. En cuanto al presidente de la República… se ha decidido ignorar su existencia. A tal punto que sus mensajes de protesta, dirigidos al secretario general de la ONU, ni siquiera aparecen citados como referencia en los por cuanto de la resolución del Consejo de Seguridad.
Además, Siniora negoció con el nuevo secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, un documento anexo sobre el estatuto del tribunal especial. Ese anexo indica que las jurisdicciones libanesas renunciarán a sus propias competencias en favor del tribunal especial, a tal extremo que el tribunal especial no se sentirá obligado [a respetar] los fallos anteriores de los tribunales libaneses. Un detalle significativo es que los idiomas de trabajo del tribunal especial serán no sólo el árabe (idioma oficial del Líbano) y el francés (idioma administrativo del Líbano), sino también el inglés, para que el Departamento de Estado pueda controlar los trabajos con más eficacia.
La guinda del pastel es que la resolución 1757 fue adoptada en el marco del Capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas, lo cual quiere decir que «la comunidad internacional» (léase Estados Unidos, Francia y sus aliados) se reservan el derecho de recurrir a la fuerza militar para instaurar el tribunal especial y garantizar su funcionamiento. Esta disposición justifica por sí sola la existencia del tribunal especial: llegado el momento, [el tribunal] servirá de pretexto para desatar la guerra.
Esto es precisamente lo que subrayó el embajador ruso Vitaly Churkin: el papel del Consejo es garantizar la soberanía de los Estados miembros mientras que la referencia injustificada al Capítulo 7 tendrá efectos nefastos para el Líbano en particular y en el Medio Oriente en general. El embajador de Qatar, Nasir Abdulaziz al-Naser, denunció una resolución que perjudica a la cohesión y la estabilidad del Líbano. El embajador de Indonesia, Hasan Kleib, señaló que, al estipular que la instauración del tribunal especial comenzará el 10 de junio de 2007 a más tardar, la resolución contradice el artículo 19 del acuerdo anexo entre el Líbano y la ONU que estipula la necesaria ratificación constitucional. Es por eso que los 5 miembros del Consejo de Seguridad que se oponen al texto consideran que, en su estado actual, la resolución resulta jurídicamente inaplicable y decidieron abstener en vez de votar en contra.
Proseguirá el juego diplomático. Estados Unidos y Francia instaurarán ilegalmente este tribunal en el marco de la ONU, o fingirán hacerlo. Estados Unidos no dejará de utilizar los problemas de procedimiento para justificar una nueva guerra, que ellos mismos desatarán, a no ser que lo hagan por intermedio de Israel, como en julio y agosto de 2006, para gran escándalo de Francia. China y Rusia se reservan el derecho de no reconocer al tribunal especial de la ONU, pero asumen el riesgo de tener que aceptar el hecho consumado; riesgo aún mas grande si se tiene en cuenta que después de 2 años de investigaciones, todavía no se sabe quién caerá en manos de este tribunal especial. Otro pedazo del derecho internacional acaba de derrumbarse y nuevos peligros amenazan al Líbano.
Mientras tanto, las manifestaciones contra la ingerencia extranjera se mantienen desde hace meses, en pleno centro de Beirut. Miles de libaneses se mantienen pacíficamente, día y noche, frente a dos edificios rodeados de barreras de alambres de púas y bajo la custodia de carros blindados: se trata de la sede del gobierno libanés, ocupada por el seudo gobierno de Siniora, y de la oficina local de la ONU, donde funcionarios enviados por el Departamento de Estado de Estados Unidos trabajan a toda máquina.
Thierry MeyssanPeriodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate.Los artículos de esta autora o autor Enviar un mensaje
L’effroyable Imposture 2, de Thierry Meyssan hace un nuevo análisis del asesinato de Rafic Hariri dentro del contexto del «remodelamiento del Gran Medio Oriente» que han emprendido Estados Unidos e Israel.
L’effroyable Imposture 2 Manipulaciones y desinformación por Thierry Meyssan Disponible en la librería de la Red Voltaire.

[1] Informe de Peter Fitzgerald sobre las causas, las circunstancias y las consecuencias del asesinato de Rafic Hariri, 24 de marzo de 2005
[2] «La commission Mehlis discréditée», por Talaat Ramih; «Attentat contre Rafic Hariri: Une enquête biaisée?», declaraciones de de Jurgen Cain Kulbel a Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 9 de diciembre de 2005 y 15 de septiembre de 2006.

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Quién está interesado aún en saber la verdad sobre el asesinato de Rafik Hariri?



Conferencia la Red Voltaire en Beirut
el 10 abril de 2008. De izquierda a derecha: Maria Maalouf (periodista NBN), el general Amin Hotait, Nasser Kandil (antiguo diputado), Thierry Meyssan (analista político), Sarkis Abouzaid (director de prensa).
Thierry Meyssan


Reproducimos la intervención de Thierry Meyssan en la reunión que se organizó en Beirut, con la participación de numerosos medios de la prensa escrita y audiovisual, alrededor de su libro «L’Effroyable imposture 2». El presidente de la Red Voltaire señaló el giro de la misión investigadora de la ONU sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri. El décimo informe de dicha misión, presentado el 27 de marzo al Consejo de Seguridad de la ONU, abandona la supuesta pista siria para seguir las huellas de la red criminal que Thierry Meyssan describe en ese libro.
28 de abril de
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Queridos lectores y amigos,
Hace una decena de años que vengo realizando un estudio sistémico de Estados Unidos: ¿cómo decidió ese país, aprovechando la desaparición de la Unión Soviética, transformarse en un imperio global? De artículo en artículo he ido observando su conquista del mundo y analizando su funcionamiento. Eso me llevó a publicar, en 2002, L’Effroyable imposture sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001, la instauración del estado de excepción permanente en Estados Unidos y la conquista de Afganistán. Esa obra fue un éxito mundial y los ataques de la prensa atlantistas estuvieron a la altura de ese éxito. No sólo nada de lo que decía en aquel libro ha sido desmentido sino que lo que en él anticipaba ha ido confirmándose, desgraciadamente, con la invasión de Irak.
Fue a través del estudio del imperio estadounidenses que comencé a interesarme por la guerra israelí de 2006 contra el Líbano, y eso me llevó a escribir este nuevo libro, L’Effroyable imposture 2. Mi mirada sobre este país es por singularmente diferente a la de ustedes. No tengo aquí intereses que defender, y observo lo que aquí sucede a partir de las influencias exteriores que sufre este país, no a partir de las fuerzas que él mismo produce. Al escribir esos artículos, y después este libro, no ha sido mi intención apoyar a uno u otro partido. Sólo quise comprender y compartir con el público mi propia interpretación de los hechos.
Tengo la convicción de que es precisamente en esta tierra lacerada donde se están decidiendo el futuro y –según pienso en este momento– la derrota del proyecto imperial que los propios estadounidenses llaman «globalización». ¿Por qué en el Líbano y no en Palestina o en Irak? Porque este imperialismo nació de una conjunción de intereses económicos y una ideología, del control de los hidrocarburos y el sionismo; porque exige como condición la dominación sobre los pueblos del Gran Medio Oriente, representados en el Líbano como en ninguna otra parte. Doblegar la resistencia en el Líbano sería doblegarla en toda la región.
En este libro me di por tanto a la tarea de describir los acontecimientos recientes, la larga lista de crímenes políticos y la agresión israelíes, y de describir al mismo tiempo las superestructuras, o sea el lugar del sionismo en el imperio y los planes militares para el control de los recursos energéticos. Todo eso parece conocido. Pero cuando se analiza más de cerca, vemos que el conocimiento real sobre todo eso es muy superficial, incluso erróneo. Me impuse la obligación de verificar cada punto con la fuente original y de citarla mediante notas al final del libro. El resultado, como podrán ver, es muy sorprendente.
Todo autor interesado en el Líbano enfrenta dificultades metodológicas debido a lo contradictorio de las fuentes libanesas. Al ser el Líbano, según la expresión consagrada, un «Estado débil», no es hasta 2006 que este país se convierte en dueño de su propio destino. Cuando pasaba algo, cada cual sufría las consecuencias por su lado y elaboraba su propia hipótesis para interpretar el hecho según sus propios prejuicios. Pero cuando surgían nuevos elementos que permitían confirmar o refutar una hipótesis, eran pocos los líderes políticos que los tomaban en cuenta. En vez de revisar el discurso, se cambiaba de tema. El escritor tiene, por su parte, el privilegio de poder volver atrás para reconstituir la relación de los hechos entre sí y poner así de manifiesto la coherencia de estos. Eso es lo que he hecho. Y siempre resulta más fácil entender a posteriori que en el momento en que los protagonistas todavía están escondiendo su juego.
Partí de la decisión metodológica de privilegiar las fuentes escritas no libanesas. Como tengo el honor de presidir la Red Voltaire, estoy en contacto con numerosos periodistas, diplomáticos y militares de todo el mundo que me señalaron documentos dispersos que yo solo probablemente no habría encontrado tan rápidamente. También tuve acceso a las confidencias de algunos responsables de alto nivel. Pero, aunque ellos me guiaron en mis investigaciones, yo decidí no utilizarlos en mi proceso de razonamiento y sólo confié en documentos verificables y elementos materiales.
En fin, tengo que decir que no salí ileso de esta investigación. Llegué con la mente virgen, pero me enamoré apasionadamente de este país en el que se expresan lo peor y lo mejor de la dimensión humana. Comprendí la pasión por esta tierra y por este pueblo que se apoderó de mi abuelo cuando presidió, hace 60 años, la comisión de armisticio Israel-Líbano.
Al término de la guerra, se planteaban dos grande interrogantes. Por un lado, ¿cómo fue asesinado Rafik Hariri (desde el punto de vista no digamos judicial sino histórico la cuestión del móvil es mucho más importante que la de los asesinos o los promotores [del crimen])? Y, por otro lado, ¿por qué atacó Israel al Líbano (¿fue una respuesta a la acción del Hezbollah, como se dijo, o por motivos estratégicos regionales?)?
Si partimos de los documentos de los tanques pensantes de Estados Unidos y del Pentágono, todo se aclara rápidamente. La agresión israelí estaba planificada desde mucho antes y contaba, como condición previa, con la retirada del ejército sirio para que el país estuviese indefenso y con la retirada de Rafik Hariri para evitar la influencia francesa.
No me asombra que cuestiones de tanta importancia estén siendo relegadas hoy a un segundo plano sin que hayan sido enteramente aclaradas. Hace poco se veían aún por la ciudad carteles que reclamaban «la verdad». Desde que todos los indicios y testimonios susceptibles de sostener la pista siria se han ido desmoronando uno tras otro, parece que ya nadie quiere saber «la verdad».
Francia que –a pedido de la justicia libanesa y por iniciativa del entonces jefe de la misión de ONU, Detlev Mehlis– había arrestado a Mohammad Al-Saddiq, el principal testigo de la pista siria, ahora declara ingenuamente que este hombre «se le perdió» desde el 13 de marzo. El problema es que ese individuo, que acusaba a los presidentes Bachar el-Assad y Emile Lahoud, había sido desenmascarado y la pista siria se había desmoronado junto con sus mentiras. El ministro [francés] de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, quien anteriormente apoyó sus acusaciones de forma parcializada y perentoria, dice ahora ser incapaz de encontrar a «su» testigo.
Los cuatro generales libaneses arrestados únicamente en base a esas acusaciones y que están encarcelados desde entonces siguen sin ser liberados. El propio Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha dejado en claro que la detención de esos hombres –a pedido de Detlev Mehlis– es exclusivamente política y violatoria de las normas internacionales. Pero al apartarlos de sus funciones en la seguridad, los que manejaron el asesinato político siguen teniendo las manos libres.
En todo caso, como señalo en este libro, podemos afirmar primeramente que ese crimen beneficia a Israel y a Estados Unidos y, en segundo lugar, que un grupo ligado a la CIA, el US Committee for a free Lebanon, sabía de antemano [que Rafik Hariri sería asesinado].
Asimismo, también es importante saber si fue el Hezbollah el que provocó la guerra al tener una escaramuza con el ejército israelí o si nos encontramos ante una guerra que tiene ya 60 años y que fue reactivada utilizando ese pretexto. Numerosos documentos demuestran que la guerra estaba prevista para el otoño de 2006 y que se adelantó su concretización con el pretexto de aquella escaramuza. Esto ha sido confirmado posteriormente por la Comisión Winograd.
Yo explico en el libro que esa precipitación tenía como objetivo interrumpir la investigación ya en marcha sobre una «red criminal» libanesa montada por el Mossad y sobre la posible participación de esa red en el asesinato de Rafik Hariri; pista hacia la cual se orienta ahora el juez Bellemare, presidente de la misión investigadora de la ONU, como lo demuestra el informe que presentó la semana pasada ante el Consejo de Seguridad. No fue como reacción a una acción militar del Hezbollah, sino para detener la denuncia que el Líbano presentó ante la ONU sobre la existencia de esa red criminal que Ehud Olmert desencadenó la guerra.
De ello se desprende que la guerra de 2006 no es una guerra de Israel contra el Hezbollah, aún cuando este último le presentó una resistencia victoriosa, sino una guerra de Israel contra el Líbano. A través de ella se desarrollaba la guerra de Estados Unidos contra el mundo árabe.
Quizás sepan ustedes que los dos principales distribuidores franceses trataron, en un primer momento, de impedir la difusión de este libro en mi país y que los grandes medios de prensa se negaron durante mucho tiempo a mencionarlo en sus artículos y programas de radio o de televisión, y siguen negándose a vender espacios publicitarios para promocionar su venta. Nada de eso ha logrado impedir el éxito del libro, aunque sí lo ha hecho más lento. El problema es que este libro es en sí un crimen de lesa majestad, una herejía.
La obra incluye como anexos varias reproducciones de titulares y editoriales de Le Monde, diario de referencia de la intelectualidad atlantista, como la primera plana donde se anuncia la toma de Bint Jbeil por el ejército israelí cuando en realidad Israel sufrió allí una amarga derrota, o esa otra primera plana que muestra al ejército israelí saliendo victorioso de la guerra, ¡versión que ni el propio Ehud Olmert se atrevería a sostener! Lo cual demuestra el crimen de leso atlantismo.
La herejía está en la parte del libro que refleja la historia del movimiento sionista de Oliver Cromwell a George W. Bush. En esa parte demuestro, con las pruebas necesarias, que el sionismo no era originariamente una ideología judía sino una doctrina político-religiosa puritana, hoy la llamaríamos evangélica. Eso tiene todo tipo de consecuencias. Primeramente, no se debe analizar las relaciones entre Washington y Tel Aviv en términos de influencias recíprocas, sino en relación con la ideología que comparten, por lo menos cuando los puritanos están en el poder en Washington. Por otro lado, la naturaleza del Estado de Israel no puede verse como una respuesta a las persecuciones que sufrieron los judíos de Europa, sino como un proyecto colonial religioso que implica en definitiva un estricto sistema de apartheid.
Finalmente, y para abreviar dado el tiempo de que disponemos, las tendencias religiosas en esta región no oponen a cristianos y musulmanes, sino a cristianos evangélicos y judíos por un lado y a católicos y musulmanes por el otro. El sionismo anglosajón incluso condena a musulmanes y maronitas. Toda alianza entre los maronitas y Estados Unidos es un suicidio, por lo menos mientras que los evangélicos estén en el poder en Washington, cosa que Benedicto XVI y monseñor Sabbah han comprendido a la perfección.
Quiero hacer notar que hasta este momento, ante este libro que contiene miles de informaciones precisas, los lectores de la edición francesa han encontrado solamente dos errores menores sobre la composición sociológica de la población libanesa. Ambos serán rectificados en las versiones posteriores, pero en nada afectan el razonamiento que desarrollo en la obra. Lo mismo sucede con algunas imprecisiones de vocabulario en la traducción al árabe.
Como conclusión, quisiera subrayar la importancia de lo sucedido en este país durante el verano de 2006. En momentos en que ninguna cancillería del mundo dudaba de la victoria israelí y en que la diplomacia internacional no tenía otro objetivo que limitar los sufrimientos del pueblo libanés, ustedes cambiaron el rumbo de la Historia. En momentos en que se suponía que la asimetría de fuerzas –especialmente el uso del arma aérea– los pusiese a ustedes en estado de «choque y confusión», ustedes resistieron bajo los bombardeos y rechazaron la invasión terrestre.
Ustedes demostraron que el Imperio no es invencible y que no podía someterlos a ustedes. Son ustedes un ejemplo para el resto del mundo. Yo quiero expresarles mi admiración y, seguro estoy de ello, la admiración de todos aquellos que –donde quiera que se encuentren– siguen luchando por la libertad.

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domingo, 8 de junio de 2008

Europa es consustancialmente anti-democrática




Entrevista a Anne-Marie Le Pourhiet, profesora francesa de derecho constitucional

por Silvia Cattori

21 de diciembre de 2007


Anne-Marie Le Pourhiet, profesora francesa de derecho constitucional.
Los principales dirigentes y responsables políticos de la Unión Europea están dispuestos y se preparan a validar por la fuerza el Tratado de Lisboa, cuando un tratado idéntico a este texto fue rechazado por referéndum en los países miembros de esta misma Unión Europea y en donde una consultación popular fue organizada, como por ejemplo en Francia y Holanda. Por el simple hecho de proceder con métodos oligárquicos, a la Unión Europea no se le podrá considerar como una institución democrática, pero, como lo señala la profesora Anne-Marie Le Pourhiet, el aspecto democrático nunca ha estado asegurado ni ha sido una realidad en esta Unión de países europeos.

Silvia Cattori: Durante la reunión del Comité Nacional por el Referéndum [1] que reunió en la tribuna a Jean-Pierre Chevènement y NicolasDupont-Aignan [2], usted pronunció unas palabras duras, unas palabras sorprendentes. Calificó de «alta traición de golpe de Estado» el hecho de que el presidente Sarkozy quiera ratificar el «tratado modificativo» por la vía parlamentaria. ¿Indica esto que Francia se encuentra en una situación de una gravedad excepcional y que no sólo se ven concernidos los ciudadanos franceses sino también los europeos? ¿Significa que se trata de un debate importante que debe dejar de lado las decisiones políticas?
Anne-Marie Le Pourhiet: Desde luego, se trata de un acto muy grave que demuestra claramente que las incesantes referencias de los tratados europeos a los valores democráticos son una hipocresía porque esta Europa tecnocrática y confiscadora sólo se puede hacer en contra la voluntad de los pueblos.
Europa es consustancialmente anti-democrática, nos la quieren imponer por la buenas o por las malas. Nosotros [los franceses] no somos el primer pueblo de cuya voluntad se han mofado, los irlandeses y los daneses también se han visto obligados a volver a votar hasta que han dicho sí.
Pero en nuestro caso el cinismo es mucho peor porque nos niegan incluso el derecho a volver a votar imponiéndonos una ratificación parlamentaria. Toda democracia, sea soberanista o federalista, debería levantarse contra semejante felonía.
Silvia Cattori: El 29 de mayo 2005 el pueblo francés rechazó el proyecto de constitución europea con un 55 % de votos. ¿ Desde entonces el proyecto no ha sido mejorado? ¿No se han suprimido las disposiciones de la Constitución Europea que eran el objeto de protesta?
Anne-Marie Le Pourhiet: Por supuesto que no. Sólo han quitado los términos de constitución y de ley, así como los símbolos (bandera, himno). No es algo anodino porque demuestra que los eurócratas han comprendido la motivación anti-federalista de los ciudadanos franceses, pero todo lo demás del tratado se encuentra en el nuevo texto.
El proceder que consiste en no integrar ya la Carta de Derechos Fundamentales en el propio tratado sino en conferirle un valor apremiante o incluso la sustitución de la referencia expresa a la primacía del derecho europeo por una mención de la jurisprudencia del Tribunal que plantea esta primacía, constituyen otras tantas supercherías destinadas a engañar a los ciudadanos y a burlarse de ellos.
La versión consolidada de los tratados tal como ha sido redactada bajo la dirección de un diputado francés y que consta de 281 páginas, demuestra hasta qué se ha copiado íntegramente punto el Tratado Constitucional. ¡Incluso la ridícula disposición del artículo III-121 del TCE sobre el «bienestar de los animales en tanto que seres sensibles» lo volvemos a encontrar en el artículo 13 del nuevo tratado sobre el funcionamiento de la Unión!
Dado que todas las disposiciones del TCE habían sido criticada a uno u otro título y que el «no» francés se refería a la integridad del texto, no vemos cómo el presidente Sarkozy podía pretender conservar los elementos «no contestados». Se trata de algo completamente arbitrario y dictatorial.
Silvia Cattori: ¿Cuáles son las disposiciones más importantes que por medio de este «mini-tratado» se han impuesto así a los franceses en contra de la voluntad que habían expresado?
Anne-Marie Le Pourhiet: En este tratado todo es muy importante. La designación del presidente de la Unión por dos años, la política extranjera y su ministro disfrazado a partir de ahora de «alto representante», la Carta de los Derechos Fundamentales tan alejada del espíritu de la Declaración de los Derechos Humanos y del Ciudadano de 1789 y, sobre todo, la extensión sin precedentes de la regla de la mayoría cualificada que acompaña a la supresión de los «pilares». La transferencia de soberanía es colosal.
Silvia Cattori: ¿Es verdad que se verán reforzados los poderes del Parlamento?
Anne-Marie Le Pourhiet: Es una ventaja muy insignificante en un sistema en el que la iniciativa legislativa es monopolizada por una comisión independiente de los gobiernos y, por consiguiente, de los parlamentos ante los que estos gobiernos son responsables.
El Consejo Constitucional francés no se ha equivocado al afirmar que el Parlamento de Estrasburgo no es «la emanación de la soberanía nacional». Conociendo, además, la composición mediocre y la organización ubuesca del Parlamento Europeo, el reforzamiento de su poder no es muy tranquilizador.
Silvia Cattori: ¿Cómo se explica que esta mayoría de franceses que había votado no a la Constitución [Europea] en 2005 haya votado sí a la elección de Sarkozy sabiendo que éste no tendría en cuenta aquel no al proyecto?
Anne-Marie Le Pourhiet: Por una parte, Sarkozy simplemente anunció un «mini-tratado» que se limitaría a «permitir a la Unión Europea funcionar» de tal modo que se podía imaginar una simple mejora de las reglas de voto en el Consejo; por otra parte, no se puede confundir la respuesta a una pregunta hecha en referendum y la opción de un candidato a una elección.
¿Cómo quiere usted que un elector de derecha, convencido además de que Ségolène Royal es una perfecta incompetente, pueda votarla simplemente porque promete (con la boca chica) un nuevo referendum, cuando ella también apoyó el «sí» a la Constitución Europea? Hace mucho tiempo que los socialistas franceses han hecho de Europa su fondo de comercio y lo menos que se puede decir es que ni Ségolène Royal ni François Bayrou podrían ser una alternativa creíble en este aspecto. Para muchos el voto a Sarkozy ha sido un voto por defecto.
Silvia Cattori: El jueves 13 de diciembre los jefes de Estado y de gobierno de los veintisiete países miembros de la Unión Europea firmaron el tratado. Sarkozy está determinado a hacerlo ratificar por la vía parlamentaria antes de finales de febrero. En su opinión, ¿qué podría hacer fracasar este «golpe de Estado»? ¿Qué medios tiene el pueblo francés de imponer la vía del referendum? ¿De qué modo el derecho constitucional puede todavía reconsiderar todo?
Anne-Marie Le Pourhiet: No tenemos ningún recurso jurídico porque la Constitución francesa no prohíbe, como la californiana, modificar una ley relativa a un referendum por medio de una ley parlamentaria. El Consejo Constitucional Francés tampoco ha hecho suya la jurisprudencia del Tribunal Constitucional italiano que impone un nuevo referendum para eludir la voluntad popular. Eventualmente, el Consejo Constitucional podría «constatar» que ambos tratados son prácticamente idénticos y «lamentar» que se ignore la voluntad popular, pero no puede sancionarla.
Por consiguiente, sólo nos queda contar o bien con la movilización popular, o bien con un rechazo parlamentario de la revisión constitucional. En efecto, el proyecto de revisión debe ser adoptado por una mayoría de las tres quintas partes de los sufragios expresados en el Congreso (reunión de la Asamblea Nacional y del Senado en Versailles).
Silvia Cattori: Si después de haberla discutido en la Asamblea Nacional y en el Senado la revisión constitucional es aprobada por las tres quintas partes de los sufragios expresados, ¿nada se podrá oponer ya al establecimiento de este tratado?
Anne-Marie Le Pourhiet: No. 60 diputados o 60 senadores todavía podrán diferir al Consejo Constitucional la ley autorizando la ratificación del tratado, pero no hay ninguna posibilidad de que el recurso tenga éxito.
Silvia Cattori: ¿Qué se ha previsto para salir del impasse en caso de sorpresa, en caso de que Irlanda rechace el tratado?
Anne-Marie Le Pourhiet: Seguramente, ¡hacer votar otra vez a los irlandeses!, ¡así va Europa!
Silvia Cattori: Si finalmente este tratado es impuesto y si, como afirma usted, en la manera de proceder hay «doble golpe de Estado», tanto Sarkozy como los jefes de Estado y de gobierno de los veintisiete países miembro de la Unión Europea ¿no tendrán acaso que explicarse tarde o temprano en relación a su «traición»?
Anne-Marie Le Pourhiet: Por lo que se refiere a Francia, el presidente Sarkozy tendrá que explicar muchas cosas. Pero la sanción electoral solo puede desempañar un papel cuando hay un candidato creíble, lo que todavía no es el caso en Francia. En todo caso, ¡en las elecciones municipales y legislativas sabremos acordarnos de los votos de nuestros parlamentarios!
Silvia Cattori: El 75 % de los ciudadanos europeos son favorables a un Referendum. Por consiguiente, ¿a los partidarios de éste les queda conseguir que el debate se abra y se amplíe cuanto antes a todos los países de la Unión Europea para denunciar esta denegación de la democracia?
Anne-Marie Le Pourhiet: La movilización ciudadana me parece indispensable, aunque sólo sea para poner en evidencia a los traidores.


Silvia Cattori Periodista suiza.

Los artículos de esta autora o autor


Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos

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Tratado de Lisboa


Los 27 negocian el tratado y acuerdos antijurídicos con EEUU sin contar con la ciudadanía
Una integración contra las libertades

Joana García Grenzner
Diagonal18-04-2008



En 2009 entra en vigor el Tratado de Lisboa, que consolida la UE como potencia neoliberal, militar y antidemocrática. Mientras, ésta contenta a EE UU con acuerdos contrarios al derecho.

2007 los 27 Estados de la UE negociaron a espaldas de la ciudadanía europea dos asuntos de gran trascendencia: el Tratado de Lisboa, que sustituye a la fallida Constitución Europea y reforma los Tratados de Roma (1957) y Maastricht (1992), y los acuerdos con EE UU sobre transmisión de datos sobre pasajeros aéreos y transferencias bancarias, que consolidan el proceso de adaptación del marco jurídico comunitario a las exigencias estadounidenses. Especialistas en derecho criticaron estas medidas en un acto celebrado en Madrid el 28 de marzo.
Ricardo Gómez, del Observatorio de ATTAC sobre la UE tildó de “desprecio a la voluntad popular y proceso elitista y secretista” el relanzamiento del Tratado, “de difícil comprensión e ilegible”. Uno de sus redactores, el ministro de Interior italiano Giuliano D’Amato, dijo en 2007 que si fuera comprensible “nos arriesgaríamos a un referéndum, porque significaría que hay algo nuevo”. Irlanda será el único país en someterlo a referéndum. Los demás lo ratificarán por vía parlamentaria: el Estado francés y Polonia lo hicieron en febrero y marzo respectivamente y el Parlamento español lo hará este año mediante ley orgánica.
Para Gómez, supone un “retroceso en las libertades democráticas y una apuesta cero por la construcción de alternativas socioeconómicas”. El texto defiende explícitamente la “competencia libre y no falseada” y la “mejora progresiva de las capacidades militares”. Gómez tildó a la UE de “estructura antidemocrática” con un “parlamento débil no elegido por la ciudadanía, excluido de iniciativas legales y sin voto sobre ingresos y presupuestos” frente a instancias de nula representatividad e inmenso poder: Consejo y Comisión europeas, Tribunal de Justicia o Banco Central Europeo (BCE).
Según Gerardo Pissarello, profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de Barcelona, el texto “concentra mecanismos policiales y represivos sin suficiente control parlamentario”. Aunque “se subordina a intereses de EE UU” la agenda de la UE “ ha impuesto sus propios recortes de derechos y libertades”. A su juicio, el dispositivo de control migratorio europeo Frontex o el proyecto de directiva para aumentar a 18 meses el encierro de sin papeles en los Centros de Internamiento de Inmigrantes (CIE) que Bruselas discutirá en mayo no son flor de un día. La creación del grupo Trevi (unidad de lucha contra Terrorismo, Radicalismo y Violencia Internacional) en 1975; el Acuerdo de Schengen en 1985 y la coordinación policial europea (Europol) en 1999 “son antecedentes cruciales de la llamada fortaleza europea”. El 11-S actuó de“ disparador de un proceso ya en curso”.
Para Jean-Claude Paye, autor del libro Global War on Liberty, “lo novedoso es la integración del sistema judicial europeo en el estadounidense. Antes, EE UU hacía acuerdos bilaterales porque hallaba objeciones. Hoy se siente más fuerte para forzar acuerdos en la UE”. En 2003 ambas potencias firmaron unos acuerdos de extradición fruto de reuniones secretas. Éstos “permiten que EE UU añada exigencias sin reemprender negociaciones” y “la UE no cuestiona los tribunales especiales creados por decreto tras el 11-S para juzgar ‘enemigos combatientes ilegales’. Cualquier ciudadano puede ser trasladado a EE UU para que le juzguen”.
En 2007 firmaron los acuerdos sobre transferencia de datos de pasajeros aéreos y de cuentas bancarias, “que vulneran la protección europea de datos personales”. Tras el 11-S, la empresa estadounidense Swift, ubicada en Bélgica, informó a EE UU sobre transferencias en la UE. Según Paye, “el BCE y otros bancos lo sabían y no lo comunicaron a sus autoridades” hasta que la prensa de EE UU lo reveló en 2006. Así pues, EE UU “crea una situación de excepción y fuerza a la UE a adaptarse. Es el fin del Estado de Derecho”.
El Tratado de Lisboa y la encrucijada europea
Gerardo Pisarello
El autor, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Central de Barcelona, analiza las bases del Tratado de Lisboa, cuyo 90% calca el proyecto de Constitución.
Hay que reconocerlo: el malogrado Tratado constitucional europeo tuvo al menos la virtud de estimular un cierto debate en torno al proceso de integración. No es que las clases dirigentes europeas estuvieran demasiado interesadas en ello. Pero la sola apelación a un texto “constitucional” obligó, al menos, a simular un proceso y un contenido “constituyentes”. Nada de eso ha ocurrido ahora.
Tras el ‘no’ francés y holandés, las élites europeas parecen haber escarmentado. Ya nadie habla de Constitución ni de proceso constituyente. El Tratado de Lisboa se ha negociado de espaldas a la ciudadanía y sus impulsores se ufanan de ello. Las mismas Cumbres intergubernamentales que se criticaban hace unos años por su opacidad, se presentan ahora como la única alternativa “responsable” y “realista”. Con la boca grande o pequeña, los gobiernos huyen de las consultas populares como de la peste. ¿A qué viene tanta prisa? ¿Es acaso la UE pergeñada en el Tratado de Lisboa muy diferente de la que existía hasta ahora? No parece. Salvo algunos ajustes institucionales al servicio de la “gobernabilidad”, las obsesiones de fondo son las de siempre. Un 90% del contenido del Tratado de Lisboa, de hecho, puede rastrearse en el Tratado constitucional. Ya no se habla de Constitución ni se apela con entusiasmo a la bandera o al himno. Pero el contenido sustancial es el mismo. La orientación neoliberal, productivista, tecnocrática y militarista de la integración permanece incólume. Y nada en el nuevo texto amenaza su continuidad.
Agenda securitaria
Nada conduce a pensar en un abandono de las privatizaciones o en un mayor control de los grandes lobbies. Nada, en una mayor lucha contra los paraísos fiscales o a favor de una fiscalidad progresiva. Nada, en una menor subordinación a la OTAN y a la agenda securitaria de los EE UU. Menos aún, en un tratamiento de la cuestión migratoria que no sea el del cerco policial o el de la proliferación de los centros de internamiento.
Es verdad que esta tendencia no es nueva. Que es el sello de la UE al menos desde Maastricht. Lo grave es que el Tratado de Lisboa pretenda profundizarla en nombre de la eficacia y del realismo. ¿Cómo puede ser realista un texto que se limita a prolongar el crónico déficit social y democrático que la UE acarrea a sus espaldas?
El panorama es aún más oscuro si se piensa que, hoy por hoy, son la derecha más beligerante y los sectores más conservadores de la socialdemocracia quienes controlan los principales resortes institucionales de la UE. De ahí el carácter especialmente regresivo de buena parte de las propuestas normativas impulsadas desde las instancias comunitarias a lo largo del último año. Y de ahí también los retos que este escenario plantea a los movimientos sociales, sobre todo de cara a las elecciones al Parlamento europeo de 2009. El primero, impulsar una crítica desacomplejada, no sólo del Tratado de Lisboa, sino de la UE realmente existente, que desvele sus profundos límites democráticos, sociales, y ambientales. Y otro, no menor, acompañar esa crítica de un programa capaz de desactivar los cantos de sirena del repliegue estatalista y de expresar, en definitiva, un renovado internacionalismo a la altura de los tiempos.

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